Las mejores amigas

El amor entre dos amigas que son companieras de piso.

CARLA

Había salido esa noche y me había pasado bastante con las copas. No estaba segura de cómo había llegado a casa ni a qué hora.

Cuando me levanté por la mañana, Claudia estaba en la cocina con un café y con una cara que no sabía como interpretar. ¿Estaba enfada?

-Buenos días...- fue lo único que me dijo.

-Buenos días..., lo siento si ayer hice mucho ruido al entrar, espero no haberte despertado- creía que me iba a explotar la cabeza.

-Ni me enteré, te he dejado café- se levantó y sin decir más, se fue a su habitación.

Qué raro, normalmente siempre me pregunta qué tal la noche, hablamos un rato y terminamos riéndonos de mis estupideces de borracha. Pero hoy no, está molesta por algo y está claro, que de momento no quiere hablarlo conmigo.

Llevamos un año viviendo juntas. Nos conocimos hace tres en el trabajo, y desde el principio nos llevamos de maravilla. En aquel entonces, yo vivía con mi novio, y ella con el suyo. Casualidad fue, que nos separamos casi al mismo tiempo de nuestras parejas, así que decidimos mudarnos juntas para ahorrar gastos de alquiler y al mismo tiempo, no estar solas. La gente dice, que más que amigas parecemos pareja, siempre la una pendiente de la otra, con abrazos y mimos contínuos, hasta los celos hacen su aparición de vez en cuando.

Yo ya me había planteado la posibilidad de estar enamorada de ella . No me parecía normal sentir tanto cariño y amor por una amiga, y no quería mudarme con ella, hasta que no lo tuviese bien claro. Así que un buen día, me decidí a hablarlo.

-Oye Claudia, no te parece un poco raro la manera que tenemos de tratarnos?

-¿Que quieres decir?

-Bueno, que nos queramos tanto...- estaba un poco cortada..

  • Mmm..., la verdad es que sí, al principio me asusté un poco, pero después me dí cuenta que era algo maravilloso... Carla, tenerte como amiga enriqueze mi vida día a día- la cara se le iluminaba al decir esas palabras.

-Por momentos me da por pensar que podría estar enamorada de tí....- dije armándome de valor.

-¡Yo también! Pero hay algo de lo que nos olvidamos...- lo decía con media sonrisa y yo me dí cuenta a lo que se refería.

-¡Nos gustan a morir los hombres!- gritamos las dos al unísono.

Y yo me pregunto, si nos gustan tanto los hombres, ¿ por qué no hemos vuelto a tener novios? Y no será porque nos falten los pretendientes. Cuando salimos juntas, somos como dos lapas, sólo existimos ella y yo. Si yo salgo sola y me doy un par de besitos con alguno, me lo pienso más de dos veces antes de contárselo, y cuando lo hago, tiende a ignorarlo y cambiar de tema. Yo no sé, pero a mí eso no me parece muy normal.

Me dolía todo el cuerpo, ¿pero yo dónde estuve? ¿En una fiesta o en la guerra? Me dí una ducha para ver si me despejaba un poco. El agua tibia caía sobre mi pecho, la sensación agradable me hizo recordar algo, unos labios que me los besaban con dulzura..., pero un momento, yo anoche no me fuí con nadie... ¿o estaba tan borracha en la fiesta que ni me acordaba que había tenido un lío? Joder , que vergüenza...

Salí a toda prisa de la ducha, cogí el teléfono y llamé a Sofía.

-Hola cariño, qué tal?

-Pues muriéndome, creo que ayer me pasé con el ron..-estaba afónica la pobre...

-No fuiste la única..., oye, ¿ayer me lié con alguien?

-Jeje, que yo sepa no, bailamos y bebimos todo lo que quisimos, pero nada de hombres, ¿por qué lo preguntas?

-No sé, tenía la sensación de que pasó algo, pero no me acuerdo de mucho.

-Yo misma te metí en el taxi, y a no ser que pararas por el camino, no me lo explico, ¿no lo habrás soñado?

-Sí, seguramente..., bueno te dejo, hablamos más tarde, un beso.

-Un beso.

Sí, tuvo que haber sido un sueño...

CLAUDIA

No me reconozco a mi misma, me siento avergonzada, estoy enfada Carla, sí, pero no contigo. Lo siento si esta mañana no te pude mirar a los ojos, tenía miedo de que te dieses cuenta de lo que te hice anoche, de que me lo leyeses en la cara, de despertar tus recuerdos.

Ayer me pediste que saliera con Sofía y contigo, pero yo estaba demasiado cansada, preferí quedarme en casa. Pero no podía dormir, hace días que no puedo dormir. Cada noche te siento en la habitación de al lado y me gustaría abrir tu puerta y acostarme a tu lado, sentirte, olerte...

Ya sé que te dije que no podía ser, y era lo que creía, no te mentí. Pero me equivoqué, Carla, te quiero, me he enamorado de tí, siempre lo he estado. Entiéndeme, tenía miedo, nunca me había sentido atraída por una mujer, estaba segura de lo que me gustaba, pero apareciste y ya no sabía nada.

Me quedé sola pensando en tí, hace ya un tiempo que no hago otra cosa. Mi mano buscó mi sexo, y mientras mis dedos jugaban con mi clítoris, soñaba que eras tú la que me tocabas.

Oí el ruido de las llaves, habías vuelto. Fui en tu ayuda, estabas preciosa, con las mejillas sonrojadas por el alcohol, me sonreíste y yo casi me desmayo.

-Gracias cariño, siento haberte despertado- y entraste dando tumbos, no sin antes plantarme un beso demasiado cerca de la comisura de mis labios.

Estabas completamente borracha, te ibas desvistiendo camino a tu cuarto, dejando tu ropa tirada por todas partes. Fui a tu habitación a llevarte unas aspirinas y un vaso de agua. Estabas tirada sobre la cama medio desnuda. No te podía dejar así, quería ponerte el pijama y acostarte como es debido. Terminé de desvestirte, las manos me temblaban, el corazón se me iba a salir del pecho. No sé cuanto tiempo me pase mirándote, nunca te había visto completamente desnuda, me pareció lo más bonito que había visto en mi vida, tu vientre liso, tus caderas adornadas con esas estrías tan parecidas a las mías, tus pechos grandes coronados con esos pezones rosados que gritaban ser besados..., no te pedí permiso, me aproveché de la situación, estaba descontrolada, perdóname, ni yo misma me lo explico, sólo sé que los besé, primero uno y después el otro, no podía parar, eran tan suaves... sentí que tu respiración se agitaba, levanté la vista y nuestras miradas se encontraron, me asusté, me sentía avergonzada, pero tú no dijiste nada, cerraste los ojos y te quedaste profundamente dormida. Te vestí rápidamente y salí de tu cuarto con sentimiento de culpa.

Tengo que hablar contigo, no puedo seguir así.

CARLA

Juraría que no ha sido tan sólo un sueño, todavía siento esos labios sobre mi piel... pero es imposible, eso significaría que Claudia..., no no, ¡eso sí que sería un sueño!

A quien voy a engañar, estoy enamorada de mi mejor amiga, ¡vaya putada! Ayer la eché de menos, como todas las veces que salgo sin ella. Intento no frustarme y salir adelante, a lo mejor encuentro a algún chico interesante que me la saque de la cabeza, aunque me parece bastante poco probable. Claudia es genial, una chica sencilla muy necesitada de cariño, alguien con la que me puedo pasar horas hablando, y no sólo de tíos y sexo. Creo que fueron sus ojos los que me enamoraron, grandes y oscuros, capaces de espresar todos sus estados de ánimo, sus sentimientos. Yo sé que me quiere, lo veo en sus ojos, lo demuestra en sus actos.

¿Pero qué le pasa hoy? Esta escondida en su habitación con la puerta cerrada, algo que no hace nunca. ¿Se me habrá escapado algo anoche con la borrachera? Es que me pongo de lo más sincera con un par de copas de más, ¿o la habré intentado besar? Mierda, seguro que es eso, tengo que aclararlo con ella en seguida.

-Claudia, disculpa..., tengo que hablar contigo...

CLAUDIA

-Pasa, la puerta está abierta- tengo miedo, ¿y si me odia?

-¿Te vas a pasar todo el santo día aquí metida? ¿Te encuentras bien?

No parece que se acuerde de nada..., ¡tierra trágame! ¿Cómo se lo digo?

-Mira Claudia, si ayer me pasé un poco...o bastante al llegar, te pido disculpas, tú ya sabes que el trago a mí me pone como una moto...

¿Pero de qué está hablando?

-No te preocupes, tú no has hecho nada malo, fuí yo la que me pasé contigo, y no estaba borracha...

Carla, por favor, ahora no te quedes callada, siempre tienes algo que decir, y no me mires así, te ha cambiado la espresión de la cara, piensas algo, ¿por qué no me puedo meter en tu cabeza?

-Verás, cuando llegaste ayer, pues yo...- coño, suéltalo de una vez - pues verás...

-Tuve un sueño.

¿Y eso ahora a qué viene? Yo aquí intentando sincerarme, ¿y me sales con un dichoso sueño?

-Pues sí, fue algo de lo más extraño, por lo real que parecía, ¿sabes?

No estará hablando de...

-¿Y que pasó en ese sueño?- siento como me arde la cara, seguro que ella también se ha dado cuenta.

-¿Por qué no me lo dices tú?

¡Oh dios mio, lo sabe! Tranquila..., no empieces a llorar, tienes que mantener la calma.

-No me odies, por favor, no podría soportarlo, ya sé que lo que hice no estuvo bien, que no debí abusar de tu confianza, te quiero...

CARLA

Se me parte el corazón al verla llorar así, intenta hablar pero no puede, sus sollozos inundan el cuarto, está sufriendo y yo no hago, ni digo nada. Estoy paralizada, necesito pensar, y con las cuatro neuroras que me quedan, después de la masacre de ayer, me resulta bastante dificil.

¡Claudia me ama, me necesita tanto como yo a ella! ¡Esos labios eran suyos! Ya sé lo que tengo que hacer...

CARLA Y CLAUDIA

Carla salió de la habitación sin decir nada, lo que provocó un aumento de intensidad en el llanto de Claudia. Se metió en la cama, que todavía estaba sin hacer, y siguió llorando desconsoladamente, sentía que habia perdido a la persona que más había amado en su vida, y era incapaz de hacer nada, se sentía demasiado avergonzada.

No escuchó como Carla volvía a entrar, con una vaso de agua en una mano y un paquete de clínex en la otra. Fue por el lateral de la cama, se puso de rodillas y mirando a Claudia a la cara, le dijo:

-No llores más princesa, que se te van a hinchar esos ojos tan preciosos que tienes. Toma, límpiate la nariz, que te esta goteando como un grifo roto- le dijo en tono burlón.

-¿No estás enfadada conmigo?- preguntó Claudia, visiblemente más calmada.

Carla no contestó a su pregunta, sino que metió su mano por debajo de las sábanas, recorriendo las piernas desnudas de su amiga, que tan sólo llevaba un pantalón de pijama diminuto. Sin bajar la mirada de los ojos de Claudia, que todavía la observaba algo sorprendida, llegó a su entrepierna y comenzó a masagearle por encima del pantalón. En ese momento, Claudia cerró los ojos, y sin darse cuenta, abrió más las piernas para facilitarle la tarea a Carla, la cual se incorporó para meterle la mano por dentro del pantalón y poder acariciarle directamente. Después de unos minutos, Carla sintió como Claudia se retorcía y su mano se quedaba empapada de jugos vaginales.

-¿Estas tú enfadada conmigo?- le preguntó Carla.

-Claro que no...- susurró Claudia, todavía afectada por el orgasmo que acababa de tener.

-Pues si tu no estás enfadada conmigo, ¿cómo podría yo estarlo contigo? Yo tampoco te pregunté antes de meter mi mano entre tus piernas.

Claudia sonrió, no se lo podía creer, su querida amiga la conocía mucho mejor de lo que ella pensaba, de esa manera tan placentera, había hecho desaparecer en ella cualquier sentimiento de culpa.

Se miraron por un buen rato las dos en silencio, no hacía falta decir nada más, sabían lo que iba a pasar y estaban paralizadas por la emoción y los nervios. Fué Claudia la que tomó la iniciativa, quitándose ágilmente los pantalones y acto seguido la camiseta, quedándose completamente desnuda ante la mirada un tanto abobada de Carla, que de repente, ya no sabía muy bien lo que hacer. Claudia agarró la mano de Carla y la colocó sobre su pecho firme y abultado, la cual comenzó a apretarlo y a acariciarlo, pudiendo ver como los pezones reaccionaban a sus caricias poniéndose bien duros. Claudia ya no aguantaba más, tenía que besarla y sin vacilar, se acercó a Carla besándola con infinita dulzura, sus labios apenas se rozaban, Carla soltó el pecho de su amiga para agarrarle la cara, fue un beso suave, ansiado por ambas. Sus lenguas se encontraron al fin, todas las noches en vela quedaron en el olvido, se besaron con una pasión largamente acumulada, como si no existiese un mañana...

Carla quería besar cada rincón del cuerpo de su amada amiga, su cuello, su pecho, su vientre... quería lamerla toda, quería saber como sabía su sexo. Sin pensarlo dos veces, metió su cabeza entre las piernas de Claudia y empezó a lamer como si lo hubiese hecho toda la vida. Su lengua se movia en círculos sobre el clítoris de Claudia, que nuevamente comenzaba a hincharse, lo mordía, lo besaba, se lo quería comer. Sus dedos buscaron la entrada a la cueva de Claudia, que sintiendo como Carla se introducía en ella, experimentó un nuevo orgasmo que la dejó fuera de batalla durante varios minutos.

-Te amo, todo lo que tiene que ver contigo me parece hermoso, ahora que te conozco no me explico como pude vivir tanto tiempo sin tí- las palabras de Carla eran sinceras.

Estaban las dos abrazadas, en esos momentos eran una sola persona, las caricias se sucedían, no podían quitarse las manos de encima. Claudia desnudó lentamente a Carla, le besó los hombros, la espalda...,¡ por dios, qué sueve es su piel! Bajó lentamente hasta llegar a su trasero, y metiendo su mano, pudo sentir la humedad y la exitación de Carla. Le besaba el culo mientras la masturbaba, Carla se giró, quería verle la cara a Claudia. Lo que vió la emocionó de tal modo, que no pudo evitar soltar un par de lágrimas.

-¿Te estoy haciendo daño? ¿No te gusta?

-No, no es eso tontita, sólo es que me haces muy feliz...

Sin dejar deacariciar el sexo de Carla, Claudia subió y le secó las lágrimas del rostro con sus besos, volvió a lamer los pechos que la noche anterior había besado a escondidas, pera esta vez con la absoluta seguridad de no ser rechazada, sin culpa ni miedo. Carla se retorcía del placer, no recordaba haber sentido nunca con tanta intensidad. Sintió la boca de Claudia que luchaba por tragarse todos sus jugos vaginales, estaba en el cielo y no quería bajar a la tierra nunca más. Había perdido el sentido del tiempo y de la realidad, cuando se vió sorprendida por un orgasmo único y grandioso.

-¿Has sentido lo que yo he sentido?

-Todavia estoy temblando..., que tontas hemos sido mi amor. Tanto tiempo perdido por prejucios estúpidos, sabiendo que nos queríamos...

-Carla, no perdamos más tiempo, te quiero, te amo, sé que lo haré siempre...

Se fundieron en un abrazo, pecho contra pecho, sabiendo que les quedaba toda una vida por delante para seguir descubriendo el maravilloso mundo del amor entre dos mujeres.

Sonia