Las manos de Manu
Un calentón de un hetero de fin de fiesta
Este sábado tocaba salir con mis amigos heteros, que últimamente no había podido quedar con ellos. Nacho, Guillermo y Héctor eran el núcleo duro, pero solían venir con ellos algún que otro amigo que podía conocer o quizás sonarme su nombre de alguna historia que te contaban que les había pasado el fin de semana anterior.
Empezamos la noche en la calle del Sol, y luego fue cogiendo ritmo a medida que bajábamos por Santa Lucía, el Río de la Pila, Cañadío… Íbamos encontrándonos con diferentes conocidos y colegas con los que compartíamos cañas primero, cubatas después.
Uno de estos colegas era Manu, que parecía el típico tronista: currado de gym, con unos vaqueros y camiseta ajustados que dejaban poco a la imaginación, y de personalidad muy chulesca como para llevarnos muy bien, pero al menos nos tolerábamos.
Manu sabía que a mí me molaban los tíos, y creo que por eso tampoco teníamos mucho de que hablar, ya que su tema principal de conversación eran las tías, sus tetas, como se las follaba… lo cual no estaba mal, ya que al escucharle contarlo me lo imaginaba dándole caña a alguna tía.
Esa noche Manu acabó con nosotros de fiesta. Le vi intentando ligarse a alguna tía, pero no debía estar muy inspirado porque no consiguió más allá de algún baile y algún magreo con la última tía que estuvo, ya que al final la chica fue rescatada por sus amigas y desapareció antes de que Manu pudiera llevársela por ahí.
Yo andaba algo cansado y me fui a despedir de mis amigos. No era mala hora para irse y los bares por los que andábamos no me daban muchas oportunidades para poder pillar. Así que empecé a pensar que podía pirarme y hacer una parada en el área o quizás ir hasta Liencres de cruising.
Me estaba despidiendo de mis amigos cuando Manu me pregunta:
- ¿Dónde tienes el coche?
- En Tetuán, ¿por? – le pregunté.
- Por si me podrías acercar al coche, es que lo he tenido que aparcar por el Museo Marítimo a tomar por culo.
- Jaja sin problema. ¿Es que te piras ya?
- Sí, tío, que hoy no voy a pillar y estoy cansado que me ha tocado pierna en el gym hoy.
- Ok, pues vamos entonces – le respondí.
Mientras nos acercábamos al coche, Manu siguió hablando sobre la última tía con la que había intentado pillar. Estaba bastante hablador para lo que solíamos hablar normalmente, igual era por todos los cubatas que se había tomado a lo largo de la noche.
- Joder, esta tía, menuda calientapollas. Se ha estado restregando contra mi polla todo el rato y, cuando la digo de irnos, viene la gilipollas de la amiga y la dice que se siente supermal y que la acompañe a casa. Me he quedado sin follar y encima con el calentón.
- Bueno, por lo menos has tenido alguna oportunidad jaja… yo no he pillado ni de lejos – le contesté para intentar animarle de buen rollo.
- Ya tío… - se quedó pensando – a los dos nos tocará pajote entonces que nos hemos quedado a dos velas jaja.
“No estaría mal contigo” pensé para mi mientras sonreía imaginando la situación. La verdad es que el vaquero de Manu marcaba un buen paquete y con el calentón parecía que iba a reventar.
- Igual pillas a alguna en Tinder mientras vuelves a casa – le dije.
- Que va a estas horas creo que chungo… - me respondió – igual tienes más suerte tú en alguna de esas apps para tíos.
- No tengo jeje – le dije – como mucho a ver si pillo algo en Liencres.
- Es verdad, que allí van tíos a pillar, ¿no?
- Sí – le respondí – para un apaño rápido no está mal jajaja.
Nos reímos mientras subíamos al coche y me dirigí al Museo Marítimo. El coche de Manu estaba casi al final de la calle, que no tiene salida porque acaba en la playa y a esas horas estaba desierta. Aparqué justo detrás de su coche porque apenas quedaban coches aparcados ahí, y en ese momento me preguntó:
- Oye, ¿no tendrás pañuelos de papel?
- Tengo toallitas húmedas, ¿te valen?
- Sí, claro, que me voy a hacer el pajote antes de ir para casa, que no aguanto más jaja – me soltó pillándome desprevenido – ahora vengo que voy a mear.
Manu salió del coche sin que me diera tiempo a decir nada y se puso a mear contra unos arbustos cercanos. Yo seguía con la imaginación desatada y lo del pajote solamente me había ayudado a ponerme más cachondo, así que apagué el coche mientras esperaba a que volviera.
Manu volvió y se sentó en el asiento del copiloto. Ni siquiera se había abrochado el vaquero y le veía parte de la polla morcillona porque no debía ni llevar calzoncillo. Yo estaba cachondísimo perdido.
- No puedo ni abrocharme del calentón jaja – bromeó - ¿Tienes las toallitas?
- Sí, en la guantera. – le contesté torpemente sin poder dejar de mirarle el paquete.
Entonces me agaché y abrí la guantera. Empecé a apartar papeles para sacar las toallitas, pero lo hice lentamente porque tenía la bragueta de Manu a escasos centímetros y no podía dejar de mirar el rabo que se intuía.
En ese momento noté la mano izquierda de Manu apoyarse en mi hombro. Yo hice como que seguía buscando las toallitas y Manu fue subiendo la mano hasta mi nuca mientras notaba como hacía presión para que bajara la cabeza y me acercara a su bragueta.
Yo ya no podía aguantarme más y me lancé a su rabo sin pensármelo. Se lo saqué del vaquero, no sin dificultad porque ya lo tenía casi a tope, y me lo metí en la boca hasta donde pude.
Manu soltó un suspiro profundo y se dejo hacer, pero sin quitar la mano de mi nuca. Yo empecé a mamarle el rabo hasta el fondo y, cuando lo noté bien duro, le pasé la lengua por el capullo haciendo círculos, lo que hizo que empezara a bufar y a decir “joder, que bueno”. Levanté la vista y vi a Manu mirando al techo del coche mojándose los labios.
Yo quería pajearme pero en la posición en la que estaba me resultaba difícil cogerme la polla bien, así que me centré en seguir mamándole el rabo a Manu a saco. Lo tenía prácticamente depilado así que era fácil metérselo hasta la campanilla sin problemas con pelos.
Seguí un rato más mamándole el rabo y jugando con su capullo hasta que Manu me pilló de la cabeza con sus dos manos y empezó a bombear follándome la boca a saco. Notaba su capullo golpeándome la garganta y no dejaba que me zafara de su rabo. Le oía bufar y de repente me empezó a soltar varios trallazos de lefa en la garganta que no pude sino tragármelos porque me tenía pillado bien fuerte de la nuca.
La respiración de Manu se fue relajando y me soltó la nuca. Me acomodé en mi asiento y me pajeé hasta que me salió una buena corrida. Entonces miré al copiloto y vi a Manu abrochándose los vaqueros.
- Bueno, esto queda entre nosotros dos, de colegas, ¿no? – me dijo.
- Claro tío – le respondí – no quiero que nadie sepa esto.
- De puta madre, tío – me dijo – me piro ya que es tarde y estoy cansado.
- Pero relajado – bromee.
Manu salió del coche y cerró la puerta. Se subió a su Seat León y se fue con un acelerón. Yo me limpié la lefa y me fui también.