Las manos de don roque
Un hombre y sus manos mágicas que pueden hacer sentir bien a cualquiera...
LAS MANOS DE DON ROQUE
Toto había llegado al equipo hacia apenas unos meses. Ya venía arrastrando una lesión. El dolor se iba profundizando. Hablo con los médicos del plantel, pero no le dieron una solución. Solo era pasajero y luego en un esfuerzo en la cancha , otra vez el dolor, en el interior de los muslos. Los aductores lo tenían loco, mas el derecho que el izquierdo, pero a veces se ponían a joder los dos.
Aquel día cuando termino la practica hablo con el entrenador
__Usted sabe señor que me molesta mucho aquí en el aductor, en realidad en los dos…
__Ese es un dolor jodido, porque va y viene…
__¡Claro, señor!
__Podrías ir a lo del viejo Roque…
__¿El viejo Roque?
__Si un tipo que la tiene clara, ha atendido a varios pibes de acá y de todos lados, incluido mi hijo
__¿Y es bueno?
__¡Dicen que es una maravilla con las manos!
__¿Usted dice que vaya a verlo?
__¡Y si, no te quedes, porque esa molestia es jodida!
__Bueno necesito la dirección
__Sí ahora te la doy, tranquilo, todo va estar bien__ lo tranquilizo el entrenador mientras buscaba y anotaba en un papel la dirección del viejo Roque.
__¡Acá esta!
__¡Gracias señor!__ dijo Toto entusiasmado
__¡Decile que vas del club, de parte nuestra!
Esa misma tarde Toto se puso en camino hacia la dirección escrita en el papel. No conocía bien aquel lugar, pero no le fue difícil llegar. La gente tenía una actitud colaboradora y preguntando llego. No quedaba lejos de la pensión en donde se estaba quedando por aquellos días, hasta que le prepararan el departamento que había alquilado su padre, para que no estuviera tan apretado en la pensión.
Lo atendió un hombre entrado en años. Parecía tener casi la edad de su padre. Aunque se veía activo y fuerte. Con un cuerpo trabajado. Algunas canas. Bigote fuerte y renegrido aún, quizá le pegaba una pintada, pensó para si Toto mientras entraba en un pasillo largo.
La casa era antigua. Parecía que estaba así desde siempre. Olía bien, eso si.
__¡Dime!¿En qué puedo ayudarte?¿Me dijiste tu nombre era?__ preguntó Roque
__¡Ah, Toto, me dicen Toto!!
__¡Bien, bien!
__Tengo un dolor persistente aquí…__ dijo Toto señalando en el interior de los muslos
__¡Aductores! son un problema…__ dijo pensativo y serio Roque
__¿Se puede hacer algo?__ preguntó el muchacho
__¡Sí, si, el tema es que hoy no va a poder ser!¡A ver bájate el pantalón…__ Toto un poco vergonzoso bajo su jogging gris hasta los pies.
__¡Ven, siéntate en esta camilla!¡Tu tranquilo!__ el chico se acomodó en la camilla. Todo olía a aceites, había un sahumerio frutal que emanaba una dulce fragancia.
Las manos de Roque rozaron los muslos del chico, este se erizo al instante y el viejo Roque muy ladino y atento a esas cosas, se dio cuenta al instante.
Rozo suave con los dedos, casi tocando la protuberancia que detectó del chico. Toto tragó saliva, sintió que se estaba erotizando y no entendía nada.
Roque apretó suave y el chico se quejó, y además su verga buscó pegar un respingo.
Don Roque volvió a pasar sus dedos tocando casi las bolas, pero haciendo como que no se daba cuenta. Toto transpiraba muy caliente. El muchacho se movió nervioso y giro la cabeza sin ver, solo sintiendo. Don Roque miro al chico que estaba con los ojos cerrados.
__¡Y si habrá que trabajar un rato allí!
__¿Pero tiene solución?
__¡Si claro que si muchacho no te preocupes!!__ dijo don Roque apoyando como al pasar sus manos en las piernas del chico.
Lo cito para el día siguiente. Pidiéndole que se diera un buen baño antes de ir para relajar el cuerpo. Así le había remarcado "relajar".
Igual le había comentado que no podría jugar por unos cuantos días. Toto volvió al club y hablo con el entrenador que aún estaba en la oficina.
__¡Me dijo don Roque que no podre jugar!!
__¡Bueno!¿Ya te reviso?
__¡Si me reviso un poco y debo volver mañana!
__¡Bien haz lo mejor para ti, no te preocupes el equipo puede esperar!
La noche llegó enseguida. Comió algo muy liviano y se fue a la cama. Estaba cansado del trajín del día. Cuando estaba por dormirse volvió a pensar en lo que le había ocurrido cuando don Roque paso sus manos por los muslos. Se acordó de su novia y su verga se alzo. Termino con una furibunda paja que salpico por todos lados.
Al día siguiente hizo tal cual lo pedido por don Roque. Desayuno liviano. Con algunas frutas. Fue al baño. Luego se dio una ducha a fondo. Se coloco ropa liviana y partió.
La casa de don Roque estaba a unas cuadras de allí, así que camino tranquilo.
Era de domingo. Temprano. Las nueve y media de la mañana.
Don Roque le abrió la puerta. Estaba vestido con una remera blanca, pegada al cuerpo, que se veía más potente de lo que recordaba. Las manos del hombre eran mas grandes y los dedos mas largos. Los bigotes le daban un aire serio que en realidad no tenía. Era de trato gentil y amable y en el pueblo todos lo conocían por su buen desempeño en el arte de los masajes.
__¡Buen día Toto!¡Pasa, pasa!__ dijo el hombre y dejo ver que sus pantalones cortos eran grandes y amplios.
__¡Hola don Roque!
__¿Preparaste como te dije?__ preguntó el hombre
__¡Si claro, claro!!
__¡Me gusta eso!__ dijo el sonriendo y mostrando los dientes casi perfectos y blancos. Toto lo seguía por los pasillos de la casa grande y antigua.
__¡Mira en este caso!¡En tu caso! necesitaremos amplitud y confort, así que en está habitación estaremos bien!!__ dijo don Roque frotando sus manos gruesas y grandes. La habitación era iluminada y amplia, con una enorme cama, almohadones y un colchón, al parecer mullido.
__¡Acércate, no temas!!__ hablo don Roque, ya que Toto se había quedado parado en la puerta.
__¡No, no tengo miedo!!
__¡Pues no lo parece!__ el chico se movió dentro de la habitación.
__¡A ver Toto sin vergüenzas acá!!¡Recuéstate y afloja un poco el pantalón!!__ dijo con autoridad calma y agradable don Roque mientras se frotaba las manos, colocando un líquido con una fuerte fragancia.
Toto se acostó con la cara mirando al techo. Un cielo raso blanco y con una gran lámpara que colgaba. El sol de a poco entraba en la habitación. Los dientes de don Roque brillaban escandalosamente. El chico se sintió cada vez mas cómodo y relajado.
__¡Mira Toto!¡Ponte de costado!¡Mira hacia el ventanal!
__¿Usted vive solo don Roque?__ sorprendió el muchacho al hombre maduro
__¡Oh, sí, sí, ya hace bastante tiempo! ¡Un día volví de la calle y me habían abandonado, así nomás!!
__¡Guau, que fuerte!!
__¡Sí, bien así así, de costado, quita un poco el pantalón!!!__pidió el maduro. Toto bajo un poco el jogging, apenas dejando ver el bóxer floreado que se había colocado.
Una mano de don Roque, toco apenas la piel del muchacho y este se retorció imperceptible. Su piel se erizo.
__¡Oh, estos aductores están muy duros!!!__ exclamó don Roque. El chico suspiro, sentía que su sangre enseguida se calentaba. Su cabeza empezó a girar. Algo golpeaba sus sentidos. Parecía que toda la sangre confluía en su verga, que poco a poco, buscaba levantarse.
Don Roque se dio cuenta enseguida y siguió como si tal cosa. Paso los dedos, muy cerca del bulto, que se notaba in crescendo. Salvaje, como una piedra. Su propio sexo empezaba a golpear la tela de su fino pantalón corto.
La respiración del muchacho comenzaba a agitarse y el hacía fuerzas para que no se notara. No lo lograba en lo mas mínimo, porque el viejo zorro de Roque tenía mucha experiencia con los jóvenes que caían a su consultorio.
__¡Deberías bajar un poco más el pantalón!!__ propuso caliente don Roque. Toto comenzó a moverse de un lado a otro con movimientos cortos.
__¡Porque mejor no te lo quitas y ya!!__ mando la estocada intencional el hombre maduro que sonreía para si. Relamiéndose.
Un olor penetrante a crema fuerte apareció en el aire, mientras el chico se quitaba el pantalón y se lo daba en mano a don Roque, que le sonreía gentil desde arriba.
__¡Así estaremos mas cómodos!!__ explicó el viejo astuto. Sintiendo su garrote golpear y golpear. Acomodo bien doblado el pantalón y noto como al pasar la verga del chico que pujaba por liberarse de su tela.
Rozo con mas ahínco las bolas que se notaban grandes. Con el dedo meñique y escucho el imperceptible suspiro del chico que se alzaba cada vez un poco mas.
__¿Sientes dolor?__ preguntó profesional y despreocupado don Roque
__¡Solo…un poco..!!__ dubitativo y chorreando calentura, contestó Toto. Se imagino el culito del muchacho húmedo y deseoso. La baba se le caía al hombre maduro.
__¡Gira para el otro lado!__ pidió el hombre
__¿Así esta bien?__ preguntó el chico mostrando una verga totalmente empalmado y chocando contra la tela.
Don Roque siguió tocando y presionando los aductores y al pasar acariciaba, rozaba, tocaba, aún sin descaro. Su poronga estaba a punto de estallar. Decidió ir a fondo.
__¡Bueno quitemos este calzoncillo!¡Así el masaje será mas profundo!
__¿Le parece?__ titubeó Toto
__¡Anda no seas tímido!¿Te avergüenzas?
__¡No, no es que!
__¡Que pasa!¿Qué estas duro?
__¡Bueno no se que ha pasado!
__¡Te diré!¡Eres un chico con gustos y bueno es natural!¡A todos o casi todos les pasa!
__¿De verás?__ pregunto Toto mientras quitaba su bóxer, ayudado por el maduro.
__¿Cómo?¡Claro , somos humanos!__ dijo Roque mientras veía como saltaba la verga endurecida del chico y asomaban sus nalgas carnosas y fibrosas de deportista.
__¡Es muy linda!__ dijo el hombre acariciando la verga del muchacho que dio un suspiro. Acompaño estos masajes con unas tocadas en el culito del chico que suspiraba y jadeaba.
__¡Quítate la remera!!__ propuso el viejo ladino de don Roque. Toto quedó como siempre quiso el viejo, desnudo por completo. Lo miro largamente deseando cada porción de piel de aquel chico.
__¡Ponte ese almohadón grande en la panza!!__ pidió el hombre maduro ya babeando y muy caliente. El chico se puso con su culo para arriba. Su verga era una roca granítica y muy dura. Saltando con vida propia para aquí y para allá.
__¡Tienes un culito hermoso!!¡Muy fibroso y durito!¡Es un encanto precioso!__ decía a la vez que acariciaba y lo pellizcaba . Las manos locas masajeaban el culito del joven, que levantaba temperatura a cada segundo.
La lengua de don Roque invadió el agujero del chico. Dio un respingo. Se contrajo. El ojo es como que se movió baboso, esponjoso, latiendo. Un juguito se le escapaba sin remedio. La boca del macho besaba el negro agujero.
__¡Oh sí, si, así, mmmhhh, ahhh!!!__ gemía el muchacho retorciendo su humanidad de un lado a otro. Mientras con una mano como garra, el viejo, se prendía a su piel, con la otra se quitaba la ropa quedando en bolas y mostrando su tremendo garrote saltando para todos lados, elástico, duro, venoso.
La saliva chorreaba en el anillo del chico que resoplaba y gemía enloquecido. Dilatado. Un dedo del hombre se perdió hasta el fondo. Se movió de un lado a otro, hasta que hundió otro dedo más.
Los gemidos se escuchaban y retumbaban, evidenciando el placer que Toto estaba sintiendo.
El macho escupió el ojal y desparramo un poco mas aquella pasta que se había formado al unirse con las cremas. La entrada era propicia para la poronga. El sumiso chico, culo para arriba esperaba la estocada.
__¡Humm, parece que no es tu primera vez!!
__¡Oh anda, hazlo, entra en mi de una vez!!__ rogó el empapado muchacho. La tensa herramienta del don Roque se puso aún mas dura y recia.
La cabeza fue entrando suave, haciendo un ruido peculiar. El chico comenzó a moverse adelante y atrás, provocando gran placer en el viejo amante. El perno ganaba terreno y el resoplido de Toto se hacía mas y mas relajado y entregado a aquella lujuriosa maniobra del macho.
Al fin las bolas golpearon los cachetes sabrosos del joven. Sintió que el torrente acumulado en su propio pene debía escapar y se dejo ir sobre las sábanas, sin siquiera tocarse. El semen empezó a regar el lugar. Ardiente el chico, seguía moviendo las caderas y la penetración era bien a fondo.
Toto mordía las sábanas con placer y éxtasis, gozando cada centímetro de poronga del endiablado don Roque que iba y venía sin descanso dentro del túnel dilatado y humeante.
__¡Que diablillo eres Toto, te gusta la carne de macho!!
__¡Por que no!¡Me encanta su pija don Roque!__ el hombre exaltado taladraba aquel culito joven y lleno de energía y de lujuria. Ponía un dedo en la boca del joven, este lo saboreaba y lo chupaba, llenándolo de saliva. Luego el macho acariciaba las tetillas del chico que se retorcía de placer. Sintiendo las corrientes eléctricas. Furiosas.
Los pezones erectos de Toto, el gemía entrecortadamente. Los sentidos del maduro también se exaltaban y se endurecía más y más.
Sacó del estuche la espada gruesa y poderosa. Beso el cuello del joven, mordió su nuca.
__¡Ven, muévete, porque no te subes al mástil, ven cariño, suave, siéntate en el, está espada es toda para ti!!__ chorreando baba, Toto se fue sentando en el mástil rocoso del macho. Lo fue saboreando con su cola abierta centímetro a centímetro. La vara se fue hundiendo hasta entrar toda finalmente.
La cara del joven se transfiguro al sentir todo ese pedazo clavado íntegramente dentro de su humanidad. Roque, lo atrajo hacia si. Abrió la boca y estampó un sonoro beso en los labios del muchacho que parecía un pez con el anzuelo hincado muy profundo.
Su verga empezó a dar saltos con vida otra vez. Estaba tan caliente al recibir aquel garrote en su interior que bufaba y resoplaba.
__¡Así te gusta querido!¡Eres un putón muy lindo Toto!!__ le recitaba estas palabras, sonoramente aquel hombre que lo estaba penetrando sin miramientos. Gemía y lloriqueaba demencial. Las manos de Roque apretaban y sobaban las nalgas duras, musculosas, casi perfectas del muchacho que giraba en círculos las caderas enterrando un poco más la poronga en su interior. Sacaba su cola atorada de carne. Recibía el empellón y luego volvía a girar.
__¡Oh como te mueves cariño, me vas a hacer largar la leche!!¿Te gusta tenerla dentro?¡¡Ohh dime, bebe, dile a tu papi!!
__¡Me encanta tu pedazo, sigue dándome, ahhh, eres genial!!!__ el grito desgarrador de Roque, prendiéndose a las nalgas carnosas, agitando todo su cuerpo, inflamándose, dando estertores, fue largando los chorros espesos en el interior del joven que gruñía y suspiraba recibiendo la leche, dejando que llenaran su culito como ningún otro macho lo había hecho hasta ese día.
Toto inclinado sobre el hombre maduro le lamía la oreja, sentía dentro suyo latir la poronga aún dura dentro de el. Sentía como poco a poco las gotas se derramaban y caían en catarata sobre sus piernas. Mordía la boca de don Roque que aún agitado acariciaba la espalda del joven amante. Casi desinflado y al borde del desmayo. Buscando aire.
Al rato ya mas calmados, don Roque fumaba un pequeño habano. Tiraba humo al cielo raso. Toto lo miraba apoyado en sus rodillas, el hombre maduro acariciaba quedamente la cabellera abundante del joven amante.
La flácida poronga del macho estaba recostada a un lado, colgando inanimada y poderosa a la vez. Toto la observaba como animal hambriento. Acariciaba con sus dedos las piernas del macho calmado.
__¿Qué vas a hacer este fin de semana?__ preguntó el hombre
__¡No sé, no puedo jugar, así que, no sé!!
__¡Quédate conmigo!!__ el chico se movió y quedo a la altura de la boca del hombre. Lo beso, moviendo su mano sobre la serpiente dormida. Fue cobrando vida.
__¿Qué quieres de mi?
__¡Voy a chuparte!!__ dijo el joven y volvió abajo y beso la poronga que recobraba su vida de a poco. Le dio unos besos, paso la lengua por allí. Don Roque se tensó. Se puso duro. Sus músculos se marcaron y la poronga fue creciendo, mientras la boca del joven se hacía dueña de aquel bocado de carne. La saliva fue bañando aquella barra. La lengua de vez en cuando se posaba en las bolas y don Roque gemía, de a poco, su respiración se hacía más agitada y caliente.
El animal por fin se volvió granítico y ya la boca no pudo contenerse y tragaba el bocado con placer y sin respiro. Se ahogaba, pero igual comía salvajemente.
Daba mordisquitos a aquella herramienta gruesa y venosa. Resoplando. El joven masajeaba de un lado a otro el garrote y luego lo mordisqueaba suavemente, lo chupaba goloso. Mamaba aquella manguera, succionaba feroz, tratando de sacar la miel. Esperándola.
__¡Oh bebe, que me estas haciendo, ohh, ahhh, eres un diablo!!__ balbuceaba el macho poseído por aquel joven diabólico. La abundante saliva chorreaba por la comisura de los labios.
El garrote se inflamaba, don Roque se contorsionaba de un lado a otro, y entonces una catarata de leche subía por la punta del garrote y saltaba hacia la boca que tragaba tratando de no perder una sola gota. El chico bebió todo el néctar que pudo y luego quedó limpiando el sable con ternura y devoción. Los gemidos y suspiros del macho no decaían, como tampoco decaía el garrote.
Luego Toto se colocó al lado del hombre, le dio un largo beso en la boca y se acurrucó a su lado.-