Las Lunas de Selene 2: Cuarto menguante.
La primera parte la podéis encontrar en Hetero (general)
Selene despertó, como cada mañana, desnuda en su cama. La Luna aún era visible en un despejado cielo de Marzo. Le quedaba poco más de una semana para volver a cazar.
La caza. El momento más excitante del mes para Selene. La insinuación, la provocación, la sensualidad y sexualidad en estado puro. Su magia. Su punto fuerte.
Selene se estiró en su cama, ansiosa y excitada. Casi sin ser consciente de ello, sus manos, que empezaron a acariciar su cuello y su vientre, habían llegado a su pecho, masajeándolo, acariciándolo, jugando con él. Pronto sus pezones se erizaron y Selene ansió sentir la humedad de una lengua, de unos labios jugando con ellos.
Sus ganas hicieron que sus manos corrieran cuerpo abajo, acariciando su vientre, su monte de venus y llegaran a su sexo, acariciándolo casi sin apenas tocarlo. Provocándose, jugando consigo misma. Su mano izquierda comprobó su grado de excitación, que después saboreó, jugando sus dedos con su boca y su lengua.
Su mano derecha se tornó menos discreta, acariciando con su dedo corazón todo su sexo de atrás hacia adelante, hasta por fin llegar a su clítoris, hinchado y expuesto, para su propio placer. En el primer roce apareció el primer suspiro de Selene, que cerró los ojos e imaginó a uno de sus primeros amantes observándola, con ganas de poseerla, pero sin poder.
Su mano se aceleró en el masaje clitoriano. Imaginar a sus amantes observándola, con ganas de acariciarla, lamerla, penetrarla, pero sin poder la excitaba. Su mente, como su mano, no podía parar y, en ese momento, con sus ganas fluyendo por su sexo y sus yemas dándole placer a un ritmo cada vez más rápido, su mente le llevó a su sumisa favorita. Una mujer que enterraba su lengua entre sus piernas, lamía su placer y bebía su excitación.
En ese momento, sus dos manos jugaban con su sexo. Poco a poco, mientras seguía acariciando su clítoris, los dedos de su mano izquierda fueron introduciéndose en ella lentamente. Siguió jugando consigo misma, hasta acompasar el ritmo de sus dos juegos, el interno y el externo. En ese punto, las sábanas habían resbalado hasta dejar su cuerpo totalmente descubierto, visible a través de la ventana para cualquier curioso que paseara cerca de la morada de Selene. Pero a ella no le importaba, de hecho, la excitaba aún más. Que la miraran, que gozaran de su placer, que la disfrutaran sin poder tocarla.
Selene se incorporó y se sentó al borde de su cama. Estaba muy cerca del orgasmo y sus penetraciones, sus caricias y movimientos se volvieron más rápidos, más fuertes, más agresivos.
Finalmente Selene, sentada al borde de su cama, mirando hacia la ventana, tuvo un orgasmo profundo, provocando en ella un gemido largo, agudo. Y, aún con las manos dentro y sobre ella, se tumbó hacia atrás en su cama, con sus manos en su sexo orientados aún hacia la ventana.
Selene saboreó la victoria vertida en sus dedos, cerro lentamente sus piernas, se incorporó y fue a mirar su cuerpo desnudo al espejo.
Tenía que prepararse, pronto saldría a cazar.