Las Lunas de Selene 1: Luna de Marzo.

Selene es mujer a la que todo el mundo llama bruja: por culta, por sabia, por sexual. Cada luna llena, Selene juega a seleccionar a sus presas: Hombres y mujeres con los que disfrutar y experimentar. Selene no es peligrosa, como todo el mundo dice: ella, simplemente, se divierte.

El 21 de Marzo había luna llena. El color blanquecino del satélite inundaba todo el pueblo, dándole un ambiente encantador. Eran las 2:43 cuando un gemido profundo y agudo salió danzarín de las ventanas de la casa de Selene, que bañaban los alrededores de un color anaranjado, propio de un centenar de velas.

Selene se tumbó sobre el hombre que la había hecho llegar al orgasmo justo a la hora que se completaba el ciclo lunar. Suspiró con fuerza dos, tres, cuatro veces. Se incorporó de nuevo y salió poco a poco de él, disfrutando del contacto de su miembro aún erecto, bañado por el profundo orgasmo que había tenido hacía apenas unos segundos. Bajó juguetona, poco a poco: bajó primero sus dedos, acariciando su torso lentamente. A su mano siguió su brazo, su cara, su boca.

Selene miró a su sumiso amante con los ojos de quien tiene un poder casi mágico. En aquel momento sabía que sería suyo. Y, justo en aquel instante, unas milésimas de segundo después de aquella mirada hipnotizadora, penetrante y poderosa, se metió su miembro en la boca, de una forma tan lenta como intensa.

A Selene le encantaba hacer aquello. Disfrutaba con cada lamida, con cada subir y bajar de sus labios. De repente, Selene decidió parar. Su amante abrió repentinamente los ojos, como si acabara de salir de un trance. Entonces, Selene se sacó su miembro de la boca, lo agarró con las manos y le miró de nuevo. Aquella mirada. Selene sabía que su mirada provocaba en sus amantes una bajada de defensas y una enorme subida en sus erecciones. Y así fue. Selene lo sabía y, en el momento que notó la dureza en su mano, lamió. Lamió de arriba a abajo, con ganas, con sed.

Tanta sed tenía, que no tardó en beber. Bebió de una explosión que su amante no pudo contener, ni avisar.

A Selene no le importó. Jugó con el agua, bebió, y sació su sed. Pero Selene era generosa. Levantó a su amante, con calma, e hizo que bajara de la cama y se arrodillara justo entre el hueco, mojado y deseable de sus piernas. No le dio opción: Se agachó, besó los labios sedientos de su amante e, inmediatamente después, llevó la cabeza de él hacia el manantial de ella.

-Bebe. Bébeme.

Y él lo hizo. Acercó poco a poco la boca a su sexo hasta quedarse tan cerca que Selene pudo notar su aliento caliente posándose sobre su clítoris. Entonces su amante retrocedió y le besó los muslos, con lentitud, casi con ternura. El beso se transformó en una húmeda lengua recorriendo la parte interior de sus piernas. Selene gemía de desesperación. Necesitaba su lengua, su sed. Y entonces, una lamida violenta, fuerte, azotó su sexo. Selene casi gritó. Aquella lengua acariciaba con fuerza su clítoris, estimulando cada terminación nerviosa de su sexo, provocando en ella un río de excitación y gemidos.

La lengua de su amante era nerviosa y recorría cada hueco de su sexo, leyendo cada gemido de Selene para encontrar el punto perfecto que la llevara al éxtasis. Mientras su lengua jugaba con su clítoris, mientras aumentaba la velocidad y descolocaba a Selene, sus manos fueron subiendo por sus piernas abiertas. Las acariciaban, las apretaban, las palpaban. Su mano izquierda abrazó a una de las piernas. Su mano derecha apartó su boca y, con dos dedos se introdujo en ella con una lentitud casi ficticia. Entraba, salía y su boca bebía. Una y otra vez, hasta que sus dedos subieron el ritmo hasta coger una velocidad que a Selene le hizo gritar y expulsar el aire de su cuerpo para prácticamente quedarse sin aliento.

Selene estaba al borde del orgasmo y su amante era plenamente consciente del estado de su señora, así que sacó sus dedos, empapados, los lamió y volvió a acercar su boca hacia el sexo de ella. Sopló, muy levemente. Lamió, de una forma suave y dulce. Saboreó su sabor, y entonces, como si hubiese sido poseido sin aviso, empezó a lamer con fuerza, casi con violencia, el clítoris de Selene, que gritó y gimió con fuerza hasta estallar.

-No pares. - Dijo con un hilo de voz, repleto de orgasmo. - Haz que reviente, joder, no pares.

Y su amante, embrujado y sumiso, no paró hasta que, por fin, Selene suplicó que lo hiciera. Eran las 3:15, la luna había terminado su ciclo y estaba a punto de cumplirse la hora de las brujas. Su hora.

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Y con este pequeño primer capítulo me estreno aquí! Dadme un poquito de refuerzo positivo y comentad qué os parece! Queréis que siga escribiendo la intrigante historia de Selene y sus amantes embrujados? Queréis que os cuente la historia de Selene con capítulos de sexo o queréis que a través del sexo os cuente quién y cómo es Selene? Contadme!

Y gracias por leer!