Las luces de freno

Nos miramos por la calle y ella me incitó a seguirla tocando el freno de su coche

Os voy a relatar una situación realmente morbosa que me sucedió ayer cuando salía de trabajar. Estaba yo cerrando la puerta de la oficina, situada a pie de calle, cuando crucé con una mujer que venía cargada de bolsas del supermercado cercano. Rubia, unos 45 años, con un traje blanco por encima de la rodilla y calzada con unas botas camperas que, con las temperaturas que tenemos por aquí en estas fechas, resultaba cuanto menos original.

No sé si os pasa, pero a mí con esto de la mascarilla me pasan dos efectos distintos: el primero es que todo el mundo me parece más atractivo; no sé si debido a que como solo se le ve media cara hay una presunción de que lo que no se ve es hermoso o qué es, pero el caso es que se genera un morbo pensando que esa persona es atractiva. Y el otro efecto es que, con esa curiosidad por saber cómo es la persona que ves, creo que todos nos miramos más fijamente y de forma más desinhibida tal vez suponiendo que estamos protegidos de que piensen que somos indiscretos o invasores de la intimidad de la persona por el hecho de llevar media cara cubierta.

Pues eso es lo que pasó con la mujer con la que me crucé. Ambos llevábamos puesta la mascarilla y nos quedamos mirando fijamente el uno al otro. Adiviné unos ojos color castaño claros, ciertas arrugas alrededor de los ojos que le daban un aire muy interesante y sobre todo una mirada penetrante. La mirada duró alrededor de 5 segundos, no más, pero que si lo pensamos, 5 segundos con una mirada recíprocamente fija es una eternidad…

Nada más pasó. Ella llevaba dirección distinta hacia donde tenía que ir yo a por mi coche, y no me resistí a girar la cabeza. Su cabeza giró ligeramente, sin que pareciera que se había dado la vuelta para mirar, pero percibí que observaba a través del reflejo de los escaparates cercanos. En ese momento pensé en darme la vuelta y acercarme a ella, pero me pareció que tal vez no era más que un cruce casual sin potencialmente nada más.

Seguí hacia mi coche, subí y arranqué. Precisamente mi ruta en coche pasaba por dar la vuelta y continuar en la misma dirección de la mujer desconocida, pero cuando enfilé la calle del encuentro ya no la vi por ningún lado.

A los pocos metros, y tras un giro a la izquierda de mi coche, salió de un parking al aire libre un coche negro conducido por una mujer que, aunque ya sin mascarilla, identifiqué como la que había visto minutos antes. Nuestros coches se cruzaron en sentido contrario y, durante los escasos segundos que nos encontramos, volvimos a clavarnos la mirada uno en el otro.

Seguimos camino pero, al mirar por el retrovisor, vi por las luces rojas cómo ella tocaba el freno, en un lugar donde ni el trafico ni la velocidad que llevaba necesitaban frenar. Me pareció un saludo (iluso de mí) y frené ligeramente a modo de devolución del saludo. A ese destello de luces rojas de mi coche contestó ella con 3 pequeños toques de freno que yo imité. Su coche estaba casi parado, como esperando seguir la “conversación”, de manera que decidí dar la vuelta y ponerme a su altura en paralelo.

Bajó la ventanilla, dijo un simple “hola” y arrancó de nuevo. Me dio la impresión de que esperaba que fuera detrás pero, por prudencia y porque, si me equivocaba, no diera lugar a un incómodo malentendido, me mantuve parado. A los pocos metros, ella volvió a frenar y tocar repetidas veces el freno, así que en ese momento salí de dudas y arranqué.

Aun así, intenté ser prudente por si, pese a todas las señales, yo no estaba en lo cierto, y me quedé a cierta distancia de ella. Un rato después, un semáforo en rojo para mí hizo que ella se alejara y la perdiera de vista, así que pensé que ahí terminaba el juego, pero al cambiar a verde y seguir con la marcha vi cómo ella había parado en un lado de la calle como esperando que yo volviera a aparecer. Yo ya no tuve dudas, ella quería que la siguiera y así lo hice, ya mas de cerca para evitar perder de vista su coche.

Al cabo de un rato ella enfiló la salida de la población en dirección a la autopista A7 y tomó dirección Alicante. Yo la seguía a una distancia prudencial. A los pocos kilómetros puso el intermitente a la derecha para entrar en el área de servicio de San Antonio, no sin antes tocar levemente el freno por 3 veces.

Ese área de servicio tiene una parte de parking y descanso a cierta distancia de la zona de gasolinera, con una pequeña pinada, bancos y mesas para comer y fuentes de agua potable. Ella aparcó su coche y paró el motor y yo estacioné justo a su lado, a su derecha. No había nadie en esa zona, solo estábamos los dos coches. Por si acaso, decidí no dar el primer paso y le dejé que, en todo caso, tomara ella la iniciativa de lo que pudiera pasar. Quería que se sintiera cómoda y que decidiera ella. Mantenía las puertas cerradas y las ventanillas subidas, y yo decidí no moverme del coche.

Vi que manipulaba su asiento y lo echaba ligeramente para atrás, al tiempo que tumbaba el respaldo hasta ponerlo casi en posición horizontal. Como mi coche es alto podía ver perfectamente lo que hacía dentro, de manera que tuve una estupenda perspectiva del momento en el que se subió el vestido y se bajó unas braguitas blancas. Comenzó entonces un movimiento con la mano, masturbándose muy lentamente con la izquierda y acariciándose el pecho con la mano derecha. Un coño depilado, como a mí me gustan, que brillaba de la humedad que tenía. Por la posición de los dos coches desde mi asiento veía el movimiento con claridad, y cómo aceleraba, mirándome, hasta que unos espasmos en su cuerpo anunciaron su orgasmo.

Entonces se cambió de asiento al del copiloto, que era el que estaba más cercano a mi coche, y poniéndose de rodillas sobre el asiento, me miró con gesto de “te toca a ti”. Recibí el mensaje e incliné hacia atrás mi asiento y bajé mis pantalones y saqué mi polla, que en ese momento estaba durísima. Empecé a masturbarme muy lentamente mientras no dejaba de mirarla a ella, que mantenía sus ojos fijos en mi pollón y se mordía ligeramente el labio inferior…

Dos minutos más tarde, con mi polla a punto de estallar de la excitación, vi como abría la puerta de su coche y bajó de él. Se encaminó a la zona de árboles del parking y yo, guardando con dificultad mi polla en los pantalones, la imité. En un recodo, apartado de cualquier mirada, mi desconocida amiga se acercó a mí y, sin decir una sola palabra, se agachó delante y sacó mi polla metiéndosela en la boca. Empezó una mamada lenta, usando la lengua, hasta el final, mientras que con su mano izquierda me acariciaba los huevos… Me estaba volviendo loco.

Continuó así durante al menos un delicioso minuto hasta que de repente, se levantó y con una amplia sonrisa me dijo “me marcho; acaba tú”, y se volvió hacia su coche. Yo me quedé desconcertado viendo cómo se marchaba y continué masturbándome hasta que me corrí soltando un enorme chorro de semen. En ese momento ella estaba en su coche y, desde su asiento, pudo ver la enorme corrida que le dediqué. Sonrió, me mandó un beso con la mano y se marchó. Cuando llegué a mi coche vi el suyo de lejos y observé cómo tocaba ligeramente 3 veces el freno.

Confío en volver a cruzarme casualmente con ella.