Las llaves del juego (3)

Carmen y Rafa siguen jugando con el bondage. Esta vez a Carmen se le va un poco de las manos el juego y a su marido acaban poniéndole los cuernos de una forma única, ideada por su mujer.

Las llaves del juego (3ª Parte)

<<Generalmente el bondage, al igual que otros juegos sexuales, no produce un efecto erótico por sí mismo, salvo que la atracción por el compañero sexual sea buena. Son excepciones los que no pueden sentir deseo sexual si no realizan esta práctica, en cuyo caso el acompañante es lo de menos. Si eres de estos últimos has de ser muy precavido al elegir tus acompañantes, es muy peligroso dejarse atar por un desconocido/a. El bondage como casi todos los juegos sexuales avanzados precisa tiempo para que las condiciones del juego se vayan dando progresivamente, por eso es necesario un cierto nivel de intimidad y de complicidad >>

Breve resumen de la primera y segunda parte:

Carmen, casada y de 29 años disfruta tranquila en su sótano con una sesión de self-bondage, cuando algo falla y no puede liberarse a tiempo, entonces su marido que regresa a casa la descubre y a partir de ahí su relación con él cambia para disfrute de ambos...

Más adelante, siguiendo con sus juegos eróticos, Carmen y su marido consiguen un maravilloso orgasmo gracias a una puesta en escena espectacular, en la cual Carmen casi es observada humillante por unos muchachos en el exterior de su casa. Al final se liberaron ambos a tiempo; una vez más fueron salvados por… las llaves del juego.

Una nueva sensación

Desde que los juegos fueron en aumento, la vida sexual de la pareja ganó no solamente en interés, sino en excitación y morbo. Al placer de ella por ser atada o imposibilitada en movimientos se le unía el de él, que al verla así se mantenía en constante excitación, a lo que ella respondía con más placer. O eso fue en un principio al menos, ya que después, él también participó activamente en el bondage y descubrió un nuevo mundo de sensaciones.

Fue en el día del cumpleaños de Carmen cuando Rafa demostró con creces su complicidad en los juegos y sus ganas de diversión con su mujer.

Lo había hecho traer por piezas, todo en cajitas pequeñas, en plan Ikea, para montar en casa. Carmen no sabía de qué se trataba, aunque intuía algo. Poco a poco fueron desvelándose algunas piezas que ya daban idea de lo que podría tratarse. Después de acabar el montaje, la aprobación de Carmen no fue tanta como el escalofrío que recorrió placenteramente su cuerpo, desde los blanditos dedos de sus lindos pies hasta la cabeza, entreteniéndose dulcemente en sus pezones ya enhiestos y la ya sonriente comisura de sus labios. Sus ojos abiertos de par en par como su boca, descubrían su grado de felicidad en aquel momento. Su marido no dudó en querer comprobar si aquel artefacto funcionaba realmente.

Se trataba de un doble cepo fabricado en madera. Un cepo para los tobillos y otro para el cuello y las muñecas, unidos por unas vigas también de madera. La forma para cerrar el cepo de los tobillos era simple, ya que se usaban sendos candados, uno para cada tobillo, y de muy fácil cerradura. El cepo para el cuello y las muñecas era la verdadera curiosidad, ya que no traía candado ni cierre visible. Por lo visto, solamente había que dejarlo caer una vez situada la cabeza y las muñecas en su lugar y este automáticamente quedaba bloqueado mediante un mecanismo que estaba en su interior, imposibilitando su apertura, aunque pudiéndose desbloquear tirando de una palanquita externa muy bien disimulada, a la que no podía acceder en modo alguno aquel que estuviera en el cepo.

Rafa se dispuso a realizar una primera prueba del artilugio, bajo la expectante mirada de su excitada mujer. Se situó en pie y de frente al cepo. Se agachó para cerrar el cepo de sus tobillos, asegurando el cierre primero del candado del tobillo derecho y luego el del derecho. Con los pies ya inmovilizados, le bastó situar su cabeza y muñecas en la parte superior de aquel aparato. Con un suave, pero firme empuje vertical del travesaño superior, el cepo al descender, se cerró con un fuerte “clack”. Ahora ya estaba completamente inmovilizado en el cepo.

-Cariño, vas a tener que abrirlo tú, yo desde aquí no puedo.

-Buau, funciona perfecto. Me gusta mucho, amor –ella le dio un beso en los labios- pero ahora que te veo así…espera, jejeje.

Carmen dio la vuelta al cepo y se colocó en la parte posterior, teniendo a sí a su marido de espaldas.

-¿Dónde estás, Carmen? ¿Qué haces?

Ella entonces, le desabrochó el cinturón del pantalón y se lo bajó.

-Vaya, ya veo que tienes ganas de jugar ¿eh?

Con un poco más de paciencia, le acabó por bajar los calzoncillos, dejando su trasero bien dispuesto….y…..ZAS, ZAS, dos cinturonazos.

-Ay, que eso duele.

-Tranquilo cariño, solamente estamos probando tu regalo…ahora que ya sabemos qué podemos hacer con él…me gustaría agradecértelo, y puesto que hoy cumplo 30 años, quiero que me azotes, como yo acabo de hacer contigo, pero 30 veces, como si estirones de oreja fueran, ¿lo harás por mí?

-Como sigas azotándome, te daré 60, ahora suéltame.

En ese momento recibió un tercer azote, y al momento Carmen le soltó del cepo, ansiosa por mostrarle su agradecimiento, a su manera…

Carmen se colocó en el cepo, ya con las braguitas bajadas y chorreando. Su marido no tardó en arrearle con el cinturón. A cada “zas”, ella le respondía con un suspiro y un “otro, por favor”, fue al llegar a los 30 cuando paró su marido, aunque ella no llevaba la cuenta y le pedía más, pero él estaba demasiado empalmado para entonces, la agarró por atrás y la penetró allí mismo, en el cepo. Ella solamente pudo correrse de placer a los pocos minutos, como él, que acabó eyaculando sobre sus rojizas nalgas.

El día más estresante

Cuando Carmen acabó de prepararlo todo, suspiró e intentó tocarse, pero no lo hizo, sabía que todo tenía que llegar a su momento. Mantenerse excitada por más tiempo, eso se decía una y otra vez…

Comprobó la webcam, el ordenador, la llave de la puerta…todo, todo estaba dispuesto…se mordió el labio inferior al tiempo que cerraba sus piernas para evitar tocarse una vez más.

El plan era de una sencillez brutal y de una factura impecable. Carmen sabía jugar muy bien a sus juegos y el selfbondage era su favorito.

Antes que otra cosa, comenzó a desnudarse, lo hizo muy rápidamente, estaba ansiosa por comenzar. Casi sin darse cuenta ya se encontraba totalmente desnuda y depilada para la ocasión, se había rasurado el coño y ahora parecía el pubis de una niña, en vez del de una mujer de 30. Sus pezones sonrosados se pusieron de punta casi al mismo tiempo que crecía su clítoris.

Se situó delante del cepo, se aseguró que una vez dentro podría mover el ratón del ordenador con su semiliberada mano…dejó caer el travesaño superior después de asegurar sus tobillos e hizo “click” con el ratón. Ahora estaba estableciendo una comunicación online con su marido, que al otro lado recibía las imágenes y el audio en su iPhone, regalo causal de su mujer unos días antes, por Navidad.

Rafa estaba en su trabajo. Delante de su ordenador, en la oficina de la aseguradora. En estos momentos estaba comparando varias pólizas de un cliente, cuando su iPhone sonó en su bolsillo del pantalón.

-¿Cariño, qué sucede?

-Hola amor, escucha bien y atiende, por favor, el tiempo cuenta ya en tu contra.

-¿Cómo, de qué hablas?

-Tú escucha. Ahora vas a conectar la cámara web remota de tu iPhone, allí tendrás todas las respuestas. Un beso, te cuelgo.

-Pero… ¿oye?

Carmen colgó presurosa, sin dar más información a su marido, el cual visto lo visto, dejó inmediatamente su puesto de trabajo, se dirigió al baño y encendió la webcam remota de su celular.

Rafa no se lo podía creer. Allí, en la pantalla del móvil, se veía a su mujer, inmovilizada en el juguetito que compró. Ella parecía excitada, mirando para uno y otro lado, intentando liberar sus muñecas sin ningún éxito. Rafa solamente podía ver perplejo la escena, cuando como saliendo de un momentáneo estado de incredulidad, pudo escuchar por el altavoz de su iPhone la dulce voz de su mujer.

-Holaaaa, mmm, ahora supongo que me podrás estar viendo con tu móvil. No pierdas la conexión cariño, vas a tener que mantenerme en línea todo el tiempo hasta que llegues a casa.

-¿Cómo a casa? ¿qué has hecho? ¿por qué…?

Ella lo interrumpió.

-Tranquilo, no pasa nada. Esto lo hago por los dos, estoy segura que ya estará muy gordota nuestra amiguita ¿me equivoco, jejeje? –refiriéndose a la polla de su marido.

Escucha atentamente. Acabo de bloquearme yo sóla en el cepo que compraste. Estoy con las bragas bajadas y tengo el culo y el coño bien expuestos ahí atrás, además me lo depilé todo. Ahora mismo estoy tan cachonda que dejaría que me la metiera un perro si tuviéramos uno, mmm –Su tono comenzaba a ponerse tembloroso y nervioso- Como ves, cariño, yo no puedo liberarme sóla, eso significa que tendrás que ser tú quien lo haga. Pero date prisa, tiene que ser ya mismo, hay algunas cosas que debes saber…-Rafa comenzaba a respirar rápida y entrecortadamente, fruto del miedo, la excitación y la preocupación por saber qué había tramado esta vez su sorprendente mujer- Bien, te lo voy a explicar lo mejor que me sale ahora, atento:

Antes de bloquearme aquí dentro, he llamado por teléfono a la pizzería del centro. Es la única que tiene solamente a chicos como repartidores. Les he dicho que quería una pizza 4 estaciones para la una y media aproximadamente. También les dije que si por alguna razón llamaban al timbre y no les abría, que mirase el repartidor debajo del felpudo, que dejaría una llave. El gerente se extrañó de eso, pero le convencí para que diera esa orden al repartidor que enviase. Supongo que ya te habrás dado cuenta de lo que pasará si tú llegas más tarde que el repartidor ¿verdad, cariño? Ah, y otra cosa, mmmm, debajo del felpudo escribí una nota también, en un momento de calentura total. Te he enviado una copia a tu correo.-Rafa no tardó en reaccionar y presionó el icono del mail. Saltó un correo de su mujer y pudo leer lo siguiente:

<>

Rafa al leer el mensaje, solamente pudo salir corriendo del baño, bajar las escaleras de la oficina y arrancar el coche, en menos de 1 minuto todo. Mientras conducía, dejó el móvil en el salpicadero y conectó el manos libres. Su mujer iba contándole más cosas.

-Cariño, yo sé lo que se tarda de tu trabajo a casa, y es justo el mismo tiempo que le queda al repartidor para llegar, así que date un poco de aire, a no ser que quieras ver por el móvil como un estudiante salido, se folla a tu mujer sin poder hacer nada para evitarlo.

El tráfico era bastante intenso a esa hora del día, y los semáforos parecían conjurarse para frenar la marcha de Rafa. Cada vez estaba más nervioso y preocupado. Sabía que de no llegar con rapidez, le iban muy seguro, a poner los cuernos, y probablemente se correrían dentro de ella, algo ya insoportable para él.

El tiempo pasaba muy deprisa y cada vez que escuchaba los gemidos de su mujer, deseosa por ser penetrada por cualquier polla, pisaba un poco más el acelerador, tanto que no se percató de que delante suyo había en ese momento un coche de la policía. Por suerte para él, pudo decelerar a tiempo, pero perdió unos segundos vitales…

Su mujer se mantenía tan excitada, que no se percató de que la puerta de su casa estaba siendo abierta. Alguien entró en la estancia, y ella en aquel aparato de tortura mantenía la forzosa y humillante postura, mostrando su culo y coño bien depilados, aunque lo quisiera, no podía mirar atrás, solamente podía escuchar los pasos. Pero ella no escuchó nada, demasiado silencioso el que entró. Carmen se quedó en blanco y fría cuando notó unas manos agarrando su cintura por atrás, iba a chillar, pero le taparon los ojos con un pañuelo y sin tiempo de reaccionar le pusieron una mordaza en la boca. Forcejeó sin éxito, y notó como una caliente polla comenzaba a penetrarla con suavidad al principio, para embestirla furiosa en unos instantes. Carmen, ya no podía saber ni quién era, ni cómo evitarlo, totalmente inmovilizada, ciega y muda. Tuvo que dejarse llevar. A cada embestida, un leve gemido salía de su amordazada boca, y acto seguido cachetazos en sus nalgas. Alguien la penetraba por atrás en silencio. Al otro lado del ordenador, ya no podía escuchar a su marido, por lo visto la conexión se había perdido o la habían interrumpido, eso no lo podía saber ella. Cuando parecía que ya acababa su “agresor”, notó una caliente sensación sobre sus arqueada espalda, el tío que se la había follado, acababa de correrse en su espalda, ella todavía no había llegado al orgasmo, todo pasó muy deprisa.

Después de esto, notó como le lamían el culo, la agradable sensación de una lengua traviesa rodeando su orificio anal, para alcanzar más tarde sus labios vaginales, no sin detenerse en su clítoris por unos instantes. Ahí fue donde terminó ella por correrse de placer, provocando una inundación de jugos que seguramente acabaron en la boca de su anónimo intruso.

Unos pasos, un cerrar de puertas, y silencio…Carmen se quedó otra vez a solas.

El tiempo que pasó no lo sabe con certeza, pero despertó de su relax post-orgásmico con la voz de su marido aporreando la estancia.

-¿Carmen? ¿Llego tarde? ¿Qué ha pasado? La comunicación se cortó de repente hará 15 minutos, pero…¿qué haces con los ojos vendados y esa mordaza?- Rafa se percató enseguida de que no era el primero que llegaba a la habitación. Se dio cuenta de unas manchas blancas en la espalda de su esposa…Diosss, había llegado demasiado tarde. Se apresuró a quitarle la venda y la mordaza a su joven esposa. Ella no pudo en ese momento articular ninguna palabra, solamente pudo soltar unas lágrimas y bajar la cabeza como disculpándose. Rafa, abatido, la liberó del cepo y después se dejó caer en el sofá completamente descolocado. Carmen se incorporó y lo abrazó en el sofá, se tocó por atrás con asco y se pringó con el semen del que había hecho cornudo a su marido, se fue corriendo a la ducha para limpiarse no solamente de su pringuez, sino también de sus pecados.

La esclava

Pasaron los días, Carmen estuvo sintiéndose culpable por la puesta forzosa de cuernos a su marido, y él apenas le dirigía la mirada, se sentía humillado. Al final Carmen tuvo que dar el primer paso para salir de la crisis, y fue muy directa.

-Cariño, ven por favor. Escucha, ya sé que mis juegos sexuales son a veces demasiado fuertes y el último creo que…en fin…me pasé. Por eso quiero compensarte. Desde hoy y solamente hasta que tú consideres lo contrario, quiero hacer tu vida sexual lo más placentera posible, voy a someterme s los caprichos que quieras- ella iba arrodillándose a sus pies conforme lo decía- quiero que  mi cuerpo te sirva para el placer, necesito que recuperes tu hombría, por eso estoy dispuesta  no solamente a ser una mujer para ti, sino una esclava sexual, por favor acepta mi regalo- en ese momento le hizo entrega mirando desde abajo hacia arriba y extendiendo sus temblorosos y delgados brazos, de un collar con una inscripción en la que podía leerse: “Esclava de Rafael”. Él no daba crédito, pero recuperó la sonrisa y aceptó el regalo. Cogió el collar y se lo colocó alrededor del frío cuello, apartando parte de su melena hacia un lado. Ella, de rodillas, bajó la cabeza y dejó hacerse. Acto seguido, ella le hizo entrega de un pequeño candado con su llave, él lo cerró en el collar, asegurando su cierre. Ahora solamente podría quitárselo él.

-Ejem, bueno, no sé muy bien qué pretendes Carmen, pero si es tu gusto el convertirte en mi esclava, no puedo negarme. Y ahora me gustaría que por casa andases siempre desnuda, del todo ¿comprendido?- ella aceptó con un movimiento de cabeza y comenzó a quitarse la ropa. Una vez desnuda, vestida tan sólo con el collar, Rafa la hizo ponerse de rodillas una vez más para que le chupara un poco la polla. Él se corrió en su cara pero le ordenó que no se limpiase, quería verla así, con las gotas de semen deslizándose por sus labios, pómulos y barbilla. Carmen tuvo que dormir toda manchada del semen de su marido aquel día. Ella se sentía ya mejor y su marido todavía más.

No fue hasta una tarde estival, que Carmen se percatara de un hecho hasta ahora ignorado por ella. Había pasado la primavera, había llegado el verano, y ella seguía prestando servicios de esclava a su marido. Todo el día desnuda en casa, obligada a follar si él lo pedía, o a tragarse su leche, o a mantenerla en su cuerpo, le apeteciese o no, y a él siempre le apetecía desde que ella tenía que obedecerla sin rechistar. Pero aquella tarde iban a cambiar las cosas…

Por lo visto, en el ordenador, Carmen se encontró con que tenía que liberar espacio el disco duro, y con un programa de limpieza de archivos temporales e innecesarios, descubrió un archivo de vídeo que ocupaba demasiado espacio. Hasta ahora no había reparado en eso, puesto que su disco duro era muy grande, pero después de unos meses descargando porno sobre bondage, se le quedó pequeño. El vídeo en cuestión ocupaba algo más de 20GB, lo cual era muy sospechoso. Su curiosidad, antes de borrarlo, la hizo comprobar de qué se trataba. Cuando lo reprodujo, se quedó perpleja. Por lo visto era una captura del día de la escena con el repartidor de pizzas, sin querer, puso la grabación automática de su ordenador, que la enfocaba de frente a ella. Acelerada por el pulso y el bombeteo de su corazón, mantuvo la respiración cuando llegó el momento en el que unas manos le ataban un pañuelo alrededor de la cabeza y le colocaban una mordaza. No podía ver la cara ni apenas el cuerpo del sujeto, porque la cámara enfocaba la cara de ella y un poco sus manos, pero pausó la imagen en las manos del extraño, aplicó zoom y…no se lo podía creer. Era el anillo de casado de su esposo. Sin lugar a dudas. Y en la otra muñeca la pulsera de plata. Ahora no tenía dudas. Su marido la había engañado, haciéndola creer que había sido otro el que se la folló, con el fin de que se sintiera culpable, para convertirla en una esposa más controlada y sumisa, y ella se lo había puesto a huevo, dejándose convertir en su esclava sexual. La venganza ya estaba gestándose en su cabecita…y se serviría fría, muy fría.