Las jovenes amantes

Lo que empezó como un juego de adolescentes desemboca en una relació que nos dará mucho que leer.

Kelly se quedó casi paralizada, no sabia como reaccionar. Acababa de ver su primera película porno y las sensaciones que había tenido la habían dejado extasiada, pero tenia muy claro lo que había hecho y como lo había hecho.

Cuando su hermano se fue a jugar el partido de fútbol de cada sábado, entró en su habitación, abrió el armario y cogió la primera cinta del montón. Todas las cajas eran iguales, negras, sin carátula, tan solo las diferenciaba un numero en la parte de atrás. Le pareció que la primera era más segura al no tener que mover ninguna para devolverla a su sitio original. Se sentó en el sofá, cerró las cortinas y puso el video en marcha. Cuando empezó a sonar la música, bajó el volumen hasta casi no oírla, y las imágenes comenzaron a precipitarse.

Había visto alguna vez fotografías de hombres desnudos en casa de amigas suyas, pero era la primera vez que lo iba a ver en movimiento, y eso, a sus quince años, la turbaba un poco. Como comprobó al poco tiempo, la película carecía prácticamente de argumento y en un par de minutos vio la primera mamada, luego un sesenta y nueve, luego los vio follar en diferentes posturas y finalmente la corrida. En ese momento algo se removió en su interior y el calor la inundó. En la siguiente escena había una chica de rodillas en el suelo y les hacia una mamada a dos tíos, luego, sentada encima de uno de ellos seguía chupando del otro. Ellos la sobaban todo el cuerpo, la penetraban con sus pollas y con sus dedos, gemían los tres, se movían con desenfreno y las manos inocentes de Kelly se comenzaban a despertar y tímidamente rozaban sus tiernos pechos. Lentamente esas caricias fueron distribuyéndose por el resto de su cuerpo y un escalofrió la recorrió la espalda cuando su mano derecha rozó por primera vez su coñito.

Según avanzaba la película, la chica sentía como le estorbaba la ropa, comenzó por subirse la falda y meter las manos por el pequeño escote de su suéter, pero en pocos minutos se deshizo del suéter y sus braguitas estaban en sus tobillos. Torpes pero impacientes sus dedos intentaban extraer sensaciones desconocidas de su entrepierna a la vez que sus retinas iban recibiendo tanta información sexual como podían. De repente, en la pantalla apareció un primer plano del coño de una chica mientras esta se masturbaba. Kelly comenzó a imitarla, mirándose su propio sexo y comenzó a sentir placer de verdad. Hábilmente recorría sus labios exteriores, los interiores, buscaba el clítoris, y cuando lo encontraba, lo masajeaba con delicadeza. El vello pubico comenzaba a poblar sus ingles y los alrededores del coño y comparando su sexo con el de las chicas de la película comprendió que la depilación de las piernas debía extenderse a esa parte.

Algún tiempo después averiguaría que lo que sintió después de pegarse una buena sesión de dedos en su coño se llamaba orgasmo, pero en ese momento casi se queda si respiración, su vientre se contrajo, miró al techo arqueando la espalda y soltó un leve gemido que a ella le pareció un grito que habían oído todos sus vecinos.

Cuando acabó la cinta y recuperó la compostura, subió a la habitación de su hermano y cogió la siguiente película. La comenzó a ver, se desnudó del todo y ahora que ya sabía lo que iba a sentir simplemente se concentró en mejorar la forma de hacerlo. Observó con más detenimiento lo que hacían los chicos a las chicas, imitaba las posturas de ellas y se esforzaba por hacer con sus manos lo que ellas hacían. Su temperatura interior aumentaba cada vez más, sus manos se movían cada vez más deprisa y sus dedos eran ya expertos exploradores en su vulva. Una de las veces que acercó sus dedos a la entrada de su vagina intentó que entrasen un poco más, primero uno, despacio, la punta y luego un poco más. Se tocaba las tetas con la otra mano y se mordía el labio inferior. No siguió hacia adentro por el miedo que tenia a desvirgarse y tuvo que conformarse con lo que hacia, pero el placer que se proporcionaba era mayor cada vez. Dos orgasmos más antes de que la película acabase dieron por concluida la sesión de auto-sexo.

Esperó con impaciencia al sábado siguiente y cuando por fin llegó se preparó para repetir la sesión del sábado anterior, pero esta vez incluiría algo más a la diversión.

Durante la semana había hablado con sus amigas de lo que había hecho y una le dijo que ella utilizaba un pequeño pepino para jugar en su coñito, y que lo pasaba realmente bien. Kelly se propuso imitarla, pero además invitó a Sarah, su mejor amiga para hacerlo juntas. Sarah era de su misma edad y accedió a acompañarla por que ella ya había estado en otra situación igual con una amiga el verano anterior.

Lo prepararon todo y cuando el hermano de Kelly se fue, subieron y cogieron una película del armario. Según avanzaba la cinta las chicas se fueron animando y poco a poco se desvistieron. Kelly se quedó impresionada con el tamaño de los pechos de su amiga, que para tener quince años ya usaba una noventa de sujetador, miró con atención esas tetas y se rieron mucho cuando agarró una para compararlas con las suyas. Estaban muy calientes, se masturbaban y prácticamente ni se hablaban hasta que Sarah la propuso jugar con los pepinos. Cogió el suyo y lo acercó al coño de Kelly, que abrió sus piernas y la dejó hacer. Sarah se arrodillo delante de su amiga y con suavidad jugó con la punta y lo metió un par de centímetros. Esto fue suficiente para provocar el orgasmo en Kelly, que se ofreció para hacérselo a ella. Cambiaron de posición y en vez de usar el pepino usó sus dedos, jugó con ellos, los metió lentamente en el interior de su amiga y comenzó a moverlos. El pecho de Sarah se movía agitado por la respiración de la chica, los dedos de sus manos se afanaban en apretar los pezones, y la lengua recorría nerviosa los labios humedeciéndolos. Kelly aceleraba le ritmo de sus dedos pero teniendo cuidado de no meterlos mucho para no hacerla daño, y así siguió hasta que su amiga se retorció gimiendo y sintiendo un orgasmo que la dejó exhausta.

Las chicas se miraron, se besaron levemente en los labios y continuaron viendo la película que estaba a punto de acabar.

Varias veces han repetido la escena, ampliando los juegos y atreviéndose a más cada vez. Las sensaciones pasaron a un nivel superior cuando se atrevieron a usar sus bocas para dar placer. Los mordiscos en los pezones dejaron paso a unas lenguas juguetonas que hacían temblar a quien las recibía en su coñito, y así, poco a poco convirtieron sus juegos en una relación lesbica.

Años más tarde siguen juntas, forman una estable pareja que de vez en cuando ha tenido experiencias con hombres, pero eso ya es otra historia.