Las infidelidades de Emma capítulo 2

Emma empieza a disfrutar del BDSM y a darse cuenta de cosas.

Recomiendo la lectura del primer capítulo para poder entender este segundo capítulo.


Al día siguiente de nuevo me tuve que levantar muy

pronto,

pero algo más tarde que el lunes porque ya iba a ir con mi coche nuevo al parking, así que me dio tiempo a desayunar algo antes de salir de casa.

Aparqué el coche en el garaje de la oficina y me dirigí al gimnasio, Pilar ya me estaba esperando, pero no estaba sola, me presentó a una mujer, a Marina, de unos 28 años, muy sonriente y que no estaba nada mal, todo hay que decirlo, parecía que ya llevaba tiempo haciendo deporte porque estaba muy en forma, definida, pero su cuerpo, al igual que el mío, era natural.

Estuvimos haciendo deporte durante cerca de una hora, y al acabar fuimos Marina y yo a las duchas, allí la vi desnuda por primera vez, pude ver sus tatuajes por una parte de su cuerpo y sus piercings, en los pezones y en el coño, la verdad, me empecé a sentir algo excitada cuando la vi así, me dieron ganas de follármela allí mismo, pero preferí contenerme y no pensar en ella.

Marina me propuso que fuéramos a tomar un café, yo acepté porque faltaba algo de tiempo para tener que empezar a trabajar, fuimos al mismo bar en el que me había tomado el café yo sola la mañana anterior.

Nos sentamos en la terraza porque Marina quería fumar, me ofreció también a

mí,

pero yo tuve que decir que no.

Marina era enfermera, pero ya no ejercía, me confesó que sacaba más dinero ejerciendo de

escort

y aparte tenía mejor horario; al parecer, disfrutaba mucho con su trabajo, en especial cuando dominaba a hombres porque su especialidad era el BDSM, y abiertamente me ofreció la posibilidad de dominarme sin coste para que lo probara.

Yo me quedé un poco turbada y pensé en decir que no claramente, pero le dije que me lo pensaría; me despedí de Marina porque ya me tenía que ir a trabajar y quedé con ella en que ya nos veríamos, aunque me dio su número para lo que pudiera necesitar.

La mañana transcurrió en mi nuevo despacho, aclimatándome, trabajé en solitario hasta que a las 14:30, Francisco me envió un mensaje para ir a comer a algún sitio chulo cerca de la oficina.

Nos vimos en el parking y fuimos en mi coche nuevo hasta un restaurante de comida argentina en el que comimos bastante bien.

Francisco me preguntó por mi encuentro con Marina, a la que él ya conocía porque junto con Ingrid y su mujer, le había dominado en alguna ocasión.

Yo le pregunté a Francisco por ella, y él me dijo que era una gran profesional, había pasado ratos muy agradables con ella y me recomendó que lo probara porque pensaba que me iba a gustar la experiencia.

Después de la comida regresé a la oficina, Francisco tenía que hacer gestiones fuera de la oficina así que se fue en un taxi a hacerlas; al poco de llegar, me llamó Marina y me invitó a que fuéramos a cenar esa misma noche a un restaurante japonés porque no tenía sesiones de BDSM hasta el día siguiente y prefería no quedarse sola en su gabinete.

Acepté su invitación, así que llamé a mi marido y le pedí que se encargara él de las niñas porque yo volvería tarde a la casa.

Cuando a las 20:30 acabó la jornada laboral, me fui directamente al restaurante, Marina ya estaba allí, iba espectacular con un vestido de cuero y unas botas, realmente parecía una dominatrix; yo llevaba el mismo vestido que me había puesto por la mañana al cambiarme tras la ducha en el gimnasio.

Primero nos tomamos unas cervezas mientras hablábamos de nuestras cosas, Marina me contó que había realizado dos sesiones a lo largo del día, en una de ellas, había metido a un sumiso en un saco de cuero, bien atado y le había dejado ahí durante un par de horas, totalmente aislado del mundo exterior.

Conocer lo que hacía Marina con sus

sumis@s

me puso los dientes largos, y al final, accedí a probar, tenía curiosidad por conocer su gabinete.

Marina pagó la cuenta del restaurante, agarró su abrigo largo de cuero que le quedaba genial y salimos del restaurante, fuimos caminando hasta el edificio donde estaba su gabinete y su casa, porque estaba a pocos minutos del restaurante.

Su casa estaba bastante bien, un amplio piso con varias habitaciones y baños, y un amplio salón-comedor, con cocina enorme, todo de diseño y en tonos negros.

Antes de enseñarme la sala donde realizaba las sesiones de BDSM, nos tomamos unas copas, unos cubatas, para entonarnos.

Pasamos a la sala de BDSM, una de las habitaciones de la casa de Marina equipada con una cama preparada para atar al

sumis

@, varios armarios con cajones llenos de diferentes artilugios y máscaras de cuero y de látex, y una camilla médica con varios armarios llenos de cosas médicas, desde escayolas y vendajes hasta diferentes aparatos de ginecología.

Marina me ofreció un asiento en un sofá de cuero que había en la sala, ella se sentó a mi lado y me preguntó mis límites, si quería ver lo que me iba a pasar o prefería tener los ojos tapados y si había algún problema médico que debía conocer ella.

Yo no sabía muy bien mis límites, así que no dije nada, preferí poder ver lo que me iba a pasar y no había problemas a nivel médico.

Marina me explicó sus reglas, mientras jugáramos me tendría que dirigir a ella en todo momento como Ama Marina, y si necesitaba acabar el juego con rapidez, tendría que decir la palabra “Psicología” o levantar dos veces la mano derecha, y Marina se encargaría de acabar la sesión.

Marina me ordenó que me desnudara, yo le respondí ya con un, “Sí, Ama Marina”, y me dispuse a ello, me quedé desnuda por completo delante de ella, que seguía con la misma ropa de la cena salvo el abrigo.

Ya desnuda, Marina me estuvo sobando el cuerpo, me tocó las tetas, me metió dedos por el coño y por el culo, y revisó cada parte de mi cuerpo, apuntando mentalmente lo que quizás habría que cambiar, o eso me pareció.

Marina desapareció unos minutos y volvió, ya desnuda salvo por las botas y una braga con

strap-on

con una polla de plástico enorme, con la que empezó a follarme el coño sin decir nada más, solo me ordenó que me relajara y que me dejara hacer.

Eso sí, antes de empezar a follarme, me esposó las manos por delante con unas esposas de cuero negro con cadena.

Me gustaba la sensación, no estaba acostumbrada a pollas tan grandes porque solo había conocido dos en mi vida, la de mi marido, de tamaño medio y la de un novio que tuve cuando era joven, con quien tuve la primera vez, y que, aunque no estaba mal, tenía algunos hábitos algo extraños y tuve que liquidar la relación.

Llegó el momento en el que no pude aguantar más, y me corrí, el orgasmo se transformó en una bofetada de Marina porque me había corrido sin pedirle permiso.

Marina se enfadó bastante y mientras iba a por una pala para darme en el culo con ella, me ordenó

que,

para la siguiente vez, tuviera cuidado y avisara cuando me fuera a correr.

Recibí 10 palazos de Marina en el culo, me dolieron un poco, pero me dejaron más excitada de lo que ya estaba, con la sensación de que quería más.

Cuando Marina acabó de darme los palazos, me dio un beso en la boca, y me puso un collar en el cuello que tenía una correa adosada, tirando de ella, fuimos hasta su habitación.

Marina me empujó contra la cama, aunque antes me quitó las esposas, me puso de manera que mi culo lo tenía a la vista, y noté como la polla empezaba a entrar en mi culo, y yo solo podía gemir de placer porque lo estaba disfrutando como una perra.

Pensando en que Marina me volvería a castigar dándome con la pala, preferí no avisar de que me iba a volver a correr, y me corrí sin más, pero en esta ocasión no recibí ningún castigo de Marina, simplemente ella decidió dar por terminada la sesión, me dio otro apasionado beso en la boca, y me preguntó si me había gustado la experiencia.

Yo le respondí que sí, porque había gozado de dos buenos orgasmos y había descubierto una parte de mí que no sabía que tenía.

Marina me ofreció la posibilidad de quedarme a dormir con ella y compartir cama, yo estaba dudosa, pero al final, acepté porque era ya un poco tarde

y

al fin y al cabo, si iba a tener que ir al gimnasio, casi no iba a tener tiempo de dormir algo entre viajes de ida y vuelta a mi casa; llamé a mi marido, que estaba ya durmiendo, y le dije que no iba a ir a la casa hasta el día siguiente por temas de trabajo, supuse que se olió

algo,

pero no me importó.

Marina se encendió un cigarrillo y de nuevo me ofreció a mí, pero tuve que volver a rechazarlo, aunque ya tampoco lo veía con mala cara.

Nos tomamos Marina y yo una última copa y fuimos ya a la cama, nos quedamos acostadas las dos juntas, desnudas por completo y abrazadas.


Apenas unas horas después, me despertó un beso en la boca de Marina y el sonido de su despertador, vi que eran las 06:30, había dormido genial, aunque no muchas horas, Marina tiró de mí y fuimos a la ducha, nos meamos la una a la otra para ir más rápido y nos duchamos juntas, hubo algún beso mientras.

Marina me dejó ropa para el gimnasio y también para luego cambiarme, casi toda su ropa era de cuero o de látex, así que me tuve que poner uno de sus vestidos con el que parecía una sumisa, casi lo que ya era, y las mismas botas que ya había llevado el día anterior. (Eso cuando me cambié para el trabajo, al gimnasio fui con ropa de deporte más discreta).

En el gimnasio, Pilar nos metió caña, pero lo pasamos genial, al acabar Marina me besó delante de Pilar, que sonrió al vernos de manera picarona, en la ducha tras el deporte, nos volvimos a duchar y ya me cambié para la oficina.

De nuevo fuimos a desayunar algo porque apenas habíamos tomado un café mientras nos preparábamos para ir al gimnasio (Café en termo de camino al gimnasio), y quedamos en que nos veríamos por la noche porque Marina tenía el día lleno de clientes a los que atender.

Yo tenía que trabajar solo hasta las 14:30 porque al ser miércoles, la tarde la tenía libre para dedicarla a mis hijas, pude

trabajar,

pero me costó un poco concentrarme, pensando en mi marido y en Marina; Francisco me llamó a su despacho, estuvimos trabajando en el proyecto y me preguntó por Marina, él ya sabía lo que había pasado entre nosotras.

A las 14:30 salí de la oficina, comí una ensalada en un restaurante que encontré cerca de la oficina, y ya agarré el coche nuevo para ir a mi casa.

En mi casa no había nadie, las niñas se quedaban a comer en el colegio y no salían hasta casi las 17:00 así que tuve cerca de una hora para mí misma, me cambié de ropa y me tumbé en el sofá a descansar un poco, me quedé dormida.

Me despertó el sonido del timbre de la puerta, miré el reloj, eran las 17:45, grité un ¡Mierda! que se escuchó en toda la urbanización y fui a abrir la puerta, era Guadalupe con mis hijas y la suya, las había recogido ella y me las había traído, yo me disculpé, le agradecí a Guadalupe que me hubiera salvado el culo y las invité a pasar.

Las niñas se quedaron merendando y haciendo los deberes y Guadalupe y yo nos servimos una copa de vino a pesar de la hora, y charlamos.

Guadalupe me dijo que ella sabía lo que me había pasado con Marina, pero me iba a guardar el secreto, con la condición de que ella pudiera participar si lo de Marina continuaba.

Marina y ella eran buenas amigas, así que ya en varias ocasiones habían follado entre ellas, y no iba a haber problema.

Yo tenía claro que iba a tener que decir que sí, porque solo de pensar en lo que Marina me iba a hacer, provocaba una humedad en mi coño que no me esperaba.

Guadalupe y su hija se fueron a su casa, pero ella me dijo que pronto nos veríamos para hacer lo pactado.

Dediqué el resto de la tarde a las niñas, fuimos un rato a un parque cercano y pude desconectar, pasamos la tarde con normalidad, una madre con sus hijas.

Mi marido llegó antes de lo esperado a la casa, y se sorprendió cuando le dije que había quedado con una amiga, pero me dio un beso que me supo a poco, y de nuevo se encerró en su despacho a leer.

Recibí un mensaje de Marina en el que me pedía que le devolviese el vestido que me había prestado, por lo que me lo puse de nuevo, aunque con unas botas más acordes, más de putilla y estrené uno de los abrigos que me había regalado Francisco.

Marina también me indicó que la cena de ese día iba a tener lugar en otra localización, me dio la dirección de una casa particular en Pozuelo y allí me fui en mi coche nuevo.


Gracias al GPS llegué a la puerta de la casa sin problemas, era una urbanización con muchas cosas comunitarias, dejé el coche donde pude y fui caminando hasta la garita de seguridad de la entrada, me dejaron pasar al dar mi nombre y logré dar con el piso al que iba a ir, un ático.

Subí en el ascensor, y al llegar, llamé al timbre, me abrió una asistenta y me dejó pasar tras identificarme.

En el salón, estaban Marina, Francisco, Ingrid y tres mujeres más a las que no conocía.

La primera de ellas resultó ser Lara, la mujer de Francisco que había hecho un hueco en las consultas para conocerme; tendría unos 50 años muy bien llevados, también pelirroja y llena de pecas como Ingrid, había cierto parecido, y con las tetas grandes pero naturales.

La segunda de ellas, Estefanía, debía de tener unos 35 años, las tetas eran de tamaño parecido a las de Ingrid, es decir, enormes, pelo rubio largo con extensiones, muy tatuada y con varios piercings y un montón de maquillaje y un vestido de cuero muy corto y apretado, junto con unas botas de más de 15 cm de tacón y sin plataforma, fumando permanentemente.

La otra mujer, la tercera y ya última, que se llamaba Ana, tendría apenas 24 años más o menos, morena, con tetas operadas bastante grandes y un culo muy bonito, cuerpo de gimnasio sin duda.

La asistenta me preguntó lo que quería beber, yo le pedí una copa de vino y me senté al lado de Marina, tenía enfrente a la mujer morena joven, que no me apartaba la mirada ni un momento.

La asistenta estaba llegando con mi copa de vino cuando sonó el timbre y Guadalupe apareció al poco tiempo...