Las horas del diván
Podria pasar que por querernos curar mas enfermos cayesemos hundiendonos sin remedio con nuestros demonios.
Las horas del diván
En las palmas de tus manos
Con confianza estoy sentada
Revelare mis secretos
si tan solo no me engañas.
Veo los números cambiando: 1,2,3...8 hasta que llego al octavo piso y las puertas del ascensor se abren con un ruido sordo, salgo y camino por el pasillo desierto amortiguando los pasos inconscientemente para no romper el críptico silencio que se cernía sobre la estructura como presagiando malas noticias.
Camino unos pasos más hasta llegar frente a una puerta que reza en letras doradas: Dr. Marko Petrovic medico, siquiatra y terapeuta sexual, me quedo parada unos instantes mirando las letras centellando pensando en el hombre de mente sagaz que se esconde tras esa masa de madera oscura.
-Hola Vera ¿como estás?- giro para ver a Milka, la secretaria de mi siquiatra, sonriéndome dulcemente, pienso que esta niña es tan redonda y dulce que pareciera hecha por un panadero con curvas por doquier, siempre peinada con el pelo rubio severamente recogido en un moño estricto que solo logra que resalten más sus facciones blancas y sonrosadas y sencillos trajes grises que no logran disimular la sensualidad que le sale a borbotones por los poros, más de una vez se me pasó por la cabeza que Marko ya se la había tirado- Esta ocupado con alguien, me dijo luego de un tiempo en que nos observamos mutuamente.
Levanté una ceja en gesto inquisitivo: siempre soy la última paciente a quien recibe, siempre a las 5:00, siempre los viernes pero hoy, como me explico la dulce Milka, se había tomado más tiempo de lo habitual con ese paciente.
Me siento en la cómoda y organizada salita, tomo una revista y entierro la vista en ella para evitar que la secretaria entable conversación conmigo, casi inmediatamente mi mente se aleja hacia los días en que conocí a mi terapeuta: ese día cumplíamos tres años, un buen día para un aniversario; comencé a tratarme por problemas de insomnio, pasamos a mis problemas para establecer relaciones sanas, cruzando por los ataques de ira y deteniéndonos finalmente en algo que yo no consideraba un problema: la ninfomanía, según mi loquero este era otro bache más que yo tenia que superar para poder relacionarme íntimamente y verdaderamente con un hombre mientras tanto solo estaría vagando entre relaciones inestables y, al final, poco satisfactorias.
Estaba pensando en ello cuando de repente se abrió la puerta del consultorio saliendo de allí un hombre joven de algunos veinte y tantos años digno de ser admirado, mi mirada vago abiertamente por su cuerpo vestido informalmente y no pude evitar pasarme la lengua por los labios al imaginarme ligando con ese manjar, mi mirada y la de el Dr. Petrovic se encontraron, la suya: entornada con un mensaje claro de desaprobación en ella; la mía: picara y juguetona restándole importancia a su obvia incomodidad.
El joven se alejo sonrojado por el pasillo con una evidente erección mal disimulada y yo entre al consultorio con una vasta sonrisa en los labios como aquella de la gatita que se comió el caviar, abarqué la oficina con la mirada: excelente vista, gran espacio y todo ordenado con la precisión de un reloj suizo.
-Espero que estés contenta- me dice en tono calmado tomando asiento en un gran sillón e invitándome con las manos para que hiciera lo mismo en el diván. No respondo al comentario pero si acepto la invitación: me siento en el diván y me quito los zapatos negros que llevo, el me mira inmediatamente los pies sube por mis piernas y se detiene en mi cara, le sonrió pensando que es tan humano como yo y que el mismo, aun en su calidad de terapeuta, posee sus fetiches y "desviaciones" sexuales.
Continúo poniéndome cómoda, al igual que Milka, yo también llevo el pelo negro sujeto en un moño y lo suelto permitiendo que las brillantes guedejas me acaricien la cintura, soy conciente de que el me mira así que desabrocho la chaqueta roja ( al igual que la falda) que llevo puesta revelando el top negro que se ajusta a mi torso y revela el inicio redondeado de mis pechos, luego me recuesto sobre el diván.
-La confianza es un peligro...- murmura el a modo de broma abriendo su libreta, la réplica me hace incorporarme de un salto para decirle con voz serena:
-¿Sabes que hoy es nuestro aniversario?
-Si...
-Eso quiere decir que hoy cumples tres años trabajando con una misma loca.
-No me gusta que uses ese término- encojo los hombros con indiferencia, me pongo en pie y comienzo a caminar por el consultorio desordenando las cosas de su escritorio mientras hablo, a mi espalda él me persigue ordenando todo como si el que cada cosa no este en su sitio fuera un pecado.
¿ Soy tu paciente más difícil?- le pregunto volviéndome a sentar- ¿ he sido la mas compleja?
Todos los seres humanos somos complejos- me responde mirándome a los ojos- y todos tenemos situaciones difíciles- hizo una pausa como decidiendo si lo que diría a continuación era correcto- incluso yo...
Lo mire un rato y el escondió la mirada y antes de que yo tuviera tiempo a escarbar en esa pequeña debilidad continuó:
Vamos a dejarnos de charla banal ¿ que tal un poco de introspección?- yo fruncí e ceño inmediatamente ante la pregunta porque no me gustaba que hiciéramos regresiones, me sentía sumamente expuesta ante el, en el pasado ya lo habíamos hecho y no podía decir que no me hubiese ayudado a superar conductas dañinas para mi, pero no dejaba de quitárseme la sensación de que cuando estaba en hipnosis no era dueña de mi, lo mire en perfecta comodidad, el pelo oscuro veteado de plata en las sienes, los ojos negros, profundos y sabios, siempre vestido formal, casi rigurosamente y las manos de un pianista... o de un buen amante, sacudí la cabeza ante ese análisis logrando que los mechones me acariciaran las mejillas.
No quise alegar nada sabiendo que por eso había acudido ahí y deje que el entonara sus mágicas palabras encantadas que de pronto volvían pesados mis párpados y me hacían indiferente a todo menos a su voz profunda que me llegaba desde lejos.
Relájate... cuéntame tu última experiencia sexual...
Un sábado soleado, me toca trabajar (maldición) la noche anterior había tenido un sueño muy pero muy sensual y estaba algo necesitada de alivio así que en cuanto tuve el baño para mi sola me senté en el retrete, subí mi falda y me masturbe rápidamente, en ese maldito baño no se tiene nada de privacidad y tuve que salir todavía con el coño húmedo por la tremenda paja que me había hecho. Mi jefe y yo hacia un tiempo que veníamos sosteniendo una aventurilla, teníamos tanto que no nos revolcábamos en la alfombra de su oficina que solo pensar en el gordo tronco que tiene el muy cabrón se me dispararon las ansias de ser cogida; entré muy modosita a su oficina con la excusa de "revisar unos papeles" (ya sabia yo lo que quería revisar) cerrando la puerta detrás de mi y poniéndole seguro, en cuanto el oyó el clic levanto la vista algo azorado mirando el reloj de su escritorio y abriendo la boca para decir tal vez un no, claro yo no lo deje articular palabra, me deslicé las tangas de las piernas y sentándome en el escritorio frente a él me subí la falda y le enseñé mi coño húmedo tomándolo del pelo y restregándoselo de la nariz a la barbilla hasta que obtuve un gratificante orgasmo, en cuanto él sintió el chorro de fluidos que anuncio mi venida se bajo los pantalones y todo, metiéndomela hasta el fondo de un solo empujón, me mordí los labios para no gritar sintiéndome morir por el gustazo que me di con el tercer orgasmo en esa mañana, el se vació completo dentro de mi y luego se dejo caer en el sillón de cuero negro a su espalda resoplando como un caballo; luego de acabada la actividad me limpie la chocha con un lindo pañuelo primorosamente arreglado en el bolsillo de su saco (probablemente por su amante esposa) y concluida este requisito me senté al otro lado del escritorio para concluir lo que teníamos que hacer.
Eran como las dos de la tarde cuando salí del trabajo, me fui a la casa a darme un baño y de ahí al gym, para cuando acabe de mis aeróbicos tanta actividad física me había subido la serotonina y por consiguiente mi apetito sexual; fui al baño sauna ataviada solo con una toalla para así poder tener algún desahogo cuando encuentro sentado a este muchacho( ¿cómo será que se llama?) el tipo no era un adonis, de hecho era bastante común pero alguna que otra vez nos habíamos encontrado en la cafetería del gym aprovechando yo para mirarle el paquete de manera disimulada, si las formas de su ropa no mentían el tipo estaba bien dotado.
Entré mirando alrededor y lo saludé sentándome junto a él:
-Hola!!! ¿ como vas?
-Bastante bien- me responde- hoy no vino mucha gente.
No- contesté secamente levantándome un poco la toalla dizque para ponerme cómoda, él no me quita la vista de las piernas y en ese momento nuestras miradas se cruzan sin necesitar nuestros cuerpos más invitación nuestras bocas se encuentran en un beso hambriento y ambos nos acariciamos, yo le recorro la piel morena con la lengua hiendo al encuentro de su verga tiesa, me la meto en la boca sin mucha ceremonia y entre chupete y chupete recuerdo: "hay leche y miel debajo de su lengua" dice el Cantar de los Cantares y realmente no se de donde venga la miel pero la leche del tipo al que se la estoy succionando ávidamente es la que yo quiero poseer, par de lametones y chupones mas y tenia su semen fluyendo por mi boca y bajándome por el cuello.
De ese breve encuentro no obtuve mayor satisfacción porque escuché a lo lejos como se abría la puerta de la antesala y apenas tuve tiempo de ponerme la toalla en el cuerpo cuando entró una señora entrada en años al sauna abarcando con la vista la escena, probablemente percibiendo el olor a sexo y mirándome en el cuello el semen reciente de mi compañero no le basto mas evidencia para mirarme con cara de desagrado y decir por lo bajo: perra!!!
Bueno Manuel (que no tengo ni idea de si así se llamaba) nos vemos luego salúdame a Sussi y de ahí a las duchas para luego irme a la casa.
Ese día no tenia planes para nada y me resigné a vegetar frente al televisor comiendo chucherias cuando a eso de las 7:00 entra por la puerta mi compañera de cuarto, una chica alta y delgada de ojazos de un azul imposible que siempre andaba enredada entre mujeres, ya me sospechaba de que la niña andaba de lesbiana pero en eso yo no me metía: no le veía nada de inteligente y todo de péndejo a que una mujer se anduviera rozando con otra cuando había en el mundo tanta verga aprovechable, pero bueno....
Vera- me llama la susodicha- ¿porque no te vienes conmigo a la disco con mis amigas en vez de quedarte aquí aburrida?
No lo se... no quiero andar estorbando- respondo haciéndome la difícil cuando en verdad estaba loca por salir.
Ven!!! No seas mala vas a ver que bien nos la pasamos.
Ella lo decía pero no tenia ni idea: entrada la madrugada llegamos como uvas de borrachas y que caímos riéndonos en el piso de la sala, yo traté de incorporarme pero me sentía bastante mareada así que me apoye en ella esperando que se me pasara un poco, en ese momento Anny( que así se llama) me toca tímidamente un seno.
Te estas pasando- le dije no muy convencida presa de estremecimientos de placer.
Nunca has estado con una mujer?- negué con la cabeza- no sabes lo que te pierdes- me aseguro convencida.
¿Porque no me muestras?- la rete mandando a la porra mis ideas anti-lesbicas.
Anny no espero mas invitación y ,bajándome la blusa de un encendido color fucsia, me besó los senos con una delicadeza digna de alabanza, yo le acariciaba el pelo y buscaba desnudarla hasta que ambas nos pusimos de pie y entre caricias lentas y torpes nos despojamos de la ropa.
Que bella eres- me dijo contemplando mi desnudez pero a mi no me salió el habla para describirle cuan deseable me parecía ella, nos tumbamos en el sofá y Anny me beso en todas las esquinas del cuerpo mientras yo gemía fuera de mi presa por algo loco e intrigante que me empujaba a quererle dar placer tanto como ella tan generosamente me daba a mi, abrió mis piernas con delicadeza y me lamió haciendo que temblara bajo su boca- que coño tan rico tienes!!! me dijo tan excitada como yo.
Chúpalo Anny!!! Chúpalo!!! Déjame sentir tu lengua- exclame poseída por el vicio y si lo hizo ella introduciéndome su lengua tan profundo como podía, arrastrándome hasta un orgasmo que me hizo sentir mareada, aún así, más que el licor más potente.
Abrí los ojos confundida al chasquido de unos dedos y observe a mi terapeuta con el pelo despeinado, varios mechones húmedos de sudor pegados a su frente y respirando tan agitadamente como si hubiera corrido una maratón, entonces me miré a mi misma con la falda arremolinada en mi cintura, exhibiendo las piernas y los pezones desnudos visibles por encima del top, sonrojojada me pongo en pie y le doy la espalda a Marko como movida por un resorte y balbucié un: ¿que paso? confundido y convulso, luego de acomodarme la ropa me doy la vuelta para encontrármelo sentado en la misma posición con una erección que no se apuraba en disimular.
-¿Acaso tu y yo?- pregunté pensando en si que pasó "algo".
-No Vera, no paso nada, hicimos un ejercicio de regresión y me contaste tus ultimas experiencias- y al ver que yo le miraba significativamente la erección añadió- después de todo yo soy solo un hombre- y yo no pude evitar pensar que yo una mujer, con unos inmensos deseos de cumplir una fantasía que por tres largos años venia alimentando.