Las hojas secas de la primavera
La mente humana es increible y muy delicada, la conciencia, la consciencia...
LAS HOJAS SECAS DE LA PRIMAVERA
Alzó la vista y la fijó en el cristal, en el cristal de la ventana, en el cristal de la ventana de su habitación. Y ahí, en ese punto indefinido del vítreo material translucido, sin mirar tras él sino ahí sintió como se abría su mente.
Sintió claridad lucidez su mente se abrió mas de lo que podría haberlo hecho un hachazo en el cráneo pero no empezaron a brotar maravillosas ideas de ella sino que, como un torrente, empezaron a entrar en ella ideas, imágenes, conceptos arremolinándose en la entrada de la incisión metafísica, borboteando, escupiendo detritos en los estallidos de las burbujas del fétido elemento liquido, denso, arrastrando en la succión, desperdicios, basura y restos
Como el sumidero de una alcantarilla tras una tormenta, su mente empezó a tragar, a engullir todo aquello. Sintió saturarse su capacidad, se vio rebosado en su conocimiento y sintió que su cráneo cedía ante la presión y se abombaba.
Repentinamente, la visión de la ventana desapareció de su vista y volvió a quedarse mirando al techo.
Percibió en su cabeza la sabiduría, el saber, y advirtió también, como una ráfaga de viento helado, la ignorancia, el desconocimiento y le abrumó tanta incertidumbre.
Su cabeza, repleta de conceptos abstractos que no alcanzaba a comprender se agitaba tumultuosa, centrifugando, convulsa como el estomago saturado de un borracho.
Poco a poco fueron reposándose los sedimentos y poco a poco empezó a hilvanar, a ordenar, a tejer una suerte de lienzo con los conceptos de la mixtura de su mente, tomando datos de aquí y de allá para poder formar una estampa.
Pero de nuevo la frustración volvió a abrumarlo, a hundirlo en el desasosiego . Nada, nada en claro, no tenia una sola imagen, nuevamente, no había conseguido traspasar la ventana. Sus ojos, acostumbrados a mirar al techo no eran capaces de enfocar la tan evocada imagen del otro lado de la ventana. Tendría que esperar a otro día a que lo alzaran para bañarlo. Una lágrima se deslizó por su rostro y se depositó en la almohada.