Las hipstorias de Lucy - 5

Lucy inicia su nuevo trabajo como mesera y pronto le toca dar servicio VIP a su primer cliente.

Como venía siendo su costumbre desde que trabajaba para la librería de sus padres, Lucy se levantó bastante tarde ese viernes, a razón de que la empleada que habían contratado para trabajar medio tiempo le permitía darse ese lujo.

En otros tiempos levantarse tarde significaba que tendría todo el día para hacer algo de quehacer, ponerse a trabajar en su manuscrito, jugar algún videojuego o salir a pasear con Ari… pero ya no más.

A raíz de que había gastado una cantidad de dinero muy grande en ropa que terminó desperdiciando con una desastrosa cita con Humberto, Lucy se había visto obligada a conseguir un trabajo de medio tiempo para reponer el dinero perdido si quería irse de vacaciones dentro de unos meses con su amiga a su ciudad natal. Por suerte había encontrado un trabajo en un café del centro de la ciudad, con un horario flexible para trabajar en sus días libres de la librería y con una paga lo bastante decente que le permitiría juntar el dinero necesario para irse de vacaciones poco antes de la fecha indicada.

Por lo tanto, salió de la cama, recogió un poco la habitación, comió, se bañó y comenzó a prepararse para irse a su nuevo trabajo. Lo primero que notó es que sin darse cuenta se había puesto el conjunto de ropa interior más sexy que tenía, ese que había comprado para con su cita con Humberto. No le dio importancia y siguió vistiéndose y cuando terminó de verse, no le convenció lo que veía frente al espejo: La blusa blanca se le transparentaba dejando a la vista el sostén y la falda negra estaba tan ajustada que se le marcaba el culo. Lo único decente era el delantal rojo que tenía que llevar atado a la cadera.

Suspiró ante la vista de ese uniforme, pero no podía hacer nada más que soportarlo hasta que juntara el dinero necesario. Con esa idea en mente, se puso unos zapatos negros de tacón y salió a la calle.

Pronto llegó al café, donde pudo ver a las demás meseras ya preparando el negocio para abrir a los clientes, siendo dirigidas por el señor Dennis.

El fornido hombre de cabello y barba castaña ya con algunas canas le vio acercándose, sonrió y dijo:

—¡Lucy! Bienvenida, pasa.

Un poco cohibida, Lucy se animó a acercarse a su nuevo jefe y para relajarse un poco, se animó a hacer un chiste:

—Lucy Melo reportándose a servicio señor.

El chiste tuvo el efecto deseado, pues Dennis rió y eso ayudó a que Lucy se sintiera menos nerviosa.

—Bueno Lucy, bienvenida a tu primer día de trabajo —dijo el jefe pasándose la mano por la barba—. Deja te asigno a alguien para que te de una rápida introducción a tus labores. ¡Micaela!

Dennis llamó a la misma mesera que le había recomendado el trabajo. La muchacha llegó y tras una explicación por parte del jefe, se llevó a Lucy al interior para explicarle las que serían sus funciones, nada muy complejo en realidad: recibir a los clientes que llegaran a las mesas, pedir sus órdenes, llevarlas a la cocina, llevarlas a la mesa, dar la cuenta y llevar el dinero a caja. Lo normal.

La inducción terminó justo a tiempo cuando el café abrió y los clientes poco a poco comenzaron a llegar. La cosa fue mejor de lo que Lucy esperaba, se apegó a poner una sonrisa siempre que atendía, seguía las instrucciones y consejos de Micaela, llevaba las cosas y cobraba el dinero. Algunos clientes incluso coquetearon con ella, pero nada que no fuera capaz de manejar.

Sin embargo, algo que rompió esa tranquilidad ocurrió cuando el sol comenzaba a ponerse.

Mientras vigilaba que llegaran nuevos clientes, alguien se paró en la entrada del café. Era un hombre ya mayor, calvo sólo con algo de cabello creciendo sobre las orejas y un poco obeso. Llevaba un traje que le daba pinta de ser un alto ejecutivo y pronto Dennis se acercó a confirmarle su sospecha.

—Vaya, el señor Arana llegó temprano hoy.

—¿Arana? —preguntó Lucy mirando a su jefe.

—Es uno de nuestros clientes VIP —dijo sin más Dennis, luego miró a Lucy y sonriendo dijo—. Ve a atenderlo para que te vayas familiarizando con ese servicio.

—¡¿Eh?! —exclamó Lucy. Eso le había tomado por sorpresa: ¿Servicio VIP? Nadie le había hablado de ello.

Sin embargo, no se animó a desafiar a su jefe y fue hasta el cliente que seguía esperando en la entrada del café.

—Señor Arana, buenas noches —dijo Lucy bajando la cabeza.

Arana por su parte sonrió, se relamió los labios y dijo:

—Buenas noches, vengo por el servicio VIP.

Lucy estaba a punto de sufrir un ataque de pánico al ya no saber qué hacer, pero nada ocurrió. En su lugar se sintió un poco mareada, pero no lo suficiente para notar que sonreía y de su boca salían unas palabras.

—Por supuesto señor Arana. Mi nombre es Lucy y esta noche yo le guiaré a nuestro servicio VIP. Por aquí por favor.

Y empezó a caminar al interior del café. Se cruzaron con Dennis, Lucy le ignoró pero eso no le importó porque él y el cliente VIP se estaban mirando y saludándose con un gesto de la cabeza.

La escena podía parecer rara, pero Dennis sabía bien lo que ocurría. El video con el que había hipnotizado a Lucy cuando fue a su entrevista de trabajo no lo usaba sólo para controlar a las nuevas meseras y echarse un buen polvo con los buenos culos que iban a solicitar trabajo, sino que también les metía ciertos gatillos para ponerlas a merced de algunos clientes VIP que pagaban grandes cantidades de dinero por tener a hermosas jóvenes convertidas en juguetes sexuales y la mejor parte es que sus chicas no cobraban ni un centavo, es más: parecía que eran ellas las que recibían el servicio. Y Lucy había sido la más reciente adquisición a su equipo de sexo servidoras hipnotizadas y luego de la follada que le había dado durante su “entrevista de trabajo”, no le quedaba la menor duda de que se volvería una favorita de sus clientes VIP.

Lucy y Arana subieron al piso superior del local y la muchacha se sorprendió al ver el lugar: era un pasillo con varias puertas, lo que le recordaba a un hotel. ¿Por qué el café tendría un lugar así? Abrió una de las puertas y su sorpresa no hizo más que aumentar: se encontraba en una pequeña habitación en dónde sólo había una cama y una puerta que daba a un cuarto de aseo.

—¿Pero qué…? —intentó preguntar mientras ingresaba al dormitorio, pero no pudo terminar su pregunta cuando sintió que Arana la abrazaba por detrás y comenzaba a besarle el cuello.

Lucy se sintió repugnada por ese acto y estuvo a punto de gritar para pedir ayuda, pero se detuvo cuando el hombre dijo:

—Ya estoy listo para mi servicio VIP.

Esas palabras entraron como niebla al cerebro de Lucy, lo que provocó que el asco que ese hombre le provocaba desapareciera y fuera reemplazado por excitación. Unas palabras comenzaron a formarse en su mente y estas encontraron su camino hasta su boca:

—Yo soy su servicio VIP —dijo con una sonrisa boba en los labios.

Unos momentos más tarde Arana estaba desnudo tumbado boca arriba en la cama. Su  miembro se encontraba ya erecto y el obeso hombre lo acariciaba con una sonrisa burlona en los labios. Lucy mientras tanto se encontraba todavía vestida, pero rascándose el clítoris por sobre la falda, esperando cualquier orden.

Arana rió burlón y dejando de acariciar su verga, dijo:

—Adelante niña.

Las palabras que estaba esperando. Lucy dejó de darse placer a sí misma para saltar sobre la cama, se inclinó por sobre la verga de Arana y sin mediar palabra, la introdujo de prisa a su boca donde empezó a chuparla como si de eso dependiera su vida.

Arana mientras tanto disfrutó del espectáculo, de cómo la cabeza de la muchacha subía y bajaba sobre su miembro y la fuerza con la que sus labios le apretaban daba la sensación  de que era una vagina más.

El hombre se levantó un poco para alcanzar la falda de Lucy y de un tirón la levantó hasta sus caderas y al ver lo que tenía ahí abajo, levantó las cejas: una pequeña tanga que apenas cubría la raja entre las nalgas.

—Niña traviesa —dijo y dio una nalgada a uno de esos grandes cachetes.

Al sentir el golpe, en respuesta Lucy detuvo un poco su trabajo oral, gimió y sacudió un poco el culo, sintiendo como un poco de sus fluidos vaginales salpicaban la colcha debajo de ella.

Divertido por lo que acababa de ocurrir, Arana continuó azotando el culo de la muchacha hasta que sus dos nalgas quedaron rojas y parecía que Lucy había tenido por lo menos un orgasmo.

Aunque había sido entretenido, Arana no quiso que eso fuera todo, ya que a su edad no podría aguantar muchos polvos y tenía que aprovechar el tiempo.

—Suficiente niña.

Lucy dejó de chupar y levantó la cabeza, mirando a Arana con una sonrisa boba en el rostro.

—Ahora te voy a follar —declaró el hombre—. Prepárate.

—Sí… —gimió Lucy entre una risita y se acomodó para sentarse en la cama y con un movimiento rápido, se quitó las bragas, las cuales ya estaban empapadas por sus propios fluidos, y las arrojó a un lado de la cama.

Arana mientras tanto había tomado su cartera y de esta había sacado un condón que le pasó a Lucy.

—Pónmelo —ordenó el hombre pasándole el condón a la chica.

—Sí… —respondió Lucy con un tono tonto de voz.

Sacó el condón del empaque, tomó aquel pene que antes había estado en su boca y con cuidado lo enfundó en aquel condón cuyo aroma del lubricante le llenó los pulmones y parecía volverla, si eso era posible, más tonta y excitada.

—Móntame —ordenó Arana.

Con la orden, Lucy pudo sentir como su vagina soltaba más fluidos por la emoción.

—¡Sí! —gimió.

Se levantó de la cama y se acomodó sobre la verga de aquel hombre. Tomó aquel pedazo caliente de carne entre sus manos para apuntarlo a su vagina. Acarició con sus labios la cabeza de ese pene y la sensación del látex sobre su vulva le arrancó un escalofrío. No lo pospuso más y comenzó a bajar poco a poco para introducirse ese miembro en sí misma.

Cada centímetro que bajaba podía sentir como ese pene se abría camino en ella, como sus paredes vaginales se abrían sacudiendo todos y cada uno de sus nervios con oleadas de placer hasta que al final se sentó sobre la cadera de Arana y pudo sentir cómo el miembro de aquel hombre casi besaba la entrada a su útero.

El placer que Lucy estaba sintiendo había bastado para apagarle la mente, lo único que quedaba ahora era una muñeca babeante que tenía los ojos casi en blanco por el placer, pero un último chispazo de cordura le indicó que si se movía podría sentir más placer y así lo hizo: empezó a moverse de arriba a abajo y dicho y hecho más oleadas de placer comenzaron a recorrer su cuerpo.

Arana en tanto miraba a Lucy totalmente ida por el placer, moviendo básicamente su cadera por instinto. No sabía cómo lo hacía el maldito de Dennis, pero siempre se las arreglaba para encontrar mujeres ninfómanas para su prostíbulo clandestino, putas que parecía que eran ellas las que estaban recibiendo placer y no al revés.

Ebrio por el poder que tenía sobre la muchacha, Arana le desabrochó la blusa y le bajó el sostén, sorprendiéndose de que así libres, sus tetas fueran más grandes de lo que parecían por sobre la blusa.

Tomó esas dos masas de carne con sus manos y pudo sentir el calor y la suavidad de estas. Luego fue a los pezones, ya duros como piedras, y comenzó a pellizcarlos, lo que le arrancó más gemidos de placer a la muchacha y provocó que empezara a moverse con más rapidez al montar esa verga.

Los movimientos de Lucy eran tan violentos, que pronto le provocaron un orgasmo a Arana, quien antes de venirse se levantó para abrazar a la muchacha y llevarse uno de esos duros pezones a la boca, comenzando a mordisquearlo mientras sentía como se venía y toda su leche era atrapada por el condón, lamentando después no haberse permitido experimentar lo que se hubiera sentido llenarle el útero a esa puta con su semen.

Lucy por su parte activó otro gatillo que el lavado cerebral al que Dennis le había sometido le había implantado en su cerebro: al comenzar a sentir el orgasmo de Arana, ella también empezó a convulsionar en un fuerte orgasmo que terminó de apagar lo poco de cordura que quedaba en su cabeza, dejando sobre el obeso hombre una muñeca babeante que por un rato no podría formar un pensamiento coherente.


Arana ya se había vestido. Había sido un buen polvo y aunque hubiera querido más, a su edad era lo más que se había podido permitir, pero había valido mucho la pena.

Miró a la cama y ahí vio a Lucy acostada boca abajo, apenas recuperándose de todo el placer que había recibido.

Arana la miró, sonrió, sacó de su cartera y dejó al lado de la muchacha un billete de una denominación grande.

—Estuviste muy bien chiquilla, te ganaste una propina.

Y tras decir eso salió de la habitación, mientras que Lucy, con una gran sonrisa en la cara, sólo dijo:

—Gracias… vuelva pronto…

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