Las hipstorias de Lucy – 4

Luego de su desastrosa “cita”, Lucy tiene que hacer frente a las secuelas de esta. Por suerte, una oportunidad aparece en el horizonte.

Si bien Lucy se quejaba de que su trabajo en la librería de la familia le consumía gran parte de su tiempo, la verdad es que no era tan así: para los días viernes, sábado y domingo la librería había contratado a una chica para que trabajara ahí, lo que le daba a Lucy esos tres días libres y justo en ese momento aprovechaba el viernes en la noche.

En una ciudad como esa donde vivía, con un centro lleno de plazas y andadores, no era extraño que en estos abundaran los cafés donde los jóvenes adultos podían ir a relajarse luego de un estresante día de trabajo ya fuera en soledad, con amigos o incluso con alguna pareja, siempre acompañados por una buena taza de café y el sonido de música ligera.

Y en una de las mesas que estaban en el andador frente a uno de los cafés, se encontraba Lucy, pero no estaba sola, y su compañera vaya que llamaba la atención, pues contrastaba con la apariencia de bibliotecaria de la castaña.

La amiga como la mayoría de las latinas, tenía el cabello negro y la tez morena oscura, acompañado con un bien torneado cuerpo del que colgaban un buen par de tetas… sin embargo ahí terminaba la normalidad de la chica. Llevaba el cabello recogido en un peinado que parecía haberle robado a Chun-Li de Street Fighter , con varios mechones de colores en él, sus ojos estaban delineados con sombra de color naranja brillante. Llevaba una chamarra de mezclilla con varios pines de animes populares, una blusa negra escotada, una falda de mezclilla y unas medias rotas de color negro.

Pero lo más sorprendente de todo es que pese a lo diferente que eran tanto en estilo como en personalidad, era que esa muchacha llamada Ariana Morelos, era la mejor amiga de Lucy desde la preparatoria y lo seguía siendo hasta el día de hoy pese a que en la universidad habían tomado carreras diferentes, Lucy en letras y Ariana en diseño gráfico, aunque había tomado esa carrera para que sus papás le dejaran en paz, pues la verdad es que su pasión era el dibujo y no lo hacía tan mal, de hecho, tenía una página de Facebook donde subía algunos dibujos y mini comics y se había hecho de una base de fans bastante decente que de cierta manera le provocaba envidia a Lucy, pues ella también aspiraba a tener una base de fans, pero no la lograría con un manuscrito que no podía ni terminar.

Sí, Ari era la mejor amiga de Lucy, pero eso no evitaba que en ese momento la muchacha se estuviera riendo a todo pulmón de la librera, interrumpiendo la calma que los otros clientes habían ido a buscar al negocio.

Lucy se limitó a ver feo a su amiga mientras esta se seguía carcajeando y dijo:

—Oye… —le llamó— No te lo conté para que te burlaras de mí.

Ari al fin pudo controlar su risa y dijo mientras se limpiaba una lagrimita del ojo:

—¡Perdón, perdón! Es que sabía que tenías malos gustos, ¡pero no malos ratos! ¡¿Quién iba a decir que te volverías a enrolar con el perdedor de Humberto luego del mal rato que te hizo pasar la última vez que saliste con él?!

Lucy suspiró e inflando los cachetes, apoyó la cara sobre sus manos mientras sus codos se apoyaban en la mesa.

—Ya te dije que no sé qué me pasó —se excusó—. De repente me pareció buena idea darle otra oportunidad. No sé… de seguro tanto tiempo sin coger me hizo pensar que no sería mala idea.

—La calentura siempre es una mala consejera —dijo Ari con una sonrisa burlona en la cara —. Y bueno, ¿el fulano te volvió a buscar?

—Hasta eso que no —respondió Lucy ahora recargándose en su asiento—. Y qué bueno porque ese es un problema menos.

Ari levantó las cejas sorprendida y preguntó:

—¿Hay algo peor que el peor ex novio que has tenido regrese para joderte la existencia… y tú le digas que sí?

Lucy resopló y respondió:

—Pues en el rato de estupidez que tuve, compré algunas cosas muy caras y pues… saqué el dinero del fondo de nuestras vacaciones.

Ari torció la boca. Para las próximas vacaciones que le dieran a Lucy, las dos amigas habían acordado ir al pueblo natal de Ari, Zacatepec, un pueblo rico en historias acerca de hechiceros que antaño poblaron la zona y aparte de turismo, podría darle a Lucy algunas ideas para su novela.

—¿No podrías intentar regresar las cosas? —sugirió Ari. En respuesta, esta vez fue Lucy la que torció la boca y respondió:

—La ropa interior por obvias razones no y el vestido y los zapatos… se embarraron de semen, así que ni locos me lo reciben.

—Uy, ese es un problema —replicó Ari.

Lucy volvió a suspirar y dijo:

—En la librería no gano lo suficiente para reponer el dinero del fondo de vacaciones. Supongo que tendré que buscar otro trabajo. ¿Pero en dónde podré conseguir un trabajo sólo en mis días libres?

Ari miró preocupada a su amiga. Apenas iba a comenzar a dar sugerencias, cuando una de las meseras se acercó a ellas.

—Disculpen…

Las dos amigas la miraron preocupadas. ¿Sería que al fin las iban a regañar por el escándalo que había estado haciendo Ari?

—¿S-sí? —preguntó Lucy un poco nerviosa.

—Una disculpa, no fue mi intención escuchar, pero escuché que está buscando un trabajo de medio tiempo —dijo la mesera.

Ari y Lucy se miraron entre ellas y esta última respondió:

—Sí, así es.

La mesera sonrió y dijo:

—Bueno, el patrón está buscando alguien que trabaje aquí de viernes a domingo. Si le interesa, puede llamar y pedir una cita para que la entrevisten.

Y tras decir eso, del delantal que llevaba sacó una tarjeta de presentación con el número del café y se lo dio a Lucy, tras lo cual, se fue a atender otra mesa.

—Bueno, eso fue raro —dijo Ari mirando a la mesera y luego a Lucy, quien miraba la tarjeta—. ¿Lo estás considerando?

Lucy suspiró y mientras guardaba la tarjeta en su bolso, respondió resignada:

—Pues sí… trabajo es trabajo y no pierdo nada en hacer una entrevista y ver cuánto ofrecen.


A la mañana siguiente, Lucy se encontraba de vuelta en el café, pero esta vez en el interior de este, sentada en un sillón en un pasillo con dos puertas que la librera intuyó eran oficinas.

Dicho y hecho al llegar a casa había llamado al número de la tarjeta, le respondió un hombre llamado Dennis, quien se presentó como el dueño del café. Al comentarle de que una mesera le había dicho que había vacantes en el negocio, el hombre se mostró muy entusiasmado y agendó una entrevista para el mismo día siguiente por la mañana.

Y ahí estaba Lucy, esperando por la entrevista. Había ido sola pues no pudo convencer a Ari de acompañarla, pues no quería que la quisiera convencer de también trabajar de mesera y además, tenía comisiones pendientes que terminar.

Pero su aburrimiento no duró mucho. Pronto una de las puertas se abrió y de esta salió un hombre. Era bastante alto y se veía fornido, era de cabello castaño claro y con una pequeña barba que le rodeaba la boca, aunque ya había canas en ambos, lo que indicaba su edad.

—Hola, buenos días —saludó él con una encantadora sonrisa—. ¿Lucy?

La mencionada se apuró a ponerse de pie y a estrechar la mano del hombre.

—Sí —respondió.

El hombre volvió a sonreír y dijo:

—Mucho gusto, soy Dennis.

—¡Oh! ¡Mucho gusto señor Dennis! —respondió Lucy.

Dennis volvió a sonreír y dijo:

—Bueno, por aquí.

E indicó la puerta contraria a esa de donde había salido.

Lucy y Dennis caminaron hacia esa puerta y cuando este último la abrió, entraron a lo que a Lucy le pareció era sólo era un cubo blanco en el que nada más había un sillón negro y algunas plantas en las esquinas, en una de las paredes estaba una enorme televisión de pantalla plana conectada a un reproductor de DVD.

«Que lugar tan raro —pensó Lucy con algo de desconfianza—, más que una oficina parece set de película porno»

—Lucy, nada más una disculpa —dijo Dennis sacando a la escritora de sus pensamientos—. Tengo que atender una llamada en mi oficina, pero en lo que regreso si de mientras puedes ver este video de inducción.

«¿Video de inducción?», pensó Lucy levantando la ceja. ¿Desde cuándo un trabajo de mesera necesitaba un video de inducción?

Sin esperar una respuesta de Lucy, Dennis encendió la televisión y el DVD frente a ella, con ambos listos para pronto iniciar. A Lucy no le quedó de otra y tomó asiento en el sillón frente a la televisión.

—Bueno Lucy, en un momento regreso contigo.

Y salió de la pequeña habitación cerrando la puerta tras de sí.

Lucy pasó saliva sintiéndose un poco nerviosa, pues todo eso le parecía muy raro. Aunque se tranquilizó un poco sabiendo que tanto Ari como sus papás sabían en dónde se encontraba por si algo pasaba, por lo que decidió mejor ponerse cómoda y disfrutar del video.

Pronto en la pantalla apareció el logo del café, aunque de muy mala calidad, como si estuviera grabado con un VHS muy malo. Se podía ver pequeños flashazos en la pantalla al tiempo que un leve sonido como de estática se escuchaba y entonces pasó:

«¡¿Una espiral?!», pensó Lucy sorprendida.

Así era. La pantalla pronto había pasado del logo de la empresa a una espiral de color morado con negro que giraba por la pantalla mientras que las bocinas de la televisión empezaban a soltar un sonido que le era imposible de identificar a Lucy.

Confundida por lo que estaba ocurriendo, intentó girar la mirada a la puerta para ver si era alguna clase de broma, pero no pudo mover la cabeza, de hecho, no podía mover ninguna parte de su cuerpo. Intentó decir algo pero ningún ruido salió de su garganta. Lo siguiente era entrar en pánico por lo que fuera que estuviera ocurriendo, pero tampoco pasó: su mente estaba demasiado ocupada mirando esa espiral como para preocuparse por cualquier otra cosa en el mundo…


Media hora después la puerta de esa habitación  se abrió y por esta entró Dennis. No se mostraba sorprendido por la escena frente a él, más bien al contrario: sonreía complacido.

Lucy continuaba sentada en el sillón y mirando hacia la pantalla donde esa espiral continuaba girando, pero su espalda estaba recta, sus ojos bien abiertos y su boca parcialmente abierta, provocando que hilos de baba escurrieran de esta y cayeran en su pecho, dejando una gran mancha húmeda ahí.

—Funciona todo el tiempo —dijo Dennis divertido cerrando la puerta detrás de sí.

Se dirigió a la televisión y la apagó, pero la expresión de Lucy no cambió en nada, su mirada continuaba fija en aquella pantalla aunque ahora sólo era un cuadro negro.

Dennis miró a la castaña mientras que pensaba que ese programa de hipnosis que le había comprado a aquel friki había valido cada centavo. Ahora esa mujer era completamente suya para hacer con ella su voluntad, pero nunca estaba de más hacer un par de pruebas para estar 100% seguro.

—De pie y al centro de la habitación —ordenó y acto seguido Lucy se puso de pie y con movimientos rígidos pero precisos, llegó a la mitad de la habitación donde esperó la siguiente orden.

Dennis mientras tanto se sentó en el sillón que ahora había quedado desocupado. Colocó las manos sobre el respaldo y uno de sus tobillos sobre una de sus rodillas, listo para disfrutar del espectáculo.

—Muy bien niña, antes de comenzar con la entrevista quiero ver la mercancía —dijo mientras sacaba su teléfono y ponía en Youtube una canción de jazz—. Al son de la música, quiero que te comiences a quitar la ropa de la forma más sensual que puedas.

La música llegó a los oídos de Lucy y en el acto, esta comenzó a mover las caderas tratando de seguir el ritmo de la música. Lo primero que hizo fue quitarse los lentes, los cuales arrojó a un lado de sí, para que no le estorbaran para cuando se quitara el chaleco, al hacerlo le siguió quitarse la blusa lentamente hasta que esta también cayó al piso.

Mientras Lucy empezaba a quitarse los zapatos, Dennis miró con los ojos abiertos al pecho de la chica, ahora sólo cubierto por un bra poco atractivo de color blanco.

Se puso de pie y se acercó a la muchacha justo cuando esta ya se había quitado la falda y ya sólo quedando en ropa interior, comenzó a quitarse el sostén y pronto esas dos bolsas de carnes quedaron libres, de alguna forma viéndose ahora más grandes lo que se veían tras esa pieza de ropa.

—Pero niña, ¿por qué no presumes más a estas chicas? —dijo Dennis impresionado por el tamaño y tras decir eso, tomó uno de los pechos de la muchacha para comprobar su tamaño y suavidad, para después inclinarse y llevarse el pezón de la chica a la boca, el cual chupó hasta que este quedó erecto.

Soltó el pezón con su boca y miró complacido cómo ahora era una bolita de carne dura marrón ligeramente roja. Sonrió y soltando la teta de la muchacha, se acercó a ella por la espalda, la abrazó y mientras le besaba el cuello y acariciaba su vientre y sus nalgas, le susurró al oído:

—Háblame de ti putita.

La orden llegó directo al cerebro de Lucy y se apuró a responder:

—Mi nombre es Lucy Melo, tengo 24 años, me gradué en licenciatura en letras, trabajo en la librería de mis padres y mi meta es ser escritora.

Ante esa última parte de la descripción de Lucy, Dennis levantó las cejas y con una sonrisa burlona dijo:

—¿Escritora? ¡Vaya! Es la primera vez que una chica me llega con esa ambición, pero con estas tetas de vaca —dijo mientras sus manos pasaban a masajear los grandes pechos de la chica—, creo que te convendría ser una puta, me la juego a que sacarías un mejor dinero. Pero igual puedo darte unas ideas para una novela erótica. Ve al sillón, túmbate boca arriba con las piernas abiertas y comienza a masturbarte como lo haces en tu casa.

Una vez que Dennis liberó a Lucy de sus fuertes brazos, esta comenzó a obedecer la orden: se dirigió al sillón y se tumbó boca arriba, abrió las piernas y empezó: primero se acarició el clítoris, luego comenzó a meter los dedos en su cueva húmeda y para aumentar el placer, con su otra mano se comenzó a pellizcar precisamente el pezón que Dennis le había chupado unos momentos atrás, todo esto observado por el hombre, quien mientras tanto se quitaba la ropa y aspiraba cómo la habitación comenzaba a inundarse por el olor de los fluidos vaginales de la chica.

Una vez quedó desnudo, con su gran falo erecto por la sensación de poder que le daba saber tener a esa joven bajo su completo control, Dennis se acercó al sillón y se montón en este sobre Lucy.

—Detente —ordenó Dennis y al acto Lucy paró su masturbación.

Dennis tomó la mano de Lucy y chupó los dedos para probar los fluidos vaginales de esta que les impregnaban, tras saborearlos colocó la mano de esta cerca de su cabeza y luego la contempló, verla ahí con su expresión en blanco hizo que su erección se volviera más dura, por lo que se apuró a hacer eso que iba a hacer. Tomó su polla, la apuntó a la vagina de Lucy que ya estaba bien lubricada para ese momento y la fue introduciendo de apoco en su interior mientras que aún en su inconsciencia, Lucy era capaz de gemir un poco al sentir cómo se iban introduciendo en ella.

Dennis por su parte lo hizo con lentitud, queriendo como siempre que lo había hecho disfrutar de la sensación del interior de la mujer. Puso sentir los músculos de la mujer bien tensados y aunque apretaban bien su miembro, no se sentía como una cavidad estrecha, se sentía que la muchacha follaba seguido; ¿quién diría que alguien que se veía tan remilgada como ella fuera tan puta.

La totalidad de su falo entró al fin en Lucy y sus carnes chocaron, ahí fue cuando Dennis supo que ya era el momento de empezar y empezó a embestir a la muchacha, quien sólo podía soltar pequeños “oh, oh” del placer que estaba sintiendo aunque tuviera apagado el cerebro.

Dennis por su parte contempló a la muchacha y casi él fue el que quedaba hipnotizado por lo que estaba viendo, pues rápidamente su vista se clavó en el atributo más llamativo de una Lucy desnuda: sus masivas tetas, las cuales se movían rítmicamente con las embestidas que le daba de arriba abajo. Era de verdad un espectáculo bastante llamativo, por lo que el hombre no pudo soportar la tentación y se inclinó para chupar el otro pezón de la muchacha.

Pero contrario a lo que nos enseñan las películas porno, fornicar en un sillón no es la mejor forma y luego de un rato, pese a toda su experiencia Dennis comenzó a sentirse incómodo por follar de esa forma, por lo que detuvo sus embestidas, sacó su miembro del interior de Lucy y se sentó en el sofá para recuperar fuerzas, pues todavía no se había terminado.

—En el suelo, ponte en cuatro.

Lucy obedeció en el acto, se levantó del sillón y bajó al suelo, poniéndose de a cuatro patas, con el peso de sus masivas tetas calando en sus hombros y brazos y con sus piernas inconscientemente sabiendo lo qué iba a ocurrir, pues estaban muy abiertas de tal forma que Dennis tenía una muy buena vista de su ano y de su vagina que continuaba ansiosa porque la siguieran penetrando.

Con la vista de la vagina ansiosa de Lucy y el pequeño descanso que había tomado, Dennis estaba listo para continuar.

Se arrodilló detrás de la chica, acarició sus húmedos labios vaginales para seguir preparando a la muchacha y entonces tomó su dura verga y la introdujo en la muchacha.

Lucy sintió el golpe directo hasta su interior y bajó la cabeza en queja, pero al tener el cerebro adormilado, no dijo nada.

Dennis por su parte la tomó de las caderas y ya con ese punto de apoyo comenzó a embestirla, disfrutando del sonido de aplauso que hacían sus carnes al chocar con las suyas e incluso se dio el tiempo darle un par de nalgadas para aumentar lo kinky de la situación.

Pronto Dennis reparó en un detalle: el largo cabello castaño de Lucy que esta llevaba atado en una larga trenza. Una sonrisa se dibujó en el rostro del hombre y pronto tomó la trenza de la muchacha, la enroscó en su mano y sin aviso jaló de ella. La cabeza de Lucy se levantó de golpe, causándole un dolor que le provocó soltar un pequeño grito, pero no hizo nada para resistirse, pues de nueva cuenta su adormilado cerebro no se lo permitía y además, aunque dolía era un dolor un tanto delicioso que aumentaba el placer que estaba sintiendo.

En esa posición se mantuvo Dennis, embistiendo las carnes de Lucy, hasta que pronto el tan esperado orgasmo llegó. Dennis soltó la trenza de Lucy con lo que la cabeza de esta volvió a caer y en su lugar la tomó de la cadera para embestirla lo más profundo que pudiera, justo cuando ocurrió el orgasmo.

Dennis sintió como todo su semen bañaba el interior de Lucy y él disfrutó esa sensación como lo había hecho con otras tantas chicas antes que también había “entrevistado”.

Al terminar, se salió de la muchacha y retrocedió hasta poderse sentar en el sofá y esperar para ver su parte favorita del show: pronto su semen comenzó a salir del interior de la muchacha y empezó a escurrir por sus piernas o directamente gotear en el piso.

Dennis sonrió y dijo:

—Felicidades Lucy, estás contratada. Serás una excelente mesera… y le servirás muy bien a mis clientes VIP…

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