Las hipstorias de Lucy - 3

Lucy parte a casa de Humberto, a lo que espera sea la noche de su vida.

De la librería Lucy salió corriendo al centro comercial cercano donde fue directo a la tienda de ropa y se paseó por la sección de vestidos, finalmente encontrando uno que le pareció bastante atractivo: un vestido corto entallado de color verde, con un gran escote y una falta que apenas llegaba a cubrirle las nalgas. El día anterior le hubiera parecido un slutty dress , pero en ese momento le pareció perfecto para seducir a Humberto.

Una vez se lo probó y constató que le quedaba bien, se detuvo a ver el precio y por un momento casi rompe el hechizo de Humberto: el vestido era en extremo caro, bastante caro para un pedazo de tela que apenas si cubría lo necesario… pero entonces un pensamiento retomó el control de su mente: ¿de verdad iba a preocuparse por una tontería como el dinero cuando estaba la posibilidad de tirarse a Humberto? Con esa idea en mente pagó sin pensarlo y lo mismo hizo en la sección de lencería por un conjunto diminuto que se transparentaba y en la zapatería por unos zapatos de tacón alto de aguja de color escarlata.

Con sus compras hechas, regresó a toda prisa a su casa donde procedió a darse un baño y una depilada rápida “ahí abajo”, ya lo hacía regularmente, pero quería estar “presentable”. Tras eso, fue corriendo al cuarto de sus padres para tomar la plancha de cabello de su madre así como algo de maquillaje y perfume.

Regresó a su habitación, se alació el cabello, se puso la lencería nueva y el vestido que había comprado, así como los zapatos y para terminar, se perfumó y se maquilló lo mejor que pudo, algo que le costó trabajo pues no acostumbraba a hacerlo, pero ya terminada se miró en el espejo de cuerpo completo de su habitación: estaba irreconocible, de la mojigata librera que aspiraba a ser escritora, sólo quedaban los lentes, pues ahora el espejo reflejaba a una mujer que la única forma que había para describirla era con una palabra: puta. Su cabello largo alaciado, su cara muy bien maquillada con un labial rojo brillante, su escultural cuerpo con ese pequeño vestido que apenas dejaba a la imaginación, mostrando sin pudor sus grandes senos y sus largas y sensuales piernas que antes ocultaba bajo suéteres y faldas largas, y esos zapatos que aparte de darle un aire sensual, se las arreglaban para realzar más su trasero.

Una vez que comprobó que se veía bien, miró el reloj: si se apuraba llegaría a tiempo a su cita.

Salió de la casa y se puso en marcha, durante el camino notando que casi todos los hombres que se cruzaba le lanzaban miradas lujuriosas y uno que otro se animaba a lanzarle un piropo un tanto subido de tono. Toda esa atención que normalmente no recibía se las arregló para excitarla a tal punto que sintió como su tanga empezaba a mojarse, pero no se estaba excitando por la atención en sí, sino porque esas reacciones le confirmaban que sin lugar a dudas su aspecto iba a complacer a Humberto.

Al fin llegó a un edificio de departamentos y con su tacones haciendo “tic-toc” en las escaleras, llegó hasta la puerta marcada con 2-1 y conteniendo la emoción, tocó el timbre.

—Voy —se escuchó que decían desde dentro del departamento, lo que emocionó a Lucy.

Se abrió la puerta y apareció Humberto. Parecía que iba a decir algo, pero se quedó sin palabras al ver a la mujer que tenía frente a sí. Silbó impresionado y dijo:

—Wow… que guapa.

Las bragas de Lucy se humedecieron un poco más tras ese cumplido.

—Gracias —respondió ella—. Quería ponerme guapa para nuestra cita.

Y guiñó el ojo. Humberto rió y dijo:

—Pues lo lograste. Pero pasa, pasa.

Humberto se hizo a un lado y dejó entrar a la muchacha. Lucy se paró en medio de la sala y vio el departamento, el cual era el típico lugar de soltero: la sala tenía sus muebles, un centro de entretenimiento con una televisión y algunas consolas conectadas a él, más allá podía ver la cocina equipada con su estufa y refrigerador, pero ella esperaba pronto conocer la alcoba principal. Mientras tanto…

—Y bueno, ¿qué vamos a cenar? —preguntó ella.

En toda respuesta, Humberto la abrazó, con una mano empezó a masajearle una de las tetas y con la otra el área del pubis. Sentir eso, sumado a la sensación de la verga de aquel hombre entre sus nalgas a través de su pantalón y el vestido, le pusieron la mente en blanco a Lucy mientras su tanga terminaba de quedar empapada por sus propios fluidos.

—Estaba pensando —dijo Humberto mientras le besaba el cuello—, que podríamos pasar directo al postre.

Esa indicación fue todo lo que necesitó Lucy. Se dio media vuelta y besó con pasión en los labios a Humberto, luego se hincó frente a él y comenzó a desabrocharle el pantalón hasta que la erecta verga quedo frente a ella. Lucy miró aquel pedazo de carne con una devoción casi religiosa, no pudiendo creer el tiempo que había estado lejos de aquella majestuosa verga y que ahora después de tanto tiempo iba a volver a cogérsela.

La tomó con su mano derecha para masturbarla un poco, luego le dio un par de besos y al final se la introdujo de golpe a la boca para comenzar a chuparla con una voracidad casi desesperada.

Mientras tanto, Humberto se quitó la playera y una vez quedó con el torso desnudo, acarició la cabeza de Lucy la cual se movía a una velocidad vertiginosa, como si quisiera que la verga de ese hombre le llegara hasta el estómago y mientras veía esa escena, su excitación no hacía más que crecer al ver a la mujer de sus sueños no sólo completamente enamorada de él, sino además convertida en una puta sumisa sedienta de su semen.

«Deberían darme el premio nobel — pensó Humberto mientras Lucy se daba un momento para dejar de chupar el pene y le daba un poco de atención a las bolas de este—, después de todo, un químico que convierte a cualquier chica de tu elección en una puta ninfómana no es algo que se deje pasar»

Pero las ideas de fama mundial se desaparecieron cuando recordó que todavía vivía en una sociedad muy reprimida y que seguramente habría muchos grupos por ahí que no les haría gracia un producto que sometía a las mujeres… por lo que decidió conformarse con el dinero que podría hacer vendiendo el químico en la deep web .

Lucy continuó chupando esa verga con gran fervor hasta que Humberto comenzó a sentir que se venía un orgasmo. El muchacho deseaba hacer algo que nunca había hecho: un facial, por lo que intentó sacar su pene de la boca de Lucy para terminar él el trabajo, pero Lucy al notar las intenciones de este se apuró: apresó ese pene con sus labios y tomó a Humberto por las caderas y comenzó a chupar con más fuerza todavía al punto de que a Humberto no le quedaron ganas de salirse de la boca de ella.

Pronto el orgasmo vino y con este el muchacho sintió como todo su semen era disparado directo a la garganta de la muchacha, quien hizo algunas arcadas al sentir esas gotas calientes y el sabor, pero aún así hizo lo posible para retener todo el semen en su boca, aunque por la velocidad y cantidad, no pudo evitar que algunas gotas escaparan por las comisuras de sus labios, cayendo en sus tetas y en su vestido.

Cuando Humberto terminó, Lucy al fin le permitió retirarse un par de pasos y cuando su boca estuvo libre, la abrió para mostrar todo el semen que todavía seguía ahí para luego pasárselo y relamerse los labios, lo que le terminó de arruinar el labial que tan cuidadosamente se había puesto antes de salir de casa.

Se miraron a los ojos un momento, ambos con una gran sonrisa, luego Lucy se puso de pie y se acercó a Humberto para susurrarle al oído.

—Quiero que me la metas.

Y tras decir eso retrocedió unos pasos hasta llegar al sillón, se sentó en él y se bajó el vestido para dejar al descubierto sus tetas, luego levantó las piernas y se quitó la tanga ya empapada de sus propios fluidos y se la arrojó a Humberto, para luego comenzar a masturbarse.

La escena había sido lo bastante sugerente como para que incluso después de tamaño servicio oral, el pene de Humberto se volviera a poner duro. Se terminó de quitar el pantalón y los bóxers para luego sacar la cartera y de ahí tomar un condón que tenía guardado para ese momento, como pudo se lo puso y una vez listo, se lanzó a con Lucy, la cual para sorpresa de él mismo, haciendo gala de una gran elasticidad se las arregló para levantar las piernas hasta apoyarlas sobre los hombros de su macho, lo que le daba una gran entrada a la vagina de la chica.

Humberto tomó su pene, con el glande masajeó los labios vaginales de la chica y después se introdujo de lleno a ella con gran facilidad debido a toda la lubricación que la chica ya estaba sacando.

Llegó a su fondo sin problemas y por la excitación empezó a embestirla con la misma velocidad que hacía unos momentos ella había chupado su pene mientras que por su parte, Lucy parecía estar en el paraíso:

—¡Así! ¡Dame duro! ¡Así! ¡Dame más mi machote! ¡Sí! ¡Sí! —gritaba fuera de sí mientras clavaba las uñas en la tela del sillón y por supuesto, esos gritos aumentaban la temperatura y el ego de Humberto, lo que le motivaba a exigirse más para embestir con más fuerza y complacer a su hembra.

Luego de varios minutos en donde sólo se escuchaban los gritos de placer de Lucy, Humberto volvió a llegar a su límite, se metió lo más que pudo y dejó que el orgasmo y la sensación de arrojar toda su leche en aquel forro de látex le llenara la cabeza.

Una vez que terminó, se salió de Lucy y se tumbó a su lado. Jadeando con una gran sonrisa de satisfacción miró a la muchacha y su sonrisa pronto se borró: si bien la muchacha jadeaba, se miraba todavía como una hembra ansiosa.

—¿L-Lucy? —preguntó él preocupado.

—Otra vez… —dijo Lucy por respuesta—. ¡Cógeme otra vez!

—¿Q-qué? —preguntó Humberto un poco asustado.

—¡Cógeme otra vez! —gritó ella y se montó sobre él, le quitó el condón, se tragó el semen dentro de él y después lo arrojó al suelo para así empezar a masajear la verga de Humberto con sus nalgas para hacer que se le volviera a parar.

—¡No, espera! —intentó razonar Humberto, pero estaba cansado siquiera para tratar de quitarse de encima a la muchacha—. Déjame descansar o por lo menos ir por otro condón.

—¡No! ¡Condón no! —replicó Lucy con una cara de loca.

—¡¿Qué?! —exclamó Humberto ya asustado.

Lucy acercó su cara a la de Humberto y con una gran sonrisa dijo:

—¡Quiero que me llenes con tu semen! ¡Una y otra vez hasta que me embaraces! ¡Que mis tetas se llenen de leche y me ordeñes como la puta vaca gorda que soy! ¡Y después cuando dé luz a tu hijo, que me vuelvas a coger una y otra vez hasta que me vuelvas a embarazar! ¡Pariré a cien de tus hijos! ¡Pero no dejes de cogerme semental hijo de puta!

El labio de Humberto tembló:

—Lucy… espera… yo…

Pero Lucy ya no escuchaba razones, en ese momento era una hembra ninfómana que sólo quería aparearse con el hombre que reconocía como su macho hasta que cayera desmayada por el agotamiento.

A Humberto le esperaba una noche bastante larga.


Lucy abrió los ojos. Lo primero que vio es que una gran cantidad de luz entraba por las ventanas, sin embargo, esa no era su habitación.

Se reincorporó: estaba acostada en el piso de un departamento, desnuda, con el cabello hecho un desastre, con un dolor en el área púbica y sólo cubierta por una sábana.

—Ok… despertar desnuda con todo el cuerpo hecho polvo en el piso de un departamento desconocido nunca es buena señal.

Giró la cabeza y a su lado encontró a Humberto profundamente dormido y envuelto en una sábana.

—Ay no… —dijo Lucy conectando los puntos.

Recordó que Humberto había ido a la librería, de seguro a invitarla a salir. ¿Pero por qué había aceptado? De seguro por lástima. Quizás terminaron en su departamento y tras unas copas… terminaron teniendo relaciones.

—Otra vez… —dijo molesta pensando que se había repetido lo de la última vez con él.

Se puso de pie lo más en silencio que pudo para prepararse para regresar a casa, pero al levantarse, notó sus labios vaginales bastante pegajosos.

«¡Este idiota ni siquiera se puso condón!», pensó molesta. Por suerte para ella, sacando cuentas no se encontraba ovulando así que el riesgo de embarazo era mínimo, pero aún así tendría que pasar a la farmacia a comprar una píldora del día siguiente.

Fue al baño del departamento y se metió a bañar. Una vez terminó se paseó por el lugar buscando su ropa y al dar con la ropa interior, se preguntó por qué diablos compraría ropa de ese estilo tan provocativo, pero aún así se la puso. Lo que ya no fue divertido fue cuando dio con su vestido, ya que tuvo que dejar de lado el hecho de que era un slutty dress para fijarse en que estaba todo manchado de lo que sin duda era semen.

Aguantando un poco el asco se lo puso, pero tuvo que tomar una chaqueta de Humberto para cubrirse, lo que ayudó bastante pues la prenda le quedaba casi como un abrigo.

—Bueno, si quiere su chamarra de vuelta, ya sabe donde estoy.

Y diciendo eso, salió del departamento.

Una vez la puerta se cerró, Humberto abrió los ojos y suspiró aliviado. Luego de varias horas de sexo la única forma en que había logrado que la Lucy ninfómana le dejara en paz había sido fingir que se había quedado dormido (y aún así escuchó que ella se había quedado masturbándose un largo rato mientras olfateaba sus boxers) y cuando escuchó que se había levantado, siguió fingiendo que estaba dormido por miedo a que se volviera a poner toda loca.

Se giró y miró al techo. Su experimento había fracasado; sí, quería que Lucy se enamorara de él y se le sometiera… pero no al punto de que era capaz de matarlo por snu snu .

Tendría que regresar a la mesa de trabajo para ajustar la fórmula… pero lo que más le molestaba es que no podría contar esa aventura a nadie; no le hacía gracia aceptar que una mujer básicamente lo había violado.

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