Las Hermanitas Gutiérrez (4) y final
Miguel continùa gozando de las hermanitas y comienzaa lucrar con fotos y videos.
Las Hermanitas Gutiérrez (4)
Paulatinamente Miguel castigaba a ambas esclavas con menor frecuencia. Para su sumisión no era en absoluto necesario y su placer en escucharlas gemir mientras eran torturadas había disminuido sensiblemente. Solamente y esporádicamente eran azotadas con un látigo o vara en algunas partes de sus cuerpos. Quizás con más frecuencia eran sometidas a ataduras de distinto tipo que nos les permitía movimiento alguno. Otras veces las suspendían de las muñecas y le asestaba golpes de puño en las tetas o el vientre.
Lo que sí no había abandonado eran los polvos que diariamente descargaba sobre las Gutiérrez. Incluso los videos y fotos que seguía comercializando, algunos con gran éxito, más que mostrar castigos estaban referidos a su comportamiento como putas, aunque también se mostraban escenas de supuestas violaciones.
La visita de amigos a la casa de Miguel era cada vez más frecuente. Dichas visitas finalizaban con el uso de las esclavas por parte de los visitantes, que no solamente podían gozar de los agujeros de las jovencitas sino también proceder a la humillación e incluso castigos de las mismas.
Tal era la sumisión de ambas que tomaban como algo natural estas prácticas. Así como antes de ser secuestradas, para tener alguna satisfacción sexual debían recurrir a sus dedos, ahora llegaban a correrse varias veces por día. Sus jóvenes cuerpos vibraban con excitación cuando debían mamar una verga, recibirla en la vagina o por el culo. Las hormonas estaban muy activas y sus bien formados cuerpos excitaban sobremanera a Miguel. En definitiva el precio pagado para la compra de ambas, había sido una buena inversión.
Especialmente las mamadas de Pilar eran inolvidables. No solamente había aprendido muy rápido, sino que su manera era siempre novedosa. ¿Qué más se podía pedir? Dos cuerpos jóvenes, muy bien formados que estaban a sus órdenes, obedeciendo lo que les mandara y con sus agujeros siempre listos para recibir su polla y su leche.
Sin embargo se avecinaban algunos cambios que no favorecerían a las jóvenes. Miguel nuevamente quería escuchar sus gemidos mientras las castigaba. Se iniciaba una nueva etapa.
Para ello no escatimó en gastos en la compra de distintos y novedosos aparatos con los cuales someterlas a tormentos. Desde potros a picanas, desde látigos a esposas, desde cadenas a jaulas. Pensaba abusar de sus cuerpos hasta el límite, pero siempre dejando a por lo menos a una de ellas en condiciones de usarla sexualmente.
Una vez que todo estuvo instalado, proceso que ambas hermanas observaban, pero no se atrevían a preguntar, Miguel decidió comunicarles las novedades. Para ello, una mañana, mientras desayunaban les comentó:
-Habrán observado que hay algunos aparatos nuevos en la sala. Están destinados a ustedes. A partir de mañana comenzaré a atormentarlas de distinta manera. Les anticipo que deberán hacer un gran esfuerzo para soportar las torturas que tengo pensado.-
-Como siempre deberán agradecer que las haya elegido para el castigo del día y obedecer todas mis órdenes. Recuerdan aquello de:
" Yo, El nombre de ustedes , puta y esclava propiedad en cuerpo y alma de Miguel Saviola, pongo todo mi cuerpo a disposición de mi Amo y Señor para que lo use y goce de la manera que considere conveniente, siendo un honor para mí ser penetrada por su polla u otros objetos, en mi vagina, culo o boca en el momento y la forma en que mi Amo y Señor lo disponga.
Agradezco ser castigada por mis faltas o comportamientos no adecuados que mi Amo y Señor así lo considere, a fin se ser una esclava sumisa y sometida totalmente a la voluntad de mi Amo y Señor. El tipo, cantidad e intensidad de castigo, será fijado por Él a su entero arbitrio y yo lo recibiré con alegría y sumisión."-
-Pero agregaremos esto: " También pongo mi cuerpo a disposición de mi Amo y Señor para que sea atormentado con las más severas torturas, no ya simples castigos, de acuerdo con su voluntad "-
-¿Nos va torturar de verdad? ¿No es suficiente con tenernos a su disposición, cogernos cuando quiera y tratarnos como verdaderas esclavas?-
-Han visto que no es suficiente. Quiero algo más de ustedes.-
Ambas guardaron silencio. ¿Qué más podían decir? Sintieron como un nudo en la garganta y el culo. El miedo y la tristeza se apoderó de ellas. Alguna lágrima rodó por sus mejillas.
-He convocado a Felipe para que les haga una buena sesión de fotos, aprovechando que apenas lucen alguna marca de castigos anteriores. Será para comparar cómo quedarán sus cuerpos luego de dos o tres meses de torturas. Ahora quiero que repitan el texto de sumisión. Comienza tu Julieta.-
Julieta comenzó: "Yo, Julieta Gutiérrez .." luego Pilar también repitió el texto.
Ambas hermanas habían creído que lo peor había pasado, pero ahora sabían que no era así. Tener que repetir el texto de sumisión, los nuevos aparatos que había en la sala y eso de "Será para comparar cómo quedarán sus cuerpos luego de dos o tres meses de torturas" no dejaba lugar a dudas. Seguiría abusando de sus agujeros pero además estarían los castigos que parecían no serían menores.
Felipe les tomo varias docenas de fotos en todas las posiciones posibles y siempre mostrando las partes más íntimas y sensibles de sus cuerpos. ¿También las torturaría en la concha? ¿Por eso tantas fotos de sus rajas abiertas?
Quedaron bastante alteradas por los acontecimientos y durante esa noche casi no pudieron dormir, pensando en lo que les aguardaba.
A la mañana siguiente las condujo a la sala. Ató los brazos de Julieta en la espalda, tomando cada codo con la mano contraria. Luego le colocó un collar unido a una cadena pendiente del techo. Apenas podía desplazarse no más de medio metro.
Luego ordenó a Pilar que se acostara en el potro. Fijó sus tobillos y muñecas y comenzó a girar la manivela hasta que el cuerpo quedó estirado e inmovilizado, aunque las piernas quedaban algo separadas dejando libre acceso al coño. Mientras tanto Julieta veía con horror cómo su hermanita sería sometida a la tortura del potro.
Una vez que Pilar estaba inmovilizada en el potro, Miguel fue en busca de una picana de nuevo modelo que las jóvenes desconocían. Primero le puso un par de electrodos en las plantas de los pies y acercó el otro extremo al vientre, cerca del ombligo.
-Ésta es una nueva picana. Recibirás una descarga conforme te toque con esta punta en distintas partes de tu cuerpo. Eres muy joven y resistirás las descargas sin dificultad. Además quiero que tu hermana vea cómo eres torturada, para que se vaya preparando para lo que le espera. Puedes gemir, gritar, implorar, lo que quieras, pero yo continuaré mientras quiera hacértelo.-
Estaba claro que no tenía alternativa. Miguel abusaría de ella, la castigaría y haría cualquier cosa usando su cuerpo sin contemplaciones. Lo único que le quedaba era soportarlo y esperar que este deseo de castigarla pasara pronto.
Estaba sumida en estos pensamientos cuando la punta de la picana tocó su ombligo. Una fuerte descarga recorrió su cuerpo. Un grito desgarrador lleno la sala, mezcla de dolor y sorpresa. Casi de inmediato Miguel levantó la picana.
-¿Qué te ha parecido la descarga? ¿Te ha gustado?-
-Por favor Amo y Señor, no me castigue con ese instrumento. No podré soportarlo-
-No solamente que podrás soportarlo en el ombligo sino también en los pezones. ¡mira!.-
En ese momento Miguel apoyó la punta en el pezón izquierdo de Pilar, cuyo cuerpo temblando, se revolvía en las ataduras del potro. Ahora, a pesar de los gemidos de Pilar Miguel no retiraba la punta de la teta sino que lo desplazó hasta el otro pezón dejándolo allí un momento.
Mientras Pilar gemía con todas sus fuerzas, Julieta que contemplaba cómo su hermana era torturada imploraba una y otra vez que detuviera el castigo. Poco después Miguel levantó la punta del pezón derecho.
-Me has excitado. Descargaré mi leche y luego continúo con la picana.-
Miguel se quitó la ropa y montándose sobre el potro acercó el glande a la entrada de la vagina. Lo apoyó contra los labios y de un empujón, la clavó hasta el fondo. Luego de una pocos bombazos un abundante chorro de semen se descargaba en el interior de la joven. Se bajó del potro, se vistió y tomó nuevamente la picana.
-Un poquito de electricidad en la conchita te estimulará.-
Antes que Pilar pudiera reaccionar una fuerte descarga recorría su cuerpo entre la concha y la planta de sus pies. Luego lentamente deslizó la punta de la picana por la ingle para volver a los labios vaginales e introducirse ligeramente ente los mismos y alcanzar el clítoris. Sólo unos minutos después levantó la punta del instrumento.
Cesaron los gritos pero la respiración de la joven era agitada y entrecortada. Su cuerpo estaba mojado de transpiración y sentía una fuerte picazón en su concha, que no tenía manera de calmar ya que sus brazos estaban atados.
-Un poquito más de picana te hará bien. Esos pezones necesitan un poco más pero hay que aumentar la corriente.-
-¡Nooo!¡Más picana Noooo!¡No me torture más!.-
-Perece que has olvidado la última parte de tu declaración: " También pongo mi cuerpo a disposición de mi Amo y Señor para que sea atormentado con las más severas torturas de acuerdo con su voluntad ". Esto no es otra cosa que hacer uso de mi derecho.-
-Amo y Señor. No me torture más con electricidad. Soportaré otros castigos pero no más picana.-
-Un poquito más, nada más, así.-
Apoyó la punta en uno de los pezones. Ahora se sentía aun más que la primera vez. Quizás por la corriente, quizás por los movimientos contenidos por las ligaduras, lo cierto era que la teta vibraba como una campana resonando. Pilar gemía sin consuelo. Luego fue el turno del otro pezón. Pasaron varios minutos antes que Miguel decidiera levantar la varilla. Pilar estaba destruida por el sufrimiento.
Quizás por las vibraciones o por el propio paso de la corriente ahora las tetas le picaban como si hubiesen sido clavadas por cientos de aguijones.
Ambas hermanas estaban desoladas. Una por sufrir el castigo en forma directa y la otra por observar a su hermana ser castigada y que sería el camino de ella misma. Las lágrimas corrían abundantemente por las mejillas de ambas.
Así finalizaba la primera sesión de castigo sobre Pilar. Al día siguiente, la elegida para se castigada era Julieta, por lo que Pilar fue atada a un poste para presenciar el tormento de su hermana.
Julieta estaba ahora con los brazos en alto atados a una cuerda pendiente del techo y sus piernas algo separadas por una barra unida a sus tobillos. Todo su cuerpo estaba a disposición de Miguel.
-Quiero que repitas el texto de sumisión.-
-" Yo, Julieta Gutiérrez ."-
-Queda claro que estás dispuesta a que tu cuerpo sea atormentado. ¿Es así?-
-Sí mi Amo y Señor. Soportaré el castigo que me imponga. No tengo alternativa.-
-Tienes un cuerpo muy adecuado para ser flagelado. He conseguido algunos látigos que te harán gritar de dolor mientras dejarán unas buenas marcas sobre tu piel. Comenzaré por tu culo.-
Miguel tomó un látigo de reciente adquisición. La cola del mismo medía algo más de una yarda y era de un cuero trenzado que asustaba nada más de verlo. Lo levantó y lo dirigió a la parte media del culo de Julieta. Por el largo del mismo, no solamente impactó sobre los glúteos sino que los rodeó llegando la punta apenas arriba del Monte de Venus. El impacto fue terrible y aunque la joven esperaba el azote, el dolor superó todo lo previsto. Un prolongado gemido partió de su garganta.
Cuando quiso hablar para implorar que no la castigara de ese modo, un segundo azote dejaba su roja marca sobre el culo de Julieta que la hizo gritar nuevamente. Miguel no estaba dispuesto a privarse de azotarla, por lo que continuó hasta llegar a los siete azotes en el culo. A estas alturas, su verga estaba enhiesta por lo que decidió penetrarla en ese momento, aprovechando que sus piernas permitían libre acceso a la concha de su esclava.
La clavó de un empujón. Julieta gemía por el dolor en el culo producto de los azotes, sin poder gozar del polvo. En la posición en que estaba no podía hacer otra cosa que someterse a la voluntad de su Amo.
Luego de correrse en la vagina de su esclava, Miguel tomó nuevamente el látigo.
-Algunas marquitas en la espalda como esas que tienes en el culo te quedarán muy bien. ¿No opinas así Pilar?-
-Amo y Señor. No castigue más a mi hermana. Ya tiene bastante.-
-No te he pedido opinión si debo continuar castigándola o no. Te he preguntado si no crees que unas marcas en la espalda dejadas por el látigo no serían un buen adorno. Fíjate lo que respondes, porque de acuerdo con eso procederé.-
-Dígame Amo y Señor. ¿Quédelo responder? Yo diré lo que me indica.-
-Quiero que digas que diez azotes en la espalda de tu hermana dejarán hermosas marcas. Repítelo.-
-Mi Amo y Señor, No me obligue a decirle que flagele a mi hermana.-
-¿Por qué no? Es una orden. Dilo o ambas sufrirán las consecuencias.-
-Amo y Señor, diez azotes en la espalda de mi hermana Julieta dejarán hermosas marcas que la adornarán.-
-¿Has oído Julieta. Tu hermana opina también que las marcas adornarán tu cuerpo. Serán solamente diez.-
Miguel levantó el látigo y lo descargó con fuerza en la espalda de Julieta. De inmediato una gruesa marca roja que tornó a color cereza cruzaba la espalda de la joven mientras gemía de dolor. Pilar también lloraba viendo a su hermana ser castigada de semejante manera.
Los azotes se sucedieron hasta completar el número de diez. La espalda de Julieta mostraba la ferocidad del castigo. Si bien la piel no se había desgarrado las marcas se habían hinchado dejando gruesos cordones morados. El dolor persistía aunque ya no era azotada.
Por su parte Miguel había gozado no solamente por el polvo que descargó en la vagina de Julieta sino por ese sentimiento de dominación que tenía sobre las hermanas. Podía hacer con ellas lo que quisiera y eso lo excitaba. Mientras tanto ambas permanecían atadas aguardando qué decidiría hacer con ellas su Amo y Señor.
Sin embargo Miguel no quería arruinar la mercadería que tenía en su casa. Desató a Pilar y la obligó a una felatio para luego permitirle ducharse y descansar. Luego de desatar a Julieta, también le permitió descansar.
A partir de ese momento y de manera alternativa ambas hermanas eran castigadas. Un día Pilar y otro Julieta, para luego volver sobre Pilar, sufrían azotes, descargas eléctricas, suspensiones de sus tobillos, muñecas e incluso de sus tetas, agujas clavadas en las partes más sensibles de sus cuerpos y otras torturas similares que marcaban cada vez más acentuadamente el poder de Miguel sobre ambas.
Una mañana Miguel les anunció que tenía malas noticias para ellas. Uno de los asiduos visitantes a la página LasGutierrez le pedía un video en el cual se viera cómo Miguel le cosía la concha Pilar, mientras esta gemía con desesperación cuando la aguja atravesaba cada uno de los labios vaginales en los sucesivos nudos que cerrarían la entrada a la vagina.
El otro pedido era sobre Julieta. El video debía mostrar a la joven recibía siete fuertes azotes en el vientre y otro siete en las tetas. Luego debía ser marcada a fuego en la parte medio del glúteo derecho. La marca no debía ser menor a siete centímetros de alto por 3,5 centímetros de ancho.
Cuando ambas escucharon el pedido se horrorizaron pensando en lo que podía esperarles aunque de inmediato se arrodillaron frente a Miguel suplicándoles que no les hiciera semejante cosa.
-Lo pensaré, pero creo que puedo obtener buena lana por un video como el que me solicitan. Las marcas a fuego que no sean de utilería se pagan muy bien, lo mismo que coser una concha sin anestesia con unos diez nudos. Veré cuánto se puede cobrar y si llegamos a un acuerdo, las hermanitas Gutiérrez aparecerán el video mientras a una le cierro su concha y la otra mientras la marco a fuego.-
-Después de todo no seréis la primera esclava que es marcada a fuego una y a quién le cosan la raja a otra. Lo que debo asegurarme es un buen pago.-
-Por otra parte quiero averiguar si quién lo solicita ya las conocían antes de que vinieran a aquí o las han descubierto en Internet.-
-Amo y Señor, tenga piedad de nosotras. La tortura propuesta es muy fuerte y es posible que no podamos resistirla. No nos haga lo que quiere el cliente.-
-¿Por qué no? Si ustedes no son más que un par de esclavas que he comprado para hacerles lo que desee. No se me había ocurrido coserte el coño. Lo haces muy bien con la boca por lo que puedo dejarte con la costura mucho tiempo. En cuanto a ti Julieta, los azotes ya son cosa común y la marca en el culo puede ser una buena señal de pertenencia. Claro que puede dolerte un poco, pero eso no importa, te dolerá a ti, no a mí.-
Ambas comprendieron que no tenían salida. Miguel no se apiadaría de ellas y seguramente las torturaría tal como se lo pedía el cliente. Pagaría la mitad de adelanto y la otra mitad cuando dispusiera del video. Le excitaba sobremanera pensar en coserle la concha la Pilar. Se la imaginaba atada a la mesa, con las piernas separadas y él con aguja e hilo atravesando los labios vaginales mientras la joven gemía, impotente de defenderse.
Para hacer las cosas bien, debía convocar a su amigo Felipe que ya había registrado escenas de castigos y torturas sobre las jóvenes para ponerlas en la página "lasgutierrez".
Una vez todo arreglado les anunció que en la mañana siguiente se haría la filmación. Esa noche ambas no pudieron dormir, pensando en lo que deberían soportar al día siguiente.
Alrededor de la 8 de la mañana llegó Felipe con los elementos necesarios. Dada la importancia y complejidad éste vino con un ayudante para que se pudieran manejar por lo menos dos cámaras de forma simultánea.
Una vez todo preparado, Miguel fue en busca de Pilar. La traía con una cadena en su cuello y con esposas en las muñecas, en la espalda y con grilletes en sus tobillos.
-Ésta es la esclava que vamos a torturar primero. Ayúdenme a amarrarla a camilla ginecológica, pero no dejen de filmar mientras la atamos.-
Pilar fue ubicada en la camilla y luego de quitarle los grilletes de los tobillos, los ataron a los sostenes de la camilla, con las piernas bien separadas y su coño expuesto. Luego fue el turno de las muñecas y brazos y una correa ajustaba su cintura a la camilla.
-Ya está todo listo. Puedes chillar, implorar, gritar o gemir. Todo será registrado.-
-¡No me hagan esto!¡es muy cruel coserme la concha! Amo y Señor, perdone a esta esclava del suplicio.-
-No tienes derecho a hablar. Solamente a expresar tu dolor.-
Las cámaras ya estaban registrando todo cuando Miguel acercó la aguja al labio izquierdo y comenzó a perforarlo. A pesar que Pilar hacía esfuerzos por no gritar el dolor era insoportable, que aumentó una vez que la aguja atravesó totalmente el labio y el hilo comenzó a deslizarse por la perforación.
Luego comenzó con el labio derecho. Una vez que el hilo había atravesado ambas perforaciones, Miguel procedió a hacer un nudo doble, apretado, que unía ambos labios. Pilar comenzó a llorar y a gemir, sabiendo que esto era sólo el comienzo.
Una vez finalizado el primer nudo, comenzó a perforar nuevamente el labio izquierdo. A medida que avanzaba la perforación los gemidos de Pilar eran más fuertes. Luego de atravesar totalmente el labio izquierdo, procedió a perforar el derecho para luego hacer el correspondiente nudo que comenzaba a cerrar la entrada a la vagina. La joven gemía e imploraba mientras la cámara iban registrando su suplicio. Así continuó hasta completar el número de siete nudos que cerraban totalmente el acceso a las profundidades íntimas de Pilar.
-Ya tienes tu coño cosido. Está hermoso. Ahora un poco de alcohol para evitar que se infecte.-
El tocar las primeras gotas del líquido las pequeñas heridas producidas por la aguja, un ardor le afectó toda la zona que se incrementó fuertemente cuando el alcohol se deslizó ligeramente dentro del conducto vaginal.
Pasaron varios minutos hasta que, ya más calma, Pilar dejó de gemir. Fue entonces cuando detuvieron las cámaras. Tanto Miguel como Felipe quedaron satisfechos de lo registrado. Luego habría que editarlo. La joven permaneció amarrada a la camilla ginecológica. Ambos hombres estaban algo excitados, por lo que Miguel fue en busca de Julieta que trajo a la sala.
-Julieta, mama mi verga como tú sabes hacerlo. Castigar a tu hermanita me ha excitado y quiero bajar la presión de leche antes de proceder contigo.-
Julieta prontamente se arrodilló, abrió el cierre del pantalón y comenzó a mamarla. No se demoró mucho en correrse dentro de la boca de la joven.
-Ahora debes calmar a Felipe.-
La joven se dirigió hasta donde estaba el camarógrafo y comenzó a bajarle el cierre.
-Yo te la quiero meter en la concha. Ya está bastante dura como para penetrarte y prefiero hacerlo en tu coño que en tu boca.-
Julieta se incorporó y separando sus piernas ofreció su sexo a Felipe, que prestamente la penetró, descargando su semen en al vagina.-
-Julieta, es el momento de comenzar contigo. Ya hemos descargado nuestra leche.-
-¡Por favor mi Amo y Señor!¡No me marque a fuego!¡será terrible!-
Puede ser que sea terrible, pero he cobrado buena lana para filmarte mientras te azoto y te marco y no perderé el negocio porque a ti te parezca terrible.-
Primero procedió a amarrarle ambas muñecas juntas con una cuerda y lo mismo con sus tobillos. Mientras todo esto sucedía, Felipe estaba muy ocupado tomando las distintas escenas que se sucedían. Con una polea pendiente del techo, Miguel comenzó a levantar a Julieta de sus tobillos. Sus brazos, extendidos hacia el piso fueron amarrados a un pesado cubo de cemento. El cuerpo de Julieta quedaba entonces extendido y suspendido de sus tobillos.
Miguel tomó una vara flexible para aplicar los azotes. El primero se dirigió a la altura del ombligo. El impacto fue muy fuerte que arrancó un prolongado gemido de la joven, mientras una cordón rojo cereza aparecía en su piel. Los sucesivos azotes no se hicieron esperar, siendo el siguiente muy cerca del depilado Monte de Venus y los demás entre los dos primeros. Poco después las siete marcas podían visualizarse en el vientre de la joven.
Restaban aun los siete azotes en las tetas. Estarían dirigidos a la parte inferior de los pechos, lugar generalmente protegido, pero no en la posición en que estaba. Allí fue dirigido precisamente el primero. La vara impactó sin piedad, arrancando nuevamente un prolongado gemido de la joven. El segundo fue dirigido directamente a los pezones. Aunque Julieta intentaba moverse, las cuerdas que la amarraban no le permitían movimiento alguno.
Se sucedieron los azotes hasta completar el número de siete. Otras tantas marcas rojo cereza aparecieron en los pechos de Julieta. Que ahora lloraba y gemía sin consuelo. Mientras tanto colocó la marca al fuego para calentarla. Era una M (de Miguel) y una S (de Saviola). El tiempo necesario para calentar la marca fue el que necesitó Julieta para calmarse de los azotes, pero sabía que aun faltaba lo peor.
Cunado el hierro había adquirido la temperatura necesaria, se dispuso todo para la filmación. Debía observarse cuando el hierro se acercaba a la piel y hacía contacto, como así también registrar la cara de Julieta mientras era marcada.
La joven no tenía manera de defenderse. Suspendida de sus tobillos y con las manos amarradas al piso, su culo quedaba muy bien expuesto para ser marcado. Miguel acercó el hierro y lo apoyó firmemente sobre el glúteo de Julieta. Lo que salió de la garganta de la joven fue un aullido de animal. El hierro quemaba su piel hasta lo profundo y sólo cuando la marca sería absolutamente indeleble, Miguel retiró el instrumento. Mientras tanto Julieta no dejaba de gritar y moverse con desesperación. Ambos hombres miraron la marca dejada y concordaron que había sido perfecta. Ahora sólo debía aguardarse que cicatrizara y mientras tanto se vendería el resultado de esas filmaciones.
Miguel dejó a la joven suspendida por sus pies por más de una hora. Antes de bajarla, le aplicó un ungüento para evitar la infección.
Luego de trabajar en la edición del video, ambos hombres concluyeron que había sido un buen trabajo y que el cliente que lo había solicitado quedaría conforme. Poco después ambas mujeres fueron desatadas y conducidas a sendas celdas donde quedaron encadenadas.
Un mes más tarde, el video se puso en venta a todo el que visitara LasGutierrez. com. Fue un verdadero éxito y se vendieron muchas copias, lo cual indujo a ambos hombres estudiar la posibilidad de futuras filmaciones.
Pilar debió permanecer con su coño cosido por dos semanas. Caminar resultaba un suplicio ya que sentía los tirones de los hilos que cerraban su concha en cada paso. Por su lado Julieta no sufría menos durante la cicatrización de su marca, que sería para siempre.
Cada día que pasaba ambas hermanas perdían toda esperanza de que sus vidas cambiaran. Periódicamente el mismo Miguel permitía a ambas que miraran las filmaciones y fotografías que le habían tomado. Era desalentador verse a sí mismas siendo torturadas cruelmente, mientras Miguel gozaba viendo las escenas. Frecuentemente esto lo excitaba y alguna de las dos o ambas debían calmarlo poniendo alguno de sus agujeros a su disposición. Julieta tenía ya cicatrizada la marca de fuego en su culo y aunque no podía observarla en forma directa, la palpaba con sus dedos. Recordaba el dolor que le produjo cuando Miguel apoyó el hierro caliente en su culo y se estremecía de sólo pensarlo.
Miguel había renovado el deseo de cogerlas y castigarlas por lo que ambas debían poner sus agujeros a disposición de su Amo y Señor pero además soportar los castigos que él decidía. Así varias veces por semana distintos modelos de látigos se estrellaban contra sus cuerpos dejando marcas que perduraban varios días.
Éste era el castigo más frecuente. Parecía que de todos los ensayados sobre las hermanitas, flagelar sus cuerpos, especialmente en las tetas y el coño era lo que más le satisfacía. Esto no quiere decir que no flagelara otras partes de los cuerpos o no usara otros instrumentos de tortura. Además mantenerlas atadas en distintas posiciones, todas muy incómodas, por algunas horas era otro de los castigos que debían soportar.
Quizás la mayor humillación fue cuando Miguel un día obligó a Pilar a beber la orina de su Amo y Señor. Luego de hacerlo, debió repetir reiteradamente:
"Amo y Señor, gracias por darme a beber de su orina para saciar mi sed y permitirme recibir tan preciado líquido en mi cuerpo. Estoy ansiosa por tener nuevamente la oportunidad de recoger en mi boca la caliente meada suya"
Pilar quiso resistirse tanto primero a beber la orina como luego repetir la humillante frase, pero unos azotes en sus tetas la convencieron que lo mejor era obedecer. Unos días después también Julieta debió comenzar con esa práctica y a partir de ese día muchas de las meadas de Miguel terminaban en uno u otro estómago de sus esclavas. Luego debían repetir el texto agradeciendo beber su orina. La degradación de ambas era cada día mayor y ya se prestaban sin sentimiento alguno a ser castigadas sin piedad.
El temor de amabas era que Miguel se aburriera de castigarlas y cogerlas y pudiera decidir acabar con ellas o terminar quién sabe dónde. Frente a este pensamiento, ser torturadas les aseguraba que no serían ajusticiadas en el corto plazo. El temor había nacido a partir de unos videos que Miguel había comprado en los cuales se observaban crucifixiones. Si bien todo era de ficción, no sabían si no podía llegar a hacer realidad la ficción. Sin embargo estaba lejos del pensamiento de Miguel semejante final. Las quería seguir teniendo para poderlas castigar y coger a su gusto, además de ganar algún dinero vendiendo las filmaciones por Internet
Ya raramente usaba el ano de sus esclavas para satisfacción sexual. Sus dos o tres polvos diarios acaban o bien en la boca o en la vagina de alguna de ellas. Sólo esporádicamente se la metía por el culo.
Un castigo que comenzó a usar sobre sus esclavas era clavarles agujas alrededor del esfínter. El dolor que les causaba era terrible pero ambas lo soportaban con sumisión, aunque les costaba contener las lágrimas que casi naturalmente brotaban de sus ojos.