Las hermanas diabolicas...

Pasaron la vida juntas, nunca se habían mirado a los ojos.La envia y el morbo las destruía... gozaron con el goce de los demas... fueron felices viendo sufrir a otros... una historia diferente...

" LAS HERMANAS... diabólicas"

Narrativa Fantástica de

ANALBO


Patio de ladrillos gastados por el tiempo. Varios bancos de granito gris lustrosos y una mesa oval de la misma piedra, rodeados por una glorieta de glicinas, cuyos racimos en flor pintan el ambiente magníficamente, amplio, ventilado, a cuya sombra una vieja pajarera con techo a dos aguas repleta de pájaros que cantan armoniosamente, haciendo la delicia de los vecinos y que parecen molestar a las dos únicas habitantes de la señorial casona. Los canarios, mirlos, cardenales, jilgueros, cabecita negras, rey del bosque, corbatitas, mixtos y otras pequeñas aves, todas las mañanas son alimentados, bañadas y limpiado el jaulón, al igual que el rústico piso, por una mujer anciana, que mantiene el orden en la finca y sirve a las necesidades de las dueñas de casa. Mujer que pasó su vida allí, junto a las hermanas, viendo consumir su juventud y las de ellas. Jamás pensó en irse. Es la única que tiene contacto con las patronas. El resto del servicio sólo se limita a realizar las demás tareas, principalmente una cocinera que con dietario al día, prepara el menú que la vieja ama de llaves le susurra permanentemente y que la más de las veces, la comida, termina en el tacho de los desperdicios.

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La casona, cargada de "cosas" que nadie parecía ver, que nadie parecía oír, por lo menos no lo decían, pero que sí se olía en un ambiente, a veces nauseabundo y no por falta de limpieza, sino por "esas" extrañas entidades que pululaban hediondas y se movían sin ser vistas. Algunas de las empleadas creyeron " ver" esas cosas de distintas formas que no tenían explicación. ¿De dónde emanaban? ¿ De los viejos muros, de los antiquísimos moblajes? ¿ Vendrían tal vez del olvidado sótano o del oscuro ático, cuya puerta no se abría desde la muerte de la recordada Nathasa, que era su refugio? Nathasa, era la hermanita menor de las dueñas de casa, a quien por su belleza, vivieron odiándola hasta el día en que la sepultaron. Aún hoy, años después de su muerte, su tirria y su antipatía, siguen latente.

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La Casona de los fantasmas, era el corrillo en la vecindad, por los comentarios que las empleadas, sí, hacían con sus familiares, cuando regresaban a sus hogares los fines de semana. Algunas, vieron "cosas", otras oyeron. ¿ Existían realmente espectros en la finca? Era posible. Todo era posible, pero en la mente de LAS HERMANAS. Ellas, elucubraban fuerzas siniestras que eran disparadas sin control e iban quedando en el lugar, esperando ser liberadas alguna vez, por "algo", que al igual que esas "cosas", malignas o no, habitaban una dimensión desconocida, pugnando por salir a gritar sus verdades:

-¡Los recuerdos del pasado, enfrentan a LAURA y a MARIA BEATRIZ! Para mi memoria, éstas divergencias han sido desde siempre. ¡Jamás supe por qué tanta inquina, hasta hoy, en que las vuelvo a escuchar, como cuando niña!...¡Ellas no saben que yo veo, que estoy aquí... que las escucho... que sigo en sus mundos como antes!...¡ Sé que estoy permanentemente en sus macabros pensamientos! ¡Siempre me odiaron!...

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Son voces que nadie escucha. Pero están. Es ese "algo" que no se oye, pero que se percibe, se huele. Son voces encerradas, vaya uno a saber en que lugar del universo que rodea la casona. Dicen que las aves pueden ver esos fenómenos, pueden oírlos y cantan, tal vez para espantarlos, tal vez para no escucharlos. ¿ Será por temor, el mismo temor que tenemos los humanos a "esas cosas?". La música de un piano, ejecutada por virtuosas manos y que proviene desde una de las mansiones vecinas, parece acompañar el canto de los pájaros e invade el lugar donde Laura y María Beatriz, mantienen una conversación algo alterada:

-¡ Todavía insistís para que crea tus mentiras!. ¡Por favor, María Beatriz!...

-¡ Ay, hermana, hermana! ¡Ni siquiera los años te han hecho olvidar... comprender... perdonar! ¡Yo ya he olvidado! ¡Creeme que estoy feliz porque he perdonado!...

El tono contemporizador de María Beatriz, contrasta con la enérgica respuesta de Laura, más leal a sus pensamientos que su hermana:

-¿ a quién... a quién perdonaste, vos? ¿A mí?...

-¡ A todos los que tuvieron algo que ver con "aquello"!...

-¡ Sos una hipócrita!...

-¡ No te permito, Laurita!...- se ofendió la hermana -... ¡Yo siempre te dije la verdad!...

-¡ Sí, tu verdad!...-

La rabia de Laura era fácil de detectar. Su hermana se muerde los labios para no explotar. Luego lanza un profundo suspiro:

-¡ Ah, Laurita! ¿ Qué sería de nosotras si no peleáramos?...

Un largo silencio apaciguó los ánimos. María Beatriz se animó a pensar en voz alta:

-¡ Cuantos recuerdos!...

-¡ Algunos, mejor olvidarlos!... – respondió Laura malamente:

-¡ La que no olvida sos vos, hermanita!...- lo dijo con dulzura -... ¡ Está tan candente en tus entrañas todo aquello, que sólo lo vas olvidar el día de tu muerte!...

-¡ Eso es lo que vos querés!...- explotó Laura -... ¡Mi muerte!... ¡Claro, de esa manera, serás la única heredera de todos nuestros recuerdos y gozarás en soledad, haciéndolos tuyos!...¡Sólo tuyos!...- ahoga un lastimoso llanto -... ¡Mi mundo! ¡La intimidad de mi mundo! ¡Mis gozos... mis llantos, mis alegrías! ¡Todo pasará a ser solamente tuyo!...- se pone mal, transfigurando en odio su estado de ánimo -... ¡ Pero así mi cuerpo se vaya... siempre estaré aquí para recordarte lo perversa que fuiste conmigo! ¡Lo perversa que sós con vos misma!...- grita siniestramente su impotencia -... ¡Nunca lograrás que nos separemos!... ¡Mi destino es el tuyo, mala hermana!...

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Sugestivos y espeluznantes susurros, se mezclan en la noche con el viento caliente del verano. Es el gemido de alguien que reclama su liberación desde una cárcel de vidrio, sin odios, sin rencores, casi con humildad:

-¡ Ellas dos son toda la familia! ¡Siempre unidas por los recuerdos! ¡Yo soy el espejo en el que se miran! Soy el efecto intangible de todos sus miedos. ¡La permanente evocación de sus pasados, el repaso de los hechos en sus vidas, impiden a su memoria olvidar y me odian cada vez más! ¡Ellas me volvieron al lugar donde pasamos nuestra niñez luego de tantas invocaciones... no me dejan tranquila! ¡Me llamaron! ¡Soy sus recuerdos, solamente sus recuerdos! ¡Pobres, otra memoria no tienen... solamente yo! Soy el siniestro juego de sus reminiscencias ¿Qué harían si no estuviera allí? Mi único temor es que ellas se vayan y yo me quede aquí, sóla... inmersa en éste alucinante mundo que no ese el mío y al que involuntariamente he vuelto...

¡ Infortunadas hermanas mías!¿ Qué culpas estarán pagando? ¡Qué grande y penosa es sus condenas! ¡A veces me araño el alma preguntándome si no he sido yo el motivo de tanto castigo! ¡Merecen mi piedad!.

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María Beatriz, como si hubiera recibido los efluvios de aquel susurro, en la calurosa noche preñada de mosquitos que no puede espantar, tiene un dulce recuerdo que la hace sonreír y habla, llamando a su hermana a pesar de lo avanzado de la hora:

-¡ Laurita!...

-¿ Qué?... – responde hoscamente y con muy mala gana:

-¡ Nunca voy a olvidar... – como si voz sonriera -... la cara de aquel mocetón, rubio... espigado y hermoso...

¿ Cuál era su nombre?... –

Su voz sonó a tonta. Sabía el nombre. Era su juego en la madrugada y conocía la respuesta de la hermana, que imprimió mucha ternura a su fonación, dando inicio así a sus horrendos entretenimientos en las sombras, en las tinieblas, del cuarto donde pernoctaban aguardando el alba:

-¿ me escuchaste? ¿Cómo se llamaba?...

-¡ Teodórich Grégorich Deminoff!...

-¡ el hijo del Cónsul ruso en Santa Fe, que contestaba mis cartas!...

-¡ Nuestras cartas!... – se enojó Laura:

-¡ ... yo las escribía y las firmaba!...

-¡ Pero yo te las dictaba!...¿ Ves? ¡Siempre fuiste igual! ¡Siempre te apropiaste de todo lo mío!

-¡ Bueno! ¿ Por qué nó, de las dos? ¡Laurita, tan mal humor a éstas horas! ¡Sí, de las dos!...

Eso pareció conformar a Laura. Una larga pausa como si una tregua se hubiera establecido entre ambas. Los ruidos, los extraños ruidos de la noche se adueñaron del lugar y el sonido de los gases de sus intestinos cargados de flatulencias, cuyos hedores parecían no ser percibidos por esas dos hermanas que luchaban por pertenencias construidas en sus mentes enfermizas:

-¿ Sabés?...¡nos estamos olvidando de Natalia!... – se pronunció con suavidad Laura:

-¡ Natasha!... – recuerda dulcemente María Beatriz -... ¿te acordás qué hermosa era?...

-¡ ...y qué bruta!... – con asco -... ¡Ahgg! ¡Nunca he visto persona más ignorante!... – fue despectiva, lacerante Laura:

-¡ Pero qué bien nos complementábamos!...

-¡ Sí, pero yo prefiero la belleza del alma... la inteligencia! ¡Así, como nosotras! ¿ Te recordás, que hasta él notaba la diferencia? ¡Lo decía en sus cartas!...

-¡... estaba locamente enamorado del rostro de la pequeña Natasha!... – Suspira profundamente María Beatriz:

-¡... y del alma y la inteligencia que ponía en sus cartas, decía Teodórich, pensando seguramente que las escribía ella!... – se ufanaba Laura -... ¿ De donde salían tan hermosos y lúcidos textos? ¿Eh? ¡Cada carta era una pieza única de un corazón enamorado que rebozaba de amor, ese amor tan nuestro... y que esa maldita se adueñó... gozándolo ella sóla!...

De esa manera se castigaban permanentemente. Flagelaban sus almas que se retorcían en el fuego de sus propios infiernos que las hacían morir cada vez que los recuerdos venían a ellas. Luego de la rabia de Laura, un largo silencio, que como siempre era profundo y que dejaba oír hasta el latir de sus angustiados corazones. Como de costumbre, María Beatriz trataba de terminar con ese momento de excitación de su hermana y que tanto daño le hacía. La dulzura que imponía a sus tonos, calmaba a la otra:

-¡ Yo estoy recordando ese rostro de ambos, cuando se encontraron por primera vez!... ¡Qué pintura!...

-¡ Vos sóla lo viste!...- chilló Laura -... ¡a mí, no me dejaste mirar, egoísta maldita!...¡debí conformarme con lo que me contaste después!...

-¡ Natasha estaba hermosa! ¡Él, elegante... rubio, alto... traje oscuro! ¡Ah, qué hermosa pareja!...- lujuriosa -... ¡Le tomó las manos... las llevó a sus labios, las besó y luego... – con picardía -... las llevó "allá"!...

-¡ Ahí, sí, pude ver yo! ¡Qué hermoso atrevimiento! ¿No? ¡El rubor en las mejillas de nuestra hermanita, la hizo tan guapa, tan hermosa, que... sentí una envidia de morirme! ¡Le he deseado tantas veces lo peor para ella!...

-¡ Sin ella, después, lo peor ha sido para nosotras! ¡Ay, hermanita... nunca comprendí por qué lo hiciste!...

Volvían a repartirse las culpas. El odio era superior a todo. La envidia nunca las dejó razonar. Vivían solamente para recordar con la maldad de sus corazones, todo el daño que le ocasionaron a Natasha. Laura se defendía:

-¡ Lo hicimos, hermana... lo hicimos! ¡No te olvidés, queridita, que entre las dos lo hicimos! ¡Estábamos celosas!...¡Reventábamos de la envidia! ¡Las dos codiciábamos y deseábamos al guapo Teodórich! Nunca lo vayas a olvidar...

-¡ Todo a propuesta tuya! ¡Sin tu permanente insistencia a realizarlo, yo jamás lo hubiera pensado!... – se defendía María Beatriz:

-¡ Pero lo pensaste, maldita puerca!...- Acusaba Laura:

-¡ No lo quería hacer!...

-¡ Pero lo hicimos!...

-¡ Pero yo no quería!...

-¡ Odiabas a la hermosa Natasha, tanto como yo!...- la azuzaba insanamente -... ¡ Te reventaba su figura elegante! ¡Su lozanía! ¡ Delgadita, estilizada... de ojos enormes y negros, profundos... de cabellos largos hasta la cintura, casi rojo fuego! ¡ Una bella pelirroja!...

-¡ Que me recordaba al colorado e hiniesto chofer de papá! ¡De pelos hirsutos y bien cuidados! ¡Eso me imponía odiar todo lo que de ese hombre venía! ¡Lo odiaba a él, no a ella!...- ahoga un llanto -... ¡Yo odiaba al chofer!...

-¡ Pero te vengabas haciéndola sufrir a ella!...

-¿ En quién podíamos hacerlo?...-

Mostraba su verdadera personalidad, María Beatriz, con su desprecio y encono por el antiguo empleado de su padre. Su antipatía por todo aquello, la hacía tan aborrecible como a su hermana. Detestaban las dos a la muerta y la habían condenado siendo inocente. El odio era el alimento diario de sus atormentadas almas. Sentían repugnancia por todo lo bello. Desearon amar y no han podido hacerlo, pero crearon el mundo mágico de Natasha y Teodórich. Una hermosa historia de amor que vivían como propias a través de sus cartas, obligando a la jovencita a representarlas cuando llegó el momento y ellas, con un amor enfermizo y morboso observaban ocultas entre cortinados, ese maravilloso universo salido de sus mentes. Se consolaban entre ambas lamentando el pasado:

-¡ Pobre papá!...- mascullaba muy dolida María Beatriz:

-¡ Morir tan joven!...- eran palabras sinceras de Laura:

-¡ ... lo hizo por la deshonra inferida por su esposa, nuestra madre!...

-¡... pero nosotras teníamos edad para comprender! ¿ Por qué, no decirnos la verdad? ¡Teníamos trece años cuando ocurrió!...

-¡ Mi pobre papá, tan joven, tan hombre, elegante y buen mozo! ¡Cuánto dolor debió sentir ante tamaña traición!...

-¡ Nunca comprenderé el por qué de tan alevosa deslealtad, una infidelidad humillante para toda la familia! ¡Fue una verdadera infamia, que papá no soportó!... – gimió dolorida Laura:

-¡ Lo supo desde los primeros síntomas de la parición de Natasha! ¿Cómo era posible? ¡Él, no había sido!... ¡Tenía terror!... ¡No quería que se repitiera lo nuestro, y eso hacía que ni tocara a su mujer!...

-¡... a mamá, no te olvidés que fue nuestra madre!...-

La reprendió Laura. Volvieron a su niñez, volvieron a sentir lo que habían olvidado, el gran amor por sus padres. Y recordaron mansamente, casi con ternura momentos imposibles de borrar de las mentes sanas que tenían entonces:

-¡ Se amaban demasiado... en sus discusiones dejaban entrever el gran amor que se profesaban!...- susurró María Beatriz -... ¡mamá quería más hijos, papá no! ¿ Te acordás?

-¿ Cómo olvidarlo? ¡Nosotras también necesitábamos tener hermanos, pero no de cualquier forma!...

-¡ Eso lo decís ahora! ¡Yo también, ahora pienso, cuánto debió amar nuestra madre a papá, para permanecer a su lado tantos años sin tener relaciones! ¡Mi Dios, cuánto amor!...

-¡ Tenés razón!... a veces me pregunto ¿ cómo pudo entregarse a hombre tan feo?... ¡porque el pelirrojo era viejo y nada agradable! ¿Qué habrá querido demostrar nuestra madre?...- razonó Laura casi con dulzura:

-¡ Pienso que intentó hacerle ver a nuestro padre que no era culpa de ella lo que pasó con nosotras!... ¡creo que lo hizo por amor a papá!...

-¿ Y si no lo hizo?...- fue rápida Laura:

-¿ Qué querés decir?...

-¡ digo!...¿ y si el chofer la forzó... la obligó y la violó?...¡Abusó de ella, oportunidades no le faltaban! ¡Las gestiones comerciales y financiera las realizaba ella y siempre la llevaba el chofer!...Estaban siempre fuera de la empresa, mientras papá se ocupaba de las viñas...

-¡ Lo hubiera denunciado!...- aseguró María Beatriz:

-¡ Tal vez la vergüenza! ¿ Le creerían? ¡Papá hubiera destripado al deshonesto, para limpiar la honra de nuestra madre!...- aseguró convencida Laura:

-¡ Él tomó conocimiento del embarazo cuando ya no era posible disimularlo más! ¿Te acordás su reacción?...

-¡ Jamás lo olvidé! ¡Cuánto dolor había en sus palabras! ¡Era tanto su amor por mamá, que no la dañó ni con el mínimo reproche! ¡Sabía que no era suyo! ¡Tampoco exigió explicaciones!...

-¡ Sólo le dijo que jamás dejaría de amarla!...

-¡ Y a la medianoche...todavía me parece escuchar el pistoletazo con el que se voló la cabeza!...

-¡ La carta!...¡Nunca pudimos saber cuáles fueron sus últimas palabras!...- se desconsoló María Beatriz:

-¿ Qué otra cosa podría haber escrito, sino palabras de amor? ¡Nunca supimos qué se hizo de esa carta!...

-¡ Fue un amor tan grande el de nuestros padres!...

-¡ Tan hermoso, dulce... era adoración del uno hacía el otro!...

-¡ ... era único! ¡ Hasta en el cielo debieron sentir celos!...

-¡ Era prohibido!...¡ el amor de nuestros padres fue un amor prohibido!...- balbuceó Laura cargada de angustia.

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Después que se hubieron dormido, cargando el silencio de ese amanecer, con fuertes ronquidos que no parecían ser humanos, las voces de los seres sin luces intentaban salir a excrementar el dolor de LAS HERMANAS. El murmullo fue ensordecedor, pero cesó ante el susurro casi humano que intentaba decir su verdad:

-¡ El amor prohibido de ellos!... ¡Siempre se lo recordó Laura a toda la familia... a todos los que quisieran escuchar... tenía la anuencia de María Beatriz, que asentía permanentemente con su cabeza!... ¡Siempre fueron malas!... El amor no fue un designio para ellas. Odiaban todo lo que tuviera sentimiento, lo que tuviera ternura. ¡Eran odiosas, tanto, que cuando leían novelas que exponían al amor en primera persona, mandaban a quemar el libro! ¡Y no habían sido educadas para odiar! ¡Sus padres las adoraban! ¡Ellas se amaron a sí mismas, transformando en odio todo lo que tocaban! ¡Nunca una sonrisa cálida para nadie! ¡Ahora voy comprendiendo que eran dignas de lástima! ¡A mí me usaban para volcar todo su terror... sus temores, sus malignos pensamientos! ¡Tenían necesidad de expresarlo de cualquier forma! ¡Sus odiosas agresiones las receptaba yo, convertidas en insultos, en la voz de Laura, y en hechos, los objetos que me lanzaba María Beatriz, sin importarle donde fuera a golpearme! ¡Eran y son dos resentidas con la vida, con la gente, con la poca gente que conocen! Lo de Teodórich, el hijo del embajador de Prusia, no de Rusia... tampoco Cónsul. ¡Ellas lo prepararon todo! ¡Nunca dijeron cómo se contactaron con él! ¡Ellas les escribían fogosas cartas, que nunca me hacían leer y me obligaban a recibirlo en casa como si yo fuera ellas! ¡Pluralizo porque las dos eran una sóla! ¡Laura pensaba y María Beatriz, ejecutaba! ¡Me tenían prohibido hablar... me amenazaban... el miedo me hizo silencio y de pocas palabras! ¡Miedo a sus represalias que eran terribles! ¡Me pedían, me exigían que dejara que aquel joven, al que fui conociendo con el tiempo, hiciera conmigo lo que quisiera... que no me opusiera a nada, porque ellas observaban todo! ¡El morbo las superaba! ¡Yo dejaba hacer a aquel hermoso insolente, tal vez, más porque me agradaba, que por temor! ¡Lo que no estaba en sus cálculos, era que Teodórich Grégorich Deminoff, hizo que me enamorara de él, con un amor adolescente, muy profundo, el que se siente cuando se tiene apenas 16 años... el del primer beso... el de la primera caricia! ¡Cuándo notaron que ya aguardaba yo, con impaciencia la visita, tan deseada por ellas... las llenó más de odio hacía a mí! A partir de entonces se acentuó un complot entre ambas, para someterme más y más a sus caprichos y eliminarme. ¡Comencé a comprender algo, del por qué de tanto desprecio, tanto encono! ¡Sí, mi padre fue el chofer de la familia... y mi madre, su madre, la hermana de su padre! ¡ Ese fue el gran dolor de la familia! ¡ El gran amor prohibido! ¡Obnuvilados por el mal nacimiento de Laura y María Beatriz, creyeron todos, que era un castigo de Dios por el incestuoso camino tomado por ambos! ¡Mi madre y el padre de ellas eran gemelos... hermanos gemelos... y se amaron... seguramente se seguirán amando aún, en el infierno... en el purgatorio o en el cielo!...

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Con los primeros rayos de luz del ardiente nuevo día, el canto de los pájaros iba en aumento hasta convertirse en una sinfonía, azuzando a los duendes tramposos y oscuros, a abandonar el sitio, porque ya comenzaba a ser territorio de los vivos. La hora de los difuntos se diluía en la enorme mansión, con el acercamiento de la vida, que invadía con ruidos y luces:

-¡ Mentiras! ¡Mentiras!...- María Beatriz luchaba con alguien en su sueño -... ¡Siempre mentiste! ¡Ni muerta dejás de falsear las cosas... nunca dejás de engañar!...

-¡ María Beatriz!...- grita somnolienta Laura -... ¿Qué pasa?...¡Eh, hermana! ¡Despertate!...

-¡ Oh!...¡Qué dolor de cabeza!...- despertando, bosteza:

-¿ Qué tenés?...

-¡ Nada!... ¡ Un horrible sueño!..

-¿ Con quién peleabas?...¿ conmigo?...

-¡ No te hagas la idiota!... ¡Sabés muy bien con quien soñaba!...

-¡ Ni a los muertos dejás en paz, hermanita!...

En la tenue claridad de ese cuarto con cortinas oscuras, el silencio volvió a adueñarse del sitio. Luego como respondiendo a su propia pregunta se escuchó como en un susurro la sarcástica y gastada voz de Laura, acompañada por una sonrisa rayana en la locura:

-¡ Ni a los muertos, deja en paz mi hermanita!... Y me recriminabas a mí no saber perdonar... - una risa gastada e hiriente -... ¡Ella te acosa en tus sueños! ¡A mí eso no me lo hace... lo intentó una vez y terminé con ella haciéndola quemar en su propio infierno!... – risita feroz -... ¡ La hubieras visto... era una antorcha! ¡Parecía estar fritándose en el sartén!... – vuelve a reír siniestramente:

-¡ Será por la carta recibida de Teodórich!...

-¡ Será!... ¡La convocaste y vino! ¡Maldita, maldita... sigue siendo una maldita! ¡Podrida como estará en su féretro, siempre vuelve!... – blasfemó Laura:

-¡ Cuántas cosas hermosas ha escrito en su carta! ¡La sigue recordando como si hubiera estado con ella ayer!... – Suspira profundamente María Beatriz. Ha caído en un estado de ensoñación que la envuelve en un halo siniestramente angelical. Su voz parece soplada desde su interior suavemente, imprimiéndole un tono cargado de increíble ternura:

-¡ La recuerda todavía después de tantos años, como si fuera anoche que se despidieron con un largo beso! ¡Qué hermoso fue todo aquello! ¡Lo sentí como mío ese beso... lo gocé sobre mis labios!... ¡Él estaba tan soberbio y ella, bellísima, pero muy pálida! ¿ Te recordás? ¡Teodórich dijo que debía regresar a su patria!... ¡Idiota de muchacha!

¿ Por qué no se fue con él esa noche?...

-¡ Hipócrita!... – gritó con rabia Laura -... ¡Vas a seguir siéndolo toda tu vida! ¡ Hipócrita... malvada!...

-¡ Tu maldad, no la mía!... – se defendió la otra -... ¡Él se escapó de ella!...¡Prefirió quedarse con el recuerdo! ¡Vos la estuviste matando lentamente!...

-¡ Que maldita cochina que sós!... ¿ Quién le dio la receta?...

-¡ Vos me la dictaste... me pediste que la escribiera!...

-¡ Pero vos se la entregaste, mintiéndole! ¡Le dijiste que eran vitaminas y que las necesitaba por su edad! ¡Y eso yo no te lo dicté, vieja puerca! ¡Hasta le contabas la cantidad de gotas que le ponías vos misma en cada té!...

Una risita diabólica tronó contra las grises paredes del cuarto, y se repetía como un eco que rebotaba de muro a muro, hasta ganar todas las amplias dependencias de la finca. El personal de servicio que comenzaba a hacerse cargo de sus actividades domésticas, se paralizaba. Los pájaros cesaban en sus cantos. LAS HERMANAS seguían gozando siniestramente con un juego malévolo de infames recuerdos, riendo las dos:

-¡ En menos de un año el fuego de su pelo se convirtió en cenizas!... – saboreaba su venganza María Beatriz:

-¡ La enfermedad de vejez prematura, le diagnosticó el médico a mamá!... – rió burlonamente Laura:

-¡ Teodórich, no soportó todo aquello e inventó lo del viaje!... – Ríe -... ¡Pobre Natasha!...

Otra vez la espeluznante y patibularia risotada de esas mujeres, golpearon los tímpanos de todo ser viviente que habitaba el lugar. El gato negro, morrongo inseparable de LAS HERMANAS, se hizo una hoz de pronto, con los pelos erizados, mientras maullaba como defendiéndose de ese sonido irritante que agredía sus oídos.

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Nuevamente el susurro melancólico de esa entidad que se siente agraviada por esa impiedad de las dos mujeres que gozan con sus recuerdos cargados de resentimientos y perversidad. Desde el mundo intangible en el que está prisionera, intenta, con dolor pero sin odio, responder a tanta crueldad, a tanta malignidad producto de mentes enfermas:

-¡ Es tanto el odio que envuelve sus almas, que sigo siendo su rival desde aquí... desde lo imposible... desde ésta cárcel de vidrio donde he quedado cautiva, porque sus instintos maléficos no me dejan en paz! ¡A pesar de ello mi mundo es más hermoso que el de ellas!... ¡Huelo perfumes suaves y agradables!... ¡Luces, muchas luces... y lo veo a Teodórich y estoy con él!... ¡Llego hasta su hogar... veo a su esposa... a sus hijos! ¡Eso a ellas les está vedado! ¡Sé que no es feliz... sigue amándome! ¡Lo manifiesta en sus cartas... en esas cartas que aún escribe, pensando que las recibo yo! ¡Ellas jamás le mencionaron sobre la dolorosa agonía de mi final, ni del definitivo tránsito hacia los brazos de Dios! ¡Mi dulce Teodórich! ¡ En cada letra de los escritos de ellas, vé mi rostro... en cada hoja leída vé borrarse palabra a palabra el texto, mojado por mis lágrimas, sin comprender mi llanto, ni de dónde provienen esas gotas con sabor a sal cargadas de amor!... ¡Aguardo ansiosa a que me abran las puertas de la jaula tenebrosa en la que me han encerrado para poder volver y volar libremente hasta él!... ¡Mi Dios! ¿Por qué tanto resentimiento, tanto desprecio, por mí? ¡Tal vez lo más malo que he hecho es haber nacido hermana de ellas! ¡Recién comprendo cuánto gozaban cuando iba muriendo! ¡Para ellas fui expirando, mientras se iba apagando el fuego de mis pelos, cubriendo de nieve mis sienes y de arrugas mi rostro!...¡Para él, no! ¡Quedé en sus retinas, jovial y huidiza a sus pecaminosos requerimientos!... ¡Envejecí en sus mentes, porque así lo deseaban... envenenaron mi sangre, pero no mi alma!... ¡Hoy, yo vivo en mi muerte... pero ellas están muertas en vida!....

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Ya la claridad del día inunda el patio de ladrillos. Los pájaros revolotean en la pajarera, revolcándose en los distintos recipientes con agua que la vieja ama de llave cambia cada mañana al darles de comer. El canto de todos invade con algo de vida esa parte de la casona. El perfume de los racimos de glicinas desborda el lugar e invade los interiores. Luego la anciana mujer entra al santuario de las hermanas llevando una cala negra y se la entrega a María Beatriz:

-¡ Niña... la encontré!...

-¿ Estaba dónde te indiqué?...

-¿ Qué es?...- pregunta Laura -... ¿Qué le trajiste a mi hermana?...

-¡ Una hermosa cala negra, niña Laura!...

-¿ Una cala negra?... ¡alcanzámela, por favor, quiero verla!...

-¡ No, es mía!... – gritó María Beatriz -... ¡Es hermosa!..

-¡ Lo que yo no entiendo, niña, es cómo sabía que ésta rara flor se encontraba en el lugar que me indicó!...

-¡ Porque la vi, me agradó y te la pedí!...

-¿ Qué viste vos, vieja cochina, egoísta y mentirosa?...

-¡ Yo veo todo!... ¡Hercilia, ahora andá a prepararnos un buen desayuno!...

-¡ Eso es buen síntoma, niñas... significa que hoy están felices... están contentas!... ¡Gracias a Dios!... ¡Ya vuelvo para asearlas, mientras se prepara el desayuno!...

-¡ La vas a enloquecer a la pobre con tus caprichos!... ¡Mirá que decirle dónde viste una cala negra! ¡Te sé loca, pero no tanto, hermanita! ¡Lo que habrá tenido que caminar la pobre Hercilia para comprarte una!...

-¡ No, querida, yo le indiqué en qué lugar del parque se encontraba mi cala negra!... ¡Es hermosa!...- de mala manera -... ¡y vos, nunca la vas ver!...

-¿ Y cómo hiciste para saber justo el lugar en que se encontraba?... ¡Seguramente que la has visto en una de tus pesadillas... porque una cala negra, es sólo de pesadilla!.

-¡ Lo decís porque te morís de ganas de verla, envidiosa!..

-¡ Mala hermana, mezquina! ¡Seguramente la viste en algunos de los cementerios que recorrés en tus sueños!...¡ Bruja, ahora yo, no quiero saber nada con tu cala negra! ¡ Qué mal estará elucubrando tu maldita mente y contra quién!...

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La vieja ama de llaves, la única que entra en el cuarto siempre oscuro de LAS HERMANAS. Cincuenta años que hace el mismo trabajo. Las asea y les dá de comer, desde la muerte de su madre. Luego las maquilla y les hace comentarios de cómo ha quedado la otra:

-¡ Bueno, no se peleen!...- las reprende Hercilia con mucha paciencia -... ¡Las dos, están lindas!...

-¡ Mis ojos son más lindos que los de ella! ¡Decilo, Hercilia, para que reviente de envidia!... – grita María Beatriz riendo feliz:

-¡ No, es mentira, siempre me dijeron que yo saqué el color de ojos de papá... los recuerdo muy bonitos!...- desmiente Laura:

-¡ Bueno, está bien!... – las consuela la anciana ama de llaves -... ¡La niña Laurita, tiene unos lindos ojos marrones y usted, niña María Beatriz, sus ojos son de un gris azulado, muy pero muy pícaros!...

-¡ Lujuriosos, querrás decir!... – acusó Laura -... ¡el fiel reflejo de su sucia mente, cargada de pecaminosos pensamientos!...

-¡ Ah, mirá quién habla!...- se defendió María Beatriz -... ¿ y los tuyos, morbosa?...

-¡ Ay, niñas, niñas... ¿cuándo van a estar de acuerdo?...

-¡ El día que ésta no esté más!... – María Beatriz, rápidamente se arrepintió -... ¡Perdonáme, hermanita!...

-¡ Usted sabe, niña, que eso nunca debe desearlo! ¡Sería muy malo para las dos!...

-¡ Si, ya lo sé!... – lloriquea -... ¡ pero es ésta que me hace poner nerviosa!...

-¡ Yo, no!... Vos sós la loca...

-¡ Les corro la cortina de la ventana, así entra claridad y la niña Beatriz puede leer para las dos su libro preferido!...

-¡ Yo quiero "Los Amores de una princesa Rusa"... - pide Laura:

-¡ Claro, ella no puede con su morbo!... – ironiza su hermana y caprichosamente le pide a la fiel anciana -... ¡Hercilia, vos alcanzáme "Zaratustra"...

-¡ La que me dice morbosa a mí!... – y ríe siniestramente; esa mañana, realmente las dos estaban felices.

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Ni en la sala de estar, ni en su cuarto, había espejos. Ellas los odiaban. Sólo los días en que no trabajaba el personal de servicio, Hercilia las llevaba al patio de ladrillos. La anciana ama de llave respondía a preguntas de las hermanas, que surgían de las discusiones que sostenían permanentemente, mientras leía para sí compendios de recetas de cocina:

-¡ Niñas! ¿ Por qué no dejan de pelear?... ¡Las dos tienen razón... yo comencé a servir a su mamá, a la semana de haber nacido su hermanita Natalia! ¡Su madre estaba muy deprimida desde la muerte del papá de ustedes y su salud muy deteriorada y entonces me hice cargo de ustedes dos que ya iban a cumplir los catorce años!...

-¡ Te lo dije!... – gritó María Beatriz -... ¡Nuestra madre se desentendió de nosotras cuando vino ese engendro a perturbar nuestra existencia!... ¡Yo me sentía tan feliz cuando mamá nos atendía!...¡gozaba con sus caricias! ¡Cuándo sonreía, qué delicia era ver sus dientes blancos, porque entonces mamá era muy feliz!...

-¡ Con nosotras y papá!... ¡Tenés Razón, María Beatriz, si esa no hubiera nacido... nuestras vidas habrían sido tan distintas!...¡ papá y mamá, hubieran estado muchísimos años más con nosotras... pero esa... esa maldita!...

-¡ Bueno, niñas... no ganan nada con recordar cosas que para ustedes han sido tan malas! Pero ¿ qué culpa podría tener la niña Natalia? ¡A los hijos los manda Dios!...

-¡ Pero a ella la mandó Satanás!...

-¡ Y Satanás se la llevó!... – rió con ganas Laura:

-¡ Niñas, es hora de la merienda... la voy a preparar!...

La buena anciana fue hacia los interiores de la casa. Las dos hermanas quedaron en silencio. No soportaban quedarse calladas. No escuchar la voz de la otra, era la muerte para ellas:

-¡ Laurita!...¡Laura!

-¡ Te escucho!... ¡No grités que no estoy sorda! ¿Qué pasa?...

-¿ Por qué no le decimos a Hercilia que nos saque una foto? ¡Siempre te lo he pedido y nunca lo aceptaste!...

-¡ A mí, no!... ¡Decile que te la saque a vos! ¡Lo que es mí, jamás lo voy a permitir!... ¡Si tenemos aquella foto que nos hizo sacar papá! ¿ No lo recordás?...

-¡ Sí, pero teníamos doce años... y no estamos juntas! ¡Yo quiero una donde estemos las dos!...

-¡ Nunca vas a lograrlo! ¿Me querés decir cómo sacarías una foto a las dos de frente?...

Pero María Beatriz siempre había querido tenerla. Nunca se habían mirado a los ojos. Tal vez ese era el castigo mayor de sus vidas. No se conocían más que por sus voces. Jamás una caricia, nunca una sonrisa. Sentían lo mismo, sufrían de igual manera, el dolor de una era el de la otra. Estaban atascada en el sucio charco humano cargado de maldad, en el que las había puesto la vida. ¿Qué culpas estaban pagando?

¿ Sería verdad que era el sobre precio impuesto por Dios al amor prohibido de sus padres?.

--00—

-¡ Laura!...

-¿ Qué querés?...

-¡ Quiero verte... necesito verte y darte un beso!...

-¡ Mirá que estás loca!... – y esboza una sonrisa cargada de crueldad -... ¡Bien, ya que querés verme... por qué no venís hasta aquí! ¡Espero tu visita, hermanita!... –

Una risotada cargada de malignidad. Los pájaros del jaulón revolotearon asustados y otra vez el gato negro volvió a encorvarse sobre sí mismo, con los pelos erizados, lanzando un maullido lastimoso de bestia atormentada:

-¿ Me estás provocando, Laura... o te estás burlando de mí?...

-¡ Nada de eso! ¡Te hago una invitación!... – irónica:

-¿ Y si acepto tu invitación?...

-¡ Avisáme cuándo llegás, así preparo el té!... – volvió a ironizar Laura -... ¡Ah, María Beatriz!...

-¡ Si, querida!...- respondió ingenuamente:

-¿ Qué te gusta más, torta de chocolate o de ricotta?... Tengo que amasar ¿sabés?...

-¡ Vos te reís de mí! ¡Bien, aguardáme unos instantes que ya estoy con vos!...

Otra vez la horrible y espeluznante risa de la ya casi desdentada Laura. La parte superior de sus finos labios parecían estar estriados, como con pliegos encimados, formando pequeñas rayitas verticales, signos de los años y el sufrimiento. Gozaba la ocurrencia de su hermana, que había cerrado sus ojos con fuerza y apretado sus dientes, sin decir una palabra. De pronto, la cabeza de María Beatriz cayó hacía adelante, como si se hubiera quedado dormida. La risa fue terminando con su aliento y cuando no pudo expeler más aire de sus pulmones, Laura quedó exhausta y con la pera sobre su pecho. El silencio de su hermana le llamó la atención:

-¡ María Beatriz!...¿ que te pasa, María Beatriz?...

-¡ Nada!...- la escuchó en un tono muy distinto. Jamás había escuchado tanta dulzura en su voz:

-¿ Qué hacés?...

-¡ Mirarte!...

-¿ Mirarme?...¿ Estás soñando conmigo?...

-¡ No, estoy mirándote! ¡Levantá tu cabeza y abrí tus ojos y vas a comprobar que los míos son más hermosos que los tuyo! ¿Qué, tenés miedo de conocer a tu hermanita querida?... ¡Vamos, Laurita... ahora vas a comprender cómo he hecho para ver a esa hermosa cala negra y decirle a Hercilia el sitio justo donde encontrarla!... ¡Ahgg, hermana... tenés los ojos lagañosos y el rímel corrido!...

Laura quedó paralizada. Escuchó muy cerca esa voz. Comenzó a levantar lentamente su cabeza y abrió sus ojos. No pudo pronunciar palabras. Delante de ella una figura casi transparente, pero bien delineada y de pié, le sonreía. El feo aliento de esa boca estaba casi sobre sus narices, era insoportable. Ya no tenía dudas, algo había delante de sus ojos que se movía. Giró su cabeza hacia ambos lados:

-¿ Estoy soñando, verdad?...

-¡ No, estás bien despierta, Laurita!... ¡Aquí estoy! ¡He venido a tomar el té!...

--00--

Cuando despertó, Laura, buscó con sus ojos. Miró hacía ambos lados de su cuerpo, era lo único que podía hacer. Volvió a cerrar sus ojos y trató de escuchar a su hermana. Se le ocurrió que María Beatriz ni respiraba siquiera y la llamó con temor, una, dos, tres veces y por último dio un grito aterrorizada:

-¡ María Beatriz!...

El cuarto estaba muy oscuro. Se preocupó más al no tener respuesta. Tampoco Hercilia concurrió ante su grito. Un silencio lúgubre la rodeaba, ello la aterraba más todavía y volvió a llamar a la hermana:

-¡ María Beatriz!...- fue más suave ésta vez -... ¡Querida! ¡Por favor, hermana, contestáme!...- tuvo mucho miedo. Comenzó a sollozar lastimosamente -... ¡ María Beatriz... no me dejés sóla!... ¡ Estoy asustada, aterrada!

¡Tengo mucho miedo, me horroriza pensar que no estás aquí!... ¡Por favor, contestáme!...

Se iluminó el cuarto y lo que vió la espantó más. Una cala negra como suspendida en el aire que se acercaba a ella y la patética voz de su hermana, algo fatigada que casi le hablaba sobre su rostro, salivándole las mejillas:

-¡ Tomá, querida... para que no dudes más! ¡Te traje una flor... la fui a buscar para vos!...

Hercilia escuchó voces cuando entró. Se extrañó. Con quién estaría hablando Laura, se preguntó. María Beatriz tenía su mentón caído sobre su pecho, estaba durmiendo. Meneó su cabeza en forma negativa, como lamentando el estado mental de su patrona. Se acercó. Se sorprendió ver entre sus manos la cala negra. Laura seguía hablándole a alguien. La anciana ama de llaves, volvió sobre sus pasos y se acercó a María Beatriz, le tocó la frente, estaba transpirando y muy fría. De pronto abrió los ojos y le sonrió. Fue una sonrisa extraña y una mirada diabólica:

-¡ Hola, Hercilia!... ¿ qué buscás?...

-¡ Nada, niña... solamente vine a ver si necesitaban algo!...

-¿ Vos necesitás algo, Laurita?... – fue una pregunta irónica:

-¡ No!... pero ¿ dónde estás?...

-¡ Aquí!... ¿ dónde querés que esté?...

-¡ Ah!...

-¡ Ya ves, querida Hercilia, no necesitamos nada!...

La anciana las notó muy raras, decidiendo retirarse. Al hacerlo, vió el florero dónde ella lo había dejado y en su interior estaba la cala negra. LAS HERMANAS, estallaron en una risotada que la estremeció y se alejó rápidamente sin preguntar nada.

--00--

Otra madrugada que las encontró conversando. Siempre hablaban sobre el mismo tema:

-¡ Natasha!... ¡cuánto te odiamos, recordada difunta!...

-¡ Ella, si nos está escuchando se revolcará en su apestosa osamenta!... – gruñó Laura:

-¡ Seguramente que se volverá a morir con cada momento de felicidad que efluvian nuestros cuerpos!... –

Otra carcajada de las hermanas diabólicas que retumbó en cada una de las habitaciones del enorme caserón. Los habitantes del lugar, jóvenes empleadas domésticas, la cocinera y Hercilia, en sus lechos rezaban cada vez que las escuchaban:

-¿ Serán de felicidad, nuestros efluvios, María Beatriz?...

-¿ Todavía lo dudás, hermanita? ¡Yo soy, me siento inmensamente feliz! ¡Cada carta de Teodórich me vuelve a la vida!...

-¡ Nos vuelve... nos vuelve! ¿Ves? ¡Sós siempre la misma ruin y sórdida mezquina!... – protestó Laura -... ¡Todo lo lindo, lo hermoso es tuyo!... ¡Lo malo, lo feo es mío! ¡Tenés que aprender a compartir... egoísta!...

-¡ No, querida, mis recuerdos no me los vas a quitar!...

-¡ Como si yo no supiera cuáles son tus recuerdos!...- ríe:

-¡ Reite, pero mis recuerdos son míos!...

-¡ Tus únicos recuerdos son el haber espiado morbosa y permanentemente la intimidad de la pequeña Natasha, durante sus encuentros con Teodórich!...

-¡ ... veía cómo él la acariciaba!... – voz cargada de lujuria -... ¡ le apretaba los senos... la besaba... mordía su cuello de tal forma, que aún oigo los grititos de la golfa, diciendo un "NO"... – con rabia -... que era un impúdico "SI"!...

-¿ Quién hubiera podido sentir el placer de esos momentos?

¡Ay, hermanita... cuánto te envidio!... –

La voz de Laura se la escuchaba agitada, como gozosa, deleitándose con una sensualidad virtual. Su hermana, repugnaba escucharla sonreír, respirar totalmente excitada y con sonrisa dibujada en su rostro, mordaz, ofreciendo un cuadro patético de sus enfermizos pensamientos, retorcidos y perversos:

-¡ Yo los veía, estaba allí junto a ellos!... – jadea -... ¡ era a mí a quien besaba... era a mí a quien acariciaba! ¡Sentía sus manos en esos lugares... ay, hermanita, vos te lo perdías!...

-¡ No dejabas que yo mirara!...- reprocha -... ¡siempre quisiste ser la primera en todo... maldita egoísta!... ¡Debía conformarme sintiendo tus goces, tus gemidos de placer!... por momentos tenía miedo que él escuchara y se descubriera todo... ¡ qué viniera hacia aquí y nos viera, así, tal cuál somos!...

-¡ Ah, Laurita! ¿ Quién podría pensar en eso, en momentos tan tortuosos y maravillosos?...¡ Fueron dos años que jamás se borraran de mi retina!... ¡Todavía siento sus manos en mi cuerpo, porque yo estaba entre los dos! ¡Aún hoy los sigo viendo!...

-¡ Lástima que todo haya terminado tan abruptamente!...

-¡ ... no podía permitir que él lograse con ella lo que estaba reservado para nosotras!...- justificó María Beatriz:

-¡ ... no fue para nosotras... - risita diabólica... - y menos para ella!... –

Ríen las dos. Un largo silencio cargado de extraños ruidos. Con cada sonido una risita pícara de su autora y así el reducto se fue cubriendo de un hedor nauseabundo e irrespirable. De pronto, María Beatriz, levanta su brazo con una carta en la mano:

-¡ ... escuchá, hermanita y decime qué te recuerda esto!...

-¿ Qué?

-¡ Te leo!... – acciona la perilla de su lampara... – "¡Qué equivocada estabas, mi amada Natasha... aún, hoy, después de tantos años, seguimos escribiéndonos con la misma pasión de siempre! ¡Pensar que por aquellos días me hablabas de tus temores de morir... tan joven y pensabas en la muerte como solución!... ¡Si bien lo nuestro no fue porque nos prohibieron querernos, hoy siento tus suaves manos acariciando mi alma, al escribir éstas líneas... y percibo que sentirás lo mismo al leerlas!... ¡Te ama, Teodórich!"...

-¡ ... Te ama, Teodórich... –

Repite Laura, burlándose y vuelven a reír las dos, unidas por la maldad de sus almas. Esa risa satánica rebota de muro en muro en toda la finca que estremece A CADA ser viviente que habita el lugar. Los pájaros en el jaulón revolotean asustados, el gato negro, fiel compañero de ambas, vuelve a maullar y encorvándose como una hoz, con los pelos erizados, echó a correr espantado. De pronto un relámpago, acompañado del fragor retumbante de un trueno, hizo notar que hasta en las alturas se sentían molestos por esas risas diabólicas que estaban dejando de pertenecer al género humano. La luz penetrante de ese relámpago iluminó el recinto de LAS HERMANAS, como queriendo mostrar a los ojos aterrados de quienes nunca las habían visto, la imagen patética y real de dos seres esclavizados durante demasiados años, como exagerado y cruel castigo de algún crimen que ellas no habían cometido. Una silla con seis ruedas con doble asiento unidos por sus respaldos. Esa era la cárcel que durante toda la vida de LAS HERMANAS, las había mantenido unidas. Siempre juntas. Jamás se habían mirado a los ojos, nunca una había visto el rostro de la otra. Jamás pudieron sus manos hacer una caricia. El relámpago en esa noche estrellada las mostró. Estaban unidas y así seguirían eternamente.

--00--

Una de las risas cesa. Es la risotada de María Beatriz, la única que se escucha y que lentamente va amenguando. La cabeza de Laura cae sobre su pecho, emitiendo de su garganta extraños sonidos guturales y luego el silencio de ambas. Un silencio que rompe la voz estrangulada y asustada de Beatriz:

-¡ Laura!... – con temor -... ¿ Laurita, estás ahí? ¡ Por favor, hermanita... contestáme!... – el terror se apodera de su voz -... ¡Hermana, contestáme!... ¡Por Dios!...

Como un castigo impiadoso del cielo, otro relámpago acompañado de mil truenos, le responde como si estuviera vedado para ella pronunciar el nombre de Dios:

-¡ No... no!... –

Se estremece. El terror, el pánico, todo está en su voz estrangulada por la impotencia de no poder moverse. Vuelve a gritar su angustia:

-¡ Laura... no podés dejarme!... ¡no, ahora no, por Dios!..

Nuevamente se vuelve a escuchar el rezongo del cielo. Miles de rayos de punta vomitaron en las alturas, tal vez para tratar de terminar con las almas malditas que aún habitan en la tierra y no tienen cabida ni siquiera en el infierno. El doliente llanto de María Beatriz, lastima el alma piadosa de los seres de luz que le escuchan y que nada pueden hacer para lavar tanto dolor después de tantos odios y rencores. Algo viene a atenuar su pena... o tal vez para atormentarla más. Ella cree ver a través de sus lágrimas dos imágenes rodeadas de un halo luminoso que la deslumbra. Luego esas voces, una odiada, otra tan amada, que irrumpen en el silencio de su enorme pena:

-¡ Natasha... Teodórich!... ¿Por qué ahora ustedes?...

Y allí estaban los dos, amándose delante de ella, dulce y desfachatadamente:

-¡ Teodórich... por favor, respeta mi pudor!... – se siente acariciada y reprocha dulcemente -... ¡No hagas que saque desde el fondo de mi alma mis verdaderos sentimientos!... ¡Mi amor es una brasa que quema mis entrañas! ¡Por Dios, no hagas que te pida que apagues tanto fuego!...

-¡ Mi amor!... – totalmente excitado -... ¿ Por qué reprimes tus deseos, mi dulce Natasha?...

-¡ Sé, que de soltarlos, dañaré mi alma... y otras almas que desde la oscura soledad de su existencia, como duendes malignos controlan mis impulsos!...

-¿ Por eso, tanto terror de amarme?...

-¡ Tal vez tanto terror por querer dejar de amarte!...

-¡ Mi dulce Natasha, no entiendo tus palabras!... ¡Mi amada jovencita, sólo sé que amo tu alma a través de tus cartas y ahora amo también tu hermoso rostro aterrado!... ¡El rojo de tus cabellos es el fuego de tus pensamientos escritos... la palidez de tus labios y el miedo de tus ojos, intentan cubrir la hoguera en que se está quemando tu alma, con un falso "no", mientras todo tu cuerpo emana el intenso perfume de un amor desesperado que no quiere extinguirse!

¿ O es que quiere morir tanto cariño?...

-¡ No, nunca morirá!... – en un jadeante susurro se desespera -... ¡Es que lo están matando a mi amor, Teodórich!... – temerosa, grita su dolor -... ¡Yo, me siento morir, por Dios!... ¡El fuego de mis pelos, si lo miras con otros ojos, se está apagando... – estrangula su voz por lo bajo -... ¡ Míralo bien!... ¡Hay cenizas en sus raíces... hay surcos en mi rostro de tantas lágrimas derramadas... están quebrados mis labios!... ¡ necesitan cada día, más de los tuyos... ya ni voz me está quedando de tanto clamar piedad!... – fue un apasionado y ardiente beso:

-¡ Mi pequeña Natasha!...

La imagen desaparece. María Beatriz mueve sus brazos como queriendo quitar de sus ojos aquella visión y espantar de sus oídos esas voces que le hacen mucho mal:

-¡ Esos recuerdos, Laura, me causan daño!... ¡Ahgg, recuerdos que me matan, me torturan... y yo sola debo soportarlos!... ¡Egoísta! ¡Maldita! ¡Siempre fuiste igual, ya no sufrirás más!... ¡Me dejaste sóla... perra! ¡Lo disimulaste bien, sabías que te estabas muriendo!... ¡Yo he quedado sóla, maldita bruja!...

Llora, es un lamento fantasmal y doloroso. El delirio con imprecaciones y juramentos de eterna condena la mantiene lúcida:

-¡ Espero que te estés quemando en el infierno, mala hermana!... ¡me has dejado sóla! ¿ Y ahora?... – sonríe siniestramente -... ¡Vos te lo perdiste!... ¡seguramente que ha de responder al llamado de nuestra última carta, el hermoso Teodórich Grégorich Deminoff!... – ríe -... ¡Vendrá a visitar a su amada!... – espanta con su risa -... ¡Lo tendré para mi solita!...

La cruel carcajada termina lentamente en un lastimoso llanto, cargado de presagios:

-¡ Viviré hasta que tu carne putrefacta comience a tomarme, infectando mi cuerpo, cuyos fétidos olores irán inundando este cuarto hasta transformarlo en una tumba maloliente, nauseabunda! ¡Únicamente los gusanos podrán salir en busca de ayuda, querida hermanita! ¿ Por qué hiciste que matara a Natasha?...¡Ella ahora sabría qué hacer!... – llora -... ¡Yo estoy sóla... ya no podré escribir!... ¿ quién me irá dictando las hermosas palabras para Teodórich? ¡Se ha terminado el único vínculo que nos tenía atadas a éste mundo!... – desesperación, terror y angustia en su voz -... ¡Yo también deseo morir! ¡ Nacimos juntas... vivimos siempre juntas, atadas al mismo destino... las dos siempre fuimos una!... ¡No, no me dejes, Laurita... quiero ir en tu mismo viaje!...

-¡ No!... ¡No debes hacerlo!...

Retumbó en sus oídos esa voz. Lastimó su cerebro. Luchó por tratar de reconocerlo cuando aquel sonido se repitió en toda la mansión:

-¡ María Beatriz, te lo imploro, no te dejés morir, por Dios!...

-¿ Quién habla?... – gritó desde el fondo de sus miedos:

-¡ Yo!... – le respondió la voz:

-¿ Laurita?...¿ Sós vos, Laurita?...

-¡ No!...

-¿ Quién, entonces?... – imploró:

-¡ Natasha!... ¡Soy Natasha!

-¿ Natasha?... – risita diabólica -... ¡Estoy muriéndome! ¡Gracias, Laurita por esperarme!... ¡Lleváme!...

-¡ Noooo!... – fue el grito desgarrador de Natasha -... ¡No me dejés aquí, por favor... sacáme de tu mente!... ¡Liberáme de ésta prisión!...

-¿ Natasha, dijiste? ¡No sé cómo llegaste hasta mí!... – la fatiga ahoga sus palabras -... ¡si estás en mi mente... te vas a quedar aquí, alguien debe contestar las cartas a Teodórich!...

Abre bien sus ojos, en su agonía aterrante vé todo lo que sus pensamientos quieren. Su respiración se hace más forzada. Desfalleciente, intenta una sonrisa que llega profundamente a Natasha que implora:

-¡ Por Dios, María Beatriz, yo te perdono!... ¡Liberáme!...

-¡ Natasha!... – fue como un susurro sufriente pero cargado de incredulidad. Sin odio. Casi angelical -... ¡Nunca creí volver a verte!... –

Muriendo de ganas de morir, sus últimas palabras cambiaron su rostro seráfico de segundos antes, convirtiéndose en una máscara endurecida de encono, antipatía, envidia y desprecio:

-¿ Qué está pasando por tu mente ahora?...

-¿ Cómo y por qué estás tan hermosa, ramera... prostituta?...

Hasta con su última y balbuceante palabra, María Beatriz, trató de demostrar que de odio también se muere. Su cabeza tocó con la pera el pecho. El gruñido que expelió desde lo más íntimo de su ser, le hizo dejar su boca abierta, babeante, mostrando sus gastados y sucios dientes, en un gesto horrible de vieja arpía. Era la mueca del esperpento. Otro relámpago, sin truenos, iluminó el tétrico lugar por unos segundos. LAS HERMANAS, estaban muertas, sentadas, como dormidas, tomadas una de otra por sus hombros, espalda contra espalda. Así habían vivido... así las encontró la muerte y así, las vieron por primera vez varias de sus empleadas que jamás habían podido acercarse a ellas. Todas tomadas de las manos, observaban ese cuadro digno de la más célebre obra de terror, cuando tal vez la esencia, lo inmaterial de las muertas, sus espíritus, sus almas, no pudiendo soportar ser observadas tal cual eran, crearon una visión alucinante, fue un segundo de total deslumbramiento. Dos luces mortecinas surgieron desde esos cuerpos amorfos y repugnantes, acompañadas de las risas diabólicas de LAS HERMANAS SIAMESAS, perdiéndose al atravesar los muros. El silencio fue total. De pronto, espantadas, con horror, vieron desplomarse ambos cuerpos hacía adelante, cayendo de bruces al piso. Se habían desprendido una de otra. Hercilia y la cocinera se acercaron, piadosamente levantaron los livianos despojos y los pusieron sobre una cama que jamás usaron. No pudieron cerrar los ojos de las difuntas, que reflejaban el espanto y el pánico. La mueca del miedo en sus rostros, estremecían. Ambas habían expirado, sus agonías fueron crueles y sus tránsitos, tal vez nunca tendrán destino:

-¡ Con el último suspiro de María Beatriz, no hubo fuerza capaz de retenerme! ¡Ahora feliz, me siento liberada, alejándome para siempre de ésta prisión del espejo que ellas nunca usaron!...

--00--

Natasha, su halo fulguró unos segundos en la solitaria sala mortuoria. LAS HERMANAS, estaban cada una en un féretro, reposando individualmente. Habían logrado a su muerte lo que tanto desearan durante sus vidas. Ya era demasiado tarde. Natasha llevó sus manos hacia esos rostros aterrados y con ojos abiertos, las apoyó con suavidad y con un susurro alcanzó a decir:

-¡ Que Dios tenga compasión de ellas... yo, las perdono!...

Una extraña brisa movió los cortinados y apagó las velas. Quedó todo a oscuras. El único que se atrevió fue el cura párroco. Hercilia lo había llamado para que rezara un responso por esas dos almas. El sacerdote, lentamente prendió las doce velas. Se acercó a los ataúdes. Los rostros de las difuntas estaban cubiertos con las puntillas de sus mortajas. Piadosamente descubrió sus semblantes, ante el asombro de los que acompañaron al clérigo. Otras facciones. Dos imágenes distintas. Los ojos cerrados, sus labios unidos, casi esbozando una sonrisa de paz. Habían llegado a sus destinos y tomadas de las manos debían estar mirándose a los ojos por primera vez. Se estaban conociendo y tal vez recorriendo sus historias desde el principio.

== F I N ==

"LAS HERMANAS..."

de Analbo

Boulogne, agosto 18 de 1993