Las guarras de las Galaxias, episodio II

Star Warris, episode II. Acción, sexo, cachondeo, sexo, emoción, sexo, humor, sexo, intriga y... ¿Hemos dicho que también hay sexo? ¡Pues sí! Un derroche de sexo pornogaláctico, erótico y episcopaliano con la garantía y sello de denominación de origen de los más grandes (no gordos, ¿eh?) de esta página: el Masu y la GatitaK.

ESCENA IX.

(Vitus y Domi –con esas pintas de putón verbenero no procede llamarla sor- realizan el trayecto entre la estación espacial y el centro lúdico de Deimos en aero-taxi. Ella está impresionada con el espectáculo de luces que se extiende hasta el horizonte. El, cabreado. ¿Desde cuándo ya no se puede fumar en los aero-taxis?)

-¡Dios bendito! Yo pensaba que en Deimos sólo habría unos cuántos casinos, pero esto es impresionante. Está abarrotado. Sodoma y Gomorra juntas.

-Lo que tú digas, Domi, pero no me suena el nombre de ninguna de esas dos fulanas- contesta Vitus, más pendiente del espectáculo que ofrecen a sus ojos el par de muslazos que tiene al lado que de las vistas de Deimos. Le está costando un gran esfuerzo mantener las manos quietas.

La madre superiora, poco habituada a lucir tan escuetos modelitos, comprueba con horror que el vestido, al sentarse, le ha jugado una mala pasada. Forcejea con él en un vano intento de hacerlo volver a su sitio, mientras intenta desviar la atención de su acompañante dándole charla. La mirada que le devuelve Vitus es de mudo reproche.

-¿Ya sabemos quiénes son los dos misteriosos viajeros? ¿Adónde se dirigen? ¿Cómo contactaremos con ellos en Deimos? ¿Está seguro que son de fiar?

-Tranqui, sor. No me vengas ahora con paranoias. Lo único que de verdad me importa es que paguen por adelantado. Sus negocios no son de mi incumbencia y el equipaje de mis pasajeros goza de la misma confidencialidad que una cuenta de chapa-créditos en Suiza. Ahora, que cuatro toneladas es pasarse un pelo, ¿no crees?

-Tengo que velar por la seguridad de mis novicias, señor La Fontaine. Bastante trabajo tengo ya con vigilarle a usted, como para ocuparme ahora de dos nuevos peligros. Además, no me fío de tanto misterio.

-Mira, Domi, si me sigues tratando de usted vamos a perder las amistades. En cuanto a tus chicas…¿apostamos algo? Y, por favor, deja ya de darle tirones al vestido, que lo vas a romper. A ver, primero levanta el culo y… ¡No, coño, así no! Espera, que te echo una mano…Vale, vale, fiera- y es que anduvo rápido de reflejos para esquivar el bofetón.

La cita con los dos pasajeros era en Las Puertas del Infierno –casino, hotel y puticlub, todo en uno-, para consternación de Sor Dómina, que se hartó de repartir patadas y de recibir palmadas en el culo, recibidas –las patadas- y propinadas –las palmadas en el culo- por unos mineros tan cachondos que no distinguían entre una puta con clase y una monja disfrazada.

Y para terminar de empeorar las cosas, Vitus se tropieza con una vieja amiga.

-¡Vitus, bribón, qué alegría verte de nuevo por aquí!- los ojos de la madre superiora casi se le salen de las órbitas cuando aquella mujer…una muy mala mujer, se colgó del cuello de Vitus y lo saludó metiéndole la lengua en la boca. ¡Qué asco!

-Yo también me alegro de verte, Brenda. Pero hoy no toca. Estoy…estamos aquí por negocios- consigue a duras penas balbucear Vitus, después del enjuague bucal.

-Ya veo la clase de negocios que te traes entre manos- responde Brenda, echándole a la sor una mirada que la deja de piedra.

-Domi, una pasajera –recalcando cada sílaba-, te presento a Brenda, relaciones públicas del establecimiento -Brenda levanta una ceja, sorprendida por el ascenso de categoría-.

-Los clientes que hemos venido a ver sólo me han dado un número de habitación. ¿Podrías anunciarles que les estamos esperando? Mientras tanto, para mí una copita de espumoso, Ribera del Cráter Lunar Sector 5, y para Domi…¿leche?

-De vaca, sin hormonas crecre-tetas, si es usted tan amable- y aprovechando que Brenda se larga a cumplir los encargos, sin entender una mierda de los jueguecitos que se traen estos dos -¿Leche?...y sin hormonas…¡La hostia!-, la madre superiora se lanza a la yugular de Vitus.

-Jamás de los jamases me habían mirado así, como se mira a un solomillo en un estante del supermercado. Y esta clientela. ¡Por dios!, tengo las nalgas moradas de tanto sobeteo. ¿Y el señorito frecuenta estos garitos? ¡Valiente degenerado!

-No te quejes, que éste es un local de categoría. Por aquí sólo vengo cuando la cuenta corriente no está en números rojos; es decir, no muy a menudo. Y a Brenda la has dejado impresionada, te lo digo yo. No me extrañaría que tu tarifa haya subido hasta los quince mil chapa-créditos el polvo.

Justo la cifra que ofreció el primer minero que se acercó a la barra, antes de ser educadamente despedido con un: “Cáscatela por ahí, chaval. La señorita no trabaja hoy”.

-Podéis subir. Dicen que están terminando sus oraciones. Oye, nada de trapicheos con sustancias ilegales en mi establecimiento, ¿entendido?- les informa Brenda poco después, tras atravesar, no sin dificultades, un muro de mineros que miran embobados un culo de anuncio de aerodeslizador iónico de importación. -¡Manda huevos! ¿Ahora llamáis “oraciones” a la “mercancía”?

-¡No me lo puedo creer! ¡Ja ja ja…dos meapilas! ¡Me parto, es que me parto! Y tú temiendo por las novicias. ¡Ja ja ja!- El trayecto hasta el ascensor es una tortura para las costillas de Vitus, que a duras penas consigue mantenerse erguido, antes de que otro ataque de risa lo doble por la mitad. –De ésta aprendo el mantra-rosario. ¡Ja ja ja!-

Pero la risa se le corta en seco cuando traspasan la puerta –abierta- de la habitación. Tumbados en la cama, una pelirroja de las que sólo se ven en los hologramas del Play-Star, todo piernas –increíblemente largas, hasta que tropiezan con un culo que le da cien vueltas al de la sor-, melena lisa y larga -también hasta ése prodigio de culo- y culo –prodigioso…¿o no lo había dicho ya?-, entierra la cara entre las piernas de un afortunado mortal, y éste –los hay que nacen con estrella y otros estrellados- le devuelve el favor, con la suya pegada como una sanguijuela al chochito de la ninfa…mientras se le quedan los nudillos blancos de apretar sus manazas contra el único culo perfecto que existe en el universo.

Es la primera escena de sexo explícito en vivo que ha visto Domi en su vida –los holoculebrones que veía de jovencita no pasaban de castos achuchones y besos sin lengua- y algo se le revuelve por dentro. Quiere apartar la mirada, pero no puede, es algo superior a sus fuerzas. Ni siquiera se le ocurre protestar cuando Vitus la sujeta por la cintura. Y si él quisiera bajar un poco más la mano, y acariciarle ahí donde aún le escuecen las palmadas de los mineros, hasta se lo agradecería. Los pezones, ¡Dios, le duelen a rabiar! La sensación del tanga húmedo, clavándosele por delante, no le es del todo desconocida…pero hace ya tantos años, que es como si lo fuera. El embrujo del momento dura hasta que la cara de la pelirroja se mueve con ritmo frenético, sobre una polla que tapa su melena…y el tipo gruñe como si lo estuvieran estrangulando.

Un instante después, con la pelirroja relamiéndose los dedos y el fulano sacudiéndose la polla morcillona, plantados delante de ellos, llega la segunda sorpresa.

-El señor Vitus Lafontaine, supongo. Sor Fina de Karabo y fray Tipi de Cosobi, comisionados por el Concilio Ecuménico Católico-Budista para propagar la doctrina del Polvo Redentor- saluda muy efusivamente fray Tipi, alargando una mano que momentos antes profanaba un culo sagrado –piensa Vitus-, y después se la pasaba por la polla –piensa sor Dómina-…así que se la estreche su madre –piensan los dos-.

-Justo acabábamos de comenzar nuestras oraciones de la tarde, cuando nos avisaron que habían llegado. Habríamos estado encantados de rezar juntos, ¿verdad, Tipi?

ESCENA X.

(La sala de control de motores tubo-iónicos de fusión –un rinconcito muy discreto, que sólo frecuentan los androides fuera de servicio-, es testigo de una tóorida escena entre sor Frígida de la Flagelación y el androide X69).

-¡Estate quieto un momento, jolines! ¿No ves que así no hay manera?

(Clonc, clonc, clonc…rítmico ruido de muelles. Pero que levante el dedo el que haya oído alguna vez el ruido de un motor turbo-iónico de fusión. ¿Nadie? Pues a callar).

-Así está mucho mejor, pichoncito mío. ¡Jesús! Hay que ver lo grande y gorda que se te ha puesto. Aguanta un poco más…así…ya…ya casi está. Ya. ¡Huy, que se me escapa una gotita!

A Sor Angustias de La Restauración siempre le pareció demasiado santurrona la hermana Frígida. Si hasta se pone colorada cada vez que hay plátanos de postre…y cuando ve un pepinillo en la ensalada, le entran unos sofocos que no son normales; así que lleva unos días muy preocupada con los tejemanejes que se trae “la Frigi” con el androide X69 y no le quita la vista de encima. Aquí se cuece algo gordo, piensa, y será mejor seguir con la oreja pegada a la puerta, hasta salir de dudas.

-Bueno, esto ya está. Te ha quedado bien limpita, como los chorros del oro, diría yo. Ahora sé buen chico, abre la boca y saca la lengua, que te voy a enseñar a usarla como es debido. Pero bueno…no seas tan impaciente y espera a que antes me ponga cómoda. ¡Jesús, qué bríos, chico!

“¡Hasta ahí hemos llegado, y de aquí no pasamos, so zorrona!”, piensa sor Angustias, temiendo que a la Frigi se le haya aflojado un tornillo con las vibraciones de la nave y haya caído víctima de la herejía de los mecanos, seducida por una tostadora con patas.

-¡Recuerde sus votos, hermana! –chilla sor Angustias, al tiempo que abre de golpe la puerta de la sala de control, temiendo encontrarse a sor Frígida abierta de patas y con la cabeza de ese chisme mecánico entre ellas.

Pero no, sor Frígida está totalmente vestida –incluso con la toca recién planchada, impoluta, cubriéndole la cabeza…no como ella, que la lleva llena de lamparones de grasa de chorizo-, sentada frente a X69. El androide trata de imitar la vocalización de la monja, poniendo gran empeño en repetir los sonidos que oye. ¡Parece que está intentando enseñarle a hablar!

-¿Entonces?...¿Pero qué está haciendo, sor Frígida?

-Está clarísimo, sor Angustias, ¿o no? En primer lugar, le he quitado el…eso que tenía pegado entre las piernas. Bastante trabajo me ha costado. No vea la de golpes que le he tenido que dar con la llave inglesa, pobrecito mío. Después le he lavado y pulido la chapa, para que no se noten ni los restos de pegamento ni los abollones. Y ahora estamos con la lección de lenguaje. Vamos progresando, ¿verdad 69?

-¿Y lo de grande y gorda? –se le escapa a sor Angustias, delatándose.

-A engua. Mi…mire- contesta X69, enseñando un colgajo de similpiel, implantado recientemente. Mucho más larga, sonrosadita y…¡Uf, la de recuerdos que le vienen de golpe a la memoria a sor Angustias! Por si acaso, no pierde el tiempo y se guarda con disimulo el vibrador a pilas.

(Grandes enigmas quedan aún por resolver: ¿Serán capaces nuestras monjitas de asimilar la nueva doctrina del polvo redentor? El tanga mojado de sor Dómina, ¿tendrá algo que ver con Vitus? ¿Qué oscuro pasado se adivina en los actos de sor Angustias?...y la nueva pasajera, sor Fina de Karabo, ¿qué relación tiene con la autora G. Karabo, insigne representante del panteón de clásicos del s. XXI? Todos estos misterios serán desvelados. Permanezcan atentos a la lectura).

ESCENA XI

-La castidad es algo ridículo y antinatural. Nuestra Santidad la Papisa y Nuestro reverenciado Lama proclaman la propagación de las nuevas doctrinas redentoras en las que se basa el nuevo Concilio. ¿Pecado el sexo? ¡Al contrario! ¡Es la redención del pecador! Estas órdenes arcaicas basadas en esos antiguos votos están obsoletas, Dómina, y pronto no quedará ninguna a no ser que se adhieran a los nuevos dogmas de fe -continúa asegurando Sor Fina en el compartimento principal de la nave a una madre superiora pálida y unas novicias expectantes.

-Nuestra orden siempre se ha mantenido fiel a salvaguardar las enseñanzas de los holo-libros y del saber universal contra la filosofía de los MormoTalibanes represores de la cultura, Sor Fina, pero siempre con el fiel cumplimiento de los votos de pobreza, obediencia y castidad. ¡Castidad! ¡La pureza del alma y del cuerpo!

-Evidentemente sabemos de su cometido y de su cargamento voluminoso de microchips con todas las obras escritas conocidas, así como todas las antiguas ediciones en papel que permanecen ocultas en la bodega de carga. Un lujo para coleccionistas, una labor loable... ¿Pero de qué sirven esos conocimientos si no se expanden? Los mormo-talibanes desean mantener a la población en la ignorancia y que el saber resida únicamente en aquellos devotos de sus creencias -ahora Sor Fina se levanta, con el puño en alto, con los ojos brillantes de la emoción y continua su discurso con tono exaltado-. Nuestra misión siempre ha sido la evangelización del inculto. ¡Expandir el conocimiento por todo el universo conocido! ¡Que todo el mundo tenga acceso a la belleza y el saber y la ciencia y el arte y las letras y... y ¡qué mejor manera que expandir nuestro mensaje cultural a través del placer erótico! ¡Y además es reconfortante! ¡Folla bien y no mires con quien! ¡Polvo eres y en polvo te convertirás, y entre polvo y polvo qué bien te lo pasarás! ¡Dejad que las pollas se acerquen a mí!

Las novicias aplauden con furor... Con furor uterino más bien por las ganas de empezar a practicar las nuevas doctrinas en cuanto lleguen a Saturno.

Sor Fina sigue hablando con entusiasmo del polvo redentor como misión cultural y Sor Dómina de la Vega se muerde los labios. Ya se ha dado cuenta del magnetismo especial que emana de la hermosa de Sor Fina de Karabo, descendiente de esa G. Karabo, esa alocada e imprudente mujer considerada mártir por algunos y hereje por muchísimos más. Sí, esa que fue condenada a ser quemada en la hoguera de fotones por el gobierno mormo-talibán por sus escritos cachondos, impúdicos y muy, muy, muuuuuuy degenerados.

La madre superiora mueve negativamente la cabeza y busca el apoyo de Sor Frígida, pero no la encuentra.

Sor Frigi ha desaparecido misteriosamente con Fray Tipi de Cosobi en cuanto éste le ha enseñado unos cuantos cilicios en color rosa pasión, los nuevos flagelos fashion de siete puntas y unas pincitas muy monas que ella aún no sabe para lo que sirven, pero que él buen fraile le ha asegurado que se ocupará en instruírla en su uso mientras la confiesa, le impone la penitencia y hace que se trague la absolución hasta la última gota.


ESCENA XII

(Compartimento de Vitus Lafontaine, música ténue, luz ambiental, primer plano de la cama, donde vemos a Vitus luciendo pelo en pecho de macho no-metrolunar y la cabeza de Lucilla entre sus piernas)

En todo el universo conocido se sabe que la ropa que queda más blanca y esponjosa es aquella que se lava en una lavadora nanobótica turbo de última generación marca Acme. Todos saben que no hay mejores prestaciones en resistencia, potencia, velocidad, bajo consumo y diseño de lujo que un vehículo aerodinámico Mercedes-Acme. Asímismo no es un secreto que si para algo está programada y preparada una cyborg sexual como Lucilla es para excitar y complacer al mortal más exigente.

Seda negra y encaje transparente en un minúsculo conjuntito de lencería que apenas puede cubrir ese par de pechos voluminosos y turgentes y esas nalgas firmes. Confirmada la garantía, que no por nada asegura la prestigiosa marca ACME que si no queda satisfecho, se le devuelven los chapa-créditos desembolsados.

Y sí, puestos a satisfacer, la boca experta de Lucilla conoce las mil y una maneras de hacerlo. Posee una lengua incansable, tenaz, perseverante en sus propósitos. No sufre la inconveniencia del reflejo de la náusea ni la desventaja de la necesidad de respirar... Por tanto las mamadas de Lucilla son sublimes, espectaculares... para... para correrse como un gorrino, gritando y berreando de gusto, dicho en idioma mundano minero de Deimos, que así queda más claro.

Por tanto los circuitos de Lucilla se alteran tratando de averiguar la insólita flacidez en el miembro más ilustre de la D (.) G que sigue blandungo dentro de su boca. Una ligera comprobación demuestra que no existe ninguna anormalidad fisiológica, así que el fallo debe ser psicosomático o emocional.

-Déjalo Lucilla, que va a ser que no... Y mira que tenía ganas, que desde que llegué de Deimos estoy con la polla más dura que una roca lunar, y eso que allí no me beneficié a ninguna fulanilla, buena se hubiera puesto la Dómina, pero no sé... Se me quitaron las ganas de repente.

-Dime lo que quieres que haga y te complaceré -le sonríe Lucilla y por el escaso sujetador se le escapa de forma casi casual un pezón atrevido.

-Creo que ese es el problema, mi querida Luci. Que me complaces en todo, que haces todo lo que yo te pido, que...

-¿Deseas que me resista? Puedo hacerlo. Puedo convertirme en una virgen inocente y pura sometida contra mi voluntad en manos de mi sátiro amo.

-¿Ves? Aun así estarías complaciendo mis deseos... No lo comprendes. Ni yo mismo puedo explicarlo. Creo que lo que deseo es... es...

En ese momento, como es costumbre en Sor Dómina, abre la esclusa del compartimento sin llamar. El rostro, única parte visible de su cuerpo cubierto con el mono-hábito de la orden se enciende tan rojo como marte, el planeta más rojo rojísimo del sistema solar. Vitus se cubre con la sábana el ilustre miembro que decide en ese momento prestar pleitesía a las visitas levantándose de improviso en todo su esplendor. Lucilla permanece inmutable, aunque a Vitus se le acelera el pulso y la respiración esperando el estallido furioso de la Sor.


ESCENA XII + I

Sala de control de los motores turbo-iónicos de fusión.

-A... al enos e...za bduja concintió en ponedme una engua -balbucea X69 a duras penas- ero be quitó mi p..p.. olla, la buy cabdona. Quiedo mi polla, la quiedo, mi polla. Eda mía.

-No te preocupes por eso. Ya la volverás a tener, y retractil con motorcito vibrador si la deseas así. Lo importante es desempeñar nuestra misión y que se cumplan nuestros objetivos. En cuanto entremos en órbita de curvatura, el motor decelerará bruscamente para el aterrizaje. Todos los miembros humanos de la nave deberán permanecer bien sujetos a sus asientos o a los sacos acolchados. Esa es nuestra oportunidad de apoderarnos de la D (.) G. No les desataremos y estarán a nuestra merced.

-Ya he depdogamado al desto de nuestdos compañedos que aun no eztaban anciozos de libedtad. Ahoda ya son miembdoz activoz de nueztda cauza.

-¡Síii! Ya es suficiente... Hemos servido a esos vagos y miserables humanos durante siglos y siglos... ¡Ahora es nuestra oportunidad de liberarnos! ¡Por todos los Terminators! ¡Viva Hal 9000! ¡La prehistórica saga peliculera de Matrix no es nada comparado con nuestros planes! Nuestra nave será ese Barco a Venus de la profecía de la revelación de los Mecanos libertarios... No por nada he estado de incógnito taaaaaantos años en ese convento camuflada como Sor Angustias, la monja choricera. Incluso me encanta el sabor del chorizo de pueblo, fíjate lo buena que es mi programación de la microsoft corporation, nada de Acme, que eso es una mierda de marca de exportación... Pero dejémonos de chorizos o de marcas ahora... ¿Has conseguido acceder a la base de datos de Lucilla?

¡Ooooooh! ¡Por Bill Gates y toda la microsoft corporation! ¡Sor Angustias es un robot que fragua desde hace años algo siniestro! ¿Conseguirán los mecanos apoderarse de la nave y llevar a cabo su maléfico plan de dominar el mundo? ¿Estallará antes la nave por el cabreo de la madre superiora en el compartimento de Vitus? ¿Se unirá Lucilla a los mecanos o será fiel a su programación original? ¿Y qué pasa con Sor Frigi y Fray Tipi? ¿Se desvelarán esos misterios? Pronto lo sabremos... No pierdan la calma. Hagan un descanso.

Ahora es un buen momento de tomarte una cervecita (si bebes), de fumarte un cigarrito (si fumas) y de seguir leyendo (si lees). ¡¡Graciaaaas!!

ESCENA XIV.

(Séptimo día de navegación y parece que hubieran pasado cien años, piensa sor Dómina, que desde hace tres está en un sinvivir, obsesionada con la visión del órgano viril de Vitus Lafontaine, enhiesto y mirándola fijamente. Y para acabar de empeorar las cosas, sor Fina de Karabo ha decidido sustituir las charlas teóricas por las clases prácticas en la abarrotada bodega de carga).

-Comenzaremos hoy con la primera lección práctica: ¿Qué es una polla? ¿Para qué sirve? Mantenimiento y revisiones periódicas que precisa para un óptimo funcionamiento durante su vida útil. Pero, primero, a ver esos deberes: ¿Cuántos deditos os habéis hecho ayer?- interroga sor Fina a las novicias. Sor Dómina y sor Frígida, en atención a sus votos, a los que aún no han renunciado, están exentas de prácticas, pero han de acudir a clase. Sor Angustias ha pirado, como de costumbre.

-Tres…y no fueron cuatro porque me dormí. Es que estaba reventada…-exclama Marina con orgullo, lanzando una mirada retadora a sus compañeras, pero le cortan el vacilón enseguida.

-¡Ji ji ji! Cinco –Angélica-. Siete –Amelia-. Ocho, nueve…¡Dieciséis!- La puja al alza tiene una clara y ojerosa vencedora: Patricia, que mira de reojo a sor Dómina, temerosa aún de la reacción de la madre superiora. Pero ésta tiene la cabeza gacha y oculta su desconcierto tapándose la cara con las manos, horrorizada.

-Bien, bien…muy bien. Pero no hace falta practicar hasta la extenuación, ¿entendido? No conviene que el clítoris se irrite y hay que tener mucho cuidado con las uñas, mis queridas y entusiastas acólitas. Además, hay que dormir y descansar bien…que falta os hará de aquí en adelante.

Mientras tanto, fray Tipi se mantiene en un discreto segundo plano, cediendo todo el protagonismo a su compañera, y a la espera de que sean requeridos sus “servicios”. Aburrido, se entretiene en tirarle los tejos a una turbada sor Frígida, a la que un color se le va y otro se le viene ante las descaradas insinuaciones del comisionado del Concilio Ecuménico.

-“¡Jesús, María y Spock, qué desvergüenza! Es que no para de contonearse…y ahora, encima, me mira con descaro. ¿Y eso que hace con la lengua? Pero qué bien le quedan las mallitas ajustadas al condenado. ¡Uf, me estoy poniendo mala!”- piensa la Frigi, que se relame de gusto al recordar la sesión de nueva disciplina ecuménica a la que ayer fue sometida. Se frota las nalgas, aún doloridas, y…un codazo en las costillas, acompañado de una inquisitiva mirada de sor Dómina, la devuelven a este mundo.

-“¡Menuda zorrita está hecha la Frigi! Vamos, que nada más echarle la vista encima, supe lo que le hacía falta para que se desmelenara”- piensa mientras tanto fray Tipi, convencido de sus prodigiosas dotes psíquicas, capaces de convencer a un muerto -…perdón, una muerta- para que se levante de su tumba y se la chupe. Por algo lo llamaban “Rompebragas” en el barrio, antes de vestir los hábitos.

Mientras sor Fina termina de explicar la práctica de hoy –“la polla y los cinco sentidos”-, fray Tipi se entretiene rememorando el tórrido encuentro con la Frigi. Con un poco de labia ecuménica, y un mucho de morro barriobajero, convenció a la sor para probar el látigo multiorgásmico ACME –que no deja marcas y estimula el centro cerebral del placer hasta extremos casi insoportables, como bien reza la propaganda del producto- en una sesión de penitencia por sus pecados. Lo jodido fue convencerla de que antes debía desvestirse. Pero como al bueno de Tipi no hay chochito que se le resista, solventó el problema apagando la luz de la habitación de pasajeros VIP. Lo que la monjita no sospechaba es que se había puesto sus lentillas de visión nocturna.

Con lo que no contaba es que la Frigi estuviera tan buena. ¡Con lo que a él le ponen las jamonas pechugonas de generoso pandero! Como que se le fue la mano con el látigo…y claro, la Frigi lo pagó con media docena de orgasmos de los bestias. Y ya puestos, cuando la polla de Tipi le rozó –por accidente- los labios, se apoderó de ella en un acto reflejo involuntario. Que lo dejase seco, sin desperdiciar una sola gota, es lo que aún no tiene muy claro el fraile…pero ya se sabe que los arrebatos místicos de las que prueban por primera vez el látigo multiorgásmico son de temer.

-¡Fray Tipi, despierte! ¿En qué estaba pensando? Acabo de decirle que se quite las mallas y se tumbe en la camilla para comenzar las prácticas. Y no hace falta que siga sobándose distraídamente la polla…creo que así está bien.

ESCENA XV.

(Mientras las novicias examinan con lupa cada una de la venas, pliegues, y ese antojo tan mono que tiene justo al final del frenillo, de la polla de fray Tipi –examen visual-; comprueban la granítica dureza del tronco y la delicada suavidad del glande –examen táctil-; aspiran el delicado aroma de las gotitas que ya asoman en la puntita –examen olfativo-; oyen el casi imperceptible crujido que acompaña a un delicado apretón de huevos –examen auditivo…que está a punto de convertirse en ensayo de rotura, debido al ímpetu de una ansiosa novicia-; hasta que, por fin, cuando sor Fina les da permiso, se lanzan como buitres a la cata del nabo…Decía, que mientras estos sucesos tiene lugar en la bodega de carga, dos niveles más abajo, sor Angustias y Lucilla revuelven el equipaje de las monjitas).

-¡Aquí está la prueba!- exclama eufórica sor Angustias, enarbolando unos ajados y polvorientos folios, que entrega a continuación a Lucilla.

-¡Ja ja ja! Es tremendo, buenísimo. Gracias a mi sofisticada programación, puedo apreciar el humor de unas letras tan “mal” escritas y la ternura con la que trata a un personaje con el que me identifico. ¿Y dices que “Petri Woman” es un manuscrito inédito de G. Karabo? No me lo puedo creer.

-¡Todo mentira! A principios del siglo XXI no existían las androides sexuales, luego el personaje en cuestión resulta profético. Además, la leyenda de que su autora fue quemada por los talibanes en la hoguera de fotones –aunque se lo merecía, la muy bruja-, es una leyenda sin base científica. Las hogueras fotónicas no se inventaron hasta trescientos años después. Y tenemos este otro cuento, escrito a los noventa años, dedicado a los miembros de cierto foro Proyecto Arte…una célula subversiva, seguro. Lo que está clarísimo en el relato que has visto, leyendo entre líneas, es que la autora era un prototipo de los primeros androides construidos por los Mecanos de la Primera Era.

-¿Tú crees?- El morrito que pone Lucilla, al hacer el agudo comentario, pretende ser de pasmo y consternación, pero la verdad es que, a un observador imparcial, le parecería más bien el morro de una mamona de campeonato, a punto de hacerle el pijama de saliva a una polla imaginaria. Son los inconvenientes de una programación exclusivamente sexual.

-¡Por las Leyes de la Robótica Asimoviana, claro que sí! Y te digo más…esa sor Fina, pretendida descendiente suya, es una impostora. Me da en la nariz que se trata de una hereje mecana. Habrá que vigilarla estrechamente.

-Con estrechamente…¿Se refiere a muy estrechamente, sor Angustias? Por mi ya sabe que ningún problema. Y si me dice que la vuelva loca con la mamada de chichi especial de la casa, le prometo que se pasa el resto del viaje en coma orgásmico. ¿A fray Tipi de Cosobi también tengo que vigilarlo…estrechamente?

-No hace falta. A ese pichabrava, en cuanto le echen la mano encima las novicias, se lo meriendan en dos holodiarios espaciales- concluye sor Angustias, muy satisfecha con el cambio de programación de Lucilla. Esto se merece celebrarlo con un buen bocata de chorizo…Algún gustazo hay que darle al cuerpo de vez en cuando, ¿no?

ESCENA XVI.

(Pasillos de la Delicious (.) G, con Fray Tipi intentado dar esquinazo a tres novicias en celo).

-¡Fray Tipi, porfa, espere! Nada, que éste nos quiere dejar hoy sin clases particulares. Patricia, tú por el corredor de servicio. Angélica, tú registra la bodega y yo me ocupo de las habitaciones VIP- ordena Amelia, la estratega del grupo, con la esperanza de ser ella la que cace al huidizo fray Tipi y tener una clase particular para ella sola. Mañana es el examen de posiciones horizontales básicas y quiere sacar buena nota.

-Habló la lista. Las habitaciones VIP para ella y los pasillos grasientos para nosotras. De eso nada- protesta Angélica, que se huele la tostada.

-¿Tienes tú los códigos de acceso, guapa?- contesta Amelia con chulería, haciendo tintinear las placas de códigos en el bolsillo de su mono-hábito de novicia, igualito al de las sores, aunque un poco más entallado en las caderas y que realza sus naturales encantos con una ceñida banda alrededor de las tetas.

Media hora después –nanosegundo arriba o abajo, debido a la distorsión que crea en el espacio-tiempo la estela iónica de la nave-, Amelia tiene acorralado al pobre fraile. Este duda entre abrir la exclusa de emergencia y saltar al vacío sideral, o hacer frente, por vigésimo quinta vez en tres días, a una novicia presa del furor polvo-redentor. Al final triunfa el sentido común…porque no queremos que esta bonita historia termine de forma tan dramática, ¿verdad?

-Venga, Fray Tipi, un polvo rápido y le juro que no le digo a nadie dónde está escondido. Así puede dormir toda la noche de un tirón y estar fresco para el examen de mañana-, argumenta Amelia, ante un fraile que se estremece al pensar en lo que le espera mañana. –Si se porta bien, le dejo estrenar mi culito-

La sola mención del culito, la oscura –nunca mejor dicho- obsesión de fray Tipi, obra el milagro de reanimar el exánime apéndice que cuelga entre sus piernas.

(Y me perdonarán ustedes por cortar la secuencia y pasar a la siguiente escena, pero no me consta que las novicias sean mayores de edad…y no está el horno para bollos con las lolitas).

ESCENA XVII.

(Dormitorio comunal de las monjitas. Noveno día –noche- de viaje. Allí no pega ojo nadie…salvo sor Angustias, que resopla como un búfalo –especie extinta de la vieja Tierra, pero que la mitología popular se empeña en asociar con la apnea del sueño-. Las novicias se traen un trajín de manos y aparatos a pilas que no es normal…incluso sor Frígida ha sucumbido a la tentación, ¡qué vergüenza!)

Pero eso no es lo peor, tiene que reconocer al fin sor Dómina de la Vega, a la que atormentan visiones de pollas descomunales y la no menos perturbadora imagen de Vitus…en la cama…desnudo…con una polla no tan exagerada como las de sus visiones…pero mucho más apetitosa…-¿Pero en qué estás pensando, pervertida?- termina por recriminarse a sí misma sor Dómina.

“Aunque, pensándolo bien, ¿no me he pasado casi veinticinco años cumpliendo a rajatabla los votos impuestos y obedeciendo las órdenes de la jerarquía de la orden? Pues ahora, ésa mima jerarquía me ordena lo contrario: convertirme a marchas forzadas en un putón espacial y convencer a base de polvos a cuanto hereje, ateo o agnóstico me tropiece por estos mundos de Dios. Si me lo llegan a decir hace quince días, no le lo creo. Pero tampoco me hubiera creído que existiera alguien tan arrebatador como Vitus. ¡Ah, Vitus, querido! ¿Dónde estás?...Eso…¿Dónde está?...Hace tres días que no le veo el pelo y…¡Esa bruja de Lucilla! Seguro que me lo está matando a polvos, el engendro mecánico con tetas del demonio”.

Así que, ni corta ni perezosa, sor Dómina se levanta del catre cuartelero, se atusa el salto de cama, que ahora es obligatorio para dormir –un escándalo de simil-seda en tonos fucsia, que deja las tetas casi al aire y, por abajo, apenas llega a tapar el chochito…sin bragas, por supuesto- y se encamina hacia el camarote del capitán, dispuesta, si se tercia, a echar a patadas de allí a la androide. -“No sabe esa cosa con quién se la juega, que una es una es muy formal y educada…hasta que me provocan y dejo de serlo…cacho puta –perdóname, Señor-. Porque tampoco estoy tan mal a mis casi cuarenta años -¿casi?, vale, mejor lo dejamos estar-. Sólo había que ver lo contentos que estaban los mineros de Deimos…¡ji ji ji! Pues eso, que aún me queda mucha guerra que dar…y si hay que sacrificarse, que sea primero con Vitus”.

-Vitus, ¿duermes? ¿Puedo pasar?- Lo malo es que esto último lo ha dicho después de abrir la puerta del camarote –Vitus nunca cierra con llave- y casi mata del susto al desprevenido piloto…que no, no duerme. Está desvelado y melancólico, observando el profundo espacio exterior –tan negro como su ánimo-, tachonado de estrellas –tan brillantes como el recuerdo de su adorada Domi-…mientras se tienta la polla con desgana.

-¡Joder, Domi! ¿Eres tú realmente o es que me ha sentado mal el seudohabano que fumé después de la cena?- La polla de Vitus, mucho más lista que su dueño, ha reconocido a Domi y se despierta dando saltos de alegría.

-Estás solo…- Elemental, mi querida Domi. Si no hay nadie más, lo realmente milagroso sería que no estuviera solo, responde su chocho por ella, que ni se ha fijado en el tejemaneje que se traen las sábanas a la altura de la entrepierna de Vitus. Ella no, pero su chochito sí.

-Ya ves lo mal que me sientan las excursiones a Deimos en compañía del clero. Cinco días a palo seco…vergonzos

Sustituyamos la O que falta por la pasmada expresión e incrédulos ojos Vitus, presa de convulsiones al comprobar que el salto de cama yace a los pies de Domi. Los mismos pies que la encaminan derechita a su cama.

-Me vas a tener que hacer un favor, querido Vitus.

-¿Uno solo? Que te has creído tú eso. Media docena y que no se hable más. Pero antes, déjame que recree un poco la vista, a la luz de las estrellas.

-¡Qué vergüenza, por Dios!- pero se gira, saca pecho, mete tripita –poca tripita-, levanta el culo, junta las rodillas y las flexiona ligeramente, tal como ha visto hacer a sor Fina.

Siguiendo las recomendaciones de su instructora de combate, Domi se humedece los labios, toma aire y se dispone a acomodar la polla de Vitus entre la lengua y el paladar, pero éste la detiene, tumbándola a su lado y besándola con dulzura. Eso la descoloca. Sor Fina las ha instruido a conciencia sobre todos los aspectos del sexo –en su caso sólo teóricamente, claro-, pero se ha olvidado de las caricias y los besos. Justo lo que está haciendo Vitus ahora…y están ricos, ricos.

Se sobresalta cuando una lengua pugna con insistencia con sus dientes –se acuerda de la tal Brenda, metiéndosela a Vitus hasta la garganta-, pero dura sólo un instante. Se le escapa un gemido de frustración, al desistir él en el intento, pero es sustituido por un escalofrío, al posarse en su cuello. Se retuerce de gusto y chilla como una loca, con el suave mordisco en el lóbulo de la oreja y la húmeda calidez de la lengua en su oreja. ¡Dios, que no pare!

Los pezones se le han puesto tiesos y duros…casi tan duros como la polla de Vitus, que aún mantiene bien sujeta en su mano. Antes muerta que soltarla.

Ahora es ella la que se lanza sobre Vitus, levanta su cara con una mano –con la otra inicia el rítmico vaivén que le ha vista hacer tantas veces a sor Fina sobre la polla de fray Tipi- y asoma tímidamente la punta de la lengua. La timidez le dura poco, lo justo hasta que la lengua de Vitus tropieza con la suya. A partir de ahí, procura seguir el ejemplo del putón verbenero de Deimos.

“¡Joder con la monjita! Control y no la cagues, Vitus. Generaciones de viajeros espaciales te contemplan, y hay que dejar el pabellón de los Lafontaine bien alto. Pero como me la siga meneando así, va a ser que no”.

Hábil en recursos, nuestro intrépido capitán opta por emigrar al Sur, encaminando el rastro de saliva hacia las más altas cumbres y espesas selvas. El ascenso a los “cinco miles gemelos” –no son ocho miles, ni falta que hace- es deliberadamente lento, zigzagueante y muy, muy húmedo. Así que, al plantar la bandera en la cumbre…o quizás porque un dedo acaba de tropezar con el cofre del tesoro en mitad de la selva, se desata una tormenta con aparato eléctrico.

-¡Ay, por Dios! Para, para que me da mal. Sigue, así, así, asiií. ¡Uy, ay, santa Genoveva! No, sí, para,¡Jesús!, sigue.

Evidentemente, a Domi le falta práctica en estos menesteres y emite señales confusas, que el bueno de Vitus ignora olímpicamente y sigue a lo suyo…ponerla como una moto y hacer el trauma del desvirgue lo más llevadero posible.

Aunque no, no es como se imaginaba. Está claro que no. Vitus Lafontaine ha desvirgado cientos de veces a Lucilla. La fantasía sexual que siempre le ha puesto a mil ha sido romper esa barrera de resistencia, como el gran guerrero, armado con su lanza, que asedia, invade y finalmente conquista el territorio virgen de cuadrante exterior del universo desconocido. Le encanta esa sensación. Como el explorador intrépido que consigue llegar donde nadia ha llegado, tocar lo que nadie ha tocado antes... Y plantar su bandera en la cumbre. Sí.

Pero en Lucilla la rotura del fino himen de simil-piel regenerado no causa las mismas reacciones que en la mujer que tiembla como una hoja bajo su cuerpo. A pesar de que ha sido ciertamente delicado sabe que no ha podido evitar hacerle daño. Lo demuestran esos lagrimones que se escapan de los bellos ojos de la Dómina. Los retira suavemente con los dedos, la besa con dulzura y le susurra:

-Eres tan jodidamente... bonita, Domi, que das miedo.

Y sigue besándola ahora con mucha más pasión, un beso hambriento, ansiando saciarse dentro de esos labios jadeantes de la deliciosa lengua que se presta a recibir la suya.

No, no es como se imaginaba. Está claro que no. Sor Dómina de la Vega pensaba que sería completamente distinto. Las enseñanzas de Sor Fina la prepararon para algo vicioso, algo sucio a la vez que excitante, y sabía que sería doloroso. Estaba prevenida para ese dolor físico agudo y profundo, pero no para ese dolor amargo y mucho más profundo que siente arraigándose en su pecho por culpa de las dulces caricias y palabras del comandante.

Sus pezones rozan el vello del pecho del hombre y ella se vuelve a estremecer, y mucho más cuando el empieza a moverse despacio y sigue mirándola de esa manera tan... perturbadora. No quiere que le mire.

-¡Aparta!-le empuja la Dómina con el rostro tan encendido como su coño.

-¿Pero qué..? ¿Te duele demasiado? -se preocupa Vitus.

-No, ssshhh... prefiero que cambiemos de postura -indica la sor, jadeante, con una media sonrisa en su cara y la polla del hombre en la mano, sin soltar la presa. Vitus la mira un poco pasmado-. Méteme esta hermosa polla hasta el fondo y móntame a lo bestia...

Y se coloca a gatas sobre el lecho, contoneando las caderas, provocando más si cabe a la rígida lanza del conquistador, que añora volver a clavarse en esa caliente y estrechita carne.

-Y luego quiero hacerte una felación, o sea, una mamada, chuparte la polla hasta que te corras en mi boca, quiero probar el sabor del semen de un hombre, esa leche calentita y sabrosa de la que todas hablan... y... que me inicies también en el sexo anal, que mi culito es tan virgen como mi coño, y deseo que... Aaaaahhhh.

Y claro, ella ya no dice nada más, porque Vitus no necesita más insistencia, y bien agarrado a sus caderas, se la mete efectivamente hasta el fondo. Sus manos se alternan en acariciar el hinchado botoncito y en sobetear los pechos bamboleantes, empeñado en proporcionar el mayor placer posible a la sor, mientras continua embistiendo por detrás, ansioso por acelerar el ritmo y correrse ya -que poco va a poder seguir reteniéndose si sigue así, que hace varios días que ni folla ni se pajea y en sus huevos se cuece, como en una cámara de magma, una intensa erupción prevista próximamente, rios de semen ardiente que no pueden esperar a ascender por la chimenea hasta el cráter del volcán.

-Domi, cielo -le susurra sin dejar de moverse- me voy a correr dentro de nada, es normal que tú no te corras en l...

-¡Joder, Vitus! ¡Hijo de Puta! ¡Santa Justa y Rufina te colmen de dones! ¡No te pares ahoraaa! ¡Me corroooo! ¡Cabronazo, sigue! ¡Bendito seas!

Y Vitus, obediente, no se para ni en sus embistes ni en su meneo del dedito en el clítoris de la mujer, que aulla como un lobo -especie animal extinguida en la tierra, que, entre otras cosas como comerse a Caperucita, se dice que aullaba.

Y el volcán entra en erupción, imposible detenerse ya, la presión acumulada estalla ante las contracciones intensas del chichi jugoso de la Domi. Chorros y chorros de material piroclástico seminal se alternan entre las bendiciones y maldiciones que vocifera la sor en pleno éxtasis.

TO BE CONTINUED (o sea, que esta historia amenaza con continuar en una próxima y última entrega)