Las guarras de las Galaxias, episodio I

Star Warris, episode I. Primera entrega de esta irreverente, apasionante y... finalmente muy guarra trilogía, creada bis a bis por dos figuras literarias, o sea, dos degeneraos: el Masulokunoxo y la GatitaKarabo.

PRÓLOGO

(La profunda voz en off, a los acordes de una épica banda sonora –con profusión de “tachán-tachán”-, relata los sucesos previos a la acción, aprovechando la interminable sucesión de títulos de crédito).

En un futuro no muy lejano, en una galaxia muy, muy cercana –tanto que no hace falta salir de la que conocemos-, la orden Espacial Teresiana lidera la expansión católico-budista por el espacio exterior, ajena a las convulsiones que sacuden a la vieja Tierra.

La tortilla política ha sufrido un vuelco espectacular: ahora los que pinchan y cortan el bacalao son los países del África sub-sahariana, que vigilan sus costas ante la avalancha de pateras repletas de europeos desesperados. Norteamérica está prácticamente despoblada y ha sido devuelta a las tribus indias. En Sudamérica, los mayas, quechuas y las tribus amazónicas, han tomado buena nota y preparan en secreto una jugada similar. Japón, tras la epidemia hikikomori que acabó con tres cuartas partes de la población encerrada en sus casas, se ha convertido en un parque temático sobre el modo de vida de principios del siglo XXI. Parece que China y la India van por el mismo camino. Ante tal estado de cosas, no es de extrañar que la mitad de la población terrestre sueñe con embarcar de polizón en alguno de los miles de viajes espaciales que salen a diario rumbo al espacio exterior.

La Luna, el destino turístico de moda, es la primera opción. El pelotazo urbanístico que amenaza con llenarla de hoteles, urbanizaciones y campos de golf –inmensos, porque un buen drive alcanza los cinco kilómetros…cosas de la baja gravedad-, absorbe mano de obra sin parar. El cinturón de asteroides hierve de colonias mineras, con rudos mineros que acuden a los casinos de Fobos y Deimos -lunas de Marte- a gastarse sus ahorros y, de paso, procurar echarle el guante a alguna de las alegres chicas –de carne y hueso- que trabajan en ellos. Quien no conozca los anticuados modelos de androides hembra que aún se usan en las colonias mineras, que se abstenga de emitir juicios de valor sobre los pobres mineros.

Más allá, en las heladas lunas de Júpiter, los más osados neo-ecologistas intentan establecer granjas de cultivos hidropónicos y repoblar los mares con especies marinas terrestres. Últimamente, se han producido sospechosas desapariciones de turistas, alimentando el rumor de prácticas caníbales por parte de los lugareños. Pero ya se sabe que donde esté un buen chuletón, que se quite una insulsa ensalada de tomates hidropónicos.

Y aún más allá, en las regiones casi inexploradas del cinturón de asteroides y las lunas de Saturno, se dice que habitan los contrabandistas de libros. Resulta inimaginable, y más aún en nuestros días, tras la revolución talibano-mormónica que condenó a la hoguera esos instrumentos del maligno que son los libros, que haya individuos tan ruines como para traficar con ellos. Pero se dice que cuentan con el apoyo grupos ultra-ortodoxos de católico-budistas, entre cuyos miembros más activos se encuentran las teresianas espaciales.

ESCENA I. (Convento de las Teresianas Espaciales. Cara oculta de la Luna).

La madre superiora, sor Dómina de La Vega, avanza con dificultad, flotando ingrávida por los corredores del convento. El reactor de fusión que proporciona energía a todo el complejo, últimamente funciona cuando le parece, y se ha visto obligada a desconectar los sistemas de gravedad más prescindibles. Menos mal que el antiguo hábito hace tiempo que ha sido sustituido por un funcional mono azul marino con pantalones de peto, aunque manteniendo la tradicional toca para el cabello y los escudos con la cruz bordada, ribeteados en hilo dorado, en el pecho y en el hombro derecho. -Sería muy embarazoso que a las hermanas se les alzasen las faldas y mostrasen los pololos en público-, piensa, ruborizándose a causa de tales pensamientos.

Las últimas noticias, llegadas en clave cifrada por el canal secreto de la orden, son alarmantes y tiene que discutirlas con sor Angustias de La Restauración, la hermana de más edad de la congregación. La pobre, además de casi tan vieja que la tos, es tan aprensiva como su nombre indica, así que tendrá que ser diplomática y callarse parte de la información. Quedan pocas hermanas –tres, para ser exacta, contándola a ella, a sor Angustias y a sor Frígida de La Flagelación- y nueve novicias que han llegado el mes pasado huyendo de los malvados talibano-mormones. ¡Cuánto echa de menos a sor Mecánica de Los Circuitos! Al menos, con ella se podía hablar de política religiosa sin miedo a que le diera un patatús, como a sor Angustias, o saliera corriendo –eso era antes, ahora sería flotando- por los pasillos si se nombraba a los hombres, como sor Frígida. Pero la dichosa explosión la puso en órbita y no hubo manera de recuperar sus restos.

-Hoy es viernes, sor Angustias. Y esas migas de pan en la pechera, acompañadas de manchitas rojas…qué, ¿dándole otra vez a escondidas al bocata de chorizo?

La cara de la pobre vieja es todo un poema, mientras intenta tragar un bocado demasiado grande y esconde con el pie el resto del bocadillo debajo de la cama. Pero es que el último paquete que le mandaron los sobrinos del pueblo, con una variada muestra de la industria chacinera local, está que quita el hipo y es una tentación…aunque sea en viernes. Además, ¿qué modales son esos de entrar en su celda sin llamar antes? Piensa la vieja, acordándose de pronto de un cachivache a pilas, que le envió en el mismo paquete una de sus ahijadas. No está muy segura de para qué sirve, pero después de ponerlo en marcha –acertando a girar, tras varios intentos, el mando que tiene en su base-, casi está por asegurar que su ahijada es un pendón verbenero con un perverso sentido del humor. Como se le ocurra fisgonear entre sus cosas, la madre superiora se va a llevar un susto de muerte.

-No he venido para recriminarle sus pecadillos de gula, hermana- se disculpa sor Dómina, dejándose caer en el camastro, agotada después de bracear por los corredores del convento, agradeciendo que la celda de sor Angustias sea una de las pocas que aún dispone de gravedad. –Tenemos una crisis entre manos y me gustaría contar con sus maternales consejos antes de tomar una determinación, sor Angustias.

Mientras la madre superiora la pone al corriente de las desgracias que les acechan, sor Angustias da un respingo –acaba de acordarse que escondió el aparato a pilas debajo de la colcha de la cama-. “Como a esta pedorra se le ocurra alisar con la mano alguna arruga de la colcha, la liamos buena. Mañana, sin falta, entierro el cachivache del demonio…o mejor, se lo dejo, como al descuido, a una de las novicias”- piensa, acordándose de los plátanos que sisaba de la despensa en sus años mozos.

De haber prestado mayor atención al discurso de la superiora, se habría escandalizado al enterarse de que la Papisa de Roma se había liado en pecaminosa coyunda con el Dalai Lama; alarmado con la noticia de que habían vendido todas las propiedades de la orden en la Luna –aprovechando el desorbitante incremento de precios que la burbuja inmobiliaria había propiciado- y estremecido con la inminente llegada de un grupo de talibano-mormones quemalibros. Pero ella seguía dándole vueltas al bolo de pan con chorizo, y en un sinvivir por culpa del chisme a pilas.

-Veo que estas noticias le han afectado mucho, hermana. Pero hemos de evitar que nos venza el pánico y pensar en una solución. ¿Negociamos con esos bestias o recogemos nuestras pertenencias y salimos pitando antes de que lleguen?...¿Hermana, me está escuchando?

-Sí, reverenda madre, claro que la escucho. Pero, ¿quién me dice que está a punto de llegar?- contesta sor Angustias, poniendo a prueba la escasa paciencia de su interlocutora.

-Los talibanes, hermana, los barbudos talibanes quemalibros, junto con los mormones pichabravas. ¿Se entera ahora o se lo dibujo?- estalla por fin sor Dómina, con un brillo asesino en los ojos.

Lo que sigue a continuación es una escena de histeria, protagonizada por sor Angustias en el papel estelar, con invocaciones a todos los santos y una siniestra predicción de saqueos y violaciones múltiples. Mientras la vieja chilla y se retuerce las manos, describiendo a voces y con profusión de detalles una violación vaginal, anal y bucal, con cinco mormones a la vez, sor Dómina consulta su agenda electrónica –sección vuelos de bajo coste-.

ESCENA II. (Hangar de carga del convento, con una cochambrosa nave de transporte en segundo plano).

La reverenda madre superiora, sor Dómina de La Vega, flanqueada por sor Angustias de La Restauración y sor Frígida de La Flagelación, no le quita la vista de encima a la nave que tanto trabajo le ha costado localizar. La verdad es que hay transportes con mejor aspecto en la chatarrería lunar.

Con estrépito de muelles rotos y sospechosos crujidos metálicos, la Delicio… -sor Dómina tendría que ser adivina para leer el resto-, termina la maniobra de atraque y despliega automáticamente la rampa de entrada.

La aparición de un tipo alto, musculoso, con barba de quince días y modales francamente mejorables –pase que se rasque la barba, pero con el movimiento de la otra mano dentro del bolsillo del pantalón, parece que también se rasca otra parte de su anatomía-, provoca un revuelo de agitación y comentarios sofocados de las novicias.

-¿Habéis visto? ¡Un hombre! ¿Serán así todos?- y alguna observación más del mismo tipo, acompañadas de risitas nerviosas.

-¡Silencio y compostura, novicias! La vista fija en la punta de los zapatos y ni no quiero oír ni el movimiento de vuestras pestañas, ¿entendido?- Alguna novicia vocaliza un “¡Dómina, sí, Domina!”, pero inaudible.

-A ver…doce pasajeras con exceso de equipaje –cuatro toneladas, así a ojo-, más el coste de la última subida del combustible, sin olvidar el plus de peligrosidad por estar temporada de lluvia de meteoritos…doscientos treinta millones de chapa-créditos, IVA incluido…más la voluntad, señora- le espeta, a modo de saludo, el barbudo piloto.

-Dejemos las cosas claras desde un principio, joven. Se dirigirá a mí como reverenda madre y, para usted y su tripulación, las dos hermanas aquí presentes y las novicias de allá atrás, como si no existieran. De precios abusivos ya hablaremos más tarde. Vayan cargando el equipaje y muéstrenos nuestras celdas. Como se rompa algo, se lo descontaré…de los ciento quince millones de chapa-créditos. Por cierto, quiero ver los papeles de ésta bañera y su acreditación como piloto espacial.

-Vitus Lafontaine, a sus órdenes, sargento…señora. Bienvenidas a mi humilde bañera, la Delicious (.) G –D.G, para abreviar- y no se preocupe por la tripulación. Los cuatro androides mecánicos sólo responden a mis órdenes y tienen la bragueta soldada al pantalón metálico.

ESCENA III

(Bodega de carga del sótano de la nave Delicious (.) G., horas antes del despegue. Vitus L, Sor Angustias y Sor Frígida discuten acaloradamente, mientras la reverenda madre oficia la hora de meditación y oración con las novicias).

-¡Esto es indignante, señor Lafontaine! -ruge Sor Angustias-. ¡Sin celdas individuales, todas apiñadas en el mismo compartimento estrecho, durmiendo en sacos acolchados, una única cápsula urinaria para doce! ¡Y mientras usted, pollo, disfruta de un departamento para usted solo!

-Llámeme comandante Lafontaine, Sor Agonías, si no le importa. Y bueeeeno, si les parece más adecuado, le ofrezco a usted o a la reverenda mi pequeño departamento en la cabina de vuelo, y yo comparto entonces cama y oración con las novicias -le guiña el ojo con sonrisa socarrona.

-No, no, por todos los Santos Apóstoles, las Vírgenes Mártires, los sagrados Sutras y el Kharma Universal, don Comandante... -se atreve a decir Sor Frígida con las mejillas encendidas; se inclina hacia la otra monja y continua hablando con un hilito de voz -. Las novicias a mi cuidado ya están bastante asustadas Para la mayoría es la primera vez que han visto a un hombre, mírele hermana, una bestia inmunda y salvaje, dominada por sus instintos más primarios. Las pobres temen ser violadas y desfloradas, abusadas y denigradas, gozadas y mancilladas, forzadas y... Bueno, que le tienen miedo.

-Ganas, hermana, yo diría que más que tenerle miedo, lo que le tienen son ganas -interrumpe susurrandole Sor Angustias-. Sí, sí... Que se lo digo yo... Miedo me daba a mí lo que podría sucederle a este pobre mozo si algún día se quedara encerrado con esas novicias, que la que más y la que menos le echa al pollo éste unas miradas lujuriosas de salidorra que no le quiero ni contar.

-¿Ya han terminado de rezar? -prosigue ahora Vitus, levantando una ceja-. Pues ahora me toca a mí. Díganme qué quiere decir esto. Acércate, X69.

Y el androide X69 aparece de detrás de una de las voluminosas cajas del equipaje y se aproxima, luciendo el aparato a pilas de Sor Angustias pegado con loctite a la entrepierna.

-Y no me digan ahora que se trata de una nueva misión evangelizadora, como la de esos majaras de la nueva iglesia de los Mecanos, esos locos que construyen la nueva arca de Noé, su barco a Venus, y que piensan que los androides tienen sentimientos y un alma que salvar... No, no, que eso no cuela, sores.

-Ni siquiera hemos despegado y cosas muy extrañas acontecen en esta nave. Misterios... hijos míos -mira hacia el techo de la nave Sor Angustias-, misterios...

-Gozosos, hermana, misterios gozosos... -Sor Frígida no puede apartar la mirada del miembro reluciente del sonriente androide-. Creo que lo mejor sería informar a nuestra ilustrísima Papisa o a Don Dalai Lama que estas cosas. Hay que tratar de conectar las terminales del sistema de comunicaciones antes del despegue y enviar una misiva. ¿Don Dalai? Me suena raro... ¿Se pone Dalai con don?

-No, nooooo, queee vaaaaa ... -niega el comandante, rascándose ahora la entrepierna-. No se pone, noooo... No hace falta que se ponga goma para folletear con la papisa, si todos los orientales quedaron impotentes cuando lo de la plaga del Kiki... Ups. Disculpen, sores, que me voy por los cerros de Marte.

-Bueno, voy a ver si consigo despegarle el cachivache al androide antes de que se me revolucionen más las novicias -la monja más joven sale por la rampa de la bodega de carga hacia el pasillo de proa.

-Si está ayunando, sor Frigi, recuerde que la saliva en ayunas tiene un ph muy ácido. ¡Unos cuantos lametones al pollón y asunto solucionado, preciosa!-grita Lafontaine.

La monja abochornada acelera su paso, rumiando por lo bajito eso de que la mortificación del cuerpo purifica el alma; Y su alma se alboroza ante la perspectiva de una buena sesión depuradora de cilicio y flagelo a ritmo de cánticos y mantras.

-Y ahora... Por fin solos. Ahhhh... Sor Angustias... - el hombre se inclina hacia la regordeta monja y sus manos empiezan a recorrer su cuerpo sobre el hábito-. Se me hace la boca agua... Llevo mucho tiempo sin catarlo, tantos viajes interestelares. Mmmmm... Desde donde estoy puedo olerlo. No, no huele a rancio. Seguro que ha sabido mantenerlo bien fresco. Algo seco, tal vez, pero todo un gozo para los paladares más exigentes. Podemos hacerlo de dos maneras. A la fuerza será peor para usted. Así que colabore y nadie sabrá nunca nada...

-Es usted el peor de los depravados, el hombre más sucio e inmoral. Qué mirada de vicio. No le da vergüenza abusar así de una pobre anciana, una pobre monjita inocente, no respeta nada, señor mío. Irá derechito al infierno -espeta la sor.

-Déjese de monsergas, abuela. Saque usted el chorizo, y no diré una palabra a la reverenda madre de lo de su otro chorizo, el de pilas, que ahora luce uno de los componentes de mi tripulación.

-Es usted el demonio -fastidiada abre una de las cremalleras del mono/hábito y extrae el embutido-. Pero debe usted saber que aunque el otro chorizo era mío, yo no lo pegué donde está ahora. Desapareció de mi celda mucho antes de embarcar.

Vitus ya ni la oye, ocupado como está en dar dentelladas a la pieza suculenta, deleitándose en cada bocado exquisito.

ESCENA IV

(Cabina de control de la D.G. Allí vemos a Vitus Lafontaine, repantigado en su sillón de Comandante, con la piernas sobre el panel de control, fumando un soberano puro apestoso).

-Cuaderno de Bitácora. Marzo, 31, año lunar 2.877.

En breve procederemos al despegue rumbo cuadrante sud-sudeste. Anillos de Saturno. Carga excesiva, mas de cuatro mil kilos de material de contrabando. No es necesario ser un lince para adivinar que son libros, Pongo en riesgo mi licencia si nos parara una inspección de los agentes de aduanas de los talibo-mormones de los cojones, pero es una buena tapadera para mi verdadera misión. Lo malo será ver cómo les cuento a Sor Limón, a Sor Tiesa y a la reverenda madre, la madre que la parió, Sor Dominatrix, que tenemos que hacer una parada en Deimos para recoger a dos pasajeros más, que...

-¿Recoger a quienes? ¿Qué ha dicho? -pregunta desde la esclusa la reverenda madre, que sigue con la costumbre de entrar sin llamar- ¿En Deimos? ¿Deiiimoooooos? Oooooh... ¿¿No serán dos de esos pecadores mineros paganos que se juegan sus créditos en los casinos??

-No, reverendísima madre superiora. Le aseguro que estos no son nada paganos. De hecho no suelen pagar casi nunca, por eso cobro por adelantado; pero así mismo también le aseguro que son muy creyentes. Vamos, que son unos verdaderos hijos de Buda.

ESCENA V.

(Primera noche a bordo. El dormitorio de las monjitas bulle de murmullos y manos revoltosas bajo las sábanas).

-¡Silencio, hermanas! No quiero oír ni un cuchicheo más.

Sor Dómina está inquieta -como todas las demás, aunque por distintos motivos- y trata de que su congregación se adapte las nuevas circunstancias manteniendo las reglas y el orden. Pero las novicias están muy alborotadas desde que le echaron la vista encima al comandante…y el descubrimiento del inodoro de succión no contribuye a mantenerlas más tranquilas.

-Shhh…Amelia…¿Ya has probado la taza?

-Ya te digo. Cuando empezó a succionarme el coñito casi me da algo. ¿Será pecado?- responde Amelia con un hilo de voz, mientras intenta repetir infructuosamente la sensación con sus dedos.

-Espero que no…porque yo le he dado a la cadena una docena de veces. Se me ha puesto el botoncito como un garbanzo. Y cuanto más lo rasco, más me pica.

-¡¡¡SILENCIO!!! La que pille con la boca abierta se pasa la noche en el pasillo, de rodillas y rezando el mantra-rosario, ¿entendido?- Sor Dómina está que muerde, pero tampoco olvida el susto que se llevó cuando tiró de la cadena y se le pusieron los ojos en blanco.

Desgraciadamente, esa noche nadie pegó ojo en el dormitorio de la bodega de carga. Ya se sabe que los nervios del viaje aflojan la vejiga…menos mal que el sistema de succión es prácticamente silencioso.

ESCENA VI.

(Segunda entrevista de sor Dómina en la cabina del comandante, tres días después del despegue, mientras Vitus saborea un delicioso seudohabano, de equilibrada y aromática ligada, suave sabor y delicados y elegantes matices, conseguidos gracias a la tercera fermentación de las hojas de tabaco de los cultivos hidropónicos del Mar de la Tranquilidad).

-Comandante, esto no puede seguir así. Cada vez que una de mis novicias entra en el baño, sale con las mejillas encendidas y casi levitando. Exijo que uno de sus androides arregle el baño de nuestro dormitorio y elimine esa…esa cosa que tanto perturba a mi congregación.

-Tranqui, sor, no se alborote. Lo que necesita su congregación, urgentemente, es quitarse de encima tanto prejuicio. Pero bueno, ya que insiste, yo mismo me ocuparé de reducir al mínimo la presión de succión- contesta Vitus, lanzándole con disimulo a sor Dómina una bocanada de humo –delicadamente aromático-, aunque la monja no aprecia estas sutilezas y tose indignada.

-¿No sería mejor eliminarlo del todo?- Por intentarlo que no quede, piensa sor Dómina, que aún lucha contra la tentación cada vez que entra en el baño,

-Ni lo sueñe, sor. Imagine por un momento que falla el sistema de gravedad artificial de la nave. No me gustaría tener que andar persiguiendo por la nave los cagallones de sus hermanas…por muy santificadas que sean sus deposiciones- No, la verdad es que sor Dómina es incapaz de imaginarse tal cosa.

-Otro asunto que me preocupa, capitán, es...ejem, ¿cómo decirlo?...

-No me diga que mi arrolladora personalidad, educados modales, preclara inteligencia y apolínea figura han hecho ya efecto, querida. No se preocupe, seré discreto y esto quedará entre nosotros dos. Además, tenemos varios meses por delante; así que ésta es una relación que promete- le corta Vitus, lanzándose de cabeza a la piscina. Pero el discursito –siempre el mismo- suele encontrar pasajeras receptivas…las pocas veces que tiene la fortuna de encontrar pasajeras entre sesenta y dieciséis años.

-Es usted un cerdo aún peor de lo que me imaginaba…- estalla sor Dómina, pillada por sorpresa y poco acostumbrada a oír proposiciones. Aunque no sabe muy bien si indignarse o reírse.

  • Cabo. Empezó por comandante, siguió con capitán; así que ahora, con el cabreo que se le adivina, me degrada a cabo, por lo menos. Venga, sor, era una broma. Porque no me irá a decir que es la primera vez que le tiran los tejos.

-Lo iba a decirle, antes de su bromita, es que me confirme un rumor que corre entre mis novicias…relativo a una misteriosa pasajera. Algunas me han confesado que escucharon gritos. Gritos de mujer. Gritos de mujer y no precisamente enfadada, sino todo lo contrario. No sé si me explico…señor Lafontaine.

-¡No me joda que sus chicas me espían detrás las puertas! La próxima vez la dejo abierta- estalla Vitus en una sonora carcajada, que tiene la virtud de enrojecer hasta la raíz del pelo la cara de sor Dómina.

A pan y agua y docenas de mantras-rosarios, va a poner a esas mocosas. Por los santos huesos de santa Benedicta de Cabo Cañaveral, se promete a sí misma la madre superiora, mientras tiene que escuchar el pitorreo del piloto.

-Tengo que presentarles formalmente a Lucilla, mi androide hembra de compañía. Una maravilla, sor, una auténtica maravilla. Doy por bien empleados los quinientos mil chapa-créditos que me costó. Material plástico de símilpiel de primera calidad, suave por fuera y acogedor y calentito por dentro. Un coñito que alucinas, una boquita que lo flipas y…¿sigo?

-¡¡¡NO!!! Cállese ya, pervertido

ESCENA VII

La nave Delicious (.) G se desliza a velocidades vertiginosas por el inmenso y silencioso espacio exterior.

En su interior el espacio es mucho menos inmenso bastante menos silencioso. Necesitando un poco de intimidad, la madre superiora se ha refugiado en la bodega de carga.

-Detesto a ese hombre. A él y a sus puros apestosos, ¿aromáticos? Bueno, lo serán para él, para mí son apestosos. Es un hombre horrible, con menos modales que un mutante de la base experimental alfa, es un energúmeno... Y esa zorrona de androide, esa Lucilla, con esas pintas de... de... de zorra. Vaya ropa de... de... de... zorra que se gasta... Pero bueno, no hay más remedio. El hábito no hace a la monja.

Contempla el reflejo de su cuerpo en una de las planchas metálicas del panel del motor. La toca, el velo, el cordón, los escapularios, el mono azul... Todo doblado sobre una de las cajas. A pesar de haber sobrepasado los cuarenta y no haber tomado nunca las milagrosas cápsulas rejuvenecedoras, su cuerpo desnudo luce espectacular.

Tanga de encaje de color negro, las medias de seda se deslizan suaves por sus piernas hasta llegar a los clips del liguero. El corsé modela su cintura y encumbra sus pechos bajo el llamativo y descocado vestido rojo, zapatos de tacón de aguja. Echa hacia atrás el cabello corto y rizado, moldeándolo con los dedos. El carmín, la máscara de pestañas, el maquillaje y la sombra de ojos hacen el resto. Y mientras se maquilla sigue murmurando improperios furiosos contra La Fontaine.

-¿Se puede, Dómina? -antes de esperar permiso, el comandante ya ha abierto la escotilla y ha bajado por la escalerilla-. No comprendo esa fijación con querer acompañarme a Deimos a recoger a nuestros dos pasajeros. ¿A qué viene eso de querer dar su visto bueno? Sí, ustedes pagaron el viaje, pero la nave es mía. Además, ya le dije que era imposible. Una monja llamaría en Deimos más atención que un chuletón de cerdo ibérico en una granja de cultivos hidropó... poooooó...

Apoyado en la barandilla de la escalerilla, con un pie en el último escálón, a Vitus la po de pónicos se le congela en la boca formando una perfecta O; el puro que sostenía entre los dientes se le cae desmayado sobre el paquete, ese paquete donde el otro puro más carnal se levanta gozoso de un solo brinco.

-¿Qué? -se vuelve Sor Dómina de la Vega furiosa.

-¡Que está usted para mojar pan! Vaya un desperdicio de cuerpo serrano de tía buenorra. Y todo carne natural y genuina no prefabricada con el sello de la marca Acme. En Deimos se forra, se lo digo yo. A dos o tres clientes por día, cinco mil chapa-créditos el polvo, tres mil la mamada, y en cuestión de meses tiene para montarse un chalet de lujo en cualquier punto privilegiado de la galaxia. Se lo digo yo, que entiendo de putife... de negocios.

-Oh, cállese, por dios, es usted un degenerado y un... se va a quemar.

-Sí, me quemaré en las llamas del infierno por mis pecados y bla bla bla... bla bla bla...

-No, no! ¡Que se ha prendido fuego! ¡Que se está quemando! -sacude con fuerza el paquete del mono del comandante, donde ha prendido el puro, sofocando la pequeña llama.

-¡Me cagüen la puta! ¡Pare ya, pare! ¡PAREEEE! -grita Vitus sujetando la mano de la sor.

-Estaba usted ardiendo... y lo he apagado -a la reverenda madre se le encienden las mejillas cuando se percata que Vitus sigue reteniendo su mano sobre el duro paquete.

-No lo sabe usted bien, Dómina. Estoy ardiendo, pero de apagarme nada... que sigo bien caliente...

-Oh, es usted un vicioso y un.. un... un...

-Un hombre, sor, soy un hombre... Eso es lo que soy. ¿Te puedo llamar Domi? -y le guiña un ojo mientras la monja le aparta de un empujón y sube la escalerilla intentando no caerse con esos taconazos-. Los ojos del comandante se recrean en el contoneo de su culo embutido en ese corto vestidito de seda y en esos hermosos jamones pata negra.

ESCENA VIII

Hangar de la base de aterrizaje espacial de Deimos, la D.G reposa su viejo chasis y sus motores son revisados por los androides. Escena interior de la nave, en el compartimento de las novicias.

-¿Y tú puedes sentirlo? -pregunta Amelia con los ojillos brillantes.

-Forma parte de mi programación -responde Lucilla sonriendo al grupo de novicias curiosas-. Estoy programada para ello, para dar placer a aquel que lo demande. Soy una unidad modular procesadora de datos de última generación, con un nuevo programa instalado que me capacita para tener aspecto humano con servocontroladores de realimentación conectados a mi unidad central. Mis múltiples sensores y mis redes neuronales recrean la estructura de un cerebro humano mediante algoritmos genéticos. Lo símbolos lógicos se expresan ahora por unidades químicas de ADN artificial que...

-Pareces de verdad -interrumpe una de las novicias con el dedito tanteando parte de tetaza que se asoma en el pronunciado escote.

-Tocadlas, tocadlas...-Lucilla sonríe más y baja la cremallera del mono, dejando al descubierto sus hermosos pechos, marca patentada Acme. Las novicias gritan y arman bulla alborozadas tocando y sobando las tetas, con el falso azoramiento y con la perversa inocencia de las jovencitas reprimidas a las que les apasiona lo prohibido.

-¿Sientes esto? -Amelia va un poco más allá y sus labios rozan y chupetean el pezón de Lucilla.

-Mmmmm... Claro que puedo sentirlo. Siento el deseo sexual. Detecto hasta el olor de los flujos que empapan vuestra ropa interior a través de los potentes sensores nanobóticos de mi pituitaria. Sé que me deseas. Nunca he servido a una hembra en esta nave, pero estoy programada para ello también. Te aseguro que todos mis usuarios han quedado ampliamente satisfechos tras la ejecución de cualquiera de mis servicios. ¿Un cunnilingüis?

-Pa' ponerme a rezar en latín estoy yo ahora... -murmura sofocada Amelia sobando con afán los pechos de la androide.

-No, nena... Que te está ofreciendo en fino comerte el chichi -le susurra Rosalinda al oído.

-Ups. Válgame. Eso está mal. O sea, no podemos hacer eso. Es pecado -se lamenta Amelia, aunque los ojillos le brillan por la excitación.

-No comprendo el concepto de pecado en lo que se refiere al sexo -replica Lucilla despasando los cierres magnéticos de su mono hasta abajo, exhibiendo su espléndida desnudez -. Dar y recibir placer debería ser considerado una virtud y no un vicio.

Y las nueve novicias atienden aplicadas y con los sentidos a flor de piel, ávidas de conocimientos nuevos, los principios básicos donde se fundamenta el código sexual programado de comportamiendo de la androide Lucilla.

El cuerpo escultural de la bella androide, sus manos revoltosas, su lengua incansable, sus juguetitos sexuales y su predisposición e interés en satisfacer todas las demandas a las nuevas usuarias, facilita que su doctrina sobre la liberación sexual empiece a calar entre las jóvenes aspirantes a siervas religiosas de la orden Espacial Teresiana y se presten a practicar con devoción las nuevas enseñanzas.

Y a todo esto... ¿Dónde están Sor Frígida de la Flagelación y Sor Angustias de la Restauración? ¿Por qué han dejado sin vigilancia a las novicias? ¿Y por qué el androide X69 ha desaparecido también misteriosamente?

Eso se verá en la próxima entrega, prevista para dentro de unos días. Permanezcan atentos, estimados lectores, al estreno del capítulo 2 (episode II, como se dice en genérico) de esta estupenda serie creada por este par de "figuras literarias" en su página favorita de relatos eróticos... en este caso, exóticos.

(No, no hay apostillas todavía. En la última entrega es posible que nos apostillemos algo. Ahora te toca apostillar a ti, querido/a lector/a. Apostilla sin miedo, apostilla...).