Las gemelas y el abuelito Abel

Unas chicas muy especiales...

LAS GEMELAS Y EL ABUELITO ABEL

Susy una de las gemelas bajo las escaleras, con sus tetas medianas bamboleándolas al aire y la tanguita roja metida en su zanjita. Un culo apetecible, joven, terso, hermoso, redondo.

El abuelo Abel tomaba mates en el rincón de siempre de la casa y sintió como una patada de caballo en el pecho cuando la vio semidesnuda. La sangre le bajo a la entrepierna y empezó a transpirar a chorros en aquel caluroso día de verano.

Al ratito Nori bajo moviendo su trasero tal cual la hermanita. El abuelito Abel se sintió morir.

__¡Abuelito!__ dijo riendo Nori

__¡No pueden vestirse ustedes dos!

__¡No te gusta lo que ves abuelito!__ dijo seductora Susy

__¡Creí que te gustaba vernos así y sin menos también!__ replico Nori con el dedo índice sobre los labios carnosos y apetitosos.

__¡Ustedes saben que me vuelven loco!__ confirmó el abuelito que hacía años que vivía con las chicas y su madre que era precisamente su hija. La hija de Abel estaba separada hacía algunos años. Tenía dos hijos mas que se habían ido de la casa para hacer sus vidas , hacía como dos años. La madre no estaba en todo el día, ya que trabajaba en un canal de televisión que le absorbía todo el día.

Así que las chicas prácticamente estaban todo el día con el abuelito Abel y desde hacía un tiempo se habían dado cuenta que aquel hombre cariñoso otrora, lo que hacía era meterle manos en cuanto podía y resulto que a ellas morbosas putonas nunca les molestó. Es más, ahora con diecinueve añitos les encantaba que el abuelito Abel las cogiera.

Por eso no perdían oportunidad de provocarlo para que rápido corriera tras ellas y las montara como el macho calentón que era.

Así que ese día no sería distinto. Eran unas bellas chicas igualitas, calcadas hasta en su formas, los culos eran idénticos, la forma de sus cinturas, los senos eran medianos y firmes con grandes frutillas en las puntas, siempre erguidas.

__¡Aquí estoy putitas!__ exclamó el abuelito Abel con su poronga al aire visiblemente rocosa. Ellas se sonrieron.

__¡Así que ya estas listo viejito calentón!

__¿Y ustedes putas están listas para este garrote?

__¡Siempre abuelito Abel!__ exclamo Susy y ya se puso de rodillas para meterse el pedazo de carne en sus labios. Rozarla, besarla, lamerla. En tanto la hermana besaba la boca del abuelito, le mordía los labios y le chupaba la lengua.

__¡Ohhh así chupa puta, ahh eres grandiosa!!__ gemía el abuelito caliente. La nieta abría la boca y tragaba el garrote duro. Besaba las bolas del macho y volvía a chupar el pedazo. Nori comía la lengua del viejo en tanto este le pellizcaba y masajeaba las tetas firmes. Pellizcaba los pezones enormes y paraditos. La nieta gemía suplicando por mas.

Susy metió a fondo de su garganta la poronga enhiesta del abuelo, se deglutía los huevos del hombre y se masajeaba su clítoris erguido y duro. Manaba líquido como perra en celo. Chorreaba jugos por todos lados.

Nori giró su cuerpazo de infarto y se sentó bruscamente en la cara del abuelito Abel que metió la lengua hasta el fondo de la caverna mojada de la nieta calentona. Lamió y bebió el néctar que esta producía a chorros salobres, pegajosos.

Gritaba de placer y calentura a medida que tenía un orgasmo tras otro. Aullaba de placer como una loba en celo. Una locura.

__¡Ahhh así, chúpame abuelito hazme acabar otra vez, siii!!__ clamaba y rogaba.

A su vez la otra gemela, Susy,  masajeaba la chota, la comía, la bebía, la succionaba como una marrana. Bañando la vara que estaba tan dura como una roca.

__¡Ahh que rica esta tu vergota abuelito, te has tomado la pastillita azul, perverso!

__¡Eso es para atenderlas a ustedes dos zorritas putonas, calentonas!!!__ la chica sacudía la poronga, la golpeaba contra sus mejillas ardidas.

__¡Vas a hacerme acabar zorrita!!¡Ahhh que puta eres!!

__¡Dale, dame tu lechita, abuelito, ohhh si, ya  viene, ya viene la tomare toda, siii anda dame esa lechita, ay, ay!!!__ metía el garrote hasta el fondo, moviéndolo de un lado a otro para ver si de una vez lo ordeñaba.

La mano de la chiquilla se aferró frenética a la manija, la meneaba fuerte, con ganas. Con deseos, poniendo la boquita en el ojo que sabía escupiría de un momento a  otro. Gruñía el abuelito, alzado y caliente. De pronto el apretar de mandíbulas, el gesto en la cara que ella conocía tan bien, la leche espesa que salta y entra en su boca golosa y deseosa. Traga los chorros, uno dos tres, todos entran y golpean la campanilla, aprieta un poco mas la manguera y bebe hasta la última gota.

La poronga sigue ahí como si nada, dura, alzada.

__¡Ay abuelito que lindo que sigue dura, mira, es impresionante, me acabas de dar leche y sigue dura!!!

__¡Eso lo logran ustedes!__ dice el abuelito Abel dejando de chupar la conchita de Nori que sale de la boca del maduro. Susy no pierde el tiempo y ya ha clavado aquel ariete en su mojada y abierta cueva, empieza a cabalgar al macho.

__¡Ayyy abuelito …la pastillita ha hecho efecto, mira que dura está!!!__ dice la chica putona mientras lo cabalga sin prisa, pero firme.

Nori muerde los pezones de la hermana, que delira y tiene un orgasmo tras otro. Susy mete dos dedos en la mojada y dilatada almeja de su hermanita. La masturba apretando el botoncito duro y rojo de emoción y placer.

Gimen, tiene un orgasmo tras otro, mientras el abuelito Abel es cabalgado por la bella nieta.

La perra putita de Susy deja su lugar a Nori que se ensarta la poronga rocosa. Salta sobre ella, la traga con su conchita el abuelito Abel ahora chupa el ojete de Susy que se ha abierto las nalgas para recibir la lengua del macho maduro y caliente como volcán.

Goza abriendo el ojete como flor. Lo babea. Lo besa. En tanto Nori cabalga sin parar la dura vara que no se amilana.

Nori sabe que le van a llenar el culito de leche en cualquier momento, así que apura las embestidas, sube y baja, chocando el abdomen del viejo y pellizcando las soberbias tetillas del macho que grita, que gime, que brama como carnero degollado, mientras le llena de soberanos chorros de leche al ojete a la nieta que babea y clama por mas.

Ahora empieza a aflojar el tremendo garrote inflamado y gordo. Se va aquietando. Las chicas siguen dándole besos y lamidas al caño y el abuelito Abel cree estar en un sueño, en un letargo lejano, en un desmadejado cuento de hadas.-