Las gemelas

Esta es el relato de los hechos que me sucedieron con unas hermanas gemelas cuando estudiaba en la universidad.

LAS GEMELAS

La historia que os voy a relatar sucedió hace pocos años cuando aún estudiaba en la facultad. Estábamos en primavera y los últimos días hacía mucho calor en Gijón, por lo que las chicas vestían con poca ropa y los chicos nos alegrábamos la vista viéndolas en los pasillos y en las aulas así vestidas, algunas incluso se podría decir que iban más desvestidas que vestidas.

Todos los días esperaba con ilusión la hora de dibujo. Había que llegar pronto para coger un buen sitio, porque todos los chicos solíamos buscar la esquina de atrás junto a las ventanas. ¿Por qué? Pues muy sencillo: en esa zona del aula siempre se sentaban ellas dos. Ellas eran como dos soles en aquellos días del mes de mayo, dos soles que calentaban a todos los chicos de la facultad, y no precisamente como lo hace el sol que todos conocemos. No, ellas nos calentaban de una forma muy diferente.

Sus nombres los voy a cambiar para no comprometer sus identidades. Isabel era una chica muy morena, sobre 1.68 de altura y una figura que no pasaba desapercibida: poseía las piernas mejor torneadas que había visto en mi vida, que terminaban en un precioso trasero que era objeto de todas las miradas cuando lo paseaba por la facultad. Sus pechos eran de tamaño normal, no eran exageradamente grandes, pero no tenían nada que envidiar a otras, dada su forma puntiaguda que solía exhibir con buenos escotes y camisetas ajustadas. Su edad: 23 añitos.

Acerca de Begoña, pues simplemente decir que era idéntica a Isabel: eran gemelas. Sí, eran como dos gotas de agua. Yo, a pesar de ser amigo suyo, no era capaz de distinguirlas salvo por sus modelitos y su carpeta.

Desde la llegada del buen tiempo unas semanas atrás, la cantidad de ropa que lucían sobre sus cuerpos perfectos había disminuido considerablemente, por lo que los comentarios de los chicos en los pasillos de la facultad habían hecho subir el nivel de asistencia a esa clase hasta llenarla casi por completo, unos 120 alumnos, los cuales éramos casi todo chicos, cuando apenas dos meses atrás asistíamos unos 30 o 35 alumnos de media.

Yo era uno de esos 30 que asistieron todo el curso, por lo que la asignatura la llevaba bien encaminada, ya había sacado una buena nota en el examen parcial de febrero. Sin embargo, ellas parecían pensar más en asuntos de ligoteos y fiestas que en estudiar: muchos días habían faltado a clase, sobre todo al principio de curso, así que habían suspendido el examen y necesitaban examinarse de la asignatura completa en junio para poder aprobar. A Begoña e Isabel solamente les quedaban dos y tres asignaturas, respectivamente, para terminar la carrera, por lo que debían aprobarlas a toda costa para no permanecer otro año más en la facultad.

Empezaron a asistir de forma más regular a clase desde febrero, pero dado que habían perdido el hilo de la asignatura y les faltaban apuntes, se dieron cuenta de que no conseguirían aprobar sin ayuda. Así que, tras ver las notas del parcial y darse cuenta de que yo era uno de los que mejor nota había sacado, decidieron pedirme a mí los apuntes del primer parcial, y muchos días me pedían que les explicara dudas que les iban surgiendo acerca de los ejercicios hechos en clase, por lo que siempre se sentaban a mi lado en clase.

Isabel tenía novio, llevaba poco tiempo con él, de hecho había rumores por la facultad de que se había liado con más de uno de los compañeros, y los comentarios que se oían se centraban en sus habilidades como una gran mamadora de pollas. Begoña por su parte no tenía novio en aquel momento, lo suyo eran más las aventurillas pasajeras. De todo eso me fui dando cuenta yo poco a poco. Begoña era bastante más atrevida que Isabel, al llegar el calor solía vestir minifaldas muy cortas y zapatos de tacón o botas, muchos escotes y a veces se notaba que no llevaba sujetador, más tarde me enteraría que alguna vez ni siquiera bragas...

En fin, el caso es que los lunes solíamos comentar lo que habíamos hecho los fines de semana, y solían calentarme con comentarios provocativos que se lanzaban entre ellas, del tipo:

Pues Isabel el sábado se fue con su novio a dar un paseo, y cuando volvió tenía el vestido arrugado y manchado de tierra...

Ya, y tú por la noche dijiste que te ibas a casa, que Antonio te acompañaba y resulta que 3 horas después volví yo y aún no habías llegado...

Ya, pues tú llegaste con el rimel todo corrido y el top manchado de blanco...

En fin, que no hacían más que calentarme con sus comentarios, sin llegar nunca a hablar de forma explícita de sus prácticas, pero que eran más que evidentes para cualquiera.

A pesar de asistir a clase se notaba que no dedicaban demasiado tiempo en casa a preparar la asignatura, ya que muchas de sus dudas eran acerca de conceptos básicos. Yo intentaba explicárselo, pero lo único que conseguía era parchear parcialmente su falta de base en la asignatura, porque luego no lo repasaban por su cuenta.

El caso es que llegó el examen de junio. Yo volví a sacar una buena nota en el segundo parcial, y aprobé el resto de mis asignaturas, por lo que había conseguido terminar la carrera. Sin embargo, ellas dos volvieron a suspender. A mí por una parte me daba pena porque nos habíamos hecho amigos, pero por otra parte pensaba que era normal, sin estudiar no se puede aprobar, y ellas se lo habían buscado.

El caso es que se me presentaba un verano sin estrés, no tenía planes especiales porque nunca hubiera soñado aprobar todo en junio, había planeado quedarme a preparar las asignaturas que suspendiera para septiembre en el chalet de mis padres, que se iban casi todo el verano fuera y allí podría estudiar tranquilo (y tener alguna juerguecilla con los colegas también, claro).

Sin embargo mis planes para el verano se verían alterados por una llamada telefónica al día siguiente de salir las notas: era Begoña pidiéndome ayuda para preparar dibujo para septiembre. Era la única asignatura que les quedaba a las 2 y debían aprobar como fuera. El caso es que yo tenía todo el verano libre y les dije que por mí no había problema. Podíamos dar alguna clase en el chalet de mis padres, la verdad que después de colgar y pensarlo un poco, pensé en todas las posibilidades que se me presentaban: solo en el chalet de mis padres, con la piscina, el muro que preserva nuestra intimidad... en fin, que unos ratos podíamos estudiar y otros ratos tomar el sol y bañarnos. La simple idea de poder verlas en bikini me hacía ponerme a 1000.

La primera clase fue de iniciación, bastante suave para fijar ciertos conceptos muy básicos que ya había notado que no tenían. Ellas demostraban bastante interés en mis explicaciones, y tras algo más de dos horas de clase, decidí tantear el terreno. Les pregunté si salíamos al jardín a tomar algo, y aceptaron encantadas. Estuvimos charlando un rato, yo llevaba unas bermudas y al verlas allí sentadas luciendo su moreno se me puso dura. Ellas se dieron cuenta de inmediato y entonces Begoña se dirigió a mí:

Aún no hemos hablado del precio de las clases.

No quiero que me paguéis nada, esto lo hago por haceros un favor.

Ya, pues yo había pensado que tal vez podríamos recompensarte por las molestias que te tomas – me dijo entre miradas cómplices con su hermana –.

¿Ah si? ¿Y en que habías pensado? – pregunté haciéndome el tonto –.

¿Que te parece si a cambio de las clases te pagamos en sexo? – me miró de forma insinuante -.

Yo me quedé de piedra, jamás habría soñado llegar tan lejos, la verdad que no me esperaba una respuesta tan directa. El caso es que lo único que me salió de la boca fue un:

Me parece genial.

Ellas se miraron con risitas y Begoña me dijo:

Pues creo que vamos a pagarte la clase que nos acabas de dar. ¿Cuál de las dos te gustaría que te pagara?

Yo a la vez que guiñaba un ojo a Isabel les dije:

¿No podríais pagarme a medias entre las dos?

Entonces se echaron a reír, e Isabel me dijo:

Vaya, con lo recatado que parecías. De acuerdo – me dijo - , creo que es justo, pero no te acostumbres mal – me guiñó un ojo –. No todos los pagos serán compartidos entre las dos.

Y acto seguido comenzó a desabrocharse los botones de su blusa azul. Begoña por su parte comenzó por la minifalda negra de lycra que lucía hoy: simplemente con tirar un poco se desprendió de ella, y ahí pude darme cuenta de que no llevaba bragas. Ahí pude comprobar por primera vez que llevaba la zona púbica completamente depilada: este detalle hizo que mi pene se pusiese como una auténtica roca, y no pude por menos que mostrárselo a ellas quitándome las bermudas. Se miraron y se rieron al ver lo dura que la tenía:

Mira, Begoña, se ve que le has excitado al pobrecillo – dijo Isabel mientras se quitaba la falda negra que llevaba-.

Sí, es verdad, me parece que le gusta lo que está viendo –respondió Begoña-. Tal vez deberías enseñárselo tú también para que nos diga cuál le gusta más.

Isabel llevaba un tanga blanco muy pequeño y un sujetador a juego. Primero se desprendió del sujetador, enseñándome sus bronceados pechos: se ve que a pesar de ser principios del verano ya habían ido mucho a la playa, o tal vez a centros donde tomar rayos UVA. El caso es que mostraba unos pezones oscuritos y puntiagudos, que coronaban unas tetas no increíblemente grandes, pero que sí tenían un aspecto muy apetecible para cualquier chico. A continuación se quitó el tanga, mostrándome la estrecha línea vertical de pelitos que lucía en el pubis, igual que había visto ya en muchas actrices porno. Pero esto era muchísimo mejor: lo tenía ahí, al alcance de mi mano y de mi pene.

Begoña por su parte ya se había quitado el top blanco y escotado que llevaba, y cuando lo hizo comprobé que mis sospechas eran ciertas: tampoco llevaba sujetador, por lo que había salido sin ningún tipo de ropa interior ese día. Ya las tenía a las dos completamente desnudas ante mí. Era curioso recordar que hasta hace muy poco tiempo solamente las distinguía por sus ropas, y ahora, sin ninguna prenda encima, las podía diferenciar únicamente porque Isabel tenía una estrecha tira de vello púbico y Begoña lo llevaba completamente depilado: bonita forma de distinguirlas.

Ellas, al ver mi pene a punto de reventar, decidieron seguir dándome un espectáculo que no había imaginado ni en mis fantasías más calientes: empezaron a acariciarse por todo el cuerpo con las manos, de forma muy lenta y delicada. Ni siquiera tuvieron que dirigirse la palabra para empezar el juego, por lo que pensé que lo habían practicado anteriormente, tal vez excitadas en alguna ocasión en que no tenían ningún chico a mano que las pudiera satisfacer, habían decidido montarse una juerga ellas solas.

Pues ahí tenía delante a esas dos gemelas, acariciándose los hombros, los pechos, bajando poco a poco las manos hacia abajo mientras enlazaban sus lenguas en un morreo en toda regla. Entonces sus manos fueron llegando a sus culos, y poco después empezaron a acariciarse mutuamente el clítoris. Yo ya estaba que no podía más, empecé a acariciarlas también. Entonces les dije:

¿No podéis mover esos deditos más deprisa? Quiero ver como os corréis.

¿Ah sí? – dijo Isabel con cara de viciosilla a la vez que imprimía velocidad a las caricias que hacía a su hermanita.

Yo estaba colocado detrás de Begoña, las tetas de las dos se rozaban con sus movimientos y yo las acariciaba con mi mano derecha. Mientras tanto mi mano izquierda acompañaba a la de Isabel en las caricias al clítoris de Begoña. Entonces decidí dar un paso más: cogí la mano derecha de Begoña y la puse alrededor de mi pene para que me masturbara, y ella empezó a hacerlo con movimientos muy suaves. Lo hacía con mucha delicadeza, apenas rozándolo con sus finas manos, y yo estaba ya loco porque alguna tomara "medidas más serias" con mis asuntos.

Entre mis dedos y los de Isabel, hicimos que Begoña se pusiera tan caliente que dejó mi pene y la rajita de su hermana para tumbarse en el suelo y le pidió que le comiera su coñito, a lo que su Isabel respondió que seguramente le haría más ilusión a otra persona, mientras me hacía una señal para que lo hiciera yo. No me hice esperar y empecé mi tarea con sumo gusto, la verdad que estaba deseando hacerlo. Ella estaba tan mojada que noté que iba a tardar muy poco en correrse, Isabel también se dio cuenta y entonces decidió sentarse sobre la cara de su hermana para que se lo comiera. Yo estaba que no me lo podía creer, al levantar la vista y ver a Begoña comerle el coñito a su hermana gemela mientras yo me comía el suyo completamente depilado me di cuenta de que este verano podía ser realmente increíble, y se me pasaron por la cabeza muchas ideas para ocasiones posteriores, algunas de las cuales se hicieron realidad poco después.

Estábamos así cuando Begoña empezó a tener un gran orgasmo, sacó la lengua de la vagina de su hermana, que anteriormente le había pedido que la metiera lo más adentro que pudiera, y empezó a gritar y a retorcerse de una manera que no había visto hacer a ninguna chica. Yo me esforcé en mover la lengua por sus labios y su clítoris lo más deprisa que pude para hacer que se volviera loca, cosa que conseguí, ya que estuvo un buen rato pidiendo que siguiera, que nunca había sentido un orgasmo tan intenso... y eso hice. Mientras tenía el orgasmo le salía mucho fluido y lo lamí encantado, pues yo creo que ese debe ser el elixir de la eterna juventud... o al menos el del eterno placer.

Cuando terminó el orgasmo, levanté la mirada y vi que Isabel se estaba metiendo el dedo corazón mientras nos miraba, por lo que decidí dirigirme hacia ella y aplicarle el mismo tratamiento que a su hermana, pero al acercarme, ella me dijo que mejor me tumbara yo en la hierba, que íbamos a probar otra cosa. Me tumbé y entonces ella se puso sobre mí en la posición del 69, y no desperdicié la ocasión para saborear ese otro coñito réplica del que me acababa de comer, pero en versión parcialmente depilada solamente.

Ella por su parte empezó a lamerme el pene desde la base hasta el glande, lo hacía lentamente, tomándose el tiempo necesario para mojarla bien mientras yo le empezaba a masturbar con un dedo el clítoris mientras me deleitaba comiendo su chorreante rajita. Entonces ella empezó a metérsela entera en la boca; en sus rítmicos movimientos de cabeza, sus labios alojaban cada vez un poco más de mi dura polla, hasta que minutos después ya se la conseguía introducir entera hasta tocar su barbilla contra mi vientre, a la vez que mi glande traspasaba ya los límites de su campanilla.. Se veía que Isabel ya tenía mucha experiencia en estas lides, porque no le había costado ningún trabajo metérsela toda hasta la garganta, lo que me hizo darme cuenta de que los rumores que se oían por los pasillos sobre sus increíbles mamadas eran ciertos: era una experta mamadora de pollas.

Yo ya no pude aguantar mucho rato, porque mi excitación por todo lo que había visto minutos antes, y la habilidad de Isabel con su lengua y sus labios me llevaron al orgasmo en pocos minutos. Cuando le dije que estaba a punto de correrme, ella paró un segundo, se quitó de encima de mí para ponerse delante, me miró a los ojos y entonces me dijo:

Tranquilo, no voy a dejar escapar ni una gota – mientras me guiñaba un ojo-.

Y se volvió a meter el pene entero en la boca, manteniendo los labios pegados a la base del pene y moviendo la lengua de una forma que nunca jamás me habían hecho, y sin vuelta atrás empecé a correrme y a soltar todo mi semen en su lengua, que no descansaba ni un segundo. En medio de mis convulsiones se sacó mi pene solamente unos 3 o 4 centímetros y toda la leche que había salido se la tragó mientras la succión que hacía provocaba en mi un placer infinito que me hacía descargar más y más semen en su boca, que ella seguía tragando sin problemas. Yo llevaba ya 4 días sin haberme masturbado, por lo que la cantidad de semen que salió fue increíble, pero Isabel cumplió obedientemente su promesa y no dejó escapar ni una sola gota, tragándoselo todo incluso con la mayor parte de mi polla dentro de la boca.

Cuando por fin recuperé el aliento, ella se sacó el pene y empezó a lamerlo otra vez desde la base hasta el glande para dejarlo bien limpio, momento que aprovechó Begoña para unirse a su hermana y sacarle todo el brillo posible a mi instrumento. Cuando terminaron, sus bocas se separaron de mi pene y se fundieron en un prolongado y lascivo beso en el que compartieron los últimos restos de mi corrida, la imagen quedará grabada para siempre en mis retinas. Pero aún faltaba Isabel por tener su orgasmo, por lo que le dije que se tumbara y le comería el coño como acababa de hacerlo con su hermana, a lo que ella accedió encantada. Yo entonces me dediqué a saborear su rico néctar, mientras que Begoña ahora se dedicaba a sobar los pechos de su hermana y a seguir con los morreos lujuriosos con ella.

Isabel, entre mis dedicaciones orales, y los besos y magreos de Begoña no tardó en derretirse en mi boca, empezando a moverse y gritar como unos minutos antes lo había hecho su hermana. Es increíble lo idénticas que son en todo, como dos gotas de agua incluso en la forma de correrse. Yo por supuesto me comí todo el néctar que salió de su coño.

Cuando por fin dejó de moverse, los tres nos dimos un baño en la piscina, así completamente desnudos, pero ya de forma más amistosa que sexual, y luego de un rato nos salimos, ellas se vistieron y quedamos para volver a "estudiar" al día siguiente. Yo le pedí a Isabel quedarme con su tanga y su sujetador, porque me daba morbo verlas marchar a las dos sin ningún tipo de ropa interior, y que se la devolvería al día siguiente o se lo cambiaba por el nuevo conjunto de lencería que trajese. Ella accedió con una sonrisita cómplice, y me dijo que así le hacía un favor, porque a continuación iba a ver a su novio y a él también le gustaba que no llevase nada debajo.

Y se fueron de mi casa intercambiando comentarios entre ellas mientras yo las veía alejarse, sabiendo que ninguna de aquellas dos bellezas idénticas llevaba ropa interior y que Isabel se iba a ver a su novio a continuación. Si él se imaginara que ella llevaba el estómago lleno de mi semen