Las gemelas

Mi hermana y yo nos enamoramos.

¡A este tío me lo follo!

Me había costado un poco llegar a tomar la decisión, reconozco que no fue fácil, pero ahora lo tenía clarísimo. ¿Qué iba a pensar María si se enteraba? Conociéndola, seguro que se ponía celosa e, incluso, querría la misma experiencia. No me importaba, estaba acostumbrada a compartir con ella absolutamente todo.

Quizás debería explicar un poco mejor de que iba toda esta historia...

En casa vivíamos mi padre, mi hermana María, mi gemela y yo. Aclaro que somos gemelas idénticas, además, siempre nos arreglamos y vestimos igual, para desconcierto de la gente y cachondeo nuestro. Esto nos ha llevado, como he dicho antes, a compartir absolutamente todo, incluso los tíos. Mamá había muerto de cáncer hacía algo más de un par de años, dejándonos más solas que la una. Un palo tremendo. Desde entonces habíamos cuidado las dos solas de nosotras y de papá. Nunca ha vuelto a ser el mismo

Teníamos un hermano mayor, fruto de un matrimonio anterior de nuestro padre. Se divorció cuando Luis tendría unos seis años, se casó con nuestra madre y luego nacimos nosotras. El se había quedado a vivir con la suya, viendo a papá cuando le tocaba según el régimen de visitas. Pocos años más tarde nos fuimos, por motivos de trabajo, a vivir a la capital, con lo que solo veíamos a nuestro hermano en vacaciones. Más tarde, cuando se fue haciendo mayor, ni eso.

Sin embargo, todo había cambiado hacía un par de meses. Había terminado la carrera de medicina, aprobado el MIR y estaba haciendo la residencia en nuestra ciudad. Lógicamente, se vino a vivir con nosotros. Hacía muchos años que no nos veíamos y fue una auténtica sorpresa cuando apareció. Yo apenas le recordaba, solo de algunas fotos de la playa, las últimas con unos 15 años, junto a nosotras que tendríamos 7 añitos de nada. Ahora que él tenía 25 estaba hecho un joven de lo más apuesto.

El día que llegó nos quedamos pasmadas. ¡Qué tío! Estaba como un quesito, alto, fuerte, con una personalidad arrolladora. Nos dejó a las dos con el culo hecho pepsicola. Enseguida empezamos a hacerle nuestras típicas bromas intercambiando papeles, pero en lugar de enfadarse se lo tomaba con muchísimo humor, nos hacía rabiar un poco y se reía con nosotras. ¿Dónde se había metido todo este tiempo?.

Al cabo de unas semanas ya estaba totalmente integrado en la familia, lo que en principio parecía un horror se había convertido en una delicia. Era discreto, amable como nadie, simpatiquísimo con nosotras, en fin, lo tenía todo. Encima, venía a buscarnos a veces al cole por la tarde, cuando salía pronto del hospital. Ahí si que éramos la envidia de todas nuestras amigas, se quedaban flipando con nuestro hermano. Ni siquiera nos trataba como a crías, sino como a iguales, a pesar de ser más de 8 años mayor. Esos días siempre nos invitaba a merendar e incluso nos dejaba fumar como la cosa más normal del mundo. Solo nos decía que el tabaco no era bueno, pero como él también fumaba no tenía muchos argumentos en contra.

Nos hacía sentir mayores, creo que era lo que más nos gustaba, eso y que no tenía novia. En vez de salir con chicas o con amigos a ligar, los fines de semana salía con nosotras, no siempre, pero sí muchas veces. Nos colaba en discotecas, aunque alguna vez nos pillaron; siempre causábamos sensación, dos chicas bastante monas (según mi hermano, preciosas) con un tío que estaba buenísimo.  Aunque Luis nos animaba a ligar con chicos, realmente no nos apetecía, no había nadie como él.

Poco a poco, esta relación fue derivando en lo inevitable. Me fui enamorando de mi hermano. ¿Cómo no hacerlo? Era todo lo que buscaba de un tío, aunque un poco mayor. Yo no le veía ningún defecto... Me imagino que María tampoco, éramos tan parecidas hasta en el carácter... Yo un poco más seria que ella, nada más. Si yo me estaba quedando con Luis como una gilipollas, suponía que ella también.

Que yo supiera, y lo sabía de primera mano, las dos conservábamos nuestra virginidad de una manera relativa. No habíamos follado nunca con un chico, pero sí habíamos mantenido relaciones, no completas, claro. Sexo oral, toqueteos, cosas así y, últimamente, habíamos descubierto una nueva relación entre nosotras. Me refiero a que teníamos relaciones entre nosotras, de lo más morboso y placentero.

Todo había sido a raíz de una broma que nos hicieron nuestras amigas en nuestro último cumpleaños. Nos habían regalado entre todas un consolador, de esos que se sujetan con un arnés para que una tía se folle a otra. Era una especie de braguita de cuero, tipo tanga pero con hebillas para ajustarla, con una polla de látex en su parte delantera. Es de ese tipo de regalos para hacer la coña.

Unos cuantos días, o semanas, después, estando las dos en nuestra habitación, justo al acostarnos, sacamos el artilugio para reírnos un rato. No sé como nos fuimos calentando, empezamos a acariciarnos, la temperatura subía, enseguida  María me besó, primero en la boca, labio contra labio... Intentó introducir la lengua, me daba cierto asco, era mi hermana...

Metió la mano por debajo de la camiseta con la que dormía, me acarició los pechos, etreteniéndose especialmente en los pezones, excitándolos con los dedos, poniéndolos como pitones. Me fui abandonando... Abrí la boca para recibirla, nuestras salivas se mezclaron, mi respiración aumentaba, jadeábamos, dirigí una mano hacia su conejito, lo tenía igual de empapado que yo...

Le acaricié los labios tiernamente, notando como se abrían como pétalos, ofreciéndome toda su intimidad. Acaricié su clítoris con suavidad, sin frotar fuerte para no hacerle daño... En un segundo ella me prodigaba las mismas caricias en mi tierno botón. Poco a poco los dedos de ambas se fueron perdiendo en el interior de nuestros respectivos coños, nos estábamos masturbando en toda regla.

La calentura podía más que cualquier prejuicio que pudiera tener, le quité su camiseta y acabé de bajarle del todo las bragas. Teniéndola desnuda frente a mí, me di cuenta de lo guapa que era, tenía un cuerpo divino, terso, suave... Me dirigí a sus tetas, quise chupárselas enteras, succionaba los pezones, raspaba suave con los dientes, estaba disfrutando de verdad. Tardé poco tiempo en bajar hacia la parte más sensible de su cuerpo, besé sus muslos, me entretuve durante un ratito en sus ingles... Finalmente metí toda la cara entre sus piernas y busqué su entrada con la lengua. Metía y sacaba, chupaba, mordía con cuidado los labios... Cuando chupé su clítoris dio un gran suspiro de placer, me dediqué a hacer círculos rápido con la lengua, luego lo cogí con los labios y, succionando como con los pezones, restregaba toda mi cara por su zona genital.

No quiso ser menos que yo, me tumbó en la cama, se colocó encima de mí e hizo lo mismo que le estaba haciendo. Jadeé con fuerza cuando me chupó mi clítoris, me metió un dedo en la vagina que me hizo ver las estrellas. ¡Como me estaba poniendo la cabrona de ella!. No podía más, no sabía si estaba comiéndole el coño a mi hermana o no, solo notaba como me venía un orgasmo increíble.

Efectivamente así fue, me corrí como una burra, parecía que no se acababa nunca, creo que grité del placer que estaba sintiendo. Quise corresponder a María acelerando mis caricias, como había hecho ella le metí un dedo en el coño, además me atreví a meterle otro en el culito. Con un poco de esfuerzo lo conseguí, así como que tuviera un orgasmo como el mío.

Todavía jadeante me quité a mi hermana de encima, cogí el famoso consolador y me lo puse. María me miró con una mezcla de espanto, deseo, lujuria... Unté bien el chisme con su flujo e intenté metérselo, costaba bastante, la postura que tenía, encima de ella, no me estaba ayudando en absoluto, el consolador se me iba para todos lados y no era capaz de dirigirlo. Mi hermana se quejaba cada vez que intentaba un ataque y se me iba hacia fuera. La hice ponerse a cuatro patas, no hacía más que repetirme que tuviera cuidado...

-Leti, por favor, con cuidado, no me hagas daño...

-No te preocupes, cielo... Voy a ser la suavidad personificada -Le contesté.

Cogí un bote de leche corporal, embadurné bien el consolador, me puse de rodillas detrás de ella y, ayudándome de una mano, fui introduciéndolo en su coñito... ya no se me escapaba, su altura era la justa... Apreté poco a poco, gracias a la leche entraba sin mucha complicación... María resoplaba, daba pequeños quejidos pero apretaba su culo hacia atrás. En un momento había metido todo en cacharro hasta el fondo. Me decía que le dolía dentro de la vagina cuando apretaba, así que empecé un suave vaivén sin empujar demasiado. Al cabo de un ratito le estaba dando con más fuerza, le frotaba el clítoris continuamente, de vez en cuando me tocaba el mío por debajo del arnés, pero no me resultaba cómodo. Seguimos así, dale que te pego, ella jadeaba cada vez más pero yo me estaba cansando.

Me puse boca arriba en la cama para que continuara ella misma la faena. Se sentó encima de mí empalándose hasta dentro... Botaba como una loca, estaba totalmente desenfrenada, sus tetas bailaban, me hacía mucha gracia, yo se las cogía y pellizcaba sus pezones... Se volvió a correr con otro grito de satisfacción, prolongaba su orgasmo frotando el clítoris contra mi cuerpo, besándome en la boca, mordiéndome en el cuello.

Cuando se relajó me miró con una cara de cariño impresionante, nunca nos habíamos sentido tan cercanas como entonces, creo que me corrí solo con verla disfrutar...

-Te toca -Me dijo bajándose de encima. Me quitó las bragas de cuero y se las puso ella. La miraba expectante, yo estaba saciada y no me apetecía demasiado que me metiera aquello. Además, le había dolido al principio...

Volvió a echar leche corporal en aquella polla de plástico, me puso como yo a ella, a cuatro patas, se situó  entre mis piernas, me las abrió bien y, colocándose en la entrada de mi coño, apretó. No había pensado en mi virginidad hasta ese momento... ¡Joder, qué daño!

-¡María, para! ¡Para, me estás haciendo polvo! -Me dejé caer sobre la cama quedándome tumbada boca abajo. Mi hermana, que me siguió en la caída, siguió apretando sin hacerme caso...

-¡MARIA! ¡QUE ME ESTÁS HACIENDO DAÑO, COÑO! -Realmente me estaba doliendo muchísimo.

-Aguanta, Leti, aguanta. Ya verás como se te pasa enseguida...

¡Y una leche! Aquello no se pasaba ni a la de tres, intentaba quitarme a mi hermana de encima sin demasiado éxito, me tenía sujetos los brazos y aprisionada con su cuerpo; aquello era una tortura, se me saltaban las lágrimas del dolor...

De repente dio un golpe fuerte de caderas taladrándome hasta el fondo

-¡HIJA DE PUTA! -Chillé. Me había destrozado, sentía un dolor que no me dejaba ni hablar, lloraba a raudales, me dolía por dentro como si me hubieran metido un hierro al rojo vivo...

María se quedó quieta con el consolador clavado en mis entrañas, dándome besitos en la nuca, en las orejas... Me aplastaba con su peso tapándome la boca con la mano para evitar mis gritos, pero casi lo agradecía, me acariciaba un costado, intentaba relajarme... No sé el tiempo que estuvo así, me ardía todo el coño, la vagina, me llegaban calambrazos hasta las tetas. Solo pensaba en que sacara eso de mí, que acabara todo de una puta vez.

-¡Por favor María, sácalo, por favor, quítame eso! -Decía entre hipos -¡Me duele muchísimo, por favor, quítalo!

No me hacía ni caso, me seguía besando, intentaba colar una mano debajo me mí para frotarme el clítoris, pero juro que no estaba disfrutando nada ¡Qué suplicio! ¡No podía imaginar una tortura mayor!

Se incorporó un poco sobre sus rodillas para aliviarme del peso de su cuerpo, intenté coger todo el aire que me faltaba, como pude me eché hacia delante liberándome del martirio, estaba derrotada. Sin embargo no se dio por vencida. Me levantó de las caderas, creí que solo me quería acariciar y me dejé hacer, tampoco tenía fuerzas para seguir  resistiéndome. Inesperadamente me volvió a penetrar.

-¡AAAAYYYYY! -Fue un auténtico alarido

¡Coño! ¿No se daba cuenta de que no podía seguir? ¡No sé donde le encontrarían el gusto a esto! ¿Porqué a ella no le dolió tanto?

-¡Déjame! ¡María, déjame!

Pero María era persistente, teniéndome levantada se dedicó a acariciarme el clítoris... Al cabo de otro rato, de aguantar estoicamente, empecé a sentir un gustillo que se irradiaba desde el coño a toda la tripa. No me quitaba el dolor pero lo hacía soportable. El gustillo iba in crescendo, la delicadeza de mi hermana era maravillosa, por fin disfrutaba...algo. Empecé a mover mis caderas intentando sincronizarme con sus acometidas, el coño me ardía, tenía los pezones sobreexcitados, María se movía cada vez más rápido, me frotaba el clítoris con más fuerza...

Exploté en un orgasmo bestial, mezcla de placer y dolor... Mi hermana siguió dándome hasta que volví a caer deshecha en la cama. Joder, joder, joder ¡Qué corrida! La mayor y más intensa de mis 17 años ¡Tremenda! No sé como mi padre no se enteró.

A partir de entonces, cada vez más frecuentemente, María y yo usábamos aquel artilugio para nuestro disfrute. Quien nos viera, siempre diría que éramos amantes, pero no, no lo éramos, simplemente nos gustaba disfrutar juntas.

Así las cosas, la aparición de nuestro hermano supuso una pequeña revolución entre nosotras. Yo quería a María más que a mí misma, era parte de mí, éramos indisolubles, pero con Luis era distinto. Aunque, como he dicho antes, no me importaría compartirlo con ella, en ese momento reconozco que prefería no hacerlo.

La siguiente cuestión era que, por muy enamorada que estuviera o estuviéramos (estaba convencida de María sentía lo mismo), quien se lo iba a decir. Era como ponerle el cascabel al gato. No se me ocurría nada aparte de intentar coquetear con él, cosa que se tomaba siempre como una de nuestras bromas. ¿Cómo se ligaba a un tío de 25 años? Ni idea. ¿Y si es tu hermano? Menos. Si no me daba prisa mi hermana se me iba a adelantar, o cualquier pelandusca que encontrara por ahí, que Luis estaba muy bueno. Me devanaba los sesos buscando soluciones, pero nada, no encontraba la manera ¡Alguna tenía que haber!

Como siempre, las soluciones llegan cuando menos te lo esperas. En este caso no fue así pero si conseguí lo que, más tarde, resultó ser un avance.

En una de nuestras salidas de fin de semana, Luis prometió llevarnos a cenar a un sitio bien para después ir a alguna disco de moda. Era un plan fantástico, me hacía mucha ilusión lo de la cena, aunque hubiera preferido que fuéramos solos los dos.

Nos dijo que nos pusiéramos guapas y bien arregladas. Como siempre, después de mucho cavilar, cada una por su cuenta, acabamos vestidas, peinadas y maquilladas exactamente igual. Minifalda negra, medias negras, camisa blanca fantasía, zapatos de tacón, collar de perlas, el pelo recogido con prendedores, discreto maquillaje, bolso a juego con los zapatos... Al ver a mi hermana me pareció estar reflejándome en un espejo. No estaba guapa, guapísima. Elegante, discreta, pero con un toque sexi de lo más sugerente... Evidentemente, yo estaba igual.

Luis se quedó estupefacto...

-Chicas, estáis preciosas! Desde luego, voy a ser la envidia de todo el mundo.

Tenía razón, hacíamos un trío de lo más curioso. Él se había puesto un traje de chaqueta azul marino que le sentaba de impresión, rodeado por dos tías igualitas de lo más llamativo.

El restaurante estaba muy bien, la cena fue agradabilísima, Luis era un conversador nato, muy ingenioso, nos hacía sentir realmente a gusto. Repartía sus atenciones por igual entre las dos y, cada una, hacíamos auténticas virguerías para ser la elegida. Aunque supongo que él no tenía nada que elegir.

Hubo un momento en que María y yo nos empezamos a mosquear entre nosotras, nos estábamos convirtiendo en rivales. Nos lanzábamos pullas e indirectas, cada vez más subidas de tono. Hasta Luis se extrañó.

Me levanté de la mesa para ir al baño... Era una excusa, si seguía sentada allí iba a estrangular a mi hermana. Desgraciadamente, ella se levantó conmigo.

Fuimos al tocador, estaba vacío, mejor.

-¿Se puede saber que pretendes tía? -Le dije a María con bastante mal humor. - Estás continuamente coqueteando con Luis, parece que te lo quisieras ligar. Te recuerdo que es nuestro hermano.

-¿Y tu? Estás haciendo exactamente lo mismo que yo. ¿Qué pasa? ¿Qué te gusta o qué?. Pues si te gusta te jodes porque a mí también. ¡A ver quién gana!

Además es solo medio hermano. ¿O no hemos hecho cositas tu y yo? Mira Leticia, Luis es lo más, no creo que haya otro tío como él así que, me lo voy a follar como sea.

Como suponía, había llegado a la misma situación que yo. Ahora bien ¿Cómo iba a elegir entre nosotras si éramos iguales? Las diferencias de carácter apenas se notaban... No veía una solución satisfactoria, tampoco creía que pudiéramos competir entre nosotras. En fin, si no puedes vencer a tu enemigo, únete a él.

-Vale, vale. Ya suponía que te pasaría igual que a mí. Estoy por Luis como tú, pero no veo como se puede decidir por una de nosotras pasando de la otra, así que he pensado que lo compartamos, como hemos hecho toda la vida.

María se quedó un momento pensativa. Finalmente dijo

-Creo que tienes razón, sería inútil discutir entre nosotras. Bueno ¿Cómo se lo decimos?

-¿Estás loca? ¡Cómo le vamos a decir una cosa así! Yo creo que tiene que ser él el que se lance... Le provocamos, le engatusamos... Seguro que al final cae.

-Me parece que no. Si no fuéramos sus hermanas, puede, pero como sí lo somos, no se va a fijar en las provocaciones que le hagamos.

Pues sí que estábamos bien... Lo único claro es que ahora estábamos de nuevo juntas.

Volvimos a la mesa, Luis se levantó como un caballero hasta que nos sentamos. Me hacía gracia que se comportara así con nosotras, a fin de cuentas, aparte de ser sus hermanas éramos unas crías.

-¿Habéis tardado un poquito, no? -Nos dijo al llegar -Casi termino de cenar yo solo, imaginaros, quedarme sin las dos mejores bellezas de toda la ciudad.

Nos reímos como dos tontas. Era continuamente así, galante hasta lo esperpéntico.

La verdad es que yo estaba un poco alucinada ¿Por qué en vez de salir con chicas o con amigos lo hacía con nosotras? Cuanto más tiempo pasaba más extraño me parecía. ¿No tendría a nadie? Si era simpatiquísimo, estoy segura de que todo el mundo en el hospital le adoraba. Habíamos ido un día a buscarle porque habíamos quedado y todas las enfermeras y compañeras médicos bebían sus vientos. No se... Me lancé a saco

-Oye Luis, ¿Por qué sales con nosotras? Nos invitas a cenar, a bailar, vienes a buscarnos al cole... ¿No tienes ningún amigo?

Se me quedó mirando muy sonriente. María parecía que me quería asesinar...

-Claro que tengo amigos. Lo que pasa es que me apetece estar con vosotras, recuperar los años en que no nos hemos visto. ¿Qué tiene de malo que quiera estar con las dos chicas más maravillosas que conozco?

No creo que las amapolas sean tan coloradas como la cara que se nos puso a María y a mí.¡Joder! ¡Se me estaba haciendo el chisme agua! Tuve que continuar...

-Pues porque somos tus hermanas pequeñas, demasiado pequeñas ¿No?

-Sí -Continuó mi hermana -No es normal. Todavía no somos ni mayores de edad...

-Ya, ya lo sé. Pero no veo que tenga nada de malo. Cuando voy con vosotras siempre causamos sensación. Es una situación que me encanta. La verdad es que disfruto cuando estamos juntos, es cuando mejor me lo paso. Y os lo he dicho, sois maravillosas.

Si seguía así me iba a lanzar encima de él en cualquier momento. Estaba derretidita del todo ¡Él si que era maravilloso! Me tuve que beber un baso de agua para que se me pasara el sofoco.

Volví a pensar lo mismo del otro día ¡A este tío me lo follo! ¡No podía más! María le miraba con una cara que lo decía todo...

No nos fuimos a una discoteca sino a un pub más tranquilo, de esos de música suave lleno de carrozas. Nos sentamos en una mesita, luz tenue, conversación relajada, alguna parejita dándose un morreo, grupos de treintañeros...

Pedimos, a indicación de Luis, café irlandés. Nunca lo había probado, a mí que no me sacaran del gin-tónic. Realmente estaba buenísimo y entraba que daba gloria. En un momento ya íbamos por el tercero, María y yo muy achispadas, que esto pega lo suyo. Luis, mucho más sereno, se le veía acostumbrado a tomarlo.

Hablábamos de todo, de anécdotas familiares, de cuando íbamos a la playa en vacaciones, de su carrera, de su residencia en el hospital, de nuestros profes del cole... Intentábamos mostrarnos maduras, como chicas más mayores, aunque nuestra conversación dejara un poco que desear. Sin embargo, Luis se reía con nuestras cosas, con las chorradas que siempre hacíamos intercambiando papeles, cómo nos habíamos cambiado en algún exámen... Hasta las confusiones de papá. Lo raro es que, por alguna extraña razón, Luis jamás nos confundía y eso que nos había visto muchísimo menos. A pesar de que se lo preguntamos, no quiso decir como nos diferenciaba siempre.

Seguimos así toda la velada, estaba cada vez más convencida, era encantador... Era el hombre de mi vida. Me puse triste un momento pensando que nunca podría tenerle definitivamente ¡Había tantos obstáculos!

Unas horas después decidimos ir a bailar un rato para matar la noche. Luis quiso ir a una discoteca tranquila donde no hubiera mucho chun-chun y se pudiera hablar algo. Nos confesó que le horrorizaba la música a todo volumen que ponían ahora en todos los sitios. A nosotras, con tal de estar con él, nos daba igual que nos llevara a la Luna.

Yo no sabía ni que existieran sitios así, pero mi hermano nos llevó a un sitio que no estaba mal. Ponían música discotequera antigua y también música para bailar lento. ¡Creía que eso solo lo hacían en las verbenas de los pueblos!

Nos lo estábamos pasando genial, bailábamos haciendo el idiota y nos reíamos de lo mal que lo hacía nuestro hermano. Agotados nos sentamos. Pusieron música lenta, estaba bien, así podíamos descansar un poco.

María se me adelantó, le pidió a Luis que la sacara a bailar. Por si acaso les dije que luego iba yo, no fuera que me dejaran allí tirada.

Les veía en la pista con envidia, hacían una pareja estupenda, estaban bastante juntos, mi hermana hundía la cabeza en su cuello, de vez en cuando la levantaba un poco para decirle algo, él sonreía. De pronto, ella le besó. Casi doy un bote del sillón donde estaba. ¡Será zorra! Le estaba sujetando de la nuca para que no se le escapara ¡Qué putón! ¡Se me había adelantado!

Luis se separó al cabo de un momento, la miró extrañado, hablaron algo y siguieron bailando un rato más. Finalmente vinieron a la mesa, no parecía que hubiera pasado nada pero la cara de María era un poema, la viva expresión de chica enamorada, le miraba con ojitos de carnero degollado.

Antes de que pudiera cambiar de opinión le pedí a mi hermano que me sacara a la pista. Esta vez no le vi tan decidido pero lo hizo. Hubiera matado a la mosquita muerta de mi hermana.

Era una gozada bailar con él, totalmente pegada... Estaba en la gloria...

-¿Has visto lo de antes? - me preguntó. Me hice un poco la sueca

-¿El qué?

-Lo que ha pasado cuando estábamos bailando María y yo

Preferí no decirle nada

-No ¿Qué ha pasado? No he notado nada - Le dije, sin referirme a nadie en concreto - ¿Os ha pasado algo?

-No, que va, nada. Era una chorrada

Volvió a pegarse a mí, yo intentaba restregar mis tetas contra su pecho pero sin que se notara demasiado, como si fuera casual. Intentaba también situar una de sus piernas entre las mías para que sintiera mi pubis, pero no era nada fácil. Finalmente me decidí por la misma estrategia de María, por lo menos me diría lo mismo que a ella, así me enteraría también de cuales eran las intenciones de Luis.

Separé un poco la cabeza, al notar el gesto él inclinó un poco la suya, como si fuera a decirle algo, estaba a capón, le sujeté por la nuca y estampé mi boca contra la suya, mi lengua intentó avanzar encontrándose con sus dientes, creí que en ese momento me rechazaría. Me equivoqué, su lengua fue al encuentro de la mía, sus dientes mordieron mis labios... Me dio un repaso completo. Cuando se separó me dirigió una sonrisa encantadora.

-Estáis locas, locas las dos. ¿No crees que esto no debería pasar?. Se lo he dicho a María, sois preciosas, sois maravillosas, pero sois mis hermanas y, por nada del mundo, os haría daño. Si esto continuara nos destrozaríamos entre todos...

-¿Pero por qué?

-Porque sois mis hermanas y, aunque no lo fuerais, no podría mantener una relación con dos mujeres a la vez. Tenéis 17 años, toda la vida por delante, seguro que encontraréis a unos chicos que os harán felices, ya lo verás.

-Pero yo no quiero a otro chico, te quiero a ti. No lo puedo remediar -Le dije con lágrimas en los ojos. Me había entrado una congoja tremenda.

-Todavía sois muy jóvenes para daros cuenta. Ahora, el amor es todo un mundo para vosotras, creéis que es para siempre, que es imposible volver a enamorarse. Lo entiendo, también he pasado por eso. Además, Leti, ¿como piensas que podría funcionar? Os entrarían celos entre vosotras, os pelearíais por mí, eso es precisamente lo último que desearía. Sois las gemelas más unidas que haya visto nunca, jamás me metería en medio de eso.

Yo solo lloraba en silencio, sabía que tenía razón pero no podía asimilarlo. Solo vivía por él ¿Qué sería de mi? ¿Qué sería de nosotras? ¿Y si me estaba diciendo esto porque prefería a María? Ella no había llorado...

No lo pude soportar, volviendo a sujetarle le intenté dar otro beso que demostrara todo mi amor. Mis labios le buscaron ávida, mi lengua encontró la suya, mordí, me mordió, besó mis lágrimas... Cuando se separó me tenía totalmente a su merced.

-Vamos Leti, vamos a sentarnos

Le seguí dócilmente hasta la mesa donde nos esperaba María. Me miraba con sorpresa al ver mis ojos llorosos.

-Mirad chicas -Dijo Luis -Hoy ha pasado algo que creo no debería seguir así. Me da la sensación, bueno, la sensación no, sé que os habéis enamorado de mí. Quizás sea culpa mía por trataros más como chicas mayores que como jovencitas, por salir con vosotras... No sé. La cuestión es que no puede ser. Reconozco que me gustáis las dos, os quiero muchísimo, a las dos igual, sois como dos ángeles para mí. Pero sois mis hermanas, os quiero como tales, desearía que siguiera siendo así, sino me vería obligado a irme de casa. No me apetece, pero no me quedaría otro remedio.

Ahora éramos las dos las que llorábamos, nuestros corazones destrozados, nuestras ilusiones juveniles por los suelos... ¡Que injusta es la vida!

Al cabo de un rato, algo más calmadas, nos fuimos a casa. En el taxi íbamos todos en silencio. Si no fuera por lo que había pasado, me estaría muriendo de risa con la cara del taxista. Miraba por el retrovisor de reojo, debía pensar en como hay tíos con tanta suerte, con dos bombones idénticos para él.

Bastante cariacontecidas, nos fuimos a nuestra habitación. Luis se fue a la suya después de habernos dado un beso, nos sonrió comprensivo, nos hizo una caricia cariñosa en la cara pero no nos dijo nada más.

Hablamos un poco entre nosotras sobre lo que había pasado. Estaba intrigada por lo que le había dicho a María

-Solo me ha dicho que estaba loca y se ha sonreído. Creí que era una forma de aceptarme ¡Que decepción! ¡Tengo ganas de morirme!

Se abrazó a mí llorando otra vez, también a mí se me escapaban las lágrimas...

-Oye - Le dije -Esto no puede quedar así. Yo no estoy dispuesta a renunciar a Luis porque sea mi hermano, ni porque sea mayor que nosotras, ni porque él piense que somos unas crías. ¡Le voy a demostrar lo pequeña que soy!

-Leti ¿qué vas a hacer? -Me preguntó enjugándose el llanto

-Ahora mismo me pienso ir a su habitación y me voy a meter en su cama. Te juro que me lo voy a follar como me llamo Leticia. ¡A ver si es capaz de resistirse!

-¡Estás loca! ¿Y si se entera papá?

-Papá no está ¿Te acuerdas? Se fue esta mañana de viaje a no se donde.

-Es verdad, se me había olvidado. De todas formas, no puedes ir al cuarto de Luis y meterte en su cama.

-¿Porqué? Puedo y lo voy a hacer. -Le contesté. Estaba totalmente dispuesta a hacerlo, no pensaba en las consecuencias.

-Pues voy contigo.

No se lo pensó dos veces, se desnudó entera y se fue hacia la otra habitación. ¡Coño! Me quité la camiseta y las bragas sobre la marcha yendo detrás de ella. La puerta no estaba cerrada, entramos sin hacer ruido, apenas veíamos nada... Nos quedamos quietas acostumbrándonos a la oscuridad, al cabo de un rato distinguíamos perfectamente el bulto que formaba Luis bajo las sábanas.  La cama era grande, de matrimonio, un capricho de nuestro hermano.

Fuimos cada una por un lado, realmente no sabíamos como actuar, ya saldrían las cosas sobre la marcha. Nos metimos... No se había despertado... Nos acurrucamos las dos contra él... Empezamos a acariciar su pecho, su tripa... Luis se revolvió un poco pero siguió durmiendo... No me llegaba la blusa al cuerpo del acojone. Claro, tampoco llevaba blusa...

Noté como María se dirigía a la polla ¡Qué guarra! ¡Sin avisar! Hice lo mismo, no iba a ser menos... Entre las dos cogimos el instrumento, con mucho cuidado, pero estando así, bastante blandengue, no daba para dos manos. Me fui directamente a por sus pelotas ¡Que gordotas! Nunca había tocado los huevos de un adulto.

En nada de tiempo tenía el instrumento más grande que el tamaño de nuestro famoso consolador ¡Menudo aparato! Reímos nerviosamente, estábamos lanzadas, apartando las sábanas intentamos darle una mamadita conjunta...

Nos alternábamos para meternos en la boca lo que podíamos de aquella polla estupenda, le pasábamos la lengua al unísono desde la base hasta la punta... Al llegar arriba no podía evitar darle un beso a María, intercambiaba su saliva con la mía para pasarla luego al miembro de Luis.

Enseguida noté una mano que me acariciaba la cabeza y la espalda, el culo, poco a poco, desde atrás, iba hacia mi empapado coñito... Un dedo grande, mucho más grande que los de María, fue abriéndome los labios vaginales, dejé escapar un suspiro de placer... Se introdujo suavemente, me estaba dando un gusto tremendo. Llegó hasta el cuello de la matriz y empezó a hacer círculos alrededor... Cuando frotaba la parte superior de mi vagina creía que me meaba,  me iba a correr, me iba a correr solo con un dedo de mi hermano, estaba más caliente que en toda mi vida...

María gritó, no un alarido sino un gemido fuerte, me estampó un beso tremendo, me mordió un labio, me hizo un daño de la leche, le devolví el favor mientras también me corría patas abajo...

¡Qué gozada! Siempre había disfrutado muchísimo de los orgasmos con mi hermana pero este tenía una carga emocional aún mayor.

Seguimos mamando la polla de nuestro hermano, acelerábamos, notábamos que estaba deseando correrse... Empezó a soltar chorros de semen, nos los repartimos como buenas hermanas... Nunca había probado la leche de un tío, tenía un sabor curioso y un olor fuerte. No puedo decir que me gustara pero tampoco me daba asco.

Le dejamos como una patena, limpito limpito. Terminamos de limpiarnos mutuamente María y yo, los últimos restos nos los pasamos con la boca. Luis debía de alucinar...

Nos tumbamos a lo largo, cada una a un costado, nos acariciaba y besaba alternativamente, la boca, las tetas... Yo tenía los pezones que me iban a estallar, me restregaba contra él todo lo que podía, intentaba frotar mi botoncito contra su cadera...

Un buen rato después parecía que su instrumento volvía a recuperarse ¡Fabuloso! No veía el momento en que me lo metiera, estaba más salida que el pico de una mesa...

Sin embargo, fue María la primera afortunada, bueno, porque ella lo buscó. Se incorporó y, sin encomendarse  a Dios ni al diablo, se fue sentando encima, metiéndosela hasta el fondo ¡Pero si no le podía caber! Craso error, le entró hasta la empuñadura ¡Qué bestia!

Realizaba un suave mete saca, más que eso, movía las caderas de forma circular con todo el aparato dentro, sin sacarlo... ¡Joder, que envidia! Luis le sujetaba de la cintura, le sobaba las tetas, pellizcaba sus pezones... ¡Me estaba quedando sin nada!

Me puse a horcajadas sobre la cara de Luis, mirando hacia María. Los dos lo entendieron enseguida. Mientras él me comía el coño, por cierto, de una forma fabulosa, ella me besaba y acariciaba el pecho, muy necesitado de atención.

La lengua de mi hermano hacía diabluras, era menos delicado que mi gemela, sin embargo era más fuerte, más profundo... Lo que me hizo en el clítoris me llevó a un orgasmo en cuestión de segundos, mordí a María en el hombro, clavándole las uñas en la espalda. ¡Joder! Nunca había tardado tan poco en correrme otra vez. ¡Esto era la leche!

Me dejé caer en la cama intentando recuperar la respiración. Ellos seguían a lo suyo, parecía que todavía les faltaba un rato, estaban disfrutando como locos...

Se me ocurrió una idea genial. Me levanté rápidamente y fui a nuestra habitación para coger nuestro compañero de juegos. Volví corriendo con el aparato y el bote de Body Milk. Seguían en la misma postura, ella encima de él, pero ahora tumbada encima, aplastando esas tetas divinas contra su pecho, besándose, mejor dicho, morreándose.

Me puse el arnés de cuero, unté bien de crema el consolador, me puse tras María untándole a ella también su virginal entrada trasera. No sé si se dio cuenta porque no dijo ni hizo nada. Nada diferente a lo que ya estaba haciendo. Me decidí, apoyé el aparato en su culo, me aposenté bien en la cama, lo sujeté fuerte con una manó y apreté de golpe como si me fuera la vida en ello...

-AAAAAAAAAAAAAAHHHHH HHHHHHHHYYYYYYYYYYYYYY

Porque vivíamos en un chalet pareado que si no se enteran en toda la ciudad, seguro que se oyó en toda la urbanización.

-¡Me has rajado! ¡Hija de puta! ¡Me has rajado! ¡Joder! ¡Qué daño!

Luis dio un gemido tremendo de satisfacción. Había notado perfectamente como se la había clavado a María por el culo.

No quise ser una cerda así que me quedé quietecita. Iba echando el Body Milk sobre su culo, refrescándolo, suavizándolo. Estando bien embadurnada empecé a moverme muy despacito, viendo como reaccionaba. Mi hermano tampoco se movía, no hacía falta...

Parece que se acostumbró rápidamente, volvían sus gemidos, más fuertes que antes, jadeaba con la boca abierta...

-¡Me vais a matar! ¡De gusto! ¡Me muero!

Aceleré mis movimientos, María gemía, Luis intentaba acompasarse conmigo... El orgasmo de mi hermana debió marcar un antes y un después de los orgasmos. Jamás la había visto correrse de esa manera, totalmente penetrada por sus dos agujeros, por sus dos hermanos, gritaba como una posesa...

-AAAAAAAAAAAAA AAAAHHHHHHHHHH

Unos instantes después pedía piedad, no aguantaba más la pobre. Le saqué el consolador dejándola libre, se bajó de encima de Luis.

Él todavía no se había corrido, como era su segunda vez en poco tiempo aguantaba muchísimo (esto nos lo confesó más tarde)

Me quitó aquella especie de braga de cuero, yo tenía el coño chorreando, tenía unas ganas enormes de sentirlo dentro de mí. Me tumbó boca arriba, se puso encima y, he de reconocer que con mucho cuidado, me la fue metiendo enterita. Al llegar al fondo siguió empujando, llevé una mano hasta su miembro para ver si faltaba mucho, me la iba a sacar por la garganta.

A pesar de hacerlo despacio me estaba destrozando. Apretaba los dientes aguantando, no iba a ser menos que mi hermana. Poco a poco mis músculos se dilataron, el dolor dio paso al placer, era la mujer más feliz del mundo, estaba follando con él, con mi amor, con mi hermano.

Me cambió de postura, me puso encima, así sentía su polla mucho más dentro. Me parecía imposible. Me acariciaba las tetas, me tumbaba sobre sí para besarme, no sabía ni donde estaba.

Ese fue mi error, evadirme de todo, olvidarme de María, solo pensar en él. Sin esperarlo sentí como me abrían las entrañas. Dicen que el dolor del parto es el más fuerte que hay. La que lo haya dicho dudo que haya probado esto. Me quedé sin habla, sin respiración.... Cuando pude decir algo fue

-AAAAAAAAAAAAAA AAAYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYYY

¡Joder! ¡Como dolía! ¡La muy cabrona me había roto el culo! ¡Me había pagado con la misma moneda!

Tardé un rato en acostumbrarme a tener eso dentro. Poco a poco el dolor remitía, el esfínter me seguía ardiendo.

María se empezó a mover, suavemente, echaba leche corporal de continuo. La verdad es que refrescaba bastante. Me sentía totalmente llena, no sé si esa es la palabra, penetrada, empalada... No sé, era una sensación muy curiosa.

Aceleraron los dos, veían que estaba disfrutando... De repente sentí como Luis se corría, sentía como soltaba sus chorros de esperma, como se inflaba su polla a golpecitos dentro de mí. Me provocó un orgasmo de época, no tenía que envidiar nada al de mi hermana, fue fabuloso, sin poderlo evitar,  un sonoro gemido escapó de mi garganta

-AAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHH

Quedé medio muerta encima de Luis, María encima de mí. Nos separamos empapados en sudor, estábamos destrozados, destrozados y felices ¡Lo habíamos conseguido! Lo que ambas habíamos soñado ¡Nos lo habíamos follado!

Naturalmente, seguimos con nuestra relación, por lo menos de momento. El par de años que han pasado han sido de auténtica juerga entre nosotros. Ni quiero pensar en que esto se ha de acabar algún día.

Quizás me decida y tenga un hijo con él. Qué pasada ¿No? Aunque seguro que María va y hace lo mismo. Ya veremos. Lo importante es que seguimos queriéndonos todos y que mi padre no se ha enterado. Pobre.