Las gemelas

“Las Gemelas”. Así con mayúsculas, diferenciándonos completamente del resto de las demás nacidas del mismo útero materno.

MICRO RELATOS II:

LAS GEMELAS.

Cuando nacimos, ni siquiera la adivina más capaz hubiera podido aventurar el destino de nuestras vidas.

Es extraño tan sólo de pensar que te conocen hasta en aquellos lugares a los que jamás has ido.

Pero ese es el precio de la fama.

Nuestra fotografía recorre los rincones más recónditos del globo, y para nuestro mayor regocijo, siempre nos fotografiaron una al lado de la otra. Siempre juntas. No es que fuera una exigencia nuestra, sino que se descontaba que por separado no tendríamos el mismo valor.

Era como Batman y Robin, como Laurel y Hardy, o bien como Don Quijote y Sancho Panza o tal vez como Doctor Jekill and Mister Hyde. Como si se tratara de dos caras de una misma moneda.

No quiero decir con esto que ninguno de ellos estando separados no tuvieran ningún valor, pero definitivamente juntos eran dinamita.

Supongo que en nuestro caso, era algo bastante similar.

No hago mal en reconocer que tenía envidia de mi hermana, como supongo que ella también la tendría hacia mí.

Es que con tan solo verla de pie delante de mí, con su largo vestido de día, que hasta parecía que reflejaba los rayos del sol, casi me hacía caer las lágrimas de alegría. Pero eso no se comparaba en lo más mínimo a cuando llegaba la noche y vestía su atuendo de luces que hacía suspirar hasta el más reticente.

Lo habíamos hablado en más de una oportunidad y por más que teníamos nuestros propios nombres, nos halagaba que siempre se nos conociera como "Las Gemelas". Así con mayúsculas, diferenciándonos completamente del resto de las demás nacidas del mismo útero materno.

Será por eso que el fuerte sentimiento que nos teníamos mutuamente nos hizo sentir golpeadas en forma terminante, cuando aquella mañana nos vimos involucradas en medio de un fuego cruzado que jamás pensamos que pudiera contarnos alguna vez como protagonistas tan cercanas.

Tan sólo un disparo, alcanzó para darnos cuenta de que todo presagiaba el fin.

Es que ese tiro que dio de lleno en el cuerpo de mi hermana, me dolió a mí misma; mientras comenzaban los gritos en la calle, y junto a mi amada gemela aún de pié y tambaleándose, mirábamos en forma atónita, aturdida y sin poder creerlo, la herida sangrante en su propio cuerpo.

Yo paralizada, sin poder prestarle la ayuda que me urgía darle, permanecía inmóvil ante ese acto tan cobarde. El disparo había sido por la espalda.

"Aguanta, hermana. Ya vienen los paramédicos." Intentaba alentarla. "La ayuda ya está en camino."

Pero su contestación me estremeció.

"No, querida. No te engañes. Nadie puede hacer nada por nosotras en este preciso instante. Estamos indefensas. No ves que todo el mundo alrededor nuestro huye despavorido. Ambas estamos perdidas!"

El dolor que me abrazaba no impidió que girara mi vista 180 grados, para ver con horror que un segundo disparo venía rápidamente ahora contra mi persona, y del mismo modo, cobardemente por detrás.

"Cuidado." Advirtió mi hermana, pero ya era inútil. No pude esquivarlo y el tiro se estrelló por debajo de mi cabeza.

Nos miramos a los ojos con mi hermana gemela por unos minutos, mientras nuestra sangre salía despedida por los orificios causados por ambos proyectiles. Nos abrazamos, y ya casi sin aliento, nos desplomamos casi al mismo tiempo para regocijo de unos pocos y lamento del resto del mundo.

Será que el destino de los hermanos es que siempre serán unidos?

Ese pareció ser el nuestro, que quedó truncado definitivamente el 11 de setiembre de 2001.

FIN DE ESTE RELATO REAL.

Se agradecen los comentarios.