Las flores de La Habana

De como durante un viaje de fin de curso me sucede mi primera y única orgía.

Con este relato finalizo mis vivencias de sexo en grupo. Como no recuerdo el nombre de las personas implicadas no tengo que modificarlos con lo que he tenido que inventármelos, por lo demás la historia sigue siendo 100% real (aunque cuando me sucedió ni yo mismo creía que lo fuera).

Cuando terminé de estudiar la carrera universitaria realicé un viaje fin de curso con mis compañeros de clase, el lugar elegido como destino fue la isla de Cuba. No os voy a contar que es lo que buscaban los muy guarretes, pero la verdad es que me lleve una grata sorpresa con respecto a dicho país y sobre todo con su gente. Aun pienso como las chicas de mi clase se dejaron convencer para ir allí, ¿quizás buscaban lo mismo?

Cuba es un país amable, que ha sabido ingeniárselas con agudeza y sobrellevar el embargo. Su pueblo es llano y calido, amantes fogosos y añorantes de la herencia española (o más bien gallega como allí nos llaman) que les dejamos.

Solo os diré una cosa más de Cuba, allí el que paga por follar es porque es idiota. Las mujeres caribeñas son mucho más abiertas y receptivas que las mujeres occidentales y con ser un poco simpático, y hacer lo que hacéis todos los fines de semana con las tías que tratáis de ligaros en cualquier discoteca, habréis conseguido llevároslas a la cama. Las mujeres cubanas no son prostitutas, no las tratéis como tales y recibiréis vuestra recompensa; sino os tomarán por guiris estúpidos a los que sacarles los cuartos.

El tiempo que estuve allí pasé un rato más que agradable con una bella mulatita (experiencia que os contaré la semana que viene), una madura inglesa de muy buen ver que buscaba un latino fogoso (y a la que le daba igual que fuera español o cubano) y la increíble experiencia que os relataré a continuación.

Durante mi estancia en La Habana nos alojamos en el mejor hotel de la zona rusa de la ciudad. Ello nos garantizaba luz constante (los apagones para ahorrar energía son diarios y por barrios), y comida fresca (algo que no muchos cubanos pueden tener). Los turistas somos considerados dioses en la isla y está prohibido que los autóctonos se relacionen con nosotros bajo pena de cárcel. Siempre puedes llevar a alguien a tu hotel pero no esperes que le dejen pasar, se quedará en la puerta esperando, a no ser que sobornes al recepcionista, ya que éste se juega su puesto de trabajo.

Lo primero que me llamó la atención cuando entre en la piscina del hotel fue un gran cartel que anunciaba sauna y masaje completo por 5 $, "aquí tengo que venir por ese precio" me dije, pero al cabo de unas horas ya se me había olvidado. Cinco agotadores días después este cartel sería la solución a mis males. El alcohol, las fiestas y las noches sin dormir habían hecho mella en mí y el cansancio empezaba a apoderarse de mí, por lo que cuando una resacosa mañana en la que me dirigía a dormir sobre una tumbona de la piscina volví a ver dicho cartel la cara se me iluminó y me dirigí directo para allá. Convencí a mi mejor amiga para que me acompañara aunque ella prefirió solo darse el masaje mientras yo estaba en la sauna. Media hora después cuando ella salía de la habitación de masajes y yo terminaba de ducharme con agua fría tras la sauna me guiñó un ojo y me dijo "vas a disfrutar de lo lindo, ya veras". Extrañado cogí una toalla con la que taparme las vergüenzas y me introduje en la nueva habitación.

No os puedo describir la cara que se me puso cuando al entrar comprobé que el masaje lo proporcionaban tres increíbles cubanas que con una bata blanca me esperaban en el interior.

Dos de ellas eran mulatas y otra era más blanca de piel. Una de las mulatas tendría unos 30 años, rubia y de ojos claros, una de esas extrañas mezclas resultado del mestizaje. La otra mulata era castaña con los ojos marrones, una preciosidad de unos 24 ó 25 años. Por último la blanquita de piel era una cría de unos 19 ó 20 años, de pelo negro como el azabache y unos bellísimos ojos negros. Ninguna de las tres gastaba un ápice de grasa en las largas piernas que su corta bata blanca dejaba entrever y tanto la rubia como la chica gastaban una buena talla de sujetador.

Dando los buenos días entré y me dejé acomodar sobre la camilla tal y como ellas me indicaron tapado únicamente por la corta toalla que me habían dado tras la sauna. Debido a que no quedaba aceite enviaron a la más joven a otras dependencias a por más mientras tanto me senté sobre la camilla procurando tapar mi herramienta y comenzamos a charlar.

Zulema la mulata más mayor comenzó a hablarme sobre su familia en España y de las ganas que tenía de poder ir a verlos, Yaiza por el contrario no tenía a nadie aquí pero si era descendiente de gallegos como la mitad de la población de la isla. Estuvimos hablando un poco sobre la situación de la isla y de cómo había ido yo a parar allí. Cristina, que así se llamaba la morena, tardaba en volver por lo que nos dio tiempo a hablar largo y tendido. Cuando regresó ya habíamos empezado a soltar tonterías y a reirnos a carcajadas.

Me indicaron que tumbara boca abajo y me sonrojé como un crío cuando sin pudor alguno Zulema me quitó la toalla dejando mis posaderas al aire y de forma muy profesional se distribuyeron para comenzar a untar mi cuerpo de aceite. Cristina comenzó por los pies, Zulema se quedó con las piernas y los glúteos y Yaiza me deleitó con sus artes en mi espalda y cuello. Había pagado por una hora de masaje, así que debían estar media hora por un lado, darme la vuelta y continuar otra media hora. Mientras trabajaban la conversación continuó. Zulema era la que llevaba la voz cantante, mientras que Yaiza solía apuntar alguna que otra cosa y Cristina solo asentía. La conversación empezó a calentarse cuando Zulema me preguntó que si era deportista, ya que tenía las piernas muy desarrolladas y bien formadas, yo solo pude contestar que me gustaba correr y hacer escalada, quizás estuviera ahí el resultado de dicho efecto. Continuó diciéndome que con tan buen cuerpo no me costaría encontrar una linda pajarita a la que conquistar. Esta vez fue Yaiza la que me preguntó qué que me parecían las mujeres cubanas, y qué como eran en comparación con las españolas. Ni corto ni perezoso empecé a poner a las cubanas por las nubes, sobre todo por lo que os he comentado al principio, pero ella no me creía diciendo que lo decía solo por agradar. Fue Zulema la que indagó para saber si ya había estado con alguna de ellas para poder hablar así y yo le dije que sí (próximo relato), ella rió diciendo que el que estaba con una cubana ya no volvía a probar otra cosa.

Mientras hablábamos notaba como las duras manos de Zulema se entretenían mucho más tiempo del debido en mi trasero e incluso rozaban mi escroto, pero como no soy experto en fisioterapia no podía decir si se estaba sobrepasando; yo por el momento disfrutaba y me dejaba llevar.

La primera parte del masaje terminó y ellas descansaron un rato sus doloridas manos mientras yo volvía a sentarme sobre la camilla y seguíamos hablando. Poco a poco el tono de la conversación se fue elevando y comenzamos a describir cada uno el tipo de mujer u hombre que nos gustaba. Cristina que había hablado más bien poco en todo este tiempo me sorprendió diciendo que su chico ideal era como yo, a lo que Yaiza le contestó que "vaya con la mosquita muerta". Al final terminamos hablando de sexo abiertamente y de las diferencias entre el sexo caribeño y el europeo, y de cómo lo hacía un español y un cubano.

En ese momento hicieron que me volviera a tumbar boca arriba para continuar con el masaje. Recé para que no me quitaran otra vez la toalla porque a estas alturas estaba comenzando a tener una gran erección debido a la situación y a la conversación. Imaginaos a tres mujeres masajeándoos los pies, las piernas, el pecho y la cara a la vez mientras os hablan de sexo.

Las manos de Zulema volvieron a perderse más arriba de lo debido y para masajearme el interior de los muslos no se cortaban en rozarme los testículos y mi pene. No tardé en que mi erección se hiciera notar a lo que cerré los ojos y aguanté el tirón.

Creo que tienes un pequeño problema. – me descubrió Zulema sonriendo y mirándome a los ojos.

Normal, no es fácil estar aquí dejándose tocar por tres mujeres y no ponerse enfermo. – fue lo que contesté.

Intentaré buscar remedio.- sentenció y metió su mano bajo la toalla para comenzar a tocarme el prepucio sin cortarse un pelo.

Cristina agachó la cabeza como si no quisiera ver lo que pasaba mientras que Yaiza sonreía mientras me acariciaba la cara.

A ver que tenemos aquí. – exclamó Zulema quitándome la toalla y dejándome como vine al mundo. Ella mientras tanto seguía masturbándome sin descanso. – Cristina acércate para verlo mejor.

La bella morena se acercó tímida y a mi altura y alabó mi caliente verga.

¿Quieres probarla? – le indicó Zulema a Cristina.

Ella lentamente inclinó la cabeza y dulcemente llenó de besos mi prepucio saboreando dulcemente mi roja punta. Zulema en breve se le unió y comenzó a chupar profunda y pausadamente mi húmeda herramienta. Alternativamente ambas fueron turnándose en la labor de dejar bien limpia mi polla.

Dejad algo para mí. – Yaiza se unió con esa frase a la acción.

¿Estas incómodo? – me dijo Zulema mientras Yaiza ya comenzaba a lamer mi frenillo.

En absoluto – fue lo único que pude decir.

Durante un rato las tres se dedicaron a jugar con mi polla con sus bocas. Yo mientras tanto alargaba las manos y las introducía bajo sus batas para poder tocarles su caliente conejito. Cuando empecé a temer que la cosa se disparara les dije que pararan que debía ir a recoger una cosa si querían que la fiesta continuara.

Corriendo como un poseso y vestido únicamente con una toalla salí a la piscina buscando mi cartera. Mi mejor amiga me vio de tal guisa y me preguntó que qué hacía cuando se dio cuenta de que lo que estaba cogiendo eran condones.

No me digas que te has liado con una de ellas. – me acusó.

Con una no, - le contesté sonriendo – con las tres. Luego te cuento.

Cuando volví a entrar en la habitación Zulema esta sobre la camilla tumbada, a la que habían incorporado el respaldo, bien abierta de piernas y sin ropa interior invitándome a poseerla.

¿Podrás con las tres? – me preguntó.

Espero que sí. – le repliqué.

Y sin más dilación me quité la toalla, me puse el condón y me tumbe sobre ella. Yaiza mientras tanto se había abierto la bata y se había despojado de su ropa interior, sentada en una silla nos observaba mientras sus ágiles dedos recorrían los recovecos de su vagina. Cristina sin embargo se apoyó en la pared y nos miró deseosa.

Zulema me atrajo hacia ella y entreabrió su pechera para que pudiera lamer sus tetas y besarla mientras empujaba con frenesí. Su peludo coño absorbía mi verga y hacía que me estremeciera con cada arremetida, ella mientras chupaba uno de sus dedos y cerraba los ojos disfrutando del momento. Con fuerza apoyé mis manos sobre el respaldo y empecé a embestir con más fuerza buscando que Zulema se corriera cuanto antes. Sus manos arañando mi espalda y sus jadeos fueron la señal de que le faltaba poco para llegar al orgasmo. Un par de achuchones más y un profundo suspiró me indicó que ya había terminado. Como un resorte me levanté tratando de que mi polla no rozara nada para excitarme más aún y terminar antes de tiempo.

Yaiza se levantó y cuando Zulema bajó de la camilla volvió a tumbar el respaldo. Quitándose la bata me indicó que me tumbara para poder sentarse ella sobre mí y cabalgar a su ritmo y disfrute. Las pequeñas tetas de la mulata bailaban al ritmo que iba imponiendo con sus movimientos de cadera haciéndola yo disfrutar un poco más cuando tocaba sus pezones erectos.

Ahora mismito vuelvo. – dijo Zulema recomponiéndose y saliendo del cuarto.

Cristina seguía observándonos con cara de deseo apoyada en la pared, aunque había comenzado a tocarse el pecho sobre la ropa no se había desnudado en absoluto. Yaiza ajena a todo esto seguía botando como una posesa sobre mi polla mientras se recogía el pelo en una coleta y se lo colocaba por la espalda. Mi mente comenzó a divagar pensando en otra cosa para no afrontar una pronta corrida, por lo que pude bien aguantar el tirón mientras la mulata gemía y suspiraba sobre mi rostro besándome de vez en cuando. Arqueando la espalda miró al cielo en el momento de tener un maravilloso orgasmo que la dejó extenuada y jadeante.

Casi se me sale el corazón por la boca cuando Zulema volvió a entrar comentando que una chica en as piscina le había preguntado que si tenía para mucho porque tenía hambre y quería irse a comer. Yo sonreí y mientras se bajaba de la camilla Yaiza me preguntó que si era mi novia, yo le dije que no, que era mi mejor amiga y que tendría que esperar.

Vamos Cristina, es tu turno. – la apremió Zulema.

Como la chica no se decidía la cogí delicadamente de la mano y la apoyé contra la camilla. Despacio empecé a besarla por el cuello y los labios buscando una respuesta por su parte que no tardo en llegar. Sin que se diera cuenta bajé mi mano y la introduje entre sus piernas para tocar su caliente y húmedo sexo. Cuando noté que éste estaba lo suficientemente lubricado hice que se diera la vuelta y de pie se apoyara sobre la camilla. Con lujuria le baje el tanga que llevaba y por detrás muy despacio fui introduciendo mi verga en su ansioso conejito. Apoyando mis manos en su cadera comencé lentamente a meter y sacar mi herramienta de su jugosa almejita. Ella juntó los brazos y buscando que la penetrara más profundamente comenzó a mover las caderas adelante y hacia atrás. Mucho antes que sus compañeras sus jadeos se hicieron más notables y aprovechando la estrechez de su vagina busque que ambos alcanzáramos el clímax a la vez. Aceleré los movimientos de mi entrepierna y ella contestó pegando su culo a mi con lo que acabé agarrándola fuertemente y tratando de incrustarle mi polla en lo más profundo de su ser. Instantes después ambos nos corríamos como salvajes.

Yaiza nos alargó un poco de rollo de papel para poder limpiarnos mientras ambas se sentaban en una silla y comenzaban a charlar de nuevo como si nada hubiera pasado. Cristina y yo no tardamos en unirnos a ellas y comentar cosas sin trascendencia. Por mi mente pasó la idea de dejarles una buena propina por como había terminado la caliente conversación pero pensé que podía parecer que las estaba pagando por sus servicios, así que viendo que el almuerzo que empezaban a degustar era un triste bocadillo de mortadela y un poco de arroz envuelto en papel de aluminio, les dije que las invitaba a comer en el restaurante del hotel. Muy agradecidas me contestaron que no podían verlas con clientes así que tenían que declinar mi oferta, entonces se me ocurrió otra idea. Les dije que esperaran y salí a buscar a mi amiga, ambos fuimos al buffet y cogimos comida y bebida en cantidad para degustarla en la piscina. Sin que nadie nos viera nos volvimos a meter en la zona de la sauna y comimos los cinco juntos como reyes.

Sin poder creer aun lo que le había contado mientras cogíamos la comida, mi amiga no se cortó en preguntarle a las chicas, medio en broma medio en serio, que qué tal me había portado durante "el masaje". Zulema no se cortó un pelo al contestarle "que había cumplido como un caballero y las había dejado satisfechas a las tres". Tendríais que haber visto su cara de sorpresa y su boca abierta. Ya que estábamos les pregunté que si eso lo hacían cada uno de los que venían a recibir un masaje y Yaiza me dijo que no, "lo que pasa es que te hemos visto en la sauna y nos has parecido muy guapo por lo que hemos acordado entre las tres que iríamos a por ti." Yo solo pude agradecer el cumplido y terminar mi comida sonriendo y sabiendo que tenía un nuevo recuerdo que nunca olvidaría de mi viaje a Cuba.

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