Las fantasías sexuales de mamá.
Con mi madre he tenido muchas aventuras sexuales, la primera fue romper el tabú del sexo entre madre e hijo.
Las fantasías sexuales de mamá.
Mi nombre es Higinio, siempre he vivido con mi madre pues nunca he conseguido encontrar una pareja. A la rareza de mi nombre, también le acompañaba la rareza de mi físico, y de ahí que en mis cincuenta años de vida no haya conseguido tener una sola novia.
Mi madre, Eustasia, le ocurría algo parecido con la rareza de su nombre y físico, y desde mi nacimiento y hasta su muerte, hemos compartido nuestras vidas. Ella quedó embarazada en una fiesta del pueblo. Cuando tenía dieciocho años, en aquella noche y gracias al alcohol, tuvo relaciones con un chico de otro pueblo y a la primera quedó embarazada.
Aquello supuso un gran drama en su vida y después de unos meses, decidió marcharse a la ciudad donde se encargó de cuidar del recién nacido de una mujer rica, a la vez que lo hacía de mí.
Gracias a aquella familia, pudo encontrar un trabajo y cuando pasaron los años, los dos vivíamos en nuestra propia casa. Me crió y me educó de forma correcta, estudié y a los veinte años conseguí tener una titulación suficiente para conseguir un trabajo en la empresa que llevaba aquel chiquillo que mi madre había criado junto a mí. Y aquí comienza la historia.
Teniendo veinte años y con una educación católica bastante estricta, mis necesidades de sexo eran tremendas. Además la cosa empeoraba dado el poco interés que las mujeres sentían hacia mí, así que no me quedaba otra que destrozarme a base de masturbaciones. Al principio, cuando tenía unos dieciséis años, para mis masturbaciones me inspiraba con cualquier imagen sugerente en revistas o catálogos de ropa interior, o mi mente calenturienta imaginaba tener sexo con alguna profesora o vecina. Pero a mitad de la década de los ochenta, aparecieron las cintas de vídeos y la cosa empezó a cambiar.
Y no es que yo las comprara, no, ahí está la cuestión que dio lugar a la extraña situación. Mi madre, esa mujer poco agraciada físicamente, con una rectitud moral, unas creencias católicas que había inculcado (sin mucho éxito) en su hijo, aquella mujer, mi madre, era aficionada a la pornografía.
Y lo descubrí por casualidad. Una mañana que tenía libre y ella estaba trabajando, entré en su habitación y encontré una cinta en el vídeo que tenía allí. Desde aquel momento empecé a espiar a mi madre para ver cuales eran sus gustos sexuales e intentar ver qué hacía con aquel material, que seguramente sería masturbarse.
Durante algún tiempo me dediqué a buscar por los rincones para saber dónde guardaba el material que usaba para sus momentos de sexo solitario. Y descubrí en su armario, un lugar oculto donde guardaba alguna película y varios consoladores de distintos tipos. Tras encontrar su “zulo sexual”, empecé a intentar saber cuando tenía esos momentos íntimos. Su actividad era al azar, pero el sábado por la noche siempre tenía su momento de loca y caliente lujuria. Ya sabía qué usaba y más o menos cuándo lo usaba, pero la curiosidad y la excitación me empujaban a poder verla en acción.
De esta manera, me preparé para espiarla un sábado. La habitación de mi madre daba al patio interior de nuestra casa. Ella dormía en verano con la persiana abierta pues nadie la podía ver. Así que por la tarde dejé bajo su ventana una escalera que teníamos para hacer reparaciones por el patio o para coger los frutos del naranjo que allí teníamos.
Esperé impaciente en mi habitación hasta que escuché que cerraba la puerta de su habitación. Me levanté algo nervioso y excitado al imaginarla masturbándose. Me acerqué a su puerta e intenté escuchar algún sonido que me pudiera indicar que se encontraba en plena acción. Nada escuché.
Caminé a oscuras por la casa y llegué a la puerta del patio. Todas las noches era yo el encargado de cerrarla, pero aquella no lo hice para poder salir e intentar espiarla. Ya eran las dos de la mañana y había luna nueva, con lo que todo estaba totalmente a oscuras. Llegué al pie de la escalera y empecé a subir peldaño a peldaño, suplicando para que aquel metal no hiciera demasiado ruido. Me faltaban cinco peldaños para alcanzar la máxima altura de aquella escalera y había llegado al filo inferior de la ventana. Un peldaño más y empecé a ver el interior de la habitación que se iluminaba levemente con la luz del televisor.
Mi corazón se aceleró y mi polla se puso dura al momento. Allí estaba mi madre, en medio de la cama. No podía ver muchos detalles, pero podía ver sus piernas bien abiertas mientras su mano empujaba y sacaba uno de sus consoladores de su coño. Estaba teniendo su orgasmo y lanzaba gruñidos apagados para no hacer ruido. Me agarré la polla que crecía en mi pantalón y la coloqué dándome unas buenas sacudidas a modo de paja.
En pocos segundos acabó de tener su orgasmo y quedó con sus piernas abiertas. Retiró su mano y pude ver cómo salió aquel consolador. Ahora podía ver la oscuridad que formaban sobre su coño aquellos abundantes pelos. No sé cuánto tiempo pasó mientras permanecía inmóvil en la cama, disfrutando del orgasmo, ofreciéndome una buena vista de su extasiado coño que brillaba por la humedad de sus flujos. Yo me acariciaba mi polla, tan excitado que, deseando correrme, tardé más de la cuenta en reaccionar cuando ella se sentó en la cama para levantarse.
Mi corazón golpeaba mi pecho por el miedo de ser descubierto espiándola. Bajé la escalera lo más rápido que me permitían aquellos peldaños, intentando no hacer ruido, parecía una bajada interminable. Toqué el suelo y de puntillas corrí a la puerta, la abrí y entré, poniéndome a cerrarla.
- ¡Aaah! – escuché el grito de mi madre tras de mí y la luz se encendió - ¡Qué haces! – me dijo agitada por el susto - ¡Me vas a matar de un susto!
- Perdona, es que me he acordado que no había cerrado la puerta y me he levantado… - intentaba controlar mi respiración para que no notara lo que había corrido para no ser descubierto.
- Voy a beber agua ¿quieres un vaso?
Asentí con la cabeza y la seguí por el pasillo hasta la cocina. Me fijé en su piel que brillaba por el sudor que le había provocado aquella masturbación. Iba con aquel liviano camisón y sabía que debajo no llevaba bragas, su coño estaría húmedo por los flujos que había lanzado en el momento del orgasmo. Mi polla empezó a endurecerse bajo mi pantalón del pijama. Miraba cómo se movía su culo con cada paso que daba y empecé a sentir por primera vez aquel extraño y excitante sentimiento de desear a mi madre, que sin ser una mujer preciosa, sabía que era fogosa y caliente sexualmente. Cogió una botella de agua del frigorífico y dos vasos, se sentó en la silla y se quedó mirándome fijamente.
- ¡Y a ti ¿qué te pasa?! – me preguntó y me señaló con el dedo hacia mis genitales - ¡¿Te ha excitado verme en camisón?!
- ¡¿Cómo?! – pregunté atónito y miré hacia mi polla que había formado un buen bulto en la tela del pijama, ya que no tenía calzoncillos puesto. No sabía que decir y dudé un poco. Entonces me lancé - ¡Bueno, mamá! – le dije quedándome descaradamente frente a ella para mostrarle mi erección – Nunca he podido tener sexo con una mujer y sólo las masturbaciones me alivian un poco… Verte con ese camisón tan ligero y ver el movimiento de tu cuerpo… Pues la verdad es que algo ha influido…
- ¡Anda, siéntate, pervertido! – una sonrisa excitada apareció en su boca mientras me sentaba - ¡Yo soy muy vieja y muy fea para un chico tan joven!
- Mamá, desde que me tuviste ¿no has tenido sexo con otro hombre? – le pregunté y ella pareció incomodarse con la pregunta - ¡Perdona, no debería haberte preguntado!
- No te preocupes hijo, los dos ya somos adultos. – me miró a los ojos con timidez – La verdad es que no… Desde que aquel bastardo me preñó y me abandonó, no.
- ¿Y cómo aguantas tanto tiempo sin sexo?
- Hijo, me da vergüenza hablar de esto… - de nuevo agachó la vista.
- ¡Oh, perdona mamá!
- La verdad – continuó hablando como si se desahogara – una compañera me propuso una vez tener sexo con unos amigos y no quise. Pero a lo que me he acostumbrado es a tener… – se detuvo dudando de hablarme – sexo en solitario.
- ¡Ah, pues ya somos dos! – le dije y la miré comprendiendo su situación.
- ¡Hace tiempo que lo he notado! – sonrió como burlándose de mí – Incluso una vez te vi… - empezó a reír.
- ¡Así que espías a tu hijo mientras hace esas cosas!
- ¡No hijo, no! – seguía hablando divertida – Fue sin querer, abrí el baño y te pillé en el mejor momento, cuando estabas lanzando tus líquidos… Ni siquiera te distes cuenta.
- ¡Qué vergüenza! – le sonreí y mi polla no dejaba de estar erecta - ¿Y cuándo fue eso?
- Hará un mes… - en ese momento sentí pudor al ser pillado – llegué antes del trabajo y te pille. – su sonrisa se transformó, su cara se mostró tan sensual que sentí un pellizco en mi corazón - ¡Tienes un buen cacharro! Me sentí orgullosa de ver que mi hijo está sano.
- ¿Y te excitaste con aquello? – su cara cambió a enfadada – Perdona, lo digo por la excitación que he tenido al ver tu cuerpo, era para saber si a ti te pasó. – dejó de estar enfadada y se quedó pensativa.
- La verdad, hijo, es que sí… - seguía inmersa en sus pensamientos – Es más, ahora que te he visto con esa erección, me ha vuelto a pasar…
- Entonces perdona si te he molestado…
- No tienes que pedir perdón… ¿Qué has hecho? Excitarte con el cuerpo de una mujer ¿Qué tiene de malo?
- Pues lo mismo te ha pasado a ti ¿no, mamá?
- Bueno… Bueno… - quedó pensando con la vista perdida - ¿Crees qué una persona es mala si se siente atraída por un pariente?
- Creo que habría que ver cada caso y sus circunstancias… - pensé por donde seguir aquella conversación – Verás, lo que me ha pasado hace un momento. No es que esté pensando en cogerte y hacerte lo que un hombre le hace a una mujer, pero hace tiempo que no tengo un desahogo y ver tu cuerpo moviéndose me ha excitado. Si tú te excitaste al verme masturbándome…
- Y corriéndote. – me interrumpió.
- Y eso además, pues sería natural. Pienso yo, puede que esté equivocado.
- Creo que no te equivocas. Nuestras vidas solitarias nos juegan estás malas pasadas. – quedamos en silencio y no sabía si arriesgarme a hacerle una proposición indecente. Abrí la boca para hablar pero ella se adelantó - ¡Bueno, ya está bien de hablar, a dormir que es tarde y mañana tengo que hacer cosas!
Nos levantamos y yo seguía teniendo mi erección. Ella sonrió al verme. Caminó delante de mí y en ese momento me sentía tan excitado que me olvidé que era mi madre. Tenía ganas de abrazarla por detrás y refregar mi polla contra su enorme culo, acariciar sus tetas y acabar follándola. Me contuve por el camino, pero llegamos hasta la puerta de su habitación.
- ¡Bueno hijo, qué descanses! – sonrió mientras miraba mi erección que aún continuaba. Mi corazón estaba totalmente acelerado por la excitación del momento y sin pensar le hablé.
- ¿Quieres verla? – me miró a los ojos que mostraban un gran deseo, pero su boca era incapaz de articular palabra. Su cabeza se inclinó para afirmar en silencio y su rostro se puso serio.
Entró en su habitación, encendió la luz de la mesita y esperó junto a la cama. Me coloqué a los pies y le indiqué con la mano que se echara en ella. Así lo hizo, la vi moverse a cuatro patas sobre su cama, con su redondo culo marcado en la tela de aquel camisón hasta tumbarse boca arriba frente a mí. Colocó las almohadas de forma que apoyó su espalda contra el cabecero y con sus piernas estiradas y su cuerpo tenso esperó a que yo actuara.
Sólo nos mirábamos. Yo sabía que no tenía bragas y me imaginaba lo caliente y mojado que estaría su sexo en aquel momento. Agarré el filo del pantalón con las dos manos y empecé a bajarlo. Mi erecta polla se enganchó en el filo y cuando se liberó, botó para deleite de mi madre que no perdía detalle. Moví las piernas y dejé caer el pantalón hasta el suelo hasta quedar completamente desnudo ante su vista.
Ella me miraba y sus piernas se agitaban inconscientemente, la excitación que estaba sintiendo era tan grande que su cuerpo le pedía que tocara su coño de alguna manera. Me coloqué de lado para que pudiera verla, me movía para que la admirara. Se mordía los labios mientras me miraba e intentaba estar inmóvil, mientras sus piernas seguían agitándose. Me agarré la polla y jalé poco a poco hasta liberar mi glande de la piel que lo cubría. Pude ver cómo todo su cuerpo se estremeció por la excitación, quería tocarse y se reprimía.
- ¿Quieres que me masturbe delante de ti? – de nuevo afirmó con la cabeza sin poder articular palabra – Si quieres, hazlo tú también…
Empecé a mover mi mano a todo lo largo de mi endurecida polla. Sus piernas se fueron abriendo mientras sus manos empezaron a tocar sus pechos. Al final de sus gruesas piernas podía ver la negrura de los pelos que custodiaban la entrada de su vagina. Aquellas piernas se fueron doblando y la tela se deslizaron por sus muslos hasta dejar ante mi vista su coño, una de sus manos bajó para acariciarlo.
Caminé para colocarme a su lado izquierdo, sin dejar de masturbarme. Sus ojos me seguían. Me coloqué junto a la mesita de noche y podía ver de cerca como uno de sus dedos se perdía dentro de su vagina, rozando su clítoris cada vez que entraba. Agarré mi polla y golpeé la mesita para mostrarle cuan dura estaba. Aquello le hizo lanzar un pequeño gemido de placer y su mano liberó su teta. Ver aquel pezón oscuro y erecto que acariciaba con dos dedos me puso más caliente. Me subí a la cama de rodillas y me acerqué a ella para que pudiera verla con todo detalle. Sus ojos no se apartaban, su mano no dejaba de acariciar su clítoris. Miré hacia su coño y la mano que jugaba con su pezón bajó hasta él para apartar los pelos y separar sus labios vaginales. Me mostró su rosado interior, su vagina no paraba de lanzar flujos por la excitación. Su enorme y endurecido clítoris sobresalía en todo lo alto, esperando ser satisfecho de su deseo de ser acariciado.
Deseaba correrme con la visión de mi madre, pero tenía que aguantar para que ella tuviera primero su orgasmo. Me acerqué más aún a ella y froté mi glande contra aquel erecto pezón. Dos dedos de su mano penetraron en su vagina y su cuerpo vibraba de placer. Jugué con mi polla en su pezón y el roce fue demasiado. Sin poder controlarlo, de mi polla empezó a brotar el semen. Sus dedos se aceleraron dentro de su vagina y los dos empezamos a gemir por el placer que estábamos sintiendo. Yo miraba cómo sus dedos se agitaban dentro de su vagina que no paraba de lanzar flujos, mientras sentía que mi polla no dejaba de lanzar semen contra su pecho.
Nos detuvimos cuando el placer cesó. Nos miramos un poco avergonzados por lo que habíamos hecho, pero satisfechos del placer que habíamos sentido. Su teta estaba llena con mi semen, y su cuello… y hasta parte había caído sobre su mejilla.
- Perdona por haberte manchado. – le dije y su boca mostró una gran sonrisa – Te limpio ahora mismo.
- Espera… - dijo con la voz entrecortada – Déjame disfrutar de este momento de perversión que me has dado. Me he sentido sucia al hacerlo, pero nunca antes había sentido tanto placer… ¡Échate aquí, junto a mí!
La obedecí y nos mirábamos, el uno junto al otro. Podía ver su pecho lleno de mi semen. Miré su cuerpo. No era bonito pero era excitante, tenía a mi madre desnuda, mostrándome su coño, su teta. Mi polla se convulsionaba dejando caer los últimos restos de mi semen.
- ¿Te sientes mal por lo que hemos hecho? – me preguntó mirando hacia el techo.
- Para nada mamá. – agarré su mano y quedamos quietos – Tal vez esto lo considere la sociedad una de las mayores perversiones, pero creo que lo que hemos hecho es ayudarnos a satisfacer nuestras necesidades como hombre y mujer.
- Tienes razón, pero tienes que reconocer que somos un poco perversos al hacerlo…
- Sí, pero tú has sido la única que has accedido a hacerlo. Cualquier chica a la que se lo pedía, no quería.
- Pues son tontas, pues tienes una “herramienta” estupenda. Si bien no eres un hombre guapo, si estás bien preparado para ser un auténtico macho reproductor. – empezó a reír con lo que había dicho.
- ¿Quieres acariciarla? – le pregunté y mi polla no había perdido por completo su erección.
- No sé… - dudaba un poco, pero estaba deseándolo – Espera que nos limpio.
Se giró y sacó unos pañuelos de la mesita de noche. Se limpió mi semen de su cuerpo y después limpió mi polla que empezaba de nuevo a crecer pues iba a ser tocada por una mujer, por mi madre.
Su mano se aferró a ella, sus dedos la rodearon y empezó a agitarla. Su mano subía y bajaba y mi polla cada vez se ponía más dura. La miré a la cara y podía ver el placer que le producía masturbar a su hijo. La otra mano empezó a tocar mis huevos.
- Echa un poco de saliva para que se deslice mejor. – le pedí y ella obedeció.
Se inclinó sobre mi polla y acercó su boca. De sus labios salió saliva y su mano la extendió por toda la longitud. Qué bien se sentía la mano de mi madre. Alargué una de mis manos y bajé un poco su camisón para liberar sus tetas. Ella me miró y sonrió, después bajó la prenda hasta su cintura, mostrándome y ofreciéndome sus pechos.
- ¡Qué buenas tetas tienes! – le dije y ella se inclinó, sin dejar de masturbarme, para ofrecérmelas.
Mi boca de inmediato mamó aquellos pezones duros. Primero uno, después el otro. Los mamaba y sentía como la mano de mi madre se agitaba con fuerza sobre mi polla, estaba muy excitada.
- ¡Un poco más de saliva! – le pedí.
Se puso sobre mi polla de nuevo para escupir. Mi mano acariciaba sus pechos que se habían retirado de mi boca. Su boca estaba casi encima de mi glande y empujé con mis caderas para que tocara sus labios.
- ¡Eh, guarro, qué pretendes! – me miró con una gran sonrisa.
- ¡Nada, nada! – le dije riendo.
- Tal vez la moje mejor de otra manera…
Mi polla se perdió en el interior de su boca, casi por completo. Mi madre empezó a darme una mamada. Podía ver las ganas que tenía de tener una polla pues no paraba de tragársela una y otra vez, hundiéndola hasta lo más profundo de su boca, succionando con fuerza cuando salía para que brotara de nuevo mi semen. Llevé mi mano entre sus piernas y busqué su coño. Sentí el calor de su vagina cuando mis dedos se hundieron en ella, no paraba de brotar flujos. Mis dedos buscaron su clítoris y lo acaricié. Mi madre gemía y su culo se agitaba mientras no dejaba de mamarme. La penetré con mis dedos, cada vez más rápido hasta que empezó a correrse.
- ¡Dios, qué bueno! – dejó de mamar, pero su mano se agitaba sobre mi polla - ¡Me estás volviendo loca! ¡Esto no debe hacerlo una madre con su hijo!
Mi mano se movía todo lo rápido que podía y las caderas de mi madre se agitaban con el placer que sentía. Mi mano estaba empapada con sus flujos y en la sábana se formaba un charco que aumentaba cada vez más.
- ¡Uf, me estás volviendo loca! – Gruñía y gemía sin ningún reparo, me excitaba escucharla. - ¡Me corro, me corro!
Agité mi mano hasta que le arranqué todo el placer posible. Cayó sobre la cama, exhausta por el placer. Podía ver la enorme cantidad de pelos que cubrían su coño, totalmente mojados por los calientes flujos. Era la primera vez que tenía sexo con una mujer y yo quería más.
- Mamá, si me dejas que te afeite el coño, te lo como hasta que te desmayes de placer… - aquellas palabras la sorprendieron.
Me levanté de la cama y la contemplé desnuda, tumbada y con su coño aún palpitando por el placer. La tomé de la mano y la ayudé a levantarse. Ella caminó delante de mí para ir al baño. Su enorme y celulítico culo se agitaba delante.
- ¡Qué buen culo tienes! – le di con la palma de la mano y se lo cogí con ganas.
No dijo nada, entró en el baño y entró en la bañera. Se quitó el camisón y quedó totalmente desnuda. Cogí un taburete de plástico que allí teníamos y lo coloqué en medio de la bañera para que se sentara. Abrió sus piernas y se sentó de forma que me ofreció por completo su coño.
Tomé la espuma de afeitar y cambié la hoja de afeitar de la maquinilla, me coloqué de rodillas frente a ella. Me llegaba el aroma que su coño lanzaba y mi polla se mantenía erecta por su fragancia. Tome la ducha y mojé bien sus pelos. Extendí la espuma y comencé a rasurarla con cuidado. Ella reía por las cosquillas que le hacía con la maquinilla y mis dedos. Varios minutos después, todo su sexo permanecía sin un pelo ante mis ojos.
- ¿Te gusta cómo ha quedado? – Me dijo y se separó los labios vaginales para mostrarme el interior de su vagina.
- De aspecto está bien, ahora tengo que ver su sabor…
No dije más. Acerqué mi boca a su coño y mi lengua le lamió toda la raja. Al momento podía sentir como mi boca se mojaba con los flujos que brotaban de su vagina. Le metí un dedo mientras mi lengua jugaba con su enorme clítoris. Ya no tenía que ocultar el placer que sentía y su boca empezó a lanzar gemidos de placer. Un gran chorro de líquido brotó de su coño en el momento que sintió otro orgasmo. Sus piernas se convulsionaban por el placer y dos de mis dedos la follaban para que acabara de tener placer.
- ¡Quiero mamarte! – dijo enloquecida - ¡Quiero tragarme tu polla!
La obedecí y me puse en pie frente a ella. Su mano se aferró a mi polla y comenzó a darme una mamada bestial. Casi me hacía daño cuando succionaba en mi glande y en poco tiempo le llené la boca con mi semen. Ella se lo tragó todo, sin mostrar ningún tipo de repelo por tener su boca llena con la leche de su hijo, todo lo contrario, la tragó y disfrutó de su sabor. Todo quedó limpio cuando acabó de mamarme, no había el más mínimo rastro de mi semen.
- Ahora me ducharé… - me dijo con una excitante voz – Después te duchas tú mientras te espero en mi cama…
Me empujó para que saliera de la bañera y cerró la cortina mientras se empezaba a duchar. Sin saber bien que hacer, cogí mi pijama y salí hacia mi habitación. Cinco minutos más tarde me llamó mi madre para que entrara en la ducha.
- ¡Vamos hijo, dúchate y no tardes mucho!
Nunca había escuchado aquella voz tan alegre en mi madre, seguro que aquellos escarceos sexuales la hacían sentir como una verdadera mujer, aunque fuera fruto del incesto. No tardé ni cinco minutos en dejar todo mi cuerpo perfectamente limpio para ella, lo perfumé y me coloqué mis eslip más ajustados para que marcaran bien mi polla aunque estuviera en reposo. Me coloqué bien los huevos y la polla, y caminé hacia la habitación de mi madre.
- ¡Ya estoy aquí! – dije al entrar en su habitación sin saber cómo debía hablarle después de lo que había ocurrido unos minutos antes.
- ¡Oh, me estaba probando estas ropas que compré hace tiempo! – tenía un pie sobre la cama y se abrochaba uno de los ligueros a la media blanca que cubría su pierna. Acabó, se giró y me miró - ¡¿Te gusta?!
Me puse a mirarla de arriba abajo mientras ella se giraba para mostrarme todo su cuerpo. Tenía un liviano camisón blanco por el que se transparentaba todo su cuerpo. Un portaligas ancho en su cintura sostenía cuatro ligas que sujetaban las dos medias blancas que cubrían sus piernas. Aquel camisón era abierto y sólo cuatro botones a la altura de sus tetas lo cerraban, oprimiéndolas lo suficiente para hacerlas más gordas y hermosas de lo que eran, dejando salir sus voluptuosas curvas por encima del filo de aquella tela. Sus oscuros pezones se podían ver a través de la tela, erectos la empujaban. Por detrás pude contemplar su redondo culo y al acabar de girar, las dos partes de aquella prenda se separaron y pude ver su rasurado coño… ¡No llevaba bragas!
- Veo que te gusta mi ropa… - la miré a la cara y pude ver una sonrisa pícara en su rostro. Se había maquillado ligeramente y se ofrecía más hermosa de lo que nunca la había visto. – Tu ropa cada vez puede retener menos a tu sexo… - caminó hasta mí y me puso una mano sobre el hombro, acercó su cuerpo al mío y temblé de excitación – Veo que tú también te has puesto unos eslip acordes con el momento… - pasó un dedo de su mano libre por encima de mi polla, sobre la tela y un calambre de placer recorrió mi cuerpo - ¡¿Sabías que me gusta ver pollas grandes oprimidas bajo eslip?!
- No… no lo sabía… - respondí y sin saber la razón, me sentía cohibido por el despliegue sensual de mi madre, por aquella forma de tocarme. Su dedo gordo y el índice presionaron sobre mi polla y la recorrieron por toda su longitud. Mi polla creció drásticamente – Me alegro que te guste…
- Me gusta ver a mi niño con esa polla queriendo salir de su prisión… - mientras su calida y sensual voz me susurraba al oído, la palma de su mano se frotaba levemente contra mi polla - ¡Uf, parece que tu cosita quiere ya salir! ¡Está sacando su cabezota por el filo! – mi glande asomaba levemente por el filo del eslip y los dedos de mi madre lo saludaron - ¡Creo que habrá que liberarlo!
Se acuclilló delante de mí y me bajó el eslip hasta quitármelo por completo. Mi polla estaba totalmente erecta delante de su cara. La miró fijamente y pasó su lengua por sus labios.
- ¡Me la comería ahora mismo, pero son las cuatro de la mañana y tenemos que dormir! – le dio un beso en el glande y se levantó, me cogió de la mano y me llevó a la cama - ¡Venga cariño, tú duermes en ese lado y yo en este!
Se subió en la cama y se tumbó casi boca abajo, dejando su culo casi en pompa. Yo me coloqué boca arriba junto a ella, con mi enorme erección esperando algo que la hiciera desaparecer. Mi madre alargó la mano y apagó la luz. La habitación quedó totalmente a oscuras. Tenía allí a mi madre con una ropa que había hecho que mi polla se pusiera más dura de lo que nunca había estado, habíamos tenido antes masturbaciones, mamadas y cunnilingus que nos habían hecho corrernos como nunca en la vida. Y ahora que estamos juntos en la cama y desnudos, ahora ella decide dormir y dejarme con tal cantidad de excitación que llegaban a dolerme los huevos.
- ¿Puedo poner la tele? – le pregunte pensando en hacerme una paja mientras miraba su maduro cuerpo.
- Sí, pero deberías de dormir… - sentí que se movía y me alcanzó el mando después de encender la televisión.
Con la tenue luz que proyectaba la televisión, me coloqué de lado y observé a mi madre. Mi mano agarró mi polla mientras observaba su cuerpo. Habíamos llegado muy lejos y al final me deja así, con una tremenda erección y ella se echa a dormir.
Habían pasado unos quince minutos, alargué mi mano y acaricié su culo para retirar poco a poco la tela que lo cubría. Quise meter mi boca entre los cachetes de su culo y lamerla, sin importarme si lamía sus labios vaginales o su ano, quería saborearla, la enorme excitación con la que me había dejado me provocaba tener esos deseos.
Me acerqué más a ella y rocé mi polla, mi glande contra aquel culo. Ella estaba dormida y no se movía. Un poco más cerca y puse mi polla entre sus muslos, justo donde acaba la raja de su culo. Podía sentir en mi glande el calor que brotaba desde su sexo. Me moví como si la follara y mi polla se deslizaba entre sus muslos, incluso parecía que tocaba sus labios vaginales.
Pasé un brazo sobre su cuerpo y me pegué más a ella. Mi mano buscó sus tetas y mi dedo empezó a jugar con su erecto pezón. Estaba profundamente dormida y mis caderas aceleraron el ritmo para hacer más intenso el roce de nuestros sexos. Estaba tan excitado que me iba a correr.
Ella se agitó y me separé quedándome quieto. Al momento se giró y quedó boca arriba, aquel camisón se deslizó por su cuerpo y quedó al descubierto desde sus pechos hacia abajo. Podía ver levemente el comienzo de la raja de su coño. La imagen de mi madre desnuda, cubierta por la leve tela transparente en la que se marcaban sus abultados y erectos pezones me puso más excitado aún, sentía que mi polla iba a reventar.
Quedé de lado observándola, mirando cada parte de su cuerpo, sus pechos, su abultada barriga, sus muslos, su vientre… Me acerqué a ella y besé suavemente su barriga. Ella se agitó un poco, seguí besando su cuerpo, cada vez más abajo. Pasé por su ombligo y poco a poco me acercaba más a su sexo. Me coloqué a cuatro patas y seguí explorando su cuerpo con mis labios.
Pasada la frontera de su ombligo, el aroma íntimo de mi madre se hacía más intenso. Me deleité besando su piel y cerca de su sexo mi lengua se lanzó a saborearla. Sentí en la punta de mi lengua el inicio de la separación de sus labios vaginales. El olor de su sexo se hizo más intenso. Jugué a intentar separar sus labios e introducir mi lengua un poco en ella. Mi madre volvió a agitarse, pero yo esta vez no me separé de su cuerpo. Sus piernas se separaron y me ofreció su coño por completo, para mí, para mi disfrute y deleite.
Me moví con cuidado por la cama y me coloqué entre sus piernas, empujándolas un poco para poder acceder plenamente a su coño. Me coloqué lo más cómodo que pude y mi lengua comenzó a trabajar. Lamí toda su raja, de arriba abajo y de abajo arriba, con delicadeza. Cada pasada de mi lengua mojaba más sus labios y empecé a intentar separarlos. Era difícil, pero me encantaba lamer a mi madre. Tanto insistí, que conseguí separarlos y sentí la suave piel del interior, su vagina estaba más cerca.
Volví a lamerla de arriba abajo y cada vez podía alcanzar mejor el interior de su coño. Mi lengua llegó a la parte superior y me encontré un erecto clítoris que deseaba que lo acariciara. No lo hice esperar y lo lamí con ganas. El cuerpo de mi madre se agitaba cada vez más y era evidente, que aunque dormía, estaba disfrutando de mis caricias.
Me olvidé por completo del mundo, en ese momento sólo pensaba en el coño de mi madre, en aquella vagina que no dejaba de lanzar flujos y que yo podía saborear. No sé cuanto tiempo llevaba lamiéndola, pero mi polla iba a reventar de placer mientras se frotaba contra la sábana.
- ¡Dios, qué maravilla! – sentí la mano de mi madre sobre mi cabeza que me empujaba contra ella - ¡Me estoy corriendo! – me dijo con la voz entrecortada y de su coño brotaba más cantidad de flujos, sus caderas no paraban de agitarse – Estaba soñando que me follabas… ¡Por favor, fóllame que no puedo más!
No dije nada. Me puse de nuevo a cuatro patas y con la boca empapada en los flujos de mi madre, me coloqué entre sus piernas que se habían levantado y doblado esperando que mi polla llenara su vagina.
- ¡Vamos mi niño, métesela a mamá! – estaba muy caliente… Los dos estábamos muy calientes, si ella quería que la penetrara, yo me moría por clavarle mi polla hasta el fondo.
- ¡Ayúdame! – Le dije y su mano agarró mi polla para dirigirla.
A partir de ahí no dijimos nada, sólo nuestro gemidos y gruñidos, eso era suficiente. Sentí el calor de su vagina en mi glande y dejé caer mi cuerpo sobre el de ella. El suave y sensual gemido de mi madre acompañó a la penetración de mi polla en su vagina. Después de tanto tiempo sin follar, ella disfrutaba de sentirse llena por un hombre, el que fuera su hijo, solamente lo hacía más excitante.
Mi cuerpo y el suyo estaban completamente unidos, podía sentir sus pechos contra mi cuerpo, sus erectos pezones empujando en mi piel. Mi polla estaba completamente dentro de mi madre y su cara mostraba el placer que estaba sintiendo. Nos miramos a los ojos como esperando una señal para follar. Agarré su nuca con una mano y besé su boca.
Mis caderas empezaron a moverse y mi polla entraba y salía de ella. Dejé de besarla y junté mi cara a la suya mientras la penetraba cada vez con más ganas, con más fuerza, con más pasión. Su cuerpo se iba tensando por momentos, con cada penetración, sus manos se aferraron a mi espalda y sus uñas se clavaron en mi piel. Sus gemidos y gruñidos resonaban en mi oído, estaba disfrutando y yo también, y le gruñía como un animal en celo mientras cada vez la follaba con más ganas, con más fuerzas.
- ¡Me corroooooo! – dijo con un gemido y un alarido de placer.
- ¡Yo también, yo también! – Fue lo único que pude decir antes de sentir que todo mi semen brotaba por mi polla y llenaba por completo la vagina de mi madre.
Quedamos abrazados mientras aún nuestros cuerpos daban espasmos de placer. Mi polla menguaba poco a poco dentro de mi madre y lanzaba los últimos restos de semen que había en mis huevos. Mi madre jadeaba y gimoteaba satisfecha por el placer que había sentido. Nos miramos y nos sonreímos, satisfechos por el placer, la besé. Me separé de ella y me tumbé a su lado, me abrazó y así nos quedamos dormidos.