Las fantasías de Vanessa

Comienzan a cumplirse las fantasías de Vanessa. Un hombre maduro entra en su vida

Hola, me llamo Vanessa y, por primera vez en mi vida, me asomo a un portal como éste para compartir mis experiencias. ¿Por qué?, no lo sé, quizás sea simplemente porque es una forma de dar salida a mis fantasías, o quizás porque sea una fantasía más, o quizás porque me apetezca ver la acogida que tiene la gente ante esas experiencias. Lo cierto es que, después de mucho pensarlo, aquí estoy, y aquí está mi relato que no tiene nada de imaginación, sino que responde a la realidad de lo ocurrido.

Pero primero me presento para que me tengáis ubicada. Acabo de cumplir 36 años, soy universitaria, trabajo en una empresa constructora y soy soltera. Físicamente puedo decir que soy bastante atractiva, y no porque lo diga yo, sino porque así siempre he percibido que me catalogan los demás: mido 1,70, morena, con bastantes curvas y un pecho digamos generoso. Hasta los 35 años, mi vida sentimental fue bastante anodina. Tuve dos novios, un par relaciones más o menos serias y algunas –pocas- relaciones puramente ocasionales, pero todas ellas se caracterizaron por una vida sexual bastante plana y convencional, nada que me satisficiera especialmente, considerando que siempre he tenido una mente bastante prolífica en lo que a la creación de fantasías sexuales se refiere, pero a esa creación, lamentablemente, le faltó una cosa: la recreación, es decir, que se convirtieran en realidad. Creo que ese es un lastre que siempre me acompañó y que hizo que esas relaciones nunca llegaran a fructificar.

Cuando cumplí los 35 lo consideré como un punto de inflexión y decidí que no podía seguir ahogando mis fantasías y verme con 50 o con 60 años mirando al pasado con un sentimiento de frustración, por lo que, justo el día de mi cumpleaños, tomé la decisión de poner en funcionamiento el plan para hacer realidad mis fantasías. Y no penséis que en esas fantasías hay algo extravagante o inconfesable, como veréis. Pero no quiero cansaros, así que voy a entrar con la primera de ellas, la que por más tiempo me acompañó y la que más me apetecía poner en práctica: una relación con un hombre maduro.

Desde más o menos los 28 años en adelante, una fantasía se hizo recurrente en mi vida: iba caminando por un parque solitario, camino que repetía todos los días, y también todos los días me encontraba con un hombre de unos 60 años, leyendo el periódico. Un hombre atractivo, elegante con el que, en el mismo parque, acababa teniendo sexo oral. Ese sueño fue la fuente de mi excitación y la compañía de mis orgasmos solitarios durante mucho tiempo, así como la excusa para excitarme cuando estaba con algún otro hombre y no conseguía ponerme a tono.

Tenía que hacerlo, tenía que conseguir hacer realidad esa obsesión pero … ¿con quién?... Durante algunos días pensé y repensé cómo y con quién podría hacerse realidad. Por una parte, lo que realmente me inspiraba era hacerlo con un desconocido pero tenía que ser consciente de que en estos tiempos que corren no puede una arriesgarse a algo así.

Y en esas estaba, cuando un día, en la piscina de mi comunidad, vi a uno de mis vecinos. No podía saber su edad, pero debía estar en el entorno de los 60, aunque por cuerpo podía tener 50, su cara apuntaba a una edad incluso algo superior a los 60. Era un hombre atlético, fuerte, que se veía que siempre había hecho mucho deporte para estar así. Aquel día, en pleno mes de agosto, estábamos solos los dos en la piscina. Hasta entonces nos habíamos cruzado en el ascensor, en el portal, en la calle, y no pasábamos de saludarnos o de las típicas conversaciones sobre el tiempo, los problemas de la casa, etc.

Nos saludamos y como estábamos solos, se puso a mi lado y nos pusimos a charlar sobre aspectos triviales, pero en cualquier caso, siempre más profundos que nuestra relación hasta ese momento, y a medida que íbamos hablando me fui convenciendo de que era él.

Sabía, por cotilleos de la casa, que vivía solo, pero en esa primera conversación me enteré de que estaba divorciado y que era ejecutivo de una multinacional.

Estuvimos un par de horas en la piscina, pero su recuerdo ya estuvo conmigo todas las horas restantes del día, y por primera vez en mi vida, cuando me masturbé pensando en mi maduro, éste tenía cara.

A la mañana siguiente volví a bajar a la piscina, y volvimos a encontrarnos y a ponernos juntos, en una ceremonia que se repitió durante varios días. Nuestro nivel de intimidad en las conversaciones fue creciendo, y un día (debía ser el cuarto o quinto desde nuestro primer encuentro), le vi que se estaba quemando en la espalda. Se lo dije y me ofrecí a echarle una crema protectora en esa parte para que la quemadura no fuese a más. Accedió y empecé a darle la crema, mientras notaba que, debido a mi primer contacto físico con él, la braguita de mi bikini se humedecía y que mis pezones se endurecían, lo que me avergonzaba porque pensaba que él lo notaría.

Y tan absorta estaba en mis pensamientos, que no me di cuenta de que no me había limitado a darle crema en la parte de la espalda quemada, sino que también lo había hecho en los brazos y en general en toda la espalda.

.- Espera, le dije, ya que estoy te voy a evitar futuras quemaduras.

.- No te molestes, por favor.

.- No es molestia, si lo hago hoy, no tendré que hacerlo mañana, contesté.

Cogí el bote de crema, y empecé a aplicarla en sus piernas, pies, cuello, hombros, en algo que se convirtió en un auténtico masaje.

Le dije que se diera la vuelta y no quería, pero ante mi insistencia, lo hizo y pronto supe la razón de su negativa. Su bañador denotaba un bulto sospechoso…

.- Creo que hay una parte en la que no te voy a dar crema, le dije con una sonrisa.

Y él, una vez descubierto, me replicó:

.- Yo tampoco te la daría en otra parte que tiene el mismo problema que yo, dijo mientras miraba a mis pezones erguidos.

Nos miramos durante unos segundos y casi al tiempo dijimos: ¿qué hacemos aquí?

Nos levantamos, cogimos nuestras toallas y, casi sin darnos cuenta de lo que había pasado, estábamos en mi casa besándonos apasionadamente en el sillón del salón. Fue como una auténtica catarsis, como descargarme en segundos de toda la tensión sexual acumulada durante años. Tanta fantasía y ahora estaba ahí, con un hombre maduro tal y como yo lo había soñado pero … no era completo, faltaba algo, y ya os he contado qué era.

En un determinado momento, metió su mano bajo el bañador y sacó su polla, completamente erecta y me pidió que se la chupase. Me cogió del cuello y empujó mi cabeza hacia él. Al principio le di unos besos en la punta y lo rodeé con mi lengua, pero pronto paré.

.- Qué pasa, preguntó. ¿Te ha molestado algo?

.- No, no es culpa tuya. Lo siento mucho pero no puedo.

.- ¿Cómo?, no entiendo nada

Y entonces se lo expliqué, le conté cómo era mi fantasía, y que él me gustaba mucho, muchísimo, pero que si seguía sería tanto como volver a ver tu película favorita y, a mitad de la película, cambiar el guión y que acabase con otro final.

.- Lo siento, por favor, márchate. Y salió de mi piso confundido y … claro, con el calentón.

No volví a bajar a la piscina, y él tampoco, porque no le veía desde la ventana. Volví a mis costumbres de siempre: madrugaba, salía a caminar, luego a casa, tareas caseras, lectura, comida, siesta, etc.

Había pasado una semana desde entonces y no podía quitarme la idea de la cabeza. Si hubiera sido un hombre de mi edad, no habría habido problema y habría continuado, pero con él no podía. Era algo así como prostituir mi propia fantasía, y era mía, innegociable, y tenía que transcurrir como yo quisiera.

Una mañana, en mi paseo matutino, iba escuchando música por el parque, y en un momento en que me paré para hacer algunos estiramientos, alguien se acercó por detrás, a quien no pude oír por ir con los auriculares a tope. Lógicamente me sobresalté. Las manos del desconocido me quitaron los auriculares y me susurraron al oído.

.- Déjate llevar, al tiempo que con algo me vendaba los ojos.

Desde el primer momento supe, o quise creer, que era él, mi maduro de la piscina, así lo creí identificar en su voz y en su olor, así que me dejé llevar, como él pedía. Tras unos metros nos paramos, me puso las manos sobre los hombros y me puso de rodillas. Oí el inconfundible sonido de una cremallera bajando e inmediatamente tenía su polla en mis labios. Abrí la boca la chupé con avidez, repasando como una película en mi memoria, todas mis fantasías.

Tras unos minutos me quitó la venda. Miré arriba y lo vi a él, sonriéndome:

.- ¿Mejor así?, preguntó

.- Mejor no, exactamente así, contesté, y seguí dándole a él el placer que merecía, y, por supuesto, dándome yo el placer que no sólo merecía, sino que ansiaba.

Noté que se iba a correr y percibí que la quería sacar para correrse fuera, pero no sé qué pasó por mi mente, pero lo retuve contra mí, indicándole que quería que se corriese dentro de mí, en mi boca; y digo que no sé qué pasó por mi mente porque siempre había rechazado esa práctica, pero hoy, allí, en el parque, con mi maduro, era lo que más deseaba.

Cuando acabamos, nos fuimos a casa. En el coche fuimos comentando lo que habíamos pensado esa semana, y lo que a él le había costado tomar esa decisión, pero yo le gustaba mucho, me dijo, y no podía ni quería dejar pasar esa oportunidad.

En su casa, esta vez en su casa, hicimos el amor, dos veces. Eso ya no estaba en mi fantasía que extrañamente se quedaba siempre en el sexo oral en el parque, pero una vez culminada la fantasía, lo demás era la continuación lógica.

A acabar nos dimos una ducha, que en mi caso se prolongó durante media hora, en la que rememoré toda la mañana ¿o fue toda mi vida? No sé, pero lo cierto es que salí de la ducha con ganas de verle, con ganas de más, con ganas de hacerme suya. Fui al saló y lo encontré con unos pantalones cortos, una camiseta y unas chanclas, tomando una cocacola, viendo la televisión. Lo miré, me arrodillé ante él, lo descalcé y empecé a besar y lamer sus pies. No lo había pensado, me había salido así, algo espontáneo, al menos en mi consciente –posiblemente no en mi subconsciente…-.

.- ¿Y esto?, preguntó.

.- Ah, creo que no te he contado nada de mis fantasías de mi sumisión, ¿verdad?

Me miró con una sonrisa picarona y yo volví a postrarme a sus pies, dándome cuenta de que empezaba a cumplir la segunda de mis fantasías, ser la esclava sexual de alguien pero, ¿con él? Tenía muchas dudas, lo tenía que pensar, lo pensé y lo que ocurrió lo contaré en un próximo capítulo.

Espero que os haya gustado y si tenéis algún comentario, podéis escribirme a esta dirección: vanessa.vane444@gmail.com

Besos