Las fantasías de Paula

Cuando un encuentro casual entre Paula de 23 años y Ignacio de 60 se convierte en una amistad en la que él está dispuesto a conseguir que ella cumpla sus fantasías...

Después de un par de relatos con buena aceptación sobre sexo con maduras, he llegado a la siguiente conclusión sin ninguna base científica: A los hombres les excitan mas los relatos sobre sexo con maduras, mientras que a las mujeres los relatos sobre sexo con maduros.

Supongo que he llegado yo solito a esta conclusión basándome en los comentarios que me llegan al mail sobre mis relatos, o quizás dejándome llevar por mis deseos y fantasías personales, en los que siempre he preferido a una mujer mayor que yo a una más pequeña.

Sea cual sea el motivo, me agarro a esa conclusión inventada para cambiar la temática del relato que voy a escribir a continuación y os comento el porqué de mi decisión.

Uno de mis mayores estímulos a la hora de escribir los relatos es que mi mente heterosexual imagina que los van a leer mujeres que desearan vivir mis letras en su mente. Resumiendo, escribo para estimular vuestra imaginación y excitar vuestra mente y cuerpo.

Dicho esto, por un día, me transformo en Ignacio, un banquero de unos 60 años y 1,80 de estatura, con su traje y corbata impecable, perfumado, con el cuerpo cuidado, limpio, depilado y rostro bien afeitado, con el pelo repeinado hacia el lado y gafas de pasta gruesas. Un hombre elegante en el vestir y en el trato con la gente, que acaba de terminar su jornada laboral.

Espero que os guste y recibir vuestros comentarios.

Para mí, salir del trabajo, era una rutina mas en mi día a día. A las 15h cerrábamos la oficina bancaria del centro de Barcelona y me dirigía hacia Plaza Catalunya para bajar por la rambla y pararme en alguna de las cafeterías a relajarme revisando los mensajes que había recibido en el móvil antes de dirigirme al parking donde habitualmente dejaba el coche.

Dentro de mi rutina, cambiaba habitualmente los locales donde parar. Por suerte, o por desgracia, ese día opté por quedarme en el hall de uno de los hoteles de la zona. El sitio era algo frío, con gente muy estirada y una decoración demasiado chic para mi gusto, así que lo primero que hice antes de empezar a revisar el móvil, fue marcarlo en mi lista de sitios a los que no volver. Me gustan los sitios elegantes, pero a esas horas, después de una jornada entera en un banco tocando dinero, me apetece más el bullicio de una cafetería de barrio o de un local lleno de extranjeros que no saben dónde van…

A los dos minutos, como marca la normativa no escrita para no agobiar pero a la vez estar atento a los clientes, apareció el camarero. Un chico impoluto, estirado como todo el local, con su traje típico de color negro y camisa blanca, servilleta doblada en el brazo y casi reverencias para pedirme qué me apetecía. Pedí lo de siempre, un café corto, sin azúcar ni cucharita, y me centré en mis tareas.

Después de un tiempo prudencial, escuché una voz femenina

-          “ejem” su café señor.

Levanté la mirada del móvil justo para cruzarme con esos ojazos azules que hicieron que se parara el tiempo por unas decimas de segundo, a su vez, esos ojos, se clavaron en los míos, y pataxof! El café encima mi pierna.

La pobre chica estaba extremadamente nerviosa, estaba temblando, la taza resbaló del plato para caerme en la rodilla. Di por hecho que sería uno de sus primeros días en el local, si no el primero.

En ese momento di un salto por el ardor del café, como intentando evitar lo que ya era inevitable, ya me había quemado, por lo que apartarme no tenía demasiado sentido. Ella, intentó arreglarlo con su servilleta, frotando rápidamente sobre mi pierna, cosa que creo que puso aun más nervioso al encargado que miraba sin ninguna expresión desde la barra.

La pobre chica fue a por otro café, que entrego sin apenas mirarme, mientras no paraba de disculparse. Yo intenté tranquilizarla con frases hechas que en aquel momento no servían para nada, tranquila, eso le pasa a quien trabaja, quien no trabaja no tira nada…

Al ir a por la cuenta, pude escuchar como el encargado chillaba de malas maneras a la chica, que casi llorando solo hacía que pedirle disculpas. Me supo muy mal por ella, así que intenté dejarle claro al encargado que errores podemos tener todos y que para nada me había molestado ese error de principiante.

Cuándo él salió a cobrar, le pedí que por favor llamara a la chica, y cuando ella salió, delante de él, le di 50 euros de propina, diciéndole que eso era por sus repetidas disculpas, y porque aguantar las broncas del malcarado de su encargado seguro que no está en su sueldo.

Después de esto, seguí con mi paseo rambla abajo para parar en los bancos de delante el museo de cera a relajarme con el periódico.

Eran ya las 16:30 de la tarde, y recogí el periódico y me levanté para dirigirme al coche. Al levantarme del banco, me encontré cara a cara con la camarera del hotel. Ella iba cabizbaja dirección al puerto y ni me vió, pero yo no pude evitar llamarla.

-          Ei!! Ni saludas ya?

Ella se giró y se quedó mirando, abrió los ojos, dejó escapar una tímida sonrisa para dirigirse hacia mí.

-          Disculpe, no le había visto. Siento mucho lo del café señor, en serio. Creo que esto le pertenece, hoy no lo merecía.

Me intentó devolver el billete, cosa que por supuesto no acepté.

-          Las propinas no se devuelven, pero no te diré que no si me invitas a tomar algo.

La chica quedó sorprendida por mi idea, pero recogió el guante y me propuso ir a tomar algo al bar del museo de cera. Un local muy bien ambientado mas ideal para una cita romántica que para saldar una deuda, pero a mí me pareció una proposición perfecta.

Entramos al local, y nos sentamos en una de las mesas bajas más apartadas de la barra, al fondo del local. Antes de empezar a charlar, me pidió permiso para ausentarse un momento al baño a cambiarse de ropa, pues aun iba con la ropa del trabajo y se sentía incomoda.

A la vuelta del baño, por fin, tuve tiempo de mirarla con calma y descaro de arriba abajo. Botas negras hasta la rodilla, minifalda también negra, con cremallera delantera, que dejaba ver un poco de su rodilla y el principio de su muslo. En la parte de arriba, un top granate, con un pequeño escote a media altura que dejaba mas a la imaginación que a la vista, y el pelo suelto y liso, una media melena, a la altura del cuello, del estilo de la chica pe Pulp Fiction.

Su cuerpo era imponente. Era una chica bajita, de 1,60cm, con curvas, una buena cadera y unos pechos grandes pero no exagerados. Los labios carnosos y rojos, y los ojos azules que ya me cautivaron en el café.

La verdad que era la típica chica que no destacaba por encima de las otras, pero que se hacía mirar.

Al llegar a la mesa, me miró fijamente, y me dijo:

-          Ya está, ya me ha repasado?

Yo asentí con la cabeza, pero a la vez lo negué con la voz:

-          Pues no te creas, me he descuidado de mirarte bien cuando te alejabas.

Ella, entendió perfectamente a lo que me refería, y antes de sentarse, se dio una vuelta entera, para después sentarse delante de mí con la mirada penetrando, diciendo:

-          Ahora ya si, verdad? Por cierto, me llamo Paula

-          Encantado Paula, soy Ignacio, y si,  ahora sí, has pasado el primer examen….

La presentación quedó ahí, y empezamos a charlar de todo como si se tratara de una primera cita. El trabajo, la edad (por cierto, yo 60, y ella 23), las ambiciones, amores, viajes…

Pasamos más de una hora en el local, y después del segundo mojito, la conversación fue cambiando de ritmo y temperatura, para centrarse en las experiencias con parejas anteriores, fantasías, fetiches…. La conversación cada vez más caliente, me llevó a quitarme la americana, mostrando una espalda bastante ancha, con mis tirantes cruzados atrás, que ella no pudo evitar comentar.

P – Waw… que hacia ese cuerpazo escondido debajo la americana señor Ignacio?

I – Paula, Paula, Paula….sigue todo escondido debajo la camisa, lo sabes verdad?

Con ese cruce de entre piropo y insinuación dimos por finalizada la copa, y nos fuimos del local con la intención de quedar algún otro día para un café sin más.

Paula se dirigía al final de la Rambla a esperar el bus que la llevara a la estación para coger el tren de la costa del Maresme hasta Mataró. Yo, me dirigía al coche, para volver a casa, en la misma dirección, así que le ofrecí llevarla en coche, lo que ella agradeció.

De camino a su casa, seguimos hablando y subiendo la temperatura. Paula me comentó que una de sus fantasías, que antes no me había contado era tener sexo con un desconocido.

I – Me dices esto hoy que nos acabamos de conocer? Me lo tenías que haber dicho antes de conocerme!!

P – Señor Ignacio, me va a sonrojar, no lo decía con esa intención

I – Yo si!

Se hizo el silencio durante unos segundos, que decidí romper apartando mi mano del cambio de marchas y dejándola caer sobre su muslo. Ella, puso su mano encima la mía, y sin decir nada la agarró y la empezó a llevar muy poco a poco hacia arriba… Yo me dejé llevar hasta que ella llegó a su cintura, y una vez ahí tomé la iniciativa. Quité la mano de encima su muslo y la volví a poner encima su rodilla.

I – Las cosas si se hacen se hacen bien

Poco a poco, y sin que ella dijera nada, volví a hacer el recorrido hacia arriba, esta vez por debajo de su falda y por la parte interior del muslo, hasta llegar al sus ingles. Saqué la mano para reducir de marcha y decidí seguir con el juego.

I – Veo que no te quejas

P – De que me iba a quejar señor Ignacio? Si me gusta no debo quejarme, en todo caso debería pedir que siguiera.

I – Tampoco lo has hecho.

P -  No cree que una señorita no debe pedirlo?

Ella no se dio ni cuenta que mientras seguíamos hablando y jugando, yo ya había aparcado el coche en un parking del sótano de un edificio.

I – Baja

P – Por? Dónde estamos?

I – Baja y sígueme.

Me dirigí al final del parking, en la zona del ascensor. Ella fue detrás de mí, sin preguntar más. Entramos al ascensor y solo entrar la puse contra el fondo del ascensor, le metí las manos en el culo por debajo la falda y la besé apasionadamente hasta el final del trayecto.

I – Ya estamos arriba, quieres pasar o te llevo a casa?

Ella salió del ascensor, agarrándome por la mano, con un

P – Vamos, señor Ignacio, que ya tarda

Salimos del ascensor y me dirigí a la puerta de mi casa. Paula me seguía, agarrándome de la mano, como si le llevara de excursión o de compras. Abrí la puerta de mi casa, la invité a pasar y le dije que me esperara un momento en el sofá del salón. Me dirigí a mi habitación a mirar que todo estuviera en orden y volví al salón.

I – Todo en orden, quieres pasar a mi dormitorio?

P – Lo que usted quiera, señor Ignacio.

I – Lo que yo quiera?

P – Por supuesto.

Después de esta frase, ya no había marcha atrás. Agarré a Paula por la mano, sin ningún tipo de romanticismo y la llevé a mi dormitorio. Entramos por la puerta y la tiré encima la cama, quedándose ella tumbada boca arriba. Le quité las botas y agarré dos esposas que tenía atadas a los pies de la cama, para ponérselas a los tobillos.

P – Señor Ignacio! Qué está haciendo?

I – Lo que me has dicho, lo que yo quiero. Y no me llames mas de usted!

Me puse de rodillas entre sus piernas y le agarré el top por debajo para quitárselo y dejar sus pechos al aire, escondidos debajo un sujetador negro con transparencias que dejaban entrever sus pezones grandes y oscuros. Una vez sin el top, me arrastré más hacia ella y la agarré por las muñecas encima la cabeza para dejarme caer y fundirnos en un apasionado beso sin fin.

Al separar las bocas para coger aire, aproveché para atarle las muñecas al cabezal de la cama.

I – Y ahora, cual era tu fantasía?

P – Ahora mismo, que siga señor Ignacio!

I – No me llames de usted!

P – Soy muy mala señor Ignacio…deberá castigarme….

Eso me acabó de poner a mil y me desató para hacer todas mis fantasías realidad…. Empecé a besarle el cuello despacio pero con muchísima pasión, mientras magreaba sus pechos con mis fuertes manos. Los agarraba fuerte, los soltaba, buscaba sus pezones debajo el sujetador para pellizcarlos y cuando los encontraba, los pellizcaba hasta que me suplicaba que parase. Mis besos en el cuello se intercalaban con algún que otro mordisco hasta dejarle marca.

Ella estaba excitada, sentía una sensación extraña, entre dolor, placer, morbo, excitación…

Yo, por mi parte, estaba desatado, me había quitado la camisa y mi miembro se marcaba de manera exagerada dentro el pantalón. Aprovechaba que me recostaba sobre ella a besarla para refregarme por su cadera y pubis. Mis manos empezaron a salir de su pecho y dirigirse a su entrepierna.

Paré por un momento, me quedé de rodillas incorporado en su entrepierna, mirándola con deseo. Dejándole ver mi bulto a través de los pantalones.

I – Sigo, señorita Paula?

P – Ya tarda señor Ignacio….

Puse la mano en mi bolsillo y saqué el móvil. Lo puse delante de mí, y le saqué una foto tumbada y atada en la cama. Volví a guardarlo y bajé otra vez a por sus pechos, arrancándole el sujetador y comiéndomelos sin nada que se interpusiera entre mi lengua y ellos. Me moría de ganas de morder esos pezones hasta hacerla chillar de dolor…

Mis manos empezaron a volverse juguetonas y a meterse entre su falda para descubrir que su ropa interior era un pequeñísimo tanga de hilo. Al tocarlo, no me pude contener más y desabroché su falda para ver el espectáculo en directo. Era realmente un tanga de hilo negro, a conjunto con su sujetador de transparencias.

P – Le gusta señor Ignacio?

Yo no dije nada, volví a poner la mano en mi bolsillo y le saqué otra foto, ahora, con su tanga de hilo y sus pechos grandes sin sujetador, descansando sobre su torso desnudo. Lo guardé de nuevo y me desabroché el pantalón para quitármelo, arrastrando mis calzoncillos con él. Me quedé desnudo delante de ella con mi miembro apuntándola directamente.

P – Señor Ignacio, ahora sí que puedo decirle que tiene un buen cuerpo…

Volví a bajar mi torso sobre ella, para besarle la boca, con mi miembro rozando su entrepierna y mi mano derecha empezando a apartar su tanga hacia un lado para tocar su húmedo sexo. Mis dedos resbalaban pos sus labios inferiores desde el clítoris hasta casi el inicio de su ano, estaba todo muy húmedo, lo que me daba unas ganas locas de ir más rápido y empezar a meterlos dentro.

Mi miembro se moría de ganas de entrar en ese joven y húmedo sexo, pero no era el momento. Me aparté de nuevo de encima de ella para mirar por última vez ese tanga, y agarrarlo con las dos manos para partirlo en dos. Sin pensarlo, me lancé con mi boca a comerme su sexo, cómo el nadador que se lanza de cabeza a una piscina.

Empecé a besarlo apasionadamente, resiguiendo con mi lengua su clítoris y saboreando sus labios. Poco a poco entraron de nuevo al juego mis dedos para ir entrando a su vagina mientras me la comía.

Paula estaba muy acelerada, respiraba muy profundo, incluso dejaba escapar algún que otro gemido. Mis dedos la masturbaban cada vez más rápido, mis labios la comían mas apasionadamente y los besos a su sexo cada vez eran más húmedos.

I – Te gusta Paula?

P – Calla i sigue!

I – Ya no me llamas de usted?

P – Métemela ya, cabrón! No me hagas sufrir mas

I – Recuerdas Paula cuál ha sido la fantasía que me has contado en el bar mientras tomábamos aquel mojito?

P – Si, que me miraran mientras follaba, pero quiero hacer realidad la otra! Quiero que me folle un desconocido!

I – Yo ya soy conocido, no te sirvo para esta….

P – Déjate de juegos y métemela!

Ding dong! En ese momento se escucha el timbre y me levanto, voy hacia el recibidor desnudo, sin mirar atrás. Abro la puerta y vuelvo a la habitación.

I – Seguimos?

P – Quien era?

I – Tu fantasía…

Después de decir esto, vuelvo a su entrepierna con mi boca y empiezo a comerle el sexo y masturbarla mientras con la otra mano le agarro fuerte un pecho. Ella está cada vez más caliente, cuando vé a un chico desnudo que entra por la puerta.

P – Cabrón!!!! Quien es esteeeehhh aaaahhh,….. aaahhh….

Paula chilla mientras se corre por el morbo del momento, yo no paro de comérmela y masturbarla, su sexo sigue cada vez mas mojado, me aparto rápido de encima de ello y dejo paso a mi amigo David que sin más preliminares se pone encima de ella y empieza a empotrarla.

I -  Follada por un desconocido mientras te miran, bienvenida a tus dos fantasías….

P – AAAAHHhhh aaaaahhhh Cabrón!!! Me has puesto a mil!

Paula seguía gimiendo mientras David no paraba de empotrarla cada vez más rápido. Yo me lo miraba desde el lado de Paula para ver bien su cara y las empotradas de David. Paula no aguantaba más y llegaba ya al segundo de los orgasmos.

Mientras Paula se corría empecé a desatarla poco a poco. David, una vez cumplida su tarea, se levantó, dio las gracias y se fue al baño. Paula estaba en la cama extasiada, con los brazos y piernas abiertas, relajada y a la vez excitadísima. Yo me la miraba desde el lado de la cama sin decir nada.

P – UUFfff…. Que intenso madre mia

I – Girate y ponte a 4 patas.

P – Como dice señor Ignacio?

Sin repetirlo, la agarré y la voltee boca abajo, para después agarrarla por la cintura y levantarle la cadera. Sin esperar más, me puse encima la cama un poco agachado y empecé de nuevo a montarla a 4 patas. Ella estaba extasiada, se resbalaba hacia abajo, poco a poco iba quedándose tumbada. Yo no le di descanso y seguí penetrándola encima de ella. Su cansancio volvió a convertirse poco a poco en excitación y su respiración se volvió a acelerar… Después de un rato embistiéndola desde encima agarrado a sus pechos nos corrimos los dos a la vez mientras David salía del baño vestido y se iba del piso.

Quedamos tan relajados que nos quedamos en la cama dormidos…

Al día siguiente, acerqué a Paula al trabajo y nos despedimos en la puerta de su trabajo. Al llegar, su encargado estaba en la puerta.

-          Paula llegas 2 minutos tarde

A lo que yo respondí:

I – Te la hubieras follado tu, no la tratarías tan mal, cabrón!

Paula me miró con complicidad, entró pasando por el lado de su encargado rozándole con la mano en la entrepierna voluntariamente.

Continuará…..?

Como siempre, espero vuestros comentarios en la web o por mail.

Os ha gustado?

Estais de acuerdo con mi teoria inicial?