Las fantasías de mamá 2: pequeñas variaciones.
Mi hijo me ha follado, pero tendrá que ganarse el derecho a meter su polla en mí.
Las fantasías de mamá 2: pequeñas variaciones.
Me desperté por la mañana con la dulce sensación de haber tenido sexo, aquel sexo prohibido con mi hijo. Notaba mi sexo pegajoso por el esperma de mi hijo y por mis propios flujos. Agité las piernas levemente para sentirlo más aun. Mi hijo yacía junto a mí, desnudo y rodeándome con su brazo. ¡No podía ser más feliz!
Desde hacía más o menos un mes, estaba buscando a mi hijo, y me refiero que sentía la necesidad de tenerlo en mi cama. Era consciente que ni él ni yo éramos unas personas bellas de cara o cuerpo, por ello supuse que mi hijo estaría rabiando por follar con alguna mujer.
Y fue el día que lo pillé masturbándose y corriéndose en el baño, ver el tamaño de su polla y los chorros blancos de semen brotar para que todo mi cuerpo se estremeciera, mi sexo se mojó y mi cabeza no paraba de pensar en cómo provocarlo para tenerlo dentro de mí.
Lo observaba disimuladamente y descubrí a tiempo sus planes para espiarme. Le había dejado algunas pistas, la película en el vídeo, que encontrara mi escondite con mis juguetes sexuales. La tarde que descubrí que había dejado la escalera junto a mi ventana supuse que sería el día que aprovecharía para espiarme.
Así que aquella noche me masturbé, igual que cualquier noche, hasta que lo pude observar escondido tras la ventana. Entonces le ofrecí mi mejores vistas y me hice la paja más excitante al saber que mi hijo me miraba furtivamente.
Después conseguí hacer realidad una de mis mayores fantasías, follar con mi hijo. Lo mamé y el me comió el coño, pero tuve que hacerme la dormida para que se atreviera a meterme su polla, espero que de ahora en adelante no tenga ningún reparo en follar a su madre, pues siempre estaré dispuesta, pero para que no se pierda la pasión del momento tendré que ponérselo duro para que se gane una buena follada.
- ¡Hola mamá! – mi niño me besó en la cara y pegó más su cuerpo al mío.
- Hola hijo… - me levanté con frialdad, retirando su brazo y sin decirle nada me marché de la habitación dejándolo sin saber que hacer o decir.
Entré en el baño y me duché. Me puse la ropa de estar por casa y después fui a la cocina para hacer el desayuno. Deseaba que mi niño llegara y me hiciera aquellas cosas que me había hecho por la noche, pero tenía que mostrarme insensible y disgustada con él.
Llegó y se sentó en la mesa, con aquel pantalón corto de pijama como única ropa, yo sabía que debajo no llevaría nada más y mi sexo se humedeció al pensar en ponerme de rodillas delante de él y tragarme todo su rabo hasta que me regalara su blanquecino semen.
- ¿Te ocurre algo mamá? – su voz sonaba triste y tuve que hacer un esfuerzo para no mostrar que estaba fingiendo - ¿Estás mal después de lo que ocurrió anoche?
- ¡No hijo! – le respondí secamente - ¡Anoche no pasó nada! – y seguí con lo que hacía, cómo si aquella conversación me resultara molesta.
Durante todo el día estuvo pensativo. Yo seguía con mi vida como si nada hubiera ocurrido, pero me moría por dentro cuando lo miraba, pensativo y mascullando sus pensamientos.
Sobre las cinco de la tarde, ya no podía aguantar más, deseaba que mi hijo me volviera a hacer suya, pero me había propuesto que se tenía que ganar los polvos que echáramos y decidí ir a visitar a mi buena amiga Lola.
Lola es una mujer viuda. Es preciosa a sus cincuenta y cinco años, y su cuerpo está bien formado, aunque su piel muestra ya su edad. Le tengo envidia sana pues muchas veces le he preguntado cómo hace para estar así, y ella siempre me responde igual: follándome muchos chicos jóvenes, su semen me llena de vida. Después se ríe burlándose de mí. Pero sí es verdad que la mayoría de los jóvenes del pueblo, y muchos de los visitantes durante el verano, han perdido su virginidad gracias a ella. Y la verdad es que muchas mujeres maduras acudimos a ella para pedirle consejo sobre sexo.
- ¡Así que te me has adelantado y no me has dejado que desvirgue a tu hijo! – lanzó una carcajada cuando le conté lo que había ocurrido la noche anterior con mi niño – Espero que no te conviertas en competencia para mí.
- Tranquila Lola, yo nunca llegaré a tener tal deseo de sexo…
- Bueno, todo se andará… - la miré preocupada – Tal vez te aficiones a los jóvenes y las dos enseñemos a la futuras generaciones…
- He venido a verte porque no aguantaba más junto a él…
- ¿Te trata mal? – me miró preocupada.
- ¡No hija, no, para nada! He pensado que ofrecerle todo tan fácil no sería demasiado bueno para nosotros, a fin de cuentas soy su madre.
- Ya, pero pensar en su polla te pone caliente y huyes del fuego.
- Eso, Lola, eso es lo que tengo por dentro.
- Mira cariño, tú eres mi mejor amiga, creo que tal vez tenga la solución para ti, por lo menos para hoy.
- ¡Dime!
- Dentro de unos minutos, vendrá Joselito, el hijo del José el panadero. Hoy cumple dieciocho años y su padre quiere que se estrene conmigo.
- ¡Joder Lola, ese chiquillo es guapetón y tiene un buen cuerpo!
- Pero el pobre no está desarrollado aún… ¡Yo haré que se desarrollen todas sus cualidades!
- ¡Hija, qué puta eres!
- Seré puta, pero tu me ganas que te has follado a tu propio hijo. – las dos reímos y en ese momento sonó el timbre - ¡Vamos, vamos! – me levantó de mi asiento y me llevó a su habitación. En la pared, a un lado de la cama, había un espejo. Tocó algo y se abrió una falsa puerta - ¡Corre, entra y siéntate ahí! ¡Desde ahí podrás verlo todo y podrás masturbarte!
Pase algunos minutos en aquel cuartucho encerrada, a oscuras, la única luz que había era la que entraba por el falso espejo que era de cuerpo completo y podía ver toda la habitación. Estaba desesperada e iba a marcharme, pero en ese momento entró Lola con Joselito. Me volví a sentar. Iban hablando y me sorprendió que a mi lado derecho sonaran sus voces por un altavoz.
- Pasa hijo. – dijo Lola llevando al joven de la mano – Me ha dicho tu padre que hoy es tu cumpleaños y que te gustaría que yo fuera tu regalo ¿no? – tan joven y tímido, asintió levemente con la cabeza - ¡¿Y qué te gustaría tomar como regalo?! – él dudo ante la pregunta - ¡Vamos tonto! ¡No deseas este cuerpo! – él seguía demasiado cohibido y no se atrevía ni a moverse - ¡¿Quizás si te hago una buena mamada te animas?!
Lola se acuclilló delante de él y bajó la cremallera del pantalón. Joselito temblaba como un flan, se notaba que era su primera vez y no podía evitarlo.
- ¡Tranquilo muchachote! – Lola acariciaba el abultado paquete con la mano - ¡Mira estas tetas! ¿Te gustan?
Lola se bajó el escote de su camiseta y sacó sus tetas para ofrecérselas. Joselito observó extasiado sus oscuros y erectos pezones.
- ¡Vamos, tócalas! – le incitó Lola y con delicadeza él las acarició - ¡A ver que tienes aquí para mí! – Lola desabrochó los pantalones y los bajó, ante su cara apareció un abultado paquete que se marcaba en sus calzoncillos - ¡Dios, esto parece que es grande! ¡Al final yo voy a recibir el regalo!
Lola no estaba muy cerca del paquete de Joselito, pero cuando liberó aquella polla de los calzoncillos, cayó sobre su frente. Los ojos de Lola se abrieron de par en par al igual que su boca al descubrir lo que aquel chiquillo guardaba para ella. Mi coño se mojó al ver que parecía un poni con una erección. No sé cuanto mediría, pero cerca de los treinta centímetros tenía que tener.
- ¡Joder hijo, creo que yo no podré con esto sola! – Lola miró al espejo y sonrió, parecía que quería invitarme a comer de aquel manjar. – Cariño, tienes una polla enorme, una sola mujer te puede satisfacer un poco, pero… - pasó su lengua desde los huevos hasta su glande - ¡Haré todo lo que pueda para dejarte satisfecho!
Lola abrió su boca para tragarse lo que pudiera de aquella polla. Cuando el glande estaba cerca de sus labios, el chiquillo dio un leve grito y sus piernas temblaron. De aquella enorme polla empezó a brotar semen, una gran cantidad de semen que caía sobre la boca, la cara y los ojos de Lola, que sorprendida por el primer disparo, era incapaz de hacerse cargo de tanta corrida.
- ¡Dios, qué maravilla de polla, que cantidad de leche! – su lengua se agitaba y lamía todo lo que podía mientras él se agitaba lanzando su semen - ¡Sí, dame más! – la mano de Lola agitaba la endurecida polla que no menguaba ni un poco - ¡Desnúdate!
Él la obedeció y quedó completamente desnudo. Siguió las indicaciones de Lola y se colocó en medio de la cama boca arriba, apuntando al techo su endurecida polla que no menguaba nada. Lola se desnudó por completo y rápidamente, aquel chaval necesitaba clavarla en un coño cuanto antes, nada de excitaciones y sensualidades, su polla necesitaba un tratamiento de choque.
Lola anduvo a cuatro patas sobre la cama hasta que su boca quedó encima de la polla, su mano la acarició y su boca jugó con el grueso glande que palpitaba de deseos de sentir otra corrida. Por pocos minutos, Lola la acarició y la mamó.
- ¡¿Quieres saber qué se siente al meterla en un coño?! – le preguntó Lola y él seguía petrificado por la situación y la excitación.
Yo parecía estar metida en una película y respondí en lugar de él. Mi coño estaba empapado desde que vi cómo aquella joven polla lanzaba tal cantidad de semen. Cuando Lola se subió sobre Joselito, abriendo sus piernas para dirigir la polla hacia su coño, dos de mis dedos se hundían en mi vagina produciéndome un enorme placer. El sensual gemido y ronroneo que Lola lanzó cuando la polla la fue penetrando hasta estar completamente perdida dentro se su vagina, me produjo una descarga de sensaciones por mi cuerpo que me hicieron llegar al orgasmo, a un primer orgasmo.
Joselito se agitaba y gemía por el placer de sentir su polla dentro de aquella puta madura. Tras varias penetraciones de la polla, él pareció activarse y agarró el culo de Lola con ambas manos. Lo sujetó con fuerza y sus caderas se movieron para penetrar rápida y violentamente a su amante. Los gemidos de Lola se escuchaban en toda la casa, puede ser que en varias casas colindantes. Aquella polla le llegaba a lo más profundo de su vagina y ella estaba disfrutando más que aquel novato joven.
La quitó de encima y ella pensó que se iba a correr. Aquel chaval se había convertido en una bestia. La forzó, pues ella no sabía bien lo él quería, a ponerse a cuatro patas. Se colocó tras ella y apuntó a su coño. La penetró de una vez, la primera con algo de suavidad, las demás cómo un auténtico animal. Lola ya no gemía, lo suyo eran alaridos de placer. De su coño no dejaba de brotar una y otra vez sus flujos, con cada orgasmo que conseguía, un torrente brotaba de su vagina y se deslizaba por sus muslos hasta mojar la cama.
Yo intentaba no gritar de placer, pero ver como mi amiga estaba siendo empalada por aquel joven tímido que cada vez cogía más confianza y la follaba con más ganas, aquello me produjo tal placer que perdí la cuenta de lo orgasmos que llevaba.
- ¡Me corro, me corro, me corro! – era lo único que decía él sin dejar de penetrar rápidamente a mi amiga.
- ¡Sí, sí, córrete dentro de mi coño, quiero tu leche! – le jaleaba mi amiga y él no paraba.
Y ocurrió. De un empujón le clavó la polla por completo, nada quedo fuera. Los espasmos del chaval me decían que su semen estaba brotando y llenando lo más profundo de la vagina de Lola. Ella gemía y se retorcía mientras sus piernas se convulsionaban por el orgasmo que estaba sintiendo. Mis dedos se agitaban sobre mi clítoris y entraban en mi vagina, en mi mente veía a mi hijo montándome, llenándome completamente con su polla y con su semen hasta hacerme gritar y gemir. Mis flujos se lanzaron contra el cristal del espejo. Los tres nos corrimos por última vez juntos.
Lola permaneció unos minutos junto a su joven en la cama, reponiéndose de los orgasmos, mientras yo me recuperaba encerrada en aquel mirador sexual. Cuando Lola pudo, se sentó en la cama.
- ¡Vamos hijo, ya tienes que irte! – él quedó extrañado por la prisa que le había dado a su amante.
- ¡Pero quiero una vez más!
- Escúchame hijo. – Lola parecía ponerse sería – Yo no soy ninguna puta, no estoy aquí para satisfacer tus deseos o necesidades. Si estás aquí es porque tu padre me pidió que te desvirgara, punto. Ya te he desvirgado y he disfrutado. Se acabó, ya no tengo ganas de follar y te vas… ¡¿Entendido?!
- ¡Sí señora! – el chico volvió al tímido que había entrado por la puerta unos minutos antes, se vistió y se marchó. Al llegar a la puerta se detuvo - ¡Gracias señora!
- ¡Gracias a ti hijo! – Lola caminó hasta él y lo abrazó - ¡Follas muy bien, espero que encuentres a la mujer que pueda con eso que tienes! – Joselito sonrió y se marchó.
Lola corrió y abrió la puerta del cuarto donde yo estaba. Me encontró recomponiendo mis ropas y observó la mancha en la silla.
- ¡Vaya, parece que has disfrutado con el espectáculo!
- ¡Joder Lola, cómo has podido meterte tanto rabo! ¡Parecía un caballo!
- ¡Una que ya está hecha a los distintos tamaños de los jóvenes!
Nos aseamos un poco y después hablamos un poco más en el salón. Ya llevaba con ella cerca de tres horas y la masturbación me había aliviado un poco, pero el morbo de follar con mi hijo no había descendido y me golpeaba en la cabeza provocando ardores en mi sexo.
- Eu, cariño, os invito a ti y a tu hijo una noche a que hagamos una orgía conmigo y con Roberto, el mecánico.
- ¿El mecánico? – pregunté sorprendida.
- Sí, le hizo un arreglo a mi marido en su coche cuando vivía y desde entonces tengo una deuda con él, seguro que los dos machos se apuntan en cuanto les hablemos de orgía…
- Vale, pero habría que maquillarlo de alguna forma. – entonces se me vino a la cabeza una pregunta que tenía pendiente desde que entré en la pequeña habitación del espejo – Oye Lola, perdona, pero esa habitación con ese espejo, ¿de dónde ha salido? – ella empezó a reír.
- Verás Eu, mi marido tenía treinta años más que yo. Cuando me casé con él, ya sabía que yo era muy ardiente. Pero él era todo lo contrario, era una fiesta la noche que conseguía que se le levantara. Así que construyó esa pequeña sala y me dejaba follar con los hombres que yo quisiera. Algunas veces me los traía él, pero la mayoría yo los elegía y me los follaba en honor de mi marido. He de reconocer que casi todos los hombres del pueblo han pasado por esa cama… - sonrió y se acercó a mí para hablarme al oído - ¡Incluido el cura que había hace cinco años!
- ¡Joder Lola, eres un peligro!
- ¡No, soy una gozada para los hombres!
Media hora después me marché a mi casa. Encontré a mi hijo en el baño, seguramente estaría aliviando las presiones que se producían en sus huevos por no poder follarme. El resto de la tarde noche pasó sin pena ni gloria y por la noche él se marchó a su habitación.
Por la mañana se levantó tarde y cuando lo vi, le comuniqué que aquella noche iríamos a casa de Lola para cenar con ella. Puso una cara algo extrañada, pero accedió. Y así, tras cerca de dos días deseando follar con mi hijo, aquella tarde marchamos a casa de Lola.
- Mamá, sé que Lola ayuda a muchas mujeres con sus consejos sobre sexo, pero dicen, y me lo han contado amigos míos que la han conocido, que es una prostituta.
- Hijo, eso lo dicen por hacer daño, cuando una mujer es liberar y se acuesta con uno, dos o los hombres que ella quiera, las envidiosas del pueblo la llaman puta, eso es así. – me acerqué a él y le hablé al oído - ¡Imagina que se enteraran que nosotros lo hemos hecho! – su cara se descompuso.
Llegamos a casa de Lola y nos recibió con un precioso vestido, bonito y excitante, pues aquel escote seguro que provocó en mi hijo algo más que las miradas que no dejaba de echarle. Entramos y nos sentamos en el salón. Unos pocos minutos después, llegó Roberto, el apuesto Roberto. Él ya sabía de que iba la noche y según me contó Lola, estaba dispuesto a todo lo que ella le propusiera. Nos sentamos y empezamos a cenar. Después llegaron las bebidas. Mi hijo no bebía, así que nosotras dos y Roberto nos dedicamos a beber muchas bebidas alcohólicas y en mucha cantidad. Bueno, eso fue lo que hicimos creer a Higinio, que después de una hora habíamos bebido tanta cantidad que los tres estábamos bastante tocados por el alcohol.
- ¡Mamá, creo que no debes beber más! – se llevó cerca de veinte minutos repitiendo.
- ¡Déjame hijo, estoy muy bien! – le contestaba simulando que tenía un punto simpático.
- ¡Deja a tu madre que disfrute! – apostillaba Lola.
- ¡Bebe, hijo bebe! – le pedía Roberto y mi hijo se negaba – Si bebes te convertirás en un hombre y tal vez puedas follar con una mujer como Lola. – la besó y se magrearon por unos instantes.
- ¡Quieto Roberto! – pidió Lola a su acompañante – Tú y yo podemos tener sexo, pero ellos son madre e hijo, ¡no querrás que comentan incesto!
- ¡Y por qué no! – dijo Roberto poniéndose en pie y simulando que no tenía mucha estabilidad – Mi madre cuando yo tenía quince años vio esto. – abrió los pantalones y sacó su polla para depositarla en la mesa – Después de verla erecta, me hizo la mejor mamada que nunca me han hecho…
- ¡Roberto, eres un guarro! – dijo Lola sin dejar de mirar su polla - ¡Pero que polla más maravillosa tienes!
- ¡Vamos niño, saca tu polla aquí para que la contemple tu madre a ver si le gusta! – reía por la borrachera simulada.
- ¡Sí, queremos vértela y que tu madre nos de su opinión! – Lola alargó la mano para hacerlo levantar y que la enseñara.
- ¡Higinio! – le dije – Esa cosa es fácil de superar… - yo sabía que la polla de mi niño era más hermosa que la del otro.
Con temor se puso en pie mientras nosotros lo animábamos. No dejaba de mirarme extrañado por la situación en la que estábamos. Por fin, muy despacio, sacó su polla y la colocó a la vista de todos.
- ¡Joder niño, no estás empalmado! – dijo Roberto - ¡Vamos Lola, sé que te gustan las pollas jóvenes, hazle un tratamiento para que se le levante… - me miró - ¡Por qué no es su madre la que lo ayuda a crecer…!
- ¡Te crees que no soy capaz! – le dije desafiante - ¡¿Hijo, quieres que tu madre haga que tu polla crezca?! – se quedó mudo mirándonos a todos, como en una pesadilla que lo volvía loco. - ¡Voy a hacer que mi niño te muestre lo que es una polla buena!
Me levanté simulando un poco de desequilibrio y me coloqué junto a mi hijo, cogí su polla con una mano y de forma que pudieran vernos la otra pareja. La agité un poco. Al momento empezó a crecer.
- ¿Tenías ganas de que tu madre te hiciera esto? – le susurré al oído.
- ¡Pero no delante de nadie! – me respondió.
- ¡Bueno, vamos a ver si acabamos follando juntos! ¡Quién sabe!
Aquellas palabras hicieron que su polla se endureciera rápidamente. Le ofrecí mi boca, pero los ojos de mi hijo estaban pendientes de la mamada que Lola le hacía a Roberto.
Estábamos cada pareja a un lado de la mesa, mi hijo y yo mirábamos como Lola le mamaba a Roberto, mientras ellos observaban cómo masturbaba levemente a mi hijo.
- ¡Vamos mujer! – me dijo Roberto - ¡Ya la tienes en la mano, llévala a tu boca y has que goce el chaval!
Coloqué a mi hijo y me senté en una silla para llevar su polla a mi boca. Los miré y Lola me giñó un ojo. El glande de mi hijo me llenó la boca y comencé a mamarlo. Mi hijo me acariciaba la cabeza al ritmo de mis mamadas.
- ¡Mira Lola, eso me hizo mi madre cuando yo era un chaval! – reía y se excitaba viéndonos - ¡Córrete en su boca, verás cómo le gusta a tu madre!
- ¡Cállate asqueroso! – lo increpó Lola sacando su polla de la boca – ¡Concéntrate en darme lo que necesito!
Por unos minutos estuvimos mamando las pollas de nuestros hombres y como era de suponer, mi niño no se corrió, sabía que se había masturbado mientras había estado solo.
- ¿No estaríamos más cómodos en la cama de mi habitación? – propuso Lola y todos nos levantamos.
Cuando llegamos a la habitación, donde estaba la cama de matrimonio de Lola, ella empezó a comerse la boca y desnudarse junto con Roberto, mientras mi hijo miraba incrédulo la escena. Lo besé en la mejilla y me abracé a él.
- ¿Deseas hacerlo junto a ellos? – le pregunté.
No dijo nada, me besó con ansia y sus manos recorrían todo mi cuerpo, desnudándonos a la vez. En pocos minutos, Lola y Roberto se revolcaban entre besos y caricias en un lado de la cama, mientras el otro lado parecía haber sido reservado para nosotros. Y lo ocupamos, vaya si lo ocupamos. Mi hijo me tocaba por todos lados y me mamaba las tetas desesperado. El había creído que ya nunca tendría a su madre para follarla, pero allí la tenía, junto a la caliente pareja con la que compartíamos la cama.
Empezó a darme besos por mi pecho y mi barriga, y cuando me di cuenta estaba entre mis piernas, lamiendo mi depilado coño. Sentía su lengua subir y bajar por toda mi raja y mi coño no paraba de lanzar flujos.
- ¡Joder Lola, el niño es aficionado a comerle el coño a la madre! – dijo Roberto.
- ¡Pues calla y haz tú lo mismo en mi caliente coño! – respondió Lola.
Roberto se giró sobre el cuerpo de Lola y mientras metía su cabeza entre los muslos de mi amiga, puso su polla a la altura de su boca. Empezaron un sesenta y nueve en el que los dos disfrutaban. En la habitación sólo se escuchaba los chasquidos y lametones que nos dábamos. Lola fue la primera en empezar a gemir cuando Roberto le provocó su primer orgasmo.
- ¡Chico! – Roberto le habló a mi hijo – ¿Te importa si pruebo el coño de tu madre?
Mi hijo me miró como asustado por la pregunta que le había hecho el otro. Yo me encogí de hombros sin saber bien qué opinar, a fin de cuentas el único que me había comido el coño había sido mi hijo y probar a otro no haría daño.
- ¡Vale…! – dijo Higinio ni mucho convencimiento y le cedió el sitio.
Roberto se metió entre mis piernas y se notaba que tenía más experiencia que mi hijo. Sabía dónde y con cuál intensidad tenía que lamer. Higinio se colocó a mi lado, sin saber bien que hacer y Lola se puso junto a mí para mamarme los pechos. Nunca antes había tenido dos amantes a la vez, menos una mujer y un hombre. Miré a mi hijo y él entendió enseguida que deseaba.
- ¡Cómetela entera y disfruta! – me dijo mientras su glande entraba en mi boca.
Las manos de mi hijo se aferraron a mi cabeza y me folló la boca con ganas, mientras la lengua y dos dedos de Roberto me arrancaban todo el placer que llevaba años conteniendo. Las maravillosas mamadas de Lola en mis pezones me ponían los pelos erizados por el placer. No tardé mucho en sacar la polla de mi hijo de mi boca y lanzarme a gritar desesperadamente al venirme el primer orgasmo. Roberto seguía lamiendo y masturbándome aunque yo le suplicara que parara por la cantidad enorme de placer que sentía. Lola comenzó a mamar la polla de Higinio delante de mis ojos, y aunque el placer me obligaba a cerrarlos, quería ver cómo otra mujer le daba placer a mi hijo. Tras tanto placentero castigo, Roberto paró su labor.
- ¡Buenos señoras, creo que vuestros coños están bastantes mojados cómo para que vuestros machos os follen! – dijo Roberto poniéndose en pie y acariciándose la polla con excitación.
- ¡Vamos Eu, pon tu culo en pompa para ver quién folla a quién! – Lola ya estaba a cuatro patas, con su redondo culo en pompa y su afeitado y mojado coño preparado para que nos metieran sus endurecidas pollas.
- ¡Ven niño! – dijo Roberto a mi hijo – Ponte aquí de rodillas y apunta a uno de los coños… ¿Cuál va a ser el primero? – mi hijo se colocó tras de mí - ¡Eso es, primero mamá para que no se enfade! ¡Venga, clávasela, está empapada para que tu polla le entre entera! – sentí como mis labios vaginales y mi vagina se dilataban de nuevo al entrar mi hijo en mí – Mientras follas a una, métele los dedos a la otra en el coño para que no se te enfríe. – miré al lado y podía ver como mi Higinio me la clavaba mientras miraba el culo de Lola a la que masturbaba - ¡Eso, así, follas bien! – lo animaba su amigo de cama – Ahora saca la polla de tu madre y se la metes a Lola.
Mi hijo lo obedeció. Sentí salir su polla y lo vi cambiarse para agarrar el culo de Lola y clavarle la polla por completo. Casi no noté cuando Roberto se subió a la cama, pero sentí el fuerte empuje que dio a mi culo y como mi vagina se llenaba por completo con su polla. Las embestidas de aquel endemoniado joven me provocaban tanto placer que me corrí dos veces mientras él me penetraba como un salvaje.
- ¡Cambio! – escuché la voz de Roberto que se divertía enseñando a mi hijo a follarnos a las dos. Sentí de nuevo la polla de mi hijo en mi vagina, era algo menos larga que la del otro, pero más gruesa. Cuando Higinio entraba en mí, me sentía plenamente llena.
No sé cuanto tiempo estuvieron cambiando y follándonos a las dos. Cuando salía uno, estaba deseando que entrara el otro. Mientras nuestros machos nos follaban, Lola y yo gemíamos y nos besábamos suavemente.
Roberto paró la situación, me colocó a cuatro patas en medio de la cama e hizo que Lola se pusiera sobre mí en la misma postura. Podía sentir sus tetas sobre mi espalda.
- Les daré por detrás un poco, tú ofréceles tu polla para que te la coman. – Le dijo Roberto a mi niño que obedeció.
Sentí que me clavaba la polla en mi coño una vez y salió para entrar en el coño de Lola. El muy cabrón se divertía penetrando nuestros coños mientras delante de mis ojos se abrían las piernas de mi hijo para ofrecernos su polla. Me la tragué y la mamé mientras la larga polla de Roberto se distraía con Lola que no paraba de gemir.
- ¡Oh, sí, cabrón, fóllame bien! – Lola lo estaba gozando - ¡Sí, lléname por completo!
Sentí que Lola dejó de moverse, pero yo estaba concentrada en tragar la gorda polla de Higinio. Una rápida penetración de Roberto me hizo soltar la polla de mi hijo y gemir intensamente. Me embestía con fuerza y su polla me llenaba por completo, arrancándome alaridos de placer. Delante de mis ojos, la polla de mi hijo fue engullida por Lola, entera, hasta sus huevos. Higinio agarró su cabeza y la folló con ganas. Roberto le hizo una señal y cambiaron de lugar.
Podía escuchar los gruñidos de mi hijo mientras metía su polla en Lola. Mi boca era ocupada por la polla de Roberto que me forzaba a tragarla casi por completo, haciendo que me llegara hasta la garganta. No podía más, cuando mi vagina se llenó de nuevo con la polla de mi hijo, sentí tanto placer que creí desmallarme, perdiendo las fuerzas. Mi cuerpo se convulsionaba y mi boca lanzaba gritos de placer.
Perdí la noción del tiempo, no sabía cuanto tiempo llevaban los dos clavándonos sus pollas, por el coño, por la boca, no estaba segura, pero Lola y yo sudábamos y gemíamos por el placer que nos daban.
- Coge a tu madre y ponla a cuatro patas sobre el filo de la cama. – ordenó Roberto. A Lola la colocó igual frente a mí – Separa los cachetes de culo y lámele su mojada raja. – Higinio le obedecía en todo lo que le ordenaba – Vamos niño, lame ahora su redondo ano, verás cómo se retuerce de placer…
Mi hijo me había vuelto loca cuando la noche anterior me comió todo el coño, cuando me masturbó con sus dedos y cuando me penetró con su polla. Ahora hacía algo diferente que me daba otra vez placer. Sentir la punta de su lengua sobre mi ano me produjo una sensación nueva y todo mi cuerpo se agitó.
- ¡Así, tu madre lo está disfrutando! – y tanto, aquella joven lengua hacía que brotaran flujos de mi vagina sin tocarla - ¡Métele tu polla en el coño!
Pude sentir a mi hijo de nuevo dentro de mí, su polla entraba y sentía el golpeteo de sus huevos en mi vientre.
- Pon tus manos en su culo y separa sus cachetes. – siguió dirigiendo Roberto a mi hijo, mientras él le hacía lo mismo a Lola - ¡¿Ves cómo se mueve el círculo de su ano?! – mi hijo le obedecía sin decir nada – Mientras la follas, echa un poco de saliva. – observó cómo mi hijo lo hizo y sentí en mi ano su cálida saliva – Con un dedo gordo, extiéndela y dale caricias sobre su ano. - ¡Qué placer sentirse penetrada mientras me daba esas caricias en mi ano! – Ahora empuja el dedo para penetrar su culo con él.
Creí que aquello dolería, pero mi ano cedió ante el empuje del dedo de mi hijo y me sentía levemente penetrada mientras su polla entraba como un torbellino en mi vagina. Poco después me metía por completo el dedo en mi culo. Nunca imaginé que pudiera sentir tanto placer teniendo mis dos agujeros llenos. Los muy cabrones consiguieron que nos corriéramos de nuevo.
- ¡Roberto, eres un pervertido que me estás volviendo loca! – dijo Lola cuando su amante dejó libre su cuerpo.
- ¡Cariño! – le dijo besando su boca - ¡¿Quieres que dos hombre entren en ti a la vez?!
- ¡Por supuesto!
Roberto ordenó que Higinio se tumbara en medio de la cama boca arriba. Lola se sentó sobre él y su polla se perdió por completo dentro de su coño. Me coloqué a los pies de mi hijo y podía verlo perfectamente. Ella agitaba su cuerpo y aquella gorda polla entraba y salía por sus dilatados labios vaginales. Entonces Roberto se colocó sobre ella, abrió sus piernas y cogió su polla con una mano. Escupió en su mano y la restregó por su endurecida polla. Dirigió el glande hacia el culo de mi amiga y dobló las piernas. Pude verlo todo de cerca. Aquel glande se estrujó contra el cerrado esfínter y él no cesó en su empuje aunque ella protestara levemente.
- ¡Ya está entrando, cariño! – le decía para que Lola no se tensara al se forzado su culo.
El glande se perdió dentro de aquel agujero y los dos hombres se movieron despacio para penetrarla. Un poco más de movimientos y la polla seguía entrando por tan estrecha puerta. Lola gemía y se retorcía en una mezcla de sensaciones de placer y dolor. Roberto no le daba pausa. Un poco más y consiguió que toda su polla entrara en el culo de su amante.
Los observé totalmente fascinada por las penetraciones que nuestros dos machos hacían en Lola, el ano y la vagina que aquella mujer estaban totalmente dilatados. Sus gemidos y gruñidos mostraban el placer extremo que estaba sintiendo.
Yo acariciaba el culo de Roberto, se endurecía cada vez que empujaba contra el redondo culo de mi amiga. Higinio gemía y mamaba las tetas de Lola. Su cuerpo se tensó al sentir un extraordinario orgasmo y se convulsionaba sin control.
- ¡Vamos niño! – dijo Roberto - ¡Se va a desmallar de placer! ¡Dale más fuerte en el coño!
Los dos parecían animales follándola. Lola cayó rendida, sin fuerzas sobre el cuerpo de mi hijo, mientras Higinio empezó a gemir y a soltar su semen dentro de su vagina, podía ver como rezumaba aquel líquido blanco entre su polla y los labios vaginales de Lola.
Sin decir nada, Roberto clavó su polla hasta el fondo en el culo de mi amiga. Dos o tres penetraciones leves y cuando su polla salió, parte del semen brotó por su ano. Los dos se habían corrido dentro de mi amiga y no habían dejado nada para mí.
- ¡Sois unos cabrones! – dije burlonamente - ¡No habéis guardado nada para mí!
- Si esperas un poco te llenaremos los dos… - dijo Roberto.
- ¡Nada de eso! – le respondí empujando a Lola contra él y liberando el cuerpo de mi hijo – Me lo voy a llevar para que me de lo que necesito en nuestra casa…
Me abracé a mi hijo y por unos minutos los cuatro descansamos en aquella cama. No había tenido mi ración de semen, pero seguro que mi hijo me daría todo lo que necesitara una vez que estuviéramos solos en casa. Tras un buen rato, ya vestidos y después de charlar un buen rato, mi hijo y yo nos volvimos a casa. Allí quedaron Roberto y Lola, tal vez continuaran sus perversiones durante el resto de la noche. Higinio y yo caminamos por el pueblo como lo hacen una madre con su hijo. Cuando entramos en casa, él me agarró por la cintura para seguir amándome.
- ¡Dúchate y límpiate! – le dije empujándolo y separándome – Estás castigado por darle tu semen a otra y dejar a tu madre sin nada… - me retiré a mi habitación y lo volví a ignorar como había hecho durante el día anterior.