Las extrañas aventuras de Cynthia [2]
El segundo capítulo de las extrañas aventuras de Cynthia. Nuestra querida e inexperta descubre su lado más femenino. ¿Será bisexual?
Después de aquel maravilloso pero extraño acontecimiento, los sueños de Cynthia se habían convertido en un mar de imágenes eróticas, de placer, de sexualidad... Y a causa de ello cada mañana se despertaba humeda y debía darse una ducha de agua fría para paliar aquél calor. A pesar de que habría estado encantada de satisfacer sus necesidades, por más que lo había intentando en diversas ocasiones, no había dado resultado y algo le decía que conocía el motivo. No había nada especial en acariciarse en la soledad de su cuarto sin ningún incentivo más que aquello en que había soñado, no había el riesgo de ser descubierta por alguien, no existía el morbo que había sentido en aquellos baños en su primera vez.
Hoy había sido distinto, en sus sueños no aparecía ningún hombre, aparecían senos y sexos femeninos, pero no eran los suyos. Eso le intrigaba, pero se negaba a creerlo, no podía ser. O tal vez sí, ¿podría ser posible que esa joven refinada y de ascendencia religiosa se sintiera atraída tanto por la virilidad masculina como por la carne femenina? No faltaba mucho para descubrirlo...
Casualmente ese día era miércoles, lo que significaba que tenía que entrenar con el equipo de vóleibol de la escuela, compuesta exclusivamente por mujeres, como era obvio. Eso le ayudaría a descubrir si también se sentía atraída por personas de su mismo sexo, y solo de pensar en la idea le daban escalofríos provocados por los nervios. Una vez terminado el entrenamiento fue junto con sus compañeras a las duchas. Compañeras de distintas edades y condiciones físicas, cosa que lo hacía todo mucho más interesante. Sin duda, lo que sucedió en los baños públicos había despertado en ella la fiera sexual que hasta el momento había estado aletargada.
Decidió avanzarse a sus amigas y fue la primera en ducharse, lo que le permitió prepararse para aquello que había estado imaginando durante toda la sesión de entreno. Se vistió en el vestuario y, en lugar de salir, decidió esperar a que sus compañeras se fueran duchando de una en una. Para suerte o desgracia suya, solo había una única ducha, lo que le permitía disfrutar con detalle de cada uno de los cuerpos mojados de sus compañeras.
Sacó de su bolsa de deporte un smartphone que no era nada del otro mundo, pero que sí que disponía de una cámara bastante cuidada que realizaba unas fotos exquisitas y perfectas para la ocasión. Eso no sorprendió a sus compañeras, pues uno de los vicios más conocidos de Cynthia era pasarse horas toqueteando ese móvil. Aprovechando que sus acompañantes desconocían del todo sus intenciones, dispuso la cámara para la acción, y a medida que sus compañeras fueron saliendo de la ducha, comenzó su cacería de cuerpos femeninos empapados. Hizo tantas fotografías como pudo: de sus pechos, de sus traseros, sus coñitos... Todo.
Esa situación había generado en Cynthia aquello que esperaba que sucediera. La tensión del momento, el riesgo, lo que estaba haciendo... Todo aquello en conjunto provocó que la pequeña y cuidada entrepierna de la chica de ojos azules comenzara a humedecerse, al mismo momento que sentía como sus pequeños pezones rosados comenzaban a dejarse notar a través de la blusa.
Una vez fotografiadas algunas de sus amigas, en total fueron 4, abandonó las duchas y se fuera directa a su cuarto, no sin antes despedirse con la excusa de que debía atender a unos asuntos que había dejado de lado. Cuando llegó a su recinto, cerró la puerta con llave para que nadie pudiera molestarte en el momento tan deseado. Encendió el portátil que tenía sobre el escritorio y conectó su smartphone a éste. Creó una carpeta llamada "Las jóvenes musas desnudas" y exportó allí todo el tesoro que había recolectado minutos antes en el vestuario.
Se preparó para lo que venía, quería disfrutar de ello como no había conseguido hasta ahora estando ella sola. Se retiró la blusa dejando al aire unos pechos redondos acompañados de unos pequeños pezones rosados y muy duros. A continuación se retiró con cuidado la falda que vestía y, finalmente, procedió a deslizar sus braguitas por sus muslos hasta sus pies. Unas braguitas azul claro que habían pasado a tener manchas de un azul más oscuro a causa de la humedad de su entrepierna. Una vez estuvo completamente desnuda procedió a abrir las fotos.
En primer lugar aparecieron los pechos de Julia, grandes, debería rondar una talla 100, y junto con ellos unos grandes pezones que provocaron hambre en Cynthia. Seguido de estos senos llegaron el trasero y la entrepierna de la misma Julia. Un culo grande, redondo, y una entrepierna que no dejaba lugar a la imaginación. Esponjosa y completamente rasurada.
A continuación llegó el turno de Sandra, la bajita. Chica de cuerpo diez, parecía esculpido por algún escultor griego. Bronceado con excepción de las partes que cubría su bañador cuando salía a tomar el sol. Unos pechos perfectos, pero ni grandes ni pequeños. Un coño muy parecida a la de Cynthia y un trasero que era la envidia de cualquier chica de la escuela.
Esas imágenes fueron acentuando la excitación de Cynthia, lo que provocó que una de sus manos se deslizara a sus pechos y comenzara a jugar con ellos. Masajeándolos, apretándolos, pellizcando los pezones..
Siguió observando fotos, y esta vez le tocó a la pequeña Laura. La llamaban la pequeña porqué a pesar de sus 17 años conservaba el físico de una chica de unos 14 años. Unos pechos bastante planos, pero preciosos, acompañados de unos diminutos pezones rosados. Un trasero pequeño pero bien puesto y con carne suficiente para poder agarrarlo y disfrutar de él. Entre sus piernas un coñito también rasurado, pequeño, muy pequeño de hecho, o eso le pareció a Cynthia. Pero eso no evitó que le entraran unas ganas desmesuradas de lanzarse a devorar aquello que se encontraba entre los muslos de Laura.
Finalmente acabó la ronda de fotos con Marta. Una chica alta, algo rellenita, con unos pechos que debían ser una 85-90, un trasero grande y una entrepierna sin depilar, pero cuidada. Este hecho sorprendió bastante a Cynthia, pues Marta era la única que no iba completamente rasurada. Eso le gustó.
Llegados a este punto, Cynthia estaba muy mojada. La mano que había estado en sus pechos había llegado debajo de su ombligo y estaba jugando con su botón. Cada vez más rápido. Decidió poner las imágenes en reproducción automática para poder disfrutar de cada una de las bellezas mientras se daba placer. La mano que tenía libre introdujo un dedo en su rajita, primero lentamente, luego con más intensidad. Al primer dedo le siguió un segundo y, luego, un tercero.
Sus manos se movían a una velocidad desmesurada jugando con su clitoris y masturbando su coño. Sentía como su cuerpo se estremecía y retorcía de placer, sabía que llegaba el momento que llevaba días deseando, pero no podía permitir que alguien la escuchara. Debía controlarse.
Para ello, cuando sintió como sus primero gemidos ahogados comenzaron a aflorar, se lanzó sobre la cama, boca abajo. Puso su cara contra la almohada, para que ésta amortiguara sus gritos de placer y deseo. Continuó masturbándose como hasta el momento mientras gemía y gemía con su boca contra la almohada.
Minutos después llegó el clímax final. Un largo gemido que habría resonado en todo el pasillo se estrelló contra su cama que amortiguó el sonido. Retiró las manos de su entrepierna y sintió como las sábanas de su cama, sus muslos y su coñito se empapaban con todos los flujos que había descargado a lo largo de la tarde.