Las extrañas aventuras de Cynthia [1]

El primero de una serie de relatos que verán la luz si este recibe una buena acogida. Es la primera que me lanzo a escribir públicamente y espero que sea del agrado de los/las lectores/as. Se agradecen críticas constructivas, positivas o negativas.

Cynthia era su nombre, dieciocho veces había celebrado su aniversacio y, lastimosamente, cero experiencias las que había disfrutado.

Su cabellera, a la altura de los hombros, en ocasiones ondulada, en ocasiones lisa, se encontraba revestida de tonalidades marrones, castañas y rubias. En su rostro destacaban unos grandes ojos de azul cristalino con matices grisaceos. Sus labios, finos y rosados, siempre sonriente. Y su nariz... Bueno, su nariz era de lo más corriente. Su cuerpo era una belleza para los ojos más delicados, así lo demostraban las miradas de aquellos que se cruzaban con ella. Medía alrededor de 1,70cm, por ello se consideraba, y se considera, una chica alta, sus pechos no eran enormes, rondaba una 85-90, pero sí podía regodearse de que tuvieran una forma prácticamente perfecta. Sus piernas esbeltas, de buenos muslos y buenas caderas y, desde atrás, podía divisarse un trasero redondo y respingón que acostumbraba a lucir con pantalones ajustados.

En su entrepierna, el secreto mejor guardado... Su virginidad oculta tras unos pequeños labios y un sexo totalmente depilado.

Hija única de una familia de clase social elevada y religiosa. A causa de ello llevaba gran parte de su vida estudiando en un colegio de características similares: refinado, religioso y exclusivamente para mujeres. Como consencuencia de ello sus experiencias sexuales se habían visto reducidas a nada, y el hecho de que la escuela tuviera censurado todo aquello relacionado con lo erótico no había ayudado al desarrollo de su sexualidad.

Uno de sus días libres, Cynthia salió a pasear por el pueblo, cuyo nombre carece de importancia ahora, para así disfrutar de los hermosos y cuidados parques que inundaban los espacios vacíos del municipio. Tras un longevo rato en su itinerario decidió hacer una parada en unos baños públicos, algo no muy de su agrado, para realizar sus necesidades fisiológicas. Entro en uno de los lávabos y cerro la puerta haciendo uso del pestillo, dejo caer sus pantalones al suelo, que fueron acompañados de unas suaves braguitas de seda de color rosado. Tomó asiento y vació su vejiga.

Una vez había terminado se dispuso a vestirse de nuevo y a salir del recinto, pero algo detuvo su actuación. En la pared del baño colindante apareció un agujero del que antes no se había percatado, y de ese agujero apareció algo que ella no había visto antes, pero sabía exactamente lo que era. Era una forma fálica, rosada, dura y con venas. Cynthia lo observó curiosa, sin apartar la mirada, nerviosa. Algo en su interior le decía que tal vez fuera la única vez que tuviera una oportunidad así antes de volver a la escuela, y cuando quiso darse cuenta una de sus manos estaba acariciando aquel regalo.

Lo acariciaba suavamente, tímida, sin saber muy bien qué hacer. Aún así y a pesar de su experiencia, algo en su interior la guió. Agarro el miembro con sus manos y comenzó a masajearlo de arriba a abajo, primero lentamente, y luego más y más rápido. Se le escapó una pequeña risa inocente al pensar en lo que estaba haciendo, estaba pajeando a un desconocido.

A sus manos le siguió su boca. Se agachó, frente al agujero y comenzó a pasear su lengua por el glande para luego ir introduciendo el pene entre sus labios. Jugaba con su lengua y con su boca y se entretenía en la punta, para luego bajar y meter aquello más y más dentro de su boca, pero por más que lo intentaba era imposible hacerlo desaparecer todo dentro de su garganta. Continuó mamando y pajeando durante largo rato, mientras su mano libre dejaba libres sus pechos para jugar con ellos. Sus pequeños y rosados pezones podrían haber cortado cristal. Ella los pellizcaba, apretaba sus pechos, los masajeaba...

Sentía como su entrepierna se humedecía cada vez más, estaba completamente cachonda.

Pensó en qué pensarían sus seres cercanos si descubrían lo que estaba haciendo. Probablemente la tratarían de puta y zorra, pero no le importaba, eso le encantaba. Le encantaba sentirse como una joven y pequeña puta, inocente e inexperta.

Esa sensación le hizo ir más allá, se erguió y puso su espalda contra la pared donde se hallaba el agujero. Puso su cuerpo en un ángulo de 90 grados, abrió sus esbeltas piernas y agarró la polla anónima con una de sus manos. Acercó el sexo ajeno al suyo, sintiendo ambos el calor, la humedad y las palpitaciones del otro. La persona al otro lado de la pared de madera, al notar que su instrumento había entrado levemente en la cueva de los placeres de Cynthia, no pudo resistirse y arremetió con todas sus fuerzas cual caballo desbocado, haciendo que aquello que tenía entre las piernas entrara completamente y provocando en la chica un grito incontrolable.

El desconocido continuó penetrando salvajemente a Cynthia, haciéndola gemir, gritar y gozar como ella nunca se habría imaginado. Hasta la fecha ninguno de los dos había dicho una palabra, pero la joven estudiante estaba descontrolada y de su boca comenzaron a sonar palabras simples pero contundentes: "fóllame", "métemela", "no pares"...

Comenzó a sentir unas ganas como de orinar, pero sabía que eso no era posible, era consciente de lo que se acercaba... Para ayudar a ello jugaba con sus pechos de nuevo con su mano izquierda, mientras que la derecha se encontraba oculta entre sus muslos, jugando con el pequeño botón que allí se encontraba.

Su cuerpo estaba descontrolado, le daban convulsiones y se retorcía de placer, pero sobretodo gemía. Gemía y mucho. Al mismo tiempo sintió como su coño se llenaba de un flujo caliente, una y otra vez, el desconocido estaba eyaculando dentro de su tesoro virgen y esa fue la gota que desató el verdadero y desmesurado orgasmo de Cynthia.

Una vez terminó esperó a que el desconocido descargara completamente, aunque probablemente ya lo había hecho mientras ella inundaba el baño con sus gritos. Una vez el hombre sacó su miembro, ella se vistió, sin limpiarse, y salió del baño. Dio gracias de que no hubiera nadie cerca y esperaba que nadie hubiera entrado mientras ella disfrutaba de su primera vez.

Salió a pasear de nuevo por el parque, de camino a la escuela, con el recuerdo de lo que había hecho y con el coño, las bragas y los muslos llenos de flujos. Tanto de su corrida como de la corrida de la primera polla que la había profanado.