Las esposas programables
Fantasías que se salen de las fantasías, por culpa de un pequeño detalle: una mordaza.
(Este relato es ficticio, y cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia)
Ella se llamaba Mónica.
Es una chica Rubia, de 20 años, casi 21. Un poquito baja, con el cuerpo delgado, y unos grandes pechos. Todo quedaba mejor remarcado por unas admirables caderas. De mi punto de vista, toda una mujer.
Ya hacía tiempo que se había iniciado en el sexo. Nada remarcable ni fuera de lo común en sus relaciones. Pero todo empezó después de leer una serie de relatos sobre bondage, y de ver alguna película al respecto. Ello despertó en ella esa.... "curiosidad", y la idea de sentirse atada e indefensa.... la excitaba. Pero no conocía a ningún hombre o mujer con quien tuviese bastante confianza. O quizá, simplemente no se atrevía a demostrar sus fantasías a otra persona por vergüenza, o por el "qué dirán".
Así, decidió experimentar ella misma.
En un sex-shop, consiguió unas esposas. En el mismo lugar, se puso a buscar el que sería su consolador. Después de mirar varios sin decidirse, el dependiente se acercó. Viendo las esposas en su mano, no tardó en deducir de qué se trataba, y le recomendó un vibrador de cuatro velocidades.
Al mínimo, el aparato estaba pensado para mantener a una mujer caliente, pero sin que pudiera correrse. Las dos velocidades intermedias garantizaban un gran placer. La última velocidad, estaba pensada para hacer que la mujer sufriera por la fuerza del aparato. No recomendaba usarla más de 20 minutos seguidos, ya que podía hacerse daño.
Además, dicho aparato tenía la función de ir cambiando de velocidad cada X minutos, según se programase.
Agradeciendo la ayuda al dependiente, pagó y se marchó de la tienda.
Llegó a su casa, y comenzó a excitarse viendo fotos, videos, y relatos sobre bondage. Y cuando estaba a punto de ir a masturbarse, fué a su cama. Allí, se desnudó, y se acarició un poco el cuerpo. Al final, se introdujo el vibrador (que había resultado ser un poco más grande de lo que esperaba, y le costó un poco) y cogió las esposas. Después de conectar el aparato a la segunda velocidad, se encadenó por las muñecas, pasando la cadena a través de un barrote de hierro en la cabecera de la cama.
Tenía las llaves de las esposas en la mano, así que en cualquier momento podría liberarse. Tras más de media hora, y con tres orgasmos seguidos, Mónica decidió que ya era suficiente, y se liberó.
Pero se dió cuenta que no le había gustado. Esa sensación no era la que buscaba. Ella buscaba sentirse atrapada, pero el tener la llave en su mano, no le proporcionaba esa sensación de inetabilidad.
Después de varios días, alguien escuchó sus quejas. Por internet, encontró unas esposas especiales. A parte de tener una llave (por si las emergencias), disponían de un mecanismo de relojería, de forma que las esposas se abriría tras un tiempo determinado. Desde unos minutos, a 20 horas. Era perfecto.
Una vez más en su casa, repitió el proceso. Por ser la primera vez, decidió que sólo se encadenaría durante dos horas, con el aparato cambiando cada 30 minutos de modo.
Cuando estaba a punto de atarse, se detuvo un momento a pensárselo, pero al final lo hizo.
El aparato se conectó, y empezó a sentir una ligerísima vibración. Por su mente empezaron a pasar imágenes que ya había visto: mujeres encadenadas siendo violadas por varios hombres..... torturadas con la cera de velas de colores..... folladas por máquinas..... Acabó terriblemente frustada, al ver que estaba tan caliente, sin poder correrse. Un calambre le estaba empezando a recorrer los brazos y los hombros, y el tiempo pasaba muy lentamente. No pensó en amordazarse la boca, por lo cual tenía que morderse los labios para no gemir y que le oyeran los vecinos.
Entonces el aparato cambió, y la velocidad aumentó. Tardó pocos minutos en tener el primer orgasmo, el primero de muchos. Al principio le agradó muchísimo, pero al cabo de un tiempo, todo cambió. El calambre que había empezado en los hombros, ahora le recorría todo el cuerpo. Cada vez que le sobrevenía un orgasmo, tenía que esforzarse en gemir lo más flojo posible. Las piernas le dolían, y su coño estaba ardiendo, al igual que todo su vientre.
Tras mucho tiempo así, algo que a Mónica le parecieron horas, el vibrador volvió a saltar, a la tercera velocidad. Y todas las sensaciones de antes se acentuaron. Ya había tenía varios orgasmos, pero ahora empezó a perder la cuenta. Ahora le dolía bastante todo el cuerpo, y también empezó a dolerle el vientre. Ahora, a cada orgasmo le era imposible aguantarse los gemidos. Se mordió los labios, tan fuerte que llegó a hacerse una herida.
Y finalmente, el aparato saltó a la cuarta velocidad. Ella dio un respingo, y un grito seguido de un gran gemido salió de su garganta. A pesar de lo que trataba de contenerse, no podía evitar gemir, gritar, y exclamar distintas palabras: "dios!.... basta!....aaaah!".
Aquello duraba demasiado. Cada vez gemía más, y más fuerte, y en algunos momentos casi gritaba.
En ese momento, escuchó que se abría la puerta del piso. Ella palideció. ¿Quien sería? ¿Sus padres? ¿Su hermano? ¿algún vecino? ¿un ladrón?
Pero, y cosas de la mente humana, estos pensamientos provocaron en Mónica un iorgasmo muy intenso, que la hizo gemir muy fuerte. Entonces, unos pasos se acercaron corriendo a la habitación.
¿¡Mónica!?
Era su vecino. Se llamaba Jose Manuel. Era un chico simpaticote, con el pelo muy rizado y castaño oscuro, ojos marrones, y constitución media, de 22 años. Aunque se notaba que no hacía mucho deporte, era un chico bastante apuesto.
¡Monica! -se acercó a la cama- ¿qué te ha pasado?
Él parecía preocupado.
Josema.... no me ha pasado nada. Esto lo he hecho yo sola.... (volvió a gemir)
¿tú sola? - mientras hablaban, él le desconectó el consolador.
AAAAh! gracias. Esto ha sido una fantasía mía. Las esposas se abrirán en unos minutos..... y ya está....
En unos minutos.... vaya. Te oía medio vecindario. Deberías haberte amordazado o algo así.
¿Me puedes soltar, por favor?
Espera (se puso a rebuscar en un cajón). Ya está -Sacó cinta adhesiva, y antes de que mónica pudiese quejarse, la amordazó.
¿MFFTX?
Vamos a ver, ¿esperas que te encuentre así, y no vaya a hacerte nada? Tranquila, hoy voy a hacer realidad todos tus sueño. ¡Ahora que lo pienso!
Jose Manuel miró las esposas, y movió el control a dos horas más. Entonces, sacó un pañuelo del bolsillo y le tapó los ojos a mónica.
Así.... perfecto.
----CONTINUARA-----