Las eróticas aventuras de Regina Mills 4
Regina se da cuenta de que allá donde va recibe placer, esta vez de manos de su secretaria, sin embargo, deberá prepararse para darse cuenta de que, una vez más, toda magia comporta un precio, y esta vez puede ser el más humillante de todos.
_ ¿Lo pasó usted bien, señora? Si no es indiscreto que se lo pregunte.
Mary miraba a través del retrovisor con cautela. Regina estaba en el asiento trasero del coche, con el pelo revuelto, una sonrisa y un brillo satisfecho en los ojos. Pero no se conformaba. Quería más. Estaba extasiada. Ese poder… esa lujuria. Parecía que no se acababa.
_ Sí, lo pasé muy bien. Me he llevado una grata sorpresa con ese enano._ Dijo, acomodándose en el asiento. Iba a cerrar los ojos un poco._ Avísame cuando lleguemos al ayuntamiento.
_ Sí señora, usted descanse._ Le dijo Ella.
Regina despertó un rato después en el asiento del coche. Mary le había dado un golpecito en el hombro, muy delicado, lo justo como para poder despertarla. Regina abrió los ojos lentamente. Volvía a sentir calor. Empezaba a preocuparla.
_ Ya hemos llegado._ Mary la ayudó a salir._ ¿Me permite un beso de despedida?
Regina sonrió, no podía evitarlo. Ver que Blancanieves dependía tanto de ella era maravilloso.
_ Por supuesto, Mary.
La morena sonrió ampliamente y se acercó. Comenzó a darle un beso tórrido, intenso, y sin delicadeza, colocó sus manos sobre las nalgas de su ama, masajeándolas. Regina, por instinto, la imitó. Estuvieron así un largo rato, besándose, tocando el trasero ajeno. Mary lo hacía con mayor deseo. Regina fue la que finalmente se decidió a separarse.
_ Disculpe… Ama._ Mary la miró._ A veces es usted muy magnética.
_ Estás perdonada._ Regina se giró, se despidió con la mano, y entró al despacho.
El despacho estaba ricamente decorado, era sobrio, de tonos blancos y negros. Había un escritorio grande y bonito, y otro mucho más pequeño, algo más soso. Y sentada en él, había una mujer joven… que se había quedado dormida en la silla.
Regina la reconoció en seguida. Su antigua hada madrina, campanilla. No recordaba el nombre que tenía en ese nuevo mundo, pero por suerte, la placa identificativa le dio el nombre que estaba buscando.
_ ¡Olivia!_ gritó.
La rubia dio un potente salto y se la quedó mirando con los ojos muy abiertos.
_ ¿Acaso te pago para que duermas?
_ No… señorita Mills… yo solo…
_ Tú sólo holgazaneas mientras no te miro._ Suspiró._ Quizá debería despedirte.
_ ¡No, por favor! No me haga volver al prostíbulo._ Olivia estaba tensa mientras se acercaba._ Le suplico que me disculpe.
Olivia se agachó, tomó el pie de la mujer con delicadeza y le quitó el tacón. Comenzó a besarlo. Regina sabía que debía tener un olor fuerte. La intensa sesión que había tenido con Leroy aún estaba fresca.
_ ¿Qué pasó? ¿Por qué te dormiste?_ Regina volvió a ponerse el zapato.
_ Anoche vino mi antigua jefa… aún insiste para que vuelva al prostíbulo. Dice que soy una mierda, que me vas a despedir y que no me estará siempre guardando el puesto._ Sollozó.
_ Olivia, sólo bromeaba… No te voy a despedir._ Le acarició el pelo._ Me gusta mucho tenerte aquí…
Olivia sonrió y se mordió el labio. Cogió la mano de la alcaldesa y la llevó directamente a su pecho. Regina alzó una ceja.
_ ¿Qué haces?
_ Quiero compensarte por ser la mejor jefa del mundo._ Se dio la vuelta y cerró la puerta de entrada con pestillo.
_ Te veo un poco directa, Liv._ Le dijo.
_ Regina, no seas tonta… siempre hacemos esto cuando tienes la agenda despejada. ¿Acaso no es parte de mi trabajo?
_ ¿Entonces… qué diferencia tiene con lo que te ofrece tu jefa?_ Se acercó, empujando a la rubia contra la puerta.
_ Que en ese trabajo tenía que acostarme con viejos gordos y nada atractivos… y en este… me acuesto con la mujer más sexy de Storybrooke._ Se rio._ Y además, la gente me respeta por la calle.
_ Así que soy la mujer más sexy de Storybrooke, ¿El?_ Regina le mordió la nariz._ Quiero que me digas por qué.
_ Pues porque… tienes un pelo precioso._ Se puso ligeramente de puntillas para quedar por encima de la otra mujer y olerle el pelo._ Y una cicatriz muy pero qué muy sexy.
Liv le dio un beso sobre la cicatriz, para después decirle lo mucho que apreciaba su nariz, porque parecía esculpida, lo sensuales que eran sus labios, antes de darle un beso… Habló sobre su cuello… y finalmente… llegó al pecho.
_ ¿Puedo desvestirla, alcaldesa?_ Preguntó.
_ Supongo que puedes, sí._ Regina extendió los brazos para facilitarle la tarea. La americana y la falda acabaron en el suelo.
_ Y estos pechos… son tan hermosos… son grandes, pero no tanto como para ser indecentes._ Le quitó el sostén y empezó a besarlos._ Son… muy… elegantes y… jugosos. No puedo… dejar de… fantasear con ellos.
Olivia atrapó uno de los pezones de Regina y empezó a morderlo, a lamerlo, a maltratarlo. Las bragas de la reina inmediatamente se humedecieron. Olivia tenía una buena lengua. Regina entre gemido y gemido se paraba a pensar en qué se había convertido su vida. Todo el mundo quería darle placer… todo el mundo quería acostarse con ella. Y era maravilloso.
_ Y tu vientre… tan plano y cuidado…_ Prosiguió. Olivia, repartiendo besos por este, se detuvo en el ombligo._ Este hermoso ombligo… Cada vez que te observo pierdo la cabeza.
Olivia llegó finalmente hasta la zona prohibida de la alcadesa, y durante unos segundos pasó la nariz por encima de la tela, restregándola, atrapando sus partículas de olor.
_ No… esto lo voy a dejar para el final._ Liv sonrió un poco._ Antes… me gustaría hablar de sus bonitas piernas…
Liv se entretuvo dando besos a las susodichas.
_ Sus piernas no son solo unas piernas que la ayuden a andar… son unas piernas que no puedo dejar de mirar… de observar… de fantasear con acariciar._ Unió la acción a la palabra provocando que Regina se estremeciese._ Y además son el vínculo entre las dos partes de su cuerpo que más me gustan.
_ ¿Y cuales son esas partes?_ Regina encontraba aquello divertido.
_ Pues la primera son sus gloriosos pies… ¿Me haría el honor de permitirme que la descalce?
Regina sonrió y le extendió un pie, apoyándose en la pared. Liv le quitó el zapato, y repitieron el proceso con el segundo. Regina abrió mucho los ojos al ver que Liv se llevaba los calcetines a la nariz y aspiraba profundamente.
_ Se ha estado divirtiendo…_ Liv sonrió._ Usted siempre se está divirtiendo.
_ ¿Y eso lo sabes sólo oliendo mis calcetines?
_ Es usted mi jefa. Sé reconocer el olor de cada uno de sus fluidos corporales. Sé cuando suda porque tiene miedo, sé cuando lo hace porque está cansada, cuando tiene calor… y sobre todo sé cuando suda porque está excitada y por follar.
_ Eres muy dedicada._ Le extendió el pie una vez más y ella lo tomó con delicadeza y empezó a darle besos y a lamerlo._ Y un poco fetichista…
_ Bueno, es una de las razones por las que me contrató._ Reconoció mientras lamía los dedos de la reina.
Regina entendió por qué enseguida. Aquello no era sólo porque a Liv le diese morbo. Cada uno de sus lametones parecía enviar ondas de placer directamente a su cerebro y a su coño. Regina se pegó contra la puerta, y empezó a gemir.
_ Esto es… increíble._ Reconoció.
Liv no dijo nada, demasiado ocupada en su tarea. Pero Regina no pudo evitarlo. Sus manos se metieron directamente en sus bragas y empezó a tocar su perla, aumentando aún más el placer que experimentaba. Hasta que finalmente y con un sonoro grito, se derramó manchando por completo sus bragas.
Se deslizó por la puerta, hasta caer en el suelo, mirando a su secretaria… No le extrañaba no haberla despedido por dormirse.
_ Pero la parte que me gusta más de su hermoso y perfecto cuerpo es, sin lugar a dudas._ Olivia se arrastró hacia ella, con tono misterioso._ Es su culo. Su hermoso, perfecto y maravilloso culo.
_ ¿Mi culo?_ Preguntó Regina, divertida._ ¿Tan fantástico es?
_ Jamás había visto un culo tan perfecto como el suyo…_ Metió la mano bajo sus bragas y rozó sus nalgas con absoluta delicadeza._ Es el más hermoso y más jugoso culo del mundo. Cuanto más lo miro, más lo anhelo. No me extraña que la gente se pare al verla caminar, porque este culo es magnético. Atrae todas las miradas…
_ Si tanto te gusta… no te prives de verlo en todo su esplendor._ Regina se quitó las bragas con delicadeza, y se las tendió a Olivia. Ella primero se las acercó a la nariz. Si había venerado a sus calcetines lo que hacía con sus bragas… no tenía un nombre.
Se había aferrado a ellas, usándolas como filtro para respirar. Estuvo un buen rato simplemente respirando a través de ellas, antes de cerrarlas en un puño y apretar sobre su cabeza, dejando su boca abierta recogiera los flujos que extraía. Regina se mojaba más sólo de mirarla. La alcaldesa se giró cuando la miró, dándole una perfecta vista de ese culo que tanto le gustaba.
_ Me dejas sin palabras._ Colocó las manos en ambas nalgas y empezó a sobarlas con ahínco y fascinación._ Siempre olvido lo hermoso que es al desnudo._ ¿Puedo…?
_ Puedes hacer lo que quieras, Liv. Estoy ardiendo, no te pares a preguntar.
_ Es usted una diosa comprensiva…_ Liv no tuvo más dudas y metió la cara entre aquellas nalgas.
La lengua de la rubia parecía conocer ya la hoja de ruta. Su mano derecha se había afianzado bien en la nalga de Regina, y la izquierda empezó a invadir el más que húmedo sexo de la morena. Un trabajo coordinado que estaba llevando a Regina hasta la locura.
Se movió nerviosamente, empujando su culo contra la cara de Liv. Sus caderas se movían por inercia. Pero finalmente se rindió y se quedó semitumbada en el suelo, con el culo en pompa. Liv siguió trabajando incansable. Los gritos de Regina anunciaron un orgasmo… y luego otro… y otro. Perdió la cuenta de lo que el trabajo de Liv había conseguido.
_ ¿Está satisfecha?
Regina suspiró. Estaba agotada. Su cuerpo no daba más de sí. Sudaba sin parar. Sus pechos, apretados contra el suelo, ya le dolían.
_ Sí… estoy satisfecha._ Dijo._ Pero también echa un desastre.
_ No se preocupe. Dúchese. Yo defiendo el fuerte mientras.
Regina cogió sus cosas y se dirigió a una pequeña ducha que al parecer había en el baño de la oficina. Se miró en el espejo cuando entró. A pesar de todo el trote, y de cómo se sentía, su reflejo demostraba a una mujer viva y aún con más ganas. Su sexo estaba a punto de inflamarse de deseo de nuevo. Negó con la cabeza y se volvió a meter en la ducha.
El resto de la jornada fue relativamente normal. Regina envió un correo al prostíbulo dirigido por la señora Blue para pedirle que dejase de insistirle a su subordinada con que volviese porque de lo contrario tendría que tomar acciones contra las irregularidades de su negocio, así como revisar documentos relacionados con urbanismo y con las futuras elecciones. No estaba preocupada porque sabía que no iban a producirse, y aunque lo hicieran, ella ganaría.
Cuando volvió a casa, estaba vigorizada. Se sentía recuperada y con ganas de hacer algo que no fuese acostarse con alguien. Incluso Mary parecía haberlo entendido cuando le pidió que vieran una película. Aún le sorprendía lo afectuosa que podía ser su antigua hijastra. Pensaba que su día iba a terminar allí… cuando el timbre sonó. Era casi medianoche y se preguntaba quién sería. Cuando abrió la puerta, se dio de bruces con el señor Gold… no pudo evitar pensar en su último encuentro, la vez que le había practicado sexo oral para conseguir realizar su maldición, algo desagradable.
_ ¿Puedo pasar?_ Preguntó, apoyándose en su bastón.
_ Lo cierto es que es bastante tarde y…
_ Tengo que conversar con usted._ Insistió Gold._ Me permitiría usted pasar, por favor.
Fue como si una corriente de energía se apropiase de su mente. Aquellas dos palabras se apropiaron de su conciencia. Fue entonces cuando recordó aquellas palabras, aquella condición que le dijo en su día “Deberás hacer lo cualquier cosa que te pida, sin duda, siempre y cuando diga "por favor". Cuando Regina le vio entrar a la cocina y bajarse los pantalones… entendió la medida de aquella condición.