Las enseñanzas de mi Padrino
MI Padrino ha sido mi guía y mi maestro desde chica. Este es el relato de como comenzó todo.
Mi Padrino se llama Jorge, es uno de los mejores amigos de mi Papá; él es una persona excelente, desde niña siempre me ha querido mucho. Recuerdo que desde muy pequeña siempre me abrazaba y me daba besos en la mejilla; cuando mis papás se descuidaban, me compraba helado o cualquier golosina que yo le pidiera.
Él estaba casado con mi Madrina que se llamaba Araceli. También tengo muchos gratos recuerdos de ella, pues también me consentía y siempre que nos iban a ver me llevaba algún regalo. La mayoría de las muñecas que tuve ella me las regalaba. Siempre la admiré, pues se vestía de acuerdo a la moda, pero también de acuerdo a su edad. Como alcanzó un alto rango de ejecutiva en su trabajo, usaba ropa de muy buena calidad y excelentes marcas.
Lamentablemente mi Madrina falleció en un accidente automovilístico cuando yo tenía diez años, dejando a mi Padrino solo, pues a sus 35 años no habían tenido hijos.
Desde entonces mi Padrino se volvió más serio y taciturno, pero siempre conmigo fue muy lindo, pasaba ya más tiempo en nuestra casa, de tal modo que se ganó el amor y la confianza de mi Papá y de mi Mamá y porque no decirlo, mío también; llegó a ser como un tío para mí.
Mis Papás le tenían tanta confianza que desde que yo tenía 12 años me dejaban sola con él y nunca hizo nada fuera de lugar.
Hasta que cumplí 14, entonces si noté que mi Padrino comenzaba a cambiar su forma de tratarme; en una ocasión me dijo que se sentía muy solo y que le hubiera gustado tener una hija como yo; me gustó mucho que me dijera eso, pero luego me sorprendió cuando me dijo que era mejor que no fuera su hija porque a su hija nunca la hubiera visto como una hermosa mujer y que yo ya me estaba convirtiendo en eso.
Aunque me sentí un poco incómoda por el comentario, nunca dije nada y pensé para mis adentros que debería tomarlo como un halago.
Llegó mi fiesta de 15 años y mi Padrino se portó espléndido, me compró el vestido, pagó la misa, la fiesta y estuvo hasta en los ensayos del baile que presenté con mis chambelanes.
A la hora de bailar con mi padrino, él me abrazó muy fuerte y me jaló hacia él, se me repegó al cuerpo. Sentí su aliento alcohólico y él me dijo al oído: “que bonita estás y que buenota te ves con ese vestido ahijada”. No hice un escándalo por no quedar mal a media fiesta, pero si me sentí incómoda.
Cuando terminó el baile, me fui a brindar sola con mis cuatro chambelanes a un saloncito adicional a donde se llevaba a cabo la fiesta y nos toqueteamos un poco, me excité imaginando que lo hacía con los cuatro al mismo tiempo; pero mi Padrino entró y apenas tuvimos tiempo de alejarnos; no se si se dio cuenta, pero quedé un poco excitada por esto.
Luego seguimos bailando hasta que la fiesta terminó. Como siempre sucede en esos eventos, la mayoría de los adultos estaban muy borrachos, entre ellos mi Papá., que ya decía puras tonterías, por lo que mi Padrino le dijo que mejor él manejaba nuestro carro.
Nos fuimos a la casa, al llegar mi padrino ayudó a mi papá a subir a su recámara y lo dejó dormido, mi Mamá, apenada, le agradeció a mi Padrino el gesto y le dijo que se retiraba a dormir. Mi padrino y yo quedamos solos en la sala de mi casa.
Él ya no se veía muy tomado, empezamos a platicar y me dijo que le gustó la fiesta y que se sentía muy bien de ser mi Padrino y que quería ser mi guía en la vida. Yo le agradecí y le dije que siempre lo había querido mucho. Me acerqué a darle un beso en la mejilla, pero él volteó la cara de tal manera que el beso se lo di en los labios. Por el asombro, no me retiré a tiempo y entonces él me abrazó y me dio un profundo beso, cariñoso y hermoso; me hizo sentir lo que nunca antes había sentido, nadie me había besado con esa pasión y de inmediato mis instintos se hicieron presentes y me dejé llevar.
Yo ya me había cambiado de ropa, traía jeans y una playera. Él me empezó a acariciar todo el cuerpo, sabía que eso estaba mal, pero no me pude resistir; de inmediato empecé a sentir deseo por mi padrino; sus manos de hombre hicieron que mis pezones se endurecieran y sintiera como mi vagina empezaba a humedecerse. Por eso, cuando él se levantó y me tomó de la mano para dirigirnos a mi recámara, no opuse resistencia; mi mente ya no pensaba, era el deseo sexual lo más fuerte en ese momento.
En cuanto llegamos a la recámara dimos rienda suelta a la pasión; aún de pie, mi padrino me besaba el cuello y me acariciaba los pechos, luego bajó sus manos llegando hasta mis nalgas. Me desabrochó el jeans y me lo bajó con todo y la tanga, dejándome desnuda de la cintura para abajo. Mi padrino se hincó delante de mí y empezó a lamer mi clítoris. Me volví loca al sentir aquello. Yo me quité la playera y el sostén, empecé a acariciarme los senos y a gemir. Mi padrino se levantó y colocando un dedo en sus labios me dijo que me callara; “no hagas ruido” me dijo. Yo entendí y asentí con la cabeza.
Mi padrino se quitó la ropa y pude ver su tremendo falo, gordo y largo, nada que ver con los de mis chambelanes. Luego, él me llevó a la cama y suavemente me acostó en ella; me quitó los zapatos, luego, se subió él y empezó a lamer mi vagina; sentí mucho placer, pues nunca nadie me había lamido. Comencé a gemir y yo misma me tapé la bica para que no me fueran a escuchar mis Papás. Después de un rato, sentí como una especie de electricidad recorría todo mi cuerpo, comenzando desde la vagina y pasando por todos lados; duré como un minuto con ese orgasmo tremendo; a estas alturas estaba yo mordiendo mi almohada para no gritar de placer. Cuando terminé mi padrino se detuvo y me dijo: “ahora te toca a ti” y se colocó de tal manera que puso su pene en mi boca, entendí lo que quería y empecé a chupárselo devolviéndole la caricia que él me había hecho unos segundos antes. “No lo haces tan mal, pero te falta aprender, yo te enseñaré”, entonces colocó una mano en mi nuca y otra en su polla; me ayudó a moverme, para que su miembro entrara y saliera de mi boca. Se veía que le gustaba mucho.
Después de un rato, mi padrino me dijo que me enseñaría el 69; yo seguí chupando su pene y él se acomodó de tal manera que volvió a lamerme la vagina; su lengua jugaba con mi clítoris y luego metió un dedo en mi vagina, el placer que yo sentía era tremendo, pero se incrementó más cuando él empezó a meter otro dedo despacito en mi ano. Nunca antes había sentido ese placer.
Unos minutos después, mi padrino se detuvo, se levantó; se dio vuelta y se me quedó viendo unos segundos; me dijo: “en verdad eres hermosa”; me sentí fascinada. Luego tomó su miembro y lo dirigió a mi vagina, me dijo que abriera las piernas, que me relajara y que no gritara; yo estaba sumamente nerviosa por mi novatez y sabía que él era un experto. Él se colocó entre mis piernas abiertas y tomando su pene, poco a poco lo fue introduciendo en mí, yo sentía riquísimo y tuve que taparme la boca de nuevo para no gemir del placer que estaba sintiendo.
Mi vagina ya estaba muy mojada; por lo que mi padrino empezó a entrar y salir de mí fácilmente, primero despacio, luego cada vez más fuerte y yo también empecé a moverme, por lo que nos acoplamos en un frenético ritmo delicioso, cuando él empujaba yo también y cuando él salía yo me hacía hacia atrás, de tal manera que su miembro entraba hasta el fondo de mi vagina.
Unos minutos después, mi padrino lo sacó, me hizo ponerme en cuatro patas y me lo metió en posición de perrito, poniendo sus manos en mis caderas. Empujaba con fuerza, entraba y salía mientras me decía: “Que sabrosa te pusiste mamacita, de ahora en adelante aprenderás conmigo lo que significa ser mujer”. Yo no contestaba porque temía que si abría la boca saldrían gritos de placer muy fuertes, además de que estaba sudando como loca y apenas podía pasar saliva, mi garganta se había secado.
Mi cabello estaba todo sobre mi cara, yo me movía adelante y atrás para que el miembro de mi padrino entrara mejor; sentía como su pene me llegaba hasta el fondo de mí. Pude ver en el espejo la cara de mi padrino, con los ojos cerrados y reflejando una gran satisfacción; ambos sudábamos copiosamente y tratábamos de no hacer ruido, pero alcanzaba a escuchar los gemidos de mi padrino muy bajito. Yo seguía mordiéndome los labios para no gritar y más cuando sentí por segunda vez un gran orgasmo. Pero en ese momento solo sentí de nuevo esa especie de descarga eléctrica que partía de mi vagina y corría por todo mi cuerpo; a duras penas pude reprimir los gritos que iban a salir de mi garganta; incluso tuve que hundir la cara en la almohada y grité ahí, ahogando el sonido que sabía iba a salir con mucha fuerza de mí.
No sé cuanto tiempo duró, pero me encantó; en ese momento supe que mi Padrino me satisfaría muchas veces en adelante.
Él siguió penetrándome con fuerza, empujando su miembro hasta el fondo de mí. Unos minutos más tarde tuve otro orgasmo. Un poco después, mi padrino me dijo que me pusiera flojita porque me iba a enseñar “algo nuevo que te va a gustar mucho”. Acto seguido, él sacó su pene y sentí como intentaba meterlo en mi culo. Aunque intenté cooperar, cuando él empezaba a meterlo me dolía demasiado y le pedía que lo sacara; después de varios intentos, mi padrino se dio por vencido, pero se veía molesto; entonces me volteé hacia él y abrí la boca; metí su pene en ella y empecé a mamarlo de nuevo. Eso le gustó mucho y pasó del enojo a la satisfacción; de nuevo tomó mi cabeza y me hizo moverla como a él le gustaba.
Después de varios minutos, él terminó dentro de mi boca, me dijo que me tragara su semen; lo hice y me gustó su sabor, pero antes de que terminara de soltar toda su leche, lo sacó y lo dirigió a mis pechos, me los llenó de semen y me pidió que me lo embarrara en todo el cuerpo; hice lo que me pidió y vi que eso le agradaba mucho.
Terminé agotada, me recosté desnuda sobre el pecho de mi padrino, que ya se había acostado en mi cama también desnudo. Le dije que lo quería y le pregunté qué haríamos ahora. Él me dijo que no me preocupara, pero que por el momento sería mejor no decir nada. Estuve de acuerdo y me dormí.
Desperté tarde al día siguiente; pasando la modorra inicial, me asusté al pensar que mi papá o mi mamá hubieran visto salir a mi padrino de mi cuarto. Afortunadamente él fue más listo y se fue sin que nadie se diera cuenta.
En cuanto me levanté, me bañé para quitar toda señal y olor de lo que pasé la noche anterior con mi padrino. Luego fui a desayunar.
En el desayuno, mi papá elogió mucho a Jorge, dijo que estaba muy agradecido de que un buen amigo como él nos hubiera llevado a la casa la noche anterior y que nos hubiera cuidado a todos, pero que lamentaba que no se hubiera quedado con nosotros la noche anterior (si supiera) y me dijo que estaba muy contento que él fuera mi padrino, que fue una muy buena elección y que yo debería aprender mucho de él. Contesté que estaba de acuerdo y de ahí en adelante he aprendido muchísimas cosas con mi padrino.
Si te gustó este relato, dímelo y pronto relataré otro de nuestros encuentros