Las dotes del viejo vagabundo 2º Parte

Segunda acometida y con más intensidad por parte de aquel viejo vagabundo que ayudado por mi esposo, dieron sabia cuenta de mi.

…. Como era de esperar tanta atención en aquel rabo daría sus frutos pronto y como brote que retoña  al amanecer buscando luz, fue creciendo  y volviendo a su estado más esplendoroso, buscando aquella seta cabezona las atenciones de mi sabia lengua que la lubrificaba, saneando las rozaduras que momentos antes había tendido en lo más hondo de mis entrañas, donde había perforado a su antojo, no sin haber sufrido como digo algún leve daño por semejante tamaño.

Rafa estaba recostado viendo como yo seguía con aquella buena atención y observando también como Paco seguía en mis bajos limpiando los restos que salían de su colosal eyaculación.

Limpiaba tan bien mi marido que me estaba poniendo cachonda como una loba, escapándoseme algunos suspiros y gemidos cuando soltaba un poco para tomar aire aquel coloso que tenía frente a mi cara y que  no paraba de devorar.

Paco estaba viendo como yo daba cuenta y subiendo con disimulo besando todo mi cuerpo, llego hasta mi cara pues se le notaba tenía ganas también de disfrutar de aquel pollon que nos tenía a los dos asombrados, y con sumo tacto comenzó a jugar con sus enormes bolas que ya comenzaban a recoger piel y contraerse ante tanta atención que le estábamos dando.

Yo me dedique más a la cabeza y mi marido ahora chupaba la parte de abajo a la vez que masajeaba todo aquel falo con la mano, recorriendo esta su largo recorrido desde la base hasta su capullo de seta que mi boca daba cuenta.

Rafa gemía y nos hablaba con voz melosa y entrecortada alabando el buen trabajo que los dos le estábamos dando y sorprendentemente alargo la mano y comenzó a tocar el paquete de mi marido que estaba ya duro como al principio, sobándolo con delicadeza también, cosa que Paco agradecía con reciprocidad a su rabo, seguidamente su mano busco mi conejo y comenzó a hurgar con sus dedos en mi interior así como por la parte de fuera donde mi botoncito asomaba buscando atención.

Le dijo a mi marido que yo estaba ya  preparada, y  aunque agradecía su ayuda, aquel conejo hambriento ya estaba necesitado de una buena zanahoria y volviendo a tocarle el rabo a Paco, le dijo; “Tu ya la tienes bien en forma, venga que seguidamente voy yo que vamos a darle a esta reina una  noche inolvidable que recordara semanas “

Paco haciendo caso de aquel maestro, se incorporó y poniendo su duro rabo en mi puerta de entrada trasera, pues me había levantado la cadera cogiéndome por detrás mientras yo seguía mamando aquel gigante, acerco su cabeza y con cuidado fue clavándola abriendo aquella abertura que celebraba con un “ ummmm que rico “ Rafa, diciendo que le gustaría después entrar  también por aquel agujero.

Yo solté rápidamente su mástil para decirle que el la tenía demasiado grande para mi trastienda, aunque le tuve que reconocer que también algunas de buen tamaño ya habían entrado por allí.

Comenzó Paco con su acompasado bombeo, acelerando en algunas ocasiones con tanto ímpetu con algunos empujones  que casi le doblo el rabo a Rafa, al tener su cabeza en mi boca y no poder pasar más adentro. Este cariñosamente le reprochó a Paco tanta fuerza, insistiendo que tenían que tratarme con delicadeza.

Pidió un momento a Paco cambiar de postura para poder él también meter ya aquel pollon, que por cierto  ahora  lucía majestuoso apuntando hacia arriba, duro como una roca y con palpitaciones de la calentura que tenía tras mi sabia comida.

Le indico a mi esposo que se acostara boca arriba y tomándome  con sus brazos me guio para que me dejara  caer sobre Paco  para ensartar su rabo en mi conejito mojado, poniéndose seguidamente detrás de mí y tras abrir un poco mis muslos comenzó un pequeño masaje con aquel cabezón en el dilatado ano que acababa Paco de dejar libre.

Yo intente suplicar que por allí no, pero el haciendo caso omiso a mis tenues quejas, fue introduciendo primero aquel níscalo, que servía como dilatador para albergar la totalidad de aquel gusano gigante, que con fuego iba entrando, cortándome la respiración por momentos, y deseando que entrara ya en su totalidad, pues aunque después seguramente me haría gozar como una loba, ahora sentía un poco de daño e inquietud.

Paco estaba embobado viendo aquella penetración y esperando  que Rafa se acomodara bien para poder los dos a ritmo compartido dar cuenta de mí.

Y cuando vio que ya aquel enorme pollon se había acomodado en mi trasero pues mis quejidos ya no eran de dolor si no de placer, comenzó también a levantar su cadera fallándome por delante, y por supuesto yo ante semejante acoso de placer, solté mi primer orgasmo de aquella oleada que iba a  tener esa noche, con tanta intensidad y placer que mi cabeza se movía a los  lados con impulsos incontenibles  de gozo, pues el resto de mi cuerpo estaba prisionero por aquellos dos sementales  que al unísono me estaban dando una follada de escándalo.

Después del primero llego mi segundo orgasmo y el tercero no se hizo esperar, pero este llego junto a la corrida de mi esposo que me besaba frenéticamente, a la vez que me sujetaba la cabeza como calmando mi estado poseso de tanta locura de placer.

Rafa ahora me susurraba al oído, pero yo era incapaz de entender lo que decía, aunque enseguida comprendí  que lo que estaba era avisándome de su segunda corrida, esta vez en mi ano abierto como una flor y reventado por aquel mástil colosal que lo estaba dejando para el arrastre.

Y como escopeta de repetición pero con gran depósito de munición, comenzó a soltar su rica leche dentro de mí con tanta fuerza que la sentía golpear en el fondo de mis paredes, parecía que ahora había adquirido más presión aquella manguera,por tal cantidad de líquido que soltó.

Fueron los dos paulatinamente bajando el ritmo tras sus corridas y seguidamente Paco y después este vagabundo encantador, sacaron sus armas de dentro de mí, yo en primera instancia agradecí  cesaran estas acometidas, pero tengo que ser tremendamente sincera, y reconocer que me habían hecho gozar mucho y ahora mi estado era casi lastimosos, pues me quede tumbada como me dejaron sin apenas pode moverme en el sofá, supurando leche sobrante por aquellos dos agujeros.

Rafa se dejó caer sudando a mi lado y Paco estaba tumbado retomando también su respiración y ritmo cardiaco.

Yo pegue una pequeña  visual con los ojos medio cerrados pues no tenía fuerza para poder abrirlos, a aquellos dos rabos morcillones que relajados tras aquella tremenda explosión, pedían paz y clemencia para el resto de la noche.

Y lo cierto es que ninguno tuvo ni un atisbo de fuerza para intentar una tercera oleada de sexo aquella noche, por lo que tras un merecido parón, nos fuimos a la cama, preparando el sofá donde allí habíamos tenido aquel combate de lujuria y desenfreno, para  que  durmiera esa noche allí,  aquel viejo vagabundo y  semental, al que ya habíamos fichado para nuestras futuras noches locas.