Las dos flacas

Fabiola y su amiga le dan una sorpresa a un amigo.

Con Fabiola, traviesa y menuda, había tenido sexo casual cuando vivió en casa de un amigo como pensionada. No habíamos sido novios, solo habíamos forjado una relación basada en la diversión y el sexo puro y simple. A ella le gustaba mucho tomar, bailar y luego ir a la cama por placer con alguien que le agradara. Y ese fui yo por algunos meses, aunque ha pasado algún tiempo estando vigente en su agenda de amiguitos con derechos.

En una ocasión me tocó trabajar algo lejos de mi ciudad por espacio de un largo y extenuante mes durante el cual perdí contacto con mis seres cercanos. A una semana de culminar y volver a casa hallé un e – mail de Fabiola que por todo mensaje decía “ESTAS PERDIDO”. Me alegró tanto volver a saber de ella después de varias semanas sin contacto alguno. Le respondí de inmediato emocionado y con deseos latentes, una carta como de cincuenta líneas en las que expresaba mis deseos de verla y de hacer cositas ricas. Entre otras cosas le escribí mas por broma que por otra cosa que tenía tanta hambre de sexo que me comería dos cucas a la vez. Me permitía esas ligerezas y excesos de confianza solo con pocas mujeres y Fabiola era una de ellas.

Al día siguiente ella me respondió contenta por volver a saber de mi una carta larga en la que expresaba muchas novedades desconocidas por mi, escribía con exagerada picardía y su a veces pasada de tono liberación sexual. Me dijo que si volvía que la contactara porque ya que tenía yo tanta hambre de cucas me tenía una sorpresa.

Pasó la semana y con la ansiedad en mi alma volví a mi querida ciudad de calles desordenadas, de ruido exagerado y calor eterno. Llamé a Fabiola y le manifesté que lo prometido era deuda. Ella me citó entonces para el día siguiente en su aparta estudio en el que vivía desde que empezó a trabajar como secretaria en una compañía de servicios públicos.

A las seis de la tarde me presenté con una botella de vino blanco que tanto le gusta y con unas cosas para comer. Cuando se abrió la puerta del pequeño piso me atendió una muchacha desconocida que resultó ser compañera de trabajo y de piso de Fabiola. Me hizo entrar y me dijo que esperara en la sala que Fabiola se estaba terminando de vestir. Me metió conversa y me dijo que se llamaba Leidis. Era muy bonita, tan flaca como Fabiola, pero más alta y a diferencia de aquella, tenía buenas pechugas. Tomamos confianza en cinco minutos y resultó ser tan bromista como su amiga. Su sonrisa era mágica y su cabello largo como de estatuilla de virgen parecía tener brillo propio. Contrataban con tremenda armonía, Fabiola era blanca, pálida como si fuera nórdica mientras Leidis encarnaba la piel latina, muy morena.

Por fin salió Fabiola reluciente con su cabello castaño abundante derramado hasta poco más arriba de pequeña cintura de niña buena. Se sonrió y se abalanzó sentándose en mis piernas y estampándome un sonado beso como si su novio yo fuera. Tenía una faldita corta como de colegiala y una blusa de tirantas que bastante mostraba sus pequeños pechos. Me besó luego con más vehemencia haciéndome sentir algo de vergüenza ante Leidis. Esta se sonreía como si conociera y compartiera todos los secretos del la vida alegre de su compañera. Se me paró el huevo de inmediato y Fabiola que tenía su culo aplastado justo sobre mi, sintió como me palpitaba. No tuvo el menor recato para decirlo a boca llena: “Carajo, ya estas parao”

Paso el incidente y yo me sentí muy avergonzado con Leidis que solo se reía celebrando todas las picardías de Fabiola. Se terminaron los besos, pero siguieron los manoseos mientras me levanté para servir el vino. Nos sentamos por un rato en el sofá los tres, yo en medio de las dos hasta acabarnos casi toda la botella. Conversamos con mucha fluidez y Leidis estaba muy animada. Me sentí tan excitado viendo sus pechos bonitos ajustarse a su blusa sencilla y su cuerpo de curvas suaves bien puesto bajo su pantalón de tela jean. Lucían muy deseables ese par de flacas con abundante cabello que por momentos parecían maniquíes expuestos en vitrina navideña.

Fabiola no dejaba de darme besos, hacer comentarios obscenos con mi sexo o rememorando momentos eróticos anteriores vividos con migo o como vendiéndome ante su amiga que me hacía cumplidos como si ya conociera todo sobre mi. Con el paso de los minutos hasta Leidis se tornó igual tan manoseadora como Fabiola y terminamos en dándonos besitos como si amantes viejos fuéramos. Era el momento de dar otro paso. Ese par de nenas querían cama.

De atrevido y muy incrédulo como si estuviera en un sueño, estampe en la boca carnosa de Leidis un beso erótico y apasionado que inquietó un poco a Fabiola. Esta emulando estar celosa me reclamó a mí y a su amiga con gesto agresivo que nos largáramos a la cama a culear si tantas ganas teníamos. Leidis le respondió que porque mejor en vez de pelar no nos íbamos los tres. Fabiola por toda respuesta me bajó la bragueta y en un segundo tenía mi verga en sus manos masturbándola. Se arrodilló sobre la alfombra y empezó a mamar el glande mirando desafiante a los ojos de su amiga. Esta sonriente continuó besándome y poco a poco fue resbalando su boca por mi pecho a medida que iba desabotonándome la camisa. No podía creer lo que estas dos mujeres me estaban regalando después de un mes de absoluta abstinencia retirado en un lugar austero en el que no tuve tiempo sino de trabajar y muy escasamente de tirarme a la cama a darme una buena paja.

Los besitos en mi panza de Leidis me estaban enloqueciendo mientras la boca pequeña de la traviesa Fabiola se comía con ganas la cabeza y dos dedos de mi verga.  Era un cosquilleo doblemente placentero. Pronto ambas estuvieron al mismo nivel. Las dos flacas me mamaron la verga. La compartían como un biberón. Leidis lo metía en su boca y Fabiola lo lamía hasta el pegue, luego intercambiaban. Leidis se divertía jugando con las bolas en su boca y Fabiola no paraba de mamar con todas las ansias. Luego Leidis hizo un pare. Se puso en pie y empezó a desnudarse lentamente mientras Fabiola no paraba de chupármela. Leidis se quitó el jean de espaldas hacía a mi mostrarme sus nalgas morenas escondidas en los encajes del calzón rojo tipo cachetero que tan seductor me resultó haciéndome excitar mas. Después se despojó de su blusa y puesto que no vestía sostenes, su espalda quedó desnuda. Se me quedó así meneando su cadera con mucha cadencia. Fabiola con sus ojos cerrados solo mamaba y mamaba sin parar. Luego Leidis se giró con parsimonia con sus manos cubriendo sus pechos y lo que vi era la estampa de una diosa. Era bella. De su ombliguito nacía un caminito suave y delicado de pelos que se hacían abundantes al descender. La mata de pelos se notaba bajo la seda y los encajes de su única prenda. Ella me sonreía con su cara bonita.

Esa combinación era sencillamente devastadora: rojo, piel y el negro de sus cabellos; todo eso sumado a las sensaciones tan electrizantes de la boca experta de la pequeña Fabiola que chupaba y chupaba como puta experta. Leidis destapó sus pechos ante mi atónita mirada. Era lo mas bonito en todo ese apartamento que muchos adornos tenia. Morenos, macizos, erguidos, casi redondos con aureolas redondas y de pezones negros y carnosos, solo provocaban y provocaban, que me volvieron de inmediato agua la boca. Fabiola detuvo su mamada violenta que a punto estuvo de hacerme terminar y se puso de pie detrás de su amiga. La abrazó y desde atrás por la cintura y luego sus manos pálidas y delicadas se posaron sobre los pechos para acariciarlos. No me extrañó para nada que hasta bisexual fueran, y menos tratándose de Fabiola. Luego las manos de Fabiola con cadencia fueron recorriendo las curvas de Leidis hasta toparse con los laterales del encaje. Como un envoltorio de caramelo fue deslizándose lentamente a lo largo de las piernas esbeltas ese trapo rojo y ese tupido triangulo oscuro saltó a mi vista. Mi erección no podía ser ya superior. Fabiola me preguntó que si me gustaba y yo solo atiné a decirle que la quería sentada en mi verga.

Fabiola se arrodilló y su lengua que tanta verga había lamido hacía un minuto se enjuagó con los jugos silvestres del chocho de Leidis. Me pidió que le ayudara y yo gustoso y como en un sueño accedí. Leidis se sentó en el sofá con sus piernas de par en par y su chocha rojiza bien abierta y a todo dar. Fabiola y yo nos arrodillamos frente a ella y las dos lenguas empezaron a hurgar en las carnes blandas y frescas de la bien mojada almeja. A veces Fabiola jugaba con mi lengua y luego la ponía en el clítoris de Leidis que desesperada se contorneaba y amasándose los senos. Un concierto de lengua inició Fabiola muy dentro del chocho y yo pude escaparme hasta subir para mamar ese par de tetas carnosas. Leidis estaba en el cielo al borde del orgasmo con su amiga en su chocho y yo en sus tetas. Las sensaciones fueron indescriptibles y mi verga estaba que estallaba. Luego descendí para ayudar a Fabiola y me concentré en lamer y lamer chocho hasta que Leidis no aguantó mas y se resolvió violentamente en un grito orgásmico. Quedó quieta un rato tratando de recuperarse mientras Fabiola por fin se despojó de sus prendas. Solo se dejó su panty morado de niña que tenia en el centro impreso un osito. Se sentó al lado de su amiga con las piernas bien abiertas ofreciéndome su chochito. Le deslicé la panty y me hallé con esa cuquita de buenas épocas bien afeitada y pequeña que parecía no prometer nada.

Mi lengua enseguida se deleitó con ese perfume silvestre tan suyo y ya registrado en la memoria de mi paladar. Estaba bien mojada y sensible. Fabiola cerró los ojos y no paró de gemir cada vez que mi lengua revoloteaba por su clítoris y sus labios menores. Leidis le daba besitos suaves en la boca todavía recuperándose y disfrutando pasivamente del espectáculo. Luego la tomé por los muslos, se los levanté y mi lengua traviesa se fue lanza en ristre en su culito rico que tantas veces había sido mío. Yo estaba a millón a punto de reventar. Era consciente que cualquier contacto de carne con mi verga me haría  llegar y no era para menos. Estaba con dos nenas preciosas.

Fabiola gritó por fin como si se hubiera llegado así que la dejé un poco tranquila. Leidis estaba un poco ya activa lamiendo tímidamente los senos pálidos y deliciosos de su amiga. Le pedí que se girara y ella obediente se arrodilló sobre el asiento del sofá con sus manos apoyadas en el espaldar por encima de Fabiola. Así continuaron besándose y yo tuve ese culo parado perfecto de la flaca más alta para mí. Desde atrás la penetré por el chocho bien húmedo y muy caliente. Por fin mi verga tuvo refugio y el calor me invadió con fuerza. Sentí ese chocho tan novedoso y mis embestidas al principio suaves, se tornaron poco a poco más fuertes. Leidis empezó a gemir y Fabiola desde abajo se comía las tetas que se balanceaban cada vez que se chocaban mi pelvis con las nalgas de su hermosau amiga. La vista desnuda de esa espalda tersa cubierta a medias por la cabellera espesa y larga mas ese par de nalgas preciosas abiertas y dando acceso a mi verga me excitó tanto que pronto sentí el irreversible impulso de la eyaculación. Se los hice saber segundos antes y Leidis alcanzó a gritar que se la sacara. Lo hice y ella se apartó tumbándose al lado de Fabiola. Ambas vieron como los chorros gruesos de semen espeso describieron curvas parabólicas que fueron a dar sobre sus cuerpos desnudos mojando en las tetas, las piernas y hasta en el rostro. Fabiola, la más obscena de las dos pronto clavó la verga en su boca para sentir los pálpitos y el semen derramarse. Leidis por su parte manoseaba sus tetas untándose uniformemente la espesa leche como si fuera un bálsamo. Luego se disputó con Fabiola unos segundos de mamadas. Se metió la verga en la boca para sentirla también palpitar. Quedamos exhaustos pero sabíamos que todavía había ganas y energías para un ratito más.

Me reposé unos segundos viendo a esas mujeres besarse. Leidis le hizo sexo oral a Fabiola que muy excitada estaba a tal punto que pedía a gritos que me la cogiera. Yo le dije que se esperara un tanto hasta que mi verga se me volviera a endurecer. Se besaban, se amaban se acariciaban. Fabiola chupaba con ganas las tetas carnosas de Leidis y esta a su vez manoseaba en el sexo de la otra acariciándole el clítoris.

Luego fui al refrigerador y tomé agua. Nos fuimos a la alcoba y nos acomodamos en una las camas individuales, supe después que era la de Fabiola. Allí estuvimos serenos. Leidis se acostó boca arriba explayada con sus pies en el suelo sobre el colchón blando y cubierto por una sábana azul oscuro y Fabiola se sentó al borde para comerle su chocha. Yo me subí y puse mi verga a disposición de Fabiola que se turnaba entre mamármela y comer la almeja de Leidis. Luego le pedí a Fabiola que se ensartara encima de mí. Yo me acosté boca arriba y ella se sentó en cuclillas dándome la espalda con mi verga ensartada en su vagina. Me cabalgó con energías sacadas no se de donde mientras Leidis se daba un banquete de sexo oral lamiendo mis huevas y el chocho de de Fabiola cada vez que ésta se clavaba y se desclavaba de mi sexo. Yo ayudaba a la pequeña a sostenerse tomándola por las caderas o por la espalda excitándome con ese cuerpecito tan lindo de nalgas preciosas.

Luego Leidis decidió sentarse sobre mi cara obligándome a lamerle la concha. Era rica esa pose tan pornográfica. Fabiola en mi verga y Leidis en mi rostro. Mi lengua se iba hondo en la chucha mojada de Leidis como si fuera un pene. Fabiola se cansó y se giró. Se volvió a clavar pero dándole el rostro a su amiga. Se besaban mientras disfrutaban con el estímulo en sus sexos. Luego Leidis se levantó para que Fabiola le pudiera lamer la almeja mientras seguía cabalgándome. Así quedamos un buen rato comiéndonos todos con todos y disfrutando del sexo en trío tan novedoso para mí.

Leidis pidió verga. Yo la complací. Ella se acostó en posición de parto y la ensarté por la concha. Lo hice con mis últimas energías disfrutando de la visión de sus tetas sacudirse con mis embestidas. Fabiola aprovechaba para sentarse sobre el rostro de ella para que le lamieran la cuca. Me entretenía ver como la lengua de Leidis jugaba con le clítoris de Fabiola ante mis ojos. Pronto sentí que me corría. Saqué mi verga exhausta y la puse cerca de la cara de sorpresa de Leidis. La leche mojó el chocho pelado de Fabiola y resbaló hasta la lengua necia de Leidis que no paró de lamer y lamer. Luego metí el palo entre esas tetas y me masturbé un rato hasta que se me puso pequeño.

Ese fue apenas el principio porque los tres tendríamos mucho que ofrecernos después. Esas dos flacas me proporcionarían todo el placer del mundo.