Las dos caras {Rimmel Corrido 3}
La niña aparentemente inocente que te dice que es lesbiana para que le des un magreo bollo resulta que se la chupa al ex de tu mejor amiga, ese que va a follarte a lo bestia en mitad de ninguna parte.
Es el cumpleaños de Eva y estamos en un pub de estilo moderno. Somos catorce, aunque como es por semana, no vamos a alargarlo demasiado. Pedimos una botella de tequila y vasos de chupito para jugar a todo un clásico: el yo nunca. Apenas es la una de la mañana, no hay demasiada gente pero nosotros montamos jaleo suficiente. Marcos vuelve a acariciar mi pierna como quien no quiere la cosa, y sin que el resto lo note aparte su mano. Sigo jodida, es decir, siendo incapaz de follarme a nadie. Ya ni lo intento, después de acostarme con Bea... bueno, he llegado a la conclusión de que las cosas pasan cuando tienen que pasar.
Es la primera vez que vuelvo a casa en dos meses, pero mi madre se ha puesto muy pesada y aprovechando que es el cumpleaños de Eva me he venido cinco días. Mañana volveré a Barcelona y no tendré que soportar a Pedro haciéndome gestos obscenos cada vez que mi madre se da la vuelta. He logrado no quedarme a solas con él, mañana por la mañana me iré y ya siento que me he librado de sus garras.
Yo nunca me he acostado con una tía- dice María. Sin pensarlo, bebo. Eso se contrasta con la sorpresa generalizada de que Rubén no se lleve el vaso a los labios. Su virginidad y mi inesperada bisexualidad, porque todos ellos saben perfectamente de la fama de zorrón que me gastaba en el instituto, se disputan la atención. No sé por qué nos volvemos demasiado sinceros con unas copas de más. El regusto del tequila rasca mi garganta, pronto Marcos pregunta. Se nota que está picado porque llevo rechazándole toda la noche.
¿Desde cuándo eres una comecoños?- sutilidad, ese es su segundo nombre.
Desde que me has hecho perder la fe en el género masculino- contraataco con una sonrisa ladina y burlesca. Mi réplica está cargada de ironía así que no les queda claro cómo tomársela. Todos nos miran, María es la siguiente en preguntar.
Tía, pero tú... ¡Joder, Noe! ¿En serio te van las tías? ¿Te has pencado a tías? ¡Qué fuerte!
No respondo, me hago la interesante. Creo que la he cagado, así que mejor no seguir soltando la lengua. El silencio los lleva a elucubrar en voz alta sobre lo que soy y dejo de ser, de repente, la cosa se vuelve incómoda y me bebo un chupito gratis, sin yo nunca de por medio. Pablo pasa a fliparse sobre lo que sería verme follando con una serie interminable de tías de mi pueblo, al final me canso.
¿Al virgen no lo vais a putear? O gay, porque igual es gay- digo algo malhumorada, pero funciona. Lo vacilan un poco y seguimos jugando hasta bajarnos dos botellas. Son casi las dos cuando nos levantamos y nos vamos. Nos despedimos en la puerta y el tema no vuelve a salir. Respiro tranquila. Mañana me voy y en los meses que tarde en volver seguro que se les olvida. Luego digo que fue una broma y ya está.
¡Eh, Noe!- estoy abriendo el coche cuando Lidia viene corriendo hacia mi con su hermana detrás-. Esto... que me voy a ir un rato con Marcos- la miro reprobatoria. Son exnovios, y actualmente, Lidia es el salvavidas de Marcos. Cuando no pilla, va a por ella, y ella cae. Somos amigas, sé de qué va la historia, pero no le voy a montar una escena porque ya es mayorcita- ¿Puedes llevar a Camila?- pongo los ojos en blanco y asiento. Lidia hace un ruidito, me abraza y me da varios besos en la mejilla-. ¡Gracias, gracias, gracias!- se va corriendo con Marcos, quien ya está tocando el claxon. Impaciente como siempre. Miro a Camila, apenas he hablado con ella alguna vez, ni siquiera esta noche le he hecho caso. Lleva una falda corta y negra, botas altas de tacón y una camiseta de tirantes blanca bajo la cazadora. Una melena roja y lisa le cae hasta la cintura, y sobre su piel pálida destacan sus labios pintados de rojo y la raya negra del ojo. Demasiado exagerada. Me pregunto si, cuando tenía diecisiete, parecía tan tonta como ella intentando parecer mayor. Concluyo que ni de broma-. Vamos, sube- la apremio.
Me estremezco. El interior del coche está frío, así que enciendo la calefacción y froto las manos soplando en su interior. Camila no dice nada, sube y se pone el cinturón. Se arrebuja bajo su cazadora, estúpidamente ceñida teniendo en cuenta que solo hemos ido a una reunión de amigos. Yo llevo unos vaqueros y una camiseta sencilla bajo el anorak. Pienso que seguramente estará helada. Arranco en cuanto vuelvo a sentir los dedos, no le pregunto dónde vive porque lo sé perfectamente. Voy por carreteras secundarias y conduciendo a dos por hora, porque estoy borracha y soy consciente. Estamos llegando a su casa, y con vocecilla tímida abre la boca.
¿De verdad te has acostado con una chica?- bufo molesta, echo la cabeza atrás.
Sí- creo que mi tono no admite réplica, pero me equivoco. Camila titubea nerviosa, yo sigo mirando la carretera borrosa, incapaz de creer que quiera seguir hablando de eso.
¿Cómo es?- atina a preguntar. La miro de reojo. Curiosidad adolescente, lo que me faltaba.
Como acostarse con un tío, pero sin pollas de por medio- obvia, así me llaman. Ella mete las manos en los bolsillos de su cazadora, se estremece y suspira. Mira a través de la ventanilla, aunque seguro que no puede ver nada. La carretera está oscura como el averno-. ¿Qué?- en el aire flota una pregunta que no ha sido dicha, y me raya.
Es que...- pongo cara de cansancio cuando Camila hace un silencio teatral. La miro, se está mordiendo el labio, parece ¿asustada?-. Soy virgen. Y no sé si soy lesbiana.
Freno de golpe. El sonido de las ruedas raja la noche. No es para tanto, cierto, pero estoy borracha. Sé que la madre de Lidia y Camila es una nazi. Lidia no pudo salir por la noche hasta más allá de las cuatro hasta cumplir los dieciocho. El padre es militar. Como le salga una hija lesbiana le da un parraque.
Lo tienes que saber. Eso se sabe- yo no soy lesbiana. Lo sé. Me he tirado a una tía, pero ni soy lesbiana, ni soy bisexual. Soy hetero. Punto, pelota.
Creo que me gustas tú- se muerde el labio y no me mira. Mi cara se convierte en un poema, no me creo que me esté pasando eso. Entonces, se desabrocha la cazadora y se gira para mirarme con su cara de angelito perdido en el burdel- ¿Yo te gusto?
Enarco una ceja y la miro. Su piel pálida y pecosa, sus pechos discretos pero bien puestos presionados por el cinturón, sus piernas temblorosas y sus labios, rojos, muy rojos, también trémulos. Siento una punzada en la entrepierna y muevo incómoda las piernas antes de arrancar de nuevo.
Déjalo- le digo, o se lo ordeno. Me está poniendo nerviosa. Se vuelve a sentar y suspira profundamente. Yo acelero.
No se lo vas a decir a nadie ¿verdad? Mis padres me matan... Y a Lidia tampoco- dice, volviendo a subir la cremallera de la cazadora. Pero no la deja quieta, juega con ella. La sube y la baja, seguido, nerviosa. Yo pienso en Bea, en cómo se movía sobre mi al masturbarme siguiendo el mismo ritmo. Gruño y aparco en el arcén, en mitad de ninguna parte.
¡Para!- le grito y con ambas manos me echo el pelo atrás. Desabrocho el cinturón y me giro hacia ella- ¿Quieres saber si eres bollera?- fijo mis ojos en ella y le hago un gesto en son de paz-. Está bien, bésame- creo que no se atreverá y la cosa quedará ahí.
Nunca he besado a nadie... Y que sea así... No sé- se sonroja, lo puedo ver hasta en la oscuridad. ¿Cuándo me he convertido en una desvirgadora? No lo sé. Echo el asiento atrás, sin conciencia real de lo que hago.
Ven- le digo, ella duda. Al final, insegura, se quita el cinturón y se sienta de lado sobre mis piernas, con sus manos unidas fingiendo una tranquilidad que está claro que no siente. Llevo la mano a la cremallera de su cazadora para bajarla, y ella coge la mira para pararme, indecisa. Suspiro-. Eras tú la que quería...- no me deja terminar. Guía mi mano hasta que la cazadora vuelve a abrirse y, sin saber por qué, asiento con aprobación. Me mira con sus ojos claros.
No sé que...- cubro sus labios con unos de mis dedos. No sé por qué, pero no quiero que ahora se eche atrás. Mi mano pasa de sus labios a su pelo, se enredan en este y me acerco a ella para darle un beso. Prolongo el contacto entre nuestros labios cerrados unos instantes y ella no hace nada, se deja acariciar. Me aparto, solo un poco. Camila se relame los labios, su mano recorre mi brazo hasta mi nuca. Con cuidado, como pidiendo permiso, me atrae hacia ella para volver a besarme.
Antes de lo que espero, entreabre sus labios. Noto la lengua de la chica buscando entrar en mi boca, mientras su mano baja hasta mis pechos en una caricia temblorosa. Se estremece cuando nuestras lenguas se tocan y una de mis manos acaba sobre su pierna. Ella las aprieta, mis dedos quedan presos mientras suben hasta sus muslos. Su saliva empapa mis labios mezclada con su carmín. Su boca sabe a Malibú con piña.
Para...- musita escondiendo su cara en mi cuello, abrazada a este, moviendo lentamente sus piernas para indicarme que no quiere que siga empujando su falda. En cambio, yo me siento poderosa, capaz de hacerla caer. Estoy cachonda, mis bragas están húmedas. Beso su cuello con mayor delicadeza de la que tiene mi mano al llegar a la zona donde la nimia falda ha conservado el calor.
¿No quieres que siga?- la muerdo despacio, ella vuelve a estremecerse y suelta un sollozo que intentaba ser gemido.
Espera...- me da un beso en el cuello y entonces se mueve. Alzo ambas manos en un arrebato de lucidez, pero Camila me sorprende sentándose a horcajadas sobre mi. Se frota contra mis piernas, coge mis manos y las coloca sobre sus pechos-. ¿Te gusto?- pregunta desesperada, no respondo. Noto sus pezones marcándose bajo la ropa, la fricción que ejerce contra mis piernas. Sobo sus pechos y pronto empiezo a besar su escote. Ella se coge a mi cabeza, moviéndose arriba con cada nuevo roce. Meto la lengua en su canalillo y, entonces sí, gime.
Me quita el anorak a trompicones y lo tira al asiento de atrás. Una de sus manos está desabrochando mis vaqueros. Le quito la cazadora, besando su cuello, buscando sus labios de nuevo. Le quito los tirantes y bajo la camiseta hasta su cintura. Saco sus tetas sobre el sujetador y las chupo, succiono sus pezones rosados mientras ella sigue frotándose contra mis piernas, incansable. Su mano se introduce despacio en mis pantalones, y abro las piernas para dejarle acceso. Me acaricia sobre la ropa interior. Sonrío cínica y mi mano recorre la cara interna de su pierna, notando la humedad al llegar a su ingle. Sorteo su tanga, mis dedos se meten entre sus labios para recorrer su hendidura viscosa y ardiente. Arriba, abajo y gime de nuevo moviéndose contra mis dedos. Imita lo que hago dentro de mis pantalones.
- ¿Te gusta?- con una mano en mi hombro, y sus tetas fuera, sin dejar de moverse, asiente y su pelo rojo se agita. Mis dedos coquetean con su cavidad y cierra los ojos. Su mano baja hasta mis tetas para apretar una, demasiado fuerte. Estoy mojada, ella también-. Tranquila...- meto uno de mis dedos en su interior, territorio inexplorado. Lo hago despacio, ella se agarra a mi e hiperventila mordiéndose el labio, con mis ojos cerrados. La masturbo rozando su clítoris hinchado con el pulgar. Se agarra al asiento y se mueve para que las penetraciones de mi dedo sean más bruscas. Ante mi cara, sus pechos botan tersos, empitonados.
Al meterle el segundo, Camila solloza. Sus emborronados labios entreabiertos no cesan de soltar jadeos. Cada vez está más mojada, el tanga no es capaz de contener el desbordamiento que chorrea hasta mis vaqueros. La miro, no siento una verdadera vinculación pero su toqueteo inseguro de mi sexo y verla tan entregada me seduce, al menos para continuar un poco más.
- ¿Te gusto?- vuelve a preguntarme en un gimoteo, casi rogando. Sigo sin responder, la miro moverse, tan vigorosa que hace moverse todo el asiento. Se acaricia, mirándome con los ojos entrecerrados, sin dejar de mover la cadera como una amazona experimentada para meterse y sacarse mis dedos que, sin saber por qué, he dejado quietos- Noe...- gime mi nombre, pero entonces para de forma brusca. Creo que se ha dado cuenta de que paso un poco. Me he quedado anortada, preguntándome qué estoy haciendo. Recordándome que es la hermana de Lidia, y que Lidia es mi amiga. Camila abraza mi cuello y vuelve a besarme. Su boca sabe tan bien, tan a prohibido... Le correspondo, y saco la mano de su entrepierna para meter los dedos barnizados de su flujo en su boca. Ella los lame, cautelosa al principio, lasciva despues. Mete la mano en mi camiseta, soba mis pechos sin cuidado alguno, se nota que es novata.
Una de sus manos baja hasta mi entrepierna y repite mis movimientos. No dejamos de besarnos. Yo atrapo sus labios con los míos, y ella lo repite a continuación. Pasa lo mismo cuando atrapo su belfo con mis dientes, cuando acaricio su paladar con mi lengua. Todo lo que hago es imitado y mi entrepierna responde cuando sus dedos la profanan. Intenta darme fuerte, pero sus movimientos se ven coartados por la tela de mi ropa. Apresa mi camiseta con la mano, sigue frotándose y su humedad ha calado mis vaqueros. Se acerca a mi oído.
¿Te gusto?- insiste una vez más.
Me gustas...- respondo algo cansada de sus movimientos monótonos que no son capaces de llevarme más allá. Eso le vale. Lleva mi mano a su entrepierna de nuevo e intento armar una excusa repentina para irme cuando suena su teléfono. Tiene de tono una canción de One Direction-. Deberías cogerlo.
Me hace un mohín, pero la miro seria y obedece. Me mira sofocada, profundamente preocupada.
Es mi madre...- me dice en un susurro, preocupada e inquieta.
Dile que ahora te llevo.
Mejor le mando un WhatsApp- corta la llamada y teclea. Yo me abrocho los pantalones y Camila se da por aludida. Con su carita de decepción, me da un nuevo beso rápido antes de volver al asiento del copiloto. Se coloca el sujetador, que al bajar ha dejado marcas rojas en su piel. Sube su camiseta y se pone la cazadora. Después, se coloca el tanga y la veo moverse, buscando acomodo hasta que cruza las piernas y los brazos. Yo arranco, y me mira-. Siento que me palpita...- dice avergonzada.
Es normal- zanjo, sin ganas de demasiada conversación.
Me ha gustado, creo que sí que soy lesbiana- no obtiene respuesta. Noto que me mira, pero yo mantengo la vista fija en la carretera. Finjo que nada ha pasado- ¿Tienes un pitillo?
Cojo uno para mi y le paso la cajetilla, sin mirarla. Abro la ventanilla y el aire me sienta bien. Está empezando a llover. No tardamos en llegar. Freno pero no apago el motor. Ella desabrocha el cinturón y se abalanza sobre mi para besarme casi por la fuerza. Apenas correspondo. Veo sus labios emborronados, y la limpio con uno de mis dedos, borrando marcas delatoras. Se aparta y remolonea el irse.
Quiero volver a verte- me dice.
Ya te llamaré cuando vuelva- su mano guía la mia hasta sus tetas. Esas que hace instantes botaban ante mí. Trago saliva y aparto la mano.
Sí, si... Ya nos veremos- empleo el sarcasmo, pero por su sonrisa bobalicona creo que no lo capta. Sale del coche y justo entonces, el coche de Marcos aparca frente a mi. Veo a Lidia bajar de este llorando y él me mira fijamente. No sé qué le ha hecho, pero estoy deseando pillar la cama y quitarme el calentón, así que arranco. Mañana ya me lo contará Lidia.
Atajo por carreteras secundarias para evitar cualquier control de alcoholemia, pero en un instante, un coche me adelanta por la derecha y se vira frente a mi quedando atravesado, obligándome a dar un volantazo y un frenazo. Parpadeo cogida al volante, como para comprobar que estoy bien. El corazón me va a mil y salgo del coche hecha una energúmena, dándome igual que llueva.
- ¡¿Qué?!- vocifero en la carretera, cerca de la iglesia del cementerio. Desierta. Marcos, es el coche de Marcos. Este sale del coche con su cara de chuloputas y sus andares extraños y yo me enfado más- ¡¿Estás grillado de la puta cabeza o que coño...?
No acierto a terminar, me coge de la nuca y me atrae contra él sin darme derecho a réplica. Mis manos se apoyan en sus pectorales, ejerciendo fuerza para apartarme. Su lengua está en mi boca, creando un motín de impulsos en mi interior. Yo quiero apartarme, mi cuerpo quiere dejarse hacer. Intento expulsar su lengua con la mía en una batalla épica y él me arrincona contra el capó.
¡Para!- le grito cuando nos separamos y sus manos van al botón de mis pantalones. Nos volvemos a besar de forma violenta, invasiva, robándonos el aire, mordiéndonos por momentos. Baja la cremallera y vuelve a separarse para bajarme un poco los vaqueros, coger mis piernas y sentarme en el capó. Me agarro a su cuello, mis tetas se frotan contra su barbilla mientras siento el frío y húmedo contacto del chasis bajo mi culo- ¡Marcos, para!- grito cabreada, lo que hago grita lo contrario.
Lidia se ha picado porque quiero follarte. Podría convencer a su hermana de que termine la mamada que me hizo en el pub pero hoy me apetece caza mayor- dice y ríe arrastrando mis bragas hasta las rodillas y bajándose los pantalones para mostrarme una prominente erección. A la luz de las farolas veo manchas de carmín, rojo. Lidia no llevaba los labios pintados. Antes de que pueda reaccionar, su pie empuja hacia abajo mis pantalones, mi ropa interior hasta que me deshace de ellas llevánose por delante mis zapatos. Me rodea de la cintura y tengo que apoyarme con las manos sobre el capó para no perder el equilibrio. Una de sus manos guía la gruesa cabeza de su polla fibrosa hasta la húmeda entrada a mi sexo. Jadeo excitada y lo rodeo con mis piernas.
Dale- digo sin poder cerrar los labios. Me palpita todo, sigo mojada por los juegos de Camila pero ahora estoy goteando. Me arqueo cuando me la clava, gimo tan alto que podría despertar a los muertos del cementerio. Me besa, no hay descanso. Me embiste a toda velocidad, como si alguien pudiera pillarnos, es posible que lo hagan. Me destroza a cada envite, mi coño tiene que adecuarse a su polla prepotente a la fuerza. Cuando me coje del culo casi me levanta, sigue follándome mientras baba mi escote haciendo ruidos muy cerdos. Yo gimo su nombre, lo cojo del pelo y muevo las caderas para compensar sus acometidas-. Me estás machacando- gimoteo de forma entrecortada, jadeante. Mi respiración se materializa en volutas de vapor, la lluvia hace que mi pelo caiga lacio y me mareo echando la cabeza atrás. Me corro a lo bestia, no es un orgasmo pero me deja nueva. Él saca su polla y se pajea rápido para pintarme todo el coño de su lefa a potentes chorros. Lo miro muy cachonda aún, notando el viscoso semen calentar regueros sobre una piel que ahora siente el frío del ambiente. Los focos de un coche nos alcanzan, a mi me ciegan. Marcos vuelve a besarme mientras su mano esparce su corrida y la mía por mi coño en un masaje que me arranca un nuevo jadeo-. Mierda, que nos están viendo tío- me quejo recuperando el contacto con la realidad.
Pues que vean lo bonita que te he dejado- me dice dándome una palmada sobre el coño y apartándose. Quedo con las piernas abiertas ante el coche intruso, al darme cuenta cierro las piernas. Un chaval se asoma por la ventanilla y grita.
¡Nena! ¿Te pasas por aquí y me la comes?- recojo mi ropa y le dedico una peineta para meterme en el coche y ponerme las bragas, los pantalones y las zapatillas. Siento la lefa quemándome. Marcos arranca, ni se despide. Siempre ha sido así de gilipollas. Yo me doy cuenta de algo.
Me he tirado a un tío- digo con una gran sonrisa. El coche intruso frena a mi lado, ahora que Marcos se ha ido hay espacio para pasar pero no lo hace. Bajo la ventanilla y un rubio me hace un gesto sacando la lengua para moverla a lo loco entre sus dedos.
¿Quieres catar la corrida de otro? ¡Maricón!- digo, río. Estoy eufórica. Arranco y pronto pierdo al gilipollas de lengua ágil. Ahora solo quiero llegar a casa, dormir. Vuelvo a ser yo.