Las dos amigas de mi esclava

Parte 1. Cómo moldeo a una sumisa y su ofrecimiento final

Las dos amigas de mi esclava quieren la misma medicina. Parte I

Muchos de vosotros (y algunas de vosotras) me conoceréis por estos lares como un autor de relatos gay bastante bastante viciosos y de contenido bastante fuerte, aunque hoy no estoy aquí para contaros otra de mis aventuras gay secretas, sino para contaros otra cosa que me está sucediendo estos días por la que aún tengo que pellizcarme las mejillas de vez en cuando para asegurarme que no estoy soñando y que es verdad que tengo a tres perras a mi entera disposición para hacerles todas las cerdadas que se me ocurran.

Deciros que tengo 28 años y que todo comenzó hace unos meses cuando conocí en una discoteca a Inés, divorciada de 40 años con tres niños viviendo con ella, ninguno todavía en la adolescencia. Doctora en Historia Contemporánea en la Carlos III, rubia de bote, buen tipo, 1, 65, unas tetas estupendas y un culo todavía mejor (hoy en día cualquier mujer, si se cuida, está buena a casi cualquier edad, y esta lo estaba), sólo había estado con 4 hombres hasta ese momento…”mi marido me absorbió y el gilipollas me acabó dejando por otra. Pero mejor tarde que nunca” me dijo ya con la confianza que varios polvos otorgan. Sin preocupaciones económicas a pesar de los tres vástagos y gracias a su holgado sueldo y la pensión de su ex, el cual tampoco andaba descalzo. Con poca experiencia sexual (ni siquiera se lo habían hecho a cuatro patas), conmigo acabó “descubriendo el Santo Grial” según ella. Y es que según ella, “una mujer debía ser una señora en la calle y una puta en la cama”. Ella sólo era lo primero hasta que me conoció, recatada y elegante a pesar del tremendo atractivo que desprendía gracias a su esbelta figura, moldeada a base de Pilates y spinning en su centro, exclusivamente femenino para más señas, del barrio de Salamanca, donde residía.

Tras conocerla y llevármela a la cama esa misma noche (vivo solo en un ático del centro de Madrid, en una calle cerca de la Plaza de España y que cruza la Gran Vía, la cual cruza, gracias a un buen trabajo, una suculenta herencia por parte de mi padre, que falleció hace tres años, y a la afortunada renta antigua de la que gozaba este inmueble, como tantos otros de la zona) y tras un polvo convencional de misionero y muy poco menos, seguimos viéndonos y follando desde entonces, con cada vez más confianza a la hora de probar cosas en el sexo y sin ningún tipo de compromiso por ninguna de las partes (por la mía porque me saca diez años, ya es madre de familia numerosa y a mí me gustaría ser padre; por la de ella porque simplemente estaba cómoda así, descubriendo todo lo que se había perdido esos años de falta de cariño tanto fuera como dentro de la cama. Nos veíamos prácticamente cada fin de semana para, y a pesar de la conexión que había entre los dos (realmente nos hicimos grandes amigos: es una chica genial, divertida y culta) joder como viciosos conejos. De vez en cuando (cada dos semanas y si nos venía bien a los dos, ya que era cuando su ex se llevaba a los chavales) echábamos esos polvos en su casa en lugar de en la mía. Y durante esos fines de semana solíamos darnos el lujazo de ir (a cenar el sábado o a comer el domingo, entre polvos cada vez más salvajes) al Combarro, excelente marisquería de la capital, situada a 5 minutos andando de su domicilio, o a algún asador. Los dos éramos de buen comer, nos lo podíamos permitir y, repito, pese a estas cosas (cenas, comidas, etc) que suelen hacer las parejitas, nosotros las hacíamos como buenos amigos con derecho a muchísimo roce, con la libertad que ambos teníamos para el resto de la semana de tirarnos a quién nos pareciera.

Un viernes, preámbulo de uno de esos fines de semana en los que iba a quedar con Inés para follar, no recuerdo cómo salió el tema, pero mientras planeábamos el finde y nos poníamos cachondos por Whatsapp, me dijo que todo lo que hacíamos en la cama le había hecho desarrollar una obediencia que nunca había experimentado anteriormente en su vida (estaba acostumbrada a que todos, con la excepción evidente del gilipollas de su ex, la obedecieran en su día a día: amistades, compañeros de trabajo, hijos, etc) y que ha estado leyendo en Internet sobre tal y tal, y que quizás había llegado el momento de probar a tener una relación de dominación con un amo, y que, como es lógico ya que no había nadie más en su vida en ese momento, quería que su dueño fuera yo.

Se me iluminaron los ojos al leer lo que ponía en esos mensajes, pero intenté disuadirla ya que en el pasado tuve algún tipo de relación así (también en mis escarceos gays: leed algunos de mis relatos, como “Lo que da de sí la playa nudista”) y, creedme, puedo ser muy cabrón. Pero me dijo que estaba convencida y, para meternos ya en lo que quiero contar acorde con el título de este relato, os diré que he disfrutado y sigo disfrutando de esta perra como un cerdo, siendo la persona que más me ha hecho disfrutar del sexo. La he:

1-      amordazado, vendado los ojos y atado las manos a la espalda para violarle la boca y los dos agujeros a mi gusto. Término, el de violar, utilizado por ella cuando está “cachonda como una perra y quiero que abuses de lo que es tuyo”.

2-      dado por el culo con y sin lubricante (o sea, mi saliva). Según me pille el día y se haya portado de agradecida con su dueño y señor, usaré la anestesia (la saliva) o no. Pero sorprendentemente y pese a no entrar en ninguna de sus fantasías hasta conocerme, ahora se ha aficionado y es ella la que me lo pide y la que se mueve y contonea, con mi rabo en lo más hondo de su puerta trasera, para disfrutarlo más. Por supuesto, una vez me corro, con una cuchara atrapo toda la leche que sale expulsada de su ano y la obligo a tragarla, cosa que hace con sumo gusto. A toda mujer le gusta el sexo anal, sólo hay que saber hacerlo, da igual como sean el ano de la chica y la polla del tío (y de la mía no me puedo quejar: 18 cm, gruesa y descapullada). Y toda una mujer lleva una zorra dentro, es cuestión de saber sacarlo. Si se hace bien, a uno se le abre el jardín de las delicias.

3-      sacado lágrimas de los ojos de tanto azotarle, con todas mis fuerzas, las nalgas,

4-      también ha llorado al estrujarle los pezones primero con mis manos y después con pinzas de tender la ropa

5-      obligado a esperarme, cuando voy a su casa, en tacones y tanga, nada más, más un gintonic preparado, y cuando le encargo alguna cosa excepcional, como lencería erótica, siempre va al lugar más caro y se compra algo bonito para agradarme

6-      por supuesto, hecho ahogarse tapándole la nariz y la garganta mientras me hace mamadas tan largas como un partido de fútbol (literal). Pero esta zorra siempre quiere más…”déjame respirar jeje, cuando crea que te estás pasando, no te preocupes que te lo diré, pero los dos aceptamos jugar a este juego y aunque yo tenga, o tú creas que tengo la sartén por el mango, me encanta obedecerte tío, me vuelves loca… snnnnnnnffffff, joder qué rico está esto, hace que me lo pase incluso mejor de lo que ya de por sí me das tú por ti mismo” dijo tras esnifar una raya de coca de la mesilla del salón para seguidamente volver a arrodillarse entre mis piernas, ofrecerme el espejo con una raya preparada para mí y volver a engullir mi rabo hasta los huevos mientras yo veía, bien cómodo en su sofá de 3000 euros, el último clásico entre el Madrid y el Barça, con victoria de los azulgrana por 2-1. Había empezado a pasárselo bien con la cocaína cuando empezó a salir, una vez divorciada, con las dos amigas del título del relato, ya que una llevaba coqueteando con la droga durante bastante tiempo y la otra, soltera, siempre había sido bastante, digamos, aficionada a la fiesta.

7-      obligado a tragarse mi leche desde la segunda vez que follamos, ya que la primera vez, que fue la primera vez que follamos, me dejó ella ya que sentía curiosidad y no lo había probado nunca (otra de las muchas cosas que nunca había experimentado con anterioridad y a las que ahora es adicta) y ya desde entonces no conoce otra cosa que no sea la leche de su amo en su garganta a menos que, para hacerla rabiar y por morbo particular mío, se la eche sobre sus tetas, sobre su cara, sobre sus nalgas o dentro de su culo o incluso coño (toma pastillas con lo que no hay peligro). En este último sitio le da mucho morbo, pero aún así “me bebería tu leche todas y cada una de las veces”. Hasta ese punto de adicción llegó su afición por darme placer con su boca. Si no le gusta mi decisión de no echársela en la boca, le doy un par de bofetones mientras está de rodillas o tumbada en la cama esperando la leche y enseguida la pongo en su sitio.

8-      Por supuesto y como buen bisexual que soy- cosa que de momento Inés no sabe- obligado a hacerme largos y viciosos besos negros, además de a una cosa a la que también se ha enviciado de una manera sobrehumana, y es a meterme el dedo en el culo.

9-      escrito con marcador negro, en sus tetas, su coño y su culo, habiendo sacado además multitud de fotos y vídeos, improperios como “zorra privada”, “úsame”, “guarréame”, “soy propiedad privada”, etc…en fin, lo que os imaginéis.

10-   meado por sus tetas y su cara (en la boca aunque me pone pegas, pero torres más altas han caído…cuestión de tiempo), e incluso cuando he estado follándole el culo un buen rato, de lo abierto que había quedado no he podido resistirme y he acabado meando en su ano. Se reía porque tenía muchas cosquillas, pero lo disfrutó y disfruta enormemente.

11-   Por último, antes de narrar lo que voy a narrar a continuación, también la llevado a algún club de intercambio de parejas de Madrid, donde ha sido usada y abusada por quién yo he dicho, ya que no le han faltado ni chicas ni chicos con los que jugar, y yo he tenido que ordenarla a quién le comía la polla o el coño y por quién se dejaba taladrar mientras yo mirada tomando una copa. Además, este fin de semana que hizo tan buen tiempo hará como un mes, nos escapamos a la provincia de Alicante y en una conocida playa nudista de allí, dejé que un par de tíos (casados los dos pero bisexuales, por eso iban a esos sitios, conocidos por su cruising) le follaran la boca en una zona apartada de la playa, alejada de mirones y pajeros.

Conocí a sus amigas Eva y Carolina una noche de sábado que estuve de copas con Inés tras cenar y habernos pasado toda una tarde de dominación anal y en la que Inés tuvo que abusar de la coca para soportarlo, cosa que por otra parte le encantaba y la ponía como una moto. Inés me las había presentado como sus dos mejores amigas, también solteras como ella. Eva era divorciada, de 42 años, morena, también buen tipo y con una hija que empezaba este año la carrera universitaria. Por su parte, Carolina nunca se había casado (“errores que comete una de cría y que ya no puede enmendar” según las propias palabras de la amiga. Era de la quinta de Inés y más parecidas físicamente, aunque era rubia natural y con el pelo largo, mientras Inés lo llevaba rizado y más cortito, pero Carolina tenía una que ni Inés ni Eva tenían, y eran unas tetas de impresión, manteniendo una figura estilizada). Bien posicionadas socialmente (Eva era profesora universitaria, como Inés, pero en otra universidad y de otra materia, mientras Carolina era abogada de un prestigioso bufete de la capital. Las dos me ametrallaban a preguntas, mientras caía un gintonic y tras otro en el lounge bar de un conocido hotel situado en la plaza de Santa Ana, y nos turnábamos para ir al baño a “empolvarnos la nariz”, intrigadas sobre mi relación con Inés…”no veas qué cambio ha pegado esta niña, no sé que le das nene pero es otra, está radiante y siempre de buen humor y sonriente, ya que no veas lo mal que lo pasó con el divorcio…” me decía Eva…Carolina fue un poco más allá…”Inés nos ha contado que el sexo que ha conocido contigo es de otro mundo, y bien que nos alegramos, que ya era hora de que este cuerpo que tiene lo amortizara bien…jajaja no crees?”

“Eso mismo le he dicho yo alguna vez. Es una mujer hermosa además de buena persona y no merecía que la vida la tratara así” respondí yo.

Esa noche (hace un mes) nos retiramos tarde, al día siguiente era domingo y habíamos reservado en el Asador Donostiarra y, cuando mi sierva terminó de hacerme una buena mamada, con su correspondiente corrida en su boca, ordené que me besara, le permití fumar, y mientras disfrutaba de su cigarro en la cama desnuda, apoyada en mi pecho, con su pierna encima de la mía, y con la única luz de la mesilla de noche, Inés me soltó la bomba.

“Amo, no he podido evitarlo, discúlpeme, aceptaré cualquier castigo que me ponga si no he sido lo suficientemente discreta, pero mis amigas no paraban de preguntarme y con ellas no tengo secretos, sabes que son morbosas y muy curiosas, les he contado todo lo que me haces… al principio han flipado un poco, sobre todo cuando les he dicho que de vez en cuando me usas de váter, pero les he dicho que me vuelves loca, me has cambiado la vida y acepto cualquier guarrada que decidas hacerme, esto ha llegado quizás demasiado lejos pero me siento tuya…y las hijas de puta me han pedido que te diga que quieren conocer ese tipo de sexo también…o sea, que quieren que os comparta con ellas, pero no quiero amo mío, vos sois lo mejor que me ha pasado en la vida junto con mis hijos y aunque los parámetros de esta relación estén bien definidos tanto por mí como por ti, os quiero sólo para mí…aunque si decidís compartirme, quién soy yo para oponerme a los deseos de mi señor? Además, por otro lado, me da muchísimo morbo que sepan lo que siento yo y tengan lo que tengo yo… Me han pedido que te lo pregunte esta noche a ver si mañana pueden venir después de comer, a tomar café y a empezar a ser usadas, y yo como soy una zorra sin voluntad les he prometido que te convencería…jejeje” dijo mientras, con mi rabo ya flácido después de la corrida, volvía engullirlo envuelto en sus babas y a meterme, al mismo tiempo, un dedo por el culo, a la vez que me miraba con esa cara de vicio que sólo pone cuando está cachonda, encocada y borracha, todo al mismo tiempo.

No me podía creer lo que podía tener entre manos: ¡3 zorras maduras y viciosas para mi entero disfrute!. Si me lo montaba bien esto podía durar… me hice de rogar diciéndole que si qué amigas más locas tenía, que si era una locura…pero al final… ¿qué hombre no aceptaría semejante propuesta? Además, le puse condiciones.

1-      “Tú estarás presente, eres demasiado importante en mi vida, aunque tú no lo creas pero creo que te lo he demostrado, como para no hacerte partícipe”

2-      “Y tendrás que convencerlas, mañana por teléfono antes de que vengan, de que si aceptan jugar a esto es sin medias tintas, tal cual tú aceptaste, no quiero tonterías en plan “me largo de aquí” en cuanto les haga hacerme alguna cosa de las que tú me haces feliz, gustosa y tan bien tras tanta práctica”

“¡Gracias amo! Sois el mejor y le aseguro que no se arrepentirá, cuando te has ido al baño antes de volver a casa les he dicho que eras muy autoritario y que si decidían intentarlo tenía que ser con todas las consecuencias, al menos esta primera vez… no quedará defraudado amo…ayyyy gracias, son mis mejores amigas y estoy feliz por usted y por ellas… ¿dormimos?

Nos quedamos dormidos, abrazados y felices, y yo sabiendo que mañana seguramente iba a ser el día sexualmente más afortunado de mi vida.

FIN DE LA PRIMERA PARTE

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