Las Deliciosas Axilas de Willy

Como me convertí en esclavo de las olorosas axilas de mi chico.

LAS DELICIOSAS AXILAS DE WILLY

Siempre he estado enamorado de Willy. Él es un chico de 29 años muy atractivo, tiene un rostro hermoso, piel blanca, ojos verdes, cabello castaño claro, cuerpo atlético y casi completamente lampiño, en resumidas cuentas un hombre apto para que cualquier agencia de modelaje lo contrate. Yo me desvivo por ese bombón y por supuesto él se da cuenta de ello. De vez en cuando mantenemos relaciones sexuales, ya que yo soy gay y él bisexual. No niego que sus cualidades físicas me dejan boquiabierto, pero hay algo que nunca he dicho y que me atrae muchísimo: El olor de sus axilas. Ignoro el por qué de este gusto y sin embargo, no puedo evitarlo. Su olor axilar es fuerte y se hace evidente cuando trabaja o cuando viene del gimnasio.

Al principio traté de ocultar mis gustos porque me pareció que Willy podía pensar mal de mí. Cuando sentía aquel delicioso olor de sus axilas me acercaba a él y trataba de aspirar lo más posible. A veces me decía que no me acercara mucho pues estaba sudado y yo le respondía que no se preocupara, que a mí no me molestaba eso. Willy tiene la costumbre de rasurarse el vello público y también las axilas. Yo tenía fantasías en las que lo rasuraba y por supuesto no faltaban aquellas en las que lamía desesperadamente sus axilas sudadas al extremo. Lamentablemente, todo quedaba en los sueños.

Una tarde él estaba entrenando en el gimnasio. Yo fui a buscarlo y lo esperé fuera. Cuando salió me dijo que lo acompañara a casa. Nos fuimos en su Jeep y yo estaba prendado de su olor pues no podía ser más espectacular, era verdaderamente delicioso experimentar esa sensación. Su camiseta estaba sudada y se notaba más la humedad en el área de sus axilas. Le propuse que no fuéramos a su casa aun y que mejor nos tomáramos unas cervezas en mi casa. Accedió y compramos algunas en una licorería cercana. Al paso del tiempo su olor comenzó a cambiar, se hizo todavía más penetrante, yo parecía un catador de buenos vinos esperando comenzar su trabajo, pero me detenía el hecho de que pensara que soy un cochino o algo parecido. Le pregunté si se había rasurado en la semana y me contestó que no. Llegamos a casa y entonces le propuse rasurarlo. Me miró un tanto extrañado, pero me dijo que sí. Se quitó la camiseta aun húmeda y pude observar que tenía el vello axilar más largo que de costumbre, Alzó el brazo derecho para que comenzara mi labor. Yo no pensaba en nada más, estaba embelesado viendo mi parte preferida de su cuerpo. Sus cañones inusualmente largos estaban cubiertos por gotas de sudor, el cual, por supuesto, era muy oloroso. Aquello comenzó a enloquecerme. Sentí que perdía el control. Comencé a acercarme más y más a él. Willy se extrañó y me preguntó que quería. Yo no podía responderle, estaba deseoso de pasar mi lengua por sus axilas. Cuando traté de acercarme más, él bajó su brazo porque pensó que le iba a hacer cosquillas. Le dije que no se preocupara, que no le haría daño alguno. Subió nuevamente su brazo y comencé a oler muy de cerca,

-Huelo mal, ¿Verdad?, me preguntó un tanto ruborizado, yo le respondí que no, que no se preocupara y que no me molestaba su olor y agregué:

-Podría incuso lamer tus axilas si tú me lo permites. El me miró extrañado y volvió a bajar su brazo

-¿Estás loco?, ¿Cómo puedes decir eso?, mi sudor es demasiado fuerte, además sabes cómo se burlan de mi por eso

–Pues a mi no me importa, de verdad lo haría y con muchísimo placer

Me volvió a mirar extrañado pues no lograba entender cómo podía gustarme algo por lo cual lo han criticado siempre, mas subió su brazo y volví a observar su transpiración húmeda, olorosa, excitante. Se me hacía agua la boca y decidí comenzar mi labor. Primero acerqué mi nariz y aspiré profundamente el fuerte olor que despedía mi hombre.

  • ¿Te gusta?-preguntó-

  • Sí, mucho, siempre había deseado hacer esto

  • ¿Y por qué no me habías dicho nada?

  • Porque podías pensar mal de mi

  • Pues no, estoy ansioso de que comiences a hacer lo que quieres

Lo primero que hice fue besar repetidamente aquella hermosa axila, enmarcada en un brazo fuerte y musculoso. El sabor acre de su sudor me gustó de inmediato. Sentí sus cañones en mi lengua, pero no me molestaban. Los solos besos no me satisfacían y comencé a pasar mi lengua y chupar ese delicioso manjar de sudor. Willy empezó a acelerar su respiración y también disfrutaba del trabajo que hacía mi lengua. Luego bajó su brazo y me apretó como si me hiciese un candado, yo estaba atrapado entre su brazo y su cuerpo, pero no quería salir de aquella excitante prisión. Al mismo tiempo él acariciaba mis nalgas con su brazo lo cual aumentaba mi pasión.

Pronto sentí que el sabor que sentía bajaba de intensidad pues me había tragado gran parte del sudor que tenía.

  • ¿Te gustó?, me inquirió mi hombre

  • Sí, muchísimo papito

  • Entonces te daré otra dosis

Y levantó su brazo izquierdo haciéndome una señal con su mano derecha para que comenzara mi labor nuevamente.

Por supuesto que no dudé en hacerlo y pronto estaba nuevamente en mi prisión axilar disfrutando de aquello que se había transformado en un cebo para mí. No podía detenerme, era como si dependiese del olor y el sabor de su sudor. Después de un rato ya había eliminado la mayor parte de su transpiración. Busqué espuma de afeitar, le lavé las axilas y lo rasuré. Ahora estaban totalmente limpias y lisas, pero sin el más mínimo olor. Así no me gustaban.

Después de ese encuentro siempre lo esperaba después de llegar de trabajar o del gimnasio. Una vez lo hicimos cuando terminó de pintar en su casa. Esa vez me gustó muchísimo porque su olor era rancio ya que se había añejado durante todo ese día.

En otra oportunidad me dijo que había comprado un concentrado que originalmente es usado para alimentar los caballos, pero los que entrenan lo usan para estimular el crecimiento de la masa muscular. Yo no entendí en un principio, él me explicó que el olor que despediría por sus axilas después de entrenar sería mucho más fuerte pues transpiraría esa sustancia, la cual, por cierto, era muy olorosa. Subimos al piso superior de su casa y comenzó a entrenar con pesas. Yo estaba más que desesperado pues deseaba acostarme una vez más con él y rendirme ante sus axilas. Después de 2 horas de entrenamiento me dijo:

  • Ven, ahora sabrás lo que es bueno

Nos fuimos a su cuarto y se quitó su camiseta, la cual estaba como si le hubiese caído una lluvia encima. Cuando me le acerqué me di cuenta que tenía razón: Su olor era más fuerte y por tanto, más excitante que nunca. Entonces me dijo:

  • Espera, no tan rápido, las cosas buenas se hacen esperar.

No entendí lo que quiso decir y menos aun cuando buscó una soga y me amarró fuertemente los brazos al copete de su cama. Después se puso cerca de mí, levantó sus brazos y me dijo:

  • Ven, mis axilas te esperan

Cuando traté de acercarme, no pude hacerlo porque estaba atado a su cama, entonces me dijo:

-Quieres chuparme las axilas, pero no puedes, estás atado, ja, ja, ja.

-Desátame, por favor.

-No lo haré, a menos que...

-¿A menos que?

-A menos que me lo ruegues.

-Te lo ruego, desátame

-No, sígueme rogando

-Por favor, papito, no me hagas esto, desátame, ¿Sí?

-No, todavía no quiero y mira lo que te estás perdiendo, me dijo señalando sus axilas

-¿Por qué me haces esto?

-No te daré lo que quieres si no me ruegas.

-Haré lo que quieras con tal de chupar tus axilas.

-Quiero que llores, que me lo pidas de la manera más humillante exista

Entonces comencé a pedirle más y más veces, al rato solté unas lagrimas, no muchas, pero fueron suficientes para que él se accediera a mis súplicas.

Willy me desató y besé y chupé sus transpiradas axilas. El concentrado les había dado un olor más fuerte que de costumbre y además muy característico.

Comprendí que me había transformado en un esclavo y que dependía de mi macho y sus olorosas axilas, como si ello fuese una droga. Si me falta lo que tanto me gusta siento una especie de Síndrome de Abstinencia, el cual combato con masturbación. Pero al llegar mi macho me descargo siempre, pues me da su manjar sudoroso diariamente.