Las decisiones de Rocío - Parte 4.
Continúa la velada... ¿Cómo transcurrirán las cosas? ¿Conseguirá Alejo salirse con la suya?
Lunes, 29 de septiembre del 2014 - 12:10 AM - Rocío.
"¿En serio Benjamín está agobiado con nuestra relación? Si es así, ¿por qué no me ha dicho nada? Siempre hemos hablado las cosas, siempre hemos tratado nuestros problemas cara a cara, ¿por qué ahora prefiere poner distancia entre nosotros en vez de solucionar las cosas frente a frente?"
"¿Es por el sexo? ¿Tiene miedo de que me enfade porque todo se reduce al sexo? Si él me lo pidiera, nuestra vida sexual mejoraría un montón, ¿pero por qué no lo hace? ... ¡No! !No! No debería estar pensando en todo esto, Alejo no tiene razón, nuestro único problema es ese maldito trabajo, y yo tengo que apoyar a Benjamín, porque me necesita más que nunca en estos momentos tan difíciles".
"Pero... si fuera verdad... si Alejo tuviera razón... ¿Puedo hacer algo yo para mejorar las cosas?"
—¿Y cómo lo hago? —dije sin mucha seguridad. El alcohol ya me estaba haciendo efecto, ya no era sólo un exceso de alegría lo que me estaba provocando. Las palabras de Alejo tenían cada vez más sentido para mí, y por más que quería contradecirlas, no se me venía nada a la cabeza, estaba completamente desarmada.
—¿Cómo hago para demostrárselo? ¿Cómo hago para tomar las riendas? ¿Cómo hago para convertirme en la mujer que él espera? Nunca supe cómo iniciar las relaciones... Siempre que lo hago es porque lo noto a él con ganas, y eso me desinhibe un poco... Pero hacerlo yo... porque salga de mí... Me muero de la vergüenza con sólo pensarlo
—Rocío, yo puedo ayudarte con eso, pero para eso voy a necesitar que confíes plenamente en mí. —respondió.
—¿Ayudarme? ¿Cómo?
—Tu problema es la vergüenza, ¿no? Bueno, tenemos que intentar que la pierdas.
—¿Cómo? —volví a preguntar.
—Bueno, es muy importante que sepas que esto va a requerir de mucha paciencia por tu parte, y que no se te va a pasar de un día para el otro. ¿Cuál es el único inconveniente? Que parece que Benjamín no va a hacer mucho acto de presencia en los próximos días. Pero no te preocupes, porque aparecer, va a aparecer, segurísimo, y tenemos que hacer que cada momento que vayas a pasar con él, por diminuto que sea, cuente.
—¿Estás diciendo que me le insinúe apenas lo vea? Imposible...
—No, boluda, no te estaría ofreciendo mi ayuda si fuera tan fácil.
—¿Entonces?
—Mirá, antes que nada, quiero aclarar algunas cosas para que no haya malentendidos. No quiero que te hagas una idea equivocada de lo que te voy a proponer, no me gustaría que se arruinara todo esto que tanto trabajo nos costó reconstruir —dijo en un tono súper serio—. Primero, quiero que tengas muy en cuenta que yo acabo de salir de una relación muy dolorosa, y que todo esto va a ser muy difícil para mí, pero que quiero hacerlo de todas maneras porque no quiero que termines igual que yo.
—¿Pero a qué te refieres...?
—Segundo —me interrumpió—, yo mañana, o pasado, o la semana que viene a más tardar, voy a salir por esa puerta, y es muy probable que no nos volvamos a ver en mucho tiempo. En cuanto consiga trabajo y me vuelva a estabilizar, me voy a ir bien lejos de esta ciudad, quiero dejar atrás todos los recuerdos dolorosos que tengo en este lugar.
—No te sigo... —fue lo único que atiné a decir. No sabía por qué se había puesto tan melodramático.
—Y tercero, vos vas a marcar todos los límites, yo no voy a tocarte ni un pelo si vos no querés.
—¿Tocarme? No te sigo, Ale. Me está costando entender todo esto que me estás diciendo, así que vé al grano, por favor.
—Rocío, es vital que confiés en mí si querés que todo esto salga bien —volvió a decirme muy seriamente—. ¿Qué me decís? ¿Confiás en mí?
—Sí, confío en ti, pero no entiendo por qué tanto misterio, dímelo de una vez.
—Tenés que practicar conmigo, Rocío, hacer como si yo fuera Benjamín, es la única opción.
Antes de que me soltara todo ese discurso, me había tumbado boca arriba en el sofá. Me empezaba a sentir mareada y no quería volver a montar una escenita como la de navidades. Aun así, escuchaba atentamente lo que me decía. ¿Practicar con él? ¿Hacer como si él fuera Benjamín? Sí, escuchaba atentamente, pero de ahí a procesar bien la información, había un mundo, el alcohol me tenía en un estado semi-inconsciente.
—¿Hacer como si tú fueras Benjamín? No te entiendo...
—Tenés que ir perdiendo la vergüenza poco a poco, Rocío. Lo ideal sería que practicaras con el propio Benjamín, pero como no está acá, y como tenemos que aprovechar cada minuto que vayas a pasar junto a él, tenés que hacerlo conmigo.
—¿Hacer el qué? —dije prácticamente sin inmutarme.
—Practicar, Rocío, practicar. Tenés que practicar conmigo todos esos movimientos que harías para acercarte a tu novio.
—¿Qué? Si no puedo hacerlo ni con él, ¿cómo voy a hacerlo contigo? —argumenté.
—Bueno, por eso se llama práctica, no te voy a pedir que te acuestes conmigo, ni que me beses, ni ninguna cosa rara...
—¿Entonces? —pregunté, estaba bastante descolocada.
—A ver, repasemos por enésima vez... Tu problema es la vergüenza, te da muchísima vergüenza acercarte a tu novio si no es él el que se propone primero, ¿no? Bueno, si vamos poco a poco y con mucha paciencia, después no te va a costar nada intimar con él.
—Pero para practicar contigo voy a tener que ponerme muy cariñosa, y eso no me sale natural, además de que eso también me da muchísima vergüenza —añadí. No me cerraba para nada la idea.
—Justamente por eso, Rocío, vamos a hacer que pierdas esa vergüenza, que es lo que te está trayendo tantos problemas. Además, ya te dije, vos vas a marcas todos los límites.
—¿Pero se supone que tengo que intimar contigo? Pero yo no quiero hacerlo... —todo esto lo decía con los ojos entrecerrados, me estaba costando mucho mantener la consciencia.
—No vas a intimar conmigo... A ver... ¿Cómo te lo explico...? —dijo, al parecer armándose de paciencia—. Obviamente, contacto tiene que haber, pero, vuelvo a repetir, esos límites los marcás vos.
—¿Contacto? ¿Contacto de qué tipo? —Estaba completamente segura de que iba a declinar su oferta, pero por alguna razón quería que terminara de exponer su plan.
—Bueno, abrazos, caricias, ya sabés, contacto soft. Pero, repito, hasta donde vos quieras, y yo no te voy a tocar ni un pelo, creo que esa es la mejor forma para curarte.
Me parecía todo súper irreal, hasta hacía unos minutos, nunca me había siquiera planteado si mis problemas con mi novio eran por culpa de nuestra vida sexual, y ahora estaba discutiendo con mi amigo de la adolescencia formas para desinhibirme. Pero no, no había manera de que pudiera aceptar eso, además no estaba convencida de nada de lo que habíamos hablado esa última hora, y Benjamín se merecía un voto de confianza, había hecho demasiado por nuestra relación como para que yo dudara de sus intenciones a las primeras de cambio, y ni el alcohol ni nada iba a hacerme cambiar de parecer. Así que me incorporé como pude, y dije:
—Te lo agradezco, Alejo, sé que no tienes ninguna intención rara conmigo y que todo esto lo haces desde la bondad de tu corazón, pero todavía creo que mi relación con Benjamín se sigue caracterizando por esa confianza mútua que siempre hemos tenido, y no me parece justo desconfiar de él ahora que más me necesita. —dije serenamente, y de la forma más sobria posible.
—Está bien, Rocío, no voy a decir nada más, no quiero que pienses que tengo algo en contra de Benjamín, todo lo contrario, me abrió las puertas de su casa sin conocerme y todavía me sigue dejando quedarme acá. Quizás fue que me dio un ataque de confianza y por eso te quise contar las cosas cómo las veo yo desde afuera.
—No pasa nada, vienes de salir de una relación muy dolorosa, por eso debes estar viendo todo con malos ojos, pero no pasa nada, yo sé que lo haces por mi bien.
—Sí, debe ser eso...
—Bueno, creo que me voy a dormir ya, que mañana tengo que madrugar para hablar con Benjamín.
—Ok, dejá que te ayudo.
No hablamos más nada esa noche, la velada había concluído mucho mejor de lo que se hubiese podido esperar cuando Alejo sacó el tema de mi relación con Benjamín. Sí, igual yo tenía muchas ganas de dejar las cosas ahí, primero porque me estaba sintiendo bastante incómoda, y segundo porque quería evitar hacer alguna estupidez por culpa del alcohol.
Una vez en la cama, me puse a pensar en las ganas que tenía de que llegara el día siguiente para poder hablar con Benja, quería escuchar su voz y que me volviera a decir que todo iba a salir bien. De alguna manera, todo lo que me había dicho Alejo esa noche seguía retumbando en mi cabeza, por eso necesitaba hablar con mi novio para tranquilizarme un poco.
No tardé mucho en quedarme dormida.
Lunes, 29 de septiembre del 2014 - 12:50 AM - Alejo.
—Se terminó todo, no puedo creer cómo mierda fui tan pelotudo de proponerle algo como eso. La tenía en mis manos, ¡la concha de mi madre!
Trataba de mantenerme calmado, pero tenía ganas de romper todo. Ahí se había escapado mi oportunidad de ganarme a Rocío, y todo por dejarme guiar por la cabeza de abajo.
—¡Qué pelotudo, por dios!
Estaba muy nervioso y pensaba en muchas cosas a la vez, no podía tranquilizarme. Sabía que era muy probable que a la mañana siguiente viniera el payaso ese a decirme que tenía que irme ahora que estaba recuperado. Y no podía contarles la verdad, primero porque no me iban a creer, y segundo porque aunque lo hicieran, el tipo no iba a permitir que me quedara cuando estaba siendo perseguido por una mafia organizada.
Estuve dando vueltas en la cama toda la noche, apenas pude dormir, me sentía condenado en toda la extensión de la palabra...
Lunes, 29 de septiembre del 2014 - 10:50 AM - Rocío.
"You're way too beautiful girl, that's why it'll never work"
—¡Ro! ¡Buenos días!
—Buenos días, Benja. Te noto bastante animado hoy.
—Je, es que adelantamos muchísimo trabajo anoche, y pude dormir unas seis horitas. ¿Y tú cómo estás?
—Bien, bien. Me desperté a las ocho hoy, pensé que me ibas a llamar temprano, como ayer.
—¡Lo siento! Tendría que haberte dejado un mensaje o algo...
—No te preocupes, igual aproveché para hacer algunas cositas de la casa.
—Te dije que no te exijas demasiado. Ya falta poco para el viernes...
—Benja, hablando de eso, me gustaría ir mañana mismo a que me quiten la escayola.
—¿Eh? ¿Y eso tan de repente?
—Es que ya no me duele la pierna, puedo pisar perfectamente, y me siento muy frustrada al no poder hacer las cosas por mí misma.
—Faltan cuatro días nada más, mi amor, ¿no puedes aguantar hasta el viernes?
—No, además me da mucho asco cuando meto la mano y siento los pelitos... Te digo que ya estoy bien, ¿para qué alargarlo más? Yo pido la cita, no hace falta que vengas...
—No digas tonterías, ¿quién te va llevar si no voy yo?
—Noelia, ayer hablé con ella.
—¿Noelia? ¿Apareció?
—Sí, ya te contaré... Bueno, ¿qué me dices?
—No sé, Rocío, quería hablar personalmente con el médico...
—No soy una cría, Benjamín, soy capaz de entender perfectamente las explicaciones de un médico.
—No dudo que puedas entenderlas, lo que dudo es que vayas a contármelas después.
—Sí, claro...
—Mira, mañana a la mañana voy para casa y te llevo yo mismo al hospital, tú encárgate de pedir la cita..
—Pero, ¿y el trabajo?
—No te preocupes por eso, hoy entro a las tres, y con el trabajo que adelantamos anoche, hasta capaz pueda ir a pasar la noche a casa, pero no te prometo nada...
—¡¿En serio?!
—Te dije que no prometo nada, no adelantemos acontecimientos. Tú hoy pide la cita, y ya me dices por mensaje a qué hora te la dieron.
—Está bien. Gracias, mi amor, tengo muchísimas ganas de verte.
—Yo también, mi vida, y lo sabes... ¡Ah! Antes de que se me olvide, ayer hablé con Alutti, el de los pisos en alquiler...
—Ah, ¿sí? ¿Y qué te dijo?
—Bueno... Me dijo que la que maneja todo el asunto de los pisos es su mujer, pero resulta que hasta el viernes no puede hablar con ella...
—¿Y tú crees que se lo vaya a alquilar?
—Alutti es un buen hombre, siempre me ayudó desde que estoy en la oficina, no creo que me diga que no...
—Entonces... hay que esperar hasta el viernes...
—Sí...
—Y... ¿te parece bien a ti?
—No sé... Dime si te parece bien a ti...
—Bueno... Sí, si no hay más alternativa... No me gustaría que se quedara en la calle por cuatro días de nada...
—Entonces está bien, que se quede hasta el viernes.
—Pero... ¿tú estás de acuerdo?
—Sí, ¿por qué no lo iba a estar? Ya te dije que si tú confías en él, entonces yo también. Además, te está ayudando mucho según dices, ¿no es así?
—Sí, así es.
—Bueno, pues eso. Te dejo mi amor, Rabuffetti quiere ir a desayunar afuera. Si voy a la noche, te aviso, ¿ok?
—Sí, Benja, te amo.
—Yo también te amo, y recuerda, ya queda un día menos para que termine todo esto.
—Lo sé, mi amor, hasta después.
—Adiós.
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•
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Eran más de las ocho de la noche y todavía Benjamín no había vuelto a llamar. Ya había pedido la cita para el médico, y se lo había hecho saber por mensaje, y desde entonces estaba mirando mi móvil a cada rato esperando su respuesta. No tenía muchas esperanzas de que viniera esa noche a casa, pero igual, siempre está ese cosquilleo que te hace mantener la ilusión hasta el último segundo.
Alejo, por su parte, no había salido de su habitación en todo el día más que para picar algo en la cocina y para ir al baño, se veía desanimado, pero no le pregunté el motivo ni tampoco me interesaba, en ese momento, en mis pensamientos sólo había lugar para Benjamín, y no quería arriesgarme a que me volviera a envenenar la mente en su contra.
Ya liberada completamente de los efectos del alcohol, le di muchas vueltas a lo que había sucedido la noche anterior, pero no pude entender ni explicar por qué Alejo me había dicho todas esas cosas sobre mi novio. Aunque lo que más me molestaba de todo, era que yo había entrado en su juego, dudando de Benjamín y llegando incluso a pedirle ayuda. Me daba mucha vergüenza recordar todo lo que había dicho, y también las respuesta que había dado a su propuesta indecente... "Pedirme que intime con él, vaya sinvergüenza...". Por eso había dudado cuando mi novio me preguntó si estaba de acuerdo con que se quedara.
Finalmente, Benjamín no me respondió al mensaje, ni me llamó. No cené esa noche, me fui a la cama triste y sin ganas de nada. Tenía la esperanza de que al menos viniera al día siguiente para llevarme al hospital, ya que si no, estaba perdida, porque Noelia empezaba a trabajar justo ese día y no tenía a nadie más que me pudiera llevar.
Me costó bastante conciliar el sueño, y lo peor es que lo hice pensando en todo lo que había dicho el idiota de Alejo.
Martes, 30 de septiembre del 2014 - 03:30 AM - Alejo.
—Tú eres tonto, de verdad...
—No me hinchés las pelotas, ¿podés prestarme la guita o no?
—Es que, no sé... ¿Cómo se lo explico después a Roberto?
—Lucía, por favor, ustedes treinta mil euros es lo que dejan de propina a los camareros en cualquier lugar. Están forrados en plata...
—Roberto revisa todo, y cuando digo todo, es todo. Imagínate cómo me tiene de controlada desde que descubrió lo nuestro.
—Lucía, en serio, es cuestión de vida o muerte, literalmente. Sos mi última esperanza.
—Lo siento, Alejín, no puedo hacer nada por ti, te deseo toda la suerte del mundo.
—¡No! ¡No cuelgues! ¡La puta que te parió!
Desahuciado, absolutamente desahuciado.
Martes, 30 de septiembre del 2014 - 08:50 AM - Rocío.
—Ro.
—Mmmm...
—¡Ro!
—Déjame...
—¡Despierta, dormilona!
Abrí los ojos muy despacio, todavía un poco pegados por las lagañas, y entonces lo vi. Me incorporé de un salto y lo abracé con todas mis fuerzas. Por fin había vuelto...
—¡Mi amor! —grité—. ¡Creí que no ibas a venir!
—¿Cómo no voy a venir? Si te lo prometí.
—Es que anoche no llamaste —decía yo sin soltarlo.
—Ya sé que te dije que a lo mejor venía, pero fue imposible, cada día nos encontramos con más y trabajo, y por más que adelantemos, no avanzamos nada.
—Está bien, no pasa nada, lo importante es que has venido.
—Bueno, a y media tenemos que estar en el hospital, y ya son casi las nueve. Va a ser mejor que te vayas preparando —dijo mientras se levantaba de la cama con intención de dejarme sola.
—No, vamos a quedarnos un ratito aquí, juntos, que tenemos tiempo de sobra —le dije cariñosamente.
—Tenemos media hora, Ro, vamos a hacer las cosas bien —me respondió.
—Bueno, pero no te vayas, ayúdame a vestirme —dije, cosa poco habitual en mí, pero es que quería aprovechar cada segundo a su lado, no quería que se fuera.
—No me voy a ningún lado, tonta, voy a estar afuera preparando el desayuno. Me avisas cuando estés lista.
—Benja, ¿qué te parece si llamo al hospital y les digo que me cambien la cita para más tarde?
—Ro... —suspiró.
—¡Sí! Hace muchos días que no nos vemos, quiero estar contigo a solas más tiempo...
—Eso es poco serio, Ro. Además, ¿no estabas tan desesperada por quitarte ya la escayola?
—Puedo aguantar unas horas más si es por ti...
—No digas tonterías. Vamos, vístete que se nos hace tarde.
Y sin más, salió por la puerta, dejándome con cara de idiota. No entendía para nada lo que acababa de pasar, no sabía a qué había venido esa actitud tan fría cuando él siempre había sido tan cariñoso por las mañanas conmigo, tratándome como una reina y cumpliéndome todos mis caprichos matutinos. Me quedé unos segundos en la cama, enfadada, como una niña pequeña que le acababan de decir que tenía que ir al colegio sí o sí. Pero, cuando caí en cuenta de lo largo que era el día, me levanté casi de un salto. Benjamín me podía tener preparada más de una sorpresa para celebrar nuestro reencuentro.
No lo llamé cuando terminé de prepararme, hice todo por mi cuenta, como venía siendo habitual, quería demostrarle que era verdad que ya me encontraba en perfectas condiciones.
Cuando llegué al salón, estaba esperándome con una jarra de zumo de naranja y unas tostadas en la mesita de café frente a la televisión. Él estaba bastante inquieto; cuando no miraba el reloj, miraba el móvil, y si no, bebía un poco de zumo, después volvía a mirar el móvil o el reloj. Yo intentaba no pensar, ni analizar nada, porque pensar me había traído muchos problemas últimamente, y por eso no quería seguir llenando mi cabeza de humo. Pero era difícil, me estaba empezando a dar la sensación de que Benjamín no quería estar ahí conmigo, o que no debía, pero que se sentía en la obligación de hacerlo de todas formas.
"¡No!", pensé enseguida. Sacar conclusiones precipitadas no me iba a servir de nada, tenía que mantenerme firme en la decisión que había tomado de confiar en él, y si se había tomado la molestia de venir a casa sólo porque yo se lo había pedido, entonces era que las cosas estaban mejor que nunca entre nosotros.
—Venga, Ro, come algo rápido y vamos saliendo, que ya sabes lo que tarda ese ascensor en subir.
—Sí —le respondí con la mejor cara que pude poner—. ¿A qué hora tienes que entrar al trabajo?
—Por la tarde, sobre las tres o las cuatro. Igual, tú no te preocupes por eso, hoy lo que importa es tu salud, y me quedaré contigo el tiempo que sea necesario.
"Wooo, wooo, wooo, Sweet Child O' Mine"
—¿No vas a responder? —le dije al escuchar su móvil sonar.
—No, no... No es nada importante —me contestó, aunque me pareció que sin mucha seguridad— Bueno, vamos saliendo, ¡que ese yeso no se va a quitar solo!
—Sí, vamos.
Y salimos para el hospital...
Lunes, 29 de septiembre del 2014 - 8:30 PM - Benjamín.
—Mauri, es el señor Schweizer, desde la estación, ¿te lo paso?
—Sí, bueno, ahora estoy ocupado, dile que llame mañana a primera hora, que lo atenderé con gusto.
—Dice que es urgente, que o contestas ahora, o que te olvides.
—¡Pero me cago en la puta! ¡Ponme al puto guiri! ¡Clara, tráeme el archivador con los papales de Berlín!
—Enseguida, señor.
—¡Pero date prisa, muchacha! Es que me cago en Satán, ni un puto minuto de tranquilidad en todo el maldito día. ¡Romina! ¡¿Me vas a pasar la puta llamada o no?!
Quería encontrar el momento adecuado para preguntárselo, pero no había manera, además estaba demasiado nervioso, y no quería que me mandara a la mierda. Le había dicho a Rocío que a lo mejor iba a poder ir esa noche a casa, y, aunque si bien no se lo había asegurado, sabía que la idea le había hecho mucha ilusión y no quería volver a decepcionarla. Mis esperanzas se debían a que, la noche anterior, Mauricio nos había dejado irnos a casa temprano, y a lo mejor ese día también podía hacer lo mismo, ya que teníamos mucho trabajo adelantado y nos lo podíamos permitir. No quise aparecerme por casa esa noche que había pasado, porque mi jefe nos avisó cerca de la una de la mañana que podíamos irnos, y si iba a esa hora, que seguramente Ro estaría durmiendo, se despertaría, y yo sabía cuánto le costaba dormirse por culpa de esa maldita escayola.
Esperé unos minutos a que Mauricio se tranquilizara y me acerqué despacito, como si pasara por ahí de casualidad.
—Oh, hola Mauri, tú por aquí... —dije un poquitín nervioso.
—¿Qué dices?—dijo mirándome seriamente—. Si este es mi despacho.
—Jajaja, claro, ¡qué tonto!
—Venga, Benjamín, di lo que tengas que decir —me dijo, mirándome fijamente.
—¿Qué?
—Me vienes a pedir que te deje ir a casa esta noche, ¿verdad? —no sabía cómo, pero este hombre siempre se enteraba de todo.
—¿Eh? ¿Yo? —intenté hacerme el desentendido—. Sólo pasaba por aquí y...
—Venga, hombre, creo que hay confianza entre nosotros, no hace falta que te andes con rodeos si quieres pedirme algo.
—Ya, Mauri —dije finalmente—, pero es que no es fácil hacer una petición tan egoísta cuando todo el mundo está trabajando tan duro. ¡Ojo! Yo también estoy muy centrado en el trabajo, pero es que...
—Lo sé, Benjamín, lo sé. Pero me gusta que las relaciones con mis empleados sean, dentro de la estricta profesionalidad, de confianza mútua. Así que, si quieres pedirme algo, lo haces y punto, no soy ningún ogro.
—Bueno... ¿Entonces puedo irme esta noche a casa? Tengo adelantado un montón de trabajo y...
—No. Ahora lárgate de aquí que estoy de mierda hasta el cuello.
Misión infructuosa. Mauricio fuera del trabajo era un pan de dios, pero cuando estábamos en la oficina podía llegar a ser un verdadero hijo de puta.
Cuando salí de su despacho, me di cuenta que su secretaria Romina y una becaria de 24 años que se llamaba Clara, se reían por lo bajo. Evidentemente habían escuchado la conversación que acababa de tener ahí dentro con mi jefe. "Ya les vas a tocar a ustedes lidiar con él", pensé.
Tres horas después, aproximadamente a las doce menos cuarto de la mañana, por segundo día consecutivo, Mauricio nos dijo a todos que podíamos irnos a casa. Pegué un salto de la emoción y empecé a guardar mis cosas a toda velocidad, ya me estaba imaginando la cara que pondría Rocío al verme, porque todavía era temprano y sabía que podía cogerla despierta, pero...
—¡Mañana a las 9 los quiero a todos aquí! Se vienen unos días bastante pesados y mientras más trabajo saquemos adelante, mucho mejor. Por eso los dejé irse temprano estos dos días, para que estén frescos para lo que se viene. Además, mañana es un día muy importante, pero ya hablaremos sobre eso. ¡Ahora a tomar por culo de aquí!
Se me vino el mundo abajo, se suponía que al día siguiente tenía que llevar a Rocío al hospital, no me esperaba que me cambiaran los horarios a último momento. No podía volver a decepcionarla, pero tampoco podía permitirme perder el trabajo, así que, nuevamente, me volví a ver en la situación de tener que elegir entre mi vida privada y mi vida profesional... Pero siempre fui un cobarde... Eran las tres de la mañana y estaba en la casa de mi compañero Rabuffetti rellenando papeles y escribiendo cartas en el ordenador. El plan era adelantar todo lo que pudiera esa noche para que al día siguiente la bronca de Mauricio fuera un poco más leve. Obviamente, no iba a dejar tirada a mi novia, no esta vez.
No iba a poder dormir casi nada o absolutamente nada, pero todo sacrificio era poco para poder ver esa preciosa sonrisa en la cara de Rocío.
—Me cago en mi vida...
Martes, 30 de septiembre del 2014 - 01:50 PM - Rocío.
—¡Espera, Rocío! ¡A ver si te vas a volver a hacer daño!
—¡Cállate! ¡Soy feliz! —Le respondí con alegría. Si bien el doctor me había recomendado seguir guardando reposo, a mí no me importaba absolutamente nada. Por fin volvía a ser libre y ya no iba a tener que depender de nadie para hacer lo que quisiera.
—¿Adónde vamos ahora? ¡Tengo ganas de ir al centro comercial, aunque no compremos nada! ¡Vamos!
—E-Espera, Rocío —dijo a la vez que me frenaba sujetándome del hombro.
—¿Qué pasa?
—Que tengo que irme a trabajar...
—¿Ya? Pero si no son ni las dos...
—Sí... pero me acaba de mandar un mensaje Mauricio para que vaya —me respondió, cosa que me pareció rara, porque conozco muy bien el tono que suena cuando a Benjamín le llega un mensaje, y estaba segura de que esa mañana no lo había oído en ningún momento.
—Me habías dicho que hoy entrabas a las tres o a las cuatro...
—Sí, ya, pero ya sabes cómo es Mauricio, no es la primera vez que me cambia el horario.
—"Hoy lo que importa es tu salud", ¿eh? —Le reproché en un tono apagado. Me había dicho a mí misma que no iba a pelearme con él pasara lo que pasara, pero la situación me estaba superando.
—Lo siento, Ro... —dijo en un tono todavía más apagado que el mío.
—No pasa nada —le respondí con una sonrisa poco sincera—. Vámonos.
—Está bien...
Durante el camino, él trataba de entablar conversación conmigo, pero yo sólo le respondía con monosílabos y desganada. No quería estar de esa manera con él, porque sabía que cuando llegáramos a casa, no lo volvería a ver hasta a saber cuando. Pero no podía evitarlo, no entendía por qué había estado tan histérico todo el día, como si nuestro reencuentro no hubiera significado nada para él. Era evidente que me estaba ocultando algo, pero no sabía qué era...
Me sacó de mis pensamientos cuando nombró a una persona de la cual me había olvidado por completo.
—Me imagino que ya le has contado a Alejo sobre lo del piso...
—¿Eh? —lo miré con sorpresa. Al estar sumida en mis pensamientos, tardé en asimilar la pregunta.
—¿Qué? ¿No se lo has contado todavía? No me digas que ya se ha ido, esta mañana no lo he visto por casa...
—No he tenido la oportunidad de decírselo todavía... Y no, no se ha ido, lleva desde ayer encerrado en el cuarto de invitados, y sólo sale para comer e ir al baño.
—¿Qué? ¿No me habías dicho que te había estado ayudando con la casa?
—Y lo ha hecho, lo ha hecho.
—¿Y qué le pasa entonces?
—No lo sé, quizás sea por lo de su prometida o lo de esos matones, no debe ser fácil superar tantas cosas a la vez.
—Sí, puede ser... Bueno, llegamos.
—¿Mañana nos veremos? —pregunté sin muchas esperanzas.
—No lo sé, mi vida, no lo sé...
—Bueno, que te vaya todo bien hoy, dale saludos a Mauricio de mi parte —dije de forma gentil.
—Se los daré, mi amor. No te olvides que cada vez queda menos para que volvamos a nuestro ritmo de vida normal. Te amo.
—Yo también te amo —y cuando dije eso, me quedé unos segundos más en el coche esperando que me diera un beso de despedida, pero ni siquiera amagó con hacerlo. Entonces no dije nada más, bajé con la mejor de mis sonrisas, y se marchó al trabajo.
Mientras esperaba a que llegara el ascensor, la conversación que había tenido con Alejo dos noches atrás, volvía a hacer eco en mi cabeza...
Martes, 30 de septiembre del 2014 - 2:20 PM - Benjamín.
Cuando llegué a la oficina, el ambiente estaba igual que siempre, gente corriendo de un lado para otro y gritos por doquier. Algunos me saludaron y otros simplemente estaban demasiado ocupados como para girarse a saludarme. Me tranquilicé al ver que todo estaba bien, parecía que mi ausencia no había alterado el ritmo de trabajo.
—¿Benjamín? —me llamó alguien a la vez que me tocaba el hombro por detrás.
—¡Lourdes! —grité con sorpresa.
—¡Sí! —respondió ella con alegría y dándome un abrazo.
Lourdes era una vieja compañera de trabajo y también amiga mía. Habíamos trabajado juntos mi primer año en la empresa. Fue ella la que me guió durante todo ese tiempo y la que me enseñó a desempeñar mi trabajo de una forma por la que siempre fui elogiado. En definitiva, se podía decir que era mi mentora.
Lulú, como la llamaban los que más confianza tenían con ella, que ya debía rondar los 30 y pocos años, era una chica más bien bajita, de 1.65, y con un cuerpo normalito, pero con todo en su lugar. Aunque, sin duda alguna, lo que más pasiones despertaba en la oficina era su belleza; Una hermosa sonrisa de labios finitos, acompañada por unos penetrantes y grandes ojos verdes que combinaban de manera perfecta con su larga cabellera rubia. Más de una pelea se había generado entre los trabajadores por sus encantos, aunque ella siempre trató de mantenerse al márgen de todo eso, nunca le gustó sobresalir.
El día que anunció a todos que se casaba y que se iba a vivir a Munich con su pareja, a media planta se le vino la vida abajo, y no sólo a aquellos que se sentían atraídos físicamente por ella, sino también a los que la querían por su forma de ser, por su alegría y su siempre buena predisposición para ayudar a los demás, y porque también era como una maestra para todos ellos. Lourdes, a pesar de su corta edad, era la mejor empleada de la empresa.
—Vaya, Lourdes, tanto tiempo... Creí que no te iba a volver a nunca.
—Y yo, y yo. Pero la vida da muchas vueltas, y... ¡aquí me tienes de vuelta!
—¿En serio? ¿Vuelves a la empresa?
—¡Pues sí! Esta mañana he tenido una reunión con Mauricio y, en fin, hoy es mi primer día, je.
—¡Qué bien! No sabes la alegría que me da el volver a tenerte de compañera. Pero, ¿por qué has vuelto?
—Verás, Benji, no terminé de acostumbrarme mucho al ritmo de vida alemán, ni tampoco a los alemanes, y mucho menos al idioma, jaja. No sé ni cómo aguanté dos años allí...
—Entiendo... ¿Y tu marido? No debió ser fácil para él volver a dejar su país.
—Es que no lo dejó, él se quedó en Munich.
—¿Eh? ¿Lo han dejado?
—Dejado no, demasiado lío todo el trámite, pero digamos que nos hemos dado libertad para "proceder" como queramos. Pero no se lo digas a nadie, por favor, no quiero que los buitres me empiecen a rondar de nuevo, ya me entiendes, je.
—Claro, sí... Pero vaya, nunca pensé que fueras a terminar de esta manera, tú que siempre has sido de analizar bien las cosas y tomar las decisiones correctas.
—Ya, pero bueno, será que soy buenas para unas cosas y para otras no tanto, ¿no te parece?
—Será, será. Y, joder, Lourdes, estoy anonadado con tu regreso, ¿o debería llamarte Lourditas? Como ahora eres mi subordinada, jaja.
—¿Subordinada?
—¡Benjamín! ¡Acompáñame a mi puto despacho!
Estaba tan a gusto hablando con Lulú que me olvidé por completo que me había saltado más de cinco horas de trabajo. Pero ya estaba el bueno de Mauricio para recordármelo...
—No se lo ve muy contento, ¿qué has hecho? —me preguntó ella.
—Ya te contaré... Deséame suerte.
Sinceramente, no estaba asustado, pero si un poco temeroso. No creía que Mauricio me fuera a despedir, me había dicho en más de una ocasión que yo era un activo muy importante en la empresa. Pero si se habían enterado 'los de arriba', entonces sí podía estar metido en un problema...
—Siéntate —me dijo al entrar.
—Mauri, déjame explicarte. Resulta que...
—No, te callas y me dejas hablar a mí —dijo cortante. Estaba bastante enfadado—. Ayer dije claramente que hoy era un día importante, y te lo pasaste por el forro de los cojones.
—No, Mauri, déjame explicarte.
—¿Qué me vas a explicar?
—Hoy Rocío tenía cita con el médico para quitarse la escayola, y no tenía quién la llevara, no tuve más alternativa... ¡Pero me quedé toda la noche adelantando trabajo y...
—¿Y por qué no me lo dijiste?
—Ayer me mandaste a tomar por culo, Mauri...
—Pero si no ibas a venir de todas formas, ¡me lo hubieses dicho y ponía a otro para que hiciera tu trabajo! A duras penas pude cubrirte las espaldas cuando vinieron los de arriba.
—Y te lo agradezco, pero hoy mi novia me necesitaba de verdad, no quería arriesgarme a que me dijeras que no y me amenazaras...
—¿Amenazarte? ¿Cuándo te he amenazado yo? —dio un largo suspiro, y luego prosiguió—. Mira, vamos a dejarlo ahí... Pero ya no te voy a dejar pasar ninguna más, ¿eh?
—Gracias por tu comprensión, Mauricio, en serio —Y me levanté para marcharme.
—¿Adónde vas? —me detuvo enseguida.
—A trabajar...
—No, no. Tú espera aquí, ya vuelvo —y se fue. La cosa había salido bastante bien, había estado tan nervioso por nada. Mauricio siempre me había ayudado cuando lo había necesitado, no sabía por qué no le había dicho la verdad desde un principio.
—Pasa, por favor —Dijo, y la persona a la que le hablaba resultó ser Lourdes.
—Hola de nuevo, Benji —me saludó un poquito cortada.
—Hola, ¿qué pasa, Mauri? —respondí.
—A partir de hoy vuelves a trabajar para ella. Últimamente te veo bastante distraído, y como de mí sudas como de la mierda, ella va a ser la que te vuelva a poner en vereda —dijo, así, sin más.
—Espera un momento, Mauricio, ¿me estás degradando de puesto?
—Tranquilo, vas a seguir cobrando lo mismo, pero ahora vas a tener un jefe directo al que rendirle cuentas sobre tu trabajo, y ya no vas a tomar las decisiones.
—No sé si te entendí bien, ¿ya no lidero el grupo de trabajo que formé yo?
—Así es. Vas a ser la mano derecha de Lourdes.
—Eh, Mauri, ya te he dicho que no tengo problema en.. —intervino ella, pero el bigotudo no la dejó terminar.
—No, la decisión ya está tomada, y ya no hay nada más que hablar, pueden irse.
No era una mala noticia del todo, ya que me llevaba muy bien con Lourdes y nos entendíamos perfectamente a la hora de trabajar, pero ahora ya no iba a poder disponer de mi tiempo de trabajo como a mí me pareciera, y además ella era muy estricta para esas cosas.
—Lo siento, Benji, no era mi intención que te jodieran así... —Dijo preocupada.
—Y tú qué ibas a saber, Lu. Me lo he ganado, por no dar la cara cuando tengo que darla.
—"Lu..." Hacía mucho que no me llamaban de esa manera, jaja.
—Igual que a mí "Benji", y no me quejo.
—Jajaja, mejor, ya te vas a quejar bastante en estos días.
—Que Dios me proteja...
—¡Venga! ¡A trabajar!
El tablero estaba dispuesto y las fichas ya se movían. Sólo deseaba con todas mis fuerzas que esos cambios no afectaran a mi vida personal, o al menos no para mal, porque las cosas no estaban como para complicarlas más.
—Manos a la obra, pues... —y nos dispusimos a continuar con el trabajo pendiente.
Martes, 30 de septiembre del 2014 - 7:00 PM - Rocío.
—Me gustaría hablar más tiempo, nena, pero mañana me levanto a las 5, y sabes que me gusta dormir muchas horas...
—Ya lo sé, Noe, y gracias, me hizo muy bien hablar contigo.
—¡Como me vuelvas a dar las gracias te abofeteo! ¡Ya te dije que para algo soy tu hermana!
—Jaja, gra..., ¡te quiero, reina!
—Yo también, princesa, y me alegro que ya puedas caminar, esa silla de ruedas mataba todos tus encantos.
—¡Qué dices!
—¡Sí! No te lo quise decir, pero estuviste horrible todo estos días en esa maldita silla, ni te molestabas en arreglarte, quizás fue por eso que Benjamín se sumergió en su trabajo, porque mataste todo tu erostismo, jajaja.
—Jeje. Bueno, me voy, mañana hablamos.
—Buenas noches, hermanita, que descanses.
"Otra.... Como si no tuviera suficiente con el idiota de Alejo..." pensé. Había estado toda la tarde dando vueltas a todo, a absolutamente todo, y cuando me sentí aturdida fui al piso de mi hermana, para calmarme un rato. No fue del todo como esperaba la charla, porque tampoco le conté todo lo que pasaba por mi cabeza, pero sí me había ayudado a no terminar de volverme loca. Básicamente, lo que terminé sacando de esa charla con Noelia, era que tenía que ser paciente y sacar las conclusiones cuando Benjamín terminara con esa prueba de supervivencia llamada 'trabajo' que el destino le había puesto.
Cuando entré a casa, vi que seguía igual que cuando me había ido, parecía que Alejo no había salido de la habitación en todo el día. No tenía ningunas ganas de hablar con él, seguía enfadada, pero ya era hora de decirle lo del piso del compañero de Benja, no podía seguir estirándolo más. Me dirigí al cuarto de invitados y toqué la puerta.
—¿Se puede? —pregunté.
—¡Sí! ¡Pasá! —respondió de inmediato. Cuando entré, estaba sentado en la cama ordenando su ropa y metiéndola en su mochila —. Hola, Ro. ¡Epa! ¡Te sacaron el yeso! ¡Qué alegría, che!
—Sí, jeje, he ido esta mañana...
—¡Qué bueno! Ya no tenés que depender de nadie ahora —añadió. Me percaté que detrás de él había una montaña bastante grande de ropa. No entendía como podía caber todo eso en una mochila que, a simple vista, no parecía tan grande.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté, señalando la pila de prendas.
—Acomodando todo, creo que es hora de que me vaya ya, no quiero ponerlos en la fea posición de tener que echarme por la fuerza.
—Espera... —dije antes de dar un largo suspiro—. ¿Te acuerdas que Benjamín dijo que hablaría con un compañero suyo? Bueno, de momento no ha podido avanzar mucho con el tema, pero el viernes va a haber novedades, puedes quedarte hasta entonces.
—¿En serio? ¿No voy a ser una molestia? —preguntó con los llenos de ilusión, tanta que incluso me pareció tierno.
—Sí, "pelotudo", y no te pongas en plan víctima porque te lo quito a golpes.
—Perdoná, pero no puedo evitarlo, no sé cómo voy a hacer para pagarles todo lo que están haciendo por mí... Son unas personas maravillosas —dijo mientras se limpiaba las lágrimas de los ojos.
—Ven aquí, tonto —dije a la vez que me sentaba al lado suyo y le daba un abrazo. Cada vez que pasaban cosas como esa, despertaban los recuerdos de mi adolescencia y no podía evitar sentir un cariño inmenso por él.
—Te quiero mucho, Ro, gracias por ser tan buena conmigo.
—¡Si me vuelves a dar las gracias por algo te abofeteo! —respondí emulando a mi hermana, acto seguido nos echamos a reír—. Bueno, ¿no tienes ganas de cocinarme algo rico? ¡Hay que festejar que ya no soy una coja!
—¿Te gusta el curry? Bueno, arroz con curry sería.
—¡Sí! ¡Perfecto!
—Listo, entonces ya tenemos menú, ¡vamos!
Sí, los enfados se me pasaban rápido a mí, fueran de la magnitud que fueran. Pero me hizo bien "amigarme" nuevamente con Alejo, ya que no me convenía estar sola, si me volvía a encerrar en mi cuarto, seguramente iba a volver a pensar en cosas que no debía, y a él ya le había quedado claro mi posición con respecto a Benjamín, por eso iba a poder estar bien y alegre con él, porque no creía que volviese a insistir con el tema.
Terminamos de comer y fregamos los platos juntos, cuando terminamos con eso, nos sentamos en el sofá a ver un poco de televisión. Casi no hablamos de nada en todo ese proceso, durante la cena nos habíamos reído mucho y parecía que habíamos agotado los temas de conversación. Cuando se hicieron las 11 de la noche, mi móvil empezó a sonar.
"You're way too beautiful girl, that's why it'll never work"
—¿Sí? —respondí—. ¿Benja?
—Hola, Ro, buenas noches.
—¿Cómo estás? —pregunté, y me levanté para irme a mi cuarto, despidiéndome de Alejo con la mano.
—Bien, bien, con un poco de sueño, estoy tomando unos cafés con los compañeros —me respondió, cosa que pude corroborar al escuchar unas risas bastante masculinas al otro lado.
—Ah, ¿y por qué llamas? —me interesé.
—Tenía ganas de escuchar tu voz... Y también te quería pedir perdón por lo de hoy...
—¿Perdón por qué? Me acompañaste al hospital, hiciste lo que tenías que hacer —le dije, haciéndome un poquito de rogar. Yo sabía a qué se refería en verdad.
—No, me porté muy mal contigo, y te traté feo, y sé que a ti te gusta que te ponga atención cuando estamos juntos, pero es que el trabajo me tiene loco, Ro, me tiene loco... —dijo, denotando desesperación en su voz. Me estaba empezando a sentir mal conmigo misma.
—Benja... —sólo atiné a decir.
—Te necesito ahora más que nunca, mi amor, necesito saber que cuento con tu apoyo, todavía falta lo más difícil, pero sé voy a poder superarlo si estás a mi lado...
—Reconozco que hoy me hiciste sentir mal, pero no por eso voy a dejar de apoyarte, mi vida, sabes de sobra que voy a estar a tu lado siempre —le dije con toda la sinceridad del mundo.
—Es lo que necesitaba escuchar, princesa, muchas gracias por aguantarme... (¡Vamos, Benja! ¡Mauricio ya está chillando!) —escuché del otro lado—. Bueno, me tengo que ir. Te llamo mañana a la mañana, ¿ok?
—Vé tranquilo, cariño. Hasta mañana, te amo mucho.
—Yo también, princesa, adiós.
—Adiós.
Me quedé mucho más tranquila al hablar con él, y eso sumado a que también me había vuelto a amigar con Alejo, la noche terminó de llegar a la perfección.
Estaba muy feliz, tanto que me puse a hacer la croqueta en la cama mientras abrazaba un almohadón. Entonces se me antojó abrazar a Benjamín, así que me acerqué a la que era su mesita de luz, y agarré el portaretratos que tenía una foto de él abrazándose conmigo en la puerta principal de la universidad. En ese momento, volví a sentir, después de varios días, que las cosas iban a salir bien, que con mucha paciencia y amor, todo iba a volver a la normalidad en un abrir y cerrar de ojos.
—Ya se está haciendo tarde, creo que me voy a dormir —me dije. Dejé el marco en su lugar, y entonces vi algo que antes no me había dado cuenta que estaba ahí, era una carpeta del trabajo de Benja. La cogí, y leí la tapa: "Última quincena de septiembre". Ese día había sido 30, el último día del mes, y Benjamín se la había olvidado en casa, por lo tanto no habría podido poner ahí lo que fuera que tenía que poner ese día. Pero, igualmente, quise cerciorarme. Eran unos papeles azules adjuntos con grapas a unos amarillos, y había catorce, por lo que sospeché que cada uno era por cada día de la quincena. Más allá de eso, no sabía si eran borradores o comprobantes, pero no me interesaba, quería saber si Benja se iba a meter en un problema por habérselos olvidado.
Saqué los primeros papeles, sin desordenarlos, lógicamente, y me puse a chequearlos. Pero no entendía nada, era como chino para mí, no tenía ni idea qué eran ni para qué servían, así que decidí abortar la misión de ayuda. Pero cuando iba a guardarlos, me di cuenta que en los papeles amarillos adjuntos, habían unos apartados interesantes: "Horas estipuladas" y "Horas extras". Supuse que eran las horas que estaba trabajando Benjamín por día, o sea, algún tipo de comprobante sellado para que constaran sus horas de trabajo. Sabía que me iba a poner furiosa al ver el explotamiento al que estaban sometiendo a mi novio, pero igual quise verlo. Me centré en los del 27 de septiembre en adelante, que eran los días en los que había comenzado la tortura:
• 27 de septiembre - Horas Estipuladas: 08:00-16:00 - Horas Extras: 16:00-07:00 del 28.
—Qué animales... 23 horas... Eso debería ser denunciable... —decía en voz baja llena de odio e indignación. Luego pasé a la siguiente página.
• 28 de septiembre - Horas Estipuladas: 15:00-23:00 - Horas Extras: 23:00-00:45 del 29.
—¿Una menos cuarto? No puede ser... Eso fue antes de ayer, y él me dijo que se quedó toda la noche. Vaya, Benja, por eso después te ven la cara de tonto, porque te quitas horas tú mismo, bobito —volví a decirme en voz baja. Luego volví a pasar página.
• 29 de septiembre - Horas Estipuladas: 13:00-21:00 - Horas Extras: 21:00-23:45.
—¿Otra vez? Pero...
Volví a revisar los papeles, e incluso los de los días anteriores, a ver si al final resultaba ser un error común, o si me había equivocado yo y esas fechas eran de otra cosa, o si esos papeles no eran de él y eran de algún compañero suyo... Pero no, todo estaba en orden, y todas las fichas estaban firmadas por el propio Benjamín. Además, él era muy perfeccionista con su trabajo como para cometer el mismo error dos días seguidos, y tampoco se hubiese dejado timar horas que bien se había ganado cobrar.
Me quedé sentada en la cama con las hojas en las manos y con la mirada perdida, Intentando buscar una explicación a por qué me había mentido. Barajé varias opciones, aunque cuando las pensaba bien, me daba cuenta que eran todas absurdas; como, por ejemplo, que no quería conducir de noche, o que le hacían sellar esos papeles y después lo obligaban a seguir trabajando... Pero no, no tenían sentido porque ya era algo normal, incluso desde antes, que volviera de noche a casa, y tampoco creía que Mauricio lo obligara a trabajar gratis, él podría ser un verdugo y un tipo que me caía mal, pero era un hombre con principios.
"¿Por qué? ¿Por qué no viene a casa entonces? ¿Por qué me está mintiendo? ¿Por qué?"
Quería confiar en él, de verdad que quería creer que tenía una razón de bien, pero cuando juntaba todas las piezas, lo único que sacaba era que no venía porque no quería...
—¿Acaso hay otra mujer? —me pregunté en voz alta. Benjamín nunca había sido ese tipo de hombre, no quería creer que fuera ese el problema—. ¿Por eso hoy no paraba de sonar su móvil? ¿Por eso hoy no dejaba de mirar el reloj?
Y entonces recordé esas palabras...
¿No te parece raro que al principio haya estado tan reacio a que yo me quedara, y que de un momento a otro haya aceptado? ¡Porque vio una oportunidad única para escapar unos días!
—Una oportunidad... Pero... ¿por qué? Si somos felices juntos...
"¿Vos te creés que es fácil para él tener a una mujer tan hermosa a su lado y no poder hacerla suya cuando lo necesita?"
"Igual vos no te diste cuenta, pero Benjamín debe sufrir mucho cada día pensando que nunca vas a convertirte en la mujer que él espera".
"Benjamín es como todos", "está frustrado porque vos no lo hacés feliz a él".
—No... Sí... Es verdad... —Todo eso que me había dicho Alejo aquella vez, ahora tenía sentido para mí, y esta vez no era por culpa del alcohol. Me había prometido borrar esa noche de mi cabeza, pero ahora me resultaba prácticamente imposible no recordarla —. Pero yo lo quiero, soy muy feliz a su lado...
"¡Y demostráselo, pelotuda! ¿No te das cuenta que la influencia de tus padres todavía está presente en vos?"
—Puedo hacerlo... Estoy dispuesta a cualquier cosa por él...
Me levanté de la cama y me quité la ropa de calle que llevaba puesta. Abrí el primer cajón de la cómoda y saqué el primer pijama que encontré, en este caso uno rosita de dos piezas con el pantaloncito corto. No estaba muy segura de lo que estaba a punto de hacer, estaba aturdida y me estaba dejando llevar por mis emociones, pero no me importaba nada, mi relación estaba en juego.
Con decisión, abrí la puerta y me dirigí hacia el salón, donde presumía que estaba Alejo. Terminé de cruzar el pasillo y, efectivamente, ahí estaba él, sentado en el sofá con la tele encendida. No daba la sensación de que estuviera viéndola, estaba más bien sumido en sus pensamientos, perdido en sus propios problemas. Pero, repito, no me importaba nada...
—Ale... —lo llamé.
—¿Rocío? Pensé que te habías ido a dormir, ¿qué pasa?
—De acuerdo...
—¿De acuerdo qué? —me preguntó extrañado.
—De acuerdo... Quiero que me ayudes a perder la vergüenza... Quiero practicar contigo.
Miércoles, 15 de octubre del 2014 - 4:00 PM - Benjamín.
—Qué día de mierda, santo cielo. La verdad es que preferiría volver a trabajar 24 horas seguidas a tener que seguir teniendo que soportar al asqueroso de Barrientos.
Acababa de salir de la oficina ya en mi segundo día de horario estabilizado, sin horas extras ni explotaciones de ningún tipo. No obstante, el trabajo seguía siendo un dolor de huevos tremendo, y todo por culpa del supervisor del nuevo proyecto que nos habían asignado a mi equipo... bueno, al equipo de Lulú y a mí.
Ya estaba llegando a casa, quería aislarme de los problemas del trabajo al menos por unas horas, tenía ganas de ver a mi querida novia y que me alegrara el día con su hermosa sonrisa.
Apenas entré en el apartamento, lancé el maletín al sofá que tenía más cerca, y también la chaqueta. Grité hasta tres veces el nombre de Rocío, pero no hubo respuesta, cosa que me extrañó, porque suponía que a esa hora tenía que estar en casa. Seguí llamándola, tenía muchas ganas de verla, el día había sido espantoso. Entonces la escuché por fin, estaba en el cuarto de baño.
—¿Rocío? ¿Estás ahí? —pregunté acercándome a la puerta lo máximo posible.
—S-Sí... —dijo con un tono de voz casi inaudible.
—¿Ro? ¿Estás bien? —volví a preguntar.
—Sí... E-Estoy... un poco indispuesta... nada más —respondió entrecortadamente, como si estuviera recuperando la respiración.
—¿Te traigo un vaso de agua o algo?
—No... En serio... Estoy b-bien, no... te preocupes. ¡Ay! ¡Ah! —eso último habían sido quejidos, y justo después se escuchó un ruido fuerte.
—¿Qué fue eso? ¿Estás bien? ¡Déjame entrar! —grité asustado.
—¡No fue nada! ¡E-En serio! En un rato salgo, espérame en... —dijo sin terminar la frase, se había callado de una forma bastante antinatural.
—¿Que te espere dónde? Me estoy empezando a asustar, Rocío. Si te pasa algo, dímelo, no tengas vergüenza —insistí. Y entonces escuché como empezaba a correr el agua de la ducha —¿Te vas a duchar?
—Benjamín, espérame en el salón, por favor, no me siento cómoda contigo aquí escuchando lo que hago dentro del baño —ahora su tono de voz se había normalizado, aunque la ducha abierta no me dejaba escuchar del todo bien.
—Está bien... Voy a preparar algo para que merendemos, te espero ahí —dije haciendo caso a su petición, pero no me volvió a responder.
Me resultó muy extraño todo, desde los pequeños quejidos que había soltado, hasta de cómo abrió la ducha tan repentinamente mientras hablaba conmigo. Sin necesidad de pensarlo demasiado, di por hecho que se trataba de algún tema íntimo, ella siempre había sido muy tímida a la hora de hablar de esas cosas, y pensé que quizás había sido por eso. Pero, igualmente, por alguna razón, llámenlo presentimiento o instinto, sentía que sucedía algo más...
No quise seguir invadiendo la privacidad de mi novia, y por eso me fui a la cocina a preparar la merienda. Esa singular escena que acababa de tener lugar, no iba a estropear la hermosa velada que tenía planeada para mi bella Rocío y para mí.
—¡Vamos allá! —dije con determinación, a la vez que me comía una buena cucharada de nocilla.