Las decisiones de Rocío - Epílogo.

Ha pasado poco más de un año desde los acontecimientos en el garaje... ¿Será capaz una simple y amena conversación en la cama de despejar todas las dudas que nos asaltan respecto a nuestros protagonistas?

Sábado, 26 de diciembre del 2015 - 23:45 hs. - Noelia.

• • •

—¡Aaahhh! ¡Aaahhh! ¡Aaahhh...! Joder... Dios... Qué locura... ¿Q-Qué haces? ¡Quita, coño!

—Venga... Un besito nada más.

—¡Que no, que te quites de encima!

—Vaya carácter...

Cada semana lo mismo, cada polvo igual, que si beso por aquí y que si abrazo por allá... Al tío se le había metido en la cabeza que éramos algo más que 'sólo sexo' y, por más borde que fuese con él, no había manera de hacerle creer lo contrario.

—Haz lo tuyo... ¡Vamos!

—¡Oh, sí, capitán! ¡Mi capitán!

Un tira y afloja constante que, generalmente, terminaba con uno de sus magistrales cunnilingus o con algún simpático intento de hacerme la pelota. Y, ¿qué puedo decir? En ese momento de mi vida no necesitaba mucho más para ser feliz.

—No me voy a aburrir nunca de escucharte correrte —decía, chulo como él solo, mientras se recostaba en su lado de la cama y se encendía un cigarro.

—Pues a ver si me dejas hacerlo a mí primero alguna vez, porque vaya tela —le respondí yo, intentando bajarlo un poco del poni, aunque la realidad dictara que quedaba igual de satisfecha de una u otra forma.

—¿Qué quieres que te diga? —dio una calada—. Yo es que lo intento, pero es difícil teniendo delante a una diosa como tú...

—Ahora va a ser mi culpa que seas precoz.

—¿Precoz? —rio—. Tampoco es que no aguante ni treinta segundos... De los quince minutos no bajo, y bien que te hago gritar como una perra, pechitos de caram...

—¡Que no me llames así! —grité, enfadada, y le di un cojinazo en la cara.

—¿Perra o pechitos de...?

—¡Luciano!

—¡Vale, ya paro!

El cabrón me hacía enfadar mucho, pero mucho. No había día que nos viéramos y no terminara pegándole con algo. En la cama era una fiera, pero en personalidad era todo lo contrario de lo que yo esperaba de un hombre. Algo así como una versión mía pero en masculino. ¿Cómo podía pretender que tuviera una relación más allá de lo sexual con él?

Bueno, al menos algo así se habría preguntado esa versión mía de unos años atrás.

Esa nueva yo, esa nueva Noelia, se conformaba con tener a alguien capaz de animarla cuando sufría alguno de sus ya típicos altibajos emocionales. Esa nueva yo, esa nueva Noelia, se conformaba con tener a alguien capaz de tranquilizarla cuando se veía superada con lo que tenía que en casa. Esa nueva yo, esa nueva Noelia, se conformaba con tener a alguien que estuviera ahí para ella cuando lo necesitara. Y él siempre estaba ahí, él siempre respondía al instante... Así siempre, desde que me ofreció su hombro cuando me hizo falta alguien con el que poder compartir mi carga... Así siempre, desde que me cogió de la mano y entró conmigo a la farmacia para comprar la píldora del día después... Así siempre, desde que me esperó seis meses hasta que estuve lista para poder volver a intimar con un hombre... Así siempre, desde que me demostró que no volvería a estar sola mientras él estuviese cerca.

Así era esa nueva yo, esa nueva Noelia, una mujer que se conformaba con tan poco como tener a su lado al hombre que llevaba más de un año siendo su héroe particular día sí y día también.

Aunque, me reservaba el derecho de hacerme la difícil... Nunca está de más que se arrastren un poco por ti.

—Bueno... —dijo, entonces—. ¿Tienes todo ya comprado para la cena?

—¿Otra vez con eso? —suspiré—. Ya sabes que no va a haber cena, pesado.

—¿Pero has intentado convencerla? El otro no me puso ninguna pega.

—Ya me ha dicho que no, Lucho. No le voy a insistir.

—¡Que quiero pasar Nochevieja contigo, joder!

—¡Tu lo que quieres es salir después de la cena y exhibirme delante de tus amigotes!

—¡Pero si ya todos saben que te estoy foll...! —se detuvo, sabía muy bien que mis miradas asesinas venían acompañadas de dolor—. Ya todos saben de lo nuestro...

—¿Lo nuestro? No existe ningún "lo nuestro".

—Vale, de acuerdo, no existe ningún "lo nuestro" —rodó los ojos en un gesto de condescendencia—. Aun así, quiero pasar la Nochevieja contigo.

—Que no se puede, Luciano. Vale ya.

Entendía su enfado, y su tristeza, porque a mí también me hacía mucha ilusión pasar una noche tan importante junto a él. Pero aquel año había sido demasiado duro y nos había costado muchísimo recuperar la normalidad en nuestras vidas como para arriesgarlo todo con un reencuentro que no sabíamos cómo podía salir. Tanto sudor, tantas lágrimas, tantas noches sin dormir... No quería volver a pasar por todo ese infierno de nuevo. Ya tendríamos tiempo de hacer cosas juntos, ya fuera en su picadero, al que llevábamos yendo ya unos tres o cuatro meses, o en cualquier otro sitio...

—¿Es por él? —preguntó de repente—. ¿No quiere que Benjamín lo conozca?

—¿Qué? —fruncí el ceño en señal de sorpresa—. ¿A quién te refieres?

—Al tío ese del que me hablaste.

—¿El tío ese...? ¿Aitor? ¡Pero si Aitor es sólo un amigo! ¿Por qué no iba a querer que lo conozca?

—No sé... —se encogió de hombros—. Ella sabrá...

—Que no hay nada entre Rocío y Aitor, Lucho... El chico simplemente nos ha estado echando una mano.

—Les alquila un pedazo de piso por la mitad de su precio, les sube la compra y les baja la basura todos los días, les hace de chófer... O quiere algo con ella o quiere algo contigo. Y contigo no creo porque nadie en su sano juicio se atrevería siquiera a intentar mirarte a cualquier lugar que no fueran los ojos.

—Qué tonto que eres, en serio... Es lo que debe tener pensar con el pene, tu cerebrito no debe concebir que un hombre pueda ser amable con una mujer sin esperar terminar en la cama con ella.

—Ahora mismo está con ella, ¿no? —preguntó de nuevo, con esa suficiencia en la cara que daban ganas de arrancarle a puñetazos.

—¡Pues claro que está con ella, gilipollas! —me harté, al final—. Sabes de sobra que todavía no me atrevo a dejar a Rocío a solas con...

—Y también hace de niñera... Tiene cojones la cosa.

—Oye, que mi hermana también tiene derecho a intentar rehacer su vida, ¿sabes?

—¡Toma! ¡Lo has admitido!

—No he admitido nada, pesado. Sólo digo que, en caso de que Rocío quisiera tener algo con el chico ese, es cosa de ella y sólo de ella... Y si no quiere ver a Benjamín para no volver a despertar según qué fantasmas, también me parece entendible.

—Si yo no digo que no... pero...

Me daba mucha rabia cuando hacía eso de poner cara de cordero degollado... Me daba mucha rabia porque cualquier otra persona me produciría asco, pero él no, él me causaba ternura, y no quería sentir esas cosas, yo nunca había sido así de cursi.

Pero no, no me iba a dejar convencer... No después de todo lo que nos había costado recuperarnos de aquella reunión. No después de todo lo que nos había costado que Rocío recuperara las ganas de levantarse por las mañanas. No después de todo lo que nos había costado que Rocío volviera a recuperar el apetito. Un año había pasado ya, un año y a Rocío todavía se le nublaban los ojos cuando se acordaba de él. Un año en el que no sólo había perdido al amor de su vida, sino también a sus padres y la posibilidad de rehacer su vida con alguien de su edad. Bastante mal me había sentido cuando le comenté lo que quería hacer Luciano en Nochevieja y vi su carita... Pero ella tuvo la valentía de mirarme a los ojos y decirme que no. Y a mí con eso me bastaba para no seguir insistiendo.

—Me ha dicho que quiere conocerla —dijo, luego de encenderse un nuevo cigarro—. Que, a pesar de todo, le gustaría conocerla.

—Me estás vacilando, ¿no? —me levanté de la cama y fui a por una cerveza, porque sabía que la cosa se iba a poner calentita.

—¿Vacilarte por qué? Cuando le comenté lo de la cena, me dijo que le parecía una buena oportunidad para conocerla.

—Estoy flipando... Ahora mismo estoy flipando —dije, mientras abría la lata y daba un buen trago.

—¿Tan raro te parece? Igual él lo ve como una manera de cerrar una etapa.

—La etapa la cerró cuando decidió mandar a mi hermana a tomar por culo, Luciano. No me toques los ovarios, te lo pido por favor.

—No te enfades, Noe —intentó acercarse, conciliador, pero lo aparté de un empujón—. Tú sabes tan bien como yo que Benjamín acudió a esa reunión con la intención de perdonarla y volver con ella...

—¿Otra vez con ese cuento?

—¡Pero si es la verdad! ¿O ya no recuerdas la sonrisa de tonto que se le quedó cuando la volvió a ver después de tantos días? ¿O la carita de osito amoroso con la que estuvo mirándola hasta que...?

—Que sí, Luciano, que la culpable de todo es Rocío —estallé, al fin—. Rocío es la culpable por haber ido con la verdad por delante en vez de colarle una mentira con la que tendría que haber vivido toda la vida... Venga, ¿qué más?

—¿Por qué siempre terminamos igual? —dijo él, torciendo el gesto—. No estoy echándole la culpa a nadie, lo único que digo es que es comprensible que Benjamín tomase esa decisión luego de conocer toda la verdad... Al igual que Rocío no hubiese podido vivir tranquila si le mentía, él tampoco lo hubiese podido hacer criándole el hijo al tipo que casi le arruina la vida.

—¡Valentina! —bramé—. ¡Se llama Valentina! Y no tenía que criarla, sólo tenía que darle el apellido. Con ese simple gesto hubiese evitado que mis padres defenestraran a Rocío. Que no le han vuelto a dirigir la palabra desde entonces, Luciano... Ni siquiera estuvieron el día del parto. Y todo porque no nos quedó más remedio que decirles la verdad...

—Pero, vamos a ver, Noe... —tomó aire y siguió—. ¿Estás diciendo que Benjamín tenía que reconocer a un hijo que no era suyo sólo para que tus padres se quedaran contentos?

—No lo simplifiques tanto, ¿vale? No es nada agradable que tus padres te digan que estás muerta para ellos. Sólo tenía que darle el apellido, del resto nos haríamos cargo nosotras...

—No sé, Noe... No es tan fácil como parece... Entiendo lo que dices, pero para Benjamín hubiese sido como atarse a una persona a la que quería olvidar para siempre... Ya sé que no suena nada bonito decirlo así, pero darle su apellido a Valentina habría sido como dejar latente una conexión entre ellos, cosa que Benjamín quería evitar a toda costa...

—Era un pequeño sacrificio a cambio de que mi hermana no terminase de sumirse en la mierda, Luciano... Ella no dudó cuando tuvo renunciar volver a casa para que mis padres no denunciaran a Benjamín por malos tratos, ¿sabes? Tuvimos que gorronearle el techo a mi amiga Aura porque Rocío siempre puso los intereses de Benjamín antes que los de ella.

—Joder, Noe... Qué menos, ¿no? —rio, pero endureció el gesto ante una nueva mirada fulminante mía—. De todas formas, yo creo que Rocío se equivocó al ser tan sincera... Tú me entiendes.

—Ya... —me encogí de hombros y di un nuevo trago a mi cerveza—. Eso fue algo de lo que hablamos largo y tendido antes de la reunión. Intenté convencerla de muchas maneras de que era mejor obviar según qué detalles, pero ella se mantuvo firme hasta el final en que Benjamín lo supiera todo...

—Y bastante bien reaccionó, creo yo... Me imagino lo que hubiese hecho yo en su lugar y me doy hasta miedo.

—Sí, reaccionó bien, pero igual la mandó a tomar viento embarazada de dos meses.

—Bueno... Lo hecho, hecho está... —dijo, otra vez en tono conciliador, buscando un nuevo abrazo que también rechacé—. ¿Se puede saber por qué estás tan arisca?

—¡Porque me tiras de la lengua y me haces quedar como la mete mierda a mí! Sabes bien que, a pesar de todo, a Benjamín lo sigo queriendo como si fuese un hermano... Pero todo esto de que ahora quiere conocerla... me toca mucho la moral.

—Da igual, tonta... Ven —insistió, aun sabiendo que la mecha todavía estaba lejos de apagarse.

—¡Que dejes de tocarme y me digas de una vez qué pretende con toda esta mierda!

—¡Que no lo sé, joder! —vociferó él ahora, bastante enfadado también—. ¡Si yo tampoco lo entiendo! ¡Sólo estoy buscando una excusa para pasar Nochevieja contigo, porque me tienes loquito perdido y porque quiero terminar el año junto a la persona que amo, cojones ya!

Ahí iba de nuevo. Ahora podría narrar que abrí los ojos como platos, o que mis mejillas adquirieron una poderosa tonalidad rojo tomate, o que me eché a llorar y salté a sus brazos para fundirnos en el beso más romántico y apasionado que jamás había dado en mi vida... Pero no, ni por asomo. El muy tonto me soltaba una de esas cada vez que discutíamos por el tema y la cosa terminaba calentándose más de lo necesario. Era algo así como su forma particular de intentar evitar el enfrentamiento, o de calmar las aguas, o de cambiar de tema... Y a mí... ¿qué quieres que te diga? A mí eso me hacía muchísima gracia.

—Anda, ven aquí —le dije, ofreciéndole cobijo entre mis brazos, intentando aguantarme la risa.

—Ya estamos otra vez... ¿Por qué te ríes? —preguntó él, con el entrecejo muy fruncido.

—Por nada, por nada... ¿Vienes o no? Mira que no siempre vas a tener una oportunidad como esta.

—Vale... Pero voy muy enfadado, que lo sepas.

—Que sí, que sí...

A fin de cuentas, podíamos pelearnos, podíamos insultarnos y discutir sobre Rocío y Benjamín, pero, al final del día, ambos sabíamos lo muy enamorados que estábamos el uno del otro, por más énfasis que pusiera yo en intentar ocultar la parte que me correspondía. Y estábamos muy bien así, sin etiquetas, sin catalogarnos de una forma en particular... No lo necesitábamos. Nos bastaba con saber que simplemente éramos Noelia siendo Noelia y Luciano siendo Luciano.

Y, lo más importante de todo, era que ambos éramos plenamente conscientes de la responsabilidad que conllevaba el estar juntos. Una responsabilidad con la que tendríamos que cargar durante mucho tiempo y que, en más de una ocasión, tendríamos que poner por encima de nuestra propia relación.

—Lucho... —le dije, entonces—. Sabes tan bien como yo que lo mejor es que Rocío y Benjamín no vuelvan a verse nunca más, ¿no? O, por lo menos, no hasta que ambos hayan rehecho sus vidas...

—P-Pero... —¿hizo un pucherito?—, Rocío vive contigo y Benjamín conmigo... Así nunca vamos a poder hacer vida normal entre nosotros.

—Tenemos este pisito, ¿no? Bueno, lo tienes tú, que es tuyo.

—Si tú quisieras, lo mío también podría ser tuyo...

—¡¿Q-Qué cojones estás diciendo?! —tartamudeé, sin poder evitarlo.

—Te estoy vacilando, gilipollas.

—No te soporto.

—Ya lo sé.

—De todas formas... —proseguí—. ¿No me habías dicho que Benjamín está conociendo a una chica? Seguro que en nada lo tienes viviendo solo de nuevo.

—¿A una? —rio—. Desde que salió del pozo y recuperó un estilo de vida más o menos normal, el tío no ha parado de quedar con mujeres.

—Vaya... —no pude evitar arquear las cejas—. ¿Y eso? No lo veía a Benjamín... tan suelto.

—Bueno... Sebastián lo ha estado sacando un montón... Casi todas las chicas con las que ha quedado se las ha presentado él.

—¿Y ninguna de ellas es la chica esta que estaba tan preocupada por él aquél día?

—¿Clara? —rio de nuevo—. Qué va... Clara es muy especial para Benjamín, al igual que Lourdes y... bueno, ya te contaré. Ahora mismo lo que busca no tiene nada que con estas chicas.

—Vamos, que sólo quiere follar.

—Básicamente —carcajeó, de la nada—. Yo ya le he dicho que no se crea que van a estar toda la vida esperando por él, pero dice que no le importa, que hará lo que él crea conveniente.

—Eres una pésima influencia, Luciano.

—¡¿Y yo qué culpa tengo?! —exclamó, provocando un repentino temblor en toda la cama.

—¡Estate quieto, idiota! Que esta cama tiene como cien años...

—Lo siento...

—Volviendo al tema, te diría que me alegro por él —suspiré—, pero me da mucha envidia que se lo esté pasando tan bien y que Rocío se tenga que conformar con Aitor porque todos los tíos que se le acercan salen corriendo nada más oyen hablar de Valentina... Que sí, que Aitor es un buen chico y todo lo que quieras, pero es que es tan normalito físicamente...

—¿Y el otro? —preguntó, entonces, bastante interesado.

—¿Cuál otro?

—Ya sabes... El del... —no terminó la frase, pero levantó tres dedos para hacer evidente lo que ya era evidente y yo no supe ver.

—Ah... —entendí, finalmente—. Rocío cambió de número porque el tío no paraba de escribirle, con eso creo que te digo todo...

—¿Tan feo es? —rio de nuevo.

—Es un crío, Luciano... No tiene ni 19 años todavía... Y Rocío no está para hacer de niñera de nadie.

—Bueno... —dijo, entonces, incorporándose un poco y buscando darme un abrazo que, esta vez, no rechacé—. Yo creo que no deberías preocuparte tanto por eso... Conozco a más de uno que se cortaría una pierna con tal de tener una mujer como Rocío al lado... Ya le llegará uno bueno y guapo dispuesto a quererla con Valentina y todo.

—Ojalá, Lucho... Sería un mimo para su alma después de todo por lo que ha pasado...

—Por cierto... —tragó saliva y dudó un rato largo—. ¿Lo otro...? ¿Cómo lo lleva?

—¿Qué cosa?

—Lo que tú ya sabes... el llevar tanto tiempo sin...

—¿El llevar tanto tiempo sin follar? —arqueé una ceja—. ¿Por qué no lo dices directamente? ¿Tienes trece años acaso?

—Joder, Noelia... Es un tema delicado.

—Qué delicado ni qué hostias... —dije, terminándome mi cerveza y dejando la lata sobre la mesilla de noche—. Está bien, está normal... Rocío no es una ninfómana ni nada por el estilo.

—¿Y todo lo que sucedió mientras...?

—Ni lo menciones —lo frené, viendo por dónde quería ir—. A Rocío le hubiese pasado aquello con cualquiera que le hubiese echado dos polvos consecutivos... No es fácil criarse en una familia católica, Lucho... Rocío no sabía nada sobre su cuerpo y creyó que se había vuelto adicta al sexo porque se despertó un par de días con las bragas mojadas. Y está claro que ahí la culpa es mía por no haberle enseñado lo suficiente cuando comenzó a desarrollarse.

—Tú hiciste lo que pudiste, Noe —me dijo, abrazándome con un poco más de fuerza—. No es justo que te sigas mortificando por eso...

—No, si ya no me mortifico... Pero las cosas como son.

—Además —añadió, luego de darme un besito en la frente—. El que venga se encontrará a una Rocío mucho más madura gracias a ti, ¿no? O, por lo menos, eso es lo que me vienes dando a entender estos últimos días.

—Bueno... —dudé, acomodándome sobre su pecho—. No sé si más madura, pero sí mucho más relajada... ¿Cómo decirlo? Mucho más en paz consigo misma... Ha dejado de pensar tanto en ella, en que si quiere esto, o si quiere lo otro, y ahora sólo vive por y para Valentina.

—Entiendo... Un niño te cambia la vida de verdad. Incluso cuando no eres su madre, porque tú de golpe te has convertido en la tía más bella y feliz de la ciudad... —sonrió, regalándome un piquito que tampoco rechacé.

—Qué bobo eres... —sonreí yo también—. Mira cómo es el destino, que creía que no podría llegar a aceptar nunca a esa niña, y ahora es una de las dos... de las tres personas más importantes de mi vida.

—¿Tres? —rio él—. ¿Rocío, ella y...?

—Y Luna, que se pasa el día siguiéndome a todos lados.

—¿L-Luna? ¡Pero si Luna es una gata, dijiste personas!

—Tu puta madre entonces —me volví a enfadar y lo aparté de otro empujón—. ¿Por qué siempre tienes que arruinarlo todo?

—¡Insulto a mi madre! —exclamó, y comenzó a revolverse debajo de la manta—. ¡Hora de volver a la acción!

—¡¿Q-Qué?! ¡Sal de ahí! ¡Quita, bich...! Ay... Ah... Joder... Bueno, hazlo, pero luego pienso pegart... ¡Aaahhh! ¡Joder, Lucho! ¡Ayyy! ¡Lucho! ¡¡Lucho!! ¡¡¡Lucho!!!

Un día, un monstruo decidió meterse en medio de la única pareja perfecta que había tenido el placer de conocer en todos mis años de vida, y no descansó hasta destruirla por completo. Un año y poco después, tanto Rocío como Benjamín se encontraban transitando esa senda de redención que, eventualmente, los conduciría por sentidos opuestos. Si el destino decidía hacer que sus caminos volviesen a encontrarse o no, eso era algo que únicamente el tiempo nos sabría decir...

Lo único indudable, era que ambos habían pagado con creces por sus pecados, y que ambos merecían encontrar por fin esa paz que durante tantos meses les había sido esquiva. Y ahí estaríamos nosotros para ayudarlos a salir adelante, porque ya bastante habían sufrido, porque ya bastante los había castigado el mundo... porque ya bastante tenían con tener que olvidar para siempre al amor de sus vidas.

Sin embargo... la absolución no siempre llega para todos.

—Noe —dijo, de pronto, Luciano, luego de encenderse el tercer cigarro de la noche—. ¿Sabes algo de la sentencia? Porque en la tele ha salido todo lo relacionado con los nigerianos, pero de... de él no han dicho ni una sola palabra.

—¿Yo? ¿Y por qué tendría que saber algo?

—Porque sé que sigues en contacto con Ramón y esa gente...

—¡¿Cómo?! —me escandalicé, muy teatralmente—. ¿Me revisas el móvil, Luciano?

—No, tonta del culo... —resopló—. Te he escuchado hablar con ellos más de una vez estos últimos meses...

—¡¿Me has estado espiando?! —chillé ahora, llevándome las manos a la boca con el mismo énfasis de antes.

—Vete a la mierda —dijo, sin más, y se dio la vuelta hacia el otro lado—. Hasta mañana.

—No te enfades, tontito..

—No haces más que vacilarme todo el tiempo. No soy tu puchimbol.

—Que no, bobo —me incorporé un poco y le hice cucharita como pude. Luciano tenía la espalda muy grande—. Sí, sí que sé algo...

—¿Sí? ¿Te han contado algo?

—Sí... —suspiré, y le di un mordisquito en la oreja—. La última vez que lo vi, hace un par de meses, Ramón me dijo que lo tienen todo bajo control.

—¿Sólo eso?

—Sí... ¿Qué más querías?

—No sé... —se encogió de hombros—. Ha pasado ya más de un año y no sabemos prácticamente nada...

—Yo confío en ellos, Lucho... Si Ramón me ha dicho que lo tienen todo bajo control, yo no necesito saber más.

—Vale... —dio un largo bostezo—. Pero no me tomes más el pelo... no me gusta.

—Que no, bebé... —zanjé el tema, dándole un besito en la mejilla—. Duérmete.

—Vale...

—Hasta mañana... —le dije, justo antes de acercarme a su oído para susurrarle una última vez—,...amorcito.

—Hasta mañ... —se detuvo de golpe, y se dio la vuelta mientras yo hacía lo propio y me tapaba hasta la cabeza sin poder dejar de reír—. ¡¿Q-Qué me has dicho?! ¡Noelia! ¡No me puedes dejar así! ¡Noelia, cojones! ¡¡¡Noelia!!!

Aquella noche, me fui a dormir feliz y agradecida por tener a mi lado a un hombre como Luciano. Me fui a dormir tranquila sabiendo que la recuperación de Rocío marchaba viento en popa. Me fui a dormir contenta sabiendo que Benjamín había vuelto a vivir como tal. Me fui a dormir en paz conmigo misma al saber que todo, absolutamente todo, volvía a estar bajo control en mi vida.

Y cuando digo todo, me refiero a todo.

Ramón era plenamente consciente de que había información que no me podía dar en forma de palabras... pero también era plenamente consciente de que el secreto de sus ojos no pasaría desapercibido para mí.

Sí, todo, absolutamente todo, volvía a estar bajo control en mi vida.