Las cuñadas lujuriosas

El deseo sexual puede convertir a una mujer en una perra en celo y a otra en una lasciva maestra

LAS CUÑADAS LUJURIOSAS.

Deseos en familia 4. Siguen  las historias de la familia Pérez Linares, donde los deseos se van convirtiendo en realidades.

Una madre: Renata. Perra en celo.

Ahora, en la playa, tomando el sol, creo  que han sido las confidencias de mi sobrina Belén las que han encendido la mecha de mi actual estado tan sensual, tan excitable, cargada de deseos que hubiera creído que eran imposibles, por prohibidos, pero que me ponen caliente como una perra en celo.

Mi sobrina, hace tres días, se me acercó preocupada, queriendo hablar conmigo, la abracé como hacía cuando era pequeña y le pregunté qué le ocurría. Había cogido con Juan sin forro y tenía miedo de quedarse embarazada. La di una pastilla del día siguiente y una colección de preservativos para que los usaran.

Ser tan buena tía, tan compinche, hizo que se volcara en confidencias y ahí empezó este rumiar de sexo que me reconcome.

Belén es una copia de su madre, Marina, cuando era joven, mi amiga del alma, mi compañera de estudios y de confidencias. Fue a ella a la que confesé mi relación con su hermano que me volvía loca de alegría, y fue ella la que me contó cómo había sido su viaje de novios, donde Sebastián la cogía a todas horas como un obseso sexual, lo que a ella le encantaba. Su hija al tomarme por confesora de sus actividades amorosas me retrotraía a aquella época, cuando veía a Sebastián, mi cuñado como un supermacho.

Y eso me hace jugar ahora con él, me paso el día poniéndole caliente. Sé que le atraigo, que le gusto, a mí él no, pero me vuelve loca excitarle. Cuando estoy tomando el sol boca abajo, sin atar el bikini para que no queden marcas en la espalda, y noto que me mira, levanto un poco el torso para que vea mis lolas libres. Aprovecho cuando nos bañamos juntos en el mar para dejarme tocar, al principio lo hacía con disimulo, cada vez se atreve a más y a mí me encanta. Sé que luego coge a mi cuñada Marina como  una bestia en celo, y yo hago el amor con Genaro.

Mi marido es bueno follando, tiene esa mezcla de pasión, fuerza y delicadeza que nos gusta a las mujeres. Si tuviera que ponerle un punto negativo es que…..sólo lo he hecho con él, y en mis fantasías me gustaría hacerlo con otras personas y de otra manera, más salvaje, obligándome a hacer cosas que no debiera querer pero deseo .

Me gusta montarle como hice ayer por la noche, y sentirle dentro, y tocarme mientras su verga me recorre y jugar con ella con los músculos vaginales y ver como se va acelerando a medida que le llega la explosión y ponerme a su altura y llegar juntos.

- “Renata, ¿nos damos un paseo ligero antes de almorzar?.”- me propone mi suegro.

- A ponernos en forma, suegri. Vos mandas.”-

Me levanto, dejo la novela que estoy leyendo, un libro de Ellroy, un policial cargado de violencia y sexo y le agarro de la mano para empezar la caminata. A los 50 metros, al llegar al agua, nos soltamos y comenzamos a caminar a paso rápido por la arena donde  las olas que han roto nos lamen los pies.

Adoro a mi suegro, es un tipo mayor, pero guapo y fuerte, delgado con el pelo blanco, la piel tostada, nadie le echaría los casi 70 que tiene. Susana, su mujer todavía lo disfruta casi todos los días. A mi marido y a mí nos hace gracia cuando aprovechan para marcharse a coger en la siesta.

Siempre nos hemos llevado muy bien, yo trabajo con ellos en uno de los restaurantes y nos vemos casi todos los días, me encanta su autoridad , su poder , como logra que todo funcione, sin levantar la voz, sólo con pedirlo y una mirada que obliga a cumplir sus ordenes.

Llevamos media hora andando, nos hemos hecho unos tres kilómetros, toca volver. Antes un chapuzón.

Corremos hacia las olas y nos metemos de cabeza, estamos un rato en la zona donde rompen, es delicioso sentir el golpe del agua contra el cuerpo.

No se que me pasa, resbalo, una ola me pega fuerte, trastabillo y caigo, unas manos me sujeten y me ayudan a salir. Mi suegro está a mi lado, me acerca a él para evitar que me vuelva a caer. Su contacto en los brazos me produce un calor súbito, sin darme cuenta me pego a él, me abraza, nos quedamos así, pegados el uno al otro un par de minutos. El mar nos mece con fuerza, nuestros cuerpos se sienten. Nos separamos y nos miramos a los ojos, nos vemos diferentes, ha surgido algo, que nunca había pensado.

- “Anda, arréglate el bikini que se te han quedado las tetas al aire”- me dice con voz ronca. Con el revoltijo de las olas se me han salido  los senos del top, y están ahí, orgullosos. Me acomodo la prenda, vuelven a estar tapados.

No sé que me pasa, con el agua por encima de la cintura, muy próxima a él, le veo como nunca le he visto, le tomo la mano para pegarme a su cuerpo y le beso, sólo labios con labios. No lo podemos evitar, sus manos en mi cintura no me sueltan, y yo levanto mi brazo y rodeo su cuello tirando de él hacia mí. Nos fundimos y nuestras bocas se convierten en grutas en las que se encuentran las serpientes de las lenguas.

No sé cuanto ha durado el beso, pero sé que mi vida ha cambiado.  No decimos nada cuando salimos del agua, no nos hemos soltado las manos, seguro que parecemos dos enamorados, que es lo que somos.

- “ Renata, tenemos que volver. Yo….”

-“Gabriel , no digas nada. …..”

Caminamos despacio, el uno junto al otro, sabiéndonos próximos.

- “ Han tardado más de lo habitual”- nos dice Sebastián como recriminándonos- “Están todos arriba esperando”

Cuando nos juntamos con el resto de la familia, soy yo la que explico:

- “Me ha tirado una ola  y gracias a Gabriel, sino lo hubiera pasado muy mal.”

- “Abuelito, siempre he dicho que sos un héroe. Has salvado a mi mamita”- suelta mi hijo con humor.

El almuerzo transcurre para  mí en una nube. Apenas me doy cuenta de lo que pasa. Tras los cafés mi suegra tira de su marido, insistiendo en que se vayan a echar la siesta, Gabriel me mira a los ojos pidiendo permiso, sabe que sé que se va a coger con su mujer, mi mirada lo dice todo, quiero que disfrute y la haga feliz. Seguro que cuando hace el amor sólo piensa en mí.

Bajamos a la carpa, me tumbo al sol, tengo la mente en mi suegro, me doy cuenta que me he enamorado de él, sin dejar de amar a mi marido. Ese dilema podría parecer horrible pero no lo es. Quiero y deseo a los dos.

Se repite lo habitual, mi marido se pone a leer, mi sobrina desaparece con Juan, seguro que luego me cuenta cómo le ha ido, y mi cuñada me obliga a ir al agua con ella, mi hijo y su marido.

Voy en una nube, apenas me entero de lo que hago. Marina y Ginés se han separado un poco de nosotros. Me quedo de piedra, la mano de Sebastián está posada en mi concha.

- “¿ Qué haces? . Estás loco.”-

- “Llevas todo el rato buscándolo. Te has dejado sobar y ahora te haces la estrecha…”-

Y caigo que tiene razón, ensimismada en mis pensamientos, y mientras nos bañábamos me ha estado tocando las nalgas, los senos, de manera disimulada pero seguida.

- “Mira como estoy.”- me agarra la mano y bajo el agua me la lleva a su verga. Está dura bajo el bañador.

-“ Y a mí ¿qué me cuentas?.”- le respondo haciéndome la digna, aunque excitada por el tamaño del aparato que todavía no he soltado.

-“ Sos una guarra calentona, llevas poniendo loco mucho tiempo…”-

-“Ese es tu problema. Por mi , hazte una paja y déjame en paz..”

-“Házmela tú, pedazo de puta..”-

Le miro, parece enloquecido, como si fuera a saltar sobre mí. Mi hijo y mi cuñada han desaparecido de nuestra vista, deben estar un poco más lejos. Tiro del bañador hacia abajo, y su polla queda liberada, el agua nos llega a la mitad del pecho, nadie puede vernos. Le masturbo rápido, sin miramientos, apenas unos segundos. Su leche se desparrama en el mar y se aleja con las olas.

- “¿ Ya estás contento?. No me vuelvas a molestar”-

Empiezo a nadar camino de la orilla, me siento rara, pero con una extraña satisfacción. Tengo loco a mi cuñado, mi suegro creo que está enamorado de mí, y cuando estoy saliendo, veo como mi marido, sentado , leyendo una novela, me hace señas con los brazos en alto para que vaya hacia él.

Pero ¿ no seré como una perra en celo que atrae a lo machos sin poder evitarlo?.

Sí lo soy. Por eso por la noche le pido a mi marido que me coja como una perra, en cuatro, sintiendo bien dentro la polla cuando meneo la cola como una yegua con su garañón, volviéndome loca cuando sus huevos pegan en mis muslos cerrados, como los tengo para apretar más la verga que me lleva una y otra vez al orgasmo.

Cuando acabamos, abrazada  a Genaro, y cuando me pregunta:

-“Estás muy caliente. ¿ Te pasa algo?”-

-“ Me excita el verano, ya sabes , el mar , andas medio en bolas todo el día…”-

- “Pues por mí, sigue así. Da gusto follarte cuando andas tan en celo”-

Una madre: Marina. Profesora de sexo.

Hoy es el día. Lo llevo preparando con premeditación y alevosía, me he ofrecido a quedarme en casa, pues tienen que venir a arreglar el calefón  mientras el resto de la familia va a Pinamar a ver a unos primos. Ginés se ha ofrecido a acompañarme.

Para su debut le llevo entrenando unos días, como una maestra de sexo, que prepara a su pupilo para el primer combate. La verdad que si él está ansioso, yo lo estoy más.

-“Mira , Ginés, lo de coger es un arte. No consiste en aquí se me para, y ahora te la meto. Hay que hacerlo bien. En la familia, tu abuelo y tu padre lo hacen. No tienes más que darte cuenta cómo después de almorzar los abuelos se van a echar la siesta. Y sobre tu padre, decirte que …ya sabes que tu madre y yo somos compañeras desde la primaria…me lo ha contado todo y te puedo decir que tu papá es un experto en las artes amatorias. Es muy importante aguantar, debes intentar llegar por lo menos a 10 minutos, mejor 15 sin soltar la leche y moviendo la pija. Y además saber acariciar y excitar a una mujer….”- le planteé con mi cara más seria, pero incitadora.

- “Y vos, tía , me enseñaras ¿ verdad?.”- me lo dijo con toda ilusión y calentura. Era lo que yo quería, tenerlo a mi entera disposición para poder usarlo y disfrutarlo, Ginés es un bombón, con los huesos largos y los músculos lisos de su madre, que le hacen parecer un chico de anuncio y encima tan  guapo y tan bien dotado como su padre, el chico tiene una polla de sensación.

- “¿ Me obedecerás?. Y además es un secreto entre los dos, nadie debe saberlo. Y cuando estemos solos no me llames tía, dime o Marina o maestra”-

“O.K., maestra. ¿Cuál es la primera lección?”-

-“Mañana, cuando me des el pañuelo en el que te derramas, me dices cuanto has tardado, procura medir bien el tiempo. Y ahora , vamos a aprender a besar. Yo lo hago primero, vos después, y luego juntos.”

Posé mis labios en los suyos suavemente, después fui usando mi lengua, hasta que entre en su boca, jugué un poco con él. Y paré, Ginés repitió mi operación, era un chico con intuición para el tema. Vamos que me dio un beso delicioso en el que en un momento dejamos de ser maestra y aprendiz para ser dos amantes enfebrecidos.

- “Te ha gustado, se te ha puesto la pija dura. Y lo has hecho bien, porque fíjate como tengo yo los pezones: erectos. Toca …indican que has logrado interesarme.”-

Me acaricia los pechos excitados, estoy mojada, pero lo disimulo, una profe debe ser estricta.

- En el mar, te enseñaré el arte del tocamiento erótico en el cuerpo de la mujer. Tendremos que hacerlo en el agua, en la zona que nos cubra casi hasta el cuello.”

La verdad que ha puesto vocación de aprender, por las mañanas me ha ido dando dos pañuelos, con un ligero comentario. El primero 8 y el segundo 20, el primero 12 y el segundo 25, el primero 16 y el segundo 35. A mi me encendía imaginándolo masturbándose durante ese tiempo sin dejar de pensar en mi, y cuando Sebastián me cogía, con polvos que rara vez pasaban de los cinco o seis minutos, pues cada día estaba más caliente y ansioso, pese a lo cual yo me venía sin problemas pero simulando no haber acabado, me ilusionaba tener la verga dura de mi sobrino enterrada durante medía hora.

En el mar, nos separábamos de los demás y nos tocábamos bajo el agua. Ginés siempre contenido, queriendo aprender y yo desarrollando toda mi malicia para que excitarlo y calentarme.

La noche anterior le había pedido que no se hiciera pajas para tener más leche para su debut y ese momento había llegado.

Esperamos a que se vaya el hombre que ha venido a arreglar el calefón, me insiste en que está viejo y que convendría cambiarlo. Y nos quedamos solos.

Me quito el pareo, quedo en bikini ante Ginés, quiero verlo desnudo, le pido que se quite la ropa. Y me quedo deslumbrada. Sólo dos veces he sentido la misma impresión, con el David de Miguel Ángel  y cuando vi a escondidas a mi hermano desnudo. Tiene todavía mejor cuerpo que Genaro y una pistola tamaño mágnum indescriptible que me espera armada.

Le imito y quedamos los dos como Adán y Eva en el Paraíso. Nuestras miradas están cargadas de lujuria, los ojos paladean los cuerpos. Nos acercamos  y nos besamos en el boca, nuestros cuerpos se funden en el abrazo. Es más alto que yo y siento la dureza de su polla casi debajo de los pechos. El beso es largo, profundo, intenso.

- “Lámeme las orejas y luego el cuello. Los lóbulos los puedes mordisquear un poquito.”- le pido con voz entregada.

Lo sabe hacer, su lengua húmeda recorre mi cuello, llega a los omóplatos, se tiene que inclinar para seguir.

-“ Espera, vamos a tumbarnos.”- lo hacemos sobre mi pareo. Y me ofrezco para que sus manos y su boca sigan dando placer a mi cuerpo. Cuando me lame los pezones, casi me voy, pero aguanto, quiero sentirle dentro, por eso le paro y le ordeno que me penetre. Yo abro y levanto los muslos, agarro su espada y la aproximo a mi funda.

- “Métela despacio, todo lo que puedas.”- Y lo hace y me llena. Se queda parado, sin moverse, disfruto de mi plenitud. Empieza a moverse, lo hace lento, como con miedo, apenas tres trallazos y siento que como una ola enorme, me viene el orgasmo. Levanto más las piernas y le rodeo los muslos, para que me rompa.

-“ Ahora, rápido y fuerte”- estallo, los años de disimular el placer supremo me vienen bien, me vengo salvajemente pero él, inexperto no se da cuenta y sigue con un mete y saca sublime.

- “Quédate quieto y cuando te diga sigues. Al principio lento y profundo, y cuando no puedas más, aceleras a fondo.”-

- “Marina, no sé si podré aguantar, me ha costado no soltar la leche y si sigo me voy a correr.”-

-“Sí, mi vida. Esto es parte del aprendizaje , quedarte con la pija dura y esperar para aumentar el deseo de la mujer.”-

-“Lo intentaré pero …”-

He vuelto a la zona de meseta, me apetece volver a subir a la cima. Le doy una nalgada y casi le grito: -“Dale mi potro”-

Y me da, ahora sin miramientos, su émbolo recorre mi gruta lubricada como un pistón acelerado. Y estallo, y vuelvo a estallar cuando noto como da los últimos empujes derramándose en mi interior.

Nos quedamos abrazados, felices. Volvemos a besarnos y ahora es yo también soy activa, juego con su cuello, su pecho lampiño, sus pezones que se convierten en porotos cuando los muerdo, la verga se le vuelve a poner dura.

-“ Maestra ¿ podemos hacerlo en una cama?”-

-“Si, cariño, vamos a mi dormitorio”-

Estoy en una nebulosa cuando llega el atardecer y la familia. Lo hemos hecho en mi dormitorio, luego en el suyo. Ginés es incansable, yo nunca creía que  podría tener tantos orgasmos, doce en un día. En mi habitación fue una maravilla , sin prisas, acariciándonos, tocándonos, pero luego en la suya,  más usado su miembro, ha sido terrible, más de dos horas dándole y dándole. Yo me he rendido, no podía más.

Algo le ha pasado a Sebastián, mi marido, no me pide sexo en la noche, dice que algo en la comida le ha sentado mal.