Las Crónicas de Bagman (6)

BAGMAN AL DESNUDO. ¡La identidad secreta de Bagman ha sido descubierta! Nuestro héroe está indefenso frente a dos adolescentes chantajistas... y le gusta.

En el capítulo anterior: Mike continúa su relación con Lola y parece que la hija de esta ya no se opone. No solo eso, sino que además parece que no haría ascos a compartir con su madre a Mike.

LA SAGA DE LAS VECINAS (4): BAGMAN AL DESNUDO

Tras los sucesos relatados en el capítulo anterior, Mike estuvo unos días evitando a las vecinas. Se centró en su labor como superhéroe, buscando allí un poco de estabilidad en el huracán mas sexual, que emocional, en que se encontraba su mente. Pero es bastante complicado evitar a alguien que vive en la puerta de al lado. Al cuarto día sonó el timbre en casa de Mike.

  • Hola, Mike - era Lolita. Llevaba un corto vestidito rojo de hombreras e iba descalza, como el día anterior. En la mano llevaba una gran bolsa, que parecía contener ropa.

  • Hola. ¿Qué tal?

  • ¿Conoces a mi amiga Martha?

La tal Martha era una chica bajita y morena. El pelo corto y despeinado y el rostro vivaz, con unos preciosos ojos verdes, le daban un atractivo aire de duende. Iba vestida con un top verde, que tapaba su escaso pecho, y unos vaqueros.

  • Encantado - dos besos.

Lolita ya había pasado al salón, comportándose como si estuviera en su casa.

  • ¿Y bien? ¿Qué querías? - le preguntó Mike.

  • ¿Qué pasa? ¿No puedo venir a visitar a un amigo? - respondió ella con una sonrisa.

  • Sí, pero...

  • Pues verás, vengo porque necesito un consejo.

  • ¿Un consejo?

  • Sí. Te cuento. El padre de Martha es periodista y yo quiero estudiar periodismo al año que viene, en la Universidad. Resulta que ahora he encontrado una noticia y estoy pensando en comentársela a su padre, a ver si puedo contarla en su periódico.

  • Bueno. Y eso, ¿qué tiene que ver conmigo? - se impacientó el hombre.

  • Mira - intervino bruscamente Martha, tendiéndole unas fotos.

Mike tomó las fotos y palideció. Le mostraban claramente a él, en la azotea, poniéndose su uniforme de Bagman.

  • No... no es lo que parece. Es... solo un disfraz - comenzó a decir.

  • Ya sabemos que es un disfraz, imbécil - le respondió Martha -. Es un disfraz de Bagman y tú, Mike Smith, eres Bagman... o su alter ego, o como cojones se diga eso.

  • No, estás equivocada. Yo, Bagman, que tontería - rechazó el hombre con una risa nerviosa.

  • Mira, deja de tratarnos como si fuéramos gilipollas. Te hemos pillado con las manos en la masa. Necesitarías ser bastante mejor mentiroso de lo que eres para que te creyéramos.

  • Bueno... pero, ¿por qué me enseñáis ésto? ¿Qué queréis de mí? -preguntó Mike, e interiormente pensó -: Ya está, lo que me esperaba. Lolita va a chantajearme para que deje a su madre.

  • Muy bien, parece que tu pequeño cerebrito vuelve a funcionar - ironizó la rubia. Dando un paso al frente le apoyó un dedo en la nariz y le dijo suavemente -: Lo que queremos es que seas muy bueno con nosotras y hagas todo lo que te digamos... o la prensa se enterará de tu pequeño secreto.

  • ¿Qué queréis? - claudicó Mike.

  • Lo primero de todo es que te pongas tu disfraz de Bagman.

  • No, eso no.

  • ¿Por qué no? ¿No decías que no era nada más que un disfraz? ¿O representa algo más que no quieres que nadie sepa?

  • Está bien...

Mike fue a su habitación dejando atrás las risitas de las chicas. Sacó el uniforme de Bagman de su escondite y se lo puso lentamente mientras oía a las chicas, que continuaban riendo en el salón: los pantalones de cuero, el chaleco vaquero abierto sobre su torso desnudo, las botas y, por último, la bolsa de papel sobre la cabeza que le daba su nombre. Cuando salió, ya vestido, encontró una sorpresa: las dos adolescentes también se habían disfrazado.

  • ¿Qué significa esto? - preguntó el superhéroe, confundido

  • ¿Qué pasa? ¿Nosotras no podemos disfrazarnos también? - respondió Lolita -. Somos supervillanas. ¿No te gusta?

Bagman hubo de admitir, muy a su pesar, que sí le gustaba lo que veía. Lolita llevaba un conjunto de cuero rojo: top, braguitas y botas altas hasta la rodilla. Martha había optado por el negro, el color tradicional del mal: un body de cuero brillante y unas sandalias de tacón alto atadas con tiras a la pantorrilla. Iban enmascaradas con sendos pañuelos, rojo y negro, en los que habían recortado agujeros para los ojos, recogidos con un nudo en la nuca, que les ocultaba el rostro por encima de la nariz.

  • Mi nombre de supervillana es Dómina. ¿Y el tuyo, Martha?

  • Látigo - respondió su amiga, blandiendo en una mano el arma que le daba nombre.

  • Tú tampoco estás mal - admitió Lolita, acariciando el pecho desnudo de Mike.

  • ¿Y ahora? - preguntó desorientado el hombre.

  • De momento, quítate la bolsa de la cabeza - respondió la vecinita.

  • ¿Cómo?

  • ¿Qué pasa? ¿Vas a cuestionar todo lo que digo? - gritó furiosa la adolescente -. ¿Quieres que esas fotos lleguen a nuestros amigos de la prensa?

  • No, claro que no.

  • Pues entonces, obedece. No pienses tanto, que se te da muy mal.

La chica se interrumpió un momento para quitarse las braguitas, dejando ver que llevaba el conejito depilado. Con las bragas en la mano prosiguió:

  • A partir de ahora yo pensaré por ti. Te aseguró que no quedarás defraudado si me obedeces. ¿Está claro?

  • Sí.

  • ¿Tú a los supervillanos con los que luchas los sueles llamar por su nombre de pila? - y añadió, remarcándolo -: Sí, Dómina.

  • Sí, Dómina.

  • ¿Me obedecerás en todo a partir de ahora?

  • Sí, Dómina.

  • Buen chico. Quítate la bolsa y arrodíllate.

El héroe se quitó la capucha pero después dudo unos instantes.

  • Si vuelves a dudar ante una orden mía, salgo inmediatamente por esa puerta. Arrodíllate, ¡ya! -. Y, a continuación, añadió con una sonrisa, mientras balanceaba las braguitas de cuero ante la cara del hombre -: ¿Cómo piensas comerme el coñito, si no?

Inmediatamente Lolita se encontró con el hombre arrodillado ante sí. Andando de rodillas, Mike se desplazó hacia ella.

  • Tranquilo, león. ¿Dónde vas? - la chica le frenó poniéndole una mano en el rostro. Con la otra mano se acarició el pubis, diciendo -: Si lo quieres, tendrás que ganártelo. Es lo justo, ¿verdad, Látigo?

  • Claro, que sí - confirmó su amiga con una risita. Y, a continuación, impostando la voz, de forma que pareciera el narrador de una serie de dibujos animados, anunció -: El valeroso, aunque ligeramente estúpido, superhéroe Bagman yace derrotado ante dos bellas y enigmáticas supervillanas, Dómina y Látigo. ¿Qué pruebas deparará el destino a nuestro héroe en las garras de sus temibles enemigas?

Lolita lanzó una carcajada al oír el comentario.

  • De momento, ya que has sido derrotado, vas a lamer nuestros pies en señal de sumisión - le ordenó la rubia.

Obediente, Bagman se inclinó para hacer los honores a las botas de Dómina. Las chicas no mentían: realmente había sido derrotado. Si no quería ver peligrar su identidad secreta, no tenía más remedio que hacer lo que ellas le dijeran. Una cosa le asustaba: anteriormente las supervillanas Hammelin y Horca e incluso Lola, la madre de Lolita, le habían sometido y humillado y eso le había excitado sexualmente. Ahora estaba empezando a sentir lo mismo. Y algo le decía que si las despiadadas adolescentes se daban cuenta de ello, no dudarían en utilizarlo para esclavizarlo en cuerpo y mente.

  • Está bien - admitió Dómina, observando sus botas -. Ahora lame los pies de Látigo.

Bagman se empleó a fondo en la morena. El sabor de sus piececitos sudorosos mezclado con el cuero le resultaba embriagador. Le besó con reverencia los dedos de los pies, de allí pasó al empeine y finalizó en el talón, chupando donde éste se posaba sobre la sandalia.

  • Ya basta. De rodillas - le ordenó Látigo levantándolo tirando de su pelo.

El superhéroe se alzó frente a sus dos dominadoras. Dómina se acerco a él y le puso la mano sobre la cabeza.

  • Muy bien. Estás siendo muy bueno - le halagó ella mientras le acariciaba la cabeza. Entonces alzó uno de sus pies y empezó a frotar con el empeine la entrepierna del hombre -. ¿Seguirás así? ¿Seguirás haciendo lo que yo te ordene?

  • Sí, Dómina - gimió Bagman. La proximidad de la joven diosa rubia que le hablaba con voz suave, desde arriba, dominándole, la calidez de su cuerpo, su sutil perfume, el excitante roce de su pie contra el sobreexcitado miembro del hombre, todo eso se combinaba para anular toda capacidad de razonamiento.

  • Claro que sí. Eres un chico muy obediente, ¿verdad? - su voz se seguía precipitando hacia él desde las alturas, envolvente, acariciante, hipnótica...

  • Sí, Dómina.

  • Harías cualquier cosa por mí. Cualquier cosa que yo te pidiera...

  • Sí, Dómina - Mike, próximo al clímax, era ya un ser sin voluntad, perdido en un océano de placer.

  • Eres mi esclavo.

  • Sí, Dómina.

  • ¡Dilo! - le gritó ella, cogiéndolo por el pelo y obligándole a alzar la cabeza y mirarla. Había dejado de acariciarle el paquete. No importaba: sus profundos ojos azul grisáceo se clavaban en los de él, sus labios estaban entreabiertos, permitiendo su entrecortada respiración, no existía el Mundo fuera del rostro de ella. Su pícaro aspecto habitual había dejado paso a una expresión depredadora, la de una hermosa cobra rubia. A Mike nunca le había parecido más bella.

  • Soy tu esclavo, Dómina.

  • Ama Dómina para ti - una salvaje sonrisa de satisfacción inundó su rostro, como la de una tigresa ante la presa acorralada.

  • Soy tu esclavo, Ama Dómina - admitió el hombre sonriendo, en respuesta a la sonrisa de ella. Lo que alegrara a su ama le alegraba también a él.

La adolescente soltó la cabeza de Bagman y se alzó frente a él: los brazos en jarras, las manos sobre las caderas, las piernas abiertas.

  • Sirve a mi Sagrado Coño, esclavo.

Mike empezó lamiendo su pubis alrededor de su rasurado coñito. Separándole los labios, acarició a lametones el clítoris de ella. La chica le agarró por la cabeza, hundiéndole la cara en su entrepierna. Él respondió succionando golosamente su vagina, lo que la hizo gritar de placer. Separándose momentáneamente, se chupó los dedos índice y corazón y la penetró con ambos mientras continuaba jugueteando con la lengua. Ella se movía contra su rostro cada vez más rápido, respondiendo al aumento de ritmo que Bagman había imprimido a sus dedos. Los fluidos de la chica inundaron su boca cuando ella se corrió violentamente.

  • Me has servido bien, esclavo - dijo Lolita, sonriente, cuando se recuperó del orgasmo -. Ahora tendrás el honor de honrar también a Ama Látigo.

Mike se volvió hacia la morenita, que se había despojado del body permitiéndole contemplar su cuerpo moreno y aniñado, de pechitos diminutos con oscuros pezones y sin apenas caderas.

  • Cómetelo todo, cerdo - le insultó Látigo, agarrándolo por la nuca y atrayéndolo hacia sí.

Bagman sintió como Lolita se sentaba a horcajadas sobre sus hombros. Con su pubis empujó al hombre por la nuca hacia el conejito de su amiga. Mike se sintió en el cielo, atrapado entre los coños de las dos preciosas y dominantes adolescentes, y recompensó a la más bajita de sus captoras cumpliendo esforzadamente sus deseos. La chica se corrió ruidosamente en su cara, mientras se dirigía a él en un lenguaje soez e insultante que contrataba con su aspecto aniñado.

  • Eres un buen esclavo, Bagman. Ahora vas a recibir tu recompensa - le alabó Dómina acariciándole la nuca y detrás de las orejas, como se acaricia a un perro.

  • Gracias, Ama Dómina - ronroneó nuestro héroe.

  • Seguro que estás muy excitado. Tienes el nabo a punto de reventar. Te gustaría clavármelo hasta el fondo, ¿verdad?

  • Sí, Ama Dómina - Mike casi babeaba ante lo que se le ofrecía.

  • Desnúdate - le susurró ella al oído.

El hombre no se hizo de rogar. Rápidamente la ropa yació en el suelo en un montón. Bagman quedó arrodillado y desnudo frente a las adolescentes.

  • ¡Ostias! Menudo rabo - no pudo evitar exclamar Martha.

  • Ya te dije que estaba muy bien dotado - contestó su amiga. Y ,dirigiéndose a Mike, se desabrochó el top y le mostró sus pechos, redondos y perfectos, de pezones rosados, erectos por la excitación-: ¿Te gusta lo que ves?

  • Sí, Ama Dómina.

  • Tienes la polla como una barra de hierro... - la mujer se inclinó hacia él, ofreciéndole los pechos.

  • Sí, Ama Dómina.

  • Mastúrbate - le ordenó con una sádica sonrisa, con una voz tan suave como firme.

Él la miró sin comprender. Látigo no pudo evitar una carcajada al ver su expresión.

  • ¿Creías que nos ibas a follar, mierdecita? - le preguntó entre risas -. No eres lo suficientemente hombre para eso.

  • Mastúrbate para mí - le pidió Dómina dúlcemente, acariciándole la mejilla -. Soy tu diosa. Quiero una ofrenda. Tu semen frente a mí.

Era cierto. La adolescente era su ama, su dueña, su diosa... ¿Cómo había sido tan blasfemo como para pensar que podía mancillarla con sus inmundos fluidos? Comenzó a cascársela frente a las chicas: Martha, que se reía burlonamente ante la total humillación del héroe, y la sonriente Lolita, llena de satisfacción por su poder sobre este hombre, mayor, más fuerte y más poderoso que ella, que ahora no era más que un pelele a sus pies. No tardó mucho. Pronto la lefa saltó en una violenta cascada sobre el suelo de la habitación, salpicando con algunas gotas los pies de ellas.

  • Límpialas - le ordenó Lolita con voz suave, pero que no admitía discusión, alzando la bota manchada hacia la cara del hombre -. Con la lengua.

No hubo ninguna vacilación ante la nueva humillación. Hacía rato que Bagman no tenía voluntad propia y que no era más que un títere en manos de la adolescente. Lamió los restos de su semen de la bota de la chica casi con alegría, orgulloso de servir a su ama.

  • Muy bien - le detuvo ella cuando estuvo satisfecha -. Quédate de rodillas mientras nos vestimos.

Las chicas se despojaron de lo poco que les quedaba de sus disfraces de supervillana y se pusieron de nuevo la ropa de calle.

  • Nos vamos - dijo Lolita a Mike, inclinándose hacia él y cogiéndole por la barbilla con una mano -. Pero no te preocupes, volveré. Hasta entonces recuerda que eres mío: tu cuerpo es mío, tu alma es mía.

Martha y Lolita salieron entre risas, dejando al hombre a su espalda. La conciencia de su humillación le golpeó como un tren expreso, amargas lágrimas brotaron de sus ojos. Pero, en lo más profundo de su ser, añoró la presencia de su diosa, de la mujer que había doblegado su espíritu y se había apoderado de su alma.