Las Crónicas de Bagman (5)

LOLITA. Mike tiene una relación con Lola, su vecina divorciada, que no gustaba nada a la hija de ella. Pero parece que las cosas han cambiado: la adolescente no solo ya no se opone, sino que además parece que no haría ascos a compartir con su madre a Mike.

En el capítulo anterior: Debido a la oposición de su hija a su relación con Mike, Lola intenta cortar con él. Pero un polvo salvaje en el ascensor le hace cambiar de idea.

LA SAGA DE LAS VECINAS (3): LOLITA

Finalmente parecía que las cosas le estaban empezando a rodar bien a Mike en New City. Como Bagman estaba empezando a hacerse un nombre dentro de la comunidad super-heroica de la ciudad. Había detenido a varios traficantes de droga y un par de ladronzuelos y ya había aparecido su nombre un par de veces en la prensa; en páginas interiores, eso sí, pero bueno, por algo se empieza. Además su vida sentimental había experimentado una increíble mejoría: su relación con Lola, su vecina, marchaba viento en popa. Incluso la hija de ella, que en un principio se oponía a ella, parecía ahora tolerarla, mostrándose incluso bastante agradable con Mike.

De hecho, quizá era excesivamente agradable. Últimamente se la encontraba a todas horas: en el pasillo, viniendo a su casa a pedirle las cosas más peregrinas que se pueda uno imaginar, en el ascensor... En el ascensor tenía la manía de colocarse muy próxima a Mike, como si el ascensor estuviera abarrotado, casi rozando con sus tetitas el pecho del hombre. Y teniendo en cuenta lo atractiva que era la chica y que Mike no era de piedra, nuestro héroe tenía que hacer esfuerzos verdaderamente sobrehumanos para no abalanzarse sobre ella. Había decidido que estaba muy contento con su relación con la madre y no tenía la menor intención de liarlo todo enrollándose con la hija.

Ya llevaban unos días jugando los dos a la gatita y al ratón, cuando Mike se pasó una tarde por la casa de las vecinas. Había quedado con Lola para salir a cenar fuera e iba a recogerla, pero fue su hija quien abrió la puerta.

  • Hola. ¿Está tu madre? - preguntó Mike cuando se recuperó de la impresión. La visión de la atractiva adolescente le había dejado sin habla. La verdad es que la chica estaba ese día especialmente guapa: llevaba el pelo rubio recogido en dos coletas, pero ésto, en lugar de darle un aspecto más infantil, al combinarse con unos mechones rebeldes que le caían sobre la cara, le daba un excitante toque de picardía. La blusa blanca, atada con un nudo sobre el ombligo, y la minifalda completaban un conjunto devastador.

  • No, pero no puede tardar mucho porque me dijo que había quedado contigo - respondió la chica con una sonrisa.

  • Sí, vamos a cenar - balbuceó él.

  • Pues pasa y la esperas aquí.

  • No, no hace falta. Ya la espero en mi casa.

  • ¿Qué pasa? ¿De qué tienes miedo? - le espetó Lolita con una sarcástica sonrisa.

  • Muy bien, la esperaré aquí - respondió él, estúpidamente picado por el comentario de la chica. Parecía como si ella le hubiese desafiado de alguna forma.

Al pasar junto a ella, Mike volvió a dar un respingo: la chica no llevaba sujetador bajo la blusa blanca, aunque, a decir verdad, sus pequeños y juveniles pechos no lo echaban de menos. Lolita le precedió al salón y los dos se sentaron en el sofá. La chica estaba viendo en la tele uno de esos programas donde va la gente a contar sus miserias. Nuestro héroe no era muy aficionado a ellos, pero la chica parecía totalmente concentrada en la pantalla, donde un individuo confesaba lloroso como había engañado a su segunda mujer con la hija de ésta. "Joooder, que oportuno", pensó Mike.

  • ¿Te molesta que me tumbe? - le preguntó ella sin mirarle.

  • No, no - respondió el hombre sin pensar.

Inmediatamente ella le tomó la palabra, tumbándose y colocando sus piernas sobre el regazo de él. Mike apartó los brazos y la miró, dándose cuenta de que la chica, para acomodar mejor la cabeza sobre el brazo del sofá, se había desplazado luego unos centímetros hacia él, con lo que el bajo de la minifada se le subió dejando ver la parte inferior de las braguitas. Mike intentaba no mirarla, no fuera a ser que ella le pillara con los ojos clavados en sus bragas, pero no podía evitarlo: aquel trozo de tela blanca, apenas visible, atraía sus ojos como un imán. De todas formas ella no parecía darse cuenta del efecto que estaba causando en él, porque continuaba con su vista fija en la pantalla.

  • ¿Qué es lo que quiere esta tía? - pensaba Mike frenético -. Seguro que está intentando que yo le haga algo para irle con el cuento a su madre de que he intentado violarla. O lo mismo quiere que me la tire y que Lola nos pille...

A pesar de estos pensamientos, finalmente Mike no pudo resistirse al atractivo de la adolescente y cedió. Con cuidado colocó sus brazos sobre las piernas de la chica, como los tenía antes de que ella se tumbara. Los dejó ahí unos momentos y, como ella no emitió ninguna queja, posó sus manos sobre los tobillos de la chica. Empezó a masajearle lentamente tobillos y pies sin que ella diera la más mínima muestra de darse cuenta de ello. Tenía unos pies preciosos, con las uñas pintadas de azul. Mike los masajeó cuidadosamente y luego continuó hacia arriba, por los tobillos y las pantorrillas. Al llegar él a las rodillas, Lolita se volvió, colocándose boca arriba y dejando, con el movimiento, las bragas completamente al descubierto. Aun seguía mirando la tele, con la cabeza girada, indiferente aparentemente al hombre.

Mike continuó con su escalada; lentamente pasó sus pesadas manos sobre los suaves muslos de ella, alcanzando finalmente su pubis. Al ver su falta de reacción, acarició por encima de las bragas la vulva de la chica, lo que le arrancó un ligero gemido. Fascinado, Mike continuó acariciándola. La vecinita no pudo continuar indiferente. Mientras el hombre la masturbaba por encima de las bragas, ella empezó a acariciarse los pechos. Su cuerpo se arqueó hacia arriba, buscando la mano del hombre, su fuente de placer. En ese momento oyeron la llave girar en la cerradura.

Antes de que Mike pudiera pensar siquiera en reaccionar, Lolita se había incorporado, se había arreglado la falda y estaba sentada en el sofá mirando la tele como unos minutos antes, como si nada hubiera pasado.

  • ¡Ah! Estás aquí - exclamó Lola al entrar y ver al turbado Mike -. Perdona que me haya retrasado pero es que me entretuvo una persona que llamó por teléfono, total, para nada.

Afortunadamente, parecía no haberse dado cuenta de nada.

  • Hola, mamá - saludó su hija -. No te preocupes. Hemos estado aquí, viendo la tele, mientras te esperaba.

  • Bueno, pues espérame un momentín más, mientras me cambio.

  • Claro, no te preocupes - respondió Mike con voz temblorosa.

Lola fue hacia su habitación y, cuando desapareció por el pasillo, su hija se levantó y con un rápido movimiento se bajó las bragas. Al pasar frente a Mike, rumbo a su habitación, sin mirarle dejó caer las húmedas braguitas sobre su regazo. El hombre quedó bloqueado durante unos segundos, sin saber que hacer. Luego, con dedos torpes por los nervios, introdujo la breve prenda en el bolsillo interior de su chaqueta. Un momento después, no pudo dominar el impulso de volver a sacarla y, llevándosela a la cara, aspiró con deleite el embriagador olor íntimo de la seductora adolescente.