Las Crónicas de Bagman (3)

ESCENAS DE LA VIDA EN LA GRAN CIUDAD. Bagman conoce a su vecina, una divorciada muy ardiente con una hermosa hija adolescente.

Lo llaman el Bajo New City. Creció junto a las antiguas fábricas, dando alojamiento a los obreros que llegaban desde todo el país para trabajar en la emergente industria. Juntos convirtieron a New City en una de las metrópolis más importantes de América. Su pago: sueldos bajos y hogares miserables. Desde entonces la mayoría de las casas han sido derribadas y se ha vuelto a construir en sus solares, pero el Bajo New City continúa siendo el barrio pobre de la ciudad. En uno de estos bloques, no uno de los peores, vive Bagman bajo su identidad civil de Mike Smith.

LA SAGA DE LAS VECINAS (1): ESCENAS DE LA VIDA EN LA GRAN CIUDAD

Mike estaba preparándose para realizar la colada cuando sonó el timbre de la puerta. Con gesto de fastidio dejó la canasta con la ropa sucia en el suelo y se dirigió a abrir. En el umbral de la puerta encontró a una de sus vecinas: una latina de treinta y tantos, cuarenta años, perpetuamente sonriente, que tenía una hija adolescente.

  • Hola, soy tu vecina de al lado. ¿Te pillo en mal momento?

  • No, no. ¿Qué querías?

  • Pues verás, venía a preguntarte si no te importaría echarme una mano con un mueble. Me lo han dado unos amigos y me han dejado una furgoneta para traerlo, pero yo sola no puedo subirlo hasta casa.

  • No hay problema. ¿Vamos a por él?

Mientras descendían en el ascensor, Mike pudo echarle un detenido vistazo a su vecina. Era una de esas mujeres ni guapas ni feas, pero a la que la eterna sonrisa que iluminaba su rostro hacía muy agradable de contemplar. Y, desde luego, tenía un cuerpo espléndido, la camiseta blanca permitía apreciar sus grandes pechos y los ajustados vaqueros dibujaban una figura perfecta: la cintura, las caderas, las largas piernas y un culo que quitaba el hipo. Ella volvió la mirada hacia nuestro héroe, quizá al darse cuenta del escrutinio al que estaba siendo sometida. Él, disimulando, fingió que tenía la vista perdida en el vacío. La mujer pareció no haberse dado cuenta del recorrido que Mike acababa de hacer por su cuerpo, porque le dirigió una encantadora sonrisa. O quizá sí se había dado cuenta y se sentía halagada por el interés del hombre.

  • Por aquí. Es aquella furgoneta blanca de allí - dijo ella, mientras le precedía fuera del edificio.

Mike la siguió, observando el seductor movimiento de sus caderas y de los dos orbes gemelos que formaban su culo. También pudo apreciar su pelo en todo su esplendor: tenía una larga melena, color azabache, que le llegaba prácticamente hasta la cintura. "Joder, como está la vecina", pensó, mientras comenzaba a experimentar una erección. "Y pensar que me está poniendo borrico una tía que tiene una hija casi de mi edad".

  • Aquí está - dijo, abriendo el portón trasero de la furgoneta.

El mueble en cuestión era una cómoda, no excesivamente grande, pero sí pesada. Al menos para un hombre normal, pero Bagman distaba bastante de ser un hombre normal.

  • Cogiéndola tú de allí y yo de aquí, podríamos

  • Me parece que no hace falta. Creo que podré con ella - la interrumpió el hombre - ¿Están sujetos los cajones?

  • Sí, están sujetos... ¿Estás seguro?

  • Ponme tu culo otra vez delante y la llevaré tranquilamente encima de la polla -pensó él. Y respondió: - Sí. Sin problemas.

  • Como quieras... Ten cuidado. No te vayas a hacer daño.

Mike levantó el mueble. Era pesado, pero nada que su sobrehumana fuerza no pudiera manejar con suficiencia. Volvieron al edificio y, una vez en su apartamento, ella le guió hasta su habitación, donde colocaron la cómoda junto a una pared.

  • ¿Quieres tomar algo?

  • No, muchas gracias.

  • Por favor - insistió ella -. Tómate aunque solo sea una cerveza. Es lo menos que puedo ofrecerte por haberme ayudado con este mamotreto.

  • Muy bien. Una cerveza.

  • Ven al salón. Ahora mismo te la traigo.

Una vez en el salón, Mike miró a su alrededor. El apartamento era exactamente igual al suyo, pequeño y no demasiado luminoso, pero habían invertido bastante más tiempo y gusto en su decoración. Sobre el televisor una foto de la vecina y su hija; la chica debía haber salido al padre porque físicamente era todo lo contrario a su madre: rubia, de ojos azules, piel pálida, alta y esbelta, de pechos pequeños y caderas poco pronunciadas. En lo poco que se parecía a su madre era en su considerable atractivo. Durante unos instantes Mike fantaseó con la idea de un trío con madre e hija.

  • Una cervecita para el caballero… y otra para la dama - dijo la vecina, interrumpiendo sus fantasías, al tenderle una lata de cerveza -. Por cierto, no sé como te llamas.

  • Mike. Mike Smith.

  • Yo me llamo Dolores. Pero llámame Lola.

  • ¡Oh, mierda! - exclamó el hombre. Al abrir la lata había saltado la espuma, empapándole la camiseta completamente.

  • ¡Ay! Lo siento mucho - se disculpó Lola mientras dejaba los vasos y su lata sobre una mesa -. La lata debía de estar agitada… Trae la camiseta, la echaré en la lavadora.

  • No, déjalo, no te molestes.

  • No es molestia ninguna - repuso ella, cogiéndole la camiseta por la cintura y alzándola -. Vamos, levanta los brazos.

Mike hizo lo que le pedían y Lola le sacó la camiseta, dejándole con el pecho desnudo. Echando un paso atrás, le lanzó una mirada admirativa.

  • Mira que tenemos aquí - una de sus manos se deslizó sobre el pecho del hombre -. Siempre me han gustado los hombres fuertes. ¿Practicas algún deporte?

  • No... la verdad es que no - balbuceó él, aturdido por el imprevisto giro que estaba tomando la situación.

  • Mira, también te has mojado el pantalón - exclamó ella repentinamente -. Quítatelo y lo lavaré también.

  • ¡Eh! ¿Qué haces? - gritó Mike echando mano al cinturón cuando la vecina empezó a aflojárselo.

  • Cállate - le ordenó ella riendo y, dándole un palmetazo en las manos, añadió: - Y deja las manitas quietas.

El hombre reaccionó casi instintivamente alzando las manos. Lola le bajó los pantalones hasta los tobillos.

  • Vamos, termina de quitártelos. ¿O es qué tengo que enseñarte a desnudarte?

Sin rechistar, Mike se descalzó y terminó de quitarse los pantalones.

  • Y ahora los calzoncillos - añadió la mujer con una sonrisa, señalando con el índice primero los boxer del hombre y luego el suelo.

Completamente subyugado por la hermosa latina, nuestro héroe no pudo sino obedecer. El tono juguetón de la mujer le inducía a interpretar las demandas de la mujer como un ligeramente perverso juego erótico, bordeando la dominación. Un juego muy excitante que probablemente terminaría con un fastuoso polvo con Lola, una mujer madura, sí, pero tremendamente seductora. Dejó caer los calzoncillos al suelo, quedando completamente desnudo.

  • Vaya, me parece que hay alguien que se alegra de verme - comentó Lola riendo al ver la considerable erección de su vecino.

El hombre, instintivamente, intentó ocultarla con sus manos.

  • ¿Te he dicho que te muevas? Las manos a los costados - le gritó ella inmediatamente. Y añadió burlonamente con voz artificialmente grave -: Firmes, ¡ar!

Con una sonrisa, Lola recorrió lentamente con la mirada el cuerpo del hombre.

  • Te creías que no me había dado cuenta antes de como me desnudabas con la mirada, ¿eh? ¿Cómo te sientes ahora, cuando eres tú el que está desnudo?

Mike bajó la vista avergonzado. Maldijo en silencio. La mujer no quería sexo, sino darle una lección por haberla tratado de una forma que ella juzgaba como irrespetuosa. Lola se dirigió hacia él y, rodeándole, se colocó a su espalda.

  • Has sido un chico muy malo. Tendré que castigarte - susurró en el oído de Mike y, sin avisar, le dio un fuerte azote en el culo -. Voy a ponerte de rodillas, cara a la pared.

Lola se colocó de nuevo frente a él, muy junta, con sus grandes tetas rozando el pecho del hombre.

  • ¿No me has oído? De rodillas.

Mike la miró, erguida ante él, diminuta comparada el superhéroe. La mujer le había descubierto espiándola, como un adolescente pajillero. Con su superior inteligencia, había sido capaz de dominarle físicamente con la promesa nunca expresada del sexo, para posteriormente humillarle. Por eso, a pesar de su evidente superioridad física, se sentía débil ante ella. Vencido. Y ella lo sabía, no había más que ver la seguridad con la que lo miraba, convencida de que él haría todo lo que ella le ordenara. Esa confianza en sí misma hizo tambalear la voluntad del hombre. Con un suspiro admitió su derrota y cayó de rodillas a los pies de la mujer, ante las risas de ella.

  • Me parece que sería un desperdicio ponerte de cara a la pared. Sería mejor ponerte de cara a esto otro.

Y, ante la sorpresa de Mike, se quitó los pantalones y las bragas, dejando al descubierto el sexo, rosado y peludo.

  • Cómetelo todo - bromeó ella, empujándole la cabeza hacia su pubis.

No tuvo que repetírselo dos veces. Golosamente, Mike hundió su lengua en el húmedo coño de ella. Aunque pronto empezó a gemir de placer, la mujer no aflojó la presa sobre su cabeza ni un momento hasta correrse sobre la cara del hombre. Entonces le estiró del pelo hacia atrás para poder verle bien la cara, húmeda por los líquidos vaginales.

  • No se te da mal, ¿eh? - admitió Lola amigablemente -. Bueno, venga, levántate.

Mike se alzó lentamente, un poco extrañado.

  • Vamos al dormitorio - dijo ella, tomándole de la mano.

La mujer le guió de nuevo al dormitorio. Allí se despojó de la camiseta, se tumbó de espaldas sobre la amplia cama y miró divertida a su vecino. Tenía unos pechos grandes, pesados, de rosados pezones, algo caídos por la edad, pero aun así muy excitantes.

  • ¿Qué estás esperando para meterme ese pedazo de carne? Instrucciones por escrito.

El hombre no podía creerlo. Su primera impresión fue la correcta, el numerito de la dominación no fue más que un preámbulo. Mike no se hizo más de rogar, se subió a la cama y le hundió la verga hasta el fondo.

  • ¡Diossss! - exclamó Lola, muy pía ella.

El hombre la sacó y volvió a clavársela de nuevo hasta al fondo, una y otra vez. Ella le enlazó con brazos y piernas, como si quisiera evitar que su amante se marchara en mitad del polvo, hundiéndole las rojas uñas en la espalda mientras gritaba como una posesa. Él mantuvo el ritmo hasta que se dio cuenta de que ella estaba a punto de correrse, entonces lo bajó durante unos momentos, provocando en ella gritos de frustración. Hizo esto varias veces hasta que no pudo aguantar más, entonces la permitió alcanzar el orgasmo en medio de alaridos de placer y él la siguió segundos después. Lola le atrajo hacia sí con sus manos y le besó apasionadamente.

  • Follas muy bien, cariño - admitió ella con un suspiro de satisfacción -. Si es que, al final, lo mejor siempre lo acabas encontrando al lado de casa.

Durante unos minutos quedaron tendidos en la cama, el uno junto al otro. Mike se felicitó mentalmente por su suerte. Cierto era que Lola casi le doblaba en edad pero también que era una mujer tremendamente excitante y, que a poco que se lo currara, este polvo se iba a repetir, frecuentemente, si fuera por él. Se volvió hacia la mujer y empezó a experimentar una nueva erección. Pero sus lúbricos pensamientos se vieron interrumpidos por unas súbitas ganas de mear. Se levantó de la cama y, desnudo, se dirigió al baño. No fue más allá de la puerta de la habitación, allí se tropezó con la hija de la vecina. Se quedó paralizado, sin saber que hacer, mientras ella le miraba rápidamente de arriba abajo con una sarcástica sonrisa.

  • Perdón - murmuró él, mientras volvía a encerrarse en la habitación. Allí se dirigió a Lola -: Me parece que acabo de conocer a tu hija.

Ella le miró sorprendida por unos instantes y luego exclamó:

  • Oh, mierda.

Saltó de la cama, tomó una bata y anudándose el cinturón salió de la habitación.

  • ¿Qué haces aquí? - oyó Mike preguntar agriamente a la mujer mientras se vestía -. ¿No ibas hoy a estudiar con Martha?

  • Hemos discutido - respondió la hija en parecido tono - y me he venido para casa. Me parece que también es mi casa, ¿no?

El hombre terminó de vestirse y se deslizó fuera de la habitación.

  • Bueno, será mejor que me vaya - dijo al pasar junto a madre e hija.

Tras cerrar la puerta del piso pudo aun oír a la más joven de las mujeres gritar:

  • ¡Estás loca! ¡Podría ser tu hijo!

  • ¡Te aseguro que si fuera mi hijo lo sabría! - le contestó su madre.

LA SACA DEL CORREO

No hay nada como prometer algo para no cumplirlo. Por si alguien lo recuerda aseguré tiempo ha (en la segunda historia de Bagman) que "Las Crónicas" continuarían con otra historia llamada "Bagman al desnudo". Al comenzar a escribirla se me complicaron las cosas y apareció por ahí un personaje, el de Lola, que, como a Mike, me subyugó completamente e hizó de mí lo que quiso. En fin, espero que el faltar a mi palabra haya servido al menos para mejorar el producto final.

Gracias por sus comentarios a Manteufel y Jazmin19, que además son dos escritores que me gustan bastante. "Ingresando a la Agencia de Modelos" es uno de mis relatos preferidos.