Las Crónicas de Arcadio - Némesis
Que pasaría si un día, todo lo que conocemos y consideramos seguro e inamovible, en un solo instante...desaparece.
Las crónicas de Arcadio - Némesis
El hombre tiene que establecer un final para la guerra. Sino, ésta establecerá un fin para la humanidad.
Me desperté de repente. El silencio era tan absoluto que daba escalofríos. Miré con incredulidad como el techo de mi todo terreno estaba apoyado contra el asfalto. Mi coche estaba panza arriba. Sentía mi cara mojada y un dolor lacerante en mi muslo. Me dolía la cabeza. En mi hombro y brazos, pequeños trozos de cristal se habían incrustado en la piel. Escupí asqueado...sentía la boca pastosa y con sabor a hierro. Estaba llena de sangre. Me había mordido la lengua y a pesar de que no parecía grave, me dolía mucho. Di una patada a la puerta del acompañante y me sobresalté al comprobar que no produjo sonido alguno el impacto. La puerta se abrió con violencia y una enorme polvareda me rodeó, me asusté al comprobar que el silencio sepulcral era el resultado de mi propia sordera. No oía absolutamente nada. Me toqué la oreja y sentí como la sangre aun manchaba mis dedos. ¡Que había pasado!, Recordé atisbar un destello como el sol de brillante, reflejado en el retrovisor y luego...la nada. Estaba muy magullado, me dolía todo el cuerpo. Me incorporé con dificultad, contemplé con la boca abierta como los árboles de mi alrededor había perdido todas sus hojas. Sus troncos y ramas desnudas me recordaban a un gigantesco y tétrico bosque petrificado. Totalmente anonadado observé como una capa de polvo bajaba flotando de mi ropa en dirección al suelo y entonces... mis derrotados ojos se humedecieron cuando dirigí la mirada hacia el lugar que había ocupado la ciudad que hacia unos minutos había abandonado para marcharme unos días a cazar cerca de mi pequeña cabaña alquilada, situada junto a un lago de las montañas vecinas. Estaba realmente estresado y decidí tomarme 10 días para relajarme un poco.
Caí de rodillas y me puse a llorar con desesperación. No recuerdo cuanto tiempo estuve así. Estaba solo. Totalmente solo. Los grandes incendios oscurecían los restos de la ciudad que había sido mi hogar los últimos cinco años. Al final, pasó lo que todos más temíamos durante estos convulsos últimos años. La arrogancia y la soberbia de unos pocos hijos de puta ávidos de conquista y poder nos había conducido al desastre más absoluto.
Empecé a escuchar algunos sonidos. Mi sordera temporal empezaba a dar paso a una cierta percepción del ruido y una perezosa vuelta a la normalidad. Comprendí con amargura lo que me había pasado. Por mi trabajo se, que toda explosión genera unas ondas de choque. Yo había sido víctima de una especialmente demoledora, aunque afortunadamente para mi, relativamente lejana...una detonación nuclear. Solo había salvado la vida por encontrarme a una distancia suficientemente alejada por kilómetros del punto de impacto. Aun así, la enorme sobrepresión y la violenta expansión del aire, barrió como una escoba gigante muchos kilómetros cuadrados y empujó mi coche como si fuera un juguete, lanzándolo contra el talud donde ahora reposaba. Si llego a estar más cerca, no solo habría sufrido la onda de choque, sino que habría perecido por los vientos infernales de miles de grados de temperatura que genera semejante monstruo devorador de la vida. Aun y así, el aumento de temperatura era muy evidente, estaba sudando como si me encontrara en un desierto a las doce del medio día.
Mis amigos, mi vida, mi novia.....todo se había perdido. Quizás en mi tierra natal, otra monstruosidad parecida a la que mis desolados ojos contemplaban ahora, había matado a toda mi familia. No podía saberlo, pero lo temía. Ellos vivían en otra ciudad situada a unos 250 Km. Era bastante más grande. Pensé con congoja que si habían atacado este lugar, debería empezar a temer que mi ciudad natal tampoco existía en estos momentos.
Noté un temblor sordo y una fuerte vibración en el suelo, luego un gemido agudo y supersónico que me hizo taparme las orejas como precaución. Le siguió una bofetada de aire tan intensa que me limpió el polvo de toda mi indumentaria y me sacudió el cuerpo y la cabeza tan violentamente como si lo hubiera sacado por la ventanilla de un coche a toda velocidad. Tuve que cerrar los ojos. Era lejana, pero igual de destructiva, me tapé rápidamente la cara con las manos, mirar eso es quedarte ciego casi seguro. Un sol terriblemente brillante apareció en el horizonte hacía el sur. Otra explosión, Dios mío, esto estaba llegando a su fin, los que no murieran instantáneamente por la detonación, si estaban demasiado cerca, lo harían pronto por la radiación. No es una muerte agradable, los órganos fallan en cadena y mueres entre vómitos y diarreas. Pero en cierta forma, tienes suerte, si no te mata rápidamente, entonces la muerte es lenta y dolorosa o caprichosa. Puedes morir al cabo de unas semanas o quizás dentro de veinte años. El daño celular depende de la cantidad de energía que desprende la fuente de la radiación y el tiempo de exposición a esta.
Me intenté sobreponer al horror que inundaba mi mente. Debía hacer algo y hacerlo ya. No tenía tiempo para llorar, quizás más tarde. Ahora tenía que sobrevivir. Nunca me he considerado un ciudadano normal, porque desde los veintitrés años no lo he sido. Ese fatídico día, hacía un mes que había cumplido los treinta y siete. Mi trabajo en una gran empresa gubernamental me servía de tapadera para encubrir mi verdadera actividad. Soy o hasta ahora era, lo que la gente llama vulgarmente un espía, en nuestro argot, un agente secreto. Trabajaba para el gobierno de mi país desde que me reclutaron en la facultad, después de hacer el servicio militar como universitario. Aprobé con el grado de alférez. Hoy, tenía rango de capitán del ejército, aunque solo en muy contadas ocasiones tenía la obligación de vestirme como tal. De hecho, éramos gente discreta y poco dados a dejarnos fotografiar o a hablar de nuestro trabajo. Después de mi milicia, volví a incorporarme a la vida civil. Mis notas y supongo que mis actitudes psico-físicas les llamaron la atención. Siempre hay gente situada en puntos claves para evaluar con discreción a los posibles candidatos adecuados. Me lo ofrecieron y acepté. Luego vinieron muchos meses de extenuante preparación y varias misiones en lugares remotos. Mucho miedo y mucha tensión. Algunos muertos en mi cuenta y en mi conciencia. Mis encubiertas operaciones fuera del país tenían la tapadera de mi cargo de delegado comercial para África.
Ahora todos esos anhelos, las esperanzas y mis ilusiones se esfumaban dentro de la enorme hoguera en que se había convertido mi ciudad y mi vida. Volví a mi coche y utilicé el botiquín para limpiarme y curarme las heridas. No eran graves, salvo un corte que tenía en el muslo. Lo traté con desinfectante, lo cerré con puntos de plástico adhesivo y lo aislé con un apósito y un vendaje cómodo para poder moverme. Empecé a sacar el equipo. Me quité la ropa y me puse la que utilizo en el bosque para cazar. Era mucho más adecuada. Me ajusté las botas y comprobé con cuidado que mi coche estaba ligeramente recostado de forma algo inestable contra un pequeño talud pero sin riesgo de desplazamiento súbito, debía evitar dañarme cualquier parte de mi cuerpo, no creo que pudiera curarme nadie en esos momentos, al menos en esta zona.
Recogí todo lo que me podía resultar necesario y lo acomodé lo mejor posible en una mochila que usaba para mi actividad cinegética. Era grande y con varios compartimentos. El resto, incluido la mayoría de víveres que llevaba en el maletero y lo que no podía llevar encima, lo metí en uno sacos de plástico doble y los enterré entre unas zarzas. Puse dos pesadas rocas en la boca de los agujeros, para evitar la presencia de posibles carroñeros. Hice una señal del sitio exacto, disimulada para los demás pero comprensible para mí. Me podía ser muy necesario en el futuro. Ya era muy consciente en esos momentos que el escenario había cambiado radicalmente y que a partir de ahora, estaba luchando por sobrevivir. Este planeta, seguramente durante muchos años sería un escenario hostil para la vida humana donde se competiría por mantenerse uno vivo.
Se hizo de noche, la claridad bajo mucho de intensidad. Me recosté en el hueco entre el talud y mi coche. Me ofrecía una buena protección y me escondía de posibles miradas hostiles. Mi adiestramiento en combate y mi experiencia me inducían a pensar que en estos instantes, cualquier ser humano podría ser potencialmente peligroso. El instinto de supervivencia está muy arraigado en nosotros. Se mata para sobrevivir. Cogí mi sufrida pistola y metí un cargador. Siempre la llevo encima. Una automática compacta de 9mm Parabellum, fiable y resistente. Normalmente la llevo guardada en una cartuchera muy disimulada entre mi ropa, pero ahora, mientras la montaba e introducía una bala en la recámara, su peso y tacto me tranquilizó un poco. Le puse el seguro, lista para disparar en dos movimientos, estaba pensando con pesadumbre que desgraciadamente iba a ser mi mejor amiga en mucho tiempo. El rifle de caza reposaba en mis rodillas, no lo cargué. Si era necesario, ya lo haría. Si tenía algún problema, sería a corta distancia, para eso...mucho mejor la pistola que el largo y engorroso fusil. Cerré los ojos y mi congoja casi me paralizó. Nadie está preparado para esto. Nadie...puede prepararse para esto.
Una solitaria lágrima bajó por mi mejilla. Pocas horas antes me despedí con un beso de la mujer que había conquistado mi corazón y había convivido conmigo los últimos cinco meses. Ahora, ella estaba muerta. Noté como una presión abrumadora estaba oprimiéndome con sus garras el corazón. Ella era una secretaria de dirección del departamento de ventas internacionales. Una mujer maravillosa y divertida. Rubia, con unos ojos grandes y expresivos. Su mirada, enmarcada por una cara pecosa y traviesa se materializó en mi mente. Todo se había perdido.....todo. Me maldije yo y maldije a la raza humana.
Esa última noche me hizo disfrutar de una velada maravillosa. Fue una despedida sin saberlo aun ninguno de los dos. No podíamos adivinar la aterradora experiencia que iba a destruir su vida y mi corazón.
Me invitó a cenar en su apartamento y algo más tarde, con la botella de champán aun medio llena, no pudimos esperar más, nuestra calentura y pasión nos desbordó en el mismo sofá. Le quité la ropa, pero le dejé el tanga dorado que se había puesto, le quedaba de lujo, tapando pero a la vez insinuando su chochito depilado. Cogí un cubito de hielo con mis labios y otro más en cada una de mis manos. Recorrí su vientre con ellos, la excitaba, le pasaba el frío por su sensible cuerpo y sus grandes pezones que se endurecían hasta hacerle daño, luego...le daba calor con mi aliento y mi boca. El contraste la derretía tanto como lo hacía el hielo que goteaba entre mis dedos. Mi boca lamió y sorbió sus calientes y sabrosos jugos. Me gustaba comprimir su clítoris con mis labios y dar pequeños y rápidos golpes con la punta de mi lengua en el. Sabía que no soportaría mucho tiempo esa caricia. Con cara de satisfacción comprobé que se estaba corriendo como una auténtica salvaje. Mi sien se llevó un buen golpe de su rodilla cuando de forma precipitada intenté apartarme de la trituradora en que se habían convertido sus largas y bonitas piernas. Quedarse junto a su sexo en ese momento era peligroso para la integridad física en general y la del cuello y cabeza en particular. Como la voy a echar de menos. Cuanto la amaba. Alguien iba a pagará por esto. Lo juro.
Luego, cuando recuperó la compostura, se lanzó como una alimaña y me devoró el pene con auténtica ansia. Al principio, en cada uno de nuestros encuentros, ella mantenía una actitud cariñosa y complaciente, pero a medida que sus orgasmos se iban produciendo, su agresividad aumentaba y se convertía en una autentica fiera. Sus caricias tuvieron pronta respuesta y sentí mi semen golpear contra su paladar. En ese momento, me miró con autentica cara de vicio y dejó que se escurriera la corrida por la comisura de sus labios. La esencia bajaba por el tronco de mi pene y formaba pequeños lagos sobre mi pubis. Ella seguía engulléndolo con suavidad. Su boca abrazaba mi miembro como una ventosa. Cuando terminó de limpiármelo, había conseguido excitarme hasta endurecerlo como una roca. Con un movimiento ejecutado muchas veces, se subió a horcajadas encima de mí, se sentó y se clavó mi miembro en su chorreante vagina. Me pasaba los pezones por mi cara y boca para que se los excitara. Yo, como un chiquillo de visita en un parque de golosinas, lamía y degustaba toda su belleza y su pasión. Nos corrimos como animales.
Esa noche fue realmente caliente y agotadora. A las seis de la mañana, le di un beso y dormida aun, me sonrió y se dio la vuelta en la cama. Le dejé una nota recordándole la cita que teníamos en mi cabaña este fin de semana. Le gustaba pescar en el lago y pasearse en mi pequeña barca a remos. A mi también. Me pegaba unas buenas siestas mientras mi bella barquera recorría el lago remando con entusiasmo, decía que le encantaba hacer ejercicio. Mi dolor era tan profundo y agotador al recordarla que me quedé casi desfallecido en mi improvisado refugio.
Me desperté de repente. Me dolía todo el cuerpo. Era de noche. Miré mi reloj digital. Ya lo podía tirar. El pulso electromagnético que genera una detonación atómica, fríe cualquier circuito electrónico que esté funcionando. Y los fríe en unos cuantos Km. de distancia. Debía tener en cuenta que cualquier vehículo que estuviera funcionando en esos momentos, estaba totalmente inservible.
Tenía que ser de día, la claridad era mayor que ayer por la noche. El polvo y el humo en suspensión ocultaba la luz del sol. Seguramente eso sería así durante bastante tiempo, si habían impactado muchas a la vez. La diferencia entre la noche y el día era un relativo resplandor que mejoraba la visión general. Nada más. Estábamos realmente jodidos. Esto pintaba muy mal.....muy mal...
Sabía que había un pueblo pequeño a unos 15 kilómetros en dirección norte. Esa ruta era la que debía seguir, la nube radiactiva se desplazaba movida por el viento en dirección contraria a mi posición actual. Mejor así, debía intentar poner distancia con ella, su presencia destruía la vida allí donde la lluvia negra impregnaba el suelo. Necesitaba encontrar como fuera un contador Géiger. Debía saber donde estaban las zonas más limpias y las sucias, moverme con precaución e intentar subsistir sin contaminarme más de lo estrictamente necesario.
Busqué en mi coche, en un compartimiento secreto y saqué 5 cargadores más para la pistola. Con cuidado y revisándolo todo lo que me quería llevar, me equipé para la travesía. No se veía un solo animal en todo el entorno. Vi muchos pájaros muertos. El suelo estaba lleno. Cogí una buena cantidad de los que eran más sabrosos y los guardé en una bolsa. Empecé a caminar sin abandonar la carretera. Estaba alerta para esconderme si la situación lo requería.
A unos cinco kilómetros antes de llegar al valle donde suponía que estaba ese lugar, escuché unos gritos de mujer. Me acerqué con precaución. Dos tipos, bastante siniestros y malcarados tenían inmovilizada a una chica en el suelo, junto al que supongo que era el coche donde ella y su pareja habían pasado la noche. A pocos metros, un chico estaba sentado, apoyado de forma antinatural contra una de las ruedas. Estaba muerto, tenía la cabeza destrozada. Uno de los fulanos, presionaba con indolencia una rodilla sobre la espalda de la mujer, aprisionando su columna contra el suelo, se reía y hacía comentarios soeces sobre lo que pensaban hacerle cuando terminaran de registrar el vehículo.
Venga cállate ya zorra, cuando mi amigo termine, te vamos a hacer disfrutar de lo lindo. Ese culito tan rico me lo pienso follar hasta reventarlo. Luego quizás te invitemos a cenar, seguro que si...el menú para esta noche puede que seas tu, no debes faltar, haremos...una gran barbacoa. Como la chica intentaba quitárselo desesperadamente de encima, el muy cabrón le pegó dos bofetadas que la dejaron sangrando por la nariz.
Tenéis cinco segundos para largaros de aquí o juro que os mato como a perros.........lo dije con la muerte reflejada en mis ojos. Estaban a unos quince metros, a esa distancia estaban jodidos...muy jodidos.
1...
Quien coño te crees que eres so mamarracho, te vamos a enseñar a no meterte donde no te llaman....tu ropa me gusta, procuraré no mancharla, me la pondré luego, pero antes te vamos a machacar un poco los sesos. Los dos fulanos dejaron lo que estaban haciendo y empezaron a acercarse a mí con muy malas intenciones. Uno de ellos llevaba un cuchillo de campo, largo y con dientes de sierra en uno de sus filos. El otro, llevaba un garrote de considerable tamaño y lo enarbolaba en sus manos con mucha facilidad y destreza. El del cuchillo se le veía de lejos que a duras penas conseguía evitar cortarse el mismo. Era un inútil. Me centré en el gordo del bastón, ese era el peligroso.
2...
Saqué la automática como una centella, quitando el seguro al mismo tiempo con un gesto mil veces ensayado, con cierta indolencia y calculada lentitud, la empecé a girar en su dirección. Se pararon los dos en seco, vi en ese momento, que la chica aprovechó el momento para salir corriendo y desaparecer entre los peñascos próximos. Buena chica, eso es lo que tenía que hacer, además su huida la apartó de mi línea de fuego. Ahora iba a empezar lo bueno de verdad.
3...
Estaban a cinco metros, mirando con aprensión la pistola que empuñaba. Eran dos tipos vulgares, seguramente violentos y quizás peligrosos para un civil, pero no demasiado intimidantes para alguien como yo. Menudo hijo de puta tenían estos dos palurdos delante de ellos sin aun saberlo. Pronto lo comprobarían.
4...
El disparo sonó como un ruido seco que el eco de las colinas amplificó por todo el valle. El gordo del bastón se cogió el estómago con las dos manos y cayó de espaldas levantando una buena polvareda. No moriría pronto. Le disparé en esa parte de su anatomía a drede. Ese cabrón había matado al muchacho. Su garrote estaba manchado aun de sangre fresca. Además, no soporto las violaciones.. Mi hermana sufrió una con quince años y ahora casi con 30, si es que estaba viva...deseé con toda mi alma que fuera así, aun lloraba algunas noches cuando se incorporaba del lecho sudando y aterrorizada por la experiencia vivida.
Las heridas de bala que afectan a esa región corporal, evolucionan muy dolorosamente, a veces durante horas, hasta llegar la muerte segura si no se opera a tiempo. El compinche, totalmente acojonado, tiró el machete y salió de estampida. Lo dejé irse, aunque dude si eso era buena idea. Lo estuve encañonando durante unos segundos con el dedo tensado en el gatillo. Bajé el arma. Cogí su cuchillo y lo examiné. Era de pésima calidad, lo tiré a la espesura. Mato solo por necesidad o por deber. Es terrible, pero es así. No me gustaría que me sorprendiera por la noche mientras dormía, pero no era capaz de dispararle por la espalda. Quizás mi generosidad me podría costar más adelante la vida.
Miré a mí alrededor y salvo los gemidos de agonía del herido, no percibí ruido alguno. Debería ahorrarle el sufrimiento, pero pensé que era pura escoria, no se merecía una bala compasiva, seguro que había hecho cosas terribles. Pasé junto a el sin mirarlo siquiera y me alejé buscando a esa mujer. Escuché un ruido detrás de unos matorrales. Me paré y vigile esa zona, podía ser ella, pero mejor asegurarse.
Puedes salir si quieres. No tengas miedo.No te voy ha hacer nada. Esperé. Apareció una ardilla, Me miró y desapareció de nuevo como si fuera un fantasma. Si en cinco minutos no daba señales de vida, me marcharía en dirección al pueblo. No me apetecía la compañía en estos momentos, cualquier boca más por alimentar significaba un esfuerzo suplementario que complicaban mis posibilidades de sobrevivir.
Empecé a alejarme por la carretera. Vete tú a saber donde había ido la chica. Seguramente corrió hasta casi desfallecer. Yo en su situación lo habría hecho. Me arrepentí al momento de mi actitud. Podía ser cruel y letal con determinada gente, pero eso no me daba derecho a abandonar a un civil en esta situación.. Si me dejaba llevar solo por mi fría mente, perdería lo poco que me queda de mi condición humana y me convertiría en un monstruo, aunque siempre he sospechado que ya lo era hacía mucho tiempo. Decidí encontraba. Ella tendría al menos su oportunidad.
La seguí. Para mi era relativamente fácil hacerlo. La gente no corre zigzagueando, cruzando arbustos o saltando troncos, eso solo lo hace un especialista entrenado que te quiere sorprender con cambios constantes de dirección para luego emboscarte. Todos tenemos tendencia en correr en línea recta y buscando el camino más despejado. Hacia la claridad antes que hacia la oscuridad. Lo tenemos grabado en los genes. Vi sus huellas en el suelo y los rastros de las ramitas pisadas y rotas. Solo tuve que buscar un punto de referencia. Una colina próxima. Me encaminé en esa dirección. Seguramente estaba escondida en una anchura de 10 a 20 metros a derecha o izquierda de la dirección principal. Comencé a trotar haciendo un zig zag amplio para abarcar toda la franja, mientras mis entrenados ojos buscaban cambios de colores o formas anormales en el entorno. La encontré entre unos arbustos, totalmente aterrorizada y con síntomas claros de desorientación.
Me miró con terror....entonces parece ser que me reconoció. Me dejó cogerla en mis brazos y sacarla de allí, la acomodé bajo un árbol. Su sotobosque formaba un mullido colchón de hojarasca. Me observaba algo más tranquila, pero aun en estado de shock. Me subí al árbol, até un cabo en su tronco y lo sujeté con una estaca en el suelo. Puse un todillo que usaba para resguardarme de la lluvia cuando estaba cazando en un sitio fijo. Formó una protección en forma de tejado inclinado que nos protegía del relente y del viento. Las hojas secas, las más profundas en putrefacción, nos proporcionaban comodidad y un cierto calor residual.
¿Los has matado? Empezó a sollozar. No le contesté. Era a sus ojos bastante obvio. John está muerto....esos cerdos le apalearon hasta matarlo. La dejé que se desfogara. Mejor que llore ahora. Venga... tienes que sobreponerte de toda esta mierda, tu vida puede que dependa de tu fuerza y tu determinación. Ya no puedes hacer nada por el. Intenta dormir... mañana puede ser un día muy duro. Le di una palmadita afectuosa en el hombro y me acomodé contra el viejo tronco.
Parecía una buena chica. Estaba llena de polvo, algunos golpes que debían dolerle y unos cuantos churretes de sus propias lágrimas. Aun así me pareció bonita. Era morena, con el pelo corto al estilo garçon. Sus ojos de color oscuro eran atractivos y expresivos. Se adivinaba un buen cuerpo, juvenil y terso. Buena estatura, debía practicar algún deporte, estaba aparentemente en muy buena forma física, la importante distancia que había recorrido huyendo, me lo había confirmado antes. Mejor, lo último que me hacía falta ahora era alguien con problemas físicos. Le eché unos veinte años. Pobre chica, ver morir de esa manera a su novio...estaba traumatizada y lo estaría mucho tiempo aun. Vamos, cabía la posibilidad de que se convirtiese en un estorbo para mí. Pero decidí salvarla, quizás intentando ayudarla a vivir reconfortaría en cierta medida mis remordimientos y mis fantasmas. No me sentía orgulloso en estos momentos de alguno de los servicios que había hecho por mi país.
Por la mañana, me desvié siguiendo un viejo letrero que informaba de unas grutas horadadas en la piedra caliza que abundaba por la región. Era muy posible que encontráramos agua potable de excelente calidad en alguno de los manantiales que la recorren. Es bastante frecuente en esas formaciones, como también la formación de oquedades por la erosión que produce el agua al disolver sus carbonatos. Encontramos la entrada de una gruta. Se escuchaba el sonido machacón y sistemático de las gotas de agua cayendo desde las estalactitas.
Se sentó y me pidió que me diera la vuelta. Casi me pongo a reír, pero lo hice. Se empezó a desnudar y estuvo un buen rato bufando como un gato cabreado mientras la helada agua subterránea limpiaba su entumecido cuerpo . Cuando terminó, le dejé mi guerrera para que se secara y entrara en calor. Le dije que si quería podía lavar su ropa, pensaba hacer un fuego para comer algo y podía aprovecharlo para secarla. Me quité la ropa, pero me llevé la pistola hasta el manantial. La dejé a mano, en un lugar seco. No me importó que ella me viera desnudo. No soy nada vergonzoso. Mi cuerpo, con más cicatrices de las que me gustaría tener, estaba totalmente entrenado y adecuadamente preparado para soportar casi lo peor, pero eso no evitó que me escocieran todas las pequeñas erosiones que había sufrido durante el día cuando el agua las mojó. Reconozco que casi se me para el corazón de la impresión cuando el chorro de agua helada me golpeó en la cabeza. Joderrr que fría estaba. La chica era más dura de lo que parecía, aguantó más de cinco minutos bajo el agua. Yo estaba seguro que me rendiría antes. Me vestí entumecido aun y busqué por los alrededores leña que estuviera bien seca. Descarté toda la que estaba verde, no me interesaba que nadie pudiera ver una columna de humo en la distancia.
El fuego crepitaba alegre y desprendía un calor agradable. Vi con satisfacción que a penas hacía humo. Estaba sentada junto a mí. Tapada únicamente con mi chaqueta de caza. Habíamos comido unos pájaros asados. Preparé algunos más para más tarde y los guardé en un recipiente. Prefería comer lo fresco y reservar mis provisiones envasadas para alguna ocasión más necesaria, pero estaba claro que debería encontrar más comida. Ahora éramos dos. Sus ropas colgaban de varios palos a una cierta distancia de la hoguera. Se acercó más a mí y me observó con intensidad y desesperación. Luego empezó a tranquilizarse.
Me llamo Cinty.........gracias por todo...te lo agradezco de corazón.
Llámame Arcadio (decidí usar mi alias, todos los agentes teníamos un nombre en clave relacionado con guerreros de la antigüedad, pensé en ese momento que mi nombre real era irrelevante) . No me des las gracias aun, es posible que no lo logremos. Quiero que luches por tu vida, pero debes ser consciente de que quizás ...... Se volvió a derrumbar. No debería haberle hablado tan crudamente. Apoyó su rostro totalmente angustiado en mi pecho y empezó de nuevo a llorar. La abracé con cierta timidez. No sabía muy bien que hacer en ese momento. Su pelo me transmitía una fragancia diferente e irresistible. Su olor era natural e intenso, sin adulterar por jabones o perfumes. Olía deliciosamente a hembra joven, asustada y excitada a la vez. Vi con cierta turbación como uno de sus senos se asomaba por el hueco del pliegue de la guerrera. Tenía un pezón hinchado y sonrosado. Su seno era de mediano tamaño y muy bonito.
Me estaba excitando, pero no me atrevía a hacer nada. Demasiado horror cercano en nuestros corazones para pensar en el sexo. Le di un beso en la frente y entonces me miró con los ojos emocionados y tristes. Vi en su mirada la desesperación de una generación de personas que habían perdido el derecho a vivir una vida futura. Cuanto odié en esos momentos a todos los políticos y militares, era tan trágica su aberrante acción que daban ganas de morir.
La besé, no se porque lo hice, creo que fue para sentir a alguien junto a mi y transmitirle mi esperanza. Me respondió con fuerza, con desesperación. Seguía sollozando y besándome al mismo tiempo. La tumbé de espadas y sin casi prolegómenos la penetré con urgencia. Necesitaba poseerla y sentirme humano otra vez. Me respondió con pasión y entrega. En el último momento, me salí y descargué mi semen salpicando su vientre y sus senos. Ella me tomó el pene con sus manos y siguió acariciándolo con lentitud y suavidad. Al rato se durmió. La tapé con mi capote impermeable y me retiré a la cueva para beber un poco de agua. La hidratación era fundamental. Especialmente ahora.
Avivé el fuego colocando varios pequeños troncos. Vi que su bolso estaba abierto. Cogí uno de sus cigarrillos y lo encendí con un palito que saqué de la brasa. Hacía diez años que lo había dejado, siempre había presumido con los compañeros de mi fuerza de voluntad. Recuerdo con nostalgia como me burlaba de ellos, "mi abuelo siempre me decía que había que temer a un hombre que era capaz de dejar de fumar, si era capaz de eso, era capaz de cualquier cosa".Tened cuidado conmigo, ellos se sonreían con algo de reparo y hacían apuestas para saber cuando volvería a caer en la tentación. Ahora, que más me daba, el posible y futuro cáncer, si antes alguien o la propia radiación no me mataba, no sería por culpa del tabaco. De repente.... mientras me perdía en mis pensamientos, un silbido agudo y conocido me sobresaltó. Sentí estallar la pared a mis espaldas, infinidad de trocitos de roca salieron despedidos en todas direcciones. Me estaban disparando. Un boquete de tres dedos de diámetro manchado por el plomo de la bala impactada se apreciaba en la roca junto a la entrada. Arrastré el equipo y a Cinty hacia la seguridad de la cueva. Estábamos bien jodidos. Acorralados. Miré el impacto y el lugar que yo ocupaba hacía unos segundos. El disparo se había desviado casi un metro y medio del blanco previsto. Era un mal tirador o había disparado desde muy lejos y sin referencias. Eso le iba a costar la vida.
¿Tienes un espejo? Rebuscó con nerviosismo en su bolso y me dio uno pequeño y alargado. Me parapeté convenientemente y empecé a sacarlo con cuidado. Revisé el exterior desde su visión indirecta. Al cabo de unos minutos los vi. Eran tres. Estaban a unos doscientos metros a mi derecha. Encajonados en el hueco de una gran roca.
Le dije a la chica que se adentrara unos metros más, si dejar la pared derecha. La seguí y cuando la oscuridad era importante, me paré y empecé a preparar mi rifle. Los podía ver bastante lejos pero eran un blanco perfecto. Yo estaba protegido por la oscuridad de la cueva, pero ellos eran blancos perfectamente iluminados por la relativa claridad del día. Uno de ellos, saltando entre las rocas, empezó a aproximarse con mucha precaución, iba armado con un machete largo usado para cortar caña o maleza. Estaba claro que no era muy valiente. Su cara era más de miedo que otra cosa. Su compañero le daba ánimos y supuestamente cobertura con su arma.
No me importaba ese, ya le ajustaría las cuentas si se atrevía a entrar en la cueva. Dejé la pistola al alcance de mi mano por si se acercaba demasiado rápidamente a nuestro refugio. Me interesaba más el tirador. Saqué de su funda y acoplé con delicadeza mi visor en la montura del rifle, me tumbé en el suelo y lo apoyé en la mochila para tener una base estable. Centré el blanco y empecé a coger aire. Mi dedo acariciaba el gatillo...lo apreté con suavidad una sola vez. Sonó un " clic" y el sistema de pelo del rifle se montó. A partir de ahora, el más suave roce de mi dedo en el gatillo, dispararía el arma. Lo apreté con mucha suavidad y espiré el aire contenido. Mi disparo sonó como una explosión, amplificada por la resonancia de la cueva. Vi con satisfacción como una nube roja aparecía a la altura de la clavícula del fulano, la bala expansiva había arrancado la mitad de su hombro. Sus gritos eran terribles y el compinche que intentaba sorprendernos dio media vuelta y corrió en dirección contraria como alma que lleva el diablo.
Me tomé mi tiempo y volví a disparar. El otro tipo, que en ese momento intentaba cargar de nuevo el fusil se desplomó de espaldas. El tercero, temblando y con el terror reflejado en su cara, tiró el machete y se puso de rodillas con los brazos en alto, en medio de la nada. Cinty estaba encogida, con las manos en sus oídos. Me miraba con aprensión y también con algo de excitación, mi cara le transmitía que todo había acabado y afortunadamente....bastante bien para nosotros.
No salgas, Cinty, espera a que vuelva. Llena las botellas de agua. Si oyes varios disparos con diferente sonido, empieza a correr, seguramente me habrán alcanzado. Me miró con el miedo reflejado en su cara, pero vi resolución en su mirada. La sonreí para romper la tensión. Me acerqué a ella y le di un beso rápido. Me abrazó con fuerza, como si se despidiera de mi, estaba tensa pero era una chica valiente.
Me dirigí andando con mucho recelo en la dirección donde estaba el fulano arrodillado, examinando con atención toda la extensión de terreno que había a mi alrededor, el era quien menos me interesaba en esos momentos. Suponía que solo eran esos tres, pero....nunca se sabe. Gente experimentada había muerto antes por descuidar detalles como ese.
Dame una razón para que no te vuele la cabeza ahora mismo. Le empujé con mi bota haciéndole caer de espalda y la dejé apoyada en su pecho. Le encañoné directamente la cara.
Teneee..tenemos...comida. Te la puedes quedar toda, pero... no me mates por favor. El cabrón gimoteaba como una novicia. El machete con el que pensaba matarnos estaba ahora metido dentro de su funda y colgado de mi cinturón.
¿Que clase de comida? Contesta joder...no tengo todo el día. Le puse el cañón apretando contra su mejilla. Se empezó a mear encima. Esperé a que terminara el pis. Tiempo era lo que nos sobraba a todos.
Latas ...latas .de comida, muchas, conseguimos guardar la carga de un pequeño camión que estaba abandonado en la carretera. Todas, para ti, pero déjame vivir, por favor...por favor. Te diré donde las escondemos. Me miraba implorante, era muy consciente de que no me había temblado el pulso al liquidar a sus amigotes. Le dije que se estirara boca abajo. Le até las manos a la espalda y un segundo lazo le rodeó el cuello y lo até en el nudo de sus manos. Solo con tirar de la cuerda, se quedaría totalmente inmovilizado y a mi merced. Lo levanté y le puse un trozo de ropa en la boca y se la tapé con un trapo, no quería que pudiera avisar a quien fuera cuando llegáramos a su escondite.
Si intentas hablar, chillar o avisar a quien sea, te prometo que tendrás una muerte lenta. ¿Lo has entendido con claridad? Le apreté el cañón de la pistola contra las vértebras lumbares, haciéndole una presión muy dolorosa en ellas. Me asintió con la cabeza, totalmente aterrorizado y nos dirigimos de vuelta a la cueva.
Cinty salió precipitadamente y saltando casi encima mío de la tensión vivida, se abrazó a mí, la dejé hacerlo...me sentí...reconfortado por su calor pero seguí encañonando al individuo. Estaba muy nerviosa, la tranquilicé y le dije que se pusiera la mochila del fulano. Nos vendría bien para cargar cosas.
Antes, me había acercado a los cadáveres y los había examinado. Cogí para ella las botas y la guerrera de uno de ellos, estaban casi nuevas y era más o menos de su talla. Las iba a necesitar. Rompí el rifle y tiré las balas, era de mala calidad y de un calibre poco frecuente. Me quedé con dos cantimploras bastante nuevas y de buena cabida. No me servía nada más. Me puse el equipo y miré al capullo con una sonrisa helada. Se encogió como si hubiese recibido un golpe físico. Empieza a andar y recuerda lo que te he dicho...tu vida depende de ello...
Crome