Las crónicas de Andrea Harrison 6

Andrea cumple el deseo de Lily y decide someter a Lily, convirtiéndola en su esclava sexual. No obstante, ella ignora que los planes de la psicóloga de la facultad van más allá de lo que ella tiene previsto.

Victoria solía bajar temprano, y aquella mañana se estaba eternizando. Jennifer sabía lo que eso significaba. Su buena amiga había ligado y probablemente estuviera teniendo arrumacos con su pareja. Así pues, se dispuso a preparar el café, de mala gana.

Lo cierto es que Jennifer no era tan exuberante como Victoria, pero era muy hermosa, tenía un rostro dulce, algo infantil, muy atractivo, era muy baja, apenas un metro y medio. El caso es que sí que era la comidilla de muchos, pero sus altísimos estándares eran los que la tenían siempre sola.

Victoria bajó sola. Andrea le había dado unas instrucciones muy claras. Se relamía ante la idea de que su mejor amiga le comiese la polla a su novia. En el armario de su baño tenía unas pastillas para dormir. Las habían machacado y llevaba el polvo en la mano.

_ Vaya, has estado ocupada, ¿Eh? _ Jennifer se acercó con una sonrisa cómplice. _ Y bien… ¿Cómo es él? ¿Por qué no baja? ¿Es tímido?

Dada la escasez de sus conquistas, Jennifer siempre quería saber todos los detalles sobre sus ligues. Estaba tan interesada que ni se fijó en cómo Victoria le echaba el sedante en la taza de café. Victoria sonrió y se la tendió.

_ Sí, es un poco tímida, a veces. _ Dijo Victoria, dando un sorbo al café.

_ ¿Tímida? _ Jennifer dio un sorbo bastante largo, casi se quema la lengua. _ No sabía que te gustaban esas cosas, Vicky. Tú con otra chica, ¿Quién lo diría?

A Jennifer le estaba costando mantener la mirada fija, estaba empezando a notar que le pasaban los párpados. Fue en ese momento en el que Andrea salió de su escondite tras la escalera y se sentó a su lado. Jennifer estaba completamente somnolienta, sugestionable.

_ Jennifer, ¿Puedes oírme?

_ ¿Eh? Sí… ¿Quién eres?

_ Mi nombre es Andrea Harrison. Ahora necesito que me escuches, es muy importante, Jennifer. ¿Lo entiendes?

_ Lo entiendo.

Las pastillas habían hecho un gran efecto. Se había ahorrado al menos una hora de profundizar en el trance, pero aún así debía andarse con cuidado. Le estuvo hablando al menos unos veinte minutos, profundizando en las bases del trance hasta tenerla en una posición más segura.

_ ¿Comprendes entonces quién soy? _ Le preguntó, una vez más.

_ Eres mi ama. _ Respondió, con convicción, segura, como si le hubieran preguntado su nombre.

_ ¿Qué implica eso? _ Insistió.

_ Eres la persona más importante de mi vida. _ Jennifer sonrió al decirla. _ Debo obedecerte. Tú sabes lo que es mejor para mí. Lo que yo deseo.

_ Sí, eso es. Tú me deseas a mí, por encima de todo.

_ ¿Yo… te deseo? _ Dudaba.

La obediencia le había resultado sencilla, pero un deseo sin medida chocaba con sus convicciones más profundas. Andrea dudó un instante antes de afrontar su planteamiento. Con una sonrisa traviesa, se bajó los pantalones y los calzoncillos, mostrando la enormidad de su miembro. Instintivamente, Jennifer bajó la mirada hasta encontrarse con aquella monstruosa polla y se le abrieron los ojos.

_ ¿Qué es lo que pasa, Jennifer? _ Sonrió.

_ Nunca había visto una tan grande. _ Reconoció, mirándola fijamente.

_ ¿La deseas?

_ La deseo. _ Dijo, con un tinte de lujuria en su voz monocorde.

_ Y por tanto, también me deseas a mí. _ Le asoció, pero parecía costarle hacer la conexión. _ Mi polla forma parte de mí y, por tanto, me deseas tanto como la deseas a ella.

_ Te deseo… _ Finalmente escapó de sus labios.

_ A mi cuerpo por entero, mi polla, mi culo… mis tetas.

_ Tu cuerpo por entero. _ Repitió, con la vista fija en su polla.

_ Deseas mis tetas. _ Repitió Andrea.

_ Deseo tus tetas. _ Las miró.

_ Como deseas mis tetas, lo lógico es pensar que te gustan las tetas en general, como las tetas de Victoria.

_ ¿Me gustan las tetas?

Victoria se había desnudado lentamente mientras veía cómo su amiga iba cayendo en el influjo de Andrea. Y por eso estaba ya preparada, sosteniendo los enormes pechos delante de Jennifer. Andrea confiaba en los enormes pechos de Victoria. Eran los pechos más bonitos que había visto.

_ Mira las tetas de Victoria, te gustan mucho, ¿Verdad? Eso significa que te gustan las tetas.

_ Me gustan las tetas. _ Aceptó, por fin.

_ Te gusta Victoria.

_ Me gusta Victoria. _ Empezó a sobar su sexo sobre la ropa, para aprovechar el frenesí erótico en el que había entrado.

_ Te gustan las mujeres. _ Empezó a gemir con fuerza.

_ Me gustan las mujeres. _ Entró finalmente en su mente.

_ Como soy tu ama, quieres acostarte con todas las mujeres y hombres que yo te diga. _ Arrancó.

_ Con quién tú me digas, cómo tú quieras.

_ Llevas mucho negándote al sexo. Necesitas sexo desesperadamente.

_ ¡Necesito sexo desesperadamente! _ Dijo, moviendo su cuerpo con intensidad. _ ¡Pídeme que folle! ¡Pídemelo!

_ Pero a partir de hoy… _ Se acercó a su oído y le susurró. _ Tu órgano sexual principal es tu lengua.

_ ¿Mi lengua? _ Aquello la había sorprendido mucho.

_ Sí, tú lengua. _ Lo reforzó. _ Cada vez que chupes una polla, cada vez que juegues con un clítoris, tu lengua te hará sentir mejor de lo que tu coño te ha hecho sentir nunca. Piensa en ello, tu lengua enviándote ondas de placer a tu cerebro. Lo deseas.

_ Lo deseo. _ Repitió, asumiéndolo.

_ Y todo esto me lo debes a mí.

_ Te lo debo a ti. _ Sonrió, agradecida. _ Y por ello me estás enormemente agradecida. Quieres ser la mejor amante para mí.

_ La mejor amante… _ Extendió la sonrisa, fantaseando.

_ Y vivirás desviviéndote por mí. _ Le acarició el pelo y ella se estremeció.

_ Me desviviré por ti. _ Su mirada, aún perdida, pareció intentar enfocarla.

_ Harás lo que sea para que yo sea feliz.

_ Cualquier cosa, sólo pídemela. _ Sonrió, sintiéndose plena.

Andrea se sintió mal, pero no podía olvidar la petición de Lily. Quería que fuera cruel, y lo más cruel que se le ocurría era esclavizarla del todo y ser muy crítica con ella. Andrea, en el fondo, no dejaba de ser una buena persona.

_ Despierta, Jennifer.

Jennifer tardó un par de segundos en reaccionar. Su primera reacción inconsciente fue pasarse la lengua por los dientes. Una expresión de placer se adueñó de sus labios mientras lo hacía.

_ ¿Jennifer? _ La muchacha se giró, como si acabara de percatarse de su presencia.

_ ¡Mi ama! _ Se le iluminó el rostro, e instintivamente bajó la mirada a su polla, que estaba poniéndose dura. _ ¿Se la puedo chupar?

_ Si te apetece. _ Dijo, sin darle importancia.

_ Sí que me apetece, muchísimo. _ Dijo, dejándose caer delante de ella. _ Siempre tengo ganas de comerte la polla, ama.

Jennifer se hincó de rodillas y se metió la polla de Andrea entre los labios sin pensárselo. Andrea se percató en seguida de que Jennifer no estaba acostumbrada a esa tarea. A pesar del entusiasmo, su técnica era completamente nula. Victoria no podía darse cuenta. Ella gemía, masturbándose furiosamente, su fantasía se estaba cumpliendo finalmente viendo cómo devoraban la polla de su novia.

_ ¿Lo estoy haciendo bien, Ama? _ Le preguntó Jennifer.

Andrea habría sido compasiva, le habría dicho que mejoraría con el tiempo, pero la amenaza de Lily estaba muy fresca en su memoria. No podía arriesgarse a que le quitaran a Victoria. Así que fue directa.

_ Es la peor mamada que me han hecho nunca.

Se sintió culpable en cuanto lo dije. Había estado una hora trabajando en ella, reforzándole la idea de que conseguir satisfacerla era lo más importante, y ahora la hundía, demostrándole que era incapaz en aquello en lo que más ganas tenía qué hacerlo.

_ No te preocupes, Jennifer… _ Ronroneó Victoria, hundiendo sus dedos en lo más hondo de su coño. _ Ya mejorarás…

Pero eso no la ayudó. Ver a aquella diosa en su furor sexual no hizo más que aumentar su sensación de inferioridad. Victoria era perfecta y ella era una petaca incapaz de dar mamadas.

_ Siéntate sobre mí. _ Le ordenó Andrea.

_ Sí, ama. _ Respondió, en el acto.

Se subió sobre ella y se introdujo aquel monstruo en sus entrañas. Andrea notó una amplia diferencia. Estaba claro que follar era algo que Jennifer sí que sabía hacer. Así que decidió que en eso basaría su crueldad. Le daría muchísimo sexo a Jennifer, pero no mamadas, que sabía que eran su nueva predilección. No era difícil verlo por la forma en la que se lamía los labios mientras montaba.

_ ¿Lo estoy haciendo bien, ama? _ Insistió.

_ Sí, esto sí que se te da bien. Esfuérzate. Quizá algún día seas también una buena mamadora.

_ Haré mi mayor esfuerzo… _ Susurró Jennifer, botando sobre ella.

Pasados unos momentos pareció olvidarse de sus frustraciones y se centró en darle placer a Andrea. Ella no estaba experimentando ni de lejos lo que había sentido chupándosela, pero su propio placer había dejado de importarle. Andrea se corrió en su interior, de forma ruidosa. La siguió Victoria, emitiendo un sonoro grito. Jennifer no tuvo un orgasmo, pero no se quejó. Sentía que no se lo merecía.

A lo largo de los siguientes días, la situación no mejoró para ella. Estuvo practicando con verduras y consoladores, pero Andrea seguía deteniendo sus mamadas y corriéndose en su coño… al menos hasta que dejó de pedirle que se las hiciera. Cada mañana veía cómo se corría en la boca de Victoria antes de irse a clase juntas y sentía celos. Andrea se había instalado en su casa, y por supuesto, no se oponía. Era excitante estar siempre disponible.

Se había convertido en la sirvienta en su propio hogar, y eso la mantenía caliente y excitada. La excitaba obedecer. Si la gente supiera que la sobrina del decano empezaba a plantearse comprar un atuendo fetichista de criada, probablemente se habría escandalizado.

Pero lo cierto es que hacía tiempo que le importaba poco. Estaba siempre excitada y apenas lograba tener orgasmos. Los tenía rozándose la lengua contra el paladar mientras Andrea se corría en sus entrañas, pero no era suficiente, no dejaba de imaginarse cómo sería que se corriera en su boca como lo hacía en la de Victoria. Pero ella seguía siendo una incompetente. Y estaba al borde del colapso por ello.

No supo por qué, pero terminó por acudir a la psicóloga del colegio en busca de consejo. Lily le sonreía, tras escuchar su historia. Por supuesto, ella no se escandalizó ante la aventura de sumisión y esclavitud que le contaba Jennifer, entraba dentro de sus planes.

_ Bueno, pues yo veo que la solución es muy sencilla. Lo que tienes que hacer, Jennifer… es practicar más… y no con verduras ni vibradores.

_ ¿Está sugiriendo que se la chupe a otras personas? _ Se encogió de hombros. _ Eso tiene sentido, pero Andrea no me lo ha ordenado.

_ Eso puede arreglarse. _ Lily sonrió y Jennifer tuvo un estremecimiento.

_ Sí… creo que hablaré con ella sobre el tema. _ Atajó. Lily, en cambio, había sacado una grabadora de su escritorio.

_ Eso no será necesario, Jennifer. _ Pulsó el botón de la grabadora, y esta reprodujo tan sólo dos palabras.

“Duerme, Jennifer”. Era la voz de Andrea. Y el efecto fue instantáneo. Jennifer entró en trance, dejando que un hilo de babas cayese por la comisura de su labio.

_ Bien, buena chica… Vamos a ayudarte a conseguir eso que tanto necesitas.