Las crónicas de Andrea Harrison 3
Andrea descubre los placeres que hay tras su nuevo poder. ¿Qué será más fuerte, su moral o su lujuria?
Victoria ya no tenía desprecio mal disimulado en la mirada. Había sido sustituido por una mirada que combinaba absoluta admiración, amor y sumisión. Vestida con un traje de criada francesa, dejó una bandeja sobre la mesilla y miró a Andrea de la misma forma que mirarías a un dios si hubiera tomado forma humana frente a ti.
_ ¿Qué más puedo hacer por ti? _ Le preguntó.
Su tono de voz no indicaba la más mínima desgana. Al contrario, Victoria la miraba desesperada, ansiosa por escuchar su siguiente orden, ansiosa por tener algo que hacer. NECESITABA complacerla con cada fibra de su cuerpo. Cuando Andrea movía los labios, los labios de su sexo se contraían, expectantes.
_ Enséñame las tetas, Vicky.
Victoria no pudo evitar sonreír mientras, apresuradamente, se llevaba las manos al corpiño. Su sexo se humedecía, emocionado, ante la perspectiva de que su ama, su diosa, la usara como el objeto sexual que se sentía. Las dos montañas de carne que siempre habían sido su mayor orgullo, finalmente se exhibieron.
Se llevó las manos y empezó a magrearlas a acariciarse bajo la atenta mirada de Andrea. La miraba con deseo, ansiosa de que diese la siguiente orden. Andrea no la daba, disfrutando de contemplarla completamente sometida. Pero Victoria no perdía la esperanza. La tienda de campaña que Andrea tenía en el pantalón no era precisamente discreta.
Andrea estaba ligeramente hechizada por la forma en la que aquellas delicadas manos magreaban sus pechos, cómo se movían, acompañados de aquellos ojos implorantes y excitados. En la mirada de Andrea se intuía el poder, la lujuria. En el fondo de su ser siempre había existido un instinto primitivo de dominación. Era un macho, y deseaba dominar, poseer.
Era en esos momentos cuando esos deseos, que durante tanto tiempo había estado reprimiendo, se liberaban. Sabía lo ansiosa que estaba Victoria, sabía que, a una sola orden suya, haría cualquier cosa. Pero era precisamente por eso por lo que se refrenaba. Le gustaba verla debatirse, ver cómo estaba atrapada.
_ Bájate las bragas, Vicky.
Victoria dio un breve tirón a las bragas y estas cayeron. Estaban completamente empapadas. Tanto como el sexo que habían estado tanto.
_ Súbete la falda.
Victoria asintió inconscientemente y levantó la parte delantera de la falda. Andrea observó con fingido desinterés el brillo del sexo ajeno. Acercó los dedos con cuidado y rozó la humedecida cueva. Victoria se estremeció.
_ ¿Qué deseas ahora mismo, Victoria?
_ Yo… deseo que me uses.
_ ¿Qué te use? _ Andrea dirigió su mirada hacia Victoria, con fingida inocencia, como si no supiera de lo que le estaba hablando. _ ¿A qué te refieres?
_ Quiero que me folles… _ Susurró.
Aún quedaba algo de la altanera Victoria en aquella sierva. Pronunciar aquella palabra hizo que se sonrojase. Siempre había intentado evitar esas palabras, incluso en la intimidad, para mantener su estatus.
_ ¿Y cómo quieres que te folle? _ Le preguntó, mirándola a los ojos con intensidad.
_ Cómo… cómo una perra. _ Se mordió el labio al decirlo, presa de la vergüenza.
_ Muy bien, una perra entonces… creo que te llamaré Canela. _ Andrea se rio, con ganas. _ Canela, a cuatro patas, como te corresponde.
Victoria no cabía dentro de sí mientras se colocaba sobre la cama, con las piernas abiertas. Andrea la miró detenidamente. Podía ver cómo su cadera temblaba ligeramente, producto de la anticipación. Pero se lo tomó con absoluta calma.
Dejó a aquella hembra en celo literalmente temblar mientras la esperaba. Se quitó el pantalón muy despacio, sintiendo cómo Victoria la miraba como buenamente podía, pues no movió los brazos o la cadera, sólo el cuello.
Andrea se deshizo de sus calzoncillos y se quedó un segundo contemplando su propio miembro. Su mirada se dirigió al espejo mientras observaba una vez más aquella contradicción. Empezaba a acostumbrarse, pero no perdía la fascinación. Cuando se quitó la camisa y el sostén, acarició levemente sus propios pechos, sintiendo la sensibilidad de sus pezones. Su polla emitió un latido, como si quisiera llamar su atención.
Sonrió ante este pensamiento, la cogió por la base y, sin más miramientos, penetró a Victoria de una estocada.
_ Oh, dios… ¡Sí! _ Exclamó la rubia.
Andrea le dio un sonoro azote.
_ Canela, las perras no hablan.
Victoria se silenció, pero no pudo evitar que Andrea sonriera cuando, ante sus envites, además de gimotear y jadear… comenzó a ladrar. Andrea se adelantó y aferró una de sus tetas, apretándola con ganas. Ladridos como respuesta.
_ No sé, quizá me equivoco y eres una vaca… ¿Has visto el tamaño de estas ubres?
_ MUUUUUU _ Mugió Victoria en respuesta.
Esta vez, Andrea sí que tuvo que detenerse para reír. Se adelantó y tomó el rostro de Victoria, dándole un beso lascivo y mordiéndole el labio inferior antes de continuar con las embestidas. Estaba cada vez más próxima a correrse. Gruñó de placer, notando el interior de las entrañas de Victoria… y entonces.
Un la despertó. El incesante repiqueteo sobre la puerta. No había sido más que un sueño. Uno particularmente placentero, para más señas. Andrea se levantó con una imponente erección bajo el pantalón. Le costaba andar mientras se acercaba a la puerta. Se puso la manta por encima y abrió apenas la puerta con el seguro.
_ ¿Quién es? _ Preguntó.
_ Soy yo, Victoria. Habíamos quedado, ¿Recuerdas?
_ ¿Qué hora es? _ Se llevó los dedos a la nariz. Miró al reloj de pared que tenía encima de la mesa en la que comía. _ Victoria, son las ocho, quedamos a las doce.
_ Pero a las doce tengo planes. _ Contestó la rubia, despectivamente. _ ¿Acaso tú tienes algo que hacer?
_ No. _ Masculló con mala gana. _ Pero espera ahí, no estoy presentable.
_ No tardes, tengo prisa.
Andrea puso los ojos en blanco y se dirigió al lavabo. Se paró un segundo al ver su imponente erección. Y recordó las palabras de Lily una vez más. “A su total merced”. Sería muy fácil convertir a esa Vicky pesada y arrogante en la sirvienta que había visto en sus sueños. Si quería evitarlo, necesitaba tener la mente clara.
Abrió la ducha y el agua caliente empezó a recorrer su cuerpo. Su mano derecha aferró su miembro instintivamente, y comenzó a tocarse, mordiéndose el labio para no gemir. Observó la imagen que le devolvía el espejo del baño. Una mujer rubia imponente, con expresión de lujuria… que comenzaba a jugar con sus pechos.
Era algo que no había podido evitar desde que se había operado. Encontraba su propio cuerpo terriblemente excitante. Tenía el cuerpo delicado, sensual. Realmente su monstruoso miembro parecía muy fuera de lugar mientras lo tocaba, gimiendo muy levemente. Recordó a Victoria, completamente sometida a su voluntad, deseosa de obedecer, ladrando para ella.
No tardó mucho en correrse. Había sido un sueño muy intenso, y estaba segura de que se había levantado con los pantalones manchados de no ser por la interrupción. Fue liberador, y la ayudó a recuperar la compostura, cuando se vistió había conseguido apartar del foco de su mente de los trajes de criada francesa y le abrió la puerta a la verdadera Victoria, que no iba vestida de criada, pero decididamente iba bastante bien conjuntada con una chaqueta de cuero, vaqueros y unos zapatos con un ligero tacón. Nada que ver con el sencillo pijama que se había puesto Andrea.
_ ¿Cómo te puedes vestir así?
_ Vamos a trabajar, no a salir a la discoteca. _ Andrea se encogió de hombros y se sentó ante los libros.
Pronto descubrió que trabajar con Victoria era un auténtico tormento. No quería ayudar, no quería aprender, y peor aún daba la impresión de que quería sabotearla. Apenas llevaban una hora de las cuatro que le había propuesto y ya estaba al borde del colapso. Era inútil. Discutía por cualquier minucia y perdía el tiempo mirando a las musarañas todo el tiempo. Andrea tenía paciencia, pero no tanta.
_ Vicky. ¿Tú quieres hacer este trabajo o no? _ Le preguntó en un momento de frustración.
_ Pues claro que quiero. Menudas tonterías estás diciendo. _ Dijo, fingiéndose ofendida, pero con una expresión de triunfo que enervó a Andrea.
_ Vicky, te lo voy a preguntar otra vez. Sé sincera. ¿Quieres hacer este trabajo?
_ No. Quiero que te canses de mí, lo hagas tú y así tener buena nota sin esforzarme. _ Se llevó la mano a la boca, incrédula ante sus propias palabras.
Y entonces Andrea lo entendió. Cuando Lily le había dicho “A su total merced” no estaba exagerando. No había usado un tono especial, una frase gatillo o alguna clave. Sencillamente le había dado una orden “Sé sincera”. Y muy a su pesar, Victoria la había cumplido.
Andrea debería estar maravillada por su respuesta, pero en lugar de eso, se sentía maravillada por la gran cantidad de posibilidades que aquello le daba. Lily la había desafiado a no convertir a Victoria en su esclava… pero nada le impedía darle un par de órdenes para que la ayudara de verdad con el trabajo que tenían que hacer. Después de todo, su nota dependía de eso.
_ Oye, escucha. Yo no pretendía qué… _ Victoria estaba tensa, esperando la reacción de Andrea. Había un brillo siniestro en su mirada.
_ No te preocupes, Victoria… lo entiendo, pero el caso es que… Vas a ayudarme con el trabajo. Vas a dar lo máximo. Vas a respetar mis horarios y vas a ser más amable conmigo, por el bien de las dos.
Victoria perdió su mirada durante unos instantes. Andrea no pudo evitar excitarse ligeramente al ver esa mirada ida… cómo sus labios se habían relajado por completo. Durante unos instantes, pareció una muñeca. Y luego volvió en sí, mordiéndose el labio, sintiéndose culpable.
_ ¿Me perdonas? _ Le rogó. _ No se lo digas a la profesora, por favor. Sé que este trabajo es importante. Dame otra oportunidad. Te juro que me esforzaré.
Victoria parecía genuinamente arrepentida. Andrea hizo un esfuerzo. Un esfuerzo titánico por reprimir sus más bajos instintos. Sólo tenía que aguantar unos días… No merecía la pena dejar que aquel sueño la distrajera… Quizá incluso fuese un sueño implantado por Lily. Así que tenía que luchar.
_ Sí, te perdono. Pero vamos a seguir donde lo dejamos.
_ Por la diferencia entre refuerzo positivo y refuerzo negativo, ¿Cierto?
Resultó que Victoria era más lista de lo que parecía. Entendía conceptos muy deprisa y tenía buenas ideas. Había sido su pereza la que la había llevado a estar enchufada en la Universidad, y no su falta de capacidad. Andrea se llegó a plantear darle la orden de que se esforzase más en sus estudios. Pero la descartó. ¿No había hecho esa apuesta porque le había dicho a Lily que influir en la voluntad de la gente estaba mal?
No, no debía hacer nada más allá de lo relacionado con el trabajo. Y formó ese convencimiento en su mente. Llegaron las once y media y miró a Victoria. Era como el día y la noche. Estaba tan ensimismada en el diagrama de flujo que estaba trazando, que no se había dado cuenta del tiempo que había pasado.
_ Vicky. ¿No habías quedado a las doce? _ Le preguntó.
Victoria reaccionó mirando el reloj y abriendo mucho los ojos. No se podía creer que llevase tanto tiempo dedicado al trabajo.
_ Tienes razón, debería irme… Oye… Había quedado con unos amigos en el parque, ¿Quieres venir?
Victoria le sonrió. Desde luego, era muchísimo más amable. ¿Estaría bien seguirle la corriente? ¿Acaso sería auténtica una amistad que había nacido de una orden? ¿Y si sólo estaba rompiendo una capa de prejuicios al hacerlo?
_ Bueno, yo quería ir al súper a comprar algunas cosas. Está al lado, si quieres, te acerco.
Corresponder la amabilidad de Victoria era lo menos que podía hacer. No quería aprovecharse de ella. Victoria expandió la sonrisa.
_ Eso sería genial. Mi coche está en el taller, y no sabría si iba a llegar a tiempo.
Andrea sonrió y se metió en el baño para vestirse. No se puso nada excesivo, ni tampoco demasiado maquillaje, pero no le hacía falta. Andrea era uno de esos raros casos en los que la cirugía estética no aportaba la más mínima queja. Parecía delicada, femenina y muy elegante. Salió junto a Victoria y la llevó al parque. Después de bajar del coche, pensó que no tendría nada de malo acompañar a Victoria. Luego pasaría por el super, y de vuelta al coche.
Y entonces fue cuando la vio. A Allison. Paseando junto a un tío. Uno que era más bajo de lo que él había sido, mucho menos atractivo. Y sintió cómo la bilis se agolpaba en su interior. No podía pensar con claridad, o razonar. Sólo quería contraatacar contra esa afrenta lo antes posible. Miró a su derecha y Vicky le devolvió la mirada.
_ ¿Estás bien? Esa es tu ex, ¿No?
Victoria estaba preocupada por ella, parecía realmente compungida. Andrea debía haber dejado que la consolara como probablemente quería. Haberlo hablado… quizá hubiera nacido una bella amistad de todo aquello. Pero los celos fueron más fuertes.
_ Victoria, compórtate como si fueras mi novia.
Se arrepintió en cuanto lo dijo. Pero ya era tarde. Allison se estaba acercando. No le daría tiempo a deshacerlo antes de que llegara. Vicky perdió de nuevo la mirada unos instantes y después…