Las cosas no andaban bien [01]

Una pareja desesperada busca nuevas maneras de ser felices.

Las cosas no andaban bien. Ocho años de relación —la mitad de ellos viviendo juntos—, estaban llegando aceleradamente a su punto final. Cualquiera podría decir que éramos la pareja perfecta. Antes de llegar a los treinta, teníamos la vida bastante resuelta: una situación financiera sin excesos, pero acomodada, un apartamento en uno de los mejores sectores de la ciudad, una camioneta de modelo reciente, un negocio propio. Nuestras familias se querían y soñaban con vernos juntos toda la vida. Parejas amigas frecuentemente nos usaban como ejemplo. Pero claro, como ya podrán suponer, no todo era perfecto.

El sexo con María nunca fue nada del otro mundo, era agradable y cariñoso, tres o cuatro veces al mes estábamos juntos y a decir verdad, aunque siempre tuve ganas de más, con el tiempo, lo consideré suficiente. Cuando nos conocimos, me encantó. Su cuerpo delgado pero con senos perfectamente formados y un culo que no podía dejar de mirar ni obligado, me cautivaron. Su pelo, liso y con ligeras iluminaciones, era color avellana. Su piel, clara y suave. Pero llegado a este punto debo ser sincero, lo que me enamoró fue su rostro. Una cara absolutamente angelical; una mirada inocente, labios de un rosado profundo y una nariz pequeña y respingona. En fin, una preciosidad.

Siempre pensé que su falta de apetito sexual era natural en ella, eran contadas las veces que podía sentir en ella un auténtico deseo sexual, el resto de las veces era más por complacerme a mí que otra cosa. Lo intenté todo lo que estaba a mi alcance, pero a pesar que habían ligera señales de cambio de manera esporádica, el asunto siempre terminaba de igual manera. Hasta que me lo dijo.

—Creo que me gustan las mujeres.

No puedo mentir, el mundo se me vino abajo. Mi autoestima quedó por el piso. A mi cabeza llegaron mil preguntas pero solo logré articular una. —¿Desde cuándo? —fue lo único que conseguí preguntar—. Creo que desde siempre —añadió.

No vale la pena detallar todo lo que sucedió a continuación, pero todo sucedió desde el amor que sentíamos. Durante varios meses intentamos entender ambos la situación. Empezamos a ver juntos porno lésbico, tríos, orgías. Mientras yo le hacía sexo oral, ella veía a Riley Reid montándoselo con Kendra Sunderland. A veces simplemente nos mastúrbabamos juntos, lado a lado. Sintiéndonos pero no participando. Si ella acababa primero, rápidamente bajaba su cabeza y me la chupaba mientras se volvía a meter un par de dedos hasta que yo acababa en su boca. Se lo tragaba todo. Durante varias semanas la noté más excitada y apasionada que nunca. Liberada, casi. Poco a poco empezamos a hablar más durante las relaciones, decíamos cosas. Mientras me pajeaba, acercaba su boca a mi oreja y me susurraba: —¿Cómo te gustaría verme? —Yo pasaba mi brazo por debajo de su cuerpo y apretaba su culo para luego con uno de mis dedos tocar su raja y con el dedo humedecido metérselo despacio por el culo—. Te quiero ver chupando unas tetas —le decía. Acabábamos al instante.

Pero esa nueva luna de miel duró poco, al cabo de una semanas, los problemas volvieron a aparecer y esta vez eran más profundos. La notaba deprimida. Triste. Y no lo aguantaba más. Un miércoles en la noche me lo dijo: —Creo que nos deberíamos dar un tiempo.

Mi respuesta fue una pregunta.

—¿Quieres un tiempo para acostarte con alguna chica? —le dije mientras la miraba a los ojos—. No sé, tal vez. —me respondió.

Le dije que en ese caso no era necesario nos diéramos un tiempo. Le dije que la entendía. Le dije que era normal y que la amaba con mi vida. Le dije que si quería estar a solas con una chica, yo la ayudaría. Dije tantas cosas.

Su expresión cambió al instante. Me besó y mirándome fijamente me dio las gracias no sin antes preguntarme si estaba seguro.

Quiero hacer que lo nuestro funcione. Haré lo que sea necesario.

Continuará