Las cosas de patricia

Una ex no tan ex

UNO

Patricia es una de mis ex amantes, pero que nunca fue ex del todo. Me explico:

Al principio de nuestra relación nos ‘veíamos’ íntimamente tres, cuatro y hasta cinco veces por semana. Luego los encuentros se fueron distanciando, y en el tiempo en que transcurre esta historia ya eran muy esporádicos, sólo cuando uno apetecía del otro y le llamaba por teléfono para concretar una cita, meramente sexual, naturalmente; (de ahí lo de “no tan ex”).

Eso fue lo que pasó aquel viernes: sonó mi teléfono y escuché su voz al descolgar.

-Hola, soy Patricia.

-Ya te había reconocido. Hola.

-Me preguntaba si te apetecería venir a tomar café esta tarde a casa, a eso de las cuatro y media.

-¡Umm! Claro que sí. Sabes que me encanta tu café.

-Pus aquí te espero.

Tenía muy claro lo que iba a suceder: un café que ni siquiera terminaríamos y unas cuantas horas de sexo salvaje, luego yo de vuelta a mi casa, o a donde fuese, y hasta dentro de otros dos o tres meses.

Pero cuando llegué a su casa pensé que, por esta vez, las cosas se habían torcido, o al menos retrasado, porque nada más abrirme me dijo:

-¿Sabes? Tengo visita, pero supongo que se marchará pronto. Pasa.

Un poquito decepcionado; porque Patricia estaba tan despampanante como siempre y hubiese querido llevarla a la cama cuanto antes; pasé al salón.

La visitante era una mujer, de entre 35 y 40 años, que estaba sentada en un sillón enfrente del sofá grande, testigo de tantas ‘batallas’ nuestras. Se levantó cuando Patricia hizo las oportunas presentaciones. Lo hizo diciendo que se llamaba Elena, que era la vecina de dos pisos más abajo, que era nueva en el bloque y que se habían conocido en el ascensor, la había invitado a tomar café cualquier día en su casa, y había elegido el de hoy. Ya le había advertido que esperaba a un amigo para el café.

Volvió a sentarse y nosotros lo hicimos en el sofá. Yo venía ya con un calentón importante, por lo que, internamente, rogaba porque la ‘visita’ se marchase pronto. Pero Patricia no parecía estar dispuesta a esperar ni a eso. Sin dejar de hablar con la vecina de la ‘logística’ del bloque, me puso la mano en la entrepierna para sentir mi erguido miembro.

Ni que decir tiene que Elena se tuvo que percatar de la ‘maniobra’, pero por si no se había dado cuenta, Patricia dijo:

-¡Caramba chico, como vienes!

No sé si era una forma, no tan sutil, de echar a la otra, pero Elena no se levantó para marcharse, sino que dibujó en su rostro una sonrisa pícara.

Patricia, sin embargo, pretendía llegar más lejos en su ‘acoso de despedida’ a la otra, porque ya no dejó la mano quieta, sino que empezó a tocarme el miembro por encima del pantalón.

No sé si contra lo que esperaba, o como pretendía, Elena empezó a separar y juntar las piernas en un evidente masajeo de su sexo. Desde ese momento el ‘tema’ estaba planteado: la vecina no se iba a marchar, pero iba a participar en la ‘fiesta’. De modo que Patricia actuó en consecuencia: me abrió la cremallera de la bragueta y sacó al exterior mi enhiesto pene para empezar a pajearme muy lentamente.

Elena dejó de hacer ‘ejercicios de muslos’ y directamente llevó la mano a su sexo para empezar a tocarse sin tapujos.

-¿Has visto que hermosura de polla? –Preguntó Patricia.

-¡Ummm, sí! –Respondió Elena- ¡Está para comérsela, y me habéis puesto cachonda perdida!

-Ya arreglaremos eso. Voy un momento a preparar el café, siéntate aquí y me la mantienes bien dura. ¡Pero sólo mantenerla, eh!

Se levantó y le dejó el sitio a Elena, que se subió ‘descuidadamente’ la falda antes de sentarse y empezar a acariciarme el pene con delicadeza. ¿Cómo podía yo resistirme a poner mi mano entre sus muslos; que separó adecuadamente para facilitarme el trabajo; y acariciarle también su coño?

Empezó a mover las caderas y a suspirar hasta que, quitando su mano, ahogó los suspiros al meterse mi verga en la boca. La mamaba con tanta delicadeza como entusiasmo, y yo tenía que hacer esfuerzos sobrehumanos para no correrme.

En esa situación estábamos cuando llegó Patricia con el café. Para nada abandonó Elena su ‘juego’.

-¡Vaya! –Comentó la anfitriona- Buen método de mantenimiento, si él es capaz de resistirlo y no llenarte la boca de leche.

-¡Me encantaría! –Dijo la otra dejando por un momento la boca libre para poder hablar.

-Lo supongo, pero tendrás que esperar a que me dé a mí la primera ‘cosecha’. Anda, sigue un poco, pero con cuidado, mientras yo voy a ponerme algo más cómodo.

Fue hacia el dormitorio. Nada más perderse de vista Elena me dijo:

-Si no puedes aguantar no aguantes, me da igual lo que diga Patricia, pero si no me la meto ahora mismo en el chocho me va a dar algo.

Uniendo la acción a la palabra se quitó las braguitas, se puso a horcajadas sobre mí y ella misma apuntó mi pene a la entrada de su vagina y se dejó caer para introducírselo.

No se puso a cabalgarme, sino que con todo el miembro dentro inició unos giros circulares con las caderas al tiempo que se descubría un seno y lo ponía en mi boca…

Patricia volvió al poco. Se había puesto un picardías rojo, totalmente transparente, lo que permitía ver que había prescindido por completo de sujetador y bragas.

-¡Qué puta eres! –Le dijo a Elena al verla follándome-. ¡No has podido resistir las gana de tenerla dentro! ¿Eh?

-No guapa –Respondió la otra-. ¡Es que da un gusto!

-Lo sé. Pero quítate de ahí, que me la tiene que meter a mí.

-¡Joder, no puedo! ¡Estoy a punto de correrme!

Entonces intervine yo, que sólo me había estado dejando hacer:

-Anda Elena, déjale tu sitio a Patricia y tú ponme el coño en la boca. Te aseguro que te vas a correr como nunca.

Con esta promesa, y entre suspiros, se puso de pie, momento que aprovechó Patricia para, con un hábil movimiento, ocupar su lugar y clavársela hasta el fondo. No sé bien como lo hizo, pero Elena supo colocarse de tal forma que puso su coño abierto en mi boca mientras la otra saltaba exacerbada sobre mi polla.

Los gritos de las dos, mientras se corrían, seguro que pudieron oírse por todo el vecindario, sin menospreciar los míos cuando me vertí dentro de Patricia.

Elena estaba como enloquecida.

-¡Más, quiero más, quiero correrme más! ¡Quiero su leche en mi boca, en mi chocho, en mis tetas!

-Vámonos a la cama –Dijo Patricia-. Follaremos mejor.

-¡Sí! –Dijo Elena-, pero dejadme antes que llame a mi marido para decirle que tardaré más de lo que pensaba.

-Dile que me tienes que ayudar a terminar un ‘trabajo’ muy importante que tengo entre manos.

-En otro sitio voy a tener yo ese ‘trabajo’ en un momento.

Lo que sucedió en aquella cama durante más de cuatro horas no creo que os resulte muy difícil de imaginar.

FIN

© José Luis Bermejo (El Seneka).