Las cosas de mi madre 8
El final, no era el fin. La historia sigue.
Capítulo 8
Son casi las cinco de la tarde cuando llegamos a Sevilla.
Al acercarnos a casa veo, con sorpresa, que la puerta de la calle no está cerrada. Entramos.
--¡Linaaa! ¡Katiaaa!
Silencio por respuesta…
--Nos están gastando una broma, hijo.
--No mamá. Puede ser algo grave.
--¡Linaaa! ¡Katiaaa!
Subo a la sala de videos y está todo revuelto, pero no hay nadie. También las habitaciones están manga por hombro. Alguien ha estado registrando nuestra casa. Pero ¿Y mis hermanas? Mamá esta temblando de miedo, Tina se abraza a ella y tratan de calmarse la una a la otra.
--¿Y la niña?
Corremos a mi dormitorio y encontramos a la niña en su cuna… Dormida. Mi madre la coge y empieza a llorar. El pañal está muy sucio, debe llevar varias horas sin su madre. En el baño la cambia. La pobre tiene mucha hambre.
Tina, mi suegra, baja corriendo a sacar del frigorífico un biberón, de leche materna, que calienta y sube para dársela. Lola se calma.
Sobre uno de los DVD de grabación, hay una señal, una flecha indicando el aparato. Lo enciendo y pulso el botón de reproducción.
Aparece la imagen normal, mis hermanas jugando entre ellas, desnudas, atendiendo llamadas de clientes… Solo uno segundos… Imagen en negro… De nuevo, las dos, siguen desnudas, pero con los brazos atados con cuerdas, sentadas en los cojines del suelo. Subo el volumen…Oigo la voz de Lina…
--------“Carlos, unos hombres han entrado, por sorpresa, y nos han atado. Preguntan por unos documentos de papá. Les hemos dicho que no sabemos nada y no nos creen… -----Sollozos------… Quieren que te diga que te llamarán, para que les entregues los papeles, a cambio de nosotras. Ellos te dirán donde y cuando…Tengo miedo Carlos, mamá…”--------
--Lo que temíamos… Ha ocurrido, hijo. ¿Qué vamos a hacer?
Disimulando, le hago un gesto a las dos para que me sigan la corriente.
--No lo sé, mamá. No sé a qué papeles se refieren. ¿Tú sabes algo?
Mi madre se hace cargo de la situación. No sabe lo que ocurre pero lo supone.
--¡Yo qué voy a saber, Carlos! El cabrón de tu padre no nos decía nada. Yo no sabía a lo que se dedicaba. Lo único que sé, es lo que te han dicho en el cuartel. Que se dedicaba a la compra venta de armas. ¡Dios mío! ¡Las niñas tampoco saben nada!
Tina nos miraba, en silencio. No comprendía lo que ocurría. Me las llevo abajo. Veo que el escondrijo, donde están los documentos y el dinero, está intacto. No lo han descubierto. Las hago salir al pequeño patio delantero de la casa.
--Mamá, una de las cámaras estaba activa. Seguramente espiaban nuestros movimientos. ¡No sabemos nada! Seguidme la corriente.
De nuevo en la sala.
--No han forzado la puerta. Alguien les ha facilitado la entrada, pero ¿Quién? Las chicas no abrirían a un desconocido… Tenemos que denunciar el secuestro a la policía… Nosotros no tenemos nada que ocultar y en el cuartel del pueblo, el teniente, encargado del caso, me ha dicho que están sobre la pista de unos mafiosos, aquí en Sevilla. Por eso me llamó, para hablar conmigo. Para ver si yo sabía algo y les he dicho la verdad. Qué no sé nada… No toquéis nada. Dejadlo todo como está. Vámonos.
En mi mochila de la UNI, guardo los documentos y el dinero de mi padre. No habíamos bajado las bolsas con la ropa y los neceseres del viaje al pueblo, seguían en el coche.
Con mi suegra y mi madre, me encamino a un hotel que hay en el cruce de la SE-30 y la A-4. Me facilitan alojamiento en una habitación con tres camas, para no separarme de ellas.
Tras varias llamadas al cuartel del pueblo, logro localizar al cabo y me facilita el número del móvil del teniente, consigo localizarlo.
--¿Don Emilio? Soy Carlos. Estuvimos hablando, esta mañana, del asunto de mi padre…
--Si ya lo recuerdo… ¿Qué se le ofrece?
--Tengo un problema grave, teniente. Han secuestrado a mi mujer y a mi hermana. Aquí, en Sevilla.
--¿Como ha sido?
--No lo sé con certeza, pero han dejado una grabación en video, en la que, mi hermana, me dice que los secuestradores les piden unos documentos de mi padre. Y ellas, claro está, no saben nada. La grabación se realizo a las 21:33 de ayer, o sea, mientras estábamos mi madre, mi suegra y yo en el pueblo para verlo a usted. Han registrado toda la casa…Claro, sin encontrar nada.
--Vaya inmediatamente a la policía… Si, en la central. Busque al inspector L----- es un experto en bandas criminales y ya sabe del caso, hemos trabajado juntos. Le pondré en antecedentes y lo acompañará a su casa. Yo iré en cuanto pueda. ¿Tienen algún sitio donde quedarse? Por ahora no es conveniente que vuelvan al domicilio y facilitará el trabajo de la científica.
--Si, estamos en el hotel, xxxxx. No podíamos quedarnos en casa. Iré a la central de la Policía Nacional en busca de este señor.
Atravieso Sevilla, el tráfico es denso, es noche cerrada cuando llego. En cuanto me identifico viene a mi encuentro un hombre, no muy alto, vestido de paisano, me esperaba en el control de entrada. Dejamos mi coche, en el aparcamiento que me indica y abordamos un celular, conducido por un guardia de uniforme. Le explico que, sospecho, que una de las cámaras está activada. De ser así es probable que los secuestradores, puedan vernos y oírnos cuando entremos en el edificio.
Al llegar a la casa, les voy informando de lo que me parece relevante. No han forzado la puerta de entrada, el destrozo de muebles y enseres, por toda la vivienda. El guardia de uniforme se queda en el descansillo de la entrada. Subimos a la sala de videos, donde, algo avergonzado, le explico a qué nos dedicamos.
Nos llama la atención el guardia de la entrada. Ha llegado el teniente D. Emilio. Sube, se saludan cordialmente y centran su atención en la cámara activada.
Bajamos y en el patio de entrada.
--¿Maneja usted los equipos informáticos?
--Si, se me dan bastante bien ¿Porqué?
--Porque si alguien está recibiendo señal de aquí, vía internet, habrá dejado un rastro. Están al llegar los expertos y quizá puedan localizar la IP del equipo que esté conectado. Si hay suerte podemos llegar hasta los secuestradores.
--Si, pero, esta es una página web de libre acceso. Puede haber cientos, si no miles de IPs conectadas.
--Esperemos que no. Si la imagen que se transmite no es “atractiva” ¿Quién se va a conectar para ver una habitación vacía?
Aparece un furgón de la policía. Bajan unos señores, con monos blancos, guantes, maletines… Emilio y L…. Hablan con ellos. Uno de los recién llegados se dirige hacia mí.
--¿En la sala hay un solo servidor?
--Sí, es el equipo que hay en la salita que está situada al fondo del pasillo. Era un aseo y se preparó para los equipos informáticos. De las tres torres, el servidor es la de en medio, la más grande.
Sin mediar palabra, el hombre sube, yo sigo en la entrada, acompañado por el guardia que nos trajo hasta aquí.
Entra al recibidor y por el walky talky imparte unas órdenes. No entiendo lo que dice, pero sí sus efectos. Por un extremo de la calle, aparecen dos hombres que se dirigen a un muchacho, joven, que se encontraba a unos veinte metros de nosotros.
Cuando se acercan a él, corre, huyendo, en dirección contraria. Le dan el alto y exhiben armas. Pasa por mi puerta, corriendo. Por la otra bocacalle, a la que se dirige, otros dos, supongo, policías de paisano, le conminan a detenerse.
El chico saca de la cintura, por la espalda, una pistola, con la que dispara a los dos que pretenden detenerlo. No acierta. El policía que me acompañaba, me mete en el zaguán de un manotazo y arma en mano da el alto al chico, este se revuelve y apunta hacia nosotros, el policía dispara y el muchacho cae. Al oír los disparos bajan a todo correr Emilio y el inspector.
--¡¿Qué ha pasado?!
--Lo que sospechábamos. Alguien vigilaba nuestros movimientos, pero era muy torpe. Se ha dejado ver y al darle el alto ha sacado un arma y ha disparado.
--¿Cómo está? ¿Ha muerto?
--Yo le disparé a las piernas. Espero no habérmelo cargado.
Uno de los policías que vigilaban la calle, confirma que el chico está herido en un muslo. Al parecer no es grave.
Alguien ha llamado a urgencias y una unidad de 061 llega a los pocos minutos. Dos de los policías de paisano acompañan al herido tras haber realizado los enfermeros la cura de urgencia en el suelo. La ambulancia se va.
Estoy aturdido. Me tiemblan las piernas y casi no puedo tenerme en pie.
El Civil se da cuenta de mi estado.
--¿Cómo te encuentras, Carlos?
-- Acojonado.
Los tres policías sueltan una sonora carcajada. Imagino que a ellos también les afectan los hechos y la risa es una válvula de escape.
Se oye un revuelo arriba. Bajan corriendo dos, de los vestidos de blanco. Cuchichean algo con el Civil y el inspector.
--¡Paco, vámonos! ¡Carlos, sube al coche!
De estampida, con las sirenas a toda voz, cruzando Sevilla en dirección a la zona de la Macarena. En una de las calles, transversales a la Avenida de San Lázaro, se detiene el vehículo. Bajan a la carrera, hay más unidades policiales en la calle. Al bajar del coche oigo disparos, gritos… Reconozco la voz de Lina gritando.
A la carrera entro en un portal, abarrotado de policías, que me impiden subir. Llorando, gritando….
--¡Es mi hermana! ¡Mi mujer!
Dos de los guardias me sujetan e inmovilizan. Por la escalera, acompañadas por los policías, bajan mis dos amores.
Desnudas. Cubiertas con las chaquetas de los guardias.
Asustadas, llorosas, con claros síntomas de ansiedad… Pero están vivas.
Abrazados, llorando, trato de calmarlas. Emilio se acerca.
--Hemos tenido mucha suerte, Carlos. Ahora las llevarán al Policlínico para una revisión. Si no hay problemas os podréis marchar a casa.
--Gracias, Emilio. No puedes imaginar cuanto te agradezco lo que has hecho por nosotros. … ¿Puedes acompañarnos? Tengo que hablar contigo de un tema… Espinoso.
--¿Más?
--Sí.
Otra unidad del 061, acoge a mis dos chicas. Subimos Emilio y yo para acompañarlas. Les facilitan unas batas y entran en el hospital, en sillas de ruedas, empujadas por dos celadores.
Emilio habla con uno de los responsables y nos permiten entrar con ellas. Me miran con sus caritas llorosas, desamparadas. Están muy asustadas. Han debido pasarlo muy mal… No sueltan mis manos, tiemblan.
Llamo por el móvil a mi madre y mi suegra. Les informo de donde estamos y que las chicas están, relativamente bien.
Lina me preocupa, no llora, tiene la mirada perdida…
--Lina, ¿Cómo estás?
Silencio.
--Lina, háblame, por favor. Dime algo.
Levanta su carita, me mira fijamente…
--¿A qué se dedicaba papá, Carlos?
La pregunta me deja perplejo.
--¿Porqué preguntas eso, cariño?
--Escuche hablar a los hombres que nos secuestraron. Planeaban llevarnos a algún sitio, por Cádiz, desde donde nos trasladarían a Tánger. Allí sacarían un buen dinero en “La subasta”. Uno de ellos me dijo: “Tu padre sabía mucho de eso. Lo que no podía imaginar es que su hija, acabara siendo vendida, como tantas otras”
Emilio, presta atención a lo que Lina me cuenta.
--Dime, Lina. ¿Hablaron del lugar de Cádiz donde os iban a llevar?
-- Lina, es Emilio, de la Guardia Civil. En colaboración con la policía, es, quien ha localizado el piso donde os retenían.
--Gracias…
No puede seguir hablando. El llanto se lo impide. En ese momento se las llevan a uno de los cubículos para reconocerlas. Emilio me aparta de las personas que están en la sala de espera, me lleva a un rincón.
--Carlos, es muy importante que sepamos, lo antes posible, el lugar de concentración de las chicas, antes de que sean trasladadas a Marruecos. Aunque la policía marroquí colabora con nosotros, carecen de muchos medios, las mujeres que entran en ese país desaparecen sin dejar rastro. Llevamos mucho tiempo detrás de este grupo. Se dedican al tráfico de armas, estupefacientes, mujeres y niños.
--Emilio. En mi coche tengo los documentos, de mi padre, que estos canallas buscaban. Ayer, después de dejarte a ti en el cuartel, fui a mi casa, porque tuve una corazonada. Encontré un lugar donde mi padre los guardaba. Recordé que hace años, un día sorprendí, a mi padre, haciendo algo en una caja de registro de la luz. Y allí estaban.
Mentí. No podía decirle que los había encontrado tiempo atrás. Y tampoco pensaba decirle que había encontrado dinero. Lo había guardado en un lugar, en principio, seguro. Solo le entregaría los documentos que llevaba en mi mochila, guardada en el maletero de mi coche, aparcado en el parking de la central de policía.
Suena mi celular. Es mi madre, están en la entrada de urgencias.
--Emilio, son mi madre y mi suegra. Si te parece bien, las dejamos a ellas aquí y nosotros vamos a la Avenida de República Argentina, donde está mi coche. Tal vez encuentres algún dato, en la documentación, que te ayude en este caso.
Mamá entra como un huracán…
--¡¿Dónde está mi niña?!
--Mamá, tranquilízate. Están bien, muy asustadas pero bien dentro de lo que cabe. Este señor es Emilio, teniente de la Guardia Civil. Gracias a él tenemos a las chicas con nosotros. Ahora las están viendo los médicos, para asegurarse que se encuentran bien.
--Señora, encantado de conocerla… Voy a pedirle un favor.
--Usted dirá.
--Carlos y yo tenemos que salir, no sé lo que tardaremos en volver.
El inspector de policía que me esperaba en la central, entra en ese momento.
--Emilio, ¿Han dicho algo?
--No L…. Aún están dentro, pero yo voy a salir con Carlos a buscar su coche…
--Está en la central…
--Sí, por eso. Para que se lo traiga y pueda llevarse a su señora y a su hermana, si les dan el alta Llámame si averiguas algo.
Mi madre me mira sorprendida. Le respondo con un gesto de asentimiento.
En la calle está el celular con Paco, el policía, al volante. Nos lleva hasta la central, donde nos deja y regresa al Hospital.
Entrego los documentos a Emilio, sin la carta de mi padre ni la documentación de la empresa, que figura a nombre mío y de mi hermana y que dejé en el hotel, en la bolsa que traíamos al regresar del pueblo.
Entramos en la central y nos dejan un despacho, Emilio revisa la documentación.
--Aquí hay varios números de cuentas en paraísos fiscales. Los códigos de acceso y las cantidades de dinero ingresadas. Pero….Espera…Aquí hay algo más.
--¿Qué has encontrado?
--Escrituras de propiedad de varios inmuebles. Dos de ellos en la provincia de Cádiz. Un chalet en Cabo Roche y otro en Tarifa.
En el ordenador, busca la situación de los inmuebles. La impresora escupe folios con la situación, las direcciones…
--Vaya, al parecer lo tenían bien organizado. No sabemos si aún estarán activos, pero el de Cabo Roche es ideal, para esconder a las personas que van a trasladar y el de Tarifa, para controlar los movimientos de las patrulleras del Estrecho. Ahora vuelvo.
Por la cristalera que separa los despachos, lo veo hablar con dos hombres, al parecer importantes. Les entrega la documentación y se dirigen a sus, supongo, respectivos despachos. Donde empiezan a impartir órdenes por teléfono. Emilio regresa.
--Ya nos podemos marchar. Aquí ya hemos terminado.
--Pero ¿Qué ha pasado?
--Vamos para el hospital. Por el camino hablamos.
En silencio, recorremos los pasillos y bajamos las escaleras. En el aparcamiento subimos a mi coche y me dirijo al Hospital Macarena.
--¿Me puedes decir, qué pasa, Emilio?
--No debo, pero has colaborado y no puedo negártelo. Esto es confidencial. ¿De acuerdo?
--Por supuesto.
--Se han dado las órdenes para entrar en las viviendas. No sabemos aún, que vamos a encontrar.
--¿Y qué pasará luego con las cuentas y los inmuebles?
--Las cuentas numeradas, seguramente, se confiscarán, así como algunos inmuebles.
--¿Algunos? ¿No todos?
--Por lo que he podido ver, hay dos a nombre de tu madre, uno a tu nombre, otro al de tu hermana y dos a nombre de tu suegra. Pero lo que me ha extrañado es que también hay dos a nombre de tu mujer. Y se firmaron, todos, entre el dos mil seis y el dos mil nueve. En esas fechas, tu, tu hermana y tu mujer…Erais niños y tu suegra…No era tu suegra ¿Tú sabes algo?
--Es complicado, Emilio… Mi padre era amante de Tina, la que ahora es mi suegra. Lo ha sido durante muchos años. Seguramente por eso, al ser mi suegra divorciada, quiso asegurar su futuro y el de su hija. Con el tiempo, Katia y yo empezamos a salir. Nos enamoramos y todos lo vieron bien. Se quedó embarazada y nos casamos. Hasta ahora. Somos una familia…Normal.
--Bien…Eso puede explicar muchas cosas.
--Entonces… Las propiedades que están a nuestro nombre… ¿Las requisarán?
-- Será el juez que instruye el caso quien lo decida. Pero las cuentas y las propiedades escrituradas a nombre de las empresas fantasma, con testaferros… Del grupo de delincuentes…Esas, seguramente, pasarán a ser propiedad de Hacienda. Toma.
--¿Qué es esto?
--Son las escrituras de las propiedades que se inscribieron a vuestro nombre. Las he apartado, para que no entren en el paquete de las requisadas. Si no saben que existen… Probablemente no las tocarán. De todos modos, te aconsejo, que os busquéis un buen abogado, a ver qué podéis sacar.
--Gracias, Emilio. No puedes imaginarte, cuanto te agradezco, lo que has hecho por nosotros.
--Yo también te estoy agradecido. Sin tu ayuda no hubiéramos podido desmontar la trama y esta operación me facilitará un ascenso.
Llegamos al Policlínico. L… nos dice que las chicas están bien. Les han dado el alta y podemos irnos a casa. Las cuatro están sentadas en las sillas de la sala de espera. Nos despedimos de los policías. Mi madre y Tina cobijan a las chicas. Me acompañan hasta el coche, en la puerta de entrada de urgencias.
--Nos vamos a casa. Por fin…
La casa está hecha una calamidad. Colocamos lo imprescindible para poder acostarse… Las cuatro entran en el aseo. Las madres les preparan el baño…Tratan de calmarlas y que olviden…
--Mañana arreglaremos el desastre que nos han dejado esos malnacidos. Ahora a dormir…
Dejo que se acuesten y descansen, mientras yo voy al hotel a recoger las cosas que dejamos…
Entro sigilosamente en casa, de regreso del hotel, oigo unos suspiros. Alguien llora quedamente. Me acerco al dormitorio de Lina, están las dos juntas, cuchichean… Es la voz de Katia.
--No llores más, Lina. Cariño…Amor mío… Ya ha pasado todo, con el tiempo lo olvidaras.
--¡No Kati! ¡No lo olvidaré jamás! ¡No puedo! ¡Nos han violado!
Un escalofrío recorre mi espalda.
Doy dos golpecitos en la puerta, para no asustarlas y entro. La tenue luz de la mesita de noche, me permite verlas abrazadas en la cama.
Al verme rompen a llorar las dos. Me siento junto a Lina que me abraza, temblando.
Katia acaricia a su hermana, cuñada y amiga. La cubre de besos. Yo acaricio sus cabellos.