Las cosas de mi madre 4
Tratando de aclarar la situación en que se encuentra mi familia. Propongo una solución.
En el salón de casa están los tres sentados, Katia y Lina en el sofá. Es de rinconera de cinco plazas, mamá se sienta junto a Lina y Tina al lado de Katia. Papá ocupa uno de los dos sillones del tresillo, yo me acomodo en el otro. Veo a mi padre muy turbado, inclinado, con la cabeza apoyada en las manos y mirando al suelo. En el fondo me da pena, debe estar pasándolo muy mal. Levanta la mirada, coloca las manos en sus rodillas.
--Carlos, creo que te debo, os debo a todas una explicación, pero, sinceramente… No la tengo. Solo puedo pediros perdón por lo ocurrido.
--No es cuestión de perdonar papá. Es el momento de aportar soluciones al problema que se nos plantea y para ello, creo, que antes debemos aclarar algunas cosas.
--¿Qué cosas hijo? La situación está clara, Katia va a tener un hijo mío y…
--Y… Te has estado acostando con Katia y con su madre, Tina… Pregunto. ¿A quién quieres? ¿A mamá, a Tina o a Katia? Piénsalo bien antes de contestar. De tu repuesta, dependerán las decisiones que tomemos.
Papá toma la palabra.
--Ana ya lo sabes ¿No es así?
--Lo supongo, Fernando, pero quiero que lo digas tú. Me has estado engañando durante muchos años y después de todo esto…
Papá se cubre con las manos y llora, dejo pasar unos minutos para que se calme. Lina le acerca un vaso con agua. Bebe unos sorbos. Lina besa su frente y vuelve a su asiento.
--Gracias hija. La decisión a tomar es muy difícil. De alguna forma os quiero a todos y no puedo decir a quien más o menos. Daría mi vida, sin dudar, por cualquiera de vosotros. Decidir a quién quiero… ¿Qué quieres que te diga Carlos?
--Algo muy simple. Con quien quieres seguir viviendo, y quien de todas está dispuesta a vivir contigo. Vamos a ir descartando, por eliminación. ¿Quieres a Katia? ¿Quieres vivir con ella?
--Carlos, va a tener un hijo mío.
--Pero ¿Tú la quieres para vivir con ella o no?
Mira a Katia y mueve la cabeza negativamente.
--No, hijo. La quiero como a una hija… Pero no quiero amargarle la vida. Me consta que ella te quiere. De hecho lo que ocurrió entre nosotros….
--¡No!, No sigas. La has descartado. Katia, ¿qué piensas tú?
--Ya lo sé, no me ha querido nunca, ni yo he estado enamorada de él, solo hubo sexo y…
--¡No, Katia! No quiero saber nada más por ahora. Él no quiere vivir contigo ¿Y tú con él?
--No, Carlos… Te quiero a ti, solo a ti.
--Bien, ahora papá dime, ¿quieres vivir con mamá o con Tina?
--Ana, te juro que te he querido, pero, ya no estoy enamorado de ti, lo siento.
Ahora es Lina quien llora. Katia abraza a su amiga para consolarla. Mamá mira a papá, le tiemblan los labios.
-- Fernando, hace tiempo que lo sospechaba, no sabía con quien era, pero sabía que me engañabas. Y si he de decirte la verdad, hace tiempo que lo que hubo, si es que lo hubo alguna vez, se acabó. Yo siento igual que tú, no siento amor por ti. Ahora me das pena. Puedes quedarte con Tina, me consta que ella si está enamorada de ti y, por lo que veo, tu también lo estas de ella. El premio es tuyo, María Agustina, todo tuyo. Pero quiero saber en qué situación quedo yo.
--No te preocupes mamá, las cuestiones legales las acordaremos después. Tina ¿quieres vivir con mi padre?
--Yo… No lo sé… Es todo tan precipitado. Fernando tú sabes que te quiero, te he querido siempre, ¿me quieres tú?
--¡Si Tina! Te quiero y quiero pasar el resto de mi vida contigo y …
--¡EEEEE! Bien, las manifestaciones amorosas luego, ahora tenemos que decidir cómo lo hacemos y yo voy a hacer una propuesta. Mamá se divorcia de papá y Tina se viene a vivir con él. Katia se casa conmigo y con mamá nos vamos a Sevilla. Yo a terminar mis estudios, que financiará papá. También le asignará una paga a mamá, para que podamos vivir los tres, mas lo que venga. ¿Estáis de acuerdo?
--¡Muy bien…hermanito! Y a mí que me parta un rayo ¿No? ¡Estoy aquíii!
-- Si, Lina, lo sé. Tu tendrás que elegir con quien quieres vivir, aunque creo que lo mejor sería que terminaras el instituto aquí y después te vengas a Sevilla para seguir en la Universidad… Si quieres, claro. Ven dame un beso, sabes que te quiero y no me olvido de ti. ¡¿Estamos todos de acuerdo con la propuesta?!
Al parecer no les disgustó, asintieron con la cabeza.
Papá se marchó a casa de Tina, Katia se quedó en nuestra casa, la verdad es que no me fiaba demasiado de mi padre. Katia dormía con Lina en su habitación, mamá en la suya y yo en la mía. En esa primera noche no ocurrió nada excepcional. Estábamos agotados y los días que siguieron a la sesión fueron de verdadera locura. Pero en la segunda noche, estaba a punto de quedarme dormido, cuando oí abrirse la puerta, con la obscuridad no pude distinguir quién era, levantó la ropa de la cama y sentí un cuerpo desnudo a mi lado, me quedé rígido, no quería equivocarme. Casi no entendí lo que me dijo en susurros…
--¿No vas a hacer nada?
Cogió mi mano y la llevó a su teta. Entonces la identifiqué. Era Katia.
--¿Y mi hermana?
--Ella lo sabe. Está de acuerdo. ¿Ya no te gusto?
--Mucho, mira como me has puesto.
Efectivamente, la erección que ostentaba levantaba la ropa de la cama como si fuera una tienda de campaña. Guié su mano hasta que la agarró.
--¡Dios mío! ¡Te debe doler!
Me giré hacia ella y un escalofrío recorrió mi cuerpo al rozar el suyo con mi verga, el contraste entre mi calor y la frialdad de su piel, al venir desnuda hasta mi cama, me llevaron a un torbellino de sensaciones, que nunca antes había experimentado. Me abrace a ella como un naufrago al salvavidas en la inmensidad del océano.
Los besos, la suavidad de sus hombros, los brazos, sus manos acariciándome. Mi cuerpo ardía como un volcán en erupción. Saboreaba sus labios hasta el dolor, mis manos entre sus cabellos, el aroma que llegaba a mis fosas nasales y que con el tiempo llegué a reconocer como de hembra en celo. Me subyugaban sus axilas, las chupaba… Y los pechos… Medianos, no muy grandes, pero duros y sabrosos como melocotones.
Penetré lentamente en su vientre, despacio, recreándome en percibir, para recordar el resto de mi vida, la primera vez que entré en ella.
Un pensamiento maligno me asaltó. ¡Aquí dentro ya estuvo mi padre! ¡Dejó su semilla y fructificó! ¡Mi propio padre! ¡¡Su padre!!
El resultado del pensamiento fue catastrófico. ¡Se me arrugó! ¡Mi pene daba pena!
--¡Carlos, amor mío! ¿Qué te pasa? ¿He hecho algo mal?
--No, Kati. Bueno, no sé. Te he imaginado con mi padre contigo y…
--¡Por favor, Carlos! ¡Ahora no, no pienses en eso!
--No puedo evitarlo Kati. ¿Disfrutabas con él? ¿Qué te hacía?
--¡No, Carlos, no pienso entrar en ese juego! Lo de tu padre pasó, ahora estoy aquí, contigo, te quiero. A tu padre no lo quería y…
--¡Pero follabas con él! ¿Cuántas veces? ¿Cómo te lo hacía? ¿Te corrías? ¡¡Dímelo!!
--¡Sí! ¡Me corría! ¡Muchas veces! ¡En su coche! ¡En el pinar! ¡Aquí, en tu casa! ¡Me follaba y me gustaba! ¡Pero ya no! Cuando me quede embarazada me dio asco. No lo soportaba a mi lado ¡Solo pensaba en ti! Y el muy cabrón, quería casarme con el baboso de Enrique, lo arregló todo sin contar conmigo para nada. Le repetía una y otra vez que te quería a ti y solo a ti, pero decía que eso era imposible, que no podía casarme contigo, que mi hijo seria tu hermano carnal y tu hijo legal. Por eso acepté lo del Enrique. ¡Maldita sea! ¿Tú me quieres? ¡Dime la verdad! ¿Me quieres?
Estaba muy angustiada. Sus gritos despertaron a mamá y a Lina que entraron en la habitación para ver qué pasaba. Mamá se sentó a mi lado en la cama.
--¿Qué os pasa? ¿A qué vienen esos gritos? Katia, ¿por qué lloras?
--Soy muy desgraciada, Ana. Todo lo hago mal. Vine a su cama para estar con él, lo deseaba y él a mí, al principio, pero no sé qué idea se le metió en la cabeza y me rechazó.
Lloraba, su dolor no era fingido, me dio lástima.
--¿Que te ha pasado hijo?
--Qué me va a pasar, mamá. Un mal pensamiento se ha cruzado en mi cabeza, la he visto, en mi mente, follando con papá y me he venido abajo. No he podido evitarlo. Ahora lo siento. Podía haber sido una primera vez muy bella, para los dos y lo he convertido en una tragedia.
Lina abrazaba a Katia y la consolaba.
--Ya te dije que no era buena idea. Que esperases un poco a que se calmasen las aguas después de la tormenta. Que mientras, podías estar conmigo, yo te calmaría… Ya sabes cómo.
--¿Cómo hermanita? ¿Vosotras dos también estáis liadas?
--Díselo Katia. Ya no hay motivos para ocultar nada.
--¡¡¿Mas secretos?!! ¡No, por favor! Mamá ¿Qué nos está pasando? ¿Qué ocurre aquí?
--Pues me temo que tu novia y tu hermana están liadas. ¿No es así?
--Sí, mamá. Desde hace muchos años, empezamos en el colegio. Me enamoré de ella, pero ella no lo está de mí. Yo la empujé en brazos de Carlos para que todo se quedara en casa, después arreglé lo de papá, al ver que lo de Carlos no funcionaba y ya ves adonde nos han llevado mis intrigas. Yo enamorada de Katia, ella de Carlos, papá de Tina, pero ¿Y tú, mamá? ¿Y tú, Carlos? ¿De quién estáis enamorados? Porqué el plan de Carlos está muy bien trazado, sobre el papel, pero sin tener en cuenta los sentimientos.
--Yo, hija, si te soy sincera, quiero a tu padre, pero como ya dije, sin pasión, como se puede querer a un hermano, o mejor, a un primo, con quien convives. Sin embargo, en las últimas semanas, he sido seducida por un galán que sí me hace estremecer. Pero eso es harina de otro costal. No quiero, ni puedo, hablar de ello. Confórmate con saber que apruebo y apoyo la propuesta de tu hermano. Creo que es lo más conveniente. Lo que ha ocurrido esta noche, entre tus dos hermanos, es lógico. Carlos está dolido por lo que ha hecho Katia, pero él sabe, que uniéndose a ella, va a tener a su lado una mujer, que lo ama y que se le ofrece incondicionalmente. Además de estar compensado por otro lado… ¿No, hijo? Creo que debes esforzarte un poco, controlar los “malos pensamientos”, centrarte en los “buenos pensamientos” y darle a Katia lo que ella necesita, claro que, sin olvidar a Lina, que también tiene necesidades… ¿Porqué no buscar un equilibrio que satisfaga a todas?
Katia y Lina arrugan los entrecejos, extrañadas de las palabras de mamá.
--¿Qué quieres decir, mamá? ¿Insinúas que la solución es que nos acostemos los tres? Por mi no hay inconveniente. Claro que no quiero que me toque mi hermano.
--Pero si hacerlo con tu hermana ¿No es así? Porque no olvidéis que sois tres hermanos. La verdad es que resulta muy morboso y no sabemos adónde nos puede llevar esto. Vámonos a dormir, Lina, déjalos solos, al menos por esta noche. Mañana ya veremos qué pasa.
Refunfuñando, Lina se deja conducir hasta el dormitorio de mamá y se acuestan juntas.
Las oigo hablar, también algunas risas, mamá es una maestra en el arte de minimizar los problemas. Mi futura esposa se dispone a apagar la luz de la mesilla de noche, pero se lo impido. Quiero verla desnuda, la piel blanca, mórbida, está muy pálida, quizás sea debido a la luz.
Katia se acurruca a mi lado en la cama. Sigo el consejo de mamá. No pienso en Katia con mi padre, rememoro las dos semanas de sexo educativo con mamá y eso si me excita, la verga revive, mi compañera de cama lo percibe y se agarra a ella como a un clavo ardiendo y vaya si arde.
De nuevo en el vientre de Katia bombeo con furia, ella se muestra pasiva… Pero ¿Qué estoy haciendo? Debo seguir las directrices que me dio mamá. Despacio, con cariño, con ternura. Al fin y al cabo esta va a ser mi esposa, la quiero y deseo satisfacerla.
Desando lo andado. Comienzo por acariciar sus deliciosas tetitas, siento los pezoncitos endurecerse al contacto de mis dedos. Bajo lamiendo su pecho, el vientre, me detengo en su gracioso ombligo, sigo hasta besar su sexo.
El vello púbico está recortado formando un triángulo, la vulva es delicada, de labios poco sobresalientes, está muy caliente en su interior. Un delicado aroma a vainilla mezclado con el que destila su cuerpo invade mis fosas nasales. Me encanta su olor. El botoncito del placer, como lo llama mamá, es mucho más pequeño que el que conozco, pero lo encuentro y lo excito con la lengua.
En un principio se resiste, no comprendo por qué.
--¿Te gusta, Kati?
--Sii, pero me da mucha vergüenza. Solo Lina me ha hecho algo así. Pero sigueee, no pares….¡Qué gustitooo! ¡¡Sigueee!! ¡¡Ahhh!!
El temblor que invade todo su cuerpo me indica la inminencia del orgasmo. Sus manos asiendo mis cabellos y empujándome hacia su sexo, apartándome y de nuevo empujándome…
--¡¡Me corroo!!
Tira de mí hasta llevar mi boca a la suya, lame sus propios jugos y juega con su lengua en mi boca. Entro en su cueva otra vez, lentamente, acompañando de caricias y besos apasionados los golpes de cadera. Rodea mi cuerpo con sus piernas y las entrelaza a mi espalda. La penetración es profunda, jadeos…
--¡Dioss, como he deseado esto, Carlos! ¡Me siento moriiiir! ¡¡Ahhh!!
--¡¡Vida mía, Kati, que placer, Quée…gustooo!!
Coincidimos en el ansiado momento, alcanzamos juntos la cumbre del placer.
Descansamos, tendidos, yo boca arriba, ella de lado, abrazándome, besándome, susurrándome palabras encendidas de amor, acariciando mis cabellos.
--¡Te quiero tanto, tanto! Quise morir al decirme tu padre que me casaría con Enrique. Y, ahora puedo confesártelo, estuve a punto de cometer una locura.
--¿Estás llorando?
--Si, Carlos. Si hubiera hecho lo que pensaba hacer…Ahora no estaríamos aquí.
--¡Pero..¿Estás loca?! ¿Qué ibas a hacer?
--Eso que estás pensando, pero Lina me quitó la idea de la cabeza. Me confesó que estaba enamorada de mí, que sabía que yo no sentía lo mismo por ella, que yo te amaba a ti. Fue cuando planeó ir a Sevilla y contarte lo que ocurría. Ella pensaba que tú aún me querías y no dejarías que me casaran con Enrique. Y, gracias a Dios, así ha sido. Por eso y por otras cosas os estoy tan agradecida.
--Y todo esto sin saber que somos medio hermanos… ¿No, Kati?
--Sí, mi amor. Ahora con más motivo…Te quierooo.
En mi mente se agolpaban las ideas, el secreto de mamá, los escarceos de papá, Katia embarazada, Lina lesbiana, mi futura suegra sumisa dispuesta a dejarse hacer lo que mamá y yo queramos… Y ahora esto. La confesión de Katia, su intención de acabar con su vida.
--Vamos a dormir un poco, amor mío. Mañana tenemos muchas cosas que hacer… Tenemos que preparar nuestra boda y yo tengo que preparar los exámenes de este cuatrimestre.
--Sí, vida mía. Por fin voy a dormir contigo, como tantas veces he soñado.
Los días que siguieron, hasta la boda, fueron una verdadera locura. Enrique y su familia no se tomaron muy mal el cambio. Al contrario, se alegraron, sobre todo porqué, papá, les facilitó una buena suma de dinero para, “compensar los gastos”.
Y llego el día esperado. Una boda normal en un pueblo, en el Ayuntamiento, una boda por lo civil, con sus habladurías, cuchicheos en las mesas del banquete.
Enrique, borracho, gritando que Katia estaba preñada y que no era suyo. Que la criatura era mía y que se lo querían “encalomar “ a él… Lo normal…
De vuelta a Sevilla con mamá y Katia, ya como mi esposa. Mi madre nos dejó su cuarto, con cama de matrimonio, para nosotros y ella se acomodaría en la que fue su habitación de soltera, donde aún guardaba cosas suyas, recuerdos de juventud.
Reanudé mis clases en la Facultad, estudiaba con verdadero ahínco. Mis dos mujeres se esforzaban en facilitarme las cosas. Mi relación con Katia iba viento en popa, aunque de cuando en cuando visitaba a mamá en su cama y como era de esperar…Ocurrió.
Katia nos sorprendió en plena faena.
--¡¡Pero ¿qué es esto?!! ¿Qué hacéis?
--Katia, mi amor… No puedo decir aquello de “esto no es lo que parece”, porqué “sí es lo que parece”. Mamá y yo estamos follando…
--¡¡Esto es una locura!! ¿Por qué me hacéis esto?
Mamá se levanta, la estrecha entre sus brazos y la trae hasta la cama.
--Cariño, en cierto modo, ha sido gracias a ti que yo he recobrado las ganas de vivir. Fernando estaba atendiendo a tu madre y a ti, por lo que se olvidaba de mí. Yo busqué una solución alternativa, que no era Carlos, ya te lo contaré otro día, pero se liaron las cosas y aquí estamos. Tú preñada de mi marido, tu padre, Lina es, o ha sido, tu amante, yo liada con tu marido, mi hijo, tu hermano. Somos una familia de lo más normal… Pero no debes preocuparte. No lo quiero solo para mí. Lo único que te pido es que me lo prestes, de cuando en cuando, para hacerme feliz, además de adiestrarlo en las Ars Amandi, en la que yo soy una maestra. Te habrás dado cuenta por cómo se comporta contigo en la cama ¿No?
--Eso no puede ser… Es mi marido…
--Sí, tienes toda la razón. Pero también es mi hijo, lo quiero como madre, nunca me planteé hacer el amor con él, pero ocurrió, y nos gustó. Y no creo que esto afecte a lo que siente por ti, me consta que te quiere, lo que ha hecho lo demuestra. Solo te pido que le dejes, que me dé, unas migajas de amor que le sobran. De lo contrario me sentiré muy sola y desamparada. Piensa, que mi marido está con tu madre. Ven, échate con nosotros, si mi hijo te quiere, yo también, podemos ser felices los tres.
Katia se deja conducir como un cordero al matadero. Mamá la despoja de la bata de casa y las bragas, de cuello alto, que lleva, sin sujetador. Los pechos le crecen por días, las aureolas, antes sonrosadas y pequeñas, han adquirido un tono más obscuro y de mayor tamaño. Se aprecia el incremento de su vientre, que ella intenta ocultar, como si fuera algo feo.
--Kati, amor mío, haz lo que te dice mamá. Y no te cubras la barriguita, me gustas así. Te quiero de todas las formas posibles, me encanta ver tu cuerpo.
--Pero si está deforme, es feo, estoy horrible.
--¡Noo, cariño mío! ¡Estás preciosa! ¿No te has dado cuenta, cuando estamos en la cama, que me paso horas acariciándote la barriguita? ¿Por qué crees que lo hago?
--No lo sé, pero me da vergüenza.
Mamá acaricia la desnuda redondez, se agacha y la besa.
--Estás preciosa Katia. Me das envidia, sana. Me gustaría estar en tu lugar.
--¿Qué quieres decir, mamá? ¿Te gustaría tener otro hijo?
Me mira a los ojos y veo un rayo de tristeza cruzar su bello rostro. Una furtiva lágrima resbala por la mejilla.
--Te juro, por lo que más quiero, que me encantaría tener otro bebé. Pero eso es imposible. Durante el embarazo de tu hermana decidimos, papá y yo, no tener más hijos. En el parto me ligaron las trompas. Ahora me arrepiento, pero ya no tiene remedio.
Katia abraza a mamá. Se funden en un beso, que en un principio era cariñoso, pero que fue tornándose tórrido, sensual, ardiente. Las manos de ambas se acarician mutuamente. Sus pechos entrechocando, los pezones erguidos, duros. Me mantengo al margen, el espectáculo es de una voluptuosidad insuperable.
Mamá empuja a mi chica hasta tenderla en la pequeña cama, me aparto para dejar espacio. Mamá recorre el cuerpo de Katia besando todos y cada uno de los rincones de su preciosa anatomía. Sentado en un silloncito quedo extasiado ante la belleza de lo que ocurre ante mis ojos, acaricio mi miembro, que me duele de duro. Las caricias son de una lentitud y cadencia interminable, lentas, suaves, sin brusquedades. Las mejillas encendidas, los ojos despiden fuego, deseo. Un tiempo con los muslos entrecruzados, después un sesenta y nueve, sorbiendo los fluidos de la otra. Jadeos, grititos, orgasmos entrelazados. Imagino ondas sinusoidales de placer recorriendo los cuerpos de mis dos amores.
Cierro los ojos, no sé que me produce más placer, verlas o acariciarme.
Caricias en mi cuerpo, abro los ojos, las dos están rodeándome, acariciándome, besándome…. No lo resisto… Gritooo.
Tras esta sesión, acordamos dormir los tres juntos. Mamá controlaría mi actividad, para no interferir en mis obligaciones académicas y ellas satisfarían sus necesidades, con o sin mí. Acepté la propuesta, qué remedio. Pero no me fue mal.
Cubrían con creces mis necesidades, relajaban la tensión en épocas de exámenes y logré sacar adelante el curso con buenas notas, que fueron premiadas ampliamente.
Nuestra vida era sencilla. El amor estaba presente permanentemente, los besos, caricias, pellizcos, bromas que nos hacían reír… Me sentía feliz. Y lo más importante… Ellas, mis amores, eran felices.
Lina nos visitaba con frecuencia. En esas visitas disimulábamos un poco, acordamos no decir nada de lo que ocurría en casa. Pero yo sufría al ver las miradas de amor de Lina a Katia. Un fin de semana que vino a vernos no pude soportarlo más. Estábamos los cuatro en la sala viendo la tele. Katia muy gordita, de ocho meses. Lina se la comía con los ojos.
--Lina ¿Cómo estás? ¿Te pasa algo?
--Noo. Nada. No me pasa nada. ¿Por qué?
-- Te veo muy triste, dinos que te pasa. Sé sincera. Entre nosotros no debe haber secretos…. ¿Sigues enamorada de Katia?
El rubor en sus mejillas realza su belleza, entrecruza las manos nerviosamente.
--¿Tú qué crees, Carlos? ¡Lo estoy y cada día más! ¡No puedo evitarlo! ¡Está tan hermosa! El embarazo la embellece.
Se cubre la cara con las manos y llora. Mamá viene al rescate.
--¿Qué preguntas son esas, Carlos? ¿No ves que sufre?
--Por eso las hago, mamá. Kati ¿Qué sientes por Lina?
--También la quiero, Carlos. No como a ti, pero me siento muy unida a ella.
--Mamá ¿Por qué no las acompañas arriba, al dormitorio?
--¿Tú crees que será una buena idea?
--Claro que sí. Kati ¿Tu quieres estar con ella?
--Pues claro que sí. Vamos Lina. Sube conmigo amorcito, vamos a recordar viejos tiempos.
Lina abre los ojos con incredulidad pero no dice nada, la boca entreabierta lo dice todo. No puede creer lo que ocurre y se deja llevar.
Se marchan las tres. Mamá cuenta algo que las hace reír por las escaleras. Al poco vuelve.
--Las he dejado solas, aunque me hubiera gustado quedarme con ellas.
--¿Por qué no lo haces? Sube y ayúdalas a encontrar un camino que les dé felicidad. Lina está muy mal, la quiero mucho y no puedo verla sufrir. Sobre todo cuando la solución es tan fácil. ¿Quiere a Kati? Pues que esté con ella cuando quiera, si las dos están de acuerdo.
--No es tan sencillo amor. Las cosas del corazón son difíciles de comprender. Y el amor entre mujeres suele ser muy complejo. En ese aspecto, los hombres lo tenéis más fácil, echáis un polvo y os quedáis tranquilos, nosotras no funcionamos así.
--Mamá, tengo una duda. Le dijiste a Kati que tu nunca sentiste deseo de hacer el amor conmigo ¿Era cierto?
Sonríe, con ese gesto que me enloquece. No sé a cuál de las tres quiero más.
--Cariño, es cierto. No me planteé jamás hacer el amor contigo. Eras mi hijo, no me excitaba, en absoluto, la idea. Pero ocurrió lo que tú sabes. Iniciaste un proceso, el chantaje, que podría haberte llevado a un callejón sin salida. Me di cuenta a tiempo y salí en tu rescate. La única forma que vi, de que no te sintieras mal contigo mismo, fue que yo te dijera que te deseaba desde siempre. Así no te sentirías culpable. Ahora ya no importa. Nuestra relación está en otro nivel. El sexo entre nosotros, es algo que acompaña a una relación más profunda, sin tabúes, el amor llevado a otra cota. Es entrega sin pedir, sin exigir nada del otro. Y si te digo la verdad, nunca he podido diferenciar el amor filial del amor de pareja. Si hay amor puede haber atracción sexual, no importa que sea familia o no. El sexo sin amor es otra cosa. Lo he practicado mucho tiempo, tú lo sabes y es una actividad como otra cualquiera.
--Como otra cualquiera no. El sexo es otra cosa ¿No?
--Vamos a ver, Carlos. El ser humano tiene una serie de necesidades que cubrir. Por ejemplo comer, abrigarse y procrear ¿No?
--Sí, supongo.
--Bien, comer es una necesidad que hemos convertido en una fuente de placer.
La gastronomía es perversa, gastar tantos recursos en la comida en restaurantes de altos vuelos, cuando en muchos países, los ciudadanos, mueren de hambre. ¿Por qué no se prohíbe hacer ostentación de comilonas y platos “exquisitos”? La ropa supone otra fuente de placeres para muchas personas, vestidos carísimos, pieles arrancadas de pobres animalitos que maldita la culpa que tienen de ser tan hermosos. Pero todas estas, perversiones, son, no solo toleradas, sino ensalzadas por las clases dirigentes. Claro que, estos placeres, solo están al alcance de unos pocos. Sin embargo el sexo, el placer derivado de la necesidad de procreación, ese está mal visto. Se prohíbe, se margina, se considera algo sucio, vil. Casualmente es un placer que se puede lograr sin grandes desembolsos. La comida hay que buscarla, el vestido también, sin embargo el placer sexual es algo que podemos conseguir nosotros mismos, está implícito en nuestro cuerpo. Pues también lo han pervertido, los placeres carnales se venden, se comercia con ellos como con los otros, pero con una diferencia, el sexo es sucio. Celebramos un acontecimiento en familia con una comilona, a la que asistimos con nuestra mejor ropa. Pero que no se nos ocurra ir a una reunión desnudos, a no ser que sea una peña naturista. Y no digamos si se practica el sexo en público.
La pesada disertación de mamá es interrumpida por las chicas que han bajado desnudas a beber algo. Lina se cubre con las manos su coñito y trata de hacerlo con los pechitos. Tiene un cuerpo bello, de suaves curvas, la piel fina y delicada. Me mira como pidiéndome perdón. Admiro su belleza, pero no me siento atraído sexualmente por ella. Siento ternura, amor, pero sin tirón sensual, sin deseo. Me acerco hasta ella y beso su frente. Al abrazarla siento como tiembla.
--¿Te sientes mejor hermanita?
--Mucho mejor…Gracias.
--A mí ¿Por qué? ¿Por querer a mí hermana y desear su felicidad? No tienes nada que agradecerme, pequeña, daría mi vida por ti, si fuese necesario. Y no te preocupes, no te pediré nunca nada que pueda incomodarte. Te quiero demasiado. Y tú Kati ¿Cómo estás?
--Muy bien amorcito. Hemos hablado y le he contado, por encima, lo que hay entre nosotros. ¿He hecho bien?
--Claro que sí, mi amor. Cuantos menos secretos mejor. ¿Queréis dormir esta noche juntas?
Lina sonriendo, va a sentarse en el brazo del sillón donde está mamá. Ya se siente más segura, no intenta cubrirse.
--No hermanito, esta noche te toca a ti con ella. Yo me iré a la cama con mamá. Katia me ha dicho algunas cosas que quiero comprobar. ¿Te parece bien mamá?
--Como quieras hija. Con tal de ver esa sonrisa en tu rostro estoy dispuesta a hacer lo que sea.